Abanico multicolor (1)

La historia va de invidentes, un riñón y una pérdida de memoria, tras un accidente. Relato en 16 trozos.

ABANICO MULTICOLOR

(1-16)

ESCRITA POR:  SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

Hoy es el penúltimo día de hospitalización provisional para mamá. Le dio un ictus, lo que comúnmente se llama un derrame cerebral. Después de casi 20 días de recuperación, la mandan mañana para casa según nos dijeron.

Me toca guardia a su lado hasta las tres de la tarde, luego me sustituye mi hermana Sabrina. Debo volver después para que mamá cene, a eso de las 7.30 de la noche hasta el día siguiente que le den el alta definitiva. Ya el día anterior le dieron el alta también a la compañera de habitación, pues hay dos en cada una.

Me había caído bien la viejita que dormía al lado, separada de mamá por una alta cortina. Casi no se podía mover de lo gorda que estaba. Tanta pena me daba de que estuviera todo el tiempo sola, que siempre estaba atento para ayudarla en lo que pudiera. Que si se le caía algo al suelo, que si el agua, que si le devolvía la bandeja de comida, hasta le daba rollos de papel de cocina que traía de más para mamá. También la ayudaba a llegar al sillón donde se sentaba como alma en pena.

La estaban siempre pinchando, pues tenía de todo, azúcar, corazón y toda la lista de enfermedades de la vejez y de los muchos kilos que cargaba encima.

Cuando se la llevaron dos de sus hijos, la pobre mujer me agradeció en el alma que la hubiese ayudado sin pedir nada a cambio.

Ahora está vacía su cama. La limpiadora lo dejó todo bien limpio y las enfermeras hicieron acopio de material para la próxima inquilina de la habitación doble.

Mamá descansa, pues aún es temprano para que venga la doctora a echarle un vistazo como siempre hace. Yo dormito en mi sillón y no me acostumbro a él, pues la cintura me la deja peor que un acordeón.

En eso que oigo ajetreo detrás de la cortina de la cama vecina. Alguien llega en silla de ruedas y se sube o la suben a la cama. Le hablan con amabilidad las enfermeras y la doctora que llevará su caso. No habla, no se le oye respirar, ¿existirá realmente o es un sueño que estoy teniendo?

Cuando todo el mundo se ha marchado a sus cosas, el cuarto se queda en silencio, oigo que alguien está en la cama de al lado, pues se cambia de posición y oigo una inspiración larga y lastimera. No está contenta con su situación, nadie lo estaría en un hospital si uno fuera el enfermo, como es su caso.

Me levanto de mi sillón y rodeo la cama de mamá hasta mirar tras la cortina. Al ser de día ya, la veo perfectamente. Es preciosa, pero mira al techo, como si no me hubiera visto, pero pone la oreja. Esta es ciega o sorda, me digo.

. - hola –le digo no muy alto, pues no quiero despertar a mamá-.

. - hola –responde una voz que describiría como alguien que solitaria en la vida, sabe que lo suyo será la soledad más absoluta-.

. - ¿eres ciega?

. - no, tartamuda. ¿No se nota? –dijo enfadada-.

. - perdona, si te he molestado. Te dejo con tus pensamientos.

Me volví a mi sillón, algo escamado. La chica no estaba para bollos y había que dejarla en paz.

Al rato debió de remorderle la conciencia, que me llamó.

. - oye –dijo-.

Me hice el loco y nada dije.

. - por favor, discúlpame.

Bueno, eso ya estaba mejor. Me volví a levantar del sillón y me oyó acercarme.

. - ¿empezamos de nuevo?, no debí de hablarte así, no tienes la culpa de lo que me pasa.

. - la verdad es que no, pero entiendo que cada persona es un mundo y cada uno tiene sus problemas.

. - me llamo Maribel Herrera y soy ciega –dijo extendiendo la mano hacia mi voz-.

Me acerqué a su lado y le cogí la mano.

. - yo me llamo Salvador Morales y no soy ciego.

. - ya lo supongo –intentó sonreír sin soltarme la mano, como si quisiera tener alguien con quien hablar y que no lo abandonara nunca. Separé la mano despacio, ella aun la dejó un segundo más en el aire hasta que se la acabó guardando-.

. - ¿cómo sabes que no te miento y que soy tan ciego como tú?

. - porque no soy tonta. Las personas que hacen guardia al lado de las camas de los enfermos, no suelen ser ciegos. ¿Es tu madre, tu hermana, tu esposa?

. - las tres cosas.

. - anda ya.

. - ¿y por qué no? es mi esposa, porque me quiere, es mi hermana, porque me quiere y es mi madre porque me quiere.

