Abanico multicolor (2)

La historia va de invidentes, un riñón y una pérdida de memoria, tras un accidente. Relato en 16 trozos.

ABANICO MULTICOLOR

(2-16)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

Estuve fuera el tiempo que duró el baño de mamá. La comida ya la estaban trayendo y colocándola en el pasillo para repartirla. La enfermera con quien hablé sobre la donación, vino hacia mí.

. - Salvador, guapo, vas a tener suerte o no, según se mire. Tienes que hacerte unas pruebas para ver tu compatibilidad con Maribel. ¿Aún sigues queriendo hacerlo?

. - claro.

. - después de que tu pupila y tu madre se tomen la comida, te vas a la segunda planta y preguntas por Rosy. Ella ya sabe del tema y te hará las pruebas necesarias.

. - de acuerdo, chata, ¿te ha crecido el culo o son imaginaciones mías?

. - vete a la mierda –dijo sonriendo, dándose la vuelta y meneando el culo descaradamente-.

Las lavanderas salieron con su carro de ropa sucia y se largaron. Entré a ver a mamá. Estaba despierta y húmedo su pelo. Saqué el peine y se lo pasé por detrás, luego se lo di para que se peinara como le gustaba a ella.

. - guarda el camisón para que luego te lo lleves a casa y lo laven con los demás.

El camisón estaba enganchado en el mango de nuestro armario. Lo metí en una bolsa y a su vez en mi bolsa. Así no se me olvidaría.

. - estás guapísima, mamá. Pareces una reina salida del mar.

. - hijo, que te conozco como si te hubiera parido. ¿Qué es lo que quieres?

. - no te puedo engañar, mamá. Mira, luego que comáis tú y Maribel, iré a hacerme las pruebas de compatibilidad. Así que te dejaré sola un rato, lo que dure dichas pruebas.

. - ve tranquilo. No me va a pasar nada. ¿Lo has pensado bien, hijo?

. - la verdad es que no quiero ni pensarlo. Ella lo necesita y yo se lo ofrezco, eso es todo.

. - como tú quieras, hijo. Papá estaría orgulloso de ti, aunque intentaría quitártelo de la cabeza primero, ya sabes cómo era. Pero al final te apoyaría como yo lo hago. Ven aquí y dale un beso a tu madre.

. - mamá, que ya no soy un niño y no me gusta dar besos.

. - ¿y se los das a tu nueva amiga?

. - por necesidad, mamá.

. - serás…, ven aquí y no te me escabullas.

Sonriendo me acerqué a mamá y me enganchó con un beso en todas las mejillas, apretándome con sus fuertes brazos de madre. Unas lágrimas afloraron a sus ojos.

. - no llores mamá, por favor, que me pones triste a mí.

. - no lo puedo evitar, hijo. ¿Y si le pasa algo a tu otro riñón?

. - pues encargaremos uno para mí. No te preocupes, nada pasará. Ahora déjame, que van a entrar la comida y me van a ver qué me besuqueas.

Con delicadeza me separé de mamá y le di un beso en la frente, para luego salir un segundo fuera para coger aire en los pulmones. Aún no habían empezado con la comida, debían estar ocupadas con otras cosas más importantes las chicas y chicos enfermeros, porque también hay chicos, menos, pero los hay, sobre todo uno medio gordito, algo amanerado, pero simpático como todos ellos.

Entré y me senté en la cama de Maribel.

. - creí que me habías abandonado y te habías largado con otra más guapa que yo.

. - es que mi madre es más guapa que tú, cien veces. Lo siento, son debilidades de madre e hijo.

. - no estoy celosa de tu madre, al contrario, estoy agradecida de que haya fabricado un salvador llamado Salvador y además es mi guardaespaldas, sobre todo en la ducha –dijo sonriendo-.

. - qué te gusta chinchar. La comida ya está en el pasillo. Luego me largo a hacerme las pruebas de paternidad.

. - ¿de paternidad dices?

. - no, de compatibilidad.

. - pues has dicho de paternidad, ¿no me habrás puesto los cuernos antes de ser mi novio?

. - te estás contradiciendo. No te puedo poner los cuernos antes de conocernos, porque eso es imposible y te sigo diciendo que no somos nada, solo empleado y jefa, métetelo en esa cabeza de chorlito que tienes por melón.

. - tu tranquilo, ya te convenceré yo con mis armas de mujer –dijo levantando la manta un poco, por un lado-.

. - serás pendón verbenero. Te voy a denunciar por abuso de jefa hacia empleado.

. - ¿y qué les vas a decir?

. - que me quieres meter mano en todo momento y lugar.

. - pero si es una mentira de las gordas. Yo solo insinúo.

. - enseñarme las tetas cada dos por tres no es insinuar, sino enseñar, lisa y llanamente. Te puedo sacar por lo menos 20.000 euros del ala. Así terminaré mis estudios sin tener que pedir becas.

. - esos 20.000 te los puedo prestar yo sin problemas. Tengo un fondo que ya tiene más de un millón y eso solo de asignaciones mensuales que no he tocado. Tengo más que heredaré cuando cumpla los 21. Si no recuerdo mal serán unos…

. - no me lo digas, ya me estoy mareando con el millón ese. Cabrones ricos.

. - pura envidia. Seguro que, si los tuvieras, no los ibas a tirar.

. - tirar no, no soy un gilipollas, pero haría cosas bonitas.

. - ¿por ejemplo?

. - ¿por ejemplo?, pues te diré, en la habitación de al lado hay una señora que van a quitarle la casa por no pagar la hipoteca. Solo cobra una pensión de mierda. Por ejemplo, más allá hay una chica de veinte años que juega con una muñeca y su familia no puede atenderla como es debido por falta de medios. Por ejemplo, enfrente mismo de nosotros, hay un señor al que acaban de despedir de su trabajo y tiene una familia a la que alimentar. Le entró una ansiedad de caballo y casi se muere. ¿Quieres más ejemplos de lo que se puede hacer con dinero? Siempre lo haría anónimamente, no me gusta ser señalado por la calle, porque, además, se te pegarían los piojos que no lo necesitan tanto, pero que igualmente, te piden y te echan la llorona.

