Abstinencia fálica

Antes de conocer a Montse, mi nena, y antes de que clara se cruzara con nosotros los chicos de barrio, tal y como detalla en su relato salgo por primera vez a la calle, salía de copas con Rocco, un camello de la Zona Franca. No es que fuéramos colegas, íbamos por ahí porque me daba lo que quería, a cambio que le devolviera el favor a su manera...

Me acuerdo de una noche que me moría por un pico de nieve. Iba con Marcos por el barrio chino, y no teníamos un puto duro. Habíamos conseguido robar un par de cubatas despistaos en la barra, pero necesitaba algo fuerte, y no había ni un canalillo de menos de 40 tacos.

Marcos me dijo que no me preocupara, salió del bareto, le vi llamar desde la cabina de delante del bar y volvió en un par de minutos. Me dijo que en un cuarto de hora teníamos que estar en otro local.

Pillamos los cascos, nos subimos en su vespa sin luces (no le funcionaban ni los intermitentes) y nos plantamos en Paseo de gracia con diagonal. Subimos hasta arriba y llegamos a una puerta de aluminio. Parecía una casa de putas. No me dio tiempo a preguntarle qué hacíamos allí y dónde estábamos que ya habíamos entrado.

Nunca había visto un tío en calzoncillos fuera del vestuario, salvo a mí, claro. Pero lo que sí que nunca había visto es que se besaran dos tíos mientras un tercero le comía la oreja a uno de ellos. ¡Era un puto local de maricones!

Seguimos entrando por un pasillo estrecho y a la penumbra, lleno de tíos cachas sin camiseta y con tejanos ajustados que nos iban siguiendo con la mirada como una presa. Hasta vi a dos que iban a mi gimnasio, uno agarrando por detrás la cintura del otro a la vez que le mordía el cuello, mientras que el otro ponía cara de estar corriéndose.

Nos plantamos delante de la barra que había al final, al lado de unas escaleras que iban para arriba. Mientras Marcos hablaba con el camarero, me giré a la izquierda. Había una pista un piso más abajo, y desde donde estaba yo, me podía asomar como en un balcón. No vi mucho, porque Marcos me llamó, pero solo recuerdo ver a un chaval negro vestido de tía rodeado por seis tíos que se corrían a la vez encima de él.

  • Ya puedes subir, Markus - le dijo el camarero.

  • ¿Le conoces? Joder, pues claro, si ta llamao Markus! ¡Tú ya has venido aquí! ¿Pero dónde coño me has traído? - empecé a chillarle.

  • Tú calla y sígueme la corriente.

Empezamos a subir las escaleras. No había luz. Al siguiente nivel, había como una barra corta, pero sin copas. Parecía el recibidor de una pensión.

  • ¿Sólo dos? - Nos dijo un tío gordo calvo con barba recortada y camiseta blanca de tirantes y con manchas de vete a saber tú.

  • No queremos cama, venimos a ver a Rocco - dijo Marcos.

  • Vale, pero esperad aquí, que ahora está con su sobrino haciéndole de canguro en el 6.

Solo llevábamos allí cinco minutos, pero ya estaba desubicado totalmente. ¿Rocco? ¿Haciendo de canguro de su sobrino en un cuartito para los polvos en un antro de petaculos?

Quise girarle la cara a Marcos, cuando del pasillo de detrás del mostrador salió el primer tío que me hizo plantear que en la vida no todo eran coños. 1,80, moreno, cabello oscuro medio largo echado para atrás, facciones marcadas, ojos rasgados y negros y barba de tres o cuatro días. Tenía pinta de hacer waterpolo, porque tenía una espalda enorme, a parte de los brazos que hacían cada uno de ellos cuatro de los míos.

¿Ese era Rocco? ¿Y qué pintaba con Marcos?

Esperaba que fuera a dirigirle la palabra, cuando pasó por delante de nosotros y bajó por las escaleras de las que veníamos. Le seguí con la mirada.

  • ¿Te gusta? Podríamos hacer algo los tres si quieres, ¿eh?

Una voz chulesca y garrula venía del pasillo de los privados. Un tío de unos treinta, de metro setenta, moreno, pelo corto de punta demasiado engominao y con la cara marcada por un acné que le debería destrozar la vida en el instituto, salió de allí.

