Abusada por el técnico

Un técnico informático descubre una carpeta en un ordenador. Utilizará su poder de coacción para sobornar a la joven dueña de ese ordenador. Un servicio técnico de nefasta calidad humana.

Un día más, como otro cualquiera, entre ordenadores y móviles para reparar. Ocho años de monotonía y un aburrimiento depresivo. Sin novia, amigos de Facebook que no conozco, viviendo con mis padres a mis cuarenta años porque con la mierda que gano no llego a pagar un alquiler. Mi único aliciente en la vida es jugar al LOL, cuando no arreglo aparatos. Desde la tienda, miro a las niñas que se quedan en el parque de enfrente, cuando salen del instituto. También alcanzaba a ver a las madres que esperan a sus hijos en el colegio. Tengo 43 años y nadie se ha fijado nunca en mí. ¿Quién se va a fijar en un friki escuálido como yo? Solo tengo la visita de mis clientes. Soy un salido, con una mierda de vida. Pajeándome con las fotos que la gente deja en sus móviles para reparar.

Ese día, estaba en la trastienda, como de costumbre. Cambiaba la pantalla de un teléfono cuando escuché abrirse la puerta:

  • ¡Voy!

Cuando salí, la vi. Tendría  dieciocho años. Delgada, con un pelo rizado y rojizo como nunca antes había visto. Su piel blanca, parecía brillar con la luz que entraba por el cristal de la puerta. Su mirada baja, dejaba ver un precioso rostro tímido. Sus pequeñas pecas en las mejillas le daban un aspecto muy infantil, pero por el escudo en su mochila, parecía estudiante de la universidad. Quizás, de primero. Llevaba la falda recogida, como casi todas las chicas. Así parecía más corta de lo que era en realidad y, mostraba sus delgadas piernas. La blusa celeste, remetida por la cintura, dejaba adivinar unos pequeños senos. Sus calcetines largos, no los llevaba bien puestos, uno se le había bajado casi hasta el tobillo. Todo parecía ir a cámara lenta. El tiempo se paró cuando ella entró.

  • Dime, en qué puedo ayudarte.

  • Mi portátil no funciona, no carga ni se enciende. Solo se apagó y no volvió a hacer nada más.

Me hablaba tímidamente, casi tartamudeando. Mi aspecto, no es que sea muy intimidante, de hecho, todo lo contrario. Mientras ella me contaba el problema, yo me hacía el interesante mirando el ordenador.

  • Vale, déjamelo, posiblemente se haya quemado la fuente. Lo miraré tranquilamente  y te llamaré cuando sepa qué le pasa exactamente. Si es lo que yo creo, perderás todo lo que haya en la memoria. Y habrá que dejarlo vacío, como de fábrica.

Me sorprendió, el cambio de su actitud. Ahora sí me miraba, y tenía más seguridad en su voz. No le di importancia.

  • Perfecto, mejor, así se borran los virus que tengo. Que hay mucha basura en el disco duro, pero nada importante.

Rellené el parte de incidencia, con sus datos y teléfono. Dio las gracias, dando media vuelta y se marchó. Pude ver mientras se iba como contoneaba su culo al caminar. Su falda parecía que volaba, invitándome a mirar bajo ella. Si no hubiese sido por el mostrador, que me tapaba de cintura para abajo, se habría dado cuenta de la erección que tenía.

Dejé el portátil en la mesa de trabajo y me puse a terminar otros aparatos que tenían preferencia. No me iba a dar tiempo de ponerme con él, porque tenía programada una partida en un par de horas. Le echaría un vistazo al día siguiente.

Un día más, madrugaba para meterme en ese agujero que me daba de comer. Suelo llegar temprano para hacer algunas reparaciones antes de abrir la tienda. Lo primero en mi lista de tareas era el ordenador de Claudia. La chica pelirroja del día anterior. Como pensaba, era algo rápido. Un cambio de pieza, y funcionando. Miré la contraseña de acceso en el parte de incidencias. SEXYROJA18. ¿18 por la edad? Podría ser.

Accedí rápidamente a su ordenador e instalé un programa de recuperación de datos. Lo hago siempre por cotillear, como casi todos los informáticos. Me preparé un café, esperando que se completara la instalación y listo. Documentos, vídeos, imágenes, redes sociales, todo. Tenía acceso a todo. Me fui a vídeos y fotos, pero nada raro. Fotos con la familia, amigos...

Vi una carpeta: mi gordi. Cuando accedí a ella encontré un tesoro. Mi gordi, supongo que sería su novio. Tenía fotos privadas, que entiendo que le mandaría, otras fotos con él y vídeos. Vídeos en los que se le veía follando a tope. La chica no era tan tímida como yo pensaba, tenía un don con la boca. Vídeos chupándosela a este chico, haciendo anal, fotos de ella completamente desnuda. Rápidamente cogí un pen drive que tenía a mano y me descargué todo ahí. Siete gigas para mi uso y disfrute personal. Pero, por qué no aprovechar eso de otra forma. Tuve una idea que, no era muy ética pero, a estas alturas no me importaba lo más mínimo. Busqué el teléfono y llamé a Claudia para que pasara a recogerlo. Tras tres intentos en contactar con ella, desistí. Al final de la mañana fue ella la que llamó. Claro, estaba en clase y no me lo había podido coger. Se pasaría al final de la tarde. Perfecto.

Caía el Sol cuando la puerta de la tienda se abrió. Ahí estaba, tan guapa como recordaba. Estaba nervioso y, ella, no me aguantaba la mirada. Ahora entendía su cambio de actitud cuando me dejó el ordenador. Estaba avergonzada pensando que iba a ver sus archivos, hasta que le dije que todo se iba a perder. Ahora lo comprendo. No sabe la que le espera.

  • Buenas tardes.

Me dijo ella educadamente.

Tomé su portátil, lo encendí y puse una de sus fotos, en la que se le veía posando desnuda frente a un espejo. Giré 180 grados el PC para mostrarle la imagen. Su rostro palideció rápidamente, la boca abierta y sus ojos mostraban la vergüenza que sentía en su interior. Con un movimiento, casi reflejo, cerró de un golpe el ordenador. Me miró, asustada, viendo la media sonrisa que no pude contener. Sin que ella mediara palabra, inicié la conversación

  • Finalmente, pude conservar todo el disco duro y no se perdió nada. He pensado que no voy a cobrarte nada por la reparación. Seguro que podremos llegar a ser buenos amigos.

  • ¿Qué quieres decir? ¿Por qué no me vas a cobrar nada? ¿Has visto mis fotos?

Parecía que estaba asustada y desconcertada.

  • Pues verás. Tengo todas tus fotos y vídeos en una memoria USB. O haces todo lo que yo te diga y somos amigos, o lo subiré a internet y a todas las redes sociales, para que todo el mundo sepa las cualidades secretas que posees. Tienes hasta maña para pensarlo. Ven a la hora de cerrar o tus amigos, padres y todo tu entorno lo sabrán. Créeme, te conviene tenerme contento.

Ella cogió el ordenador y salió corriendo como alma que lleva el diablo. Salí del mostrador y cerré la puerta. Me sentía como un mafioso soltando esa última frase amenazadora. Estaba nervioso por no saber cómo iba a actuar esta chica. ¿Se lo contaría a alguien? ¿Me denunciaría? Esa noche no dormí nada pensando en qué pasaría al día siguiente.

Un día larguísimo, no llegaba la hora de cerrar. Al fin, ella entró y cerró la puerta. Cuando me acerqué para poner el cartel de cerrado pude ver sus ojos rojos, irritados, quizás de haber estado llorando. Me dio igual.

  • Parece que te has decido. Le dije yo, mientras echaba el pestillo y observaba que no hubiese nadie mirando en la calle.

Ella no me contestó. Ni falta que hacía. Estaba allí y, eso, solo significaba una cosa.

  • Sígueme. Vamos a la trastienda. No temas que no soy tan malo. No te voy a hacer daño y tú, no vas a hacer nada que no hayas hecho antes. Te lo prometo.

Una vez en la trastienda me senté en mi sillón, para mirarla. Sus ojos reflejaban la tristeza de su alma. Su cara, como porcelana, parecía que estuviese tallada en mármol. No tenía prisa por verla desnuda. Estaba disfrutando viendo ese cuerpo, levemente escondido por su uniforme, incitándome a mirar a sus atractivas piernas, buscando donde se unen.

  • Quítate la ropa interior y dámela.

Lentamente y temblando, se llevó sus manos bajo su falda, sin dejarme ver nada. Empezó a agacharse bajando por sus piernas unas braguitas celestes. Le extendí la mano para que me las diera y ella, tras insistirle un par de veces, me las tiro de muy mala gana. Las agarré con mi mano y me las llevé a la cara. Respiré hondo, intentando olfatear todo su aroma. Una mezcla de su sexo y suavizante para la ropa penetró por mis fosas nasales provocándome la mayor excitación que sentí en mi vida. Guardé esa prenda, como si de un tesoro se tratase, en el cajón de mi mesa.

Me levanté, ocasionando que ella diese un paso atrás. Me acerqué a ella con la intención de sentirla más cerca. Pegué mi cuerpo al suyo, solo separados por el grosor de nuestra propia ropa. Puse mis manos en su cintura y me incliné para oler la piel de su cuello. Sentí su temblor, que careció de importancia para mí cuando  percibí su aroma. Su respiración acelerada era prueba evidente del nerviosismo que sentía. Le susurré que se relajara, intentando que estuviese más receptiva. Fui deslizando mis manos por su cadera, acariciando sus glúteos por encima de su falda de colegiala. Al llegar al final de su falda, sentí en mis manos la piel erizada de sus piernas. Subí mis manos, bajo su ropa, buscando llegar al culo. No puedo explicar con palabras lo que sentía en mi interior. Excitación por el momento, miedo porque me delatase y el morbo de la evidente diferencia de edad que había entre nosotros.

Me dispuse a ir quitando, lentamente, cada botón de su camisa. Su piel, libre de imperfecciones. Sus senos, pequeños y redondos, parecían querer salir de su sujetador, como si estuviesen presos. Los acaricié suavemente con mis dedos. Casi podía notar cada poro de su superficie. Quité el broche que aprisionaba sus pechos y los agarré con mis manos. Su sujetador cayó al suelo, junto a su blusa. El pirsin, brillante en su ombligo, era tan seductor como el de su lengua, escondido en su boca.

Me apoyé en la mesa, y me incliné aún más hacia ella para besar sus atributos. Eran deliciosos, con un sabor inolvidable. Recorrí toda su superficie con mi lengua, intentando saborear cada milímetro de piel. Sus pezones, se endurecieron fruto del placer que le provocaba. La excitación es consecuencia de la estimulación sensorial y no del deseo. La agarré fuertemente por sus glúteos y la levanté. No soy muy fuerte, pero el peso ligero de ella la hacía muy controlable. Ella se agarró a mí, imagino que por acto reflejo. La senté en la mesa y me arrodillé frente a ella. Claudia intentaba tapar sus tetas en un gesto de pudor. Imagino lo vulnerable que se sentiría en ese momento. Levanté su falda y metí mi cara entre sus piernas. Ese olor, como con sus bragas, provocó que la temperatura en mi interior aumentara. Notaba la tensión de sus piernas, haciendo fuerza para cerrarlas. Me acerqué para besar su entrepierna. Su rasurada vagina, parecía desprender calor. Hacía años que no disfrutaba tanto.

Comencé a besar su ingle con mis manos en su rodilla, para evitar que cerrara las piernas. Con cada beso que le daba iba acercándome más a su vagina, hasta que por fin, mis labios estaban tan solo a unos milímetros de distancia. Sé que sentía mi respiración cerca de ella. Se estremeció cuando, desde su parte más baja, casi su ano, pasé mi lengua hasta la parte superior. Me sorprendió notar en mi lengua que ella, estaba húmeda. Claudia no quería estar ahí pero, no podía evitar excitarse. Notaba como mis rodillas empezaban a castigarme por estar arrodillado en el suelo pero, no me importaba.

