Abanico multicolor (15)

La historia va de invidentes, un riñón y una pérdida de memoria, tras un accidente. Relato en 16 trozos.

ABANICO MULTICOLOR

(15-16)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

Seguí hurgando hasta llegar a su sexo. Solo sus bragas almidonadas me impedían tocárselo directamente. Ella por un momento cerró los ojos, para seguidamente cerrarse en banda con sus muslos, atrapándome el pie.

Aquello duró poco, pues al sentirse tan bien, volvió a abrirse de piernas y encima hacerse más hacia adelante para una mejor penetración de mis dedos.

Logré sortear las bragas por un lado y allí le enterré los dedos, sobándole bien su vagina y haciendo que se corriera a gusto. Casi se atraganta tomándose la leche.

. - Salvador, en cuanto a tu alojamiento, iba a ponerte junto a los chicos, pero he pensado mejor que mientras no necesitemos tu cama, que te quedes dónde estás, luego te trasladarías a una de las habitaciones libres que tenemos las monjas. Pero acuérdate, para el exterior, seguirás siendo nuestro paciente sin memoria.

. - se lo agradezco –dije, mientras profundizaba mejor con mi pierna- ya que estamos hablando de salidas, ¿podría el sábado llevarme a Rebeca a la montaña? Me ha venido a la cabeza un lago precioso donde pasar el día sin que nadie nos moleste-.

. - no hay problema, pídele a Salomé que os prepare la comida. Toda salida que tenga Rebeca es buena para ella. Nos ha caído del cielo un ángel, ¿verdad Sor Pilar?

. - ya lo creo…, todo un ángel… –dijo ella sonriendo y auto colocándose mejor mi pierna sobre su clítoris, para seguidamente pasarse un dedo por su chorreante vagina y con una sonrisa que solo yo entendí, pasarse el dedo por su boca, saboreándolo como una calienta-pollas cualquiera-.

Salomé llegó contorneando su gordo culo con mi vaso de leche especial. Su sonrisa era elocuente. Según me la puso en la mesa, me tomé un buen trago a su salud. Estaba deliciosa y calentita. Aquello casi hace que me corriera allí mismo, pero soy un profesional del sexo y me contuve.

El día acabó en el orfanato y todo el mundo se fue a dormir. El reloj aún no marcaba la hora con la cita con Salomé y me puse a leer un poco una vieja novela del oeste que encontré en la pequeña biblioteca.

Sor Pilar me sorprendió al entrar sin casi percibirla. Cerró la puerta con llave tras ella. Puso un dedo en su boca y avanzó hacia mi mientras se sacaba el hábito, quedándose frente a mí solo con sostén y bragas. La sonrisa de su cara me decía que venía a entregarse al diablo y que Dios hiciera el resto.

Le dí un zumbido a la novela y me senté en la cama frente a ella. Con ambas manos le bajé las bragas y le pasé la mano sobre su vagina, sacándola toda húmeda, la cual me llevé sonriendo a la boca.

Seguidamente me levanté y desabrochándole el sostén por delante, me ofreció un par de lechosos pechos, así como todo su cuerpo también blanco, siempre ocultos por el hábito que no hacía al monje.

Aquel cuerpo serrano no había visto el sol en muchos, muchos años y ahora lo tenía delante de mí. Me quedé extasiado de su perfección. Ella intentó acercárseme a mi más y se lo impedí, quería seguir mirándola toda. Hasta le hice darse la vuelta, cosa que hizo.

La cogí por los hombros y la senté en la cama, para después hacerla hacia atrás con los pies en el suelo. Le abrí las piernas y enterré mi boca en búsqueda del tesoro perdido de las monjas putas del Cáucaso.

Su chumino rebozada zumo de calidad contrastada y me estaba tomando un buen tazón.

Mientras seguía mamando coño del bueno, me desnudé rápidamente, pues no me gustaba llegar tarde a una cita, ni, aunque fuera al infierno. Siempre se debe cumplir con la palabra dada.

Ya desnudo, me puse encima de ella sin hacerle presión casi, sus pechos fueron succionados a placer. Sus gemidos, solo disminuidos por su pudor y vergüenza a ser descubierta, eran constantes.

Continué avanzando sobre su cuerpo y nuestras bocas hicieron tope la una con la otra. Todo lo hacía como a cámara lenta, pero el deseo de ambos era superlativo.

Allí ninguno de los dos abría la boca, solo nos entregábamos al placer terrenal, esperando que el otro no nos lo tuviera en cuenta a la hora de rendir cuentas, por lo menos por parte de la religiosa, pues por mi parte, San Pedro se podía meter en sus asuntos y dejar los míos en paz.

Ya tenía mi polla posicionada entre sus abiertas piernas. Como no impidió mi acercamiento a su sexo, seguí hacia adelante, profundizando en su vagina con mi pene todo endurecido por horas de excitación.

. - aaahhh, aaahhh, con cuidado, aaahhh,

Poco a poco fui enterrándole mi miembro en toda su rajita frontal hasta mis huevos hacer tope con su vagina recién desvirgada, pues un hilillo de sangre bajaba de su vagina hasta la blanca sábana, cosa que no me importó.

. - oh, Dios, perdóname, pero qué placer me estás dando. Sigue por favor, no pares ahora.

Le hice caso y comencé a follarme aquel blanco conejo hasta ponerle la quinta velocidad. Ella se retorcía como una cometa al viento.

La cosa no iba durar mucho sin correrme y no era cosa de empezar a dejar monjas preñadas por ahí, así que me salí. Mi polla, toda ensangrentada, fue obligada a descansar y que el orgasmo retrocediera hasta un lugar seguro.

Después me puse a comerme su chumino, para hacerle una somera limpieza vaginal.

