Abanico multicolor (11)
La historia va de invidentes, un riñón y una pérdida de memoria, tras un accidente. Relato en 16 trozos.
ABANICO MULTICOLOR
(11-16)
ESCRITA POR: SALVADOR MORALES
© Todos los derechos reservados.
Me cayó detrás y aceleré el paso para perderla de vista, pero no tuve tanta suerte. Ella corrió hasta alcanzarme.
. - oye, espérame, joder.
. - ¿qué coño quieres ahora, niña pobre de los cojones?
. - no seas mal hablado.
. - pues mira que tú. Hablo como me da la gana. ¿Qué quieres?
. - ¿por qué te sentaste junto a mí?
. - ¿quién dice que me senté junto a ti?, estaba libre y me senté para coger un poco de aire.
. - había más bancos y todos libres.
. - que pesada eres, chica. Vale, te vi cómo te abroncó el tío como siempre y me distes pena. Iba a consolarte un poco, eso es todo. ¿Contenta ya, tía majadera?
. - ¿y cómo pensabas consolarme?, ¿a base de polla?, os conozco bien. Sois todos iguales, siempre pensáis en lo mismo y con lo mismo.
. - ¿serás puta?, lárgate y déjame tranquilo. Será cabrona la tía, ya no se puede ser bueno.
Aceleré y esta vez sí que la dejé atrás. Cuando llegué a casa, Lety me tenía una sorpresa.
Según la vi, toda bien guapa y perfumada, sentada en su cama y con dos maletas hechas a sus pies, aquello me mosqueó.
. - ¿a dónde vas, guapa?
. - me largo.
. - ¿ya se cansó papá de avalarte con la tarjeta oro?
. - no y que no se le ocurra anulármela o la monto bien. Simplemente me largo. No estoy hecho para estudiar como tú. Tú al menos follas y estudias, pero yo solo follo y no es plan de estar perdiendo mi vida entre estas cuatro paredes. Lo siento por lo nuestro, pues me gustas un rato, pero ya no puedo más. Voy a darme un garbeo por ahí para quemar un poco más la tarjeta.
. - bueno, lo sentiré por ti y por tu culo, mira que me tenías enviciado con tu polla extra-larga. ¿Dónde voy a encontrar yo ahora otra como la tuya?
. - conociéndote cómo te conozco, seguro que no pasarás hambre en ese aspecto. Mira, para que veas que te adoro un montón, te quedas alojado aquí. Todo está pagado durante cinco años que pensaba pasar aquí. Así que no tendrás problemas de alojamiento. ¿Qué me dices?, espero que no me vengas ahora con que te largas a buscar otro alojamiento para pagarlo de tu propio bolsillo, cuando éste está a tu servicio.
. - de eso nada. El dinero no me sobra. Aquí me quedaré hasta que me echen.
. - así se habla y si lo hacen, me das un toque a mi móvil y verá ese capullo lo que vale un peine.
. - oye, podré meter a alguien conmigo. Se está mejor acompañado.
. - pues claro, como si quieres meter a una vaca, bueno, mejor no, pero puedes meter a quien quieras y si le cobras un dinero, mejor para ti.
. - eres la ostia puta. ¿Qué hago con todo lo que dejas atrás?, además, no te puedes ir sin darme por culo. No sé cuándo encontraré otra como la tuya.
. - bueno, ya estaba vestido, pero nada se pierde con disfrutar una vez más de ese cuerpazo tuyo. En lo referente a lo que dejo atrás, pégale fuego, véndelo o quédatelo. Me compraré lo que necesite. Río y los guapos brasileños, me esperan –sonrió el muy mamón-.
Después de pasarnos una hora follando a destajo, quedamos derrengados los dos. Con una ducha rápida y un morreo interminable, Lety desapareció de allí, dejándome solo.
Aparté lo que me iba a quedar y el resto lo puse sobre la cama de Lety. Al final, dicha cama estaba a rebosar de vestidos, bolsos y miles de cosas más que el dinero podía pagar.
En ese momento me acordé de Lucía, la cabrona, de que era pobre como las ratas. A ella le vendría bien la ropa, arreglándola un poco por aquí y por allá.
En la clase que coincidimos la siguiente vez a la trifulca entre los dos, se me quedaba mirando, como sin saber que decir o hacer. Una vez terminada la clase y en uno de los pasillos, me acerqué a ella. Cuando me vio llegar, se ruborizó.
. - quiero pedirte perdón por lo que te dije –se me adelantó la chica-.
. - no me interesa en absoluto tu perdón. Las cosas siguen igual que la última vez. Solo voy a hacerte un favor. Como me dijiste que eras pobre como las ratas y no tenías un duro, quizás te interese una cama llena de ropa de marca. Mi compañera, Leticia, se ha largado dejándome todo su ajuar y otras cosas. Si te interesa algo de ella, te la puedes llevar sin compromiso por tu parte. La coges y te la llevas. Lo que dejes, lo regalaré a otras chicas.
. - ¿así, como así?, ¿sin pedirme nada a cambio?, no te creo.
. - ¿a ti qué coño te pasa con los tíos para no fiarte de nosotros?
. - tuve un novio que…
. - no me interesa saberlo. Yo he tenido problemas con otras personas y no por eso odio a todos los demás. Odiaré a esa persona en concreto, pero no al resto. Bueno, ¿te interesa o no? ya me estás calentando de nuevo los huevos. 3, 2, 1, a la mierda -Me di la vuelta y me largué-.
Busqué a un par de maricas que se estaban dando el lote.
. - hola, guapos. ¿Conocéis a Lety?
. - ya lo creo. Anoche lo tuve con el culo mirando al sur, mientras se la clavaba. Nos dijo que se largaba.
. - pues eso mismo. Lety se dejó mucha ropa y otras cosas. Si os interesa, llevároslo todo. Pero buscaros a tres guapos amigos más, porque hay ropa para dar y tomar.
. - ¿no te los quedas tú?
. - no me sientan bien las faldas, ni los sostenes. ¿Serás maricón?, ¿os interesa o busco a más gente, joder?
. - claro que sí. Nunca vi a Lety vestida dos veces con la misma ropa.
. - solo una cosa, espero a una amiga para coger lo que le guste, luego entráis vosotros y arrasáis con lo que quede en la cama. No os preocupéis, hay de sobra para todos.