. - vaya perorata la tuya. Hasta pareces un santo y todo. Yo mi dinero lo quiero para mi vejez.

. - tú misma. Aquí llega la comida.

Pusieron las bandejas en su sitio a los dos pacientes. Mamá comía sola, yo miré lo que le traían a Maribel.

. - coño, esto sí que son privilegios. Seguro que esta comida no viene de las cocinas del hospital. ¿La has encargado a un restaurante cercano?

. - no exactamente. Los sirvientes de mi castillo, como tú dices, la hacen y la llevan a la cocina, luego me la entregan junto con el resto de comidas. Para que no cunda la envidia. Además, en casa saben el problema que tengo y la hacen con especificaciones de un experto nutricionista. Todo está hablado con el hospital. Ellos se ahorran una comida y yo como lo que me gusta, pero sin nada perjudicial para mi salud.

. - lo que es tener pasta gansa. Bueno, si yo fuera rico, hasta a lo mejor haría lo mismo. Siéntate y prepárate a comer.

. - gracias, esclavo –dijo ella riendo y sentándose en el borde de la cama-.

Maribel olió los alimentos y sonrió.

. - ¿dónde está el refresco?

. - no hay refresco, hay sopa de mariscos, sin mariscos. Un yogur, pan, servilletas, cucharas y un par de plátanos.

. - mierda, ya me han quitado el refresco de malvavisco que tanto me gusta.

. - ¿malvavisco?, ¿qué mierda es esa?

. - una delicatesen. Claro, no te la puedes pagar. A joderse toca por pobretón.

. - que te den. ¿Podrás comer sin ensuciar nada, ni a ti misma?

. - oye, que no nací ayer. Lo del vaso de leche fue porque estaba muy caliente, pero noto que la sopa no lo está tanto y podré tomármela sin problemas. Si me pones algún babero, me ahorro cambiarme si me cae una gota encima.

. - ¿un babero dices?, en la bandeja no hay nada más.

. - mira en los cajones y si no pide uno a las enfermeras.

. - creo que mamá debe de tener alguno.

Me llegué junto a mamá y busqué un babero en su mesa de noche. Lo encontré y le sonreí a mamá.

. - es para la ciega de Maribel. Es como una niña.

Mamá sonrió y siguió comiéndose su comida insípida como siempre.

Al llegar junto a Maribel, tenía una carita que no veas.

. - con que soy como una niña. Soy ciega, so memo. No niña de pecho.

. - como tú quieras, cegata.

. - tu ma…, eso.

. - te perdono porque eres tonta y ciega.

. - ¿y el babero del demonio?

. - ah, sí. Lo tengo aquí.

. - dámelo o pónmelo, pero no te quedes ahí como un pasmarote.

. - sí, mi reina. ¿Me puedo retirar, mi reina?

. - lárgate, esclavo.

. - gracias mi reina. Ahora me largo un rato. No rompas nada.

. - que te den.

. - hasta luego mamá –le grité desde allí a mi madre, luego salí al pasillo-.

Subí unas escaleras, no quise coger el ascensor, estaba más nervioso de lo que quería aparentar.

Busqué a la tal Rosy, la cual estaba ante unos papeles rellenándolos.

. - vaya ya estás aquí. Estaba rellenando tus papeles. Toma, completa los espacios que faltan y fírmalos.

. - oye, cuánto me va a costar esto de las pruebas y donar, si funciona.

. - nada. Todo va a cuenta de la Asociación Española de Donantes de Órganos nacional. Si encima que donan sus órganos, les cobráramos, no vendría nadie a donar.

. - mejor, porque no tengo un duro.

. - anda, rellena el formulario y luego acompáñame.

40 minutos después ya estaba bajando los escalones, más deprisa de lo que los había subido. Según llegué a la habitación de mamá y Maribel, me encontré que había llegado mi sustituta, mi hermana Sabrina, que estaba tan buena como aquella Sabrina media tonta del programa un, dos, tres … de Kiko Legrá. Mi hermana no era tonta, ni mucho menos. Me llevaba tres años y tenía un culo de órdago. Si no fuera mi hermana, le tiraba los tejos. Estaba hablando con Maribel.

. - ¿ya conoces a mi hermanita?, es una canija, que no levanta un palmo del suelo.

. - no le hagas caso. Salvador es muy chistoso y un poco cabrón.

. - ya lo he notado. Lo he tomado a mi cargo. Es mi cuidador personal, junto con tu madre.

. - este chico no es tonto. Lo que quiere es verte las tetas, seguro. No lo conozco yo bien...

. - hermanita, llegas tarde. Ya le he visto todo, todo.

. - no me lo puedo creer. ¿Cómo le has dejado, chica? Ahora no hay quien pueda con él.

. - fue un accidente en el baño, lo que paso fue que…

Maribel le explicó por encima el tortazo y resto de acontecimientos.

. - no debiste bañarte sola, al menos la primera vez.

. - ya he contratado a uno que me ayudará si lo necesito.

. - muy bien, así se hace.

. - sí, ¿verdad? pues es tu hermano Salvador.

. - ¿pero tú estás loca?, es como meter al zorro en el corral a cuidar de las gallinas.

. - ya me lo ha visto todo y no me importa.

. - Salvador, estarás contento –me dijo mi hermana-.

. - ella se empeñó, no yo. Pero si me paga por ello, mejor. Necesito la pasta para mis vicios.

. - ¿vicios?, ¿qué vicios tienes tú, aparte de las chicas?

. - haber si te crees que no salís caras las tías.

. - este hermano tuyo es un salido.

. - y tú lo metes en tu corral. Sois tal para cual. Mamá, ¿tú has visto semejante cara la de Salvador?

. - déjalo, son jóvenes y tienen derecho a divertirse.

. - pero éste la deja preñada como se despiste un poco.

. - oye, hermanita, no te pases. Que hay condones –reí con ganas-.

. - sí, tu ríete. Maribel, aléjate de este manirroto.

. - ya es tarde, me he enamorado de él, aunque él todavía no de mí –dijo tan tranquila-.

. - mira que eres tonta, chica. Con la de chicos guapos y decentes que hay por ahí...

