Abuela Azucena

Mi abuela Azucena me enseño a leer, escribir y otras cosas mas.

Tuve una vida dura desde mis primeros años de vida, de ella el mejor recuerdo que tengo es el de mi abuela Azucena, madre de mi madre.

Fue ella quien me crió y me educó ya que mi madre al poco tiempo de nacido me dejó a su cuidado y emprendió viaje a la ciudad de Bs. As. Buscando nuevas oportunidades.

Soy hijo de madre soltera, quien quedó embarazada siendo muy joven por el abuso de un vecino.

En Bs. As. mi madre formó una pareja con la cual tuvo 3 hijos más, olvidándose del que había dejado en el pueblo al cuidado de su madre.

La abuela Azucena debió trabajar en casa de familias para poder criarme. Quedó viuda siendo muy joven por un accidente, toda su vida fue de lucha. Debió luchar para criar a su hija recién nacida y luego debió luchar por criar a su nieto.

Cuando cumplí los 15 años por suerte entré en un taller mecánico de aprendiz, esto permitió un cierto desahogo para los dos.

La casa donde vivíamos era muy modesta, constaba de un pequeño dormitorio, una cocina comedor y un precario baño. Sus pisos eran de cemento y una cortina separaba el baño del dormitorio. Este baño tenía un inodoro, un lavatorio y para bañarnos colocábamos un fuentón con agua calentada en la cocina a leña. En este fuentón nos bañábamos todos los sábados tanto la abuela como yo. Estábamos acostumbrados a hacerlo uno delante del otro ya que la abuela desde muy pequeño así me había criado. El verla desnuda no me producía nada.

Además la casa no permitía tener ninguna privacidad.

Era frecuente que alguno de los dos estuviéramos bañándonos y el otro entrara a hacer sus necesidades sin ningún reparo.

El tamaño del dormitorio permitía una sola cama, por lo tanto dormíamos juntos.

Cuando llegaba la hora de acostarnos nos desvestíamos delante del otro quedando yo solamente en calzoncillo yo y la abuela en calzones.

La abuela Azucena era una mujer de piel curtida por el sol y el aire, de larga cabellera que peinaba con trenzas con las que luego se hacía un rodete, no era ni gorda ni flaca, pesaba 70 kg. lo que para su 1.70 mt. de altura la hacía proporcionada. Tenía grandes tetas, algo caídas por sus 52 años y una vida de trabajo que nunca le permitió atenderse a sí misma.

Su concha la tenía muy poblada de pelos renegridos, pelos que frecuentemente le sobresalían por los costados de su bombacha.

El culo de la abuela era normal, duro y sin celulitis, seguramente por lo que caminaba diariamente y el trabajo que realizaba. Estaba coronado por un marrón y arrugado agujero.

La casa por lo humilde y por los materiales con que estaba construida era muy caliente en verano y muy fría en invierno. Esto procurábamos solucionarlo con un brasero para darnos calor y durmiendo solamente con calzoncillo yo y ella con bombacha en verano. Vuelvo a repetir el ver semi desnuda o totalmente desnuda a la abuela no me producía nada.

Cuando los sábados nos bañábamos era frecuente que el otro enjabonara la espalda de quien lo estaba haciendo, yo para jugar aprovechaba y le lavaba también las tetas y el culo. Con su poblada concha nunca me animé. Ella jugaba con mi culo y con la pija.

Un año el invierno, cuando yo tenía 17 años, fue tan crudo que no había forma de calentarnos ni aun en la cama, fue así que a la abuela se le acurrió que abrazándonos desnudos nos daríamos más calor, por lo tanto se sacó su camisón y yo el calzoncillo para luego abrazarla por su espalda.

Con una de mis manos la abracé por su pecho y con toda naturalidad le agarré una de las tetas.

Me había pegado bien a su espalda y culo, quedando mi pija calzada entre sus nalgas. Esto era frecuente entre nosotros pero esa noche no sé porque me empalmé.

Abuela sintió como me había puesto pero no dijo nada, solo se pegó mas a mí.

La situación para mí era normal y no me producía para nada vergüenza.

Lo que me llamó la atención fue el sentir el pezón que yo estaba agarrando ponerse duro.

La abuela Azucena, se ve que por la incomodidad, solo atinó a acomodar bien mi pija entre sus nalgas, para ello se las abrió un poco con una de las manos y con la otra calzó mi miembro.

