Abusando de una asistente social
Una madura y bonita asistente social nos cuenta en primera persona como a través de una droga que la inmoviliza es abusada por tres jóvenes.
De los detalles, de como lo idearon, me enteré después, cuando me lo contaron y cuando les interesó que lo supiera para conseguir sus fines.
Mi trabajo consiste en coordinar e informar de ciertos ambientes sociales. Eso me llevó a tener que realizar un informe sobre un joven emancipado, con trabajo, pero con un hermano a cargo. Debía decidir si estaba facultado para cuidar de él.
Me llamo Paqui y tengo 38 años. Soy casada, rubia, con media melena y tengo dos niños, un chico de 16 años y una niña de 8. Todos dicen que no aparento mi edad y que me conservo muy bien. La verdad es que me cuido mucho e intento mantenerme en mi peso.
La familia que tenía que tratar estaba compuesta por dos hermanos. De hecho, el hermano pequeño, Julio, había sido pillado “in fraganti” por un vigilante de seguridad. Aunque no era directamente asunto mío, el joven había dado mi teléfono y yo le saqué del atolladero. Al final, por su insistencia y jurando y perjurando que no volvería a repetirse, no di ningún parte sobre el incidente.
El trabajo que debía hacer ahora era elaborar un informe indicando si Fidel, hermano mayor de Julio, estaba capacitado para cuidar de él. Para ello, unos días atrás, había acudido a la empresa donde trabajaba. Me atendió Marcos. Un joven empresario, con un conglomerado importante de compañías, hijo también de un acaudalado hombre de negocio de la zona.
Marcos me habló excelencias de su empleado Fidel. Ese día me enseñó las instalaciones de la empresa. Me pidió que dejase allí el bolso y recorrimos la empresa. Me llevó hasta donde estaba Fidel y al preguntarle si necesitaba algo me pidió que le firmase una autorización para sacar a Julio del colegio ese día. Marcos no paraba de mirarme y llegué a sentirme incómoda y con ganas de marcharme. No le di mayor importancia Era la primera etapa del informe y por mi parte fue favorable.
La siguiente semana haríamos el encuentro en su casa. Marcos ya había accedido a que no trabajara Fidel ese día y a su hermano, yo misma, le había firmado una autorización como responsable social, para que no tuviera que ir al colegio. Si todo iba bien, ambos podrían vivir juntos.
El jueves de la semana siguiente me dirigí a la casa. Vestía normal, de manera informal, con vaqueros y una camisa blanca, ya que estábamos en otoño, pero aún no hacía frío. Nada más llegar, me abrió el propio Fidel, y su hermano Julio, enseguida se acercó para darme un beso.
Me senté en una silla, junto a una mesa y Julio se sentó a mi lado mientras su hermando mayor me ofrecía tomar un café. Iba a pasar en aquella casa muchas horas, así que acepté. Se marchó a la cocina Instantes después apareció con una taza alta, llena hasta la mitad. La verdad es que me apetecía, y lo bebí en pequeños sorbos hasta vaciarla.
Me encaminé hacia el sofá. A los pocos instantes observé que mis músculos no respondían. Inmediatamente pensé en una parálisis y pedí ayuda a los dos jóvenes que se encontraban allí. Inicialmente pude balbucear, pero casi de inmediato dejé de poder mover los labios, ni de pronunciar sonido.
Estaba asustada. Los chicos parecían evitar mirarme. Los ojos si los podía abrir, también girarlos pero no así la cabeza. También podía oir. Fue por eso que vi como Fidel tomaba su teléfono móvil e hizo una llamada. Por mi parte, sólo deseaba que me mirasen y me ayudasen.
- Puedes venir. Ya ha hecho efecto.
No entendía nada, pero no pasaron más de dos minutos cuando llamaron a la puerta. Era Marcos, jefe de Fidel, con quien me había entrevistado unos días atrás. Iba cargado con una maleta que dejó en el suelo. Saludó a los inquilinos de forma jovial para al instante acercarse a mi y seguir hablando.
- La verdad es que está buenísima. ¿Cuantos años dices que tiene?
- Creo que treinta y tantos. No sé exactamente, pero según Julio tiene un hijo de 16, así que tendrá cerca de cuarenta. Pero mira en su bolso. Tendrá el carnet de identidad o de conducir.
- Si, su hijo Javi va a mi clase en el instituto. – Añadió el hermano pequeño. – También su sobrino Rubén.
Estaba asustada y desorientada. Evidentemente empezaba a darme cuenta que mi situación de inmovilidad era cosa de ellos e instantes después, Marcos me aclaró todo.
- Paqui. Te preguntarás qué es lo que pasa. No te puedes mover y ves que nosotros no hacemos nada para ayudarte. Sé que estás asustada, pero en realidad estás aquí porque nos gustas mucho.
Marcos siguió hablando, explicando lenta y razonadamente que pretendía que fuera su juguete durante unas horas. Me habían suministrado una droga cuyo efecto pasaría en unas horas. Podría ver y oír todo lo que allí sucediera. Me explicó que aquello ya lo había hecho con anterioridad, un año atrás, ofreciéndome indicándome dónde podría encontrar los detalles. (Ver el relato: Regalo de Cumpleaños de Relatista65)
- Bueno chicos. Es toda vuestra. Vamos a disfrutarla
Los dos jóvenes se colocaron uno a cada lado del sofá. Julio me tiró hacia atrás y Fidel agarró mis piernas. En ese momento me percaté que Marcos había situado dos trípodes en mitad del salón. Uno con una cámara de vídeo y otro con una de fotos.
Aunque pudiera parecer ingenua, en esos momentos no tenía ni idea de lo que pretendían aquellos muchachos. Pensé fugazmente en que quisieran abusar de mi, pero eran mucho más jóvenes que yo. No obstante, pronto me di cuenta de los motivos por el que estaba en aquella situación.
Estaba aterrada. No sabía lo qué pretendían. Temía por mi vida. Fue el momento en el que Fidel quitó el cinturón de mis tejanos y desabrochó el botón de mi pantalón cuando supe que querían desnudarme. De hecho llegó a tirar de ellos hacia abajo, ligeramente, hasta que Marcos le detuvo.
- No chicos, no. Tenemos mucho tiempo. Vamos a disfrutar cada instante.
Le dio unas tijeras al hermano mayor y le dijo...
- Haz de sus pantalones una minifalda. Tendrás que cortar por debajo del culo. Ten cuidado no la vayas a cortar a ella. La queremos entera.
Oí las risas de los tres. Tomó las tijeras y vi como rompía mis pantalones, sacando una pierna, después la otra y por último, haciendo un corte por debajo de la bragueta y unir las dos perneras, eso si, casi a la altura de mis bragas.
De aterrorizada pasé a estar indignada. Quería golpearlos, lo intentaba, pero mis brazos no respondían. No podía moverme. Estaba expuesta a aquellos canallas. Seguía totalmente vestida, sólo mostrando mis piernas hasta una altura que mi pudor nunca me hubiera permitido hacer.
Mientras los dos hermanos me manipulaban, el empresario fotografiaba y sabía también que la cámara de vídeo estaba en funcionamiento.
- Tiene unas bonitas bragas blancas. Me encantan las mujeres que llevan una ropa interior elegante. Estaba seguro que ella era de este estilo.