. - ¿tú la oyes, mamá? Sabrina dice que no soy decente. Dile algo o la mando a tomar por… ahí.

. - no discutáis. Siempre igual con vosotros dos. Suerte que os queréis, que si no os sacáis los ojos.

. - Sabrina, guapa, haz caso a mamá y dame un beso para enterrar el hacha de guerra.

. - bueno, pero se bueno con Maribel o te casco. Sabes que te puedo.

. - no me lo recuerdes.

Nos abrazamos y nos besamos en la boca, como solíamos hacerlos y además muy sonoro, para que Maribel nos oyeran.

. - ¿os habéis dado un beso en todos los morros?

. - normal. Siempre lo hacemos así. Ahí donde la oyes tan mandona, me quiere un montón y yo a ella, ¿verdad hermanita?

. - Salvador tiene razón, Maribel. No es mal chico, solo un poco ligero de cascos y lo quiero como si fuera mi único hermano.

. - ¿tienes más hermanos?

. - no, por eso lo digo –y sonrió Sabrina y luego Maribel-.

Comencé a recoger mis cosas para largarme a casa a comer y descansar, que debo volver esta noche.

. - hermanita, me largo. Mamá no me ha dado ningún trabajo, pero esta tía, no ha parado de darme el coñazo. Que te cuente por qué estoy en cholas y verás lo que me hizo esta mañana.

. - cuenta, cuenta –se puso mi hermana junto a Maribel-.

. - os dejo, par de chismosas.

. - vuelve, mi amor. Esta noche dormiremos juntos.

. - que te den. Abur, adiós mamá.

. - adiós hijo. ¿Te llevaste mi camisón usado?

. - sí, mamá. Lo tengo en mi bolso. Bueno, me largo.

Ya solas las dos, no prepararon para cuchichear, mamá se quedó durmiendo la siesta.

. - dime, ¿qué le hiciste esta mañana?

. - le eché la leche que estaba hirviendo sobre los pies. Casi me mata. Hasta se cagó en mi madre. Tuvieron que ponerle una toalla con hielos las enfermeras.

. - pero ¿cómo se te ocurre hacerle eso a mi hermanito?

. - fue un accidente. Cogí el vaso y como estaba ardiendo, lo solté, entonces le cayó encima.

. - por eso estaba el chico así.

. - sabes, solo conozco a tu hermano de hoy y ya me he enamorado perdidamente de él.

. - no has debido. Aunque mi hermano es un bendito, no debes entregarte al primero que se te insinúa.

. - eso es lo bueno, él no se me insinuó, sino yo a él. De hecho, echa pestes cada vez que le digo que es mi novio.

. - lo malo es que también le gustas, se nota a la lengua.

. - ¿seguro que le gusto?, ¿no me mientes?

. - conozco a mi hermano y sé que le haces tilín, pero es un pelín orgulloso para decirlo.

. - gracias, cuñada.

. - no vayas tan deprisa. Si le obligas a quererte, lo más probable es que te rehúya y lo pierdas. No le gusta perder la libertad que ahora tiene.

. - ¿sabes que se ha hecho las pruebas de compatibilidad para darme un riñón?

. - ¿ha hecho eso mi hermanito?

. - sí, regresaba de hacérsela. No me ha dicho nada, pero creo aún no le han dado los resultados, será mañana, supongo.

. - pues sí que le has dado fuerte en su corazoncito. Solo te falta ser rica, porque guapa eres.

. - es que lo soy. No rica, sino muy rica. De hecho, cuando hablamos por primera vez, le insinué que si se acercaba a mí por el dinero de papá…, se puso como una fiera.

. - ese es mi hermano. Cuando se case, hará muy feliz a su chica, pero será con su trabajo y esfuerzo. No le gusta ser un mantenido. ¿Te ha dicho que quiere ser arquitecto para hacer casas para los pobres en el tercer mundo?, seguro que no.

. - no lo sabía. ¿Y no le podría ayudar económicamente, para que lo consiga?

. - mejor que no. Ya viste cuando le insinuaste lo de tu padre y su dinero. Salvador es inteligente y saca becas para todo. Déjale espacio y será tuyo.

. - intentaré recordarlo. Pero cuando está cerca, se me acelera el corazón. Nunca había tenido a un chico tan cerca de mí. De hecho, nunca me había besado uno ninguno hasta hoy.

. - ¿ya te ha besado?

. - sí, se lo pedí yo. Fue un beso alucinante, de los que echan chispas, sin casi rosarnos.

. - eres la leche de cursi, chica. Haréis buena pareja. Ahora voy a poner la telenovela que tanto me gusta.

. - ponla en mi tele, yo también la oiré. Solo dime si es guapo el chico.

. - lo más guapo que habrás visto en tu vida. Oh, perdón. Ya me entiendes.

. - sí, te entiendo perfectamente, ya lo creo, que te entiendo.

Regresé al hospital para relevar a Sabrina, que debía volver con su hijita, la rubia Rosaurita. Sí, estaba casada con un cafre que las quería, pero aún era muy niño y se comportaba como tal. Tendría que madurar pronto o lo echaría todo a perder.

. - Hola hermanita, ya estoy como nuevo otra vez. Dile a Rosaurita que por su cumple le llevaré un novio de muñeco para su muñeca. Así tendrá la parejita y los podrá casar cuando quiera.

. - peros si solo tiene 2 años todavía.

. - no importa. A todas las niñas les gustan los muñecos y muñecas. Sois tan previsibles…

. - te recuerdo que tenemos más neuronas que vosotros los hombres.

. - de eso nada. Las tendréis más desarrolladas, pero seguro que son las mismas.

. - lo mismo da. Nosotras podemos hacer varias cosas al mismo tiempo y vosotros con una y para de contar.

. - pero tenemos pito y tu no. Jódete.

. - para lo que os sirve…

. - que más quisieras tu tener uno como el mío.

. - presumido. Bueno, me voy con mi niña y Silverio.

. - dale recuerdo a ese cafre. Que se ponga las pilas o lo casco.

. - se pondrá contento cuando se lo diga.

Sabrina le dio un beso de despedida a mamá y otro a mí. Luego se despidió de Maribel.

