Abuelos perversos

Una casa con costumbres muy ardientes....

ABUELOS PERVERSOS

La abuela Tita y el abuelo Pocho habían tenido cinco hijos. Hijos varones.  A su vez los hijos habían tenido hijos e hijas de variadas edades. Todos habíamos crecido en la casa grande de los abuelos.

En aquel pueblo tranquilo y alejado del mundo al menos eso es lo que nos parecía a nosotros los nietos y nietas, al menos lo que yo creía realmente.

Pasábamos los días chocándonos entre todos. Nunca entendí bien la situación de nuestros padres, de mis padres, a las mujeres parecía no molestarles que los abuelos se metieran en todo y prácticamente decidieran por la vida de todos. Eso es algo que nunca soporté demasiado. Pero a mi padre nunca le molestó o yo nunca me entere de nada.

La cosa es que fuimos creciendo en aquel lugar, que era apacible. Tranquilo.

Nos proveíamos de todo, ya que había animales y quintas, que debíamos cuidar y trabajar para mantenerlas en estado, limpias.

Allí  había lugar para plantas de naranjas, mandarinas, ciruelas, duraznos, frutales que en verano sobretodo despuntaban con sus olores y colores. Años atrás había sido un bullicio, todos correteando por la casa, los gritos, una especie de anarquía brutal manejaba aquella casa.

Yo no era el mayor. Pero era uno de aquellos mayores. Eran mas grandes que yo Pedro y Luisa. Luisa ya estaba en otra ciudad, decían que estudiando. Luego venía yo, Bruno. Pedro y Luisa eran primos míos.

Los padres se iban bien temprano a las quintas y los corrales. Nosotros nos quedábamos en casa con los más pequeños. Y con los abuelos. Los más grandes teníamos que ordenar la casa, limpiar, ayudar en la cocina, teníamos unas cuantas tareas que realizar. Amén de ir a la escuela en distintos turnos.

Pedro  iba de mañana. Yo de tarde. Juan y Fabián, hermanos, iban de tarde también. Juana y Laura, hermanas iban de mañana. Siempre andábamos todos cruzados.

Una tarde de tantas, regresé temprano a la casa, ya que la profesora se había retirado descompuesta. Había silencio general. Sabía que los adultos, salvo los abuelos, no estarían en la casa.

Camine despacio con los libros en l mano, escuchando. En la sala un rumor. Despacio me asomo a través de la puerta. Escucho.

__¡Abuelita, creo que estoy empachado!__ decía Pedro restregando su panza, parado en medio de la sala en penumbras.

__¡Eres un chico glotón!!__ le contesto abuela Tita.

__¡Quieres sacarme el empacho como la otra vez!!!__ pidió Pedro

__¿Tu quieres?

__¡Sí abuelita!

__¿Te sentirás mejor?__ preguntó la abuela con una sonrisa en la cara

__¡Seguro!__ dijo mi primo

__¡Pero esta vez nos ayudara abuelito!¿Quieres?

__¿Te parece?

__¡Si no te avergüences!¡Te hará muy bien!

__¡Lo que tu digas abuelita!!__ dijo Pedro bastante inocentemente. En eso de las sombras, mi abuelo Pocho apareció de la nada, como si todo estuviera armado, yo casi ni respiraba, esperando ver, que pasaría allí dentro.

__¡Hola Pedrito!

__¡Abuelo!

__¡Sácate la remera!__ el chico se quitó la remera al instante. Abuelo Pocho acarició el pecho de Pedro, este suspiro alterado y nervioso, tenso.

El abuelo se acercó a las tetillas y paso su lengua, me sobresalté.  Chupo fuerte. Pedro gimió, pensé que de dolor. Pero al rato supe que no era de dolor.

__¡Mira voy a quitarte esto!!__ dijo la abuela y bajo el pantalón de Pedro que casi no se movía de su lugar. La abuela Tita acarició el aparato que salió de la somnolencia. Estaba muy duro aquel pedazo de Pedro. Era grande o al menos se notaba grueso desde donde yo observaba.

