Abuela beatriz

Un nieto regresa al pueblo de los abuelos...

ABUELA BEATRIZ

Lo habían enviado a casa de los abuelos. Tenía recién veinte años. El pueblo estaba bastante lejos de la primera localidad que podría llamarse ciudad.

Cuando llegó la abuela Beatriz lo recibió con los brazos abiertos.

__¡Pero mírate chiquillo, bah, ya no lo eres!!

__¡Abuela!

__¡No me llames así!!¡Dime Bea o Beatriz que no soy tan vieja!!__ la mirada clara al sol de Juan, realmente se dio cuenta de que la mujer, en verdad, no tenía arrugas y su figura era imponente. No la recordaba así a su abuela. No como a una mujer tan atractiva y llamativa.

Llegaron a la gran casa que estaba en una esquina del pueblo, rodeada de árboles frutales, unos cuantos perros salieron a recibirlos moviendo la cola y saltando.

__¡Este será tu cuarto!!__ dijo la abuela

__¡El de siempre Bea!

__¡Por supuesto!¿Porqué cambiaría?__ dicho esto, le dio un beso en la mejilla y se retiró del cuarto. Juan quedó impregnado del perfume de la mujer, que era su abuela.

Al rato bajo las escaleras. En la casa solo estaban la abuela y alguna muchacha que le ayudaba en algunos quehaceres, sobretodo con el abuelo que estaba ausente hacía tanto tiempo ya. Vivía como en un sueño. Olvidado de todo. Sin saber quien era quien. Una enfermedad cruel.

__¿Y el abuelo como esta?

__¡Allí ya lo ves. No se entera nada, como si no hubiera nadie!!__ la abuela tomo del brazo al nieto y lo sacó al patio amplio y enorme donde el sol alumbraba intensamente.

__¿Qué macana te mandaste?

__¡Nada abuela!¡La escuela!

__¿Qué pasa con la escuela?

__¡No quiero ir!

__¡Y tu madre cree que aquí vas a reflexionar sobre alguna cosa!¡Por dios!

__¡No sé que cree ella!

__¡Por favor!__ decía la abuela un poco indignada moviéndose de un lado a otro, debajo de una planta de mandarina naranjas y perfumadas.

__¿Y tu no dejaste alguna novia??__ preguntó interesada la abuela

__¡No abuela!

__¿Alguna amiguita, nada?

__¡Bueno, nada importante!!

__¡Tengo miedo que te aburras!

__¡No creo que me aburra abuela!

__¡Esta bien!¡Te dejo, tengo una clase!__ dicho esto Bea se marchó del lugar. Juan la vio irse y miró el culo de la abuela aún firme y parecía duro. Lo miro con ganas y se sintió terrible. Así mismo pensó si la abuela tendría algún amante, en todo este tiempo que el abuelo no sabía ni quien era. Ella parecía una mujer ardiente y muy activa, por lo cual se le ocurrió pensar en eso. Luego le dio cosa y alejo esos pensamientos de la mente.

Se fue a dar un paseo por el pueblo. La plaza, la vieja capilla, todo estaba como el recordaba en los días de niñez. No había grandes cambios. Pensaba mientras caminaba que podría hacer el en aquel pueblo perdido de la mano de dios.

Al mediodía Juan volvió a la gran casa de la esquina. Allí lo esperaba Marga, la mujer que cuidaba al abuelo, con un plato de comida.

__¡Tu abuela quiere que comas!

__¿Y ella donde está?

__En su clase de gimnasia.

__¿Gimnasia? ¡Que bien!

__¡La señora es coqueta!__ estaba terminando de comer cuando la figura de la abuela apareció con un semi brillo en la piel de sudor. Y unas infartantes calzas de color naranja fuerte y llamativo.

__¿Has comido?

__Estaba terminando. Me hubiera gustado esperarte…

__Estos días no sé a que hora vuelvo es por eso…

__¿La pasaste bien?

__¡Oh si muy bien!¡Ahora debería darme una ducha!

__Yo tal vez me recueste un poco

__¡Bien, bien, me parece bárbaro!__ a todo esto Bea se retiró y Juan no podía sacarle la vista a aquel glorioso culo que meneaba su abuela muy bien.

Juan se retiró a su habitación y no podía quitar el culo de su abuelita de la mente. Sintió que su pija se levantaba irremediablemente.