Intentando estirar mi lengua al máximo, lamía su sexo buscando que ella disfrutara también. No sé si por cansancio o porque le gustaba pero, sus piernas dejaron de hacer tanta fuerza. Ella se relajó un poco y apoyó sus pies en mi espalda. Aproveché para soltarla y rodearla por el culo con mis brazos mientras ella me abrazaba con sus piernas. Mientras le hacía el cunnilingus, ella miraba al techo, imagino que para no verme la cara. Eso me daba igual, sus flujos vaginales mojaban mi cara y eso, me ponía aún más caliente. Mi lengua entraba y salía de su vagina, una y otra vez. Dejé una mano presionando su culo y con la otra intentaba estimular su clítoris. Estaba chorreando y el temblor de sus piernas, ya no era de miedo. Oía su respiración acelerarse, cuando me agarró del pelo presionando mi cara contra ella. Lo había conseguido, creo que le gustaba.

Con un crujido de mis articulaciones rotulianas, me levanté para ponerme a su altura. Ahora le besaba el cuello mientras, con una mano estimulaba sus pezones y con la otra su punto G. Ella clavaba sus uñas en mi espalda, su respiración me confirmaba lo excitada que estaba. Sin ningún esfuerzo, le introduje mi dedo corazón en el coño y comencé a masturbarla mientras mordisqueaba su cuello. Estaba tan mojada que parecía que estuviese metiendo el dedo en un vaso de agua. Probé con un segundo dedo. Ahora el anular y el corazón estaban dentro. Movía mis dedos con todo el entusiasmo que podía, provocando un sonido acuoso por la gran cantidad de fluido. Ella gemía, se mordía el labio, me clavaba las uñas y se retorcía poseída por el placer que le estaba provocando. Saqué mis dedos y se los introduje en la boca, mirándola a los ojos. Su mirada ya no era la misma que cuando entro. Parecía disfrutar, chupando mis dedos la muy guarra.

Di un paso atrás y ella se bajó de la mesa. Vestida solo con su falda, me quitó el cinturón y dejó caer mis pantalones. Ella llevó su mano a mi erecto miembro, para tocarlo a través de mi ropa interior. Mientras yo me descalzaba torpemente ella fue poniéndose en cuclillas a la vez que baja mi bóxer. Su mirada lasciva desprendía odio hacia mi persona.

  • Eres un cabrón hijo de puta. Pero muy bien dotado.

Me dijo ella, sorprendida y mirándome desde abajo, cuando mi polla saltó como un resorte. No es muy gorda, pero es larga y dura. Me había rasurado para la ocasión, y parecía más grande ahora que no tenía bello. Le puse la mano en la nuca, mientras me sacaba la ropa enganchada en un pie. Su pelo rojizo era tan suave que parecía seda.

Agarró mi pene y lo pegó a mi abdomen para recorrerlo con su lengua. Hacía años que no sentía nada parecido. Esto era mejor y, además, esta vez no tenía que pagar. Aún me pongo caliente cuando recuerdo su mirada mientras lamía mi miembro. Se acercó más, para chupar mis genitales. Era realmente buena para la edad que tenía. Jugaba con sus labios y lengua pasándose mis huevos de un lado a otro. Succionaba mi escroto mientras acariciaba mi miembro con sus finos dedos. El pene le tapaba un ojo, casi por completo. Lo agarró por la punta y lo lamió desde su base, humedeciendo el duro trozo de carne. Una vez llegó al glande, comenzó a jugar con su lengua, girando alrededor de él. Parecía que me iba a correr, no tenía ni idea de lo que me esperaba.

Mientras me miraba a los ojos, abrió la boca y sacó su lengua dejándome ver su pirsin. Parecía una profesional. Lentamente fue introduciendo mi pene en su boca. Sus labios carnosos rodeaban el cuerpo de mi miembro y su propia saliva lo lubricaba todo. Yo acariciaba su pelo mientras ella, con una mano en mi culo y la otra masajeando mis huevos, me la chupaba con gran maestría. Sentía cada succión al retirarse. Sus mejillas demostraban que lo hacía con fuerza. Esta chica iba a hacer que me corriese antes de lo que pensaba. Quizás era eso lo que ella buscaba. Una y otra vez, se la iba introduciendo cada vez más profunda. Una arcada provocó que gran cantidad de saliva saliese de su boca y manchara su rostro angelical. Ella se lo limpió con la mano, y se lo volvió a meter en la boca para seguir chupándomela. El novio estará muy contento con ella. Puse mis manos sobre su cabeza para empujarla más hacia mí, forzándola cada vez más a que se la metiese entera. Agarró mi pene y empujándolo hacia abajo, cerró los ojos y forzó hasta chocar con su frente en mi abdomen. Que habilidad tenía esta chica. La primera vez que veo eso. Ni si quiera las putas a las que había ido antes habían conseguido metérsela entera en la boca. Esta niña había logrado meterse mi polla, literalmente, hasta la garganta. Aguantó unos cinco segundos y la sacó tomando una gran bocanada de aire. Un gran hilo de babas calló manchando su falda.

Le agarré las manos invitándola a levantarse. Levanté su pierna y, apoyada en la mesa me pegué a ella hasta que mi pene estaba pegado a su vagina. Flexioné mis piernas para, con su ayuda, metérsela. Estaba tan mojada que entró prácticamente sola, provocando un leve gemido. Lentamente, empecé a follármela. De pie, con una pierna en el suelo y la otra en el aire, se la estaba metiendo todo lo que podía. Ella rodeaba mi cuello con sus brazos, gimiendo en mi oído. Sus pechos, estrujados contra mi torso, sin poder sentirlos realmente porque aún llevaba la camiseta. Solté su pierna y mi polla salió de su húmedo coño. Me quité la camiseta, la agarré fuertemente por sus glúteos, casi hundiendo mis dedos en su carne y la levanté para sentarla en la mesa. Ella me rodeó con sus piernas y entré dentro de ella sin ningún esfuerzo. Movía mis caderas, le gustaba como me la follaba aunque al principio no quisiese. Gimiendo, me pedía más.

  • ¡Sii! ¡Maas! ¡Dale duro hijo de puta!

Me decía la muy guarra. Era espectacular. Iba a hacer que me corriese solo con lo que me estaba diciendo. La agarré del pelo y tiré hacia atrás, dejando accesible su cuello para mordisquearlo mientras se la metía fuertemente. Tenía que tener cuidado de no correrme, no quería tener problemas en un futuro, por habérmela follado a pelo.

La agarré ahora del cuello, como si quisiese estrangularla. Me miró mientras me pedía más y sin esperarlo, llevó su mano hacia atrás y me cruzó la cara de una hostia. Me quedé parado, perplejo, sin saber reaccionar durante un par de segundos. La agarré más fuerte por el cuello, estrangulándola, hasta que empezó a ponerse más colorada. Besé sus cálidos labios, le mordí el inferior y la bajé de la mesa de un tirón. Agarrándola por las caderas la giré bruscamente y la empujé contra la mesa. La agarré del pelo para enseñarle quien mandaba y con la otra mano, agarré mi polla y se la metí con todas mis fuerzas. Con mi mano, le di dos vueltas a su pelo, para tirar de él y dejarle la cara levantada mirando a la pared.  Ella, con su abdomen y su pecho pegado a la mesa, extendió los brazos buscando hacer fuerza contra la pared. Podía escuchar su pirsin del ombligo rozando la mesa, con cada embiste que le propinaba. Agarraba su culo y lo manoseaba, intentando dejar esa imagen grabada en la retina de mis ojos. Sus jóvenes glúteos se movían y sonaban fuertemente cada vez que mi cadera chocaba con ellos. Me estaba costando no correrme.

