Abducido 1.0 El Juicio

Un chico es atrapado por un hombre extraño y sometido a una extraña prueba que definirá su destino sexual y su futuro como hombre

No puedo moverme. Mis manos y piernas están inmovilizadas. Mejor dicho, atadas. Lucho, tratando de romper las ligaduras pero son fuertes. Las manos están atadas a mi espalda y las piernas atadas mutuamente.

Algo me golpea en el trasero. Una fuerte nalgada. Una callada pero evidente advertencia como si fuera un niño malcriado. Dejo de luchar

Necesito entender qué está pasando. De pronto me pongo en movimiento. Alguien me lleva en brazos, dos personas por lo menos. Uno me lleva de los tobillos y otro de los hombros.

¿Que demonios pasa? La última cosa que recuerdo es que estaba en un supermercado. Le sonreía a una morena tetona que hacía sus compras. La había visto en el vecindario varias veces y se me antojaban sus curvas. Incluso de cuando en cuando habíamos intercambiado miradas. Recuerdo que ese día al verla, había decidido acercarme a ella y hablarle…

...quizá habia algo más. O mejor dicho, alguien más. Recuerdo a un hombre cuyo aspecto era… inadecuado. Tenía cabello largo y barba. Usaba ropas viejas, anticuadas. Recuerdo haberlo visto en varios pasillos. Aqui y allá. Nunca demasiado cerca pero al acecho. Me estaba incomodando su presencia e incluso pensé en reportarlo al personal de la tienda. Pero en eso vi a la morena y mi atención se centró en ella. Caminé, quizá dos o tres pasos hacia ella… y luego nada. No recuerdo nada después de ese punto. Seguramente ese hombre extraño había hecho algo. Tenía que ser él. Por más que la tienda estuviera llena de gente… ¿acaso nadie se había dado cuenta?

Me sentía mareado y tenía dolor de cabeza. Abrí mis ojos pero no veía nada. Algo cubría mi cabeza. Era una especie de bolsa de tela gruesa, atada alrededor de mi cuello. El aire al interior era pesado. Un leve recuerdo o mejor dicho una sensación me llega. Recuerdo vagamente tener la sensación de estar cayendo al vacío… o eso parecía… pero no tenía sentido. Me siento asustado, lo reconozco. Estoy sudando tanto que mi camisa se pega a mi piel, a pesar de que no hace calor.

Quien sea que me esté cargando, se detiene. Comienzan a bajarme pero me sueltan antes de llegar al suelo, como si fuera un saco. Golpeo contra el suelo. Un leve gemido se me escapa al sentir el impacto en mis costillas. Siento el frío pavimento. Un piso de piedra o mármol. Duro y frío. El aire es frío también. Escucho mi alrededor, tratando de rescatar alguna pista de lo que pasa. Se escucha un sonido como de pisar hojas secas. Luego oigo pisadas, numerosas. Es un grupo de gente. Nadie habla. Me gustaría gritarles pero no me atrevo.

De súbito siento que se afloja la soga en mi cuello y jalan la bolsa sobre mi cabeza. Tomo grandes bocanadas de aire fresco, aliviado de poder respirar con mayor facilidad. Sin embargo, un olor acre invade mis pulmones y toso. Es humo. Toso nuevamente. Mis ojos demoran en acostumbrarse a la luz. Mis manos y piernas aún están atadas pero ahora puedo ver a mi alrededor. Con suerte, podré saber donde estoy y cómo salir de ahi.

Estoy en un amplio cuarto. A ambos lados de mi, sostenidos por columnas de la altura de un hombre, hay braseros donde arde un fuego blanco. Es ese fuego el que produce el sonido, ese crepitar. A pesar de estar tan cerca, no siento calor. El suelo donde yazgo es de piedra negra, extremadamente pulida y lisa. El alto techo parece ser del mismo material. No puedo distinguir claramente los muros, ocultos entre las sombras. No hay ventanas ni otras fuentes de luz… Se siente encierro, como en una gruta…

En frente de mi hay una mesa de la misma piedra negra. O más bien un estrado. Giro con dificultad mi cabeza  hacia atrás y me encuentro al hombre de supermercado, observandome con una mirada burlona. Ahora viste diferente. Una especie de chaleco, gabardina y pantalones, todo hecho de piel marrón. Ropas extrañas pero de alguna manera le sientan mejor que lo que tenía en la tienda.

Hay otros dos hombres, uno cerca de mis pies y otro en mi cabeza. Visten túnicas grises sin mangas. Sus brazos están tatuados por completo. No me prestan atención, parecen estar con la mirada fija en un punto más allá.

