Abducido 4.0 Tercer Veredicto
El Juicio ha terminado, con resultado poco favorable. Ahora, un nuevo sumiso está por nacer...
... La oscuridad termina de golpe y me encuentro de nuevo en el hospital. Un hombre me da palmadas ligeras en la cara, como para despertarme. Es mayor que yo, cuarentón. Viste una bata de médico y un estetoscopio. Tiene un aire de autoridad que yo encuentro bastante reconfortante.
“Buenas tardes. Soy el doctor Reyes”
Al fin, pienso, voy a averiguar lo que está pasando. Trato de hablar para presentarme pero no puedo. Sigo estando mudo
“Relájese, no se preocupe” informa el médico “Se desmayó y todo parece indicar que sufrió algún incidente cerebrovascular. Eso pudo haber dañado su capacidad verbal. No puedo asegurarle nada aún pero le prometo que haré lo posible para que usted se recupere”
Me tiende una pluma y una libreta.
“Use esto por ahora. Necesito hacerle algunas preguntas” Levanta mi expediente y lo lee. “Dice acá que se desmayó en un supermercado. ¿Correcto?” Yo asiento “Y que luego se puso muy agitado con los paramédicos y echó a correr”
Yo escribo mi respuesta y se la muestro: “Ellos intentaban… no sé… estaban actuando extraño. Uno de ellos me miró de forma sospechosa”
“Ya veo. Se sintió amenazado por ellos” escribe algo. “Y veo que usted menciona recurrentemente que huele ahumo, ¿correcto?”
“Si”, escribo “lo sigo oliendo todo el tiempo. Incluso ahora”
“OK. Y la enfermera colocó una nota de que usted tuvo un comportamiento inapropiado… ¿Sabe a qué se refiere?”
Me pongo rojo pero escribo: “La enfermera intentó seducirme”
“¿Intentó seducirlo? ¿Cómo es eso?” pregunta el médico
“Puso su mano en mi entrepierna y me tocó” escribí ruborizado
“Entiendo” dice y cierra el expediente . “Esto es bastante serio. Por lo que me cuenta y por los resultados de sus pruebas, usted está presentando un grave caso de paranoia con alucinaciones. Me temo que tendremos que internarlo. ¿Está de acuerdo?” Me ve con mirada inquisitiva.
Iba a contestar pero el olor a humo es demasiado intenso. Miro intensamente ami alrededor, ¿porqué nadie se da cuenta que algo se quema?. Lo escribo en la libreta.
“Nada se quema. Usted mismo puede verlo. Si hubiera humo, lo podría ver, ¿no lo cree?”
Yo agito la cabeza… estoy sintiendome mal de nuevo… el doctor me mira con tranquilidad y con aplomo… sus palabras me hacen dudar… ¿que es real… el humo? ¿el hospital? ¿el supermercado?... mi nariz pica por causa del intenso olor pero no veo nada en el aire...
“Le repito nuevamente… ¿en qué debe creer? Usted está confundido y no sabe qué creer. Yo soy el que está al mando aqui. Por última vez… ¿confía en mí? ¿acepta mi autoridad médica?
Yo quisiera hacer preguntas. Sigo demasiado confundido. Pero él es el médico, pienso. Seguro que sabe lo que hace. Así que asiento con la cabeza obedientemente.
“Buen chico” dice, dándome una sonrisa… bueno… una sonrisa condescendiente. De alguna forma esa sonrisa y el tono de su voz me recuerdan a la forma que lo haría una persona con un perro que acaba de obedecer la orden de “siéntate”.
“Creo que hemos terminado aqui” anuncia el médico. Y luego, una voz completamente diferente, profunda y severa, resuena en el hospital. “El Juicio ha terminado”
Mi corazón se acelera al escuchar la voz. Volteo a la derecha, veo la pared de la habitación de hospital, volteo al otro… veo al médico, mirándome con malicia, luego veo a la derecha nuevamente pero ya no hay hospital, hay un alto brasero que lanza un intenso fuego, miro a la izquierda y ya no está el médico, ni hospital, hay otro brasero, pero este apenas tiene una pequeña llama. Sin embargo, el fuego a mi espalda alumbra en esa dirección a un grupo de hombres desnudos y arrodillados. Del mismo modo que estoy yo, desnudo y arrodillado sobre un suelo de piedra negra y fría. El humo del brasero me rodea y me hace toser...es demasiado fuerte. Empiezo a lloriquear por el ardor en mis ojos. Los froto. Vuelvo a toser… estornudo….aun alcanzo a abrir los ojos y veo que el humo procede, no del brasero derecho, sino del izquierdo, el que tiene el fuego más pequeño. Como cuando una hoguera esta a punto de apagarse… humea más fuerte…. El fuego se hace más pequeño y se extingue…
...y todo termina como por encanto. El brasero derecho brilla intensamente y el izquierdo se ha apagado totalmente. No hay humo ni su olor. Apenas un olor a humedad… a musgo, a sudor…
Miro la gruta a mi alrededor. La luz del único brasero que permanece encendido es tan grande que ya me permite ver al grupo de hombres de la izquierda. Apenas serían 10 o 12. Todos ellos visten con diversos tipos de ropas. Chalecos, gabardinas, pantalones. Diversos estilos pero todas las ropas son oscuras o negras y parecen estar hechas de pieles. Todos ellos están de pie y me miran con intensidad. En frente de ellos, mucho más cerca de mí, están 4 individuos, que reconozco: Victor y Julio, los paramédicos. Marco, el enfermero y el doctor Reyes. Están vestidos con sus ropas de trabajo, como si aun estuvieran en el hospital. No hay ni signos de la enfermera. La voz repite:
“El Juicio ha terminado. Un Hombre examina su situación, el desarrollo de los acontecimientos, para tratar de obtener ventaja. Sobrevive, resiste y triunfa con su ingenio. Una criatura débil carece de esta habilidad y es engañada con facilidad y por tanto, es fácilmente manipulado”
Aparecen las imagenes en el aire. A estas alturas ya estoy habituado a ellas. Incluso ahora las veo como lo que fueron desde el inicio: Las “evidencias” del Juicio. Ahi estoy yo en cama, confundido pero aceptando sin dudar las palabras del médico, dócilmente.