Cuando la dejé medianamente limpia, la obligué a darse la vuelta allí mismo.

. - por favor, Salvador, por ahí no, por Dios.

. - querida Pilar de mi corazón. Ya no hay vuelta atrás. Has sido desvirgada por delante, ahora no puedo detenerme y no hacerlo por detrás. Coge aire y muerde la almohada, enseguida acabo.

. - Dios mío, perdóname por el mal que te estoy haciendo, pero no puedo evitarlo.

La monja se puso a rezar en silencio, solo moviendo los labios.

Me olvidé de sus rezos y comencé con una comida de orto, separándoles las nalgas. Allí metí mi lengua y un par de dedos, hasta que hice hueco para mi polla.

Colocándola en su entrada, me agarré de sus pechos y apretándoselos, empujé y entré en su anal culo. Ella mordió la almohada para no gritar. Yo seguí entrando en ella ahora sin detenerme hasta topar con mis huevos en sus nalgas una y otra vez, donde el frenesí que me daba encularme a una monja era mayúsculo.

Le miré la cara ladeada y se la vi roja como un tomate, pero no gritaba, eso estaba bien, así que continué con su primer y oficial enculado.

Con un retorcimiento de pezones, me la seguí follando cada vez con más intensidad y violencia. Ella era una señora en toda regla y necesitaba descargar toda mi adrenalina en aquel culo especialmente virgen. Seguro que ni siquiera lo usaba para cagar para no estropearlo.

Después de estarla sodomizando durante un rato eterno, de nuevo me venía en puertas el orgasmo y de nuevo me salí de inmediato, sudando como un cerdo al igual que mi follada Sor Pilar.

Ella se quedó como muerta en la misma posición, intentando coger resuello y levantar cabeza. Yo hacía lo mismo. Cuando el orgasmo de nuevo retrocedió, le hice una mamada culera para dejarla bien limpita.

Como tenía mi polla algo engrasada de cosas que no vienen al caso, me subí junto a ella y le dí la vuelta un poco y se la metí en su boca. Ella solo podía o mamar o mamar y fue lo que hizo, mientras respiraba por las narices. Cuando me la dejó bien aseada, me salí.

Estaba dispuesto a estar en forma para Salomé y no iba ahora a correrme en la boca de Pilar, la ninfómana del hábito, como debía de llamarse y no Sor Pilar, el alma cándida que quería hacer creer.

Sor Pilar al fin se recompuso un poco y se salió de la cama. Tuvo que coger papeles desechables para hacerse un tapón vaginal y que no fuera chorreando sangre menstrual por el camino a su cuarto. Luego la ayudé a vestirse toda ella. Era como una muñeca rota. Estaba como atontada. No sé, pero cuando me follo a alguien, suelen salir eufóricas, no agilipolladas como ella. Debía ser otro tipo de euforia que aún no había experimentado.

Una vez vestida como llegó, me puse una toalla alrededor de la cintura y cogí la ropa de dormir. Miré la estancia y no vi sangre de virgen en el suelo, pero sí en la sábana, así que la quité y ovillándola, se la puse bajo el brazo a Pilar. Luego salimos de allí. Mientras ella se iba como sonámbula a su cubil, yo entraba en los aseos de los chicos para darme una ducha rápida y no oler a chumino virgen de monja ninfómana.

Lo primero que hizo Pilar al llegar a su cuarto fue ducharse y ponerse un tampón. Luego lavó la sábana manchada con su sangre y la tendió junto al resto de sábanas del hospitalito-orfanato. Después regresó a su habitación y se acostó, quedándose con los ojos fijos en el techo. Rezó un par de rosarios por lo que había hecho y se durmió con una sonrisa que, si alguien la hubiera visto, diría que se lo había pasado de puta madre o por lo menos, que lo iba a pasar de puta madre las próximas veces que follara con el desmemoriado recién llegado.

Encontré el cuarto de Salomé. Empujé la puerta y como pensé, estaba entreabierta. Cerré tras de mí y avancé hacia la cama. Allí estaba una Salomé solo tapada con una sábana mirándome con ojos de loba queriéndose comer un lindo gorrión. Ese gorrión, como no, era yo.

Se sacó la sábana de encima y con la claridad que entraba por la ventana, pude vislumbrar una desnudez bizarra. De inmediato me desnudé y sin meterme aún en la cama, la recorrí toda ella con mi mano. Su chochete viejuno estaba ardiendo y súper lubricado. Seguro que ya se había hecho unas cuantas pajas para entrar en calor.

Mi mano profundizó en su chumino hasta enterrar los dedos en él. Ella respiró profundamente, mientras se retorcía en silencio. Luego saqué mi mano y me la llevé a la boca, saboreando aquel olor tan nauseabundo y tan conocido de su vagina.

No podía creerme que no se hubiera lavado el conejo ni para una cita con un guapo semental. O era su olor de toda la vida o era una puta guarra. Fuera una cosa u otra, no iba ahora a darle un baño rápido a aquel coño asqueroso, sino una follada rápida, al menos la primea vez, pues después de lo de Pilar, mi polla estaba como viva y quería explotar lo antes posible. Aun así, la tenía con las esposas puestas para que se corriera cuándo y dónde yo quería, no cuando ella quisiera.

Cogí aire y me metí en la cama junto a ella. Rodeándola con mis piernas, no llegué a hacerlo ni una cuarta parte, dado su grosor, pero me hice a la idea que era mía y de nadie más.

Su boca, ella sí, olía a dentífrico recién tomado. La cual me la pasé por la piedra con mi lengua. Ella estaba en la gloria puta. Tenía a un efebo para ella sola y me iba a sacar todo lo sacable de un semental como yo.