. - hasta mañana, chica. Cuida de que no te meta mano este hermano mío.

. - no creo que lo intente. Soy cinturón bi-color de defensa personal.

. - eso no existe –dijo Sabrina-.

. - ya lo supongo, pero no soy manca.

. - bueno, cuídate y dale fuerte. Hasta mañana.

. - hasta mañana.

Me acerque a mamá.

. - te traigo ropa limpia, mamá.

. - ponla en su sitio. ¿Ya ha venido la cena?

. - no habían llegado cuando entré.

. - otra vez se retrasan. Anda, ve con tu novia.

. - mamá, que no es mi novia. Es un rollete, en todo caso.

. - que te estoy oyendo. Demos un paseo fuera de esta habitación.

. – espera, pesada.

Le di un beso a mamá y me acerqué a Maribel.

. - ¿qué es eso de un paseo?, no son horas.

. - siempre es buena hora para estirar las piernas. Las tengo todas entumecidas. A no ser que me des unas friegas por todo el cuerpo.

. - que más quisieras tú. Antes te llevo a la playa y volvemos en la misma hora.

. - que exagerado eres. La playa está a más de una hora de aquí.

. - es que iríamos en helicóptero, en tu helicóptero, claro.

. - ¿y cómo sabes que tengo un helicóptero?

. - vamos, si no tienes un helicóptero, no eres rica. Además de un Gulstream, uno de esos aviones de ricos y ejecutivos.

. - pues para que te chinches, tengo un helicóptero, un avión, un barco y una bicicleta y si me apuras un poco, hasta un monopatín.

. - ja, no puedes usar un monopatín, ni una bicicleta. Te estamparías a las primeras de cambio.

. - no importa, tengo gente para que me sujeten. Bueno, ¿me llevas o voy sola?

. - te llevo, te llevo, pero no nos alejemos mucho. La cena está al llegar.

. - vale. Busca mi bastón extensible y luego me das el brazo. Iremos como dos enamorados.

Busqué en el armario y vi una cosa que podía ser un bastón retráctil. Lo saqué y se lo entregué. Ella apretó un botón y se armó todo el bastón.

Cogida de mi brazo diestro y con su bastón en su mano derecha, salimos hacia la derecha del pasillo, en la cual se unía a otro pasillo más largo, siempre a la derecha.

. - hacemos una buena pareja, ¿verdad?

. - no sé yo.

. - di que sí y te dejo que me beses.

. - sin comentarios.

. - joder, cualquier chico se daría con un canto en los dientes si le ofreciera mis besos y todo lo que viene detrás.

. - aún estás a tiempo de romper nuestro contrato. Soy muy flexible.

. - de eso nada. Tú no te me escapas –dijo apretándome el brazo un poco más mientras caminábamos-.

Al fondo del pasillo, había una puerta de salida de emergencia media abierta, siempre lo estaba, desde la que se podía tomar el aire. El resto de ventanas eran todas cerradas y no se podían abrir, por si se tiraban los enfermos con un tornillo de menos.

. - cuidado ahora. Hay una puerta a tu derecha media abierta.

Ella tanteo con el bastón.

. - sí, la veo, virtualmente, claro.

. - claro. Estamos ante una barandilla metálica de un metro de alto, desde la que puedo ver el jardín del hospital. Un poco más allá está el parking de médicos, enfermeras y visitantes.

. - que brisa más buena hay esta noche. Me quedaría aquí un buen rato.

. - pues cogerías un resfriado de aúpa. Esta noche va a refrescar.

. - tú me calentarías el cuerpo y no enfermaría.

. - ¿y a mi quien me calienta?, enfermaría yo.

. - yo también te calentaría un poco, descuida. Bésame, porfa. No suelo pedírselo a todo el mundo.

. - no, solo a mí. Seguro que es mentira.

. - te lo juro. Soy más virgen que las gallinas.

. - ja, te cogí. Las gallinas no son vírgenes, son más putas que las mismas ídem, es como se dice. Así que tú eres más…

. - para el carro y no te pases, guapo. Que quiera que me beses, no significa que sea una cualquiera. Hasta ahí podíamos llegar. Anda, regresemos, ya se me han quitado las ganas de retozar contigo. Eres un gilipollas.

. - si tú lo dices.

. - gilipollas y tonto. Me estoy ofreciendo y me rechazas. Tu hermana estaba equivocada.

. - ¿no me digas?, ¿qué te dijo mi hermana, si puede saberse?

. - que estabas colado por mí.

. - ja, craso error. Que me des pena, no significa otra cosa que eso, que me das pena de verte tan sola.

. - vete a la mierda. Ya no quiero tu riñón de mala persona.

. - pues se lo daré a otro. Ya no puedo echarme atrás, firmé unos papeles y está todo escrito. Yo solo tengo una palabra. Regresemos, se me están hinchando las pelotas y no es por la brisa de las narices.

. - sí, regresemos –dijo soltándose de mi brazo y caminando sola tanteando con su bastón en las paredes.

La dejé por su cuenta y se metió por una puerta equivocada. Cuando se vio perdida, pidió ayuda, muy a pesar suyo.

. - ¿dónde coño estamos?

. - te metiste por el pasillo equivocado. Estamos en el pasillo paralelo al nuestro, donde están los otros pacientes.

. - mierda ¿y por qué no me lo dijiste antes de que me metiera por el pasillo equivocado?

. - supuse que sabías por donde ibas. Además, te soltaste de mi brazo. Si quieres volver, agárrate de nuevo, si no, ya volverás cuando des con el pasillo correcto. Tú misma.

. - eres un cabrón, ¿sabes?, nuestro trato queda roto. Si tengo que indemnizarte, me dices cuánto y listo. No quiero saber nada más de ti.

. - como quieras y gracias por nada.

Sin mediar palabra entre los dos, se agarró de mi brazo y la llevé a su cama. La comida ya estaba allí, con su tapa encima. Me fui hacia mamá y me senté en mi sillón. Puse la televisión y me dediqué a ver un partido de futbol del equipo local, una mierda de partido, por cierto. Al lado, oía maldecir en cada momento a Maribel.