Daba vueltas en la cama, no podía dormir. Se fuer quitando la ropa hasta quedar en pelotas por completo. Su pija no bajaba, comenzó a tocarse suavemente. Apretó sus bolas gordas y llenas.

La paja que se hacía con el culo de la abuela en la cabeza lo estaba volviendo loco. Se sentía un enfermo depravado, pero no podía quitar la imagen de la cabeza.

Intempestivamente se abrió la puerta del cuarto. Era Bea que quedaba con la boca abierta.

__¡Oh, yo, lo siento!!

__¡Abuela!!!__ gritó Juan avergonzado y cubriéndose a penas con sus manso.

__¡Bueno, ya he visto de esas!!__ dijo sonriendo pícaramente y sin tanto problema. Se acercó y se sentó al borde de la cama. Su nieto sentía el aroma que lo arrebolaba, lo perdía y no podía bajar su inflamación.

__¡Quita esas manos!!__ dijo Bea divertida

__¡Pero yo…!!__ Juan sintió las manos de su abuela que se aferraban a aquel mástil erecto, duro, bien parado. La mujer acarició el garrote y suspiro. Juan Gimió, mientras su abuela comenzaba a masajear aquella herramienta joven. Los dedos de ella pasaban por la cabeza que iluminaba con sus gotitas salobres.

__¡Que linda pija tienes Juan!!

__¡Abuela…yo!!!

__¡Dime que te gusta!!__ decía la mujer mientras se quitaba el vestido que llevaba puesto. Unas tetas impresionantes saltaron a la vista del joven. La vagina grande y larga cuidadosamente depilada, la baba se le caía por la comisura de los labios a aquel muchacho desconcertado y feliz.

Desnuda Bea se metió en la cama con su nieto. Abrió la boca y se metió la verga. Chupando graciosamente. La barra de carne chorreaba saliva y los gemidos del joven aturdían la sala. La mujer lo comía salvaje. Llega a las bolas y con la lengua da caricias suaves, apenas toques, sabe que el chico largará su semen en cualquier momento. Sigue con estas caricias, alternando con los bocados para la poronga, y hace que el nieto empiece a largar la leche acumulada en los días de calentura previos. Se aferra a las sabanas, se contorsiona violento, gruñe, la leche salta indiscriminadamente. La abuela sonríe y atrapa lo que mas puede de aquel néctar, los pegotes saltan y mojan los labios de Bea, que queda con la poronga en la boca tragando y limpiando el sable de Juan que suspira habiendo gozado como loco.

__¡¡Abuela me has sacado la leche!!

__¿Te ha gustado?

__¡Como no, eres increíble!!__ se acurrucaron en la cama. Pegaron sus cuerpos y Bea busco los labios del joven. La lengua de la mujer se metió muy hondo. Los besos eran ardientes. Ella no dejaba de acariciar la poronga del nieto y el nieto por vez primera acarició la raja de Bea. Los gemidos empezaron a surcar el ambiente.

La humedad de la caliente cueva empezó a hacer que los dedos de Juan se hundieran en aquella caja líquida. Dos dedos y el aliento de Bea se volvió un fuego caliente y salvaje. Ardían de deseo.  Pellizcaba el clítoris, aquel botón y la mujer aullaba y se derretía sin dejar de chupar la lengua del chico.

A veces el chico se aferraba a las tetas hermosas. Los pezones duros y levantados, magnánimos, soberbios. Las sobaba y las apretaba. Los jugos de la mujer se hacían más y más abundantes.

La boca del chico se prendió a las maravillosos senos de Bea. Con los dientes mordisqueaba los pezones. Chupaba como bebé. La lengua se apoderaba de aquel reino montañoso, sin dejar de hundir los dedos en el cofre mojado, precioso.

__¡Oh bebe chupa, come mis tetas!!¡Así, ahhh, me encanta!!!__ gimoteaba la abuela, mientras el chico mordía las tetas y cogía con los dedos la vagina caliente, la mujer tenía un orgasmo y luego se corría otra vez, danzarina de fuego, en tanto con sus manos no dejaba de acariciar la vara alzada del nieto.

__¡Quiero que la metas dentro mío!!__ decía la abuela Bea en tanto Juan, su nieto, se montaba sobre ella. Bea abría las piernas y el garrote duro del chico se abría paso en aquella cueva caliente y húmeda llena de jugos.

__¡Ohhh estas tan húmeda!!!

__¡Tu me pones así!!__la mujer era un charco vivo. Sus jugos se mezclaban con el perfume a sexo que abrumaba en aquella habitación salvaje. Los dos eran un remolino de abrazos y quejidos de placer. Juan empujaba y metía la vara. La sacaba un poco luego y la volvía a hundir dentro de la concha. Sus caderas se movían rítmicamente. Bea atajaba esos empujones y se abría un poco mas, se baría como flor, gozando como perra. Su boca tragaba la lengua del nieto, sacaba y muy caliente. Al borde de otro orgasmo Bea se retorcía emputecida. Bramaba y sus pechos se movían, saltando y en cuanto podía Juan les daba un mordisco feroz, ella aullaba de placer y de dolor. Gimoteando como niña, se dejaba arrastrar por ese hormigueo que le nacía desee tan adentro y no podía evitarlo y casi lloraba temblando y dejándose llevar por otro eléctrico orgasmo.

__¡Oh querido, que bien, ahhh, sigue, sigue enterrando tu banana, sigue cogiendo a tu abuelita, ahhh, ohhhh, estoy gozando tanto!!!__ clamaba la abuela en el oído ardiente del chico, que apuraba las estocadas, su poronga se inflamaba un poco más y empezaba a largar su líquido espumoso, pegajoso, en escupitajos breves, gordos, el muchacho se vaciaba y agitado se iba calmando sobre los pechos abundantes de la abuela alzada.

__¡Ahhh Juancito me has hecho gozar!!!

__¡Tu también Bea, eres increíble!!__ el chico abrazó a su abuela y le daba suaves y cortos besos en la boca. Ella apenas se movía. Sentía como latía aún en su interior la verga del nieto que lentamente se iba desinflando.

Días después, eran cerca de la diez de la mañana. Juan estaba desayunando, estaba solo en la casa, o eso creía el. Por pensar así andaba en calzoncillo. Mientras sorbía un rico café con leche, apareció Bea en una tanga para el infarto.

__¡Buen día!!!__ dijo mientras le pasaba el culo por la cara a su nieto.

__¡Abuela!¡Que hermoso culo!!!

__¡Epa, no seas grosero!

__¡Perdón no pude evitarlo!

__¿Te gusta?__ dijo ella y se acercó con la cola en las narices de Juan. El hilo se le perdía en la zanja. Se notaba firme, duro, fibroso. El chico lo acarició con  ambas manos. Pellizco y ella gimió y se movió como una gata sedienta. Notó que su mástil se erguía inevitablemente. La tela del calzoncillo retenía el muñeco que ya pugnaba por salir.

Bea en tanto refregaba el ojete en la cara. Juan mordió aquellas gloriosas nalgas. Pasó la lengua por la piel suave, deseable. Con un dedo rozó la raja por la parte de adelante, enseguida sintió la humedad mojando la tela de la mujer ardiente y calentona. Con la lengua el chico llegó al agujero y acarició y exploró llenando de saliva, inundando el canal. Bea gimió y se movió histérica, graciosa y salvaje.

__¡Ohh si así, así, mete esa lengua, ahhhhh!!!__ suspiraba la mujer. Juan escarbaba y abría aquel anillo exquisito. Besaba el arito que se expandía a cada lamida, a cada chupada. Juan ya se había corrido el calzoncillo, bajándolo, para que su nerviosa espada se liberara de la prisión y saltara enloquecida y libre.

Un dedo entró en el ojete, ella sacó las caderas, tiró la cola hacia atrás y los suspiros de Bea alcanzaban el paroxismo y la locura.

__¡Bien, bien, ven conmigo!!__ le dijo Bea tendiéndole la mano. Así unidos caminaron por la casa. Entraron en la habitación de toda la vida de sus abuelos.

__¿Y el abuelo?__ preguntó el muchacho

__¡Al fin después de mucho me he decidido a internarlo!!

__¿Te parece?

__¡Creo que va a estar mejor atendido!__ dijo ella colocándose en la cama de espaldas.

__¡Busca en el cajón, hay una crema!!__ pidió con urgencia la abuela. Juan encontró, la apoyo en orto maravillosos, apretó y con los dedos penetró y desparramo, luego ella levantó las caderas, el se colocó detrás y apoyo la barra en la entrada cremosa, empujo, una vez y otra y otra y  el perno fue entrando, fue haciendo camino, ella gemía y se movía hacia atrás, suavemente, despacio, hasta que la pijota entrara toda. Las bolas gordas del muchacho  golpeaban en las nalgas. La abuela glotona pedía que la cogiera sin lástima.