. - de acuerdo, vamos a buscar tres mariconas más y estoy en tu apartamento en un cuarto de hora.
. - no, que sea dentro de una hora. Si mi amiga no llega antes, os lo lleváis todo.
. - mejor que mejor.
Aquellos dos se largaron a buscar a tres amigos y yo me fui hacia el apartamento. No me extrañó en absoluto encontrarme a Lucía en la puerta tocando.
. - no has tardado mucho.
Ella se giró asustada.
. - ah, vaya susto. Sí, aquí estoy. Como te dije, no tengo dinero y necesito las gangas que me ofrecen.
. - de gangas nada. Es todo gratis, las gangas hay que pagarlas también.
Abrí la puerta y la dejé entrar. Ella, según posó sus ojos sobre la cama donde estaba amontonada la ropa, se le puso los ojos brillantes.
. - la ostia, cuánta ropa.
. - pues ya puedes empezar a apartar lo que te llevas, pues les dije a unos maricas que vinieran a por ella, lo harán a no tardar mucho.
No dijo nada y con expertas manos de mujer, fue apartando ropa, calzados, etc., etc.
De los sostenes, dejó pocos. Ya tenía un montón en mi cama.
. - ¿me puedo llevar lo que quiera?
. - de lo de Leticia, sí, pero deja algo para los que vienen, no seas avariciosa.
. - que se jodan los maricas. Me gusta todo, pero voy a hacerte caso.
Cuando apartó lo que le gustó, sonó la puerta.
. - ya están aquí. Mete tus cosas en el baño, es mejor que no vean lo que te llevas y lo comparen con lo que les dejas.
Entre los dos metimos toda su ropa elegida en los aseos y cerré con llave. Luego abrí la puerta.
. - adelante chicos. Todo vuestro.
Cinco afeminados machos gritaban de alegría cada vez que cogían algo y lo apartaban. En cinco minutos arrasaron con todo, hasta con el maquillaje usado. Les abrí la puerta y desaparecieron cargados hasta los topes.
Lucía estaba alucinada de la rapidez con que se llevaron todo.
. - gracias por avisarme antes de que vinieran esos o esas.
. - me dijiste que estabas necesitada, por eso te avisé, no fue por otra cosa.
. - me dijiste que la otra chica se fue y te dejó solo.
. - tanto como solo no, pero tengo una cama vacante, ¿te interesa?
. - no sé si podré pagarla. Además, eso de vivir con un chico, no es lo mío. Ya estoy viviendo en una casa particular, donde el hijo de la familia tiene las manos muy largas y no paro de sacárselas de encima de mí.
. - pues aprovecha esta oportunidad, no te la voy a ofrecer dos veces. ¿Cuánto pagas allí?
. - 450 euros al mes.
. - aquí pagarás la mitad.
. - ¿la mitad solo?, ¿con derecho a qué?
. - ¿ya empiezas de nuevo?
. - me gusta saber dónde me meto. Dime las condiciones y ya te diré.
. - ¿qué te diga las condiciones?, ¿qué te crees que soy, un pulpo como ese dónde vives?, pues no. Solo lo soy si me dan pie, no antes. Y te diré las condiciones. Hay que ser limpios, ducharse al menos una vez al día, no dejar tus bragas y sostenes por todos lados, yo no dejo mis calzoncillos tirados tampoco. La lavadora la pone una semana uno y otra semana otro. No enamorarte de mí, esa es otra condición, pues, aunque lo hagas, no podré corresponderte porque me espera una chica en el pueblo para cuando termine con mi licenciatura de arquitectura. La comida, cada uno se hace la suya o para los dos, eso ya veremos. En cuanto a amigos y familia, solo de visita, nada de echar polvos a destajo. Si lo vas echar, avisa con antelación para irme al cine o de putas o le que me dé la gana y nada de fiestas, me gusta llegar a casa y descansar o estudiar. Una cosa si puedo hacer por ti, ayudarte con las prácticas de química, si tú me ayudas con alguna cosa que se me atragante y sepas. ¿Quieres más condiciones?
. - me parece que son bastantes, es más, hasta diría yo, que demasiadas.
. - pues si no te gustan, sabes lo que tienes que hacer. Y para que veas que no soy un cabrón, eso de pagar la mitad, lo dejaremos en nada.
. - ¿cómo que en nada?, explícate, ¿me vas a cobrar en carne?
. - tu sigue por ahí y te doy la patada. Me refiero en nada, porque el alojamiento no me cuesta nada, ya que el anterior inquilino lo dejó todo pago antes de irse.
. - ¿inquilino?, me dijiste que se llamaba Leticia.
. - era inquilino, con cuerpo de mujer. Era homosexual y una bella persona, como hables mal de él te abronco.
. - ¿os acostabais?
. - eso por tu parte es una impertinencia, aparte de que no te importa lo más mínimo. Debes retirarlo de inmediato o te vas ahora mismo.
. - sí, tienes razón, es una impertinencia por mi parte. Perdona, si te he molestado.
. - perdonada. Yo no me meto en tu vida privada y tú no lo hagas en la mía. ¿Estamos?
. - de acuerdo. ¿Por qué antes me ibas a cobrar la mitad y ahora no me cobras nada?, ¿a qué es debido?
. - te diré la verdad. Si te falta el dinero como dices, no tengo derecho a beneficiarme de tu dinero, me quemaría en las manos. Yo tengo becas para todo y a mi madre no le cuesta nada que yo esté aquí. Y si encima, di con Leticia que me acogió como yo te acojo a ti, pues mejor que mejor. Más dinero que me ahorro y que tú te ahorras también. ¿Algo más que quieras saber?
. - ¿Alguna enfermedad grave o contagiosa que debiera saber? –me preguntó ella-.
. - que yo sepa, ninguna. Bueno, sí, soy alérgico si como mucho chocolate. Me salen ronchas y me pica todo el cuerpo, pero si como una vez a la semana, no me pasa nada. ¿Alguna cosa tuya que debiera saber yo?, como sobrarte algo o faltarte algo, me refiero a hígados, pulmones, esas cosas. No quisiera enterarme que he condimentado mucho una comida y saber después que casi te mando a la tumba sin saberlo.