. - hijo, ¿qué le has hecho a la pobre Maribel?

. - ni la he tocado, madre.

. - ¿tan pronto riñendo ya?

. - hemos roto las relaciones. Que se busque a otro para que lo mangoneé. ¿Te retiro la bandeja?

. - sí, hijo. Anda, no seas tonto y pídele perdón.

. - ¿yo?, ¿por qué?, empezó ella.

. - un caballero se disculpa, aunque no tenga la culpa.

. - pues no debo ser un caballero. Ella empezó, que se disculpe ella.

Le puse la tapa superior a la bandeja y me la llevé. Al pasar a su lado, estaba intentando abrir un bote de medio litro de un líquido rojo. No pudo y lo dejó en la bandeja.

Dejé la bandeja de mamá en el carrito del pasillo y regresé. Al ver la botella aún con su tapa de fábrica, me acerqué a su bandeja y sin decir nada, se la abrí y se la volví a cerrar. Ahora la podría abrir cuando quisiera sin esfuerzo.

Ella supo lo que hice, pero nada dijo. Sus ojos, sin vista, estaban llorosos, pero las lágrimas no habían salido de ellos aún. Antes de sentarme el sillón, la oí hablar una palabra.

. - gracias.

Nada dije. Cambié de canales hasta dar con una película de vaqueros. Allí la dejé, hasta que me entró sueño.

Antes de dormirme, oí un golpe seco. Algo o alguien había caído hacia la mesa de noche, luego todo silencio.

Me despejé enseguida. Corrí hacia Maribel y la encontré desmayada en el suelo, junto a la mesa de noche.

. - Maribel, despierta, ¿qué te pasa, chica?

Pulsé el botón de emergencia y seguí dándole cachetones. La subí a la cama y continué intentando despertarla.

Una enfermera llegó corriendo y cuando la vio más blanca que la cal de las paredes, pulsó el mismo botón que yo antes. Entonces vinieron dos personas más, otra enfermera y el medico que solía venir a revisar a mamá.

. - ¿qué le ha pasado, Salvador?, ¿qué le has hecho esta vez?, se le veía muy animada esta mañana y esta tarde.

. - oí un golpe y la encontré en el suelo.

. - es verdad lo que dice mi hijo, enfermera. Pero creo que es porque han discutido en el paseo que dieron.

. - lo sabía.

Le hicieron el test de glucosa en sangre y estaba disparado en negativo.

. - ha tenido una bajada de azúcar brutal. Dele glucosa hasta estabilizarla. Luego que descanse y que no coja más berrinches de enamorados. Ya bastante tiene con sus ojos y riñones, para ahora encima tenga diabetes. Que la controlen toda la noche. Que la vele una de las enfermeras.

. - yo lo haré, doctor. Ha sido culpa mía y deseo ayudarla.

. - hijo, bastante has hecho ya. Deja esto en manos de profesionales.

. - como usted quiera. Estaré junto a mi madre por si me necesita.

El médico y una enfermera salieron. La otra se quedó allí. Le había salido un chollo. Toda la noche tendida de largo a largo y sola con una paciente.

La noche la pasó fatal Maribel. Debía de tener unos sueños de aúpa, pues no paraba de moverse en la cama. El azúcar se le estabilizó con un gotero que le puso la enfermera, pero no su sueño.

Me sentía culpable, sin serlo. Nadie le mandaba enamorarse de mí.

Pasadas las cuatro de la madrugada, todo el mundo dormía. Mamá, yo, la enfermera y Maribel, la cual había dejado de soñar cosas raras.

Cuando ya casi amanecía, una enfermera fue a relevar a la compañera, la cual debía de estar rendida de solo atender a una paciente que dormía, se dijo ella de cachondeo. Cuando entró y no vio a Maribel en su cama y a su compañera sobando la mona, la despertó violentamente.

. - Sara, despierta, coño.

. - ¿qué pasa, leches?

. - ¿dónde diablos está Maribel?

La tal Sara miró hacia la cama y le entró un frío seco por el cogote. Perder una paciente que dormía por haberse dormido mientras la custodiaba, era un asunto grave si se informaba y daban parte.

Se levantó como un resorte y la buscó bajo la cama, pero no estaba. Luego corrieron la cortina y se asombraron las dos enfermeras.

Maribel estaba durmiendo a los pies de un servidor encima de su manta. Yo seguía sobando.

. - la madre que la parió. Vaya susto que me ha dado.

. - no quiero una escena, cógela de los pies. La llevaremos a su cama.

Con cuidado de no despertarla, la trasladaron a su cama. Allí la taparon y siguió sobando sin haberse despertado. Le tomaron la temperatura y la pincharon. Todo estaba en su sitio.

. - vete a sobar a la oficina, si te dejan –le dijo la que había llegado. Yo también tengo ganas de descansar un rato. La del 109b no para de dar el coñazo.

. - ni se te ocurra dar parte de lo de Maribel.

. - tranquila, pero me debes una.

. - y dos si quieres.

El cambio de guardia se tradujo en el cambio de culo que usaba el sillón.

El día amaneció y los ruidos en el pasillo me despertaron. Vi a mamá durmiendo tranquilamente y me acomodé en el asiento. En el suelo había una manta que no era la mía. Miré hacia la cama de al lado, pero con la cortina pasada, poco vi.

La cogí del suelo y me fui al lado. Vi durmiente a Maribel como una bendita. A su lado me miraba otra de las enfermeras.

. - esto no es mío.

. - dámela, es de Maribel.

. - ¿qué hacía junto a mis pies?

. - no lo sé –se salió por la tangente la enfermera-.

Se la entregué y regresé a mi sillón. Aquello no me cuadraba. Si la manta había aparecido a mis pies, no había venido volando. Así, si sumo 2 más 2, me van a dar cuatro. Seguro que Maribel se les escapó durante la noche y se vino a acostar junto a mis pies, para luego devolverla a su cama en el mayor de los secretos. Vaya, vaya, con Maribel.

Los minutos pasaban inexorablemente. Maribel se despertó con un fuerte dolor de cabeza, pero lúcida.

. - ¿por qué me duele tanto la cabeza? –dijo a quién estuviera en el asiento-.

. - te caíste de la cama y te diste un golpe en la frente. Te salió otro chichón de aúpa.

. - no gano para chichones -ella se tocó la frente y notó que aún tenía parte del chichón, pero apenas le dolía, pero sí la cabeza en general-.

Empezó a recordar la pasada noche y se entristeció. Recordaba haberse levantado y acostado junto a su guardaespaldas y amado Salvador.

. - ¿te puedo dejar sola, Maribel?

. - sí, claro. Pero dame un analgésico, me duele la cabeza.

. - te lo traeré enseguida.

La enfermera se fue en busca del paracetamol y Maribel se quedó sola y sentada en la cama.

. - Salvador, ¿estás ahí?

. - no –respondí-.

. - perdóname, no debí decirte esas cosas.

. - están olvidadas.

. - entonces vuelve conmigo y continúa siendo mi amigo.

. - ya no puede ser. Pídeselo a otro. Acuérdate que me despediste.

. - quiero que vuelvas. Ya no te pediré que me quieras, si no lo deseas. Te necesito –la oí sollozar-.

Las lágrimas siempre han sido mi debilidad. No podía estar incólume ante unas lágrimas femeninas, así que me levanté del asiento y me acerqué a su cama.

. - no llores, por favor.

Alargó sus manos y le puse una de las mías. Luego se la llevó a su cara.

. - no seas niña, Maribel.

. - me comportaré bien, pero no te alejes de mí, por favor.

. - ven aquí, tonta.

La abracé y se pegó a mí como una lapa. Así nos cogió la enfermera con la pastilla en la mano. Nos miramos y sonrió. Puso el analgésico sobre la mesilla y desapareció, haciendo mutis por el foro.

. - te quiero tanto…, tanto…

. - tranquilízate. La enfermera te ha traído una pastilla.

. - ya no me duele la cabeza. Ahora me siento bien. Tú eres mi analgésico.

. - vaya, nunca me habían dicho eso. Debe ser un piropo y lo tomaré como tal. Me estás pinchando con tus pechos, me vas a lisiar.

. - yo cuidaré de ti cuando enfermes.

. - muchas gracias, pero aún no lo necesito. Sepárate o me quedarán marcas de por vida.

Maribel se separó y me buscó la boca y me dio un beso prolongado. No quise corresponderle, no fuera a tomarlo como algo que no debía tomar.

Cuando nos separamos, estaba más contenta que al principio.

. - quiero ducharme. Me siento como si hubiera dormido en el suelo y me siento sucia. Acompáñame, como quedamos ayer.

. - ¿hablaste con las enfermeras como dijiste?

. - ayer no tuve tiempo.

. - pues te digo lo mismo, quiero el permiso expreso de las enfermeras o no podrá ser.

. - eso lo soluciono yo ahora mismo.

Buscó el mando de llamada de enfermeras y lo pulsó insistentemente.

Corriendo, vino la enfermera que había perdido a la chica por la noche.

. - ¿qué pasa chicos?, ¿quién se ha muerto ahora?

. - quiero tener a Salvador junto a mí cuando me bañe.

. - vaya, bueno. Si es tu decisión, me vale. Por lo menos tienes a alguien junto a ti. Tú misma. Y no toques así el mando, que me dejaste sorda, joder.

Como vino, se fue.

. - ya está todo solucionado. Cogeme algo de ropa limpia y el maldito champú. No te olvides de las braguitas, del tampón y las compresas de alas.

. - no jodas, Maribel. Esas cosas tan intimas, no sé yo…

. - no te me eches atrás ahora.

. - vale, las braguitas con los conejitos y de color rosa y todo lo demás que me has dicho. Si me viera mi hermana…

. - sí, se partiría de risa.

Con la ropa localizada, la llevé al baño. Luego cerré tras nosotros.

. - bueno, ahora me desnudaré, luego quiero que me duches bien.

. - si te ducho yo, me pondré perdido.

. - por eso tienes que desnudarte también. Sé que no intentarás nada porque me aprecias, ¿verdad que no?

. - por supuesto. Soy un caballero, según dice mi madre.

Mientras ella se desnudaba sentada en la taza del wáter, yo revisé el seguro de la puerta, para luego desnudarme y poner mis cosas fuera de las posibles salpicaduras de agua que previsiblemente saldrían volando.

Con ambos desnudos, ella se levantó y pude apreciar mejor su cuerpo de diosa ciega. Dios, era preciosa.

. - ¿cómo estoy?

. - como una diosa de guapa.

. - seguro que tú también estas muy guapo.

. - perdona, pero me has hecho empalmar. No me lo tengas en cuenta, no lo he podido evitar.

. - gracias por decírmelo. Me has alegrado el resto del día. Ahora tira el tampón usado en la papelera –Dijo sacándoselo y sujetándolo por el hilo-.

Con no poco asco por mi parte, se lo cogí con dos dedos y lo solté en la papelera. Hice lo mismo con la compresa que estaba junto a sus braguitas rosas usadas. Se puso debajo de la ducha y esperó.

. - cuando quieras, Salvador.

Aquel baño no tenía mampara ninguna. El baño en sí era una mampara, pues el piso era un gran sumidero y hacia allí se iría el agua.

Con la roseta de la ducha le eché agua encima, evité la cabeza al principio. Todo su cuerpo fue regado con la roseta. Pese a estar calentita el agua, noté como se le ponía la carne de gallina, pues era la primera vez que alguien le iba a poner las manos encima con su consentimiento expreso. Su corto pelo la hacía más masculina, pero no era nada marimacho, ni mucho menos. Sus inhiestos pechos eran harto elocuentes de su femineidad. Además, el resto de curvas no dejaban lugar a dudas.

Como ya había podido ver antes, su vagina la poblaba un triangulito de vello púbico de color sonrosado que hacía que me pusiera a ciento veinte.

Una vez toda húmeda, cogí champú y me eché un buen chorro en una mano y comencé a darle por todo su cuerpo. Cuando pasaba por sus pechos, ella apretaba mi mano sobre ellos, haciéndome sentir algo que pocas veces había sentido. Sus pezones se endurecieron en mi mano, mientras ella suspiraba. Lo mismo pasó cuando pasé por su vagina. Sus manos me la apretaban contra su interior. Nuestras respiraciones estaban galopando sin fin.

Cuando se dio la vuelta, admiré su grupa y se me subió la bilirrubina aún más.

Con más champú, le recorrí toda su parte trasera. Ella se me pegó y me cogió ambas manos y me hizo pegarme a su espalda. Mi pene chocó contra su trasero. Intenté separarme un poco, pero ella me lo impedía. Quería tenerlo en contacto con su cuerpo. Sus jadeos ya no los intentaba ocultar, estaba desatada de pasión y yo no era menos, aun así, intenté poner un punto de cordura en toda aquella vorágine de pasión entre los dos, pero no podía, era superior a mis fuerzas y con una pasión que no creí tener, le cogí ambos pechos y se los apreté para recorrérselos ambos dos con una lujuria desenfrenada, mientras besaba su cuello mojado.

Puso su cabeza en mi pecho hacia atrás y dijo solo tres palabras.

. - lo siento, Salvador.

Se giró y agachándose hacia mi pene, me lo cogió, para seguidamente, metérselo en su boca. Fue visto y no visto. No creía que se atreviera a tanto, pero lo estaba haciendo y me gustaba cantidad.

. - ¿qué haces, querida? –le dije, pero deseando que no me respondiera y continuara haciéndome el hombre más feliz del mundo-.

No dijo nada, solo me estaba dando un placer infinito que no quería que terminara nunca.

Tal era la ansiedad, que sentí que me venía el orgasmo final, aun así, intenté frenarlo, pero entre que no lo podía evitar y de que no lo quería evitar, me llegó de golpe el ansiado primer orgasmo plenamente deseado. Los demás habían sido de mamadas furtivas con chicas con las cuales solo deseaba descargar adrenalina, pero con Maribel, lo deseaba realmente. Me parece que me he hundido en la mierda, pues me había enamorado de una ciega hasta las trancas, como solía decir mi hermana.

. - me corro, Maribel, me corro.

Ella apretó más, sin sacar su boca de mi pene, al final exploté en su interior. Maribel no abandonó mi pene, hasta saciarse de mi amor expulsado.

Aunque avergonzada de lo que había hecho, pues no era ella ni mucho menos una chica tan resolutiva en cuanto a chicos, no se arrepentía de nada.

Nunca había tenido una relación medio seria con chico alguno, ni siquiera la habían tocado más allá de algunos besos furtivos.

A los chicos temía tener cerca, pues se encontraba siempre en una posición de debilidad ante ellos. Prefería pasar de puntillas e intentaba olvidarse de ellos. Lo malo o bueno, según se mirase, era que me había encontrado en su camino. No supo poner freno a su interés por mí y fue a poner todos los huevos en el mismo tiesto, cuando la prudencia le decía una y otra vez que tuviera paciencia, pero, aun así, nada pudo hacer porque su deseo fue superior a su habitual prudencia y se metió de cabeza, nunca mejor dicho, en una vorágine que no sabíamos ninguno de los dos a donde nos llevaría. Aun así, pidió perdón de nuevo, por su irreflexivo acto de darme y darse placer.

. - perdona, no lo pude evitar.

. - no tengo nada que perdonarte querida, he disfrutado mucho. Gracias, no lo esperaba, pero gracias por haberlo hecho.

. - ¿entonces te ha gustado mi osadía?

. - sí, no sabes cuánto –la abracé y la besé en su boca. Ella aún tenía el sabor de mi semen entre sus dientes. Luego nos quedamos abrazados como dos tontos muy tontos-.

Después de una eternidad abrazados, me separé de ella.

. - debo de terminar de ducharte o fuera creerán cosas inapropiadas.

. - que se jodan los de fuera –dijo ella abrazándome de nuevo.

. - tenemos todo el tiempo del mundo. Déjame terminar de ducharte, por favor.

. - de acuerdo, mi amor, como quieras.

Esta vez le eché agua en su cabeza y le di champú. Finalmente, le pasé el agua para quitarle la espuma. Cuando estuvo toda limpia de champú, la sequé y la senté.

Ella recibió de mí el nuevo tampón. Se lo colocó y me dio los restos. Luego la compresa y finalmente, la ayudé a ponerse las braguitas rosas con los conejitos. La levanté y le ayudé a colocarse su camisón, también rosa. Sujetador no necesitaba, ni tampoco me lo había pedido.

Cuando le puse las cholas, me vestí yo, pero antes me duché rápidamente. Después de secarme bien, acabé de vestirme.

. - listo, ya podemos salir.

. - Salvador, después de lo que hemos hecho, no podrás negar que no te gusto un poco.

. - no, no lo puedo negar. Pero por favor, compórtate y no demuestres lo que hemos hecho. Esto debe quedar entre nosotros y nadie más.

. - de acuerdo. Solos tú y yo. Bésame, bésame otra vez antes de salir.

Le cogí su carita de ángel y la besé como siempre quise besarla desde el primer momento que me la eché a la cara. Ella sintió mi apasionamiento y se entregó totalmente.

Cuando nos separamos, sonreía como quería que sonriera el resto de nuestras vidas. Su sonrisa me hacía sonreír a mí. Era como un torbellino que irradiaba felicidad a los que estábamos a su alrededor.

Cuando nos tranquilizamos, salimos del baño. El desayuno estaba en su sitio. No había nadie esperándonos, menos mal, o se darían cuenta de lo que habíamos hecho, pues nuestras caras, aunque lo intentábamos ocultar, era imposible hacerlo.

Cuando llegué junto a mamá, no la pude engañar. Nunca se puede engañar a una madre. Aun así, nada dijo. Así era mi madre, tan comprensiva como siempre con sus dos hijos a los que adoraba como nosotros a ella.

. - ¿cómo está el desayuno, mamá?

. - como siempre hijo. Leche aguada y coloreada. ¿Ya la has duchado?

. - sí, mamá. Ya todo está en orden entre nosotros.

. - me alegro, hijo. Anda, vuelve con ella y ten cuidado con la leche caliente –sonrió ella, diciendo lo de caliente de una manera que no dejaba lugar a dudas de su doble significado. Sí, así era mi madre-.

. - lo tendré, no te preocupes mamá. Tendré mucho cuidado con la leche caliente –yo también le di un significado diferente a la leche, luego volví con Maribel-.

La chica estaba sentada y me esperaba. Había tocado todos los productos que había en la bandeja con sus manos.

. - la leche está otra vez muy caliente –me dijo a modo de bienvenida-.

. - entonces esperaremos un poco, no quiero que me quemes otra vez.

. - yo tampoco, te lo juro.

. - te creo.

En eso que entró un señor de mediana edad con una gorra en una mano y una pequeña maleta en la otra. Estaba algo nervioso.

. - buenos días señorita, soy Alfredo.

. - hola Alfredo, ¿cómo va mi castillo, aún no se ha desplomado?

. - no señorita –intentó sonreír el hombre-, todo sigue como lo dejó al ingresar en el hospital.

. - ¿qué haces por aquí, Alfredo?

. - me mandan a recoger la ropa que tenga sucia. Además, le traigo más mudas y otras cosas que puede necesitar para su higiene personal.

. - muchas gracias. Salvador, por favor, ¿puedes entregarle la ropa sucia y recoger lo que trae Alfredo?

. - claro –al pasar por delante del hombre, lo saludé- buenos días.

. - buenos días –me respondió el hombre-.

Busqué la bolsa con la ropa sucia y metí en ella otras que estaban fuera y que también era para llevar. Le entregué la bolsa y el hombre me dio la pequeña maleta.

. - Maribel, ¿saco las cosas que vinieron en la maleta o pongo la maleta tal cual?

. - si cabe, déjala tal cual. Ya miraré yo (sic) y lo colocaré todo en su sitio.

. - como quieras.

Metí la maleta como pude y cerré el armario empotrado. El hombre, parecía ser el conductor, retorcía su gorro y volvió a hablar.

. - ¿cómo se encuentra, señorita?

. - así, así, Alfredo. Aún no sé cuándo me iré del hospital. Esto puede ir para largo, pero me tratan bien, ¿verdad, Salvador?

. - claro que sí.

. - bueno, ahora me voy. Recuerdo de todos.

. - gracias, Alfredo. Dales las gracias.

. - adiós, señorita.

. - adiós, Alfredo.

El hombre se fue y de nuevo quedamos solos los dos y mamá más allá. Comprobé que la leche había aflojado su calentura y la removí para quitarle los grumos, aunque no vi ninguno en su superficie. Como decía mamá, aquello no debía ser leche que salía de una vaca, sino de una fábrica de recauchutados. Aun así, sabía y olía a leche.

. - la leche ya te la puedes tomar. Te la pongo en la mano, ten cuidado –le dije, dándole una servilleta en la mano libre-.

Mientras se la tomaba pensaba en lo que cambiaba nuestra relación a partir de ahora. No lo tenía claro, no señor.

Después de la leche, se comió un par de galletas insípidas, pues no tenían ni una pizca de sal ya que no podía tomar nada salado.

Los desayunos y cenas eran siempre igual en aquella casa. Leche y galletas insípidas. Suerte que la comida de al mediodía era copiosa y preparada en especial para ella por sus empleados del castillo .

. - ya no quiero más. Te puedes llevar la bandeja.

La retiré y la puse fuera en el carro. Lo mismo hice con la de mamá.

Al rato llegó la maquinita aquella para Maribel. Esta vez no la pincharon, usaron las agujas que le habían puesto anteriormente y la conectaron con los cables y tubos correspondientes.

. - esta vez serán cuatro horas de diálisis. Tú, Salvador, vuelve arriba, donde te hiciste las pruebas. Te dirán los resultados.

. - crucemos los dedos, Maribel –le dije como despedida- mamá, vuelvo en un momento-.

. - no tengas prisa, hijo.

Según desaparecí de allí, Maribel interrogó a la enfermera.

. - ¿es Salvador compatible?

. - no puedo decírtelo. Primero lo tiene que saber Salvador.

. - por favor, me va la vida en ello.

. - Maribel, es mejor que no lo sepas aún. Imagínate que le dicen que es compatible, pero se lo piensa mejor y no quiere desprenderse del riñón. Te haría más infeliz que si supiera que no es compatible. Ya nos ha pasado varias veces.

. - Salvador no me haría eso. Me quiere.

. - ¿te quiere?, ¿cómo lo sabes?, lo conociste ayer y eso es poco tiempo para eso.

. - para mí no. Yo sé que me quiere como yo a él.

. - ¿te lo ha dicho?

. - no con esas palabras, pero lo sé –no queriendo entrar en detalles, pues me había prometido que sería algo entre los dos y de nadie más-.

. - todavía estás muy verde con los chicos. Ten cuidado, te pueden hacer mucho daño.

. - lo sé. Pero Salvador no me fallará, lo presiento en mi corazón.

. - bueno, de todos modos, no puedo decirte nada, es un secreto de debo cumplir. Somos como los curas, no se revelan las cosas de los pacientes o posibles pacientes.

. - yo también sé guardar un secreto y te comprendo. Ya lo sabré cuando regrese.

. - vale, tu confía que todo se arreglará –dijo la enfermera con una sonrisa, saliendo de la habitación-.

Maribel estaba que se subía por las paredes. No podía estarse quieta, pese a la máquina de diálisis conectada.

A las enfermeras les daba pena la chica. Podían aliviarle el dolor, pero no era posible. El secreto paciente-medico se lo impedía. Aunque ellas solo eran enfermeras, nada podían hacer.

Llegué junto a Maribel con la cara seria, no quería traslucir nada en mi voz. Ella me sintió y me olió también, ¿por qué no? cada persona huele de una manera diferente y los invidentes tenían desarrolladas otras maneras de identificar a los que les rodeaban. Nosotros todo lo hacíamos con la vista y el oído.

Me senté junto a ella y le cogí la mano en el borde de la cama. Esperé a que estallara. Tardó poco, pues ya no podía más.

. - bueno, suéltalo ya. No eres compatible, lo sabía.

(Parte 2 de 16)

FIN