“Esta criatura aceptó las ilusiones del Juicio sin dudar. Inmediatamente decidió que el escenario del Juicio era real y que esto…” señala con dramatismo la gruta donde estábamos. “... que esto era sólo una alucinación. Esta criatura carece de astucia y de ingenio”
Tengo miedo. Me digo a mi mismo que esa caverna es sólo una alucinación. Que nada de eso es real ni puede lastimarme… pero dudo. El aire estancado… la luz… los dos grupos de hombres… todo parece tan real… Y mientras veo las imágenes… me parece que el hospital, el supermercado es como un sueño. El Tribunal continua con voz triste, luego de una pausa.
“Esta criatura se autoengaña creyéndose inteligente. Pero, ¿cómo podría alguien inteligente ser tán fácilmente engañado?... SIn embargo, hay que pensar que, de muchas formas, esto no es su culpa. Esta criatura fue engañada por aquellos que no entendían su verdadera naturaleza. Le hicieron creer que, por ser biológicamente macho, es un Hombre. Pero un Hombre es más que su sexo e incluso este ser ha probado que ni su sexo tiene el nivel de un Hombre…. Deberíamos tener compasión y liberar a este pobre ser de las mentiras que se le han enseñado, las malas lecciones de toda una vida errada. Pues una memoria llena de mentiras es una memoria digna de conmiseración… ahh… pero la memoria es frágil…”
El Tribunal levanta un brazo y de entre su manga emerge un objeto de madera y metal que toma forma a la luz del fuego: Es un reloj de arena. Lo veo… la arena no cae… flota en pequeños remolinos. Si enfoco la vista, me parece ver que al flotar, genera pequeñas imágenes en si interior. No veo muchos detalles pero en algunas de ellas me reconozco a mí mismo… La túnica envuelve el reloj y lo comprime… aparece una grieta grande que rápidamente se ramifica en grietas más pequeñas… el reloj se rompe súbitamente y se dispersa en mil pedazos. Incluso el vidrio y la madera se pulverizan, fundiéndose en una única nube con la arena… Sin embargo, esta arena no cae, flota y se dirige en mil remolinos hacia el brasero de fuego blanco, donde se consume hasta la última partícula. Siento un nudo en el estómago, un vacío sobre mi alma.
“¿Cuál es tu nombre” pregunta el Tribunal. Nada viene a mi mente… ningun nombre. ¿Porqué no puedo recordar mi propio nombre? No es que lo haya olvidado, es como si jamás lo hubiera sabido… “¿Donde naciste” debería saber eso, algo tan fácil… pero no.
Me llevo las manos a la cabeza y la agito. La primera cosa que recuerdo, lo más antiguo… es haber sido llevado a esa gruta después del Juicio. Recuerdo las pruebas, recuerdo haber estado en un supermercado, en un hospital… sé lo que son esos lugares, al igual que tengo el conocimiento de números, de conceptos, pero no sé donde los aprendí. También sé que nunca he estado en un supermercado u hospital antes de ese día… Es como si tuviera el conocimiento pero ajeno. Todo lo que se refiere a mi, mis recuerdos personales, se han ido… devorados por el fuego.
“¿Quienes son tus padres?” pregunta la voz.
Oh… no… por favor, no… eso no. No puedo recordar a mis padres. A mi familia. A mis amigos… mi infancia, mi juventud… No recuerdo nada… Empiezo a llorar, a gimotear con ese susurro de voz que más parece de un animal herido que de persona… Quisiera suplicar… que no se lleven mi memoria, que no me la quiten… pero ya no puedo emitir palabras, pues mi voz también ha sido arrebatada, junto con mis ropas, mi cabello y mi capacidad sexual como hombre.
Mi cuerpo tiembla. Me siento débil. Coloco las manos en el suelo y mis lágrimas caen. Me derrumbo y giro mi cuerpo, como un bebé. Quisiera gritar, quisiera que alguien me consolara. Todos los Hombres me miran pero nadie hace nada. No sé cuanto tiempo permanezco en esa postura pero finalmente dejo de llorar. Aunque quisiera seguir llorando infinitamente. Mi cuerpo deja de temblar también. Sólo queda mi corazón vacío. Me siento entumecido. Respiro quedamente.
Sólo entonces los guardas se colocan a mi lado y me levantan para colocarme nuevamente de rodillas… Frente a mi, el Tribunal agita su cabeza ligeramente agachado, con tristeza por la patética escena que acabo de hacer…
El fuego blanco brillaba… a mi izquierda los Hombres me miraban con autoridad… a mi derecha los seres desnudos y sometidos… el olor que ya no era de humo… ese olor húmedo, salado, como de sudor… ese olor se hacía cada vez más evidente. Olía, respiraba y olía… era un olor acre… y extremadamente sensual…
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