Como por arte de magia, me encontré debajo de ella, suerte que pensó en su peso y en el mío y dejó una capa de aire entre los dos, porque si no, sí que me deja seco, pero no de leche, sino de vida.

La muy puta debía de haber estado a paja limpia durante su puta vida, pues me comía como un cerdo se come todo lo que le echen. Su lengua me la pasó por cada pliegue de mi cuerpo y mi polla seguía pidiéndome sacar todo lo sacable, pero puse mis pensamientos en su guarro chumino y mi polla casi deja su empalme.

La madre superiora y esta guarra, debían de haber crecido en la misma pocilga, pues sus olores vaginales eran para echar atrás al más pintado semental, pero no a mí. Con una lavada oportuna estaría como nuevo y descargada mi polla, que era lo que buscaban estas dos viejas calienta-pollas reprimidas por sus creencias.

La verdad es que he sido yo quien las ha incitado, pero si uno no quiere, dos no follan, a no ser que sea un violador empedernido de ancianitas, que no es el caso, creo yo.

Cuando Salomé acabó de recorrerme con su lengua, se sentó encima de mi polla y me cabalgó como si fuera John Wayne.

Las ubres de la muy puta bailaban en todas las direcciones, soltando leche a destajo por sí solas. Más salió cuando conseguí alcanzarlas y apretarlas como si la vida me fuera en ello. Sus pezones los dirigí hacia mí, intentando tomarme su producto lácteo, pero era imposible con sus movimientos tragándose mi polla en su vagina.

Un rato después conseguí hacerla detener y darle la vuelta, ofreciéndome su anal culo. Eso no se lo esperaba de un chico tan guapo como yo, pero no le dí tiempo de reaccionar. Sin encomendarme a nadie, se la enterré hasta los huevos. Ella respingó y casi gritó, pero tuvo un último poder mental de hacerlo en silencio.

Sus nalgas se las agarré fuertemente para que no se me escapara y le dí polla y más pollas hasta hartarme. Solo cuando llegaba por tercera vez el orgasmo a la punta de mi rabo, me salí y yéndome hacia su boca ladeada, se la metí en ella, para descargar por fin toda mi mala leche.

La mujer, en contra de abroncarme, tragó mi polla en busca de todo el semen que hubiera en mi pene follador. A fe mía que me dejó seco, la muy puta cocinera.

De aquella habitación del sexo salí hacia las cuatro de la madrugada, después de unas cuantas folladas más. Salí como Pilar de mi cuarto, agilipollado y atontado. Suerte que me pasé por el baño para darme una ducha rejuvenecedora. Aun así, casi me equivoco y me meto en la habitación que no era. Entonces sí que la hubiera palmado aquella noche, pues mi polla ya no podía dar más de sí, lo próximo sería una caja de pino y al hoyo.

Cuando llegué a mi habitación, simplemente me tendí con ropa y todo y me quedé dormido.

Suerte que la jodida Susi fue la que me visitó en primer lugar, encontrándome aun sobando vestido.

. - ¿una larga noche, Salvador? –dijo sonriendo, sin sonreír.

. - hola, mocosa. ¿Qué hora es?

. - las ocho de la mañana.

. - joder, me he quedado dormido.

. - claro, te pasas las noches follando por ahí y llegas al día siguiente, todo cansado. ¿Qué hay de lo mío, semental?

. - tu madre, cabrona.

. - anda, levántate o pensarán que has estado follando toda la noche.

. - es lo que he estado haciendo o ¿cómo crees que me he podido quedar dormido?, por cierto, esta tarde, vamos de paseo tú y yo solos y voy a cobrarme tus deudas.

. - no jodas. Entonces tengo que estar bien guapa y limpia. ¿A qué hora?

. - a eso de las 5 de la tarde.

. - ¿a dónde iremos?, ¿a un hotel?, ¿a un apartamento?

. - ¿crees que soy un potentado? no tengo un chavo y no me pagan nada. Nos daremos una vuelta por ahí y ya veremos. Nada de sostén, ni bragas.

. - tú estás loco. Sabes perfectamente que nos revisan las monjas, no les voy a decir que vamos a follar como locos, para no ponerme bragas ni sostén.

. - pues a linda le encanta ir sin bragas, ni sostén.

. - es que esa es un caso perdido y no le hacen ya ni caso.

. - vale, puede que tengas razón. Ya te las quitaré yo.

. - eso sí. Ya tengo ganas de tenerte dentro de mí.

. - lleva compresas porque sangrarás un poco.

. - lo tengo todo previsto.

. - ¿también el dolor que sentirás cuando entre en ti?

. - más o menos.

. - ya me parecía a mí. Bueno, vayamos a desayunar, hoy no me pasa lo de ayer, que desayuné tarde.

En el desayuno, Salomé, más sonriente que nunca, me trajo el vaso de su leche privada. Le eché un poco de café y para dentro. Sin duda, las mejores leches son las maternas, nada de vaca o cabra.

Aparte de la leche, mi hizo un par de huevos y pan. Debía estar fuerte para el día que se avecinaba. Por desgracia para Salomé, hoy no le tocaba polla, pero mañana sí.

Cogí la bandeja y se la devolví a mi lechera cocinera. Le guiñé un ojo y me fui hacia Rebeca.

. - hola tía buena.

. - hola precioso.

. - tengo una sorpresa para ti.

. - ¿lo vamos a hacer hoy?

. - no, hoy no, solo a medias.

. - ¿cómo a medias?, ¿cómo se hacen estas cosas a medias?, o se hacen o no se hacen.

. - ya te lo explicaré después. La sorpresa es que te voy a llevar a un lago el sábado. Pasaremos todo el día en la montaña solos tú y yo. Haremos nudismo todo el rato y allí lo haremos al completo.

. - ¿te lo ha dicho la madre superiora?

. - me ha dado su bendición. Solo de la salida, de lo otro nada le dije, por supuesto.

. - hombre, solo faltaba que tuviera que darme permiso cuando podía perder mi virginidad una monja.

. - pues eso. Lleva compresas de más, por si acaso.

. - llevaré la caja completa.

. - tampoco te pases. Es solo por precaución. No te olvides de las cremas y otra solar, aunque no creo que te puedas quemar más, ¿no es cierto, querida?

. - aún me quedan un par de sitios libres, si es eso a lo que te refieres. La llevaré, nunca está de más. No quisiera que además de lo que tengo, me entre cáncer de piel. Tu sí que la necesitas y seré yo quien te la dé bien dada –acercó su boca y me habló- ya me estoy corriendo de gusto solo de pensar en estar solos allá arriba-.

. - calla, calentorra, como te oigan, nos prohíben ir.

. - tío bueno, tú y yo lo vamos a pasar de puta madre.

. - eso sí es verdad. Salomé nos preparará la comida para el viaje. Saldremos temprano, siento que seas tú quien pagué los billetes de los autobuses, pero yo no puedo costearlos

. - no me lo vuelvas a nombrar. Hasta que puedas devolvérmelos, pagaré yo y lo hago con gusto, así que no te preocupes más por el maldito dinero.

. - me da no sé qué, que una chica me pague todo, hasta el autobús, pero hasta que no sepa quién soy, deberás tener paciencia conmigo.

. - ¿qué te acabo de decir?, no me lo nombres más. Simplemente dime cuánto debo llevar encima cada vez, nada más.

. - vale, como quieras. Cuando termines, nos vamos a rehabilitación. De ahora en adelante, la harás con los demás, así no te tendrán tanto miedo los chicos. Ya sabes que el roce, hace… no sé qué.

. - el cariño. El roce hace el cariño. Sí, será mejor.

. - no me eches en cara si solo te doy unos pocos minutos, debo repartirme entre los demás. ¿De acuerdo?

. - descuida. Sé lo que tienes que hacer y no me importa que flirtees con las demás chicas y demás mujeres del centro. Hemos hecho un trato y sé que lo respetarás.

. - así es. No sé si sabes la última. Me iré llevando a los chicos de paseo por ahí, sobre todo alrededor del centro, para que se despejen un poco. La madre superiora lo ha aprobado. Lo de ir en grupo, ya me dirá algo.

. - te estás haciendo imprescindible en el centro. Todas las chicas están locas por tus huesos y también he oído de algún chico.

. - ya te dije que tenía una larga lista de amantes, pero descuida, eres la primera de la lista.

. - ¿no tendrás también a alguna monja?, ¿serías capaz?

. - lo soy, pero no te diré quién o quiénes y no se te ocurra divulgarlo o me enfadaré y tendré que cortar contigo, muy a mi pesar.

. - descuida, no quiero perderte por chismosa. Si pudiera te tendría para mí solo, pero sé que no puede ser y me aguanto.

. - esa es una buena actitud. Cuando estemos duchándonos te lo agradeceré como te mereces.

. - dame un anticipo, porfa.

. - de eso nada. Todo en secreto o me jodes el negocio.

. - cobarde.

. - sí, pero porque estoy protegiendo nuestros intereses. Acaba ya, Tutankamón de los cojones.

. - tu padre es Tutankamón. Yo soy Cleopatra.

. - de acuerdo, Cleopatra de los cojones.

. - si estuviéramos solos te saltaría encima y te comería a besos.

. - pues contente o lo echarás todo a perder. La paciencia es la madre de…

. - ese no me acuerdo, pero es igual, tío bueno. Vayamos al gimnasio para que me sobes bien.

. - y no solo a ti –dije chinchándola-.

En el gimnasio ya estaba la mayoría de chicos con sus problemas físicos. Dejé a Rebeca sola en una de las máquinas de cinta y me fui hacia un nuevo chico que no había visto antes.

. - hola, soy Salvador. Uno de tus preparadores físicos, masajista y todo en uno.

. - hola –dijo muy serio-.

. - ¿no tienes otro nombre, hola?

. - me llamo Tino.

. - ¿qué edad tienes, Tino? -le pregunte por preguntar, pues sabía que estaba entre los 18 y los 25 y por su cara, estaría más cerca de los 18.

. - ¿vale para algo que te lo diga para hacer rehabilitación de mi pierna derecha?

. - claro, así sabré si eres un chico responsable o un llorón de 10 años.

. - no soy un llorón de 10 años, ya lo supondrás. Tengo 19.

Cogí una ficha que una monja había dejado a su lado y le eché un vistazo. Huérfano de 19 años.Pierna derecha atrofiada desde hace años por caída de altura superior a cuatro metros durante la escapada de uno de los orfanatos privados. Ahora en éste por terminación del dinero que sus padres le habían dejado, ahora fallecidos. Ahora vivía del estado y odia a todo el mundo . Todo eso decía en aquella hoja. Joder con el tal Tino, todo un angelito. Tino de Constantino.

. - parece que no te gusta estar encerrado.

. - ¿y a quien le gusta?, en cuanto pueda, me largaré de aquí, como lo he hecho de los otros sitios.

. - no seré yo quien te lo impida. Las puertas de este orfanato siempre las tienen abierta para entrar o salir, ¿cómo es que no te has largado aún?

. - acabo de llegar. Pero, sobre todo porque la pierna me duele horrores y no sé por qué, cuando me la cure medianamente bien, me largo, te lo advierto.

