Abuelo Simón

La relación entre abuelo y nieta es muy cliente...

ABUELO SIMON

Todos los días la despertaba con un cariñoso toque en el hombro o en las mejillas si no estaba muy tapada. Con una suave voz, para que no se sobresaltara o no sintiera miedo de nada.

Era como su ángel guardián. La mimaba y la deseaba profundamente. Sus ojos grises la miraban dormir. Respirar dulcemente. Jadear por las noches. La observaba con el corazón latiéndole a mil por hora. Creyendo que se iba a desmayar en cualquier momento.

Ella remoloneaba. Su nieta Azul. Así era el nombre de aquella preciosa mujercita de dieciocho años. El viejo Simón preparaba el baño para su nieta. Llenando la bañera. Perfumándola con jabones y espumas especiales.

Antes de aquello debía, como hacía ya unos días, traer el botiquín. Buscar las vendas y los líquidos para limpiar heridas.

Su abuela no se animaba a limpiar la herida que debido a una sencilla operación en la ingle se debían cambiar las vendas.

__¡Vamos chiquilla!

__¡Ahh dejame abuelito Simón….quiero dormir un rato más!

__¡Pero si son cerca de las once de la mañana y anoche no te has dormido tarde…¿o sí?

__¡No abuelito, mire una peli, pero me quede dormida!

__¡Ay mi ángel estas tan preciosa cada día!

__¡Tú dices abuelito porque eres un santo!

__¡No querida, si hay algo que no soy es un santo!__ ella se incorporó  y mostró a Simón, su abuelo, la camiseta larga que apenas le tapaba el hermoso y perfecto culo de la chica, su nieta. Se estiró y Simón aprecio una vez mas de tantas los muslos fibrosos y atléticos de Lara.

__¡Ay, ay, duele todavía!__ dijo la chica jovencita cuando estirándose sintió la herida en su costado.

__¿Pero qué haces cariño?¡Vamos ven que te cambio las vendas!__ ella se levantó con la ayuda de  Simón y se dirigieron los dos al baño. Era una especie de ritual de hacía unos cuantos días.

__¡Ya tendría que doler menos!__ comentó el maduro hombre

__¿Que dices que estoy fantaseando abuelito?__ preguntó insinuándose la joven mujercita. El hombre solo acarició los cabellos largos de Lara y sonrió. Ella se sentó en el borde de la bañera. Levantó la camiseta mostrando apenas las vendas. Era igual de inevitable que Simón observara relamiéndose los incipientes labios vaginales y  un hilito de vellos que demarcaban la prolijidad en el sexo de su nieta. Pulcro. Suave. Limpio. Fresco. Deseable.

Ella se quejó de manera sensual hasta que el abuelo terminó de sacar las vendas. Luego, la ayudó a meterse en la bañera, pero antes le quitó la camiseta y pudo ver el esplendor del cuerpo desnudo de la adolescente caliente.

__¡En que mujercita te has convertido Lara!__ suspiro muy alzado Simón

__¿Te gusta abuelito?__ preguntó ella de forma caliente y provocadora, sabiendo que su abuelo tenía una descomunal erección, como hacía años no tenía.

El hombre salió del baño. Lo más rápido que pudo.

__¡Luego te llamó para que me termines de cambiar la venda!__ sugirió ella.

__¡Estaré aquí del otro lado de la puerta!__ señaló el maduro abuelo de la jovencita.

Los días pasaron y Lara fue mejorando y ya su herida cicatrizaba de manera estupenda sin ningún problema.

Por eso al llegar a la casa el abuelo Simón la esperaba con la comida lista. Ella llegaba de la escuela. Le estampaba un sonoro beso en la mejilla, muy cerca de la boca. Simón apretaba fuerte la cintura de la chica y sentía los prominentes pechitos en su pecho fuerte y los latidos de su corazón podían oírse a kilómetros.

__¡Abuela !__ llamaba la chica

__¡Se ha ido!__ dijo serio Simón

__¿Adónde?__ preguntó la chica joven y hermosa

__¡Hasta lo de una vecina que vive a unas cuantas cuadras a que le explicara no se qué cosas de una tela!__ entonces la chica espero a que el abuelo Simón se sentara a la mesa y muy dispuesta y salvaje fue a sentarse sobre las piernas del abuelito Simón que empezó a sudar abundantemente.

Todo eso la chica lo tenía muy claro, como que la dureza que crecía y se sentía entre sus muslos era real. Ella sabía ponerlo así a aquel hombre. Se restregaba en él y  el abuelo Simón empezaba a gemir. Olía su nuca, su piel, aspiraba su aroma sexual, salvaje, animal.