Me fueron colocando en distintos sitios. Suponía que las imágenes iban dirigidas a mis piernas, aunque no podía saberlo. A veces mi camisa se subía, quedando mi ombligo al descubiero.En mi mente se confundían los insultos, las solicitudes de auxilio y la imploración ante aquellos muchachos, todo ello en silencio, porque no podía pronunciar palabra. En una de ellas, me la subieron por encima de las bragas, colocaron mi mano tapándolas.
Volvieron a llevarme al sofá. Me colocaron entre los dos hermanos y comenzaron a tocarme los pechos. Chillé en silencio y mis ojos comenzaron a rezumar. Ellos siguieron, y desabrocharon todos los botones de mi camisa y me la quitaron. De nuevo decidieron ponerme sola en el tresillo, a modo de modelo erótica, esta vez ya sin camisa. Desabrocharon también el primer botón de la improvisada minifalda.
Bromeaban, reían, todo lo que yo sufría para ellos era un disfrute. Fue entonces cuando Marcos dijo que me colocasen de nuevo en el sofá y me pusieran la camisa.
Al oír que me vestían me animé un poco, pero fue algo fugaz, porque no me vistieron con la que llevaba, sino otra que Marcos les había entregado y que guardaba junto con más ropa en la maleta que había traído. Era mucho más estrecha, que cerraron forzándola lo que hacía que mis pechos se remarcasen aún más. La siguiente orden fue que me retirasen la fada.
Aunque no era sonoro, grité muchísimo. De nada sirvió. Sólo oía las carcajadas y los comentarios obscenos hacia mi cuerpo. La estrechez de la nueva camisa hacía que mis pechos resaltaran mucho más, y mis piernas más descubiertas.
Me sentía avergonzada por sentirme así. Aquellos canallas ya me habían visto en ropa interior. El siguiente paso fue comenzar a acariciarme por encima de la camisa. Después desabrocharon los botones y la dejaron completamente abierta. De nuevo comenzaron los comentarios jocosos hacia mi mis bragas y sobre todo mi sostén y el tamaño de mis pechos.
Una vez abierta, la separaron completamente y los dos chicos empezaron a tocarme por todos lados. Intentaba gritar pero no podía. Fue en ese momento cuando Julio, el hermano pequeño bajó ligeramente mi sujetador y comenzó a tocarme los pechos. Fidel, aún fue mucho más allá apartando mi tanga y llegando a pasar sus dedos alrededor de mi sexo
Vieron de forma fugaz mi parte más íntima. Se percataron que estaba depilada totalmente. Llevaba un tiempo haciéndolo y los comentarios no se hicieron esperar.
- Tendremos que esperar a que pueda hablar para que nos cuente si es rubia natural.
Todos reían. Angustiaba, sólo quería chillar, que parasen y pensaba a gritos, hablaba y lloraba en silencio.
- Por dios. Soy una mujer casada. No pueden hacerme esto. No, no, no. – Gritaba mi mente.
A pesar de mis lamentos internos, los jóvenes operaban sobre mi cuerpo hasta que Marcos, sin duda el jefe de la operación, les ordenó parar.
- Muchachos. Vamos a la cama. Allí tendremos más espacio y podremos maniobrar mejor sobre ella.
De golpe, volvieron a taparme los pechos, no sin antes retirarme la camisa, y me llevaron en volandas a la habitación. Como si de un fardo se tratase, me tiraron sobre ella.
Estaba semidesnuda. Tan sólo cubierta por la ropa interior. Soy una mujer muy pudorosa, por lo que la situación me desbordaba. De nuevo, Fidel volvió a tocar mis pechos, ahora bajando ligeramente el sujetador y acercando sus labios a mis pezones.
- Muchachos, ¿ no creeis que ya es hora de ver las tetas de “La Paqui”en condiciones?
Todos rieron. Bromeaban sobre quien lo haría.. Quedarme sin el sujetador me ahogaba. No podía respirar. Pensé que perdería el conocimiento, y tal vez, eso hubiera sido lo mejor, pero no sucedió. Entre los dos hermanos me voltearon en la cama quedando la hebilla del sujetador, situada en mi espalda a su disposición. La soltaron. Volvieron a girarme y Fidel lo retiró, dejando mis pechos al aire.
Vi como comenzaron a aplaudir. Mis pechos estaban al descubierto. Quería taparlos pero mis manos nos respondían. Ahora cerré los ojos y sentí que mis lágrimas empezaban a rodar por mis mejillas.
Siempre había sido fiel a mi marido y ahora aquellos malnacidos estaban rompiendo todo lo que había conservado durante tanto tiempo.
- Sus tetas son estupendas. Ganan cuando son liberadas.
Fue Julio, el compañero de mi hijo y de mi sobrino, quien me las agarró y pasó su lengua por mis pezones. Qué vergüenza, Dios mío¡¡ No podía soportarlo.
Al momento Marcos se acercó a mi. Apretó fuertemente mis pechos y comenzó a susurrarme al oído.
- Desde que te vi la semana pasada, mi obsesión has sido tú. Eres preciosa, tienes unas tetas enormes, unas piernas formidables y un cuerpo de ensueño.
Paró de hablar para continuar con sus besos y sus caricias. Me sentía tan mal que parecía que me faltaba el aire.
Los dos hermanos se habían apartado ligeramente. Marcos continuó besándome. Bajaba por mi estómago hasta que llegó a la altura de mi tanga, Sin dificultad ninguna separó mis piernas quedando expuesta a sus ojos.
Jugaba con el elástico de mi pequeña braga. Pasaba la mano por delante hasta que sus dedos llegaron a la parte baja de la misma y apartó ligeramente la tela hacia mi muslo, para dejar mi sexo a su vista. A forma de explorador introdujo en dedo en mi vagina. Grité, pero de mi boca no salió ningún sonido.
Me arqueaba mentalmente, mis manos querían llegar hacia él para empujarle. No tardó mucho en separarse con una sonrisa de satisfacción en sus labios.
- Julio, como compañero de su hijo, te damos el privilegio de quitarle el tanga. Además, puedes quedártelo y poder presumir en clase de ello.
- Nooooooooooo. No lo hagas. Te dejaré vivir con tu hermano, pero no lo hagas, por favor.
- ¿Sabéis? Me habría gustado tanto que mis compañeros y amigos me viesen a hora. Desnudando a una mujer madura que está buenísima.
- Bueno, tienes imágenes de todo lo que estás haciendo.
- Noooo¡¡¡¡ Por favor. Os lo suplico. – Todos los lamentos se disparaban en mi mente que continuaba gritando en silencio.
Según comenzó a bajarlo, mi cabeza fue más consciente que era un crío como mi hijo, como mi sobrino, además los conocía, compartía su día a día. Fue él quien comenzó a bajarme las bragas, hasta que me las quitó del todo. Si Marcos cumplía su palabra, el joven tendría un video y multitud de fotos conmigo desnuda, y no sólo desnuda, sino en actitud muy oscena. Acto seguido, Marcos separó de nuevo mis piernas, hasta dejarlas completamente abiertas y el joven empezó a acariciar mi sexo.
Me sentía agarrotada. Su hermano también le ayudó a separarme las piernas. No le hacía falta, no tenía fuerza. Las notaba inertes, igual que mis brazos. El muchacho introdujo el dedo hasta dentro de mi vagina.