. - tú mismo. Pero como dice tu ficha, la pierna la llevas así desde hace años, ¿qué te hace pensar que te vas a curar con unos masajes cuando no lo ha hecho en años? yo que tú me portaba bien y dejaba de escaparte de orfanatos, porque lo próximo será algún reformatorio y esos tienen las rejas más altas, ¿hacia dónde cargas?

. - ¿qué coño dices?

. - tu paquete, ¿qué hacia dónde carga?

. - ¿y a ti qué coño te importa hacia donde carga mi polla?

. - porque como des algún problema a las monjitas o los chicos del centro, te meto tu polla por el culo, por eso.

. - joder como está el patio.

. - si estás aburrido de todo, te aguantas o te vas sin decir ni pio. Ahora ponte de espaldas, voy a darte unos masajes en esa pierna tuya.

. - oye, ¿no debes ser educado con los chicos del centro?

. - solo con los que se lo merecen. Los que dan problemas les doy una patada en los cataplines. ¿Quieres que te dé una patada?

. - ni que estuviera loco. No daré problemas, el día que me largue, saldré tranquilamente por la puerta.

. - eso está mejor. Bueno, ¿te vas a tender en la camilla o tengo que cogerte de los huevos?

. - ya me tiendo, ya me tiendo. Joder, qué modales.

El tal Tino llevaba unos pantaloncitos algo holgados y cortos. No median más de una cuarta de largo, vamos, parecía el tío un chulo-putas de los años 60.

Según se sentó, le eché el linimento de una botellita que allí habían dejado. Se la extendí por toda su pierna derecha hasta llegar al pantaloncito.

. - bájate el pantalón.

. - no llevo calzoncillos.

. - no es mi problema. ¿Acaso no sabías que venias a masaje?, abajo pantalones o te los saco yo delante de los demás.

. - oye, no seas marica y al menos dejame una toalla. No quiero que me vean el culo esos maricas.

. - ¿por casualidad usas calzoncillos alguna vez?

. - la verdad es que no. Me gusta que la minga baile un poco.

. - ya, entonces aquí el único marica eres tú.

. - porfa, tápame el culo.

. - vale, pero no te pases pidiendo, que a los demás no les importa que le sobe la entrepierna, huevos incluidos.

. - ¿seguro que no?

. - más bien les gusta y no son maricas como dices, sino que se sienten solos ¿y por qué no darles una pequeña alegría durante un ratito?

. - ¿y a las tías?, ¿tampoco les molesta que les sobes el chumino?

. - a ellas menos.

. - pues yo me quiero hacer masajista desde ya.

Le eché encima una toalla que alguno había dejado por allí. Tino se bajó los pantalones hasta los tobillos y esperó.

Me eché más linimento y empecé a masajearle la entrepierna hasta la cintura. Sus nalgas fueron bien sobadas. Sus huevos fueron agraciados con mis prodigiosas manos y el chico gimió, pero nada mas dijo, solo se movió un poco, como colocándose el paquete.

En su raja del culo le metí varios dedos sin profundizar ninguno más allá de la entrada.

. - date la vuelta, por favor.

. - estoy empalmado –dijo bajito para que lo oyera yo solo-.

. - ¿cómo dices?

Se giró hacía mí y me hizo acercarme y me lo repitió a la oreja.

. - que estoy empalmado, joder.

. - eso lo arreglo yo en un plis-plás, date la vuelta con cuidado.

El chico no las tenía todas consigo con eso de que su masajista lo arreglaba en un plis-plás.

En cuanto se dio la vuelta, me puse entre los demás y Tino. Mientras que con una mano masajeaba su pierna derecha, con la otra le hacía una paja de campeonato, pero en plan lento.

. - joder con el masajista de los cojones, aaahhh, que bien, no pares ahora, maricón.

. - ¿qué coño has dicho?

. - perdón, perdón, ¿puedes seguir, por favor?

. - repítelo y te dejo con el pito al aire, sin toalla ni ostias.

. - disculpa, pero ahora no me dejes a media, porfa.

Sonreí y continué con la faena doble. Mi mano le sobaba los huevos y con la otra, seguía haciéndole una paja, hasta que el chico explotó sobre la toalla. Poco a poco fue bajando la polla hasta quedarse en nada. Luego seguí con su pierna derecha hasta que dí por terminada la sesión de masaje-paja.

Con la misma toalla le limpie la polla hasta dejársela bien escurrida. Luego le subí el pantaloncito, hasta que él mismo se lo colocó bien y se salió de la camilla.

. - joder tío, ¿va a ser así todos los días?

. - a no ser que vengas descargado al masaje, así puede ser, pero como te pases de listo, las vas a pasar canutas. Por cierto, llévate la toalla y lávala un poco antes de meterla en el cubo de la ropa sucia. Ya sabes por qué.

. - no hace falta que me lo recuerdes. Te podrías dedicar a hacer pajas, te ganarías una pasta.

. - vete a la mierda –dije sonriendo, el otro también lo hizo-.

Luego me largué hacia Susi. Ya estaba sobre la mesa de masajes.

. - joder, Salvador. Llevo la de Dios aquí tendida, ya me duelen las tetas. ¿Qué le hacías a ese nuevo que tardabas tanto?

. - le estaba haciendo una paja de bienvenida gratis. Anda, calla y ábrete de piernas.

. - a la orden, mi amor.

Susi vestía muy modosita para el masaje. La sobé bien por todo el cuerpo, consiguiendo un par de orgasmos de la chica cuando me entretuve en sus pechos y entrepierna. Cuando la dejé, salió chorreando, tanto por arriba, como por debajo.

Mientras se iba a las duchas de las chicas, me recordó la cita.

. - te espero a las cinco, no lo olvides.

. - ahí estaré, guapa.