. - nada de eso. Estoy perfectamente de salud.
. - me alegro por ti, pero se te ve algunas ojeras, puede ser por el capullo del profesor de química. Yo que tú me daba colorete bajo los párpados.
. - lo haré, gracias por avisarme.
. - aún no sé si has aceptado o no. Si ahora no te interesa, habré gastado saliva en vano.
. - me interesa y mucho. Así podré ahorrar algo de dinero. ¿Cuándo puedo trasladarme?
. - cuando quieras. Es mejor que dejes aquí la ropa que has elegido, así no tendrás que volver a traerla otra vez.
. - es verdad. Ya estaba maquinando como llevármela sin dar el cante. ¿Tú no te quedaste nada de tu amigo o amiga?
. - sí, una enciclopedia y unos discos de música. Además de su portátil. Nada más. ¿Quieres el ordenador?, yo ya tengo uno.
. - me gustaría. Solo tengo un viejo sobremesa.
. - pues has tenido suerte. Es un último modelo. Solo tengo que borrarle el disco duro y es tuyo.
. - ¿esconde cosas muy pecaminosas ese disco duro?
. - no tengo ni idea, pero supongo que sí. Lo mejor será que te compre un nuevo disco duro y te lo formatee. Guardaré el de Leticia, por si lo necesita para recuperar algo que le interese. Aunque me dijo que me lo podía quedar, es mejor prevenir que curar. ¿No te parece?
. - buen razonamiento. Voy a buscar mis cosas para traerlas.
. - ¿te ayudo en el traslado?
. - no hace falta. Con dos maletas tengo todo lo mío. ¿Me dejas una llave?
. - sí, claro.
Fui hacia un porta-llaves que había en la entrada y cogí la llave de la puerta, se la entregué a la chica y se marchó.
Me acosté durante un par de horas. Después me metí en la cocina e hice una tortilla como a mí me gustaba. La hice para dos personas, por sí quería compartirla Lucía.
Cuando ya la tenía fuera de la sartén, sonó el timbre de la puerta. Recordé que le había dado una llave a Lucía, por lo que no debía de ser ella.
Según abrí, me quedé admirado. Allí había una señora de alrededor de 38 a 40 años, copia virtual de Lucía.
. - hola, ¿eres Salvador?
. - sí, señora. Usted debe ser la madre de Lucía.
. - así es, ¿puedo entrar?
. - por supuesto. Acabo de hacer una tortilla para Lucía y para mí. Si quiere un trozo, hay suficiente para los tres.
. - no, gracias. Te lo agradezco.
La mujer, según entró, se puso a mirar todo el apartamento, seguramente para saber dónde se había metido su hija, su única hija, sabría después.
Ella venía vestida con ropa de marca. Su bolso de mano valía tanto como un auto mediano. Aquello me dejó fuera de juego, pues su hija me dijo que estaba sin un duro, pero nada dije.
Después de sentarnos, ella, en la única silla y yo sobre mi cama, comenzó a largar por aquella boca copia de la de su hija. Hasta las ojeras eran idénticas, cosa extraña, pero así son los genes, me dije.
. - me ha dicho Lucía que se viene a vivir contigo aquí y que no va a pagar nada.
. - así es, mi anterior compañero… -le conté lo mismo que a Lucía- y deseo tener compañía, eso es todo, sin contrapartidas de ningún tipo.
. - eso se dice ahora, pero los chicos sois muy fogosos a estas edades. He tratado de quitarle de la cabeza que se viniera con un chico de su edad, pero no ha habido manera de que cambiase de idea. Así que me adelanté a ella y he venido a pedirte algo muy importante.
. - usted dirá.
. - que no seduzcas a mi Lucía. Se cree de mundo, pero en el fondo aún es una niña que no ha salido del cascarón. Ya estuvo enamorada una vez y salió rana. Desde aquella vez no levanta cabeza.
. - señora, eso es ley de vida. Si tropieza, tiene que levantarse de nuevo.
. - lo sé, pero cuando tenga algo más de edad y sepa lo que quiere. Entiendo que las hormonas las tengáis revueltas a estas edades, pero no deseo que le hagas daño como el anterior novio. Estoy dispuesta, como madre, a suplantarla cuando tengas ganas de estar con una mujer y si no te valgo yo por mi edad o porque no te guste, pagaría a una profesional para que no la toques.
. - señora, eso que me está usted pidiendo se está saliendo de madre y perdóneme el símil. Yo cuando la invité a quedarse, no lo hice con intención de que fuera mi amante, ni nada parecido. Si surge algo, pues que surja, pero no voy a hacer lo que usted me pide, no creo que sea ni decente, ni justo para mí, ni para Lucía, ni para usted tampoco.
En eso que se abrió la puerta. Era Lucía con dos maletas. Venía sudando. Cuando vio a su madre, se enfadó.
. - mamá, ¿qué pretendes viniendo aquí?, te di la dirección para que vinieras a visitarme otro día.
. - hija, tenía que ver donde te metías. Ya me voy, otro día vendré cuando no estés, para así hablar más tranquilamente con Salvador.
. - ¿de qué mamá?
. - cosas mías, hija. Ahora me voy. Hasta la vista hija. Salvador, piense en lo que le he dicho, por favor.
. - buenas noche, señora.
La madre de Lucía, Lucrecia, se marchó, dejando intrigada a su hija que me miró.
. - bueno, suéltalo, ¿qué quería mamá de ti?
. - son cosas mías y de tu madre, si ella te lo dice, bien está, pero no seré yo quien divulgue una conversación privada.
. - de privada nada. Seguro que era sobre mí. ¿Sabes que intentó que no viniera a vivir contigo?
. - lo sé, me lo dijo.
. - Ya está bien de dirigir mi vida, no soy ninguna niña.
. - bueno, cambiemos de tema. He hecho una tortilla para los dos. Espero que siga caliente, porque tu madre me tuvo un rato de cháchara.
. - tengo que darme una ducha.
. - Lucía, si te gustan las tortillas frías, allá tú. Yo voy a comerme mi parte ahora mismo.
. - bueno, vale. Fría tampoco me gusta. Como me dijiste que no te gustaban las personas sucias, pensé en ducharme antes.
. - luego te duchas. Además, hueles muy bien. Anda, comamos, que se enfría.