Se colocó entre mis piernas. Aún estaba vestido. Me tenían a su disposición. Veían mis lágrimas.
- Tiene los ojos llorosos. Se da cuenta de todo lo que le está pasando. – Comentó el hermano pequeño.
Vi como se separaba, por lo que supuse que le daba pena verme así. Una vez más, me sorprendían desgraciadamente para mi. Julio se estaba desnudando. Por su parte, Marcos seguía con su discurso perfeccionista y se quejaba de no poder grabar bien.
Los dos hermanos se colocaron a mi alrededor. Uno se situó en mi cabeza y otro en mis piernas. Noté como Fidel me cogía la cabeza y llevaba su miembro a mi boca. Intentaba escupir, vomitar, pero no podía. No me quedaba aire. El otro joven se situó entre mis piernas y con la lengua comenzó a jugar en mi clítolis.
Tensa y avergonzada aguantaba la humillación a la que estaba siendo sometida. Intentaba toser pero no podía. Sólo aguantaba y empezaba a asumir que habría aún mucho más.
El empresario continuó protestando al no tener espacio suficiente para tomar sus imágenes. Pero por dios, ¿para qué las querían?.
- Me gustaría tener algo más de espacio. ¿Dónde podríamos ponernos y estar cómodos?
- En el salón. Volvamos allí. El sofá se hace cama. – Respondió Fidel
De nuevo me llevaron al sofá. Marcos y Julio me llevaron ya completamente desnuda, en volandas, mientras que Fidel se encargaba de abrir el sofá y colocar unas sábanas sobre el mismo.
- Espera, voy a fotografiarla antes de que sigáis.
Me abrieron las piernas, y vi como además de la cámara me sacaba decenas de fotos. El click de la máquina me volvía loca. – ¿Pero qué querían? Cuando terminase aquello, pensaba ir directamente a denunciarlos.
De nuevo los dos hermanos volvieron conmigo. El pequeño, más pudoroso se había puesto un albornoz después de haberse desnudado. Ahora se pusieron uno a cada lado y empezaron a tocarme los pechos. Volvieron a separarme las piernas haciéndome quedar expuesta. Julio introdujo ahora varios dedos en mi vagina.
- Marcos, sólo te puedo decir que tu idea ha sido excelente. Está buenísima. Sus tetas son la hostia y ese coñito me vuelve loco.
Mientras decía aquello me pellizcaba los pezones y sus labios se acercaron a los míos. Quería girar la cabeza pero siempre olvidaba que no podía mover ningún músculo de mi cuerpo, que estaba inerte a merced de aquellos chicos.
Continuaron jugando con mi cuerpo, sus lenguas y manos recorrían a placer mi cuerpo. Quería morirme. No soportaba que aquellos jóvenes me estuvieran violando sin ninguna contemplación.
- Bueno. ¿Sólo vais a usar vuestros dedos y vuestras bocas? ¿No os la queréis follar?
- Lo estoy deseando. Vamos a follarla. Tengo la polla como una barra de hierro.
- Yo también. – Respondió el hermano pequeño.
- Como eres amigo de su hijo y de su sobrino, te dejaré la cámara de video, para que filmes en primer plano todo lo que haces.
Aunque mi boca no podía gritar, mi garganta se esforzaba en pronunciar sonidos angustiosos, suplicando que no lo hicieran. Jamás había sido infiel a mi marido y ahora un crío, compañero de Javi me iba a penetrar.
El joven se situó entre mis piernas. Mis brazos estaba caídos, apoyados sobre la improvisada cama, en cruz. Agarró su miembro y lo metió hasta dentro de mi vagina. Con la mano derecha aguantaba la cámara que la enfocaba a mi sexo, mientras que con la izquierda tocaba mi clítolis de forma descarada.
- ¿Te cae mal mi hijo, mi sobrino, yo? ¿Por qué me haces esto? – Hablaba sin pronunciar palabra.
Como si me hubiera leído el pensamiento Julio me respondió.
- Tu hijo es un pijo, un niño de papá. Tu sobrino me cae bien, y seguro que le encantaría ver esto. Siempre dice que estás como un queso y que se la ha machacado muchas veces pensando en tí. Eres una “tía buena” tía y madre de dos compañeros por lo que follarte es la hostia.
- Qué aberración. – Pensé. – Gustar físicamente a mi sobrino.
Pero lo peor era lo que estaba viviendo. Terminando de filmar, tomó la cámara el jefe. Volvieron a juntarse los dos hermanos. Volvió a introducir su lengua donde antes había entrado su pene. Fidel se colocó a horcajadas sobre mi estómago y metió su miembro entre mis pechos. Se cansó pronto y llevó su pene a mi boca.
- Con tetas así se puede disfrutar de una cubana y con esta boquita de una mamada de la leche.
Me manejaban como a una muñeca. Fue Fidel quien introdujo su pene en mi sexo después de haberlo tenido entre mis pechos. Quería escapar. Ahora ya no tenía fuerzas para nada. Estaba abatida. Eran unos canallas.
Fidel me levantó y me situó encima de su pierna para continuar con la penetración. Su hermano recibía mi boca. Mi cabeza permanecía inerte por lo que era él quien se movía para provocar su masturbación.
Fidel volvió a tocar mi sexo, sólo que ahora era para dirigir su pene a mi cavidad. Era horrible lo que estaba viviendo. No sólo abusaban de mi sino que también por primera vez participaba en un trío, aunque en realidad era también la primera vez que estaba con otro hombre que no fuese Pablo, mi marido.
El fotógrafo tomaba buena nota de todo lo que estaba sucediendo sobre el sofá. El hermano mayor, mientras me penetraba agarraba fuertemente mi culo y el menor me sujetaba bruscamente mi cabeza buscando su placer.
Volvieron a levantarme y esta vez me situaron de rodillas. Ellos cambiaron de posición y fue Julio quien ahora comenzó a penetrarme. Fidel llevó mi cara hacia su pene y agarrándome de un pecho hacía el movimiento para lograr la felación.
Ahora ya me tomaban sin ninguna piedad. Yo, mientras, procuraba no pensar. Procuraba distanciarme de mi cuerpo para que mi mente divagase y evitar sufrir.
El hermano pequeño empezó a gemir. Estaba a punto de correrse. Pedí por favor.
- Me voy a correr. Pedazo de puta¡¡¡ Esta zorra está de muerte.
- No, por favor, no lo hagas dentro. – Quería que me escuchase aunque no me oyese.
De nada sirvió. Julio se clavó dentro de mi, permaneciendo así durante unos segundos para después sacarla de mi. Había eyaculado dentro. Su pene se resfregaba en mi piel para ser limpiado.
Fidel sacó el pene de mi boca Me volvió a girar, pindiéndole ayuda a su hermano y colocándome encima del respaldo del sofá en donde mis piernas caían a los dos lados del respaldo y se situó junto a mi cintura. Comenzó a masturbarse contundentemente, imagino que excitándose al verme desnuda y apenas tardó en correrse.
Marcos entregó un rollo de papel higiénico y leche corporal para después ordenar a los hermanos que me limpiasen. Me rociaron con la leche corporal y me limpiaron a fondo, sobre todo en los lugares donde me habían impregnado de semen.