El sentir que me la agarraba con esas manos callosas y calientes me la puso mas dura, y ella que lo notó giró algo la cabeza y me preguntó que me pasaba que tenía esa erección.

Nada abuela, no sé lo que me pasa.

Y porque te pusiste así. Ahora te calienta una vieja como yo.

No abuela perdóname.

Ella metió una de sus manos por la entrepierna suya y terminó de acomodar la pija de tal forma que quedó apoyada a lo largo de su concha partiendo desde su culo. La cabeza quedó en la entrada de su vagina.

El contacto con esos labios ardientes y húmedos hizo que terminara de ponerse dura.

En un movimiento de ella, sin quererlo le metí la punta en su agujero. Ella en vez de retirarse se pegó mas a mí entrándole toda la cabeza adentro.

Sin proponérmelo estaba penetrando a la abuela y ella se dejaba.

Me gustó sentir ese calorcito abrazándome la cabeza de me pija.

Hice un movimiento con las caderas y le entré más el miembro.

Abuela se dio vuelta quedando de frente a mí y lo que dijo fue el sumun.

Roberto si la vas a meter metela toda, subite arriba y hacelo.

Dicho esto se puso boca arriba abrió sus piernas, me subió encima suyo, guió el miembro y se lo metió todo.

Te voy a enseñar a coger.

Su concha estaba muy lubricada lo que facilitó que entrara con facilidad.

Echo esto comenzó a moverse rítmicamente y a pedirme que también yo lo hiciera.

Fue en ese momento que tomé conciencia que estaba cogiendo por primera vez y lo estaba haciendo con la abuela.

No aguanté nada acabé rápidamente dejándole su concha inundada de mi semen. La abuela no había llegado a su orgasmo y fue por eso que me pidió que bajara a besarle su agujero, que ella tenía también ganas de acabar. Hacía muchos años que no tenía un hombre entre sus piernas, las calenturas se las sacaba con pajas.

Nunca lo había hecho pero con su guía bajé y comencé a besarle y pasar la lengua por su peluda concha. Esta estaba llena de jugos y semen y tenía un olor fuerte muy particular. Yo le limpié con mi lengua todo ese lugar hasta que alcanzó su orgasmo. Como gritó.

Después que hice esto la abuela me agarró de la cabeza y me subió a su boca. Pidió que la besara y compartiera el rico gusto a sexo que tenía en mi lengua.

Tomé conciencia de lo echo y le pedí perdón por haberla cogido, pero la abuela me agradeció que lo haya hecho ya que desde hacia muchos años no había cogido.

Solo un hombre hubo después del abuelo.

En serio te gustó abuela?

Si querido me encantó.

¿Y podemos volver a hacerlo?

Cuando vos quieras bebe. La abuela está dispuesta a darte todos los gustos.

Dicho esto se metió bajo las sábanas y comenzó a chuparme la pija.

Su boca caliente hizo que me pusiera al palo nuevamente.

Mirá que suerte tiene la abuela el nene ya tiene paradita su pija. Metemela de nuevo.

Se la volví a meter, pero esta vez duré hasta que la abuela volvió a tener su orgasmo. Yo sin acabar se la saqué y subí para que ella me la chupara. Así lo hizo hasta que le acabé dentro de su boca. La muy caliente se tragó todo el semen.

Nos abrazamos y nos quedamos dormidos.

Me desperté a la mañana cuando Azucena se bajó de la cama para ir al baño, la vi ir con su culo durito y se me antojó cojerla por ese agujero, cuando volvió se lo dije y ella aceptó con ganas.

Hacelo despacio porque por falta de uso se me cerró, primero meteme un dedo, pero esperá que voy a buscar algo.

Fue hasta el baño y trajo el jabón. Con este me refregó dos dedos y se lo pasó por afuera del culo.

Le metí primero uno de los dedos, entrando fácilmente por el jabón, luego los dos y cuando ya tenía agrandado el agujero me paso saliva por la cabeza de mi pija y luego la enjabonó. Así entró más fácil y se la metí hasta el fondo.

La abuela estaba culo para arriba, las tetas le colgaban, yo con una mano se las agarraba y con la otra le acariciaba y le metía dedos en su concha.

Esta vez acabamos juntos, le llené el culo con mi leche.

Saqué la pija de su culo llena de semen y con resto de caca.

A partir de ese día con la abuela cogíamos casi todos los días hasta que una enfermedad me la llevó.

Me queda la satisfacción que la hice gozar sus últimos 10 años de vida.