Nos sentamos a la mesita abatible y comenzamos a comernos la tortilla.
. - ¿seguro que no puedes decirme de lo que hablaste con mi madre?
. - seguro. Come y calla, leñe. Por cierto, ¿eso que resuma de tu pecho derecho y mancha tu camiseta, es leche?
. - oh, Dios mío. Voy a limpiarme de inmediato.
. - no es necesario. Termina de comer.
. - ¿no te molesta?
. - para nada. Son cosas que pasan.
. - gracias. Tu tortilla está muy buena. ¿Qué le has puesto?
. - lo mismo que siempre. Papas bien migajadas con el tenedor, huevos según el tamaño y cantidades industriales de perejil. Sal y ajo y finalmente, fuego lento y listo.
. - mi madre le echa jamón, cebolla y más cosas, esta buena la de mamá, pero la tuya, con ese sabor a perejil que te deja en el aliento, es más sencilla y rápida de hacer. Además, está deliciosa.
. - me alegro que te guste. A mí no me gusta con esos condimentos que le echa tu madre. Odio la cebolla y el jamón. Esto último solo me gusta frito para poner en el bocadillo. Oye, Lucía, ¿por qué solo manchas un pecho y no los dos?
. - cosas de los genes, solo eso.
. - ya. Tu madre es muy guapa y tú eres una copia de ella.
. - gracias, indirectamente me has dicho que soy tan guapa como mamá.
. - ah, ¿sí?, ¿dije yo eso?, pues no me había enterado
–Sonreí-.
. - tú y yo lo vamos a pasar muy bien.
. - eso espero. Mañana cuando acabemos las clases, te vienes a la de química. Allí te daré unas clases prácticas. ¿Te parece?
. - me parece. Pero antes debo de ir a la piscina de la universidad. Me gusta estar en forma y me hago algunas piscinas antes de volver a casa, ahora aquí. Pásame a recogerme e iremos juntos al aula de química. ¿Nos dejaran entrar?
. - no te preocupes. Si no nos dejan, nos colamos.
. - ¿colarnos?, ¿no nos expulsarán si nos cogen?
. - no nos cogerán vivos –sonreí- es una broma. Lo consulté y no hay problemas, mientras no le peguemos fuego al aula, nos dejarán hacer prácticas.
. - bueno, siendo así, de acuerdo.
. - ¿a qué hora te recojo entonces?
. - una hora después de la última clase ya habré acabado en la piscina. Ahora voy a ducharme, no me espíes.
. - tu tranquila, después me ducho yo. Ah, se me olvidaba, duermo desnudo.
. - ¿al menos te pondrás una toalla del baño a tu cama?
. - por supuesto, ¿qué te creías?
Lucía sacó de una de sus maletas ropa para ponerse después de la ducha y se fue al baño.
Cuando al fin salió, venía con la ropa de dormir completa y se metió en su cama. Yo ya estaba desnudo y con la toalla alrededor de la cintura. Pasé delante de ella sin mirarla y me metí en el baño.
Allí me hice una paja silenciosa y después de bañarme, me afeité y lavé los dientes. Eché una meada rápida y salí otra vez, ahora limpito como los chorros del oro. Ella se me quedó mirando, pero yo nada, seguí hacia el interruptor.
. - apago la luz. Si quieres leer, puedes encender tu lámpara de la mesita de noche.
. - no gracias, estoy agotada con el trajín de las maletas. Mañana colocaré mi ropa y la que cogí de tu amiga en mi armario. Ahora solo quiero dormir. Buenas noches, Salvador.
. - muy bien. Buenas noches, Lucía, que descanses con los angelitos.
. - gracias.
Apagué la luz y me metí en la cama. Allí me saqué la toalla y me metí bajo mi manta. A los pocos minutos ya estaba durmiendo como una marmota. Yo también había tenido un largo día.
Lucía no se durmió hasta estar seguro que lo hacía yo, aún no estaba al ciento por ciento segura de haberse metido en un lugar seguro para ella, valga la redundancia. Cuando llevaba un cuarto de hora dormido, ella también se quedó grogui.
La piscina de la universidad era olímpica o casi. Era bien larga y estaba llena de nadadores de varias edades. Hasta profesores vi dentro de ella. Busqué con la mirada a Lucía, pero no daba con ella, hasta que la vi en el agua nadando de espaldas. Sus pechos sobresalían del agua.
¿Sus pechos?, que extraño. Ahora tenía un pecho fuera de la perpendicular del otro. El correcto era el derecho, pero el izquierdo, con cada brazada que hacía, se desnivelaba aún más.
Cuando se detuvo y me vio, me saludó con una mano y sonriendo, salió del agua.
Yo fui hacia ella con paso rápido y según llegué a su altura, la abracé y besé en su boca.
. - ¿qué haces, Salvador?
. - Lucía, tienes los pechos desnivelados. Arréglatelos antes de que se den cuenta –le dije mientras la besaba y la abrazaba de nuevo. Ella se los arregló disimuladamente. Cuando todo estuvo en su sitio, nos separamos.
. - Lucía, te espero fuera –dije en voz alta-.
. - gracias, ahora mismo salgo –dijo ella lívida, yendo hacia los vestuarios-.
Me salí y la esperé junto a un viejo roble con inscripciones de amor de diferentes parejas.
Lucía llegó junto a mí, seguía tan lívida, como antes estaba.
. - no pongas esa cara mujer. A fin de cuentas, no ha pasado nada.
. - sí que ha pasado. Sabes que te mentí cuando me preguntaste sobre si tenía alguna enfermedad o me faltaba algo.
. - no te preocupes, más se perdió en Cuba. Comprendo que lo tuyo no es cosa de decírselo al primero que te lo pregunta. Por mí no tengas problemas, no se lo voy a contar a nadie, pues a nadie le importa, tú sigues siendo Lucía, mi compañera de piso. Nada ha cambiado. ¿Vamos a clase de química o prefieres que lo dejemos para otro día?
. - creo que es lo mejor. No me siento muy bien, tengo mareos.
Ya lo creo, como que se me desmayó encima de mí. La llevé a un banco y corriendo a una fuente cercana, mojé mi pañuelo y se lo puse por la cara, intentándola despertar. Cuando lo conseguí, le sonreí.