Mandó a los dos jóvenes que me colocasen de nuevo en el sofá, no sin antes retirar la sábana que lo cubría. Lo hicieron sin dificultades. Les indicó que me movieran para ir filmando.
Tomó la cámara y comenzó a acariciarme. Sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo. Primero los tobillos. Fue subiendo hasta llegar a mis muslos y pasar fugazmente por mi sexo pero continuó hasta depositar su mano izquierda en mi pecho. La cámara hacía su trabajo, siguiendo detenidamente el recorrido de la otra mano.
Hizo que mis tobillos se cruzasen. Ahora se dirigió a mi sexo y empezó a tocarlo una vez más. Con razón no me había gustado ese joven el día que había ido a verle. Sólo deseaba que todo terminase. Quería contarle todo a mi marido. Demandarles por violación y que a los tres los encerrasen.
El siguiente movimiento fue colocarme otra vez de rodillas, con la cabeza apoyada sobre el colchón del sofá. Me tocaba las nalgas, hacía gracias sobre ello.
- Estaréis conmigo que tiene un culito precioso. Además, creo que seré yo quien lo estrene. – Dijo mientras introducía el dedo en mi ano. Creo que es virgen por detrás.
Qué desperdicio¡¡¡ Respondió el hermano pequeño.
Los culitos son mi debilidad. Creo que ya lo hemos hablado alguna vez.
- ¿Qué? ¿Me van a sodomizar? – Pensé aterrada.
Era virgen por detrás. Mi marido me lo había pedido alguna vez pero siempre le decía que era una aberración. Ahora eran aquel criminal el que lo iba a hacer. Sin esperar demasiado, pidió ayuda a sus amigos para que me situasen en una especie de mesa alta que había junto al sofá.
- Colocadla sobre la mesa. Creo que estaré más cómodo.
Me colocó recostada e introdujo el pene en mi sexo. En parte respiré aliviada al ver que no era mi ano lo que utilizaba. Le costaba, puesto que la mesa era demasiado alta y no llegaba bien. Eso hizo que volviera a pedir ayuda a sus amigos y me colocase en en otra mesa, más baja. Volvió a penetrarme.
Aunque de momento no me sodomizaba, no podía parar de llorar. De nuevo pareció no estar a gusto del lugar que había elegido y después de varias penetraciones pidió a Julio que le ayudase a llevarme a la cama.
Ya en ella, le dijo que le gustaría que mientras me penetraba. Colocó una almohada por debajo de mis pechos para que mi culo quedase más levantado y comenzó a penetrarme. Mientras, mi boca volvía a encontrar el miembro del más joven del grupo. Enseguida se puso erecto y consiguió correrse en mi boca. Intentaba escupir, pero no era posible. Ambos, viendo la situación me giraron rápidamente, colocándome mirando al techo. Julio tapó mi boca, obligándome a tragar todo su semen.
- Voy a darle por detrás ahora. Partiré este culito.
- Nooooooo¡¡¡¡¡ Dios, noooooo¡¡¡¡¡¡¡¡ Eso no. Seguid por delante.
Estaba tan desesperada que quería que siguiesen con tal que no me desvirgasen analmente. De nada sirvió. Fidel coció una colchoneta y la situó sobre la cama para que su jefe y amigo estuviera más cómodo.
Introdujo el pene en mi ano. Al no poder gritar mi llanto se acentuó. Mis lágrimas caían abundantemente.
Noté que empezaba a sudar. Me agarró por mis brazos. Mis piernas caían a ambos lados de la colchoneta, que hacían que mi ano estuviera abierto a sus caprichos.
El dolor era intenso, mucho, aunque Marcos intentaba no causar demasiados daños. El dolor físico fue bajando a medida que aumentaba el moral.
Se lo tomó con mucha calma. Aunque no fueron más de cinco minutos, a mi me parecieron horas.
Antes de eyacular, me volvió a situar en la cama, ya sin la colchoneta. De nuevo me recostó y volvió a penetrarme analmente. Aunque también me dolió, fue mucho menos que la primera vez. Ahora si, sus movimientos fueron más rápidos y violentos, hasta que me llenó de semen.
Bueno muchachos, vamos a ir terminando. Antes de irnos, vamos a hacer un posado de ella. Túmbala en el sillón y la hago unas fotos.
Una vez más me movieron y me situaron en el sillón. Mi cabeza caía hacia atrás, pero me dejaron con las piernas abiertas y con mis manos separando mi sexo.
Tomaron las fotografías que desearon y volvieron a llevarme a la cama. Esta vez a la habitación de Julio, donde me dejaron, no sin antes hablarme Marcos.
- Paqui, voy a explicarte como queda todo a partir de ahora. Imagino que tu idea será denunciarnos según salgas de aquí, pero te voy a dar motivos para que no lo hagas.
Calló unos instantes y fue a buscar el móvil de Julio y un papel.
- Hemos duplicado tu tarjeta de teléfono móvil. Eso es algo que no podrás demostrar, pero desde hace unos días le envías unos sms muy provocativos a un jovencito como es Julio. Te llegarán en tu siguiente factura. También desde tu cuenta de correo que también hemos descifrado. Tienes ya una copia en tu correo particular.
El canalla me mostró los sms que habían sido enviados desde el móvil y una copia de la autorización para salir del colegio.
- Por otro lado, has firmado para que tu joven amante no fuese al colegio y pasar un día de sexo en casa.
Lo habían maquinado todo perfectamente. No daba crédito a que alguien hubiese realizado semejante despliegue de medios para tomarme.
- Sé que buscarás la posibilidad de desmontar todo esto, pero previo a ello, se hará público y todo el mundo sabrá que has tenido una relación con un joven en tu ámbito de trabajo. Tu marido verá las fotos, los correos, los sms. Eso, dependiendo de sus tragaderas, también sea el final de tu matrionio. En fin........ Piénsalo.
Me puse a llorar de nuevo, al ver que mi posibilidad de vengarme se desvanecía.
- Una última cosa. Nos marchamos. Nos ha gustado mucho tu ropa y nos quedamos con ella de recuerdo. A Julio le gusta. Te dejo la ropa para que vuelvas a tu casa. Camiseta, jersey, tejanos...... Eso si, te dejo unas braguitas solamente. No traje sujetador de repuesto y ya sabes........ Tu joven amante lo quiere. Voy a invitar a comer a estos chicos que me han hecho pasar un buen rato. En una hora te despertarás. Hasta entonces tienes tiempo para pensar en todo lo que te he dicho........
Los tres se fueron. Quedé sola, aterrada, aún sin poderme mover. En menos de una hora mis músculos comenzaron a responder. Fue casi tan rápido como cuando perdí la movilidad. Estaba avergonzada, humillada, triste, furiosa. Sólo quería irme a casa.
Me levanté y me incorporé. Di una vuelta por la habitación, para coger la ropa que habían dejado. Me puse unas bragas jaspeadas con bordes negros y una camiseta. Tal y como había dicho Marcos, no me dejó sujetador.
Después el pantalón vaquero. Temía que no me quedase bien, pero era de mi talla.
Por último un jersey negro, apretado. No hacía demasiado frío pero ayudaría a que mis pechos no se movieran. Necesitaba irme a casa.
Cuando llegué, mi marido me recibió complaciente. Quería que nos fuésemos a pasear, pero no acepté. Quería estar sola.
Quien desee este relato con fotos, puede solicitármelo al correo
De los detalles, de como lo idearon, me enteré después, cuando me lo contaron y cuando les interesó que lo supiera para conseguir sus fines.
Mi trabajo consiste en coordinar e informar de ciertos ambientes sociales. Eso me llevó a tener que realizar un informe sobre un joven emancipado, con trabajo, pero con un hermano a cargo. Debía decidir si estaba facultado para cuidar de él.
Me llamo Paqui y tengo 38 años. Soy casada, rubia, con media melena y tengo dos niños, un chico de 16 años y una niña de 8. Todos dicen que no aparento mi edad y que me conservo muy bien. La verdad es que me cuido mucho e intento mantenerme en mi peso.
La familia que tenía que tratar estaba compuesta por dos hermanos. De hecho, el hermano pequeño, Julio, había sido pillado “in fraganti” por un vigilante de seguridad. Aunque no era directamente asunto mío, el joven había dado mi teléfono y yo le saqué del atolladero. Al final, por su insistencia y jurando y perjurando que no volvería a repetirse, no di ningún parte sobre el incidente.
El trabajo que debía hacer ahora era elaborar un informe indicando si Fidel, hermano mayor de Julio, estaba capacitado para cuidar de él. Para ello, unos días atrás, había acudido a la empresa donde trabajaba. Me atendió Marcos. Un joven empresario, con un conglomerado importante de compañías, hijo también de un acaudalado hombre de negocio de la zona.
Marcos me habló excelencias de su empleado Fidel. Ese día me enseñó las instalaciones de la empresa. Me pidió que dejase allí el bolso y recorrimos la empresa. Me llevó hasta donde estaba Fidel y al preguntarle si necesitaba algo me pidió que le firmase una autorización para sacar a Julio del colegio ese día. Marcos no paraba de mirarme y llegué a sentirme incómoda y con ganas de marcharme. No le di mayor importancia Era la primera etapa del informe y por mi parte fue favorable.
La siguiente semana haríamos el encuentro en su casa. Marcos ya había accedido a que no trabajara Fidel ese día y a su hermano, yo misma, le había firmado una autorización como responsable social, para que no tuviera que ir al colegio. Si todo iba bien, ambos podrían vivir juntos.
El jueves de la semana siguiente me dirigí a la casa. Vestía normal, de manera informal, con vaqueros y una camisa blanca, ya que estábamos en otoño, pero aún no hacía frío. Nada más llegar, me abrió el propio Fidel, y su hermano Julio, enseguida se acercó para darme un beso.
Me senté en una silla, junto a una mesa y Julio se sentó a mi lado mientras su hermando mayor me ofrecía tomar un café. Iba a pasar en aquella casa muchas horas, así que acepté. Se marchó a la cocina Instantes después apareció con una taza alta, llena hasta la mitad. La verdad es que me apetecía, y lo bebí en pequeños sorbos hasta vaciarla.
Me encaminé hacia el sofá. A los pocos instantes observé que mis músculos no respondían. Inmediatamente pensé en una parálisis y pedí ayuda a los dos jóvenes que se encontraban allí. Inicialmente pude balbucear, pero casi de inmediato dejé de poder mover los labios, ni de pronunciar sonido.
Estaba asustada. Los chicos parecían evitar mirarme. Los ojos si los podía abrir, también girarlos pero no así la cabeza. También podía oir. Fue por eso que vi como Fidel tomaba su teléfono móvil e hizo una llamada. Por mi parte, sólo deseaba que me mirasen y me ayudasen.
- Puedes venir. Ya ha hecho efecto.
No entendía nada, pero no pasaron más de dos minutos cuando llamaron a la puerta. Era Marcos, jefe de Fidel, con quien me había entrevistado unos días atrás. Iba cargado con una maleta que dejó en el suelo. Saludó a los inquilinos de forma jovial para al instante acercarse a mi y seguir hablando.
- La verdad es que está buenísima. ¿Cuantos años dices que tiene?
- Creo que treinta y tantos. No sé exactamente, pero según Julio tiene un hijo de 16, así que tendrá cerca de cuarenta. Pero mira en su bolso. Tendrá el carnet de identidad o de conducir.
- Si, su hijo Javi va a mi clase en el instituto. – Añadió el hermano pequeño. – También su sobrino Rubén.
Estaba asustada y desorientada. Evidentemente empezaba a darme cuenta que mi situación de inmovilidad era cosa de ellos e instantes después, Marcos me aclaró todo.
- Paqui. Te preguntarás qué es lo que pasa. No te puedes mover y ves que nosotros no hacemos nada para ayudarte. Sé que estás asustada, pero en realidad estás aquí porque nos gustas mucho.
Marcos siguió hablando, explicando lenta y razonadamente que pretendía que fuera su juguete durante unas horas. Me habían suministrado una droga cuyo efecto pasaría en unas horas. Podría ver y oír todo lo que allí sucediera. Me explicó que aquello ya lo había hecho con anterioridad, un año atrás, ofreciéndome indicándome dónde podría encontrar los detalles. (Ver el relato: Regalo de Cumpleaños de Relatista65)
- Bueno chicos. Es toda vuestra. Vamos a disfrutarla
Los dos jóvenes se colocaron uno a cada lado del sofá. Julio me tiró hacia atrás y Fidel agarró mis piernas. En ese momento me percaté que Marcos había situado dos trípodes en mitad del salón. Uno con una cámara de vídeo y otro con una de fotos.
Aunque pudiera parecer ingenua, en esos momentos no tenía ni idea de lo que pretendían aquellos muchachos. Pensé fugazmente en que quisieran abusar de mi, pero eran mucho más jóvenes que yo. No obstante, pronto me di cuenta de los motivos por el que estaba en aquella situación.
Estaba aterrada. No sabía lo qué pretendían. Temía por mi vida. Fue el momento en el que Fidel quitó el cinturón de mis tejanos y desabrochó el botón de mi pantalón cuando supe que querían desnudarme. De hecho llegó a tirar de ellos hacia abajo, ligeramente, hasta que Marcos le detuvo.
- No chicos, no. Tenemos mucho tiempo. Vamos a disfrutar cada instante.
Le dio unas tijeras al hermano mayor y le dijo...
- Haz de sus pantalones una minifalda. Tendrás que cortar por debajo del culo. Ten cuidado no la vayas a cortar a ella. La queremos entera.
Oí las risas de los tres. Tomó las tijeras y vi como rompía mis pantalones, sacando una pierna, después la otra y por último, haciendo un corte por debajo de la bragueta y unir las dos perneras, eso si, casi a la altura de mis bragas.
De aterrorizada pasé a estar indignada. Quería golpearlos, lo intentaba, pero mis brazos no respondían. No podía moverme. Estaba expuesta a aquellos canallas. Seguía totalmente vestida, sólo mostrando mis piernas hasta una altura que mi pudor nunca me hubiera permitido hacer.
Mientras los dos hermanos me manipulaban, el empresario fotografiaba y sabía también que la cámara de vídeo estaba en funcionamiento.
- Tiene unas bonitas bragas blancas. Me encantan las mujeres que llevan una ropa interior elegante. Estaba seguro que ella era de este estilo.
Me fueron colocando en distintos sitios. Suponía que las imágenes iban dirigidas a mis piernas, aunque no podía saberlo. A veces mi camisa se subía, quedando mi ombligo al descubiero.En mi mente se confundían los insultos, las solicitudes de auxilio y la imploración ante aquellos muchachos, todo ello en silencio, porque no podía pronunciar palabra. En una de ellas, me la subieron por encima de las bragas, colocaron mi mano tapándolas.
Volvieron a llevarme al sofá. Me colocaron entre los dos hermanos y comenzaron a tocarme los pechos. Chillé en silencio y mis ojos comenzaron a rezumar. Ellos siguieron, y desabrocharon todos los botones de mi camisa y me la quitaron. De nuevo decidieron ponerme sola en el tresillo, a modo de modelo erótica, esta vez ya sin camisa. Desabrocharon también el primer botón de la improvisada minifalda.
Bromeaban, reían, todo lo que yo sufría para ellos era un disfrute. Fue entonces cuando Marcos dijo que me colocasen de nuevo en el sofá y me pusieran la camisa.
Al oír que me vestían me animé un poco, pero fue algo fugaz, porque no me vistieron con la que llevaba, sino otra que Marcos les había entregado y que guardaba junto con más ropa en la maleta que había traído. Era mucho más estrecha, que cerraron forzándola lo que hacía que mis pechos se remarcasen aún más. La siguiente orden fue que me retirasen la fada.
Aunque no era sonoro, grité muchísimo. De nada sirvió. Sólo oía las carcajadas y los comentarios obscenos hacia mi cuerpo. La estrechez de la nueva camisa hacía que mis pechos resaltaran mucho más, y mis piernas más descubiertas.
Me sentía avergonzada por sentirme así. Aquellos canallas ya me habían visto en ropa interior. El siguiente paso fue comenzar a acariciarme por encima de la camisa. Después desabrocharon los botones y la dejaron completamente abierta. De nuevo comenzaron los comentarios jocosos hacia mi mis bragas y sobre todo mi sostén y el tamaño de mis pechos.
Una vez abierta, la separaron completamente y los dos chicos empezaron a tocarme por todos lados. Intentaba gritar pero no podía. Fue en ese momento cuando Julio, el hermano pequeño bajó ligeramente mi sujetador y comenzó a tocarme los pechos. Fidel, aún fue mucho más allá apartando mi tanga y llegando a pasar sus dedos alrededor de mi sexo
Vieron de forma fugaz mi parte más íntima. Se percataron que estaba depilada totalmente. Llevaba un tiempo haciéndolo y los comentarios no se hicieron esperar.
- Tendremos que esperar a que pueda hablar para que nos cuente si es rubia natural.
Todos reían. Angustiaba, sólo quería chillar, que parasen y pensaba a gritos, hablaba y lloraba en silencio.
- Por dios. Soy una mujer casada. No pueden hacerme esto. No, no, no. – Gritaba mi mente.
A pesar de mis lamentos internos, los jóvenes operaban sobre mi cuerpo hasta que Marcos, sin duda el jefe de la operación, les ordenó parar.
- Muchachos. Vamos a la cama. Allí tendremos más espacio y podremos maniobrar mejor sobre ella.
De golpe, volvieron a taparme los pechos, no sin antes retirarme la camisa, y me llevaron en volandas a la habitación. Como si de un fardo se tratase, me tiraron sobre ella.
Estaba semidesnuda. Tan sólo cubierta por la ropa interior. Soy una mujer muy pudorosa, por lo que la situación me desbordaba. De nuevo, Fidel volvió a tocar mis pechos, ahora bajando ligeramente el sujetador y acercando sus labios a mis pezones.
- Muchachos, ¿ no creeis que ya es hora de ver las tetas de “La Paqui”en condiciones?
Todos rieron. Bromeaban sobre quien lo haría.. Quedarme sin el sujetador me ahogaba. No podía respirar. Pensé que perdería el conocimiento, y tal vez, eso hubiera sido lo mejor, pero no sucedió. Entre los dos hermanos me voltearon en la cama quedando la hebilla del sujetador, situada en mi espalda a su disposición. La soltaron. Volvieron a girarme y Fidel lo retiró, dejando mis pechos al aire.
Vi como comenzaron a aplaudir. Mis pechos estaban al descubierto. Quería taparlos pero mis manos nos respondían. Ahora cerré los ojos y sentí que mis lágrimas empezaban a rodar por mis mejillas.
Siempre había sido fiel a mi marido y ahora aquellos malnacidos estaban rompiendo todo lo que había conservado durante tanto tiempo.
- Sus tetas son estupendas. Ganan cuando son liberadas.
Fue Julio, el compañero de mi hijo y de mi sobrino, quien me las agarró y pasó su lengua por mis pezones. Qué vergüenza, Dios mío¡¡ No podía soportarlo.
Al momento Marcos se acercó a mi. Apretó fuertemente mis pechos y comenzó a susurrarme al oído.
- Desde que te vi la semana pasada, mi obsesión has sido tú. Eres preciosa, tienes unas tetas enormes, unas piernas formidables y un cuerpo de ensueño.
Paró de hablar para continuar con sus besos y sus caricias. Me sentía tan mal que parecía que me faltaba el aire.
Los dos hermanos se habían apartado ligeramente. Marcos continuó besándome. Bajaba por mi estómago hasta que llegó a la altura de mi tanga, Sin dificultad ninguna separó mis piernas quedando expuesta a sus ojos.
Jugaba con el elástico de mi pequeña braga. Pasaba la mano por delante hasta que sus dedos llegaron a la parte baja de la misma y apartó ligeramente la tela hacia mi muslo, para dejar mi sexo a su vista. A forma de explorador introdujo en dedo en mi vagina. Grité, pero de mi boca no salió ningún sonido.
Me arqueaba mentalmente, mis manos querían llegar hacia él para empujarle. No tardó mucho en separarse con una sonrisa de satisfacción en sus labios.
- Julio, como compañero de su hijo, te damos el privilegio de quitarle el tanga. Además, puedes quedártelo y poder presumir en clase de ello.
- Nooooooooooo. No lo hagas. Te dejaré vivir con tu hermano, pero no lo hagas, por favor.
- ¿Sabéis? Me habría gustado tanto que mis compañeros y amigos me viesen a hora. Desnudando a una mujer madura que está buenísima.
- Bueno, tienes imágenes de todo lo que estás haciendo.
- Noooo¡¡¡¡ Por favor. Os lo suplico. – Todos los lamentos se disparaban en mi mente que continuaba gritando en silencio.
Según comenzó a bajarlo, mi cabeza fue más consciente que era un crío como mi hijo, como mi sobrino, además los conocía, compartía su día a día. Fue él quien comenzó a bajarme las bragas, hasta que me las quitó del todo. Si Marcos cumplía su palabra, el joven tendría un video y multitud de fotos conmigo desnuda, y no sólo desnuda, sino en actitud muy oscena. Acto seguido, Marcos separó de nuevo mis piernas, hasta dejarlas completamente abiertas y el joven empezó a acariciar mi sexo.
Me sentía agarrotada. Su hermano también le ayudó a separarme las piernas. No le hacía falta, no tenía fuerza. Las notaba inertes, igual que mis brazos. El muchacho introdujo el dedo hasta dentro de mi vagina.
Se colocó entre mis piernas. Aún estaba vestido. Me tenían a su disposición. Veían mis lágrimas.
- Tiene los ojos llorosos. Se da cuenta de todo lo que le está pasando. – Comentó el hermano pequeño.
Vi como se separaba, por lo que supuse que le daba pena verme así. Una vez más, me sorprendían desgraciadamente para mi. Julio se estaba desnudando. Por su parte, Marcos seguía con su discurso perfeccionista y se quejaba de no poder grabar bien.
Los dos hermanos se colocaron a mi alrededor. Uno se situó en mi cabeza y otro en mis piernas. Noté como Fidel me cogía la cabeza y llevaba su miembro a mi boca. Intentaba escupir, vomitar, pero no podía. No me quedaba aire. El otro joven se situó entre mis piernas y con la lengua comenzó a jugar en mi clítolis.
Tensa y avergonzada aguantaba la humillación a la que estaba siendo sometida. Intentaba toser pero no podía. Sólo aguantaba y empezaba a asumir que habría aún mucho más.
El empresario continuó protestando al no tener espacio suficiente para tomar sus imágenes. Pero por dios, ¿para qué las querían?.
- Me gustaría tener algo más de espacio. ¿Dónde podríamos ponernos y estar cómodos?
- En el salón. Volvamos allí. El sofá se hace cama. – Respondió Fidel
De nuevo me llevaron al sofá. Marcos y Julio me llevaron ya completamente desnuda, en volandas, mientras que Fidel se encargaba de abrir el sofá y colocar unas sábanas sobre el mismo.
- Espera, voy a fotografiarla antes de que sigáis.
Me abrieron las piernas, y vi como además de la cámara me sacaba decenas de fotos. El click de la máquina me volvía loca. – ¿Pero qué querían? Cuando terminase aquello, pensaba ir directamente a denunciarlos.
De nuevo los dos hermanos volvieron conmigo. El pequeño, más pudoroso se había puesto un albornoz después de haberse desnudado. Ahora se pusieron uno a cada lado y empezaron a tocarme los pechos. Volvieron a separarme las piernas haciéndome quedar expuesta. Julio introdujo ahora varios dedos en mi vagina.
- Marcos, sólo te puedo decir que tu idea ha sido excelente. Está buenísima. Sus tetas son la hostia y ese coñito me vuelve loco.
Mientras decía aquello me pellizcaba los pezones y sus labios se acercaron a los míos. Quería girar la cabeza pero siempre olvidaba que no podía mover ningún músculo de mi cuerpo, que estaba inerte a merced de aquellos chicos.
Continuaron jugando con mi cuerpo, sus lenguas y manos recorrían a placer mi cuerpo. Quería morirme. No soportaba que aquellos jóvenes me estuvieran violando sin ninguna contemplación.
- Bueno. ¿Sólo vais a usar vuestros dedos y vuestras bocas? ¿No os la queréis follar?
- Lo estoy deseando. Vamos a follarla. Tengo la polla como una barra de hierro.
- Yo también. – Respondió el hermano pequeño.
- Como eres amigo de su hijo y de su sobrino, te dejaré la cámara de video, para que filmes en primer plano todo lo que haces.
Aunque mi boca no podía gritar, mi garganta se esforzaba en pronunciar sonidos angustiosos, suplicando que no lo hicieran. Jamás había sido infiel a mi marido y ahora un crío, compañero de Javi me iba a penetrar.
El joven se situó entre mis piernas. Mis brazos estaba caídos, apoyados sobre la improvisada cama, en cruz. Agarró su miembro y lo metió hasta dentro de mi vagina. Con la mano derecha aguantaba la cámara que la enfocaba a mi sexo, mientras que con la izquierda tocaba mi clítolis de forma descarada.
- ¿Te cae mal mi hijo, mi sobrino, yo? ¿Por qué me haces esto? – Hablaba sin pronunciar palabra.
Como si me hubiera leído el pensamiento Julio me respondió.
- Tu hijo es un pijo, un niño de papá. Tu sobrino me cae bien, y seguro que le encantaría ver esto. Siempre dice que estás como un queso y que se la ha machacado muchas veces pensando en tí. Eres una “tía buena” tía y madre de dos compañeros por lo que follarte es la hostia.
- Qué aberración. – Pensé. – Gustar físicamente a mi sobrino.
Pero lo peor era lo que estaba viviendo. Terminando de filmar, tomó la cámara el jefe. Volvieron a juntarse los dos hermanos. Volvió a introducir su lengua donde antes había entrado su pene. Fidel se colocó a horcajadas sobre mi estómago y metió su miembro entre mis pechos. Se cansó pronto y llevó su pene a mi boca.
- Con tetas así se puede disfrutar de una cubana y con esta boquita de una mamada de la leche.
Me manejaban como a una muñeca. Fue Fidel quien introdujo su pene en mi sexo después de haberlo tenido entre mis pechos. Quería escapar. Ahora ya no tenía fuerzas para nada. Estaba abatida. Eran unos canallas.
Fidel me levantó y me situó encima de su pierna para continuar con la penetración. Su hermano recibía mi boca. Mi cabeza permanecía inerte por lo que era él quien se movía para provocar su masturbación.
Fidel volvió a tocar mi sexo, sólo que ahora era para dirigir su pene a mi cavidad. Era horrible lo que estaba viviendo. No sólo abusaban de mi sino que también por primera vez participaba en un trío, aunque en realidad era también la primera vez que estaba con otro hombre que no fuese Pablo, mi marido.
El fotógrafo tomaba buena nota de todo lo que estaba sucediendo sobre el sofá. El hermano mayor, mientras me penetraba agarraba fuertemente mi culo y el menor me sujetaba bruscamente mi cabeza buscando su placer.
Volvieron a levantarme y esta vez me situaron de rodillas. Ellos cambiaron de posición y fue Julio quien ahora comenzó a penetrarme. Fidel llevó mi cara hacia su pene y agarrándome de un pecho hacía el movimiento para lograr la felación.
Ahora ya me tomaban sin ninguna piedad. Yo, mientras, procuraba no pensar. Procuraba distanciarme de mi cuerpo para que mi mente divagase y evitar sufrir.
El hermano pequeño empezó a gemir. Estaba a punto de correrse. Pedí por favor.
- Me voy a correr. Pedazo de puta¡¡¡ Esta zorra está de muerte.
- No, por favor, no lo hagas dentro. – Quería que me escuchase aunque no me oyese.
De nada sirvió. Julio se clavó dentro de mi, permaneciendo así durante unos segundos para después sacarla de mi. Había eyaculado dentro. Su pene se resfregaba en mi piel para ser limpiado.
Fidel sacó el pene de mi boca Me volvió a girar, pindiéndole ayuda a su hermano y colocándome encima del respaldo del sofá en donde mis piernas caían a los dos lados del respaldo y se situó junto a mi cintura. Comenzó a masturbarse contundentemente, imagino que excitándose al verme desnuda y apenas tardó en correrse.
Marcos entregó un rollo de papel higiénico y leche corporal para después ordenar a los hermanos que me limpiasen. Me rociaron con la leche corporal y me limpiaron a fondo, sobre todo en los lugares donde me habían impregnado de semen.