__¡Pero mira a este chico!!

__¡Es tan lindo!__ decía el abuelo besando el cuello de Pedro que gemía.

__¡Voy a meterlo en la boca, para sacar tus males!!__ dijo la abuela y arrodillándose metió aquel pedazo en su bocota. Pedro grito y tiro su cuello para atrás. El abuelo siguió chupando sus pectorales. Mi primo gemía y sacaba su culo para atrás, en tanto la abuela como loca se metía aquella morcilla en su garganta.

Al cabo el abuelo Pocho bajo por la espalda de Pedro, mordió las nalgas de mi primo. Les paso la lengua, acariciándolas con las manos, las pellizcaba. La abuela ahora le comía las bolas al chico que gruñía y miraba para abajo, observando aquellas bocas que lo estaban comiendo.

El abuelo Pocho abrió las carnes de Pedro, que lo dejo hacer, entiendo yo de la calentura que tenía, dicho sea de paso yo estaba al palo y me acariciaba la chota a través de la tela del pantalón. La lengua del abuelo llegó al agujero de Pedro que casi sollozaba gritando quedamente.

Vi que el abuelo hundía un dedo en la cola de Pedro este se hamacaba, se sacudía, se contorsionaba, mientras llenaba la boca de la abuela que trataba de tragar la leche del nieto que era espesa y abundante.

__¡Ohh pero mira la abuela te ha sacado lo que tenías dentro ahora te sentirás mejor!!__ dijo el abuelo poniéndose de pie nuevamente.

__¿Te sientes mejor?__ pregunto la abuela tragando todo.

__¡¡Sí, si abuelita!!

__¡Ya volveremos a tu sanación!!__ dijo sonriendo el abuelo.

Tuve que correr al baño a encerrarme allí y hacerme una paja feroz para largar la calentura que me había llevado ante aquella visión. Desde aquel día empecé a observar a los abuelos.

Juana y Laura aparecieron aquel día de tarde por la habitación del abuelo que estaba en cama. Yo había escuchado remotamente un murmullo. Algo de que el abuelito estaba mal, vayan a verlo chicas, había dicho la abuela Tita.

Seguí a mis primas, espiándolas, me sonó raro el pedido de abuela Tita, aparte de que ya conocía sus palabras encantadoras y sus pedidos extraños. Me escabullí por detrás de un ventanal amplio que daba a la habitación donde mis primas se dirigían.  No era la habitación de los abuelos, pero la abuela mandó a las chicas allí.

El abuelo Pocho estaba tirado en su sillón muy grande que había en aquella habitación semi en penumbras.

__¡Hola abuelito!!__ saludo Laura

__¡Abuelito!¿Qué te sucede? abuela Tita dijo que estabas mal…

__¿Podemos ayudarte?

__¡Oh mis chicas, claro que pueden!!__ dijo el viejo zorro tapado con una liviana sábana.

__¡Miren!!__ dijo sin pudor y corriendo la sábana apareció el garrote del viejo muy duro y erecto. Las chicas se sonrieron y Juana lo atrapó sin remordimientos y sin dudar. El abuelo Pocho estaba desnudo por completo.

__¡Tienes una gran inflamación!!

__¡Oh si mi chiquilla!

__¡Necesitas expulsar tus líquidos!!__ exaltó acariciando la vara, Laura. Los dedos la rozaban en tanto la hermana apretaba aquella manguera. La sacudía. Mis primas le daban un masaje a la poronga del abuelo que ya gemía. Se retorcía como un poseído y yo me meneaba la verga parada y dura.

Las chicas parecían demonios trepadas sobre la humanidad del abuelo. El le acariciaba las tetitas a Laura. Juana en tanto., había metido en su boquita la poronga del abuelo que gruñía como un animal.  La saliva de Juana bañaba aquel fierro y yo me meneaba la pija ardiendo y sudando de calentura, casi tanta calentura como estaría sintiendo el abuelo Pocho, que ahora veía como metía un dedo en el culito de Laura que gemía y lloriqueaba muy caliente.

