ABC Serrano
Relato corto dedicado para aquellos que no tengais demasiado tiempo en leernos los grandes.
ABC SERRANO
Corría el año 1992. Yo estaba terminando la carrera de Arquitectura. Un buen día teníamos una visita a la Torre Picasso, en el complejo de AZCA. Por causas que no nos las hicieron saber, la visita fue suspendida, así que en vez de irme a clase como los demás chicos, decidí darme un paseo por el centro de Madrid. Enfilé la calle de Raimundo Fernández Villaverde hasta llegar a Nuevos Ministerios, torcí a la derecha y emprendí el viaje por el famoso Paseo de la Castellana. Pasé por varias plazas, hasta que di con la de Emilio Castelar, miré hacia el infinito y pude divisar el paso elevado de Rubén Darío en cuyos pilares se exhibe el museo al aire libre de arte. Me acerqué, vacilando a un par de chicos que estaban montando en monopatín, a ver las esculturas.
Como tenía hambre y cerca estaba el Centro Comercial ABC Serrano, entré y me senté en su patio en donde hay una terraza. Me pedí una baguette de lomo con queso y una caña. Al terminar, pedí la cuenta, y pregunté por los servicios pues me meaba como un cabrón. Bajé al parking como me indicaron y enseguida encontré los servicios. Me dispuse a mear, pero mientras mi polla soltaba ese líquido amarillento, tan preciado por algunos de nosotros, vi que un modesto hombre, de unos 35 años, con traje y corbata se ponía a mi lado y me enseñaba su verga dura. Sólo con verla me empalmé.
El modesto hombre no debía medir más de 170cm, era corpulento y de muy buen ver, tenía unos ojos azules preciosos, y su piel era morena, se notaba que se daba buenas sesiones de rayos uva. Su polla no era muy grande pero muy venosa y con un glande enorme y muy rosadito.
Yo empecé a tocarme los cojones mientras que con la otra mano, me la iba pelando poco a poco, al mismo compás, el señor hacía lo mismo, de vez en cuando, se bajaba el prepucio hasta más no poder para mostrarme su rosado capullo.
En el servicio estábamos completamente solos a excepción de un chico, de la edad parecida al entrajetado que estaba en los lavabos mirándonos de reojo. Como los tres éramos gays, cogimos confianza e invitamos al chico del lavabo que se la meneara con nosotros. No tardando mucho, estábamos los tres con los pantalones bajados hasta las rodillas y meneando nuestras vergas. El chico del lavabo era blanco, alto, y con un buen rabo de unos 17cm. En un momento, el chico del capullo rosado, nos cogió las pollas al del lavabo y a mí y empezó a metérselas en la boca las dos juntas. Mientras tanto, el chico del lavabo se había ensalivado dos dedos y me estaba dilatando para proceder a la penetración. En esa posición estuvimos como dos o tres minutos. Mi culo pedía pollón y el chico del capullo rosado tenía hambre de una buena lechada así que cambiamos de táctica.
Yo me apoyé en la pared de azulejos blancos con las manos mientras le follaba la garganta al del capullo rosado y el chico del lavabo cogió jabón de manos para lubricarse la polla y me la empezó a meter a saco. No tardando mucho, noté como mi culo dejaba escapar restos de lefa del chico del lavabo, lo que me hizo enloquecer y correrme fuertemente en la boca del capullo rosado. Éste no dejo de comérmela hasta que no dejé de escupir lefa.
El chico de lavabo y yo nos pusimos de acuerdo y obligamos al rosado a ponerse de pie ante nosotros. El chico de lavabo se encargó de su falo, de succionarle lo mejor que podía. Yo mientras, daba mordisquitos en sus cojones y sus nalgas hasta terminar metiéndole mi mojada lengua en su culo y follarle. Al cabo del rato, le saqué la lengua y metí mi polla erecta. Eso es lo que puso la guinda al pastel pues al notar como mi rabo se introducía en sus entrañas, el capullo rosado empezó a soltar semen hasta llenar la boca del chico del lavabo.
Una vez terminada la faena, nos pusimos de pie, nos vestimos y nos despedimos con un fuerte apretón de manos.