. - veo que has vuelto del mundo de los muertos. Bienvenida. Seguro que no has comido nada en todo el día.
. - solo un poco de fruta.
. - mala cosa. Ahora mismo vamos a la cafetería más cercana y te tomas un buen vaso de leche. Verás como coges fuerzas. En casa te haré algo de comer, ¿o prefieres que te lleve al hospital, por si tienes algo más grave?
. - no, solo ha sido la falta de comida. En cuanto coma algo, estaré bien.
. - de acuerdo. Cógete de mí cintura y yo de la tuya. Así no te caerás.
En la cafetería le pedí un vaso de leche con galletas. Se lo tomó y dejé que cogiera color. Después la llevé a casa.
Allí la ayudé a acostarse en su cama y la arropé.
. - voy a hacerte una sopa rápida. Así, entre la leche y la sopa, te pondrás como nueva.
. - gracias, te lo agradezco, pero debo ducharme antes.
. - tu tranquila. Primero te tomas la sopa, que aún estás debilucha.
. - como quieras, mamá.
. - sí, tú ríete, encima.
Fui a la cocina y saqué el sobre de sopa de fideos con pollo rápida. Vertí la mitad en un calentador después de que el agua hirviera. Cuando volví junto con Lucía, se había vuelto a desmayar. Le tomé la temperatura de la frente y estaba ardiendo. Aquello no podía ser bueno, me dije. Así que llamé a una ambulancia y quedamos en la entrada de las viviendas.
Cuando bajé con ella en brazos, la ambulancia llegaba. Les hice una seña y la metieron en el vehículo. Yo fui delante con el conductor. En mi mano llevaba su cartera, puesto que seguro que me pedirían su carnet. Además, había un móvil, con el que llamar a su madre.
En urgencias la metieran dentro y el de la entrada, me pidió el nombre y datos sobre el incidente. Nada más.
Cuando me senté en la sala de espera, busqué en su móvil el número de su madre. Al encontrarlo, pulsé el botón y sonó al otro lado el timbre de llamada hasta que sonó la voz de un hombre que no conocía.
. - buenas noches, me llamo Salvador, ¿es la casa de Lucía? –le dije, pues ni siquiera sabía el apellido, pese a darle la tarjeta sanitaria a la enfermera y es que no me había dado por mirar cómo eran sus apellidos, ¿para qué?
. - sí, señor, pero no está aquí. Está estudiando en la universidad.
. - lo sé. Es mi compañera de piso y la he traído a urgencias porque se ha desmayado. Era para avisar a su madre de que está siendo atendida y para que venga a por su hija.
. - está fuera de la casa, pero enseguida la llamo a su móvil para que se desplace hasta donde está su hija. Muchas gracias, joven.
. - aquí la esperaré.
Colgué y esperé. Su madre tardó un cuarto de hora más en llegar. Según me vio, puso una cara de quererme matar, no sabiendo yo por qué esa actitud. El de la entrada le indicó donde estaba su hija. Ella desapareció tras una puerta.
Media hora más y salieron las dos. Se notaba que le habían dado un baño de agua fría. Lucía estaba como ida y desaparecieron ambas dentro del taxi donde había venido la madre. Yo recogí la cartera de Lucía y me fui a casa.
A eso de las ocho de la mañana, momentos antes de partir hacia las clases, oí abrirse la puerta. Era Lucía, que según me vio, se vino hacia mí y me abrazó llorando.
. - gracias, me salvaste la vida.
Su madre estaba en la puerta mirando la escena. Yo la miré a ella también, esperando alguna bronca por no sabía qué.
. - tranquila, Lucía. Solo te llevé al médico, como espero que tú me lleves a mi si lo necesitara.
. - mamá, díselo.
Lucía y yo miramos hacia Lucrecia. Ella tragó saliva.
. - Salvador, te pido perdón por mi comportamiento de anoche. No tengo perdón de Dios. Creí que le habías hecho algo a mi niña y fue precisamente lo contrario. La salvaste llevándola a urgencias.
. - no se preocupe, señora. ¿Qué te ocurrió, Lucía?, ¿por qué te desmayaste si habías tomado la leche?
. - tuve un bajón de azúcar. Todos los días debo ponerme insulina, pero me encontraba tan bien, que decidí no hacerlo y entonces…
. - pues no dejes de hacerlo, aunque te encuentres bien. Señora Lucrecia, yo vigilaré que se pinche todos los días y se tome las pastillas que tenga que tomarse o la abroncaré en su nombre.
. - gracias, Salvador. Ahora sé que mi niña está en buenas manos contigo. Permíteme que te dé un beso de agradecimiento.
. - bueno, como quiera, señora, pero no hace falta.
La mujer se vino hacia mí y casi apartando a su hija, me estampó un beso en todos los morros por más tiempo que las buenas costumbres ordenan.
. - mamá, deja de besar a Salvador, que lo vas a asfixiar.
Cuando ella separó su boca de la mía, tuve que coger resuello.
. - perdona hijo, te estoy muy agradecido de haber ayudado a mi Lucía.
. - no se preocupe. Lo hago con gusto.
. - Hija, ahora acuéstate, hoy no vayas a clase, mañana será otro día. Salvador, ¿puedo quedarme con mi hija para cuidarla hasta mañana?
. - por supuesto, señora. Puede usar mi cama. Yo dormiré en el suelo con un par de mantas.
. - te lo agradezco. No quiso quedarse en casa, que era donde estaba mejor, sino volver contigo.
. - puede quedarse el tiempo que desee. Ahora debo irme, mis clases van a comenzar pronto.
. - vete, vete sin demora –me dijo la madre-.
Lucía volvió a abrazarme.
. - anda, haz caso a tu madre y acuéstate. Vendré a comer a casa para ver cómo estás.
. - cuando vengas de nuevo, tendrás una comida que te vas a chupar los dedos.
. - gracias, pero soy de poco comer. Hágale la comida que le guste a Lucía, yo picaré solamente.
. - de eso nada. Comeréis los dos y yo también. Pues hasta mañana no me iré de aquí.
. - cómo le dije, es bienvenida.
. - gracias, hijo.
Por la noche, les dije que llegaría tarde, para que no me hiciera de comer, aun así, cuando llegué, me esperaba una tortilla como las que yo hacía. Sin duda, Lucía le había dicho de mi debilidad.