__¿Te gusta perrita?__ decía el abuelo

__¡Si abuelito escarba mi culito!!__ en tanto Juana tragaba y tragaba la tranca muy dura del abuelo.

Igualmente yo no salía de mi asombro, con las cosas que sucedían en la casa. Las disfrutaba, sí, pero como es que nadie se percataba de tales hechos. En fin, está bien que en esa hora no había nadie en aquella casa, pero, nadie sospechaba o todos sabían.

La cuestión es que ahora Juana estaba montando al abuelo sin ningún prurito, ni desdén. Con golosa disciplina y experiencia.

__¡Me encanta que me la des por el culo abuelito!!

__¡Claro que sí, buena putita resultaste!¡¡Ahhhh!!!__ decía el abuelo , mientras Laura le comía los huevos. Los saboreaba. El abuelo estaba a punto de correrse, seguramente y yo también no aguantaba aquella visión.

__¡La tienes toda adentro hermanita!¡Como te gusta por el culo!!

__¡Me encanta!¡Es que tiene tan buena pija, el abuelo!!!

__¡Deja algo para mi!!__ dijo Laura

__¿La quieres?__ preguntó Juana

__¡Claro!!

__¡Dame tu lengua, ven!!__ pidió Juana. La hermana se acercó y la muy turra le chupó la lengua por unos cuantos minutos, para terminar en un beso profundo y de una temperatura que pudo hacer estallar a cualquiera. Luego salió del lugar y le cedió la poronga. Laura se sentó lentamente, pero fue por la conchita mojada. También lo cabalgó al abuelo. Ahora era Juana quien chupaba las bolas de Pocho que era un vivo grito de satisfacción.

Mi semen caía por todas partes, sintiéndome a la vez, vacío y deseando tener contacto con aquellos que le hacían levantar tanta fiebre y calentura.

El abuelo abría el culito de Laura y le metía los dedos. Laura sacaba su cola y Juana aprovechaba para pasar la lengua por allí.

El abuelo gemía más fuerte y me di cuenta que empezó a llenar a Laura. Está se sacó de su interior la manguera y las bocas de las chicas se comieron todo lo que manaba de aquel poderoso pomo.

Salí raudo del escondite más caliente que antes. Creía que enloquecería de un momento a otro.

Escuchó ruidos en una sala cercana al comedor. Me acercó con el corazón galopando en mi pecho, al punto de salirse.

__¡Oh así Fabi, despacio!!¡Ohhh Juan!! ¡Ahhhh!__ la abuela Tita abierta de par en par y mis primos Juan y Fabián metiendo sus lenguas en la concha de la abuela que estaba largando jugos por todos lados. Chorreaba. Se contorsionaba y jadeaba con su culo contra la mesa, mientras que mis primos casi de rodillas y con sus largas pijas duras chupaban ruidosamente la almeja de la abuela que gozaba delirando.

__¡Oh mis queridos como me hacen gozar!!

__¿Lo hacemos bien abuelita?__ preguntó Juan mientras un hilo de jugos le chorreaba por la barbilla lampiña.

__¡Si, ahh, si, pero ahora abuelita les sacara todo el juguito de ustedes!!__ diciendo así la abuela cayó de rodillas en medio de los dos nietos. Acarició las vergas endurecidas, levantadas. Besando una, masajeando la otra, luego metió en la boca la otra sin dejar de menear la de Fabián.

Se escuchaban los gemidos de mis primos totalmente entregados y calientes. A  la abuela le meneaban las grandes tetas con los enormes pezones parados. Saltaban aquí y allá. Mientras su boca tragaba las porongas de mis primos que se tensaban cada vez más, gemían y empezaban a largar su leche sobre las tetas de la abuela Tita. Los gemidos, gruñidos y resoplidos se iban  aplacando mientras la crema resbalaba por las lindas y hermosas tetas de la abuela.

__¡Bueno, ya saben lo que deben hacer, para terminar la curación!!

__¡Sí abuelita!

__¡Sí si quiero ese manjar!!__ y los dos se pusieron a chupar las tetas de la abuela Tita, mientras comían los restos de su propio semen. La abuela gemía y volvía a retorcerse sin fin como una serpiente herida. Mi calentura no daba para tanto y tuve que correr a mi cuarto a hacerme una paja descomunal.