Mandó a los dos jóvenes que me colocasen de nuevo en el sofá, no sin antes retirar la sábana que lo cubría. Lo hicieron sin dificultades. Les indicó que me movieran para ir filmando.
Tomó la cámara y comenzó a acariciarme. Sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo. Primero los tobillos. Fue subiendo hasta llegar a mis muslos y pasar fugazmente por mi sexo pero continuó hasta depositar su mano izquierda en mi pecho. La cámara hacía su trabajo, siguiendo detenidamente el recorrido de la otra mano.
Hizo que mis tobillos se cruzasen. Ahora se dirigió a mi sexo y empezó a tocarlo una vez más. Con razón no me había gustado ese joven el día que había ido a verle. Sólo deseaba que todo terminase. Quería contarle todo a mi marido. Demandarles por violación y que a los tres los encerrasen.
El siguiente movimiento fue colocarme otra vez de rodillas, con la cabeza apoyada sobre el colchón del sofá. Me tocaba las nalgas, hacía gracias sobre ello.
- Estaréis conmigo que tiene un culito precioso. Además, creo que seré yo quien lo estrene. – Dijo mientras introducía el dedo en mi ano. Creo que es virgen por detrás.
Qué desperdicio¡¡¡ Respondió el hermano pequeño.
Los culitos son mi debilidad. Creo que ya lo hemos hablado alguna vez.
- ¿Qué? ¿Me van a sodomizar? – Pensé aterrada.
Era virgen por detrás. Mi marido me lo había pedido alguna vez pero siempre le decía que era una aberración. Ahora eran aquel criminal el que lo iba a hacer. Sin esperar demasiado, pidió ayuda a sus amigos para que me situasen en una especie de mesa alta que había junto al sofá.
- Colocadla sobre la mesa. Creo que estaré más cómodo.
Me colocó recostada e introdujo el pene en mi sexo. En parte respiré aliviada al ver que no era mi ano lo que utilizaba. Le costaba, puesto que la mesa era demasiado alta y no llegaba bien. Eso hizo que volviera a pedir ayuda a sus amigos y me colocase en en otra mesa, más baja. Volvió a penetrarme.
Aunque de momento no me sodomizaba, no podía parar de llorar. De nuevo pareció no estar a gusto del lugar que había elegido y después de varias penetraciones pidió a Julio que le ayudase a llevarme a la cama.
Ya en ella, le dijo que le gustaría que mientras me penetraba. Colocó una almohada por debajo de mis pechos para que mi culo quedase más levantado y comenzó a penetrarme. Mientras, mi boca volvía a encontrar el miembro del más joven del grupo. Enseguida se puso erecto y consiguió correrse en mi boca. Intentaba escupir, pero no era posible. Ambos, viendo la situación me giraron rápidamente, colocándome mirando al techo. Julio tapó mi boca, obligándome a tragar todo su semen.
- Voy a darle por detrás ahora. Partiré este culito.
- Nooooooo¡¡¡¡¡ Dios, noooooo¡¡¡¡¡¡¡¡ Eso no. Seguid por delante.
Estaba tan desesperada que quería que siguiesen con tal que no me desvirgasen analmente. De nada sirvió. Fidel coció una colchoneta y la situó sobre la cama para que su jefe y amigo estuviera más cómodo.
Introdujo el pene en mi ano. Al no poder gritar mi llanto se acentuó. Mis lágrimas caían abundantemente.
Noté que empezaba a sudar. Me agarró por mis brazos. Mis piernas caían a ambos lados de la colchoneta, que hacían que mi ano estuviera abierto a sus caprichos.
El dolor era intenso, mucho, aunque Marcos intentaba no causar demasiados daños. El dolor físico fue bajando a medida que aumentaba el moral.
Se lo tomó con mucha calma. Aunque no fueron más de cinco minutos, a mi me parecieron horas.
Antes de eyacular, me volvió a situar en la cama, ya sin la colchoneta. De nuevo me recostó y volvió a penetrarme analmente. Aunque también me dolió, fue mucho menos que la primera vez. Ahora si, sus movimientos fueron más rápidos y violentos, hasta que me llenó de semen.
Bueno muchachos, vamos a ir terminando. Antes de irnos, vamos a hacer un posado de ella. Túmbala en el sillón y la hago unas fotos.
Una vez más me movieron y me situaron en el sillón. Mi cabeza caía hacia atrás, pero me dejaron con las piernas abiertas y con mis manos separando mi sexo.
Tomaron las fotografías que desearon y volvieron a llevarme a la cama. Esta vez a la habitación de Julio, donde me dejaron, no sin antes hablarme Marcos.
- Paqui, voy a explicarte como queda todo a partir de ahora. Imagino que tu idea será denunciarnos según salgas de aquí, pero te voy a dar motivos para que no lo hagas.
Calló unos instantes y fue a buscar el móvil de Julio y un papel.
- Hemos duplicado tu tarjeta de teléfono móvil. Eso es algo que no podrás demostrar, pero desde hace unos días le envías unos sms muy provocativos a un jovencito como es Julio. Te llegarán en tu siguiente factura. También desde tu cuenta de correo que también hemos descifrado. Tienes ya una copia en tu correo particular.
El canalla me mostró los sms que habían sido enviados desde el móvil y una copia de la autorización para salir del colegio.
- Por otro lado, has firmado para que tu joven amante no fuese al colegio y pasar un día de sexo en casa.
Lo habían maquinado todo perfectamente. No daba crédito a que alguien hubiese realizado semejante despliegue de medios para tomarme.
- Sé que buscarás la posibilidad de desmontar todo esto, pero previo a ello, se hará público y todo el mundo sabrá que has tenido una relación con un joven en tu ámbito de trabajo. Tu marido verá las fotos, los correos, los sms. Eso, dependiendo de sus tragaderas, también sea el final de tu matrionio. En fin........ Piénsalo.
Me puse a llorar de nuevo, al ver que mi posibilidad de vengarme se desvanecía.
- Una última cosa. Nos marchamos. Nos ha gustado mucho tu ropa y nos quedamos con ella de recuerdo. A Julio le gusta. Te dejo la ropa para que vuelvas a tu casa. Camiseta, jersey, tejanos...... Eso si, te dejo unas braguitas solamente. No traje sujetador de repuesto y ya sabes........ Tu joven amante lo quiere. Voy a invitar a comer a estos chicos que me han hecho pasar un buen rato. En una hora te despertarás. Hasta entonces tienes tiempo para pensar en todo lo que te he dicho........
Los tres se fueron. Quedé sola, aterrada, aún sin poderme mover. En menos de una hora mis músculos comenzaron a responder. Fue casi tan rápido como cuando perdí la movilidad. Estaba avergonzada, humillada, triste, furiosa. Sólo quería irme a casa.
Me levanté y me incorporé. Di una vuelta por la habitación, para coger la ropa que habían dejado. Me puse unas bragas jaspeadas con bordes negros y una camiseta. Tal y como había dicho Marcos, no me dejó sujetador.
Después el pantalón vaquero. Temía que no me quedase bien, pero era de mi talla.
Por último un jersey negro, apretado. No hacía demasiado frío pero ayudaría a que mis pechos no se movieran. Necesitaba irme a casa.
Cuando llegué, mi marido me recibió complaciente. Quería que nos fuésemos a pasear, pero no acepté. Quería estar sola.
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