  • Muy buenas Rocco!

  • Jajjaja, qué haces aquí, Julai!? - Tenía una risa de jilipollas, como de bufón.

  • Pues aquí, que nos tienes apuraos, ¿no tendrás nada?

  • Jajjajajajajaj, mira, pos me vienes niquelao, que el peazo tío que acabéis de ver irse taba estrecho de culo hoy. Nenazas, no aguantan un pollón en su culo de sirenitas.

  • Bueno, la verdad es que quería presentarte a un colega, se llama Hugo.

  • No veas como está tu coleguita, ¿no?

  • Rooocco.... - intentaba que bajara el tono de chupapollas ansioso que exhibía.

  • Tres días al gimnasio, te lo recomiendo, a parte que te hincharás a ver tíos como tu sobrino - le contesté.

Ya veía por dónde iban los tiros. Ahora me cuadraba. Siempre que Marcos iba apurao de pasta, tenía un poco de chocolate para cigarritos con condimento, y un par de veces le vi con nieve. Y siempre que le preguntaba de dónde lo sacaba, me decía que de su cuñao. Claaaaro, su cuñao, un chaval casao con dos niñas que no bebía ni una cerveza para que su parienta no le dijera que era un borracho. Aquí olía a zorruno...

  • Aajjaajajajja, créeme, pasa de los veinte, pero no sería tan cerdo como para hacérmelo con mi sobrino. Bueno, ¿quieres entrar?

  • ¿Tienes polvos blancos? - pregunté antes de tirarme al pozo por un pico de coca.

  • Entra y lo verás...Anda, Cristóbal, tráenos un Gin-Tonic y un....

  • Ron con tequila y lima.

  • No veas como le pegas, ¿no? Pasa para adentro, anda...

Cruzamos la puerta que venía marcada con un seis. Había una mesita pequeña con dos taburetes negros y un sofá oscuro a un lado. Solo había una luz roja que venía de debajo de la mesa. Poco después entró el gordo, desgraciao por llevar ese nombre de por vida, con lo que habíamos pedido.

  • Por lo que has pedío, tú no has hecho esto nunca. Eh, que no pasa nada, eh? Que lo digo porque no te he visto nunca por aquí...

  • Pues la verdad es que he flipado un poco...

  • Dime, ¿te la ha chupado?

  • ¿Qué?

  • Que si Marcos te la ha chupado...

Dios, ¡qué mierda! Me hizo recordar cuando teníamos trece años, que pillamos una peli porno de mi padre cuando no estaba en casa, y nos metimos a beber cervezas todo desnudos delante de la tele y a hacernos pajas mientras la veíamos, cuando en una de esas Marcos me la empezó a chupar cuando estaba a punto de correrme.

Y lo hice.

No dijo nada. Sólo levantó la cabeza con los ojos abiertos como platos, pilló un trago de birra y tragó. Luego, dijo:

  • Pues no me ha dado asco...

Juramos no decírselo nunca a nadie, y al cabo del tiempo me fui convenciendo que eso quedaba en la típica etapa de "ansiosos por follarnos hasta un pato" que pasamos cuando tenemos esa edad, frotándonos por las esquinas todo el día de lo quemados que vamos.

Decidí hacerme el chulo.

  • Me ha comido hasta el zerete. Y yo a él. - mentira, salvo mi primera mamada.

  • Bájate los pantalones.

Empecé a desabrocharme el cinturón. Luego los botones de la bragueta, y me quedé de pie frente a él, en calzoncillos. Se acercó por un lado de la mesita. No habíamos tomado una gota, pero yo aún iba un poco tocado de los cubatas del bareto del que veníamos. Puso su boca delante mi paquete. Pensaba que iba a bajarme los calzoncillos, pero abrió la boca y la puso encima de mi polla. Empezó a sacar aire. De repente, noté cómo su aliento atravesaba los gayumbos y calentaba mi tranca.

Buaah, ¿qué era eso? ¡¡¡Me estaba poniendo a cien!!! Me hizo recordar de nuevo la cara que puso Marcos cuando me corrí en su boca. Quise avisarle, pero algo no quiso que lo hiciera. Mi polla empezó a dar espasmos en su garganta echando toda la corrida cuando Marcos abrió los ojos y se dio cuenta que ahí había algo más que saliva.