No fue sino hasta el domingo en donde todos se iban al río a pescar que mi abuela dijo

__¡Ustedes vayan, nosotros iremos más tarde con Bruno!

__¿Hice algo malo?__ pregunté sin saber y al mismo tiempo me puse rojo como un tomate. La abuela acarició mis cabellos, mientras todos los demás ya se ponían en marcha sin darle la menor importancia a lo que pasaba.

__¡No temas Bruno, ven con tu abuelita!!__ dijo sonriendo y mientras me tomaba de la mano. Nos dirigimos a su habitación. En la cama tapado hasta la cabeza estaba el abuelo Pocho.

__¡Pero mira quien está aquí!__ dijo moviendo las sabanas.

__¡Si, nuestro nieto Bruno!

__¡Una belleza de chico!

__¡Claro Tita, amor!!__ dijo el abuelo en tanto se besaban, descaradamente.

__¿Abuelos, he hecho algo?

__¡No cariño, no es eso!

__¡Solo debemos curarte!

__¡Sacarte lo que te hace daño!

__¡Pero me siento bien!__ dije como un tonto sabiendo donde iba todo eso

__¡Pero te sentirás mejor!__ dijo abuela quitándose sus ropas.

__¡Pero!¡Yo!!__ balbucee

__¿Te gusta lo que ves?

__¡Sí, sí claro abuelita!

__¡Ven cariño, acércate!__ me acerqué casi al contacto con sus grandes y hermosas tetas. Ella me tomo de los hombros y me apretujo con toda intención.

__¿Te gustan mis tetas?

__¡Claro abuela!

__¡Tócalas!__ sin más las acaricie´ como había visto que lo hacían. Ella suspiro y sus pezones enseguida se pusieron muy duros y parados.

__¡Muy bien Bruno!__ casi gemía abuela Tita

__¡Se ve que le gusta cómo se las acaricia Bruno!__ comento el abuelo mientras se movía en la cama y casi quedaba sentado.

__¡Bésalas amor, anda!__ me arrimé a sus pezones y los lamí suave. Una y otra vez. Pasaba mi lengua. Hasta que me prendí chupando y succionando ruidosamente. Demás está decir que mi verga explotaba dentro del pantalón.

__¡Oh que chico mas hambriento!¡Ahh, eres encantador! __ seguía prendido a sus tetazas además de amasarlas y casi estrujarlas con mis manos, totalmente caliente.

__¡Ohh me haces gozar,..así…ahhh!__ gemía la abuela trastornada

__¡Porque con un dedo no acaricias su conchita Bruno, hazlo!!__ propuso el abuelo, entonces baje una de mis manos, y mi dedo empezó a jugar con su botoncito, y a lo largo de sus pliegues, abrí la flor de abuelita que ahora gemía más ruidosamente y se movía de un lado a otro. Sin darme cuenta hundí mis dedos en su vulva y ella explotó en sollozos y jugos que luego chupó de mis dedos con una amplia sonrisa.

__¡Ven, cariño, quitemos tu ropa!__ dijo dulcemente la abuela Tita. Me quitó la ropa. Haciendo una seña subí a la cama y quedé en medio de los dos.

Se corrieron las sabanas y el abuelo me enseño una enorme erección. Abuela tomo una de mis manitos y la llevó hacia el garrote. Lo apreté. Lo empecé a masajear. Abuela me miraba la cara y pasaba su lengua por mis labios.

Por fin su mano fue hasta mi verga endurecida y caliente. Al sentir ese escalofrío apuré los masajes en la poronga de Pocho que gemía más fuerte.

__¡Oh si, si con calma, despacio Brunito, ohh, gózala!!__ decía el abuelo. La boca de la abuela comenzó a comer mi pija y mis músculos se tensaron de locura. Su lengua me hacia entrar en otro mundo, creí enloquecer y las hormigas empezaron a subir.

__¡Oh abuela, abuela!!__ alcance a decir y largué mis jugos en la boca de la abuela que tragó mi leche con placer y lujuria. sin que se le escapara una gotita.

