Abriendome a mi hijo
Después de tener un fin de semana rural con los amigos de mi hijo, conté a él la experiencia. Al final acabo teniendo una aventura con mi propio hijo
No le había contado nada a Cesar, mi hijo, de lo acontecido en la casa rural con sus amigos. Pensé que no era de su incumbencia, pero al decirme que pretendía reunirse con ellos en Madrid, unos fines de semana después, pensé que era mejor que lo supiera.
Una noche, después de cenar, mientras veíamos la televisión, decidí explicarle la aventura que tuve con sus dos mejores amigos. Al explicárselo, su reacción fue totalmente negativa, llegándome a insultar y pronunciar palabras que jamás le había oído hacia mi persona.
Durante los siguientes días, no me dirigió la palabra. Me hizo sentir muy mal y sentirme como una cualquiera, lo que unido a estar sola en una ciudad desconocida para mi, todo se hacía aún más duro. También, por su parte, vi que había anulado el viaje. Era lógico en cierta medida, que no quisiera ver a los muchachos que habían tenido una aventura con su madre.
Salvo los fines de semana en los que ambos pasábamos gran parte del día en la casa, ya que aún no teníamos demasiados amigos, durante el resto del tiempo, tan sólo nos sentábamos juntos a la hora de la cena, algo que él intentaba que el periodo fuera lo más corto posible, ingiriendo la comida de forma rápida y volviendo a su habitación.
Tenía que hacer algo para volver a recuperar la confianza de Cesar. Era viernes, y ninguno de los dos pensábamos salir aquella noche. Mi hijo cenó, y se fue a su habitación a ver la televisión, mientras yo hacía lo propio en el salón de la casa.
Mi cabeza daba vueltas y me sentía muy disgustada por su actitud. Decidí irme a dormir. Me quité el sujetador, me puse un camisón negro, cuya falda no bajaba del medio muslo y me metí en la cama.
No podía conciliar el sueño. Oía a lo lejos el ruido de la televisión en su habitación, por lo que me levanté, y me dirigí a ella. Iba a verle. Una vez más intentaba hacer las paces con él, aunque sabía que era complicado que entrase en razón.
Llamé a la puerta de su cuarto. No me contestó, pero pasé dentro. Al verme, su actitud fue de nuevo agresiva conmigo.
¿Podrías dejarme en paz? ¿Qué haces en mi habitación? Haz el favor de marcharte.
No lo haré hasta que entres en razón y podamos hablar como dos adultos.
¿En razón? Te has cepillado a mis dos mejores amigos y ¿pretendes que sea razonable?
Al menos estaba consiguiendo que se desahogase y mantuviéramos una conversación, aunque fuese tensa y discrepante, pero era algo que en los últimos días había resultado imposible.
Es cierto. Me acosté con ellos, pero dime........... ¿A tí te parece normal contarles que tocas las tetas a tu madre?
No es lo mismo. Además, nunca lo he hecho con intenciones eróticas.
Notaba que se iba tranquilizando a la vez que hablaba. Razonaba, algo que ya era mucho para mi en comparación con los días anteriores.
No sé con qué intenciones lo haces. Sólo sé que te gusta hacerlo, aunque como ahora estás enfadado, ya no puedes.
¿Cuantas veces te los has tirado, mamá?
Cesar. Tuve un encuentro con ellos, nada más. Sabes que desde que me separé de tu padre, apenas he tenido relaciones y tú los has conocido a todos.
Si, a uno más que a otros. A mis amigos los conocía bien.
Te cuento todo. Sabes todo de mi vida. Nunca te he ocultado nada. Tal vez, sino te lo hubiera contado, no te habrías enterado jamás.
Se callaba. Poco a poco le iba desarmando y su ira reduciendo.
¿Y tú? ¿Con cuantas chicas te has acostado?
Mamaaaaa¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Oye. Estamos hablando de ello. No es una pregunta extraña.
Su enfado se iba diluyendo por momentos y sorprendida, me di cuenta que me iba a contestar a una pregunta que sólo pretendía tener un acercamiento mayor hacia él.
He tenido un par de novias. La última no hace mucho. Lo dejamos hará tres meses.
Ya vas siendo mayor. Lo que me cuentas es normal. Sabes que puedes consultarme cualquier cosa, ya sea de tipo sentimental o de otro tipo, como sexual, aunque no sea una gran experta. En ese momento me senté en la cama, a su lado.