__¡Dame verga, anda, penétrame, así, sí, si no salgas!!!__ Juan se aferraba a las caderas de la mujer, iba y venía, serruchando, taladrando, con los dedos acariciaba el clítoris de Bea, que se iba en múltiples acabadas, por el culo, por la concha, todo le estallaba en placer y lujuria. Juan en cada estocada abría un poco más ese anillo que había permanecido cerrado quien sabe por cuanto tiempo. Su abuela gozaba con la estaca ensartado en su hoyuelo y eso a el lo llenaba también. Las bolas rebotaban en la carne firme y mordía el cuello de Bea hasta casi hacerlo sangrar.

Serruchaba y serruchaba y las vibraciones empezaban a buscar el estallido final del joven. Su perno se iba inflamando cada vez mas dentro del ojete de Bea. Sentía que las corrientes eléctricas lo envolvían y lo hacían sucumbir al deseo, a la locura que significaba todo aquello, estar cogiendo a una mujer mayor, y que esa mujer fuera su abuela, ni en sueños mas remotos hubiese tenido esa fantasía, que ahora era tan real.

Apretó los dientes, fue gritando y gruñendo, aferrado a las caderas de Bea, ella susurrando, ella convidándolo, ella retándolo a que le llene el culo con la leche potente. El vaciándose una vez más, en el interior de la mujer, está vez en el anillo profundo, caliente, sabroso, mágico.

__¡Tienes un culito divino Bea, me encanta ese agujero!!

__¡Veo que eres un pervertido!!¡Coges a tu abuelita y la coges por el culo!!¡Chico malo!!__ Bea hablaba y acariciaba las tetillas del chico. Buscaba la boca y se besaban calmos, mas tranquilos, pero no menos ardientes.

El falo de Juan caído a un costado, con rastros de jugos, ella desnuda, con pequeños hilos de baba también cerca de los genitales, sintiendo como chorreaba su cola aquel néctar que le había inoculado su nieto.

Los días siguieron pasando. El abuelo ya se había marchado definitivamente. Algunos sábados por la tarde Bea y el se llegaban a la localidad cercana en auto y lo visitaban. Luego regresaban a la casa donde vivían.

Un día de tantos al regresar se detuvieron en un recodo del camino, cerca del río. La arboleda  primaba por doquier. Era casi noche ya, no andaba nadie por esos olvidados parajes.

Bea quito de un manotazo el pantalón corto de Juan, que hacía rato no usaba calzoncillo. Salto el muñeco como con un resorte. Sentado en el asiento del auto con la puerta abierta, la mujer se metió el garrote en la boca. La baba resbalaba por el miembro, los gemidos del chico se esparcían en el aire. Bea glotona chupaba y mamaba como poseída.

Luego se puso de pie, llamando a Juan. Se apoyó en el capot, sacó su cola hacia atrás. Juan se agachó y escupió en el anillo de la mujer, paso unos momentos la lengua, sin dejar de salivar y escarbar en el ojete divino de la abuela que resoplaba y gemías, aullando como perra que era.

La espada entró de un golpe y el nieto empezó a taladrar, a bombear prendido de la tetas abundantes y gordas. Mordía la oreja. Iba y venía dentro de aquel canal que lo volvía loco. La abuela dejaba que su culo fuera poseído por aquel macho que era su nieto. Juan entraba, salía y volvía a clavar la daga. Besaba el cuello de la mujer.  Sabía que llenaría el culo en unos instantes, por eso aceleraba la embestida gimiendo y sintiendo que desfallecía. El anillo de la abuela lo comía, lo succionaba, lo retenía. Apoyo con fuerzas los pies en tierra y apuro las embestidas, fue largando el néctar aferrando las caderas fuertes de Bea. Aullando, gritando, ella sonreía gozosa al sentir dentro los escupitajos que una vez mas le regalaba aquel hombre que la cogía tan salvajemente, tan profundamente y que a ella la volvía tan loca.

La noche pronta a caer y ellos regresaban a la casa del pueblo, mientras Juan manejaba el auto ella acariciaba la poronga que lentamente comenzaba a levantarse.-