Al ser tan tarde, Lucía ya dormía desde hacía un buen rato. Su madre me sirvió un buen trozo de la tortilla que me había hecho. La otra se la comió ella y el trozo que faltaba, supuse que fue para Lucía.
Con la barriga llena me levanté.
. - con su permiso, voy a ducharme.
. - no tienes que pedirme permiso, estás en tu casa.
Como variación de la ducha diaria, me llevé el pijama y la toalla al baño. Allí me desnudé y me metí en el plato de ducha.
Cuando después de echarme agua, me iba a echar champú encima, se abrió la puerta de la mampara y entró Lucrecia, la mamá cañón de Lucía, estaba en pelotas. Puso un dedo en su boca de que no dijera nada y cerró la puerta.
Mamá Lucrecia estaba impresionante, pero le cantaba algo, o más bien, le faltaban dos algos, los dos pechos, los cuales habían sido retirados con bisturí. El resto del cuerpo estaba intacto.
Se agachó y sin pedir permiso a su dueño, el menda, me cogió el rabo y se lo metió en la boca. No sé si fue de la impresión de que se me metiera la madre de Lucía en la ducha o que estaba bajo de forma, lo cierto era que mi rabo lo tenía todo encogido y no empalmaba.
Pero eso cambió pronto, pues la boca experta de Lucrecia pronto comenzó a hacer un buen trabajo con mi polla, que fue cogiendo forma hasta endurecerse en su boca.
Ya puestos, me dije que debía tomar el mando de aquella situación nada normal, con la hija de la mujer que me mamaba durmiendo al lado. Le saqué la boca de mi polla y la ayudé a incorporarse. Su boca, sonriente, fue taponada con la mía con un morreo donde la lengua hizo su trabajo. Ella estaba entregada al sexo con un servidor y mira si le importaba una mierda, que fuera de la edad de su hija.
Cuando me salí de su boca, le recorrí el cuello hasta llegar a los inexistentes pechos maternos. Pasé mi boca, con lengua incluida por aquellos muñones que antes debían ser unos excelentes pechos lecheros de los que Lucía mamaría hasta hartarse.
Ella, como si aún tuviera sus mamas en su sitio, las sentía perfectamente, llegando al orgasmo más desenfrenado.
Dejé aquellos pechos virtuales y me agaché para cerciorarme que tenía una vagina como toda quisqui y vaya si la tenía. Era bien jugosa y soltaba un caldito que me tomé directamente de su fuente.
Tuve que ponerle una mano en la boca para que bajara el volumen orgásmico o despertaría a su querida hija.
Como mi polla había sido despertada, necesitaba acostarse y dormir durante la noche un placentero sueño. Allí estaban los agujeros ideales para meterse y descargar cuanta leche hubieran fabricado mis huevos.
Le hice darse la vuelta y poner las manos sobre la pared azulajeada. Luego le abrí las piernas y puse su trasero a la altura ideal para mi polla, ni muy alto, ni muy bajo.
Primero que nada, le hice una comida de culo con mi lengua, para luego y sin previo aviso, endilgarle mi polla en todo su real culo.
Ella sintió que un obús le taladraba el culo, lugar poco, por no decir nunca usado para estos menesteres que no fuera otro que para lo que se había fabricado en origen.
Con cada metida, ella se resentía de su dolorido culo, pero como era lo que más me gustaba, no iba ella ahora a quitarme el gusto de enculármela.
La mujer entendía que debía hacerme el gusto si quería conseguir sus propósitos de que no le tocara a su preciada hija, pero estaba loca, si se me ofrecía la oportunidad y no la aprovechaba.
Lo que no prometo, no cumplo, me dije. Si podía follarme a la madre tanto como a la hija, pues tanto mejor.
Cuando ya la tenía destrozada analmente, el orgasmo apareció en el horizonte, así que me salí de su agujero y dándole la vuelta, la puse a mamar polla bien lubricada con su propia mierda y aceites internos.
Con no poco asco, se me comió la polla hasta que me corrí en su boca, logrando dejársela dentro hasta que me la dejó sin una gota de mi preciado alimento lácteo.
Con un último lengüeteado de vagina para tomarme cuanto jugo allí había, di por terminada la follada a una madre necesitada de polla joven y hermosa.
Me di la ducha, pausada anteriormente por la llegada de Lucrecia y salí tan tranquilo. Allí dejé a la mujer lavándose toda ella, ano incluido.
Cuando salió del baño, yo ya estaba tendido en mi cama provisional. Ella, desnuda como estaba, puso su chumino encima de mi boca, flexionando sus rodillas. Yo solo tenía que mover mi lengua y boca para darle unos someros lametones allí donde más le gustaba. Una vez disfrutó de nuevo de mi lengua, se salió y se fue hacia su cama, antes la mía, donde se limpió con papeles desechables y poniéndose algo de ropa, se acostó hasta no levantarse más hasta el alba, donde fue despertada por mi polla que se la estaba clavando.
Su hija seguía dormida al lado. Sin hacer ruido, la mamá disfrutó de mi polla otra vez, hasta que le di el premio en su boca abierta y deseosa de mi lechita calentita. Cuando acabó con mi polla, me puse a tomarme sus jugos y hacerle disfrutar de un par de orgasmos. Finalmente, me salí de la cama y me fui silenciosamente a ducharme.
La mamá seguía en la cama, al igual que su hija, cuando salí de allí para correr un poco antes de volver y con otra ducha mañanera, desayunar y comenzar el día lectivo.
Mientras corría por la acera, alrededor de la universidad, casi piso una cabeza, sí, una cabeza de una chica. Estaba cogida a su tronco y resto de su cuerpo. Vamos, que estaba entera.
La chica o más bien la mujer, pues debía de tener alrededor de unos 25 años, estaba encajada en la boca de una alcantarilla. La tapa estaba un poco más allá.
. - por el amor de Dios, ¿cómo ha llegado hasta ahí?
. - gracias a Dios que pasa alguien. Llevo más de una hora aquí encajada. Algún cabrón quitó la tapa y no me fijé y caí hasta quedarme así. No puedo salir y mira que lo he intentado. Por favor, ayúdame a salir, creo que me he roto algo. Siento como aire por debajo de mis nalgas.
. - intentaré sacarte tirando de los hombros.
Lo intenté con todas mis fuerzas, pero nada. Su cuerpo ocupaba todo el hueco.
. - no puedo. ¿Y si tiro de tu cabeza?
. - me la puedes romper y será peor.
. - llamaré a urgencias y que la saquen los bomberos –le dije-.
. - no, no hagas eso. Seré el hazmerreír de todos. Inténtalo una vez más, por favor.
La cosa era que tenía un pecho por arriba y otro por debajo del bastidor de la alcantarilla. Lo intenté de varias maneras, pero no pude ni moverla.
. - lo siento, chica. No puedo, aunque se me ha ocurrido una cosa.
. - ¿qué cosa?
. - me voy hasta la siguiente alcantarilla y me meto dentro y vuelvo hasta ésta. Desde abajo quizás pueda empujarla hacia arriba, pero debo desnudarla.
. - ¿desnudarme?, ¿para qué quieres que me desnude?
. - si saco tu camiseta por arriba del bastidor y sus pantalones por debajo del mismo, habrá adelgazado unos milímetros que nos serán de mucha ayuda. Tiene un pecho por debajo y otro por arriba. Entre menos ropa, es mejor.
. - pero estaré desnuda y me lo verás todo.
. - solo será el tiempo de sacarla. Luego le tiro desde abajo los pantalones y cuando llegue junto a usted, ya se habrá puesto la ropa.
. - vale, no me hace mucha gracia, pero inténtalo y no te hagas daño o me entrará un trauma del que no saldré.
. - no se preocupe por mí. Usted no se vaya.
. – encima, cachondeo.
. - lo siento, me iba al pelo. Oiga, ¿puedo tutearla?, ya casi nos conocemos de toda la vida.
. - es lo que yo he estado haciendo todo el tiempo. Sí, puedes tutearme.
. - okey, pero si te saco, me debes una.
. - si me sacas, haré lo que me pidas.
. - te lo recordaré. Ahora voy a sacarte la camiseta.
Con no poca dificultad, tirando de ella, la dejé sin camiseta. Sus grandes mamas tenían un gran sostén.
. - ahora debo quitarte el sostén, es bastante grueso.
. - ¿no me iras a dejar desnuda después de sacarme la ropa?
. - mujer, como puedes pensar eso de mí. Así ya estoy disfrutando cantidad.
. - serás…
. - olvídalo, es una broma. Tienes unos bonitos y abundantes pechos. Espero no hacerte daño.
Casi no pude desengancharle el sostén, pues estaba debajo de la superficie que se veía. Cuando lo logré, vi un buen moratón en el pecho que estaba en la parte de abajo.
. - ten cuidado, me duele.
. - lo siento. Es la primera vez que saco a alguien de esta situación, seguro que la próxima vez que te caigas, ya habré cogido experiencia.
. - no habrá una próxima vez, porque me fijaré mejor.
Al final la tenía desnuda de arriba. Miré hacia la acera, arriba y hacia abajo y vi que la de abajo era la alcantarilla más cercana. Me fui hacia allí y cuando vi el tipo de llave que necesitaría para levantar la tapa busqué un hierro por los alrededores. Cuando lo encontré, lo usé y saqué la tapa de hierro fundido.
Miré abajo y no olía precisamente a gloria. Aun así, me metí y chapoteé sobre agua maloliente. No se veía una mierda, por lo que fui tanteando las paredes por la parte más alta y hacia la chica me dirigí.
Supe que estaba llegando cuando percibí movimientos de piernas y algún que otro quejido de dolor.
. - ya estoy debajo de ti. Por cierto, me llamo Salvador.
. - Leonor, pero déjate de cháchara y sácame de aquí.
. - a ello voy. Voy a sacarte la parte de abajo.
Tiré de su pantaloncito, era muy corto, más parecía una faldita, pero en pantalón. Sentí que tenía unos muslos de campeonato.
. - date prisa, que se me están congelando las tetas.
. - voy todo lo aprisa que puedo.
Después del pantaloncito y ya que estábamos, le saqué también las bragas. El morbo era brutal, cuando, sin querer, le toqué el chumino.
. - ¿qué haces, guarro?, ¿no me toques ahí, joder?
. - lo siento, me sudan las manos. Nunca ha estado en una situación como ésta.
. - ¿acaso yo sí?
. - bueno, como tú dices, dejémonos de cháchara. Voy a empujarte con los hombros desde aquí abajo. Pondré tus piernas encima de ellos y empujaré. Tú ayúdame cuanto puedas.
. - vale.
Coloqué bien asentados los pies sobre la asquerosa agua fecal y con sus piernas flexionadas en mis hombros, empujé. Ella también lo hizo.
Un grito de dolor al pasar el pecho que estaba debajo hacia arriba me puso los pelos de punta. Luego ya todo el resto del cuerpo de la mujer salió poco a poco. Al final consiguió salir. Sentía que se dolía desde abajo.
. - te tiro la ropa, Leonor.
Cuando se la tiré, di varios saltos para llegar al bastidor, pero no podía.
. - oye, Leonor, que ahora no puedo yo salir. Baja una mano, por favor.
La tal Leonor no respondía.
. - Leonor, ¿estás ahí?, oye, oye. –gritaba, pero Leonor no respondía-.
Por sí se había ido hacia la tapa de abajo para ayudarme a salir, recorrí los metros hacía por donde había entrado previamente, pero allí me cansé de gritar y es que tampoco alcanzaba, para salir de allí. Hay que joderse…
Los huevos se me estaban hinchando de la mala leche que me estaba entrando. ¿Cómo podía ser posible que se fuera y me dejara allí abajo, abandonado de la mano de Dios y oliendo aquella peste?
Estuve gritando por si alguien que transitara por la zona me podía ayudar, pero casi pasó media hora y nada. Cuando ya me daba por vencido, asomó la cara de un niño.
. - señor, ¿qué hace ahí abajo?
. - gracias a Dios. Mira, avisa a una persona mayor y diles que estoy atrapado aquí abajo, porfa.
. - enseguida aviso a alguien –dijo el mocoso, medio riendo, el muy cabroncete-.
Al poco asomó la cara de una persona mayor y me preguntó lo mismo que el chaval. La respuesta me la inventé sobre el terreno.
