Abducido 2.0 Primer veredicto
El chico secuestrado es sometido a una prueba de valor para determinar si es digno de ser libre o permanecer sometido
Los paramédicos me colocaron dentro de la ambulancia y cerraron las puertas. El interior estaba extremadamente oscuro y cada vez parecía ponerse aún más negro… el extraño ruido que al principio pensé que sería el motor, ahora era más fuerte, más cercano…
Cuando menos me di cuenta, ya no estaba tendido en la cabina. Estaba de rodillas sobre un suelo pulido de piedra negra. Mis manos estaban libres. Frente a mí se encontraba la figura encapuchada y a mi retaguardia, los guardias con túnicas grises. A ambos lados estaban los braseros con ese fuego blanco que no calentaba, si bien ahora parecían brillar con mayor intensidad.
“Las primeras dos cualidades de un Hombre son el Valor y la Decisión” resonó la voz profunda y severa del Tribunal. Un Hombre será valiente ante la amenaza o el peligro, incluso cuando las condiciones estén en su contra. El Hombre tendrá miedo pero sabrá controlarlo. El débil, en cambio, se acobardará y huirá. Es víctima de su miedo, no su dueño”
A un costado del Tribunal surgieron figuras en el aire. Pude ver el supermercado. Me vi a mi mismo arrodillado con los paramédicos junto a mí. Vi mi expresión, que reflejaba miedo y confusión. Incluso al verme me volví a sentir atemorizado. ¿Cómo era posible que se desplegaran esas proyecciones? ¿Era una ilusión?
“Este ente estaba confundido y esa confusión se volvió miedo. Frente a esta situación incierta, careció de Valor y Aplomo” el hombre encapuchado hace una pausa, antes de alargar su brazo, envuelto en su túnica negra. Entrega algo a uno de los guardias. Es un cuchillo. “Las prendas son para los Hombres, no para los débiles sin Valor. Remuevan las prendas de este ser, pues es desnudo cómo debe de vivir”
Los dos guardias se vuelven rápidamente hacia mi. Uno de ellos me atrapa, me da vuelta y me tumba boca arriba en el suelo. Me sujeta de los hombros. La agilidad y la fuerza me sorprenden. De inmediato, el otro guardia se arrodilla frente a mi, empuñando el cuchillo. Mi corazón se acelera y se paraliza cuando le veo levantar la mano. La hoja metálica brilla con un extraño fulgor púrpura. Veo el brazo bajar a toda velocidad contra mi vientre y contraigo el cuerpo, anticipando el dolor… La hoja entra… pero no me hiere. Esta dentro de mi, pero no lo está. Ha hecho un corte en mi camisa pero mi carne permanece intacta. El guardia hace un corte en diagonal, saca el cuchillo y luego otro corte, formando una X en mi pecho. Al sacar el cuchillo, algo pasa. Observo asustado cómo la tela de mi camisa parece agitarse. Se deshace súbitamente, como si fuera humo, desaparece dejando mi torso musculado al desnudo. Del mismo modo, el guardia hace dos cortes en cada una de mis piernas y dos estocadas en ambos pies. Mis zapatos y calcetines, mis jeans desaparecen del mismo modo. Solo me queda mi boxer. El guardia agarra el cuchillo con ambas manos y da una estocada final hacia mi ingle. El boxer se esfuma… toda mi ropa ha desaparecido sin dejar rastro. El guardia que me sujetaba me levanta y me hace arrodillarme. De alguna parte, no vi de donde, el guardia que me apuñaló ahora sostiene una manta. Me la coloca en los hombros. Tras un momento, apenas dos segundos, la manta se agita y se esfuma como hace unos instantes mi ropa. Los dos guardias asienten aprobatoriamente. Mi cuerpo ha quedado totalmente desnudo en el frio suelo
“Un Hombre controla sus emociones y su Decisión va de la mano con su Valor” dictamina el Tribunal. Yo me vuelvo a verlo. “Un Hombre puede sentir miedo, incertidumbre, pero esas emociones no lo controlan. Si una criatura es incapaz de controlarlas, se vuelve esclavo de ellas”
La proyección reaparece. En este momento puedo ver cuando hui de Victor y de Julio. Mi cara de miedo mientras tropezaba con la gente me pareció lamentable
“Al estar en una situación de amenaza, esta criatura escapó indignamente” continua el Tribunal “Desesperada e indignamente. Esta acción no es la de un Hombre. El cabello y el vello corporal son signos de Decisión, de Masculinidad, de Madurez. Una criatura que carece de estas cualidades debe ser lampiño como un niño para distinguirse de los verdaderos Hombres”.
A mis espaldas, los guardias se retiraron unos pasos, esperando algo que estaba por suceder. A mis flancos, los dos braseros comenzaron a crepitar súbitamente. Volteé a mirarlos y pude observar cómo el fuego blanco se avivaba fuertemente en una alta llamarada que se partía en mil chispas que explotaron por el aire. Sin embargo, en lugar de caer o extinguirse, las chispas parecieron fluir como si fueran partículas de humo, girando y flotando… hacia mi. Las chispas me envolvieron y en un instante cambiaron su dirección, yendo todas de golpe hacia mi cuerpo. Las chispas se encendieron aún más y por primera vez sentí calor. Un calor que me quemaba la piel desnuda, intolerable e insoportable… Grité de dolor.
Después de instantes que parecieron eternos, los guardias me arrojaron sendas cubetas de agua. Agua helada que cayó sobre mi cabeza. El súbito enfriamiento hizo que me quedara sin aliento. Respiré una bocanada con desesperación. Sentí un instante de alivio después de la quemazón anterior pero fue breve pues a continuación comencé a sentir una comezón incontrolable, como de insectos diminutos sobre mi piel. Mis manos, mis brazos, el pecho, las piernas. Todo me escocía… Algo cayó frente a mi, ante mis rodillas. Lo observé por un momento hasta darme cuenta lo que era: Era un mechón de cabello, caído de mi cabeza. Luego otro y otro. Agarré mi cabeza como para tratar de detenerlo, para mantenerlo en su lugar pero solo conseguí sentir pedazos pelados cada vez más grandes mientras el cabello se caía inevitablemente. Además no sólo era la cabeza. El vello de mi pecho, de mis brazos, piernas y mi vello púbico también parecían desprenderse como si fueran ceniza. La picazón continuaba por doquier. El cabello y vello se acumulaban a mi alrededor. Finalmente el picor se detuvo. Pasé mis manos sobre mi cabeza, mi rostro, mi cuerpo. Estaba completamente lampiño. No me quedaba vello en ninguna parte del cuerpo. No tenía ni siquiera cejas. Sin embargo, mi piel estaba intacta, sin quemaduras ni cicatrices. Definitivamente estaba soñando, era una alucinación, pensé.
“Que continue el Juicio” escuché.
La visión de la gruta a mi alrededor pareció agitarse y el piso a mis pies perdió firmeza, como en un terremoto. Arrodillado como estaba, caí de bruces. Para contrarrestar el movimiento, me giré, poniéndome boca arriba. Arriba de mí, no veía el techo de la caverna. Intenté moverme nuevamente, solo para descubrir que estaba inmóvil. Mis brazos estaban colocados a mis flancos y no podía moverlos… ¿que estaba pasando?
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