Abducido 5.0 Sentencia

El Juicio ha concluido y ahora se dicta una Sentencia que definirá nuevos placeres

Aún tengo escalofríos ocasionales. Mi cuerpo desnudo y lampiño yace en el suelo, aún húmedo por causa de mis lágrimas, mientras oigo la voz poderosa del Tribunal

“La prueba final, la más importante, es la prueba del control. Todas las otras pruebas dependen de esta. E incluso si todas las otras pruebas fallan, si la prueba de control fuera exitosa, aún habría la posibilidad de que este ser fuera un Hombre”

Estoy sin ropas, sin cabello, mi pene está sometido sin posibilidad de volver a tocarlo y me han quitado mi voz y mi memoria. ¿Porque siento que aún falta lo peor?

El Tribunal ya no me habla, parece estar disertando hacia la audiencia, quienes escuchan atentamente, aguardando el momento final. La quietud, rota apenas por el eco profundo, me asusta. Veo la oscuridad donde debiera estar su rostro y no distingo nada pero siento claramente que me mira.

“Un Hombre controla su cuerpo, sus pensamientos y sus emociones. Todo esto debe mantenerse en forma y enfocado a sus resultados. El Control permite tener Valor y Decisión y esto lleva a la Fuerza, la Hombría y la Astucia. Estas son las virtudes de un Hombre”

“Por otro lado, el obediente, o como se dice ahora el sumiso, es una criatura totalmente diferente. Tiene un alma frágil. Sin guía, esta alma débil es llevada a la ignorancia y a la credulidad, al miedo y al desamparo. El mundo esta lleno de casos de sumisos que de alguna manera llegaron a posiciones de mando y al no poder controlar sus dudas y miedos desataron caos y destrucción. Ese mundo mortal no entiende eso. Insiste en declarar que los sumisos y los Hombres son iguales, causando confusión, haciéndoles creer algo que no son… Ha llegado el momento de la Sentencia”

Aun sin ver las imágenes, sé cual será la sentencia. Claramente no tuve ningún control durante el Juicio. Yo mismo lo sé.

“Digo ahora que esta criatura no es un Hombre. Es un sumiso, un esclavo”

Se escucha alegría en el grupo de Hombres de la izquierda, pues era el veredicto que esperaban. Frente a ellos, aun están los 4 hombres que aparecieron durante el Juicio, en la recreación del hospital. Por supuesto, no hay hospital, eso fue una ilusión. Ellos no son médicos. Son Hombres… con H mayúscula… es extraño… ¿en qué momento comencé a pensar en ellos de esa manera? El grupo del lado derecho, por supuesto, no tiene ninguna reacción. Todos ellos permanecen arrodillados y en silencio. Como yo.

“Ahora bien…” continua la figura encapuchada “Un sumiso desea a los Hombres. Desea ser usado por ellos, de la manera que ellos determinen. Tiene esa urgencia, incluso si aún no lo admita… Cuatro de los Hombres que están hoy con nosotros han ayudado con el Juicio. Como recompensa, ahora ellos podrán dar al sumiso su primera lección de obediencia y ayudarle a aceptar sus urgencias…”

Los cuatro Hombres del Juicio se aproximan. Sin darme cuenta, ya no están usando las ropas del hospital. Están usando ropas de cuero. Victor y Julio chocan palmas. Durante un instante me pregunto qué pasó con la enfermera… ¿o acaso alguno de los hombres sumisos de la derecha había actuado ese papel? Ni siquiera quería imaginarmelo… Victor y Julio ahora están junto a mí. La piel blanca de Victor contrasta con el color oscuro de Julio.

“Mira esto, Julio” se ríe Victor. Recuerdo cómo durante el Juicio lo había visto en el supermercado, enorme e intimidante. Ahora era igual o peor. “Este idiota quería huir”

“No estaba tan equivocado… seguro sabía lo mucho que le va a doler esta primera vez”

Victor se agacha y me toma del mentón. Jala hacia arriba. “¿Tiene miedo, perra? ¿Tienes miedo de un poco de dolor? Pues… tienes razón… esto realmente va a doler” Víctor  presiona mi mandíbula, obligandome a abrir la boca. Y escupe. Un gargajo viscoso y espeso aterriza en mi boca.

“Trágalo, perra” ordena. Yo cierro los ojos. Y lo trago.

“Creo que le gustó. Dale más, Victor” ríe Julio

Víctor hace un sonido desde su garganta, para producir otro escupitajo. “Abre grande” ordena. Yo obedezco y él lanza el escupitajo a mi boca.

“No lo tragues. Primero saborealo, pasealo por tu boca” tengo tanto miedo que le obedezco. Mi boca queda cubierta de esa materia viscosa. “Bien. Ahora trágalo… eso… buen chico” dice, y me da una palmada gentil en la mejilla, como premiando a un perro obediente. “Ahora vamos al siguiente paso”.

Julio se puso frente a mí. Alcé la cara, dirigiéndole una mirada suplicante pero no vi nada de piedad en su ojos. En esa posición, yo estaba aproximadamente a la altura de su entrepierna. Al mirar, vi un enorme bulto. Y no podía quitarle la mirada. Julio puso su gran mano detrás de mi cabeza y me empujó hacia su bulto, enterrando mi rostro en él.

“Pon tu cara ahi, perra. Aspira fuerte”.  Aprieta mi cara contra la tela aspera de su pantalón. Puedo sentir la dureza de su verga contra mi cara. Y huelo… es el mismo olor que inunda la caverna pero… más fuerte… más concentrado… maduro. Avasallante. Huele a sudor, a orina y a semen. Un olor lleno de testosterona…  Un olor a macho que llena mis fosas nasales. Mi cabeza da vueltas y un escalofrío recorre mi espalda mientras pienso que quizá ese olor sea la cosa más erótica que jamás haya olido. Y luego me pregunto… si así huele por encima de la ropa… ¿cómo olerá desnudo?

“Desata mi cinturón” me ordena, casi adivinando mi pensamiento. Me apresuro a obedecer. Me cuesta admitirlo, pero quiero olerlo. Quiero acercar mi nariz a su entrepierna e inhalar su esencia. Algo en mi interior me incomoda. ¿Porqué?... No soy sumiso… y definitivamente no soy gay. Siempre he sido y actuado como hetero. Claro… alguna vez vi a mis compañeros en los vestidores, pero ¿quien no lo ha hecho? Y sin embargo, ahora, mientras lucho contra la falta de experiencia al intentar desabrochar un cinturón por primera vez desde esta perspectiva, hasta lograrlo finalmente, mientras abro el botón que sostiene al pantalón… mi pene comienza a erectarse… tan solo para ser detenido por la jaula que lo aprisiona. Me agito por el dolor. Y ellos se dan cuenta.

“Parece que ya se está calentado la perra con tu olor, amigo…. El Juicio nunca se equivoca” se burla Víctor.

Miro los calzoncillos y, sin darme cuenta, me relamo los labios… expectante. Alzo la mirada, buscando inconscientemente la aprobación de Julio, quien tras una pausa finalmente asiente. Deslizo la cremallera hacia abajo, con lo que alcanzo a ver una mata negra y espesa de vello púbico, pues no llevaba ropa interior. Es negra aún más que su piel. Alcanzo a ver el tronco de su verga. Gimo bajito, con mi nueva voz perruna.

“De acuerdo, perra, es hora de que veas lo que estabas esperando. Bájame el pantalón”

Tomo el pantalón por los costados y jalo. Julio ayuda un poco pero me deja a mi el trabajo. El pantalón cae lentamente y yo miro fascinado como se revela su falo, hasta que da un salto libremente.

Su mano ha vuelto a mi nuca y me presiona contra la entrepierna de nuevo. Mi cara se hunde en esa selva negra. ¡Demonios, que bien huele! De haber sabido que un Hombre olía tan bien, lo hubiera hecho hace mucho, pienso, aunque yo mismo me avergüenzo de ello. Mi lengua se abre paso entre mis labios. Lamo la piel de sus muslos y de su pubis. Es amargo, salado, delicioso. Julio toma mi cabeza, guiándome. Me toma un segundo darme cuenta hacia donde. Nunca pensé que algún día haría esto. Pero me dejo guiar hacia sus colgantes bolas. Por un momento dudo pero de inmediato mis labios se posan en sus testículos, besándolos. Saco la lengua, que con voluntad propia comienza a saborarlos. Tengo vello desprendido en la boca pero no me importa. Poco despues siento su mano nuevamente, guiándome hacia arriba. Su enorme pene está erecto ya. Lleva mi boca hacia su base, sólo hacia su base, donde el pene se une al abdomen. De nuevo, lo lamo con gula. Estoy listo… Nunca crei que me pasaría pero ahora no tengo dudas. Quiero probar esa verga. Sentirla en mi boca. Mi lengua se desliza por todo lo largo de su mastil. Cada vez más cerca al glande, más y más cerca. Mi boca comienza a abrirse…

… Julio me empuja

“Aún no, perra.  Tendras que esperar por mi verga. Mejor atiende a mi amigo Víctor”

Ahora es Victor quien me toma la cabeza y me la entierra en su pantalón. Yo ni me resisto. Huelo. Es un aroma diferente, menos amargo, quizá dulce. No es mejor ni peor, solo otro olor de macho. Víctor es menos paciente que Julio. Se desabrocha él mismo el cinturón y se baja el pantalón. Pero para lo que sigue, yo soy más rápido. Yo mismo entierro mi cara en su entrepierna, blanca y velluda, con un vello castaño y muy enredado. Tomo sus bolas en mi boca. Saben a delicioso sudor. Gimo un poco de delectación. Su verga está dura y presiona contra mi cara. No es tan larga como la de Julio pero es más gruesa y no está circuncidado. Deseo chuparla con tantas ganas… No soy gay… no puedo ser gay… pero quiero su verga… sé que la quiero pues estoy salivando por ella. Víctor me aparta…

“No, no es para ti. Aún no….” se rie Victor. Los dos Hombres se alejan, dejándome en cuclillas, cubierto de sudor y saliva, deseando desesperadamente probar verga por primera vez...


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