La preciosa Lara movía sus nalgas sobre el fierro endurecido del maduro hombre. Este besaba el cuello fino y blanco. Lo chupaba descaradamente. Lo mordía suavemente y sus manos llegaban a posarse en lo senos redondos y poderosos de su nieta. Jadeaba. Y el sudor le caía a raudales.

Con una mano bajo y rozo los muslos de su nieta que sonreía abriendo la boca y pasando la lengua sedienta por sus propios labios. Sensual animalito perdido en la pradera de los demonios ardientes.

Llegó a la almeja ya húmeda por sobre la tela. La acarició pasando sus gruesos dedos de arriba hacia abajo. Corrió la tela y la piel caliente lo quemó, erizando los pliegues. Alzando y poniendo duro el botón eléctrico de la joven, que se restregaba sin piedad sobre la verga dura y rígida a punto de estallar.

No fue difícil dejar libre la barra de carne que Lara conocía tan bien. La dura y gruesa vara que tanto le encantaba. Saltó al aire y la joven nieta la acarició dulcemente. La apretó sustancialmente y notó la gota que salía por el ojo del pez.

Acariciaba y gemían.

__¡Ohhh abuelito…como me gusta tu verga, la quiero dentro, si por favor!!

__¡Ya va mi niña no tengas prisa…disfrútala un poco, tócame las bolas, sabes lo que me gusta, ahhhhh!!!__ ella se pone un poco de costado. Encontró la boca del hombre maduro y abriéndola se comieron las lenguas. Chupándose. Salivas que chorreaban las comisuras.

Un dedo del abuelo se perdía en la conchita dilatada y lista. Los gemidos de la nieta revoloteaban por la cocina.

La tanguita había caído al suelo. Ella fue girando y girando su cuerpo, buscando el mástil. Se acomodó la barra de carne entre las piernas y lentamente se fue sentando en ella. De frente a su macho, a su abuelito Simón, que sintió la vara entrando totalmente hasta el fondo.

Lara empezó suavemente a subir y bajar. Ahora el abuelo metía hurgando un dedo en el culito de la joven, que retorciéndose como serpiente, parecía danzar con el aguijón clavado a fondo.

__¡Ohhh sí abuelo, cógeme, hasta dentro, así, ay, ay…como me gusta, cógeme!!!__ rogaba la nena clavándose una y otra vez el pedazo del abuelo que se inflamaba cada vez más, latiendo dentro de ella.

Los dedos del abuelo Simón furiosamente escarbaban el culito de la niña alzada, caliente, sensual.

__¡Dame tu lechita, dámela, quiero tenerla dentro, siii, ohhhh, ahhh!!!__ ella bailoteaba clavándose sin piedad el ardiente fierro del su abuelo. La barra de carne pulsaba, latía, se inflamaba ricamente dentro de la conchita babeante de la nieta.

__¡Quieres meterla ahí no!!__ dice la jovencita, refiriéndose a su colita que tanto le gusta a su hombre. El abuelo Simón gime y bufando, saca la verga de la conchita húmeda. La barra de carne está totalmente mojada y humectada.

La pone en el agujerito de su nieta que le muerde los labios, dejando que el abuelo empuje y siente ahí mismo que la cabeza de la vergota puja por entrar, siente que su anillo se abre, se ofrece, sus piernas ayudan bajando lentamente, tragando aquella herramienta que tan bien conoce.

Una vez dentro del túnel, la chica sube y baja y se detiene, juega con los músculos del anillo, aprieta la verga, sabe que los chorros no tardarán en saltar dentro de su cola abierta y salvaje.

Apresura la velocidad, el abuelo Simón muerde los pechos de Lara que gruñe, de manera loca.

__¡Ahh ya viene cariño, ya viene, ahh, ahh, ahhhhh!!!__ los chorros de leche inundan en catarata el anillo de la nieta. Ella se contorsiona riendo feliz y recibiendo la leche, como una bendición. Se quedan quietos, sintiendo como los chorros caen bañando todo.

De pronto la paz se interrumpe. La puerta de calle se está abriendo. Lara sale rápidamente sacando la manguera de su abierta cola, el abuelo en unos movimientos guarda su verga babeante. La chica corre a su cuarto goteando de su ojete la miel que le ha depositado su abuelo. Casi los atrapan piensa resueltamente divertida, eso le hace soñar con otro encuentro próximo con el macho que tan bien la atiende, su abuelo Simón.-