Sentía que estaba manteniendo una conversación muy adulta con él, pero su siguiente frase me desconcertó.
¿Sabes, mamá? Te he mentido.
¿Ah, si? Fingí hacerme la sorprendida.
¿Has tenido más novias, menos? Pregunté riendo.
No es eso. Verás........... En realidad, no me ha molestado que te acostases con mis amigos, sino que lo hicieras sin estar yo también.
Cielo¡¡ Si tú hubieras estado esa noche, no habría pasado nada. No se habría llegado a aquello.
Mamá, por favor. Podrías contarme todo lo que sucedió aquella noche, con pelos y señales.
Dudé y la verdad, no sabía si era buena idea contarle mi experiencia erótica con sus amigos, pero quería complacerle, así que empecé a narrarle lo que sucedió.
Todo empezó después de cenar. Empezamos a jugar a la cerilla, ya conoces el juego y el que perdía tenía que hacer algo o contestar a una pregunta.............. (Ver relato Fin de Semana Rural con los Amigos de mi Hijo)
Estuve más de una hora explicándole todo lo que había pasado. A veces me interrumpía y me preguntaba detalles escabrosos que me costaba contestar, pero lo hacía. Cuando terminé empezó a hacerme otro tipo de preguntas.
Le notaba excitado, pero a la vez tranquilo. Eso me daba fuerza. Quería verle feliz y que nuestra relación volviera a ser como antes del cambio de ciudad.
Dime, mamá. ¿Qué fue lo que más te gustó de esa noche?
Pensé, y mi respuesta fue clara.
Creo que gustar como mujer y excitar a unos jóvenes a los que doblo la edad.
A mi también me gustas, mamá.
Al decir eso, ambos nos fundimos en un fuerte abrazo y me puse a llorar como una tonta de la felicidad que me producía haber recuperado de nuevo a mi niño, que aunque ya superaba la mayoría de edad, para mi, seguía siendo eso, un niño.
Estábamos los dos sentados en la cama y al separarnos y volver a abrazarle, mis pechos cayeron un poco hacia delante. Esto llamó la atención de Cesar, que de inmediato dirigió sus manos hacia ellos.
Ambos comenzamos a reír a carcajadas. Yo había pasado de las lágrimas a las risas. Mis labios se dirigieron a las mejillas de Cesar y le di un beso. Volví a mirarle a la cara y con una sonrisa en mi cara de oreja a oreja fui a darle otro beso en la cara. Mi sorpresa fue que la giró y nuestros labios se juntaron. Eso me produjo aún unas risas mayores.
Me sentía feliz. Sé que mi hijo está consentido por mi parte, pero me sentía bien. Ahora fue Cesar quien acercó sus labios a los míos. Lo hizo una, dos veces, hasta que a la tercera introdujo su lengua dentro de mi boca y sus manos se dirigieron a mis pechos.
Bajó el escote de mi camisón y sacó mis pechos por encima. Ahora empezó a jugar con ellos. Ya no era el bozinazo que hacía tiempo atrás, sino un tocamiento en toda regla, que a una mujer llegaba a excitar.
Su boca se separó de la mía para dirigirse a mis pómulos, mis orejas y bajar por mi cuello. En esos momentos gemí.
Hijo....... ¿Qué estás haciendo?
Nada que no te hayan hecho antes..............
No quise seguir hablando. Yo también me había excitado al hablar con él de lo que había pasado semanas atrás con sus amigos. Le había dado detalles y ahora veía que iba a suceder lo mismo con mi hijo.
Seguía bajando su boca por mi cara. Ya estaba situada en mi cuello y lejos de apartarle, como debería haber hecho, dejaba que siguiera besando a su madre.
No tardó nada en llegar a los hombros. Continuó besándome. Llevé mi mano hacia su pecho y la fui bajando.
Sus manos descendían por encima de mi camisón, bajó por mis caderas hasta llegar al final y tocar mis muslos. Lo subió lentamente, primero con una mano y luego con las dos, hasta dejar al descubierto mis bragas.
Sabía lo que iba a pasar. Quería evitarlo y no quería. Todo se cruzaba en mi mente.
Mi mano se acercó a sus muslos. Llevaba un pijama con pantalón corto. Aún hacía calor. Subí hacia la parte baja de su camiseta y metí la mano por dentro de ella. Jugaba con su piel. Fui subiendolo hasta llegar al incipiente y suave vello que empezaba a curbir su pecho.
Por su parte, también continuaba tocándome, además, mis pechos, ya al descubierto, eran besados, chupados y lamidos por mi hijo. Me sentía excitada. En determinados momentos venía a mi cabeza la responsabilidad de madre y apartaba sus labios y sus manos de mi cuerpo.
Cesar no paraba. Seguía besándome. Me resistía con mi voz, aunque mis manos apenas hacían nada para detener sus ataques que tanto me gustaban.
Su mano derecha bajó ahora hacia mis bragas. Tocó mi culo y mi sexo por delante. Bajó su otra mano y ambas se colocaron sobre ellas. Desplazó las manos y llegó a los laterales.
Nooo. Le grité.
Se paró al oírme negar. Pero de inmediato mis labios se acercaron a los suyos y de forma rápida cogí su camiseta y se la saqué, dejando desnudo su torso. Directamente me fui a besar su pecho y apoyé la cara sobre él.
Él hizo lo mismo. Mi camisón ya estaba a la altura de mis caderas, pero lo tomó y lo subió, poco a poco. Cuando superó mis pechos, levanté los brazos y los sacó.
Acaricié su cara. Mi cabeza estaba hecha un lío, y le pregunté.
¿Y ahora qué?
No contestó con palabras. Lo hizo con hechos. Directamente se desnudó. Vi su miembro, totalmente erecto. En ese momento pensé, que a pesar que no solía ocultar mi desnudez en casa, él si lo hacía, y desde hacía varios años, no le había visto desnudo.
Mamá. Te quiero muchísimo.
Yo también te quiero, hijo. Pero, sinceramente, no sé si esto que estamos haciendo es lo correcto.
Lo hiciste hace unas semanas con mis amigos, ahora puedes hacerlo conmigo.
Cielo. Ellos eran amigos tuyos. Puede ser discutible si era correcto, si te hice daño, pero tú eres mi hijo. No es normal que una madre y un hijo "echen un polvo". Y además.........
Intentaba que un chico de dieciocho años controlase la situación, cuando yo, su madre, una mujer adulta de cuarenta no estaba pudiendo. Estaba sobrevalorando la actitud de mi hijo, o tal vez no.
Sabiendo que sus palabras no llegarían a convencerme, volvió a besarme. Ahora su boca llegó a mis labios e introdujo su lengua dentro por lo que me hizo callar.
Sus manos empezaron a buscar mis pechos, me pellizcaba los pezones, no de una forma infantil como había hechos muchas veces cuando estaba desnuda después de salir de la ducha, sino como un hombre, dando pequeños pellizcos en los pezones, y masajeándolos. Me estaba derritiendo. No podía más.
Mi hijo se levantó de la cama e hizo que yo también lo hiciera. Me tomó de la mano y me dirigó hasta mi habitación.
¿Sabes mamás? Siempre imaginé que lo haríamos aquí. En tu habitación.
¿Habías imaginado que esto pasaría? No puedo creerlo.
Si mamá. Muchas veces pensé en ti cuando me acostaba y dejaba volar mi imaginación. Siempre me has excitado. Además, hace dos años, una noche, cuando salías con aquel compañero del banco, te oí gemir, y me excité mucho pensando en lo que estaría haciendo contigo.
Hijo.....
Quedé callada y cabizbaja. Él se sentó en la cama. Yo aún estaba de pie. Agarró los elásticos de mis bragas y lentamente las fue bajando, quedando desnuda.
Aunque me había visto sin ropa muchas veces, en esta ocasión me daba cierta vergüenza. Me gustaba y me avergonzaba a la vez. Como cuando había hecho el amor por primera vez con alguien.
Mis bragas cayeron a mis tobillos. Los moví y quedé totalmente desnuda. Mi hijo me tomó la mano y me llevó hasta la cama. Situé mi cabeza sobre la almohada y me dejé llevar. Cerré los ojos, me apetecía que disfrutara de mi.
Volvió a besarme, ahora bajó su boca por mi cuello, mis hombros hasta entretenerse con mis pechos. Su boca por un lado y una mano por la otra los abarcaban todo. Su boca fue bajando hasta llegar a mi sexo. Ahora era más velludo, sin resultar escandaloso.
Cariño, perdona que no esté depilada. No sabía, ni imaginaba que esto iba a pesar.
Lo tienes precioso, mamá. Deja que continúe.
Apoyé mi mano sobre su nuca y la dirigí a mi vagina. Mis piernas estaba abiertas. Me sentía muy mojada. Enseguida encontró la abertura de mi clítolis y su lengua derivaba a los dos puntos erógenos de mi sexo.
Enseguida me puse a gritar. No podía aguantar.
Ahhhh. Cielo, me gusta¡¡¡¡ Sigue, mi vida, sigue, no pares¡¡¡¡¡¡
Me hacía disfrutar. Me gustaba lo que hacía.
Me incorporé y decidí tomar la iniciativa. Le tiré a él y le coloqué boca arriba, encima de la cama. Ahora era mi turno. Empecé a besarle. Ya había superado, al menos momentáneamente, el hecho de estar haciendo el amor con mi hijo.
Tuve una sensación extraña al introducirme en la boca el pene de Cesar. Era extraña tal vez por ser tan joven, tal vez por ser tan esbelto y tan guapo, o tal vez por ser mi hijo, pero era agradable.
Apreté mis labios y comencé a moverlo de arriba a abajo. Le gustaba. Se excitaba cada vez más. Notaba como su ya duro pene, ahora se hacía aún más duro, más fuerte.
Le oí gemir. Sabía que estaba a punto de llegar al climax, de correrse en la boca de su madre. Consciente de ello procuré que lo hiciera. Quería tragarme todo su semen.
No me costó demasiado. Acariciaba sus testículos mientras mi boca seguía trabajándolo. En pocos segundos más, noté un chorro líquido que inundaba mi boca. La inundaba literalmente. Se salía por los labios, pero empecé a tragar. Los restos de mi boca lo limpié con las sábanas. Ya se lavarían al día siguiente, ahora no era el momento de perder tiempo.
¿Qué quieres que te haga, mamá?
Tócame, hijo ¡¡¡
Comenzó de nuevo a acariciarme. Ahora era su mano la que me acariciaba. Bajó de mis pechos al ombligo y de aquí a mi sexo. Empezó a pasar su dedo corazón por mi sexo, recorría mi raja, siguiendo el camino que estaba marcado.
Separé las piernas, quería facilitarle sus acciones todo lo que fuese posible. Le dejaba hacer, porque sabía lo que tenía que hacer. No me había dado cuenta hasta este día que mi hijo ya era un hombre.
Introdujo el dedo en mi vagina. Primero uno y luego otro. Tenía dos dedos dentro y comenzó a moverlos. Los flexionaba dentro de mi y me hacía chillar de placer.
Vi que Cesar sacaba los dedos. Estaban brillantes fruto del flujo que emitía, de la excitación que afloraba de mi sexo.
Tomé la mano de mi hijo y le atraje hacia mi. Sin palabras, le invité a subir encima. Lo entendió perfectamente. Al tumbarse encima de mi empezó a besar mis mejillas. Yo busqué su boca. Temía que no quisiera tomar la mía, ya que antes había vaciado su semen en ella, pero no fue así.
Me besó intensamente. Notaba como su pene rozaba mi entrepierna. De nuevo estaba duro. Quería que me penetrase.
Agarré su miembro y lo encaucé hasta la entrada de mi vagina. De inmediato se coló. Estaba muy lubricada. Separé mis piernas y agarré sus caderas con ellas, a modo de abrazo, lo atraía más hacia mi.
Se movía de arriba a abajo pero sin llegar a sacarla. No se lo permitía. Al tenerlo tan agarrado, no le dejaba salir y le tenía aprisionado y su pene me taladraba.
Gritaba de placer. Él empezó a hacer lo mismo. Me corrí enseguida. Cesar aún no se había corrido. Le dejé un poco de aire volviendo a reposar mis piernas. Eso le permitió moverse más y que enseguida se corriese.
Hijo. Eres un toro. Cuando tengas novia estará encantada contigo.
Tal vez algún día, mamá. Hoy por hoy, mi novia eres tú.
Estaba tonta. Me sentía orgullosa de mi hijo. Me puse melosa........
Cesar¡¡¡¡¡¡¡ Duerme conmigo.
Claro mamá. Tú eres mi novia ahora. Dormiremos juntos.
Agarré las sábanas y las eché por encima de nosotros. Abracé a mi niño. Le di un beso en los labios y le dije.
Hasta mañana, mi amor. Te quiero mucho.
Hasta mañana, mamá.