Una de las monjas, que era la primera vez que la veía, estaba martirizando a una gordita dándole golpes de karate en la espalda, como si fuera un saco. La pobre paciente se dolía con cada golpe que recibía de la monja. Era gordita como la paciente.

El hábito lo tenía como una segunda piel a punto de romperse en pedazos cada vez que se agachaba a aostiar a la gordita.

Como me dio pena por la chica, que no por ella, me acerqué para ver si podía alejar a la monja de la joven y que no palmara por un simple masaje corporal.

Sin duda, la monja era exuberante, además de gordita como he dicho. Tenía sudores hasta en la punta del coño, supuse.

. - hola, soy Salvador, ¿te puedo ayudar?

. - hola Salvador, soy Sor Rafaela. Acabo de llegar.

. - eso pensé, pues no la conocía.

. - veo que le has cogido el truco a esto de los masajes, yo no doy pie con bola, estoy sudando como una loca y solo he empezado.

. - ¿me permite un par de consejos?

. - claro, dime.

. - no soy ningún experto, pues como te habrán dicho, soy otro paciente del centro que está echando una mano por falta de personal, pero el llevar esa ropa tan ajustada, aparte de hacerte sudar más de lo normal, en cualquier momento se le va a romper y dará el espectáculo. Si lo hace porque piensa que tiene algunos kilos de más, es verdad, para qué negarlo, pero quíteselo de la cabeza. Si usted se siente bien, así como está, eso es lo más importante. Ambas y me refiero a esta joven torturada por sus manos, sois exuberantes las dos y necesitáis hacer ejercicio, de eso no hay duda.

. - gracias, Salvador, soy Gisela –dijo la paciente, virando su cabeza hacia mí, tendría unos 20 años y tenía bastante sobrepeso y un desarrollo mamario, que te cagas-.

. - no hay de qué, Gisela. Tú y yo tenemos que correr un poco para bajar algunos kilos ¿Qué te parece, encanto?

. - cuando tú quieras podemos correr, yo también quiero adelgazar, pero no tengo ganas nunca. Si me ayudas, a lo mejor adelgazo algo.

. - te ayudaré. Búscame cuando tengas un hueco después de clases, pero esta tarde no, tampoco el sábado, que las tengo ocupadas. El domingo es tan buen día como otro cualquiera.

. - de acuerdo, te buscaré y correremos.

. - chico, creo que tienes razón -dijo la monja gordita- es una tontería aparentar una cosa que no soy. A partir de que salga del gimnasio, me pondré ropa más ligera, pero ahora debo continuar y esperar que no se me rompa el hábito.

. - como quieras. Estaré cerca por si ocurre lo peor.

. - gracias, eres un buen chico. Una pena haber cogido el hábito, porque si no…

. - gracias. Otra cosa, Sor Rafaela, si le sigue dándole golpes de karate a la espalda de Gisela, le va a hacer daño en las vértebras.

. - ¿cómo lo harías tú?, enséñame por favor.

. - ya le dije que no soy experto, pero más o menos hay que hacerlo así…

Le estuve explicando sobre la espalda de Gisela, la cual se abrió de piernas la paciente.

. - gracias, Salvador, ahora sí que estoy disfrutando, perdone Sor Rafaela.

. - perdóname hija, soy novata en esto de los masajes.

. - siga usted, Sor Rafaela, yo tengo que atender a otros chicos.

. - Salvador, ¿puedo acompañaros a correr de vez en cuando? -dijo la monja-.

. - claro, cuantos más, mejor. Póngase de acuerdo con Gisela y me dan un toque con un poco de antelación.

. - de acuerdo, gracias Salvador –dijo Sor Rafaela-.

. - gracias, Salvador –dijo Gisela, la cual sin duda se había enamorado de su preparador físico-.

Fue darme la vuelta y Rafaela re-comenzar a darle masajes a Gisela, cuando oí un característico sonido de tela al rasgarse.

Me giré y vi cómo se hacía en dos la parte delantera del hábito de la monja, dejando al descubierto aquellos dos voluminosos pechos que ni siquiera aquel sostén que llevaba puesto podía mantener en su sitio, rompiéndose también su cierre.

Me fui hacia ella y le puse las palmas de las manos en sus mamas y como si de una película cómica se tratara, fuimos caminando pegados como cangrejos hacia la puerta de salida del gimnasio, hasta meternos en un trastero que había en la siguiente puerta.

La pobre monja estaba roja como un tomate y apenas reaccionaba. Cerré la puerta tras de nosotros y con un codo, encendí la luz. Mis manos seguían en sus pechos, ella lo único que hizo fue derrumbarse llorando sobre mí.

. - tranquila, tranquila. Ya todo pasó –mis manos seguían en sus pechos, pero esta vez sobándole los pezones como quien no quiere la cosa, pero o no se daba cuenta o no quería darse cuenta-.

La separé de mí y con delicadeza, le intenté enganchar el sostén XXL para guardarle sus mamas, pero al tener el enganche roto, nada se podía hacer al respecto.

Ella despertó de su letargo e intentó colocárselo, pero tampoco pudo.

. - será mejor que vaya a su cuarto y traiga algo de ropa. Dígame el número y se la traeré.

. - es el número trece. Date prisa, por favor.

. - enseguida regreso.

Me dí la vuelta y salí disparado hacia su cuarto. Entré y rebusqué en el armario, encontrando otro hábito nuevecito. Luego busqué unos sostenes nuevos y los encontré en la cómoda, aunque también me encontré algo que no se suele encontrar en un ajuar de monja, por lo menos de puertas afuera. Era un consolador de grandes proporciones a pilas. Solo ver el tamaño, ya estaba mareado. Con la ropa bajo el brazo, salí pitando de allí.