Aún más atrás, semiocultos en la penumbra, puedo ver a dos grupos de personas. Quiza unas 30 o 40 a la derecha y un grupo más pequeño a la izquierda. No puedo distinguir más detalles por ahora, sólo sé que ahi están.

El aire de la caverna tiene un olor penetrante a humedad, a encierro, pero es una humedad distinta… como sudor. No encuentro cómo describirlo. El fuego blanco en los braseros despide ese humo acre y quemante. Cuando lo aspiro, quema mi garganta y me escuece. Odio ese humo.

De pronto capto un movimiento al frente… apenas un guiño. Vuelvo la vista al frente, al estrado. Ahora hay una figura a unos metros de mi. No tengo idea de donde apareció, pues no estaba ahi hace unos segundos.

El hombre está cubierto por entero en una túnica negra encapuchada. La túnica cae en grandes vuelos al piso, ocultando sus pies. Las largas mangas cubren sus brazos y manos. Incluso la capucha cubre su rostro, oculto en la sombra

La llegada de la figura causa cierta conmoción en el público a mis espaldas. No hay palabras pero se sienten movimientos. Yo me conmociono porque aun no entiendo cómo apareció de la nada. Me despierta un sentimiento innatural de miedo.

“Bienvenido, Cazador” resuena una voz grave y profunda, dirigiéndose al hombre extraño. Su tono me provoca un escalofrío, me despierta temor.

“Su Alteza” responde el hombre barbado con una reverencia

“¿Que botín nos traes esta vez?” pregunta la voz

El hombre del supermercado, el Cazador, como le llaman, coloca su bota sobre mi cadera.

“Traigo a este ser del mundo ordinario. Lo he seguido desde hace tiempo y lo he traído para presentarlo al Juicio”

¿A qué se refiere con el mundo ordinario? ¿Porque me llama “ser”?

“Excelente. Liberen al ente de sus ataduras. Será Juzgado”

“Qué esta pasando?” finalmente me animo a gritar. “¿Porque me retienen aqui? ¿Es esto una secta? Ya me estarán buscando, bastardos, déjenme ir”

El Cazador me patea en la espalda con suficiente fuerza para hacerme callar.

“Silencio. Están ante el Tribunal. Mantente callado en presencia de tus Superiores” me increpa.

“Tranquilo, Cazador” interviene la figura oscura. “Este ente no conoce aún nuestras leyes. Desátalo para iniciar el Juicio”

El Cazador saca un cuchillo de su cinturón y se arrodilla ante mi. No me dirige la palabra pero su mirada me dice que no dudará en pincharme si intento escapar. Le creo. Corta ágilmente las cuerdas de mis pies y manos.

“Se te dará la recompensa acostumbrada, Cazador. Puedes retirarte. Los guardas se harán cargo desde ahora” se refiere sin duda a los dos hombres que me flanquean, quienes sin embargo siguen como ajenos a todo lo que sucede.

El Cazador hace una reverencia. Me dirige una última mirada de desprecio y camina hacia atrás, hasta perderse en las sombras.

Por mi parte, me incorporo parcialmente, froto mis muñecas. Trato de recomponerme para estar listo para lo que pueda venir. Intento levantarme pero uno de los guardias pone una mano en mi hombro. Me detengo y quedo arrodillado sobre el piso de piedra.

Hay un momento de silencio, casi parece que todo se congeló. Los braseros comienzan a humear con mayor abundancia. El encapuchado me habla

“El Cazador me ha llamado Tribunal. He tenido muchos nombres pero ese es tan bueno como cualquier otro. Tú has sido presentado ante mi y serás juzgado conforme a nuestra Ley. El Juicio revelará la verdad que escondes y que incluso tú desconoces. Y esa verdad determinará tu destino. ¿Lo has entendido?”

El humo se ha incrementado tanto que cuando intento responder comienzo a toser. La voz repite con tono autoritario si he comprendido. Con dificultad, contesto.

“Si, creo que lo entiendo”

“Si es asi, que el Juicio comience”

El humo ya es muy denso, ahora no solo me pica la nariz y la garganta, me pican también los ojos y me empiezo a sentir mareado. Mis ojos se cierran y de pronto parece que la luz se desvanece. Mi corazón se acelera y súbitamente siento como si el suelo perdiera fuerza. Trato de incorporarme pero ya no hay nada debajo de mis pies. Agito los brazos para tratar de agarrarme de algo y no caer pero solo hay vacío…

… de pronto vuelvo a respirar

“Señor, ¿se encuentra usted bien?” me dice un hombre junto a mi. ¿De donde vino? Usa una camisa y pantalones blancos. Tiene una etiqueta con su nombre… es un paramédico

Observo a mi alrededor. Estoy en el suelo. Hay estantes y repisas con fruta, mercancías,. Un pequeño grupo de gente me rodea. Alguno incluso me toman fotos con el celular. A unos metros, la chica morena que había visto me mira con lástima. Me pongo rojo de vergüenza.