Miré para abajo. Rocco estaba apartando el calzoncillo y empezó a chuparme un huevo. Estaba cachondo, pero...

  • Oye, que llevo aquí un rato y la tienes medio blanda... - había perdido la noción del tiempo. Llevaba un buen rato currándose una mamada, pero nanai.

  • Perdona, es que voy un poco tocao de antes...

  • Pues entonces tendrás que aliviarme a mí.

Puso sus palmas sobre mis hombros, me empujó hacia abajo, arrodillándome yo ahora delante de él mientras se levantaba, y en nada ya me había metido la polla en mi boca.

¿Qué coñññ...?

De repente me acordé de mi aventura sexual con Markus, y de lo que sentía él cuando tenía mi polla chocando contra su garganta…Y ahora entendí por qué no se detuvo...No veas si da morbo, pensé.

Empezó a follarme la cabeza, cogiéndomela con las dos manos y moviéndose en un vaivén lento delante de mí.

No tardó mucho. Ni yo tampoco. Empecé a pajearme mientras me hacía eso. No te jode, me hacen una mamada, y voy yo y solo me pongo cachondo si se la chupo.

Quiso correrse en mi boca, pero tuve una arcada, y me la pude sacar de la boca, echándosela a un lado antes de que empezara el festival de la leche condensada.

  • Juer, chavalín, se nota que no es la primera vez....Pero tampoco la tercera, ¿verdad?

  • ¿Tienes lo que veníamos a buscar? - dije medio mareado, por el placer de correrme, el no saber dónde estaba, el cubata asqueroso de antes...

  • Ya va, hombre... ¿No me has limpiado aún la polla de corrida con tu lengua y ya estás pidiendo?

Por un momento dudé que no lo dijera en serio...

  • Jajajjajajjaja, ¡¡pero qué tonto que eres!! Anda, aquí tienes tu regalito. - Me tiró una papelina - Pídele mi número a Marcos, y vete ya que el chaval se estará muriendo por meterse farlopa. Enga, a cascarla! Jajajjajajajja. - Dijo, con esa risa distintiva de bufón alelao.

Estábamos ya delante de la moto poniéndonos el casco. No habíamos dicho nada. Marcos tan solo se limitó a sonreír con picardía cuando salí del reservado, detrás de Rocco, 'el petabocas', que es como le llamé a partir de entonces.

  • ¿Quieres su número? - Me dijo. No me preguntó si estaba bien, si había pasao mal rato...Daba por hecho que ese rato era lo de menos, con tal de conseguir un poco de nieve buena y gratis cuando nos apeteciera, aunque fuera muy de vez en cuando.

  • Luego me lo das, ¿vale?

Fui la putita de Rocco durante un año. Solo con tal de conseguir petas y alguna rayita sin dejarme pasta por ello, además de pasar un buen rato, alguna que otra vez. Siempre que hacía una transacción me hacía ir con él. Supongo que para lucirse, pero aunque la peña que compraban 'de forma tradicional' supieran que Rocco era un putón verbenero, no se planteaban que yo fuera su boca para las mamadas.

Luego conocí a Montse.

Dejé de llamarle, porque decidí dejar esa mierda. Él nunca llamó, con lo que temí que lo hiciera a partir de ese momento. Poco después me enteré que le habían metido en el truyo, por un chivatazo de Cristóbal, que estaba colao por él y se hartó de ver desfilar tanto tío ante sus morros mientras Rocco sólo le dirigía para pedirle los cubatas que luego no se bebería por tener la boca llena.

A veces, por eso, cuando me ducho sin Montse por casa, me pajeo chupándome un dedo y metiéndomelo por el culo, cierro los ojos y me acuerdo, mientras me pellizco un pezón, de la polla sin circuncidar de Rocco frotándome la mejilla durante el rato que me dejaba respirar antes de continuar follándome la boca.

Hoy mi nena está con los suegros. Esta noche iré a ese antro. No para meterme nada, eso quedó lejos. Aunque lo de que me metan sí que lo echo de menos