Llegué al trastero sin que nadie me interrumpiera por el camino. Quizás hasta hubiera suerte y nadie del centro se enterase del pelotudo asunto de la desnudez de la monja, pues en el gimnasio nadie pareció darse cuenta al ser tan rápida mi actuación y caminar como los cangrejos.

Abrí la puerta y entré dentro, cerrando tras de mí. Ella se había ocultado tras unas cajas. Me llegué junto a ella y le entregué la ropa. Luego me dí la vuelta y esperé a que se vistiera.

. - no es necesario, Salvador. No vas a ver nada que no hayas visto ya.

Me dí la vuelta y la ayudé a sacarse el hábito roto, para luego hacer lo mismo con el sostén. Sus braguitas eran más cortas de lo que había pensado, más bien parecían un tanga.

. - ¿una monja con tanga?, lo que hay que ver.

. - algunas somos más modernas que otras. ¿Me lo colocas, por favor?

Ella se había metido los pechos en el sostén, luego yo me pasé por detrás y le enganché el sostén gigante. El anterior era por delante su enganche, éste por detrás.

Después la ayudé a colocarse el hábito. Se arregló el vestido y cogió aire.

. - Sor Rafaela, tengo que decirle que al buscar el sostén había otro aparato bien grande a pilas. Debe guardarlo en otro sitio más discreto.

. - qué vergüenza, no solo me ves los pechos y me los escondes de los demás, sino que descubres un secreto que nadie sabe, no iras a delatarme, ¿verdad Salvador?

. - por supuesto que no. Lo que usted haga con su vida privada nada me importa. Es usted muy dueña de hacer lo que le plazca, como buscar placer con esos aparatitos.

. - ¿y si quisiera buscarlos en otro lugar que no sean esos aparatos?

. - no tendría problema en proporcionárselos sin ningún coste por ninguna parte, solo el simple disfrute de ambos. De hecho y perdóneme, me ha puesto a cien solo tener sus mamas en mis manos.

. - te agradezco tu discreción y buena voluntad.

Dio un paso hacia mí y me puso un dedo en mis labios y me los recorrió lentamente. Luego se acercó más y me los besó. Yo no me estuve quieto y mis manos de nuevo se posaron en aquellas mamas descomunales, estrujándoselas bien. Luego nos separamos acalorados.

. - es mejor que lo dejemos por hoy y descanse. No es el momento, ni el lugar. Ya me encargo yo de los chicos hasta la próxima tanda.

. - gracias, te lo agradezco en el alma. Seguiré tu consejo y me pondré algo con más… holgura.

Me dio un nuevo beso rápido en la boca y salió roja, pero no avergonzada del episodio pasado en el cuarto, aunque sí el del gimnasio. Según ella, tenía un prometedor y halagüeño futuro al poder dejar de usar su aparatito, para pasar a usar uno de carne y hueso de lo más sabroso.

Mientras ella se iba a su aposento con la ropa rota en su mano, yo regresé con Gisela, si es que aún seguía en la camilla.

Efectivamente, allí seguía la chica. Pero solo ella, el resto se había marchado. Miré la hora y comprendí que pronto vendría otra tanda de chicos.

. - ¿todavía aquí, Gisela?

. - ¿qué ocurrió que me dejaron sola?

. - nada importante. Yo seguiré donde lo dejó Sor Rafaela.

El masaje continuó. La chica llevaba una sudadera de dos piezas. Sus pantalones se los bajé un poco hasta tener sus gorditas nalgas a la vista.

. - ¿te molesta si te las bajo un poco más?

. - no, me gusta que me des masaje directamente sobre la piel.

. - okey.

Ambas nalgas fueron masajeadas. Su rajita también, así como la base de las nalgas, donde se vislumbraba su vulva. Ella se acaloró cantidad.

Le subí el pantaloncito y le pedí que se pusiera al revés, frente a mí.

Le subí un poco hasta el ombligo la parte superior y la masajeé, inclusive bajo ella, pero sin llegar a rosarle sus pechos.

La chica, sonriente y bastante nerviosa, me cogió ambas manos y se las puso sobre sus pechos, bajo la ropa. Allí seguí masajeándola pero que muy bien, haciendo que sus pezones se endurecieran de repente.

Dado que me daba permiso para una cosa, supuse que me lo daría para otra y bajé mi mano hasta bajarle lo suficiente el pantaloncito hasta dejarle la vagina a la vista. Allí también le dí masajes con varios dedos metidos entre sus labios mayores. La chica se retorcía de placer. Profundicé más hasta tener metidos al mismo tiempo un par de dedos en su vagina, otro sobre su clítoris y otro más dentro de su ano. Así metidos, los moví hasta volverla loca de placer

Solo me detuvo el oír las voces de los chicos que venían a hacer sus ejercicios. Le arreglé la ropa y la hice bajarse de la camilla y con un toque en sus nalgas, la despedí.

. - anda, lárgate y se buena.

. - lo seré Salvador. Acuérdate de lo del domingo.

. - no me olvidaré.

Mientras ella se marchaba, olí mi mano que olía a sus partes bajas. Era un pack de olores afrodisíacos que no me disgustó.

A las cinco de la tarde toqué en la puerta del cuarto de las chicas. Alrededor de Susi había un corrillo. Desde la puerta veo que me mira tanto Susi como el resto. El grupo se vino hacia mí y me rodeó.

. - ¿cuándo me toca a mí pasear contigo, Salvador? –dijo una-.

. - yo también quiero –dijo otra.

. - y yo –así hasta la mayoría, que quería salir conmigo-.

. - chicas, chicas. Tranquilizaros. He hablado con la madre superiora y le pedí salir en grupo, pero aún no me ha respondido. Si acepta, os llevo a los lagos a bañarnos.

. - bien… –gritaron varias-.

. - pero todavía no tengo el permiso, así que tenéis que esperar. Si no nos dan el permiso, las iré sacando de una en una a dar una vuelta por los alrededores. Ahora le toca a Susi. ¿Nos vamos?

. - nos vamos. Vosotras, a joderos. Salvador, empuja la silla, porfa.

Salimos por la puerta, ella llevaba una mochila entre sus piernas, mientras yo la empujaba. Recorrimos un buen trecho entre una arboleda cercana. Cuando llegamos a un pequeño claro, rodeado de abedules y desde donde nadie nos podía ver, me detuve sudoroso.

. - hay que joderse con lo que pesas, condenada.

. - no mientas, si estoy hecha un figurín.

. - ja, y una leche. ¿Te gusta este lugar?

. - es perfecto.

Susi abrió la mochila y saco una manta de ella y me la entregó.

. - coge la manta y tiéndela en un lugar lo más plano y limpio posible.

Con la mirada encontré el lugar ideal. Era un hueco entre varias piedras bien grandes que agachados no nos verían ni a dos metros.

Limpié un poco el terreno con los pies y puse allí la manta. Luego regresé a por Susi. Según la levanté en brazos, la llevé allí y la puse encima de la manta, luego regresé a por la silla y la puse tras un árbol para que no fuera vislumbrada por ningún mirón o mirona. Regresé con la chica.

. - bueno, bonita. Aquí estamos.

. - sí, aquí estamos.

Me tendí junto a ella y la besé en los labios. Sus besos eran algo violentos, pero nada dije, ya que supuse que eran así por los nervios del momento.

Le desabotoné la parte superior y le saqué la camisa. Sus pechos estaban custodiados por un sostén color rosa con corazoncitos.

Le besé en el canalillo. La respiración de Susi se aceleraba por momento. Mis manos pasaron por debajo de cada copa de su sostén, cogiéndole ambos pechos y estrujándoselos cual limones.

Seguidamente hice desaparecer el sostén. Acerqué mi boca y me dí un banquete con sus deliciosos pechos. Ella se retorcía del placer que le estaba dando con mi boca. Por supuesto sus pezones se endurecieron hasta convertirse en duros diamantes.

Yo me saqué por arriba la camiseta, dejando mi torso al desnudo. Ella me cogió los musculosos brazos y me los apretó.

. - estás hecho un Tarzán.

. – entonces, tú eres mi Jane –le dije mientras la besaba casi violentamente sus labios, mordiéndoselos. A ella le iba la marcha y colaboró gustosamente.

Mi boca se separó de la suya y comencé a bajar hasta el ombligo, pasando por sus pechos, claro.

Allí abajo, le desenganché la falda y la tiré junto a su sostén. Llevaba unas braguitas también a juego con el sostén, con corazoncitos.

Besé aquellas bragas y haciéndolas a un lado, metí mi lengua en busca de su vagina, que encontré súper húmeda.

. - aaahhh, joder. Qué gusto, sigue coño.

Volví a meter mi lengua hasta dejarla fina. Sus bragas pronto acompañaron al resto de prendas quitadas, dejando para mí solo aquel tesoro femenino.

Mis pantalones salieron volando también. Luego me fui hacia la boca de Susi y le puse mi paquete en las narices. Ella me beso los calzoncillos al mismo tiempo que metía sus manos bajo ellos cogiéndome la polla, para luego sacar la punta y comérsela sin remordimientos de ninguna clase.

Me saqué la prenda y la dejé que siguiera mamando el tiempo que quisiera, mientras yo le sobaba las tetas a gusto.

Cuando me puso a tono, separé mi polla de su boca y me fui directamente a su chumino. Allí, entre sus piernas, me dí el festín padre, dándome el gusto de mamarla hasta saciarme del zumo que soltaba por su vagina.

Su clítoris fue un placer comérselo sin prisa y sin pausa. Cuando vi que su vagina estaba más que lubricada para mi polla, me puse encima de ella.

Mientras le metía la lengua hasta la glotis, enterraba mi polla en su vagina virginal. ¿Virginal?, no lo parecía, pues ningún himen atravesé hasta meterle toda mi polla.

. - ¿seguro que eras virgen?, no me lo creo, Susi.

. - es que no lo soy. Perdona por haberte engañado, pero quería estar contigo y disfrutar del momento.

. - ¿tampoco lo eres por detrás?

. - de ahí sí que lo soy. No me hagas mucho daño, por favor.

. - pues debería, por mentirosa.

Me empleé a fondo con el conejo de Susi, haciéndola vibrar y gritar de lo lindo. Hasta los pájaros que dormitaban en las ramas de los árboles cercanos levantaron el vuelo de los gritos de la chica inválida.

Me detuve y saqué mi polla, poniéndome a tomar sus jugos vaginales, que no eran pocos. Una vez satisfecho de su parte vaginal, le dí la vuelta para dedicarme por entero a su zona anal.

Le coloqué sus piernas inservibles de tal forma que parecía que estaba rezando cara al sol.

Con aquellas nalgas y su respetivo culo a mi entera disposición, la hice hacia adelante y enterré mi lengua y varios dedos en su orto, esperando que fuera verdad que era aún virgen de esa zona, cosa que no dudaba en una chica inválida.

Una vez todo a mi gusto, le coloqué junto a su cara mi polla. Ella entendió que debía darme una buena mamada para volver a ponérmela con la dureza necesaria para tan ardua tarea… para ella, claro.

Regresé a su trasero y sin preámbulo de ninguna clase, penetré aquel culito que me estaba llamando a gritos.

(Parte 15 de 16)

FIN