Abre las piernas
...una vocecilla dentro de mí que me dice: hazlo, hazlo, hazlo, .; parte de mí está completamente aterrada, y la otra parte, muere de ganas de seguir adelante,...
No paro de temblar ni un instante; no sé por qué no me pongo de pie y salgo del cuarto. Es como una vocecilla dentro de mí que me dice: "hazlo, hazlo, hazlo, ."; parte de mí está completamente aterrada, y la otra parte, muere de ganas de seguir adelante. Sus dedos se prenden de mis braguitas y las deslizan lentamente por mis piernas a medias recogidas. Él no dice nada; solo suelta una exclamación de placer, como cuando uno se le da una probada a un delicioso postre: ahora ya estoy completamente desnuda ante sus ojos.
Levanto una rodilla: trato de tapar mi "cosita", pero es peor: por abajo mis nalguitas quedan expuestas y él se sonríe. Trato de tapar mis pechos, pero más que desanimarle, parece que eso más bien le gusta. Retrocedo y me apoyo contra la cabecera de la cama. No dejo de temblar, mientras me mira. Su mirada recorre todo mi cuerpo, muy lentamente. Una rara sensación me recorre: es como un escalofrío, pero muy placentero; casi como si su mirada "me acariciase" toda. Mis mejillas están muy calientes, casi me abrasan: él está desnudo también, arrodillado al pie de la cama: jadea como desesperado. Me distraigo un instante y mi brazo desciende un poco, haciendo que uno de mis pechos quede expuesto apenas, a su mirada. Me mira el pezón y se ríe complacido. Yo me avergüenzo, pero no puedo impedir que mi pezón se endurezca, antes de taparlo de nuevo.
Respiro muy agitada: no paro de mirarle, bueno, de mirarle su "cosa": es inmensa, gruesa, nervuda, de un color rojo tirando a morado, la miro como si me tuviese hipnotizada, atenta yo a cada movimiento suyo. Mi cuerpo tiembla, casi sin control, mientras pienso en que me va a doler, que me va a partir por dentro, que es demasiado grande para mí, que debo evitar lo ya inevitable, pero no puedo: esa vocecita dentro mío me lo impide ("hazlo, hazlo, hazlo, .", me dice sin parar)
- Abre las piernas, -, me dice él.
Sin dejar de cubrirme los pechos, separo mis piernas un poco; "ahí abajo" me siento húmeda; ¡me da vergüenza que él me mire así!; siento como si se acumulasen muchas gotitas de humedad y se juntasen rápidamente: siento como si me fuese a orinar, y todo eso, solo por sentir su mirada, clavada en mi parte más íntima. Él se acerca gateando a mí, casi poniéndose encima mío, mientras su grueso aparato no deja de apuntarme. Respiro nerviosa. Suspiro. Ya no hay vuelta atrás,
Abre más las piernas, mamita,
Si, tío pepe,