Sus gemidos acelerados eran música para mis oídos. La estaba violando, pero con su consentimiento. Eso me decía a mí mismo para no sentirme mal. No iba a aguantar mucho más sin correrme. Llevaría unos veinte minutos follándomela y no me iba a arriesgar mucho más. Empecé a masajear su ano, a escupirle para lubricarlo. Ella no se inmutó así que se imaginaba lo que pasaría ahora. Sin parar de meterla en su chorreante coño, fui pasando mi dedo por su ano hasta introducir el pulgar. Así estuve unos minutos, follándomela fuertemente y, con mi dedo metido en su culo. No dejaba de escupir para que lo tuviese bien lubricado. Me saqué el pene y puse el glande justo en el agujero de su culo. Lentamente, agarrándola por las caderas, fui empujando, metiéndosela. Ella llevo sus manos atrás, buscando las mías y se agarró a mis muñecas. No dijo nada así que, yo seguí empujando mientras escupía. La presión en mi miembro era fuerte. Las paredes de su ano presionaban mi polla provocándome mayor placer. Seguí hasta hacer tope y empecé a follarle el culo lentamente. Pasados unos minutos, la saqué para ver su culo abierto. No me podía creer lo que me estaba pasando, parecía un sueño.

Volví a escupir toda la saliva que pude y se la metí, ahora con más fuerza. Ella no me había soltado las muñecas y, tenía bastante fuerza en las manos. Claudia gritaba en su interior, sin abrir la boca para que no se escuchara, supongo que mezcla de dolor y de placer. Pude soltar una mano, para masturbarla mientras le hacía el mejor anal de mi vida. Le daba con todas mis ganas, ahora no me importaba correrme. Y a ella tampoco, sus piernas temblaban de placer. Más fuerte, cada vez le daba más fuerte y ella gemía más y más, sintiendo mi miembro dentro de su culo y mis dedos dentro de su coño.

Parecía que me leía la mente. Cuando estaba a punto de eyacular, dio un empujón para que me despegara de ella. Se puso de rodillas y comenzó a chupármela. Lo hacía como si pensase que se iba a terminar. Veía sus ansias y deseos reflejados en sus ojos. Me masturbaba mientras me la chupaba. Dónde habría aprendido tan bien. Mientras la agarraba del pelo y  miraba su cara, ella notó que iba a correrme. Abrió su boca sacando su lengua y, comenzó a pajearme de forma intensa, apuntando a su interior. Aún me pongo muy caliente pensando en su rostro con la lengua fuera, mostrándome su pirsin. En un último gemido, me corrí soltando gran cantidad de semen en su boca. Todo calló dentro hundiendo su lengua en mi esperma, que tragó sin saborear, mientras me miraba. Mi cálido semen recorría ahora el interior de su cuerpo. Limpió con su lengua algunas gotas que iban saliendo de mi polla. Esta chica parecía que había salido de una película porno.

Claudia se levantó recogiendo su sujetador y camisa del suelo. Me sonreía mientras se vestía. ¿Habría disfrutado? Pensaba yo.

  • Espero que te haya gustado puto enfermo. No me vas a volver a ver en tu miserable vida. Ahora dame mis bragas y el pen drive.

  • Toma. Lo prometido es deuda. Aquí lo tienes. Ha sido espectacular, eres muy buena pero, las bragas me las quedo de recuerdo.

  • Puedes metértelas por tu culo de viejo salido.

Salió de la trastienda, cogió su mochila y se fue dando un portazo. Lo que ella no sabía es que tenía una copia de esa memoria. Así que cogí el papel donde tenía su número de móvil y la llamé.

  • Te has ido demasiado rápido. Tengo otro pen drive con tus vídeos y fotos. Si cuentas lo que ha pasado hoy, esa memoria verá la luz.

Tras decirle eso, me colgó. Hace meses de eso y no la he vuelto a ver por el barrio. Pero sus vídeos y fotos los veo casi a diario. Quizás tiente la suerte algún día, llamándola, para que venga a hacerme una visita.