. - un par de cabrones me robaron y me echaron aquí dentro y no puedo salir.
. - espera, voy a buscar algo con qué sacarte.
El tío trajo un palo de la luz partido por la mitad y lo metió en el agujero. Yo repté por él hasta salir. Cuando me olieron los de afuera, porque ya eran cuatro los mirones, todos se taparon las narices y se apartaron un poco.
. - muchas gracias, señor y a ti, chaval –cuando le fui a poner la mano encima de la cabeza para agradecérselo, el chico salió despavorido para que no lo tocara con mis manos todas negras-.
Después de agradecer varias veces a mis salvadores, ayudé a tapar las dos alcantarillas y me largué a mi casa.
Al llegar, Lucrecia puso el grito en el cielo. Lucía estaba en el baño.
. - Dios del cielo, ¿qué te ha pasado, hijo?
. - cuando me quite toda esta mierda de encima, se lo diré. Encima el baño está ocupado.
. - hija, por favor, salte del baño, Salvador tiene que entrar de inmediato.
. - que se espere. Me estoy duchando.
. - hija, lo suyo es más grave.
. - si no se está muriendo, que se espere.
. - Salvador, será mejor que entres y te vea ella misma. Así seguro que saldrá.
. - ¿no le molestara que la vea desnuda?
. - esto es fuerza mayor. Ella comprenderá en cuanto te vea de esa guisa. Dios, que mal hueles.
. - dígamelo a mí.
Me fui hacia el baño y con un dedo, abrí la puerta. Me planté frente a la mampara de la ducha y la abrí también con un dedo. Allí estaba, espléndidamente, sin un pecho, Lucía. El grito que puso en su garganta, no sabría decir si era por verla en pelotas o por verme como estaba. Lo cierto fue que salió corriendo del baño tapándose el pecho que aún tenía y el virtual ya desaparecido. Yo solo tuve fuerzas para sonreír y meterme en la ducha, una vez me saqué de encima aquella maloliente ropa y meterla en una bolsa, pues la pensaba tirar a un contenedor.
De allí no salí hasta después de darme muchas lavadas, hasta agotar el champú y eso que estaba casi lleno. Al final, me terminé de lavar con agua fría, pues había acabado con un calentador de 30 litros.
Cuando me olí y noté que aún no estaba como Dios manda, busqué un champú de Lucía que olía a fresas, regresé a la ducha y di buena cuenta de él, dejándolo casi vacío. Cuando olí a lo que había que oler, terminé de asearme y salí con una toalla en la cintura.
Fuera estaba Lucrecia consolando a su hija.
. - lo siento, Lucía. Ya puedes volver al baño.
. - me lo has visto todo. Incluso… incluso…
. - hija, no es para tanto. Si quieres quedarte a gusto, dile que se saque la toalla. Así estaréis a la par.
. - no me atrevo, madre.
. - Salvador, por favor. Deja que te vea como tú la viste a ella. Así se calmará.
. - como queráis, pero se mira, pero no se toca.
Me fui hacia Lucía. Delante de ella y su madre, me saqué la toalla. Por supuesto el empalme era brutal y no lo oculté en absoluto, pues era mi arma definitiva.
. - ¿contenta?
Me tapé y me fui hacia mi cama. Me saqué la toalla de nuevo y levantado ante el armario, saqué la ropa que me pondría esta mañana. Luego de vestido, desayuné y me largué de allí.
El cabreo aún lo tenía encima y no era poco. Será cabrona aquella de las tetas grandes, dejarme allí abandonado. Eso no se le hace a nadie y menos a quien te ha ayudado antes a salir de donde estaba encajada.
Hoy venía a impartir clases una sustituta de una compañera que iba a dar a luz. Sería el primer día en que me diera clases sobre el siglo 3 antes de cristo, concretamente de los faraones correspondientes a esa época. Según decían era joven y muy inteligente, pero nadie la conocía, pues venía de otra ciudad para sustituir a la preñada. Si le gustaba el cambio, se quedaba en la zona.
Estando sentado junto al resto del alumnado, esperábamos al director y a la nueva profesora. Los cuales se presentaron de inmediato. Cuando le eché el ojo encima a la nueva, se me pusieron por corbata. Allí estaba, con un brazo escayolado, mi amiga la de la alcantarilla. La que se había largado. El director en su presentación, se lució.
. - les presento a la profesora Leonor Escobar, va a sustituir a vuestra profesora en la materia de historia sobre Egipto. Aquí donde la ven ya ha publicado varios escritos sobre los faraones. Sin embargo, nuestra ciudad no la ha tratado lo bien que se merece, pues fue atacada por dos delincuentes, que no contentos con robarla, la apalearon hasta romperle un brazo. Aun así, ha querido venir a dar sus clases, muy loable por su parte. Un fuerte aplauso para la profesora Leonor Escobar, para que vea que aquí también hay gente de bien.
Todo el mundo aplaudió a la nueva profesora. Leonor miró a su clase aplaudiéndola sin dudarlo un segundo. Solo un chico no lo hacía y se fijó mejor en él. Cuando me reconoció como su salvador, tragó saliva. Entonces me levanté y pasando delante de ella, me salí de la clase. Hasta el director se dio cuenta de mi desvergüenza. Según él, claro.
Mientras el director dejaba a la profesora con la clase, salió detrás de mí.
. - joven, espere un momento.
. - ¿sí, director?
. - ¿por qué ha abandonado la clase haciéndole un desaire a la nueva profesora?
. - director, si no me salgo ahora, me cago encima y no es plan para la nueva profesora. Anoche comí demasiado.
. - ah, bueno. Si es eso, continúe y vuelva cuanto antes.
. - sí, Señor.
Me metí en el baño y después de un rato, me largué a dar una vuelta. No tenía ganas de echármela de nuevo a la cara. Lo malo era que tarde o temprano la tendría delante y le soltaría un par de verdades.
No me la encontré durante todo el día, pero ella sí que me encontró a mí. Estaba observando a Lucía haciendo piruetas bajo el agua desde los asientos más altos de la piscina, cuando sentí que alguien se sentaba junto a mí.
Era ella, la traidora de Leonor, la profe de egiptología.
(Parte 11 de 16)
FIN