__¡Oh tu miel es tan sabrosa Bruno!!

__¡No fue muy rápido!¡Estoy tan caliente!__ abuelo giró mi rostro y me besó profundamente cruzando su lengua con la mía. Mientras largaba su néctar en mi mano. Sentía la pegatina y me sentía todavía más caliente que antes. Ese hombre me estaba besando y mi abuela terminaba de limpiar mi verga. Dejándola sin rastros de semen. Besaba mis bolas un poco mas desinfladas. El abuelo Pocho en tanto no dejaba mi boca, acariciaba mis tetillas ardientes y duras.

__¡Bien, bien, Bruno, ahora quiero que te des vuelta!

__¿Cómo?__ pregunté-

__¡Pon tu culo para arriba…tu panza sobre las sabanas!!__ gire mi cuerpo desnudo. Las manos de abuela acariciaban mi espalda.

__¡Relájate amor!!__ dijo besando mis orejas y el cuello. Restregando sus tetas en mi espalda desnuda. La piel erizada, sentía infinitas sensaciones cruzando por mi cuerpo a merced de aquellos abuelos.

Abuela mordió mis nalgas. Las lamio.

__¡Ven Pocho, es un manjar!!__ abuelo se sumo a las caricias. Podía distinguir los dedos gruesos y rústicos, de los dedos delgados y suaves de abuela. Una lengua de pronto se poso en mi ojete. Vibré. Me contraje y me expandí todo a la vez.

__¡A este chico le gusta todo Pocho!

__¡Has visto, es un ejemplo de voracidad!

__¿Te gusta cariño?__ preguntó la abuela

__¡Ay sí, abuela, si, me gusta mucho!!__ decía yo tan caliente como al principio. Las lenguas se siguieron abriendo camino. Se hundieron unos dedos en mi hoyo que estaba dilatándose de manera gradual, mi verga había empezado a crecer otra vez. Sentía que me besaban en la espalda y me mordían las orejas, no podía distinguir quién era, pero ya nada me importaba.

Una crema ayudó a mi calentamiento. Estaba como una roca, mientras mis abuelos jugaban conmigo. No sé quien estuvo un rato lamiendo mis bolas aplastadas contra el colchón. Mis gemidos retumbaban en la casa vacía y solitaria.

Algo grueso rozó mis nalgas. Adiviné que era la poronga del abuelo. Rozó mi agujero.

__¿Quieres probarlo Brunito?__ preguntó desquiciado

__¡Oh sí amor déjalo al abuelito que te hunda su daga!

__¡Me haría tan feliz!!__ gemía el abuelo sacado y caliente.

__¡Despacio, no me hagas doler!__ dije entrecortadamente como una súplica

__¡Oh, cariño nadie quiere hacerte daño!!__ decía la abuela besándome en la boca. Poco a poco el garrote se hundió en mi. Sentí un mínimo dolor. Pero el placer era enorme. El abuelo se movía despacio.

__¡Estas tragándote todo el garrote de abuelito!!

__¡Es un chico glotón!!¡¡Ahhh que placer, que rico!!

__¿Te gusta Bruno?__ preguntaba la abuela

__¡Ah, ah, sí, dame tu poronga abuelo, sí, clávala!!¡Ay, ay me gusta!!__ los resoplidos de mi abuelo Pocho se metían en mis oídos. La abuela no paraba de masajear mi espalda, de besarme el cuello.

En un momento el abuelo se tensó mucho más, apuro las embestidas, sentí que iba a desmayarse y empezó a soltar tremendas bocanadas de leche en mi ojete un poco adolorido pero grande y abierto. Una vez que llenó mi ojete el abuelo se dejo caer por completo en mi espalda unos momentos. Luego me dieron vuelta y me besaron y acariciaron tanto que hicieron que me acabara otra vez. Está vez dentro de la almeja de abuela Tita que gritaba como marrana, mientras yo la llenaba de líquidos.

Así fue que crecí en casa de los abuelos. Todo lo aprendí de ellos y la verdad es que me gustaron sus enseñanzas.-