El paramédico se dirige al grupo.

“Por favor, señores, retirense, denle espacio. Nosotros nos haremos cargo” el grupo se dispersa

“Buenos dias, caballero. Yo soy Victor” dice el paramédico y me sonrie afablemente. Toma mi pulso. Tiene un acento ligeramente extranjero. Quiza tenga unos 28 o 29 años. Es de complexión sólida y su uniforme parece quedarle algo entallado por los músculos que esconde. Sus biceps se abultan cuando los mueve Claramente entrena. Es imponente, con ese cabello rubio y ojos azules. “Este es mi compañero, Julio”

Miro al otro lado y veo a un segundo paramédico. Es un hombre negro, más grande y robusto aún que Victor. De músculos sólidos. Cabello muy corto. Si Victor impone, cualquiera se sentiría un debilucho frente a este sujeto. Incluso yo, que me la paso en el gimnasio, no seria rival para ninguno de ellos.

De pronto viene a mi mente el recuerdo de la gruta. ¿Que pasó ahi? ¿Fue un sueño? Por un momento me parece oler un aroma a quemado, a  humo. ¿Es un cigarro? Lo que sea, es un aroma que quema y me irrita la garganta.

“¿Que me pasó?” pregunto

“Parece ser que se desmayó y la tienda nos llamó” contesta Victor “Usted estuvo inconsciente casi 15 minutos”

Trato de levantarme pero Julio me detiene sin ningún esfuerzo.

“Tranquilo, señor, relájese. Permitanos revisar que todo esté en orden, por favor”

Asiento y me recargo contra uno de los estantes. Tiene razón, es mejor no apresurarse. Aun me siento mareado. Los paramédicos me inspeccionan. Luz en los ojos, preguntas estúpidas, etc. Me toman la presión

“Bueno. Parece estar bien pero para estar seguros, lo llevaremos al hospital para inspeccionarlo a fondo” dice Julio

Giro la cabeza para verlo. Su mirada es torva… maliciosa. De inmediato cambia y pone una sonrisa amigable. Algo está mal. Algo está muy mal y lo sé. De pronto sólo quiero irme de ahi.

“No creo que sea necesario… ya me siento bien y no quiero causarles molestias”

“No son molestias, caballero. Déjenos traer la camilla para usted” dice Victor con una voz ligerísimamente autoritaria.

“No, estoy bien” digo mientras me pongo de pie, tambaleante.”Ya me voy”

“Eso es en contra del protocolo, señor. Necesitamos que suba a la camilla” replica Victor, ahora con mayor rigidez. Me sobresalta. ¿Porqué la insistencia? ¿O acaso es que realmente no estoy bien?

Los dos paramédicos se incorporan. Son más altos que yo. A pesar de tener buena condición, de entrenar en el gimnasio 5 dias a la semana, al verlos sé que no soy rival para uno de ellos, mucho menos para ambos. No se aproximan… parecen expectantes…

Echo a correr, tan rápido como puedo hacia la salida.

La gente de la tienda me mira, nuevamente atraídos. Seguro diran cosas de mí más tarde pero no me importa. Golpeo a varios en mi huida. Detrás de mi oigo a los parampedicos perseguirme. Ya casi alcanzo la puerta. Si puedo salir, podré perderme o esconderme. Casi. Un poco más…

Siento un peso empujarme detras de mi. Victor me taclea y caigo al suelo.

“Suéltenme, no pueden hacerme eso. ¿Qué clase de paramedicos derriban a un paciente?

“Guarde la calma, señor” Julio se aproxima. Tiene algo en la mano. Siento un pinchazo en el brazo y un líquido frío invadirme. Retira la jeringa.

En pocos segundos me siento débil. Mi cuerpo se relaja. Victor se me quita de encima. Quiero levantarme y huir pero mi cuerpo es tan pesado. Traen la camilla y me suben en ella. Me sujetan con las correas. La multitud me observa mientras sacan la camilla de la tienda. Me meten en la ambulancia y cierran las puertas. Es raro que esté tan oscuro adentro. Las ventanillas apenas y dejan entrar luz. Escucho un ruido. Primero pienso que sería el motor arrancando pero no… es mas débil… como un fuego crepitando. Huelo un intenso olor a humo…


Esta nueva historia no es mía… la tomé de un sitio de relatos en inglés. Primero pienso traducirla. Si les gusta, después seguiré desarrollándola, pues el original tiene final abierto

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