. - qué suerte la tuya que te quiera tanta gente. Madre, hermana y esposa, nada menos.

. - ¿a ti nadie te quiere?

. - sí a mí también me quieren.

. - ¿sí?, ¿quién?

. - la fundación de mi padre.

. - extraño amor el tuyo. ¿No tienes una familia que te quiera como todo el mundo?

. - ya te he dicho que solo tengo una fundación que me quiera.

. - ¿me lo explicas?, no lo entiendo.

. - mis padres y mi hermanita desaparecieron en la avioneta de papá cuando sobrevolaban el atlántico en dirección a Sudamérica. La fundación que hizo papá es la que me cuida hasta ahora.

. - vaya, eso suena muy…

. - ¿mal?

. - yo diría raro. ¿No tienes a tu alrededor a nadie que cuide de ti, una persona física, alguien que te quiera de verdad?

. - estoy rodeado de gente siempre, pero estoy sola. ¿Ves a alguien a mi lado?

. - deja que mire…, pues no. No tienes a nadie. Debe de estar en la cafetería.

. - sí, en la cafetería de casa. No vendrá nadie, porque a nadie le importo.

. - ¿no dices que tienes a mucha gente que cuida de tus necesidades?

. - ya te he dicho que un enjambre, pero nadie lo hace porque me quiera, sino porque le pagan por ello la fundación. Si tuviera, aunque sea a una persona que se interesara por mí, me daría con un canto en los dientes.

. - prueba conmigo.

. - ¿tú?

. - ¿y por qué no?, seguro que ninguno de tus sirvientes te ha hablado tanto como yo lo he hecho hasta que llegaste y no pienso cobrarte nada por ello, que conste.

. - buen chiste. Tú te estás riendo de mí. Eres un…, un…

. - ¿un cabrón?, me parece que te equivocas chica, solo soy el hijo de una madre a la que le dan mañana el alta y regresamos a casa.

. - ¿y vas a venir todos los días a verme?, ¿así, por la cara?, no te creo.

. - todos los días no creo que pueda venir, pero intentaré hacerlo cuando pueda y hacerte compañía.

. - ¿y por qué harías eso?, ¿acaso quieres los millones de papá?

. - vete a la mierda. Eres un caso perdido, chica. Perdona por haberte molestado con mis tonterías.

Me volví a mi asiento, ahora enfadado. ¿Qué coño se creía aquella capulla ciega?

En vista de que me alejé de ella, la chica esperó y al no decir nada más, reaccionó.

. - perdona, me he pasado. No te conozco para haber dicho lo que dije.

Seguí sin responderle.

. - ¿estás ahí? por favor, perdóname.

. - déjame en paz. No vale la pena perder el tiempo contigo . Que si quiero los millones de mi padre . Al carajo la vela.

. - ya te he pedido perdón, no seas rencoroso.

No quería seguir oyéndola, por lo que me levanté y al pasar por delante de ella, la chica tuvo un atisbo de alegría, pero cuando pasé de largo y salí de la estancia, se le borró la alegría de la cara.

No regresé hasta que me tomé un chocolate en la máquina del pasillo. Cuando volví, nada dije y me volví a sentar en mi sillón.

Una enfermera entró para tomarle la temperatura corporal con su termómetro digital. Con un simple laser hacia la frente, el aparato marcó su temperatura.

. - disculpe, ¿hay un chico sentado con la paciente de al lado?

. - sí, es Salvador. Aunque lo veo algo enfurruñado.

. - es por culpa mía. Lo he ofendido. Dígale, por favor, que me perdone. A mí no me hace caso.

. - oye Salvador, perdona a tu vecina. No seas cabroncete.

. - que se vaya al carajo. Díselo de mi parte.

Maribel se echó a llorar sin soltar un sonido. La enfermera me avisó.

. - ya lo has conseguido, Salvador. Ya has hecho llorar a Maribel. Mira que empiezas pronto.

. - ¿qué quiere decir, enfermera?, ¿ha hecho llorar a más chicas?

. - sí, a una de 80 años. Antes estaba en esta cama. Cuando se fue, se marchó llorando.

. - ¿qué fue lo que le hizo a esa señora?

. - oye, que yo no le hice nada, para que te enteres -casi grité desde mi asiento-.

. - dígamelo, enfermera, por favor.

. - mira, no le hizo nada, al contrario. Se desvivía por la anciana, a la cual no visitaba nadie, solo venían un par de hijos de vez en cuando. Él la ayudaba a levantarse, le daba las cosas que se le caían, el agua, las pastillas se las abría, cosas así. Era muy gruesa y casi no se podía mover. Eso es lo que hacía. Cuando le dimos el alta y estando tan agradecida de Salvador, le entró la llorona a la pobre mujer.

. - ¿era eso?, gracias enfermera.

La enfermera se marchó por fin y todo quedó de nuevo en silencio.

. - has conseguido hacer llorar a dos mujeres –me dijo-.

. - eso no es culpa mía. Sois de lágrima fácil.

Mi madre se despertó con tanta voz a su alrededor.

. - ¿con quién hablas, hijo?

. - con nadie, madre. Estaba leyendo en voz alta.

. - pues baja la voz, creo que iban a poner a otra señora al lado.

. - no es una señora –le dije-.

. - ¿a no?, ¿y qué es?

. - pues no lo sé aún. Más bien parece una…

. - no le haga caso señora. Su hijo es muy gracioso. Me llamo Maribel y soy ciega.

. - hijo, es una chica. Pareces tonto.

. - sí, muy tonto –dijo la chica-.

. - de tonto nada, que tengo estudios –dije-.

. - hijo, no discutas, por favor. Hija, ¿sabes que mañana me voy de aquí?

. - eso me dijo su hijo Salvador.

. - vaya, ya habéis estado hablando, ¿entonces por qué estáis discutiendo, si ya os conocéis?

. - por eso precisamente, madre. Porque ya la conozco. Se cree que por tener dinero que le sale por las orejas, voy a… nada madre, déjalo, no vale la pena.

La comida llegó y las enfermeras colocaron las bandejas en el soporte especial que tenían las mesas de noche. Era una tabla que, como las mesas de planchar, se colocaban en horizontal o vertical, según se quisiera.

Las enfermeras se fueron según las colocaron. Mamá se sentó en la orilla de la cama y se tomó primero las pastillas de la mañana, para luego coger la taza de leche y tomársela.

. - vaya con las enfermeras –dijo la chica en la cama de al lado-.

. - ¿qué te ocurre, hija? -pues no la podía ver al estar la cortina echada entre las dos-.

. - se han olvidado que soy ciega y no sé dónde está mi desayuno, ni se lo que me han traído. Tendré que llamarlas.

. - no te preocupes, mi hijo te ayuda. ¿Verdad, hijo?

. - madre, es ciega, no tonta.

. - hijo, tú no eras así con la señora que se fue.

. - era una señora de los pies a la cabeza, mamá. Ésta no. pero lo haré por ti, no quiero que recaigas y tengamos que seguir en este hospital más tiempo del necesario.

Me fui hacia la cama de Maribel y allí estaba ella con una sonrisa que rompía la escarcha de un auto aparcado el día anterior.

. - ¿y tú de qué te ríes, ahora?, ¿no será de mí?

. - ¿yo?, que va.

. - bueno, veamos que han traído para la ciega.

. - me puedes llamar Maribel, si quieres.

No le hice caso. Le saqué la tapa de la comida, pues venía con una tapa superior.

. - bueno, tanta caja para un vaso de leche –lo olí- con cacao, creo. Pan en cuadradito y plastificado, azúcar en un mini sobre y unas galletas redondas también plastificadas. ¿Contenta?

. - ¿le puedes echar un par de galletas a la leche, por favor?

. - ¿y qué más?

. - nada más. Así estará bien, gracias.

Abrí el paquete de galletas y eché dos en trozos.

. - ya están las galletas en el vaso.

. - gracias –dijo ella alargando las manos para coger el vaso. Cuando lo tuvo en las manos. Lo soltó, pues estaba quemando. Lo malo no fue que lo soltara, sino que lo soltó encima de mí. Suerte que estuve rápido para separarme, pero no lo suficiente para que me cayera el líquido ardiendo sobre mis deportivas nuevecitas.

. - la madre que te p…, aaahhh –comencé a dar saltitos, hasta que dejó de arderme los pies, pues se me había metido la leche dentro del zapato-.

. - uy, perdona, lo siento. Estaba muy caliente y tuve que soltarlo o me quemaba.

. - y me quemaste a mí, jodida. Mis pies…, mis deportivas… –me quejé amargamente, sentándome y cogiéndome los pies y retorciéndomelos para amortiguar el dolor-.

Me senté para sacarme las playeras y los calcetines y sobarme los pies.

. - perdóname, fue sin querer.

Ante el escándalo, una enfermera llegó corriendo.

. - ¿qué ha pasado aquí?

. - la leche estaba muy caliente y tuve que soltarla o me quemaba las manos. Pero se la eché en los pies a Salvador.

. - déjame ver, Salvador –me dijo la enfermera-.

. - ¿se ha quemado mucho mi hijo, enfermera?

. - tiene el pie rojo, pero con un poco de hielo que le voy a traer, se le bajará la hinchazón. No perderá las piernas, de eso estoy segura.

. - muchas gracias, enfermera –dije con sorna-.

Mientras la enfermera iba a por el hielo. Una de las chicas de la limpieza llegó con su carro a limpiar el desaguisado.

Mientras la enfermera me envolvía con una toalla el pie, con cubitos de hielo y la limpiadora dejaba todo limpio de nuevo, Maribel se fustigaba.

. - soy una inútil, soy una inútil. He estado a punto de quemarte, soy una inútil.

. - tranquilízate. Eso de que has estado a punto, no, me has quemado, pero tampoco es culpa tuya.

. - ¿cómo que no, si te eché la leche encima?

. - la culpa la tienen los de la cocina. ¿Acaso no saben que eras ciega?, debían de haberla traído templada, no ardiendo, manada de cabrones. De esa manera no la hubieses soltado. Así que tranquilízate.

. - ¿de verdad no me echas la culpa?

. - en esto no puedo.

. - pero me dijiste unas cosas…

. - fue en la calentura del momento. Compréndelo, me estaba quemando. No iba a rezar el rosario, me tenía que cagar en alguien y tú estabas bien cerca. Perdóname tú ahora a mí.

. - yo sí te perdono.

. - pues entonces yo también. Empezaremos de nuevo, pero no me hables más de tus millones o volveremos a las andadas.

. - descuida, no mencionaré que estoy forrada y puedes querer mis millones.

. - ¿pero otra vez con lo mismo?

. - perdona, no sé lo que me digo, aún estoy temblando y aún no he desayunado.

. - es verdad.

A pata coja, salí a la puerta de la habitación y le hablé a una enfermera.

. - enfermera, ¿puede traerle otro vaso de leche con cacao a Maribel Herrera, por favor?

. - enseguida se la llevo. ¿Cómo estás de la pierna?

. - aún me escoce un poco, pero va aflojando el dolor gracias al hielo. Gracias por su interés.

. - para eso estamos –dijo la enfermera-.

De un termo que venía en los carros de la comida, escanció en una taza la leche y de otro sacó el cacao. Luego se la puso a Maribel en la mesita.

. - deja que se enfrié un poco. Salvador, ¿quieres vigilar a Maribel por mí?, tengo que volver con lo que estaba haciendo.

. - vale, pero espero que no vuelva a echármelo encima. Ahora estoy sin deportivas y con los pies envueltos en una toalla con hielo.

. - vigila que primero se enfríe. Luego se la das.

. - vale. Puedes irte, cuidaré de ella.

Cuando la enfermera se fue, Maribel sonrió por primera vez desde el accidente.

. - ¿vas a cuidar de mí?, ¿es verdad eso?

. - es una manera de hablar. De ti cuidará esa fundación tuya, yo me largo mañana.

. - ¿no ibas a visitarme cuando pudieras?

. - no sé si te mereces mi tiempo. Aunque no lo creas, mi tiempo es muy valioso.

. - anda, porfa, me portaré bien.

. - ¿cómo de bien?

Antes de recibir la respuesta de Maribel, que se la estaba pensando, mi madre me pidió que retirara la bandeja con el desayuno.

Según la cogí, la llevé al pasillo y la deposité en el carro donde había venido. Cuando volví, esperé su respuesta, sentado en la orilla de su cama.

. - ¿y bien?, estoy esperando tu respuesta.

. - ¿qué es lo que quieres?, seguro que algo de tipo sexual. Los chicos siempre pedís lo mismo –dijo ella bajito para que mamá no lo oyera, pues seguro que estaba poniendo la antena-.

. - una ciega como tú, ¿qué sabe de sexo?, seguro que eres virgen.

. - eso a ti no te importa. ¿Dime qué quieres?, ¿qué te enseñe algo?

. - ¿cómo qué?, ¿a hacer calceta?

. - ya me entiendes –y se señaló el pecho-.

. - no tienes mucho que enseñar. Prefiero otra cosa.

. - ¿me estás diciendo que te enseñe lo otro?, ni que fuera una puta –dijo lo más bajo que pudo-.

. - no, nada de eso.

. - pues no tengo nada más, a no ser que quieras lo que te enfadó tanto antes.

. - ni me lo nombres. Lo que quiero es que después de tomarte la leche, me des unas friegas en los dos pies. Aún me duelen.

. - ¿solo quieres eso, unas friegas en los pies?

. - solo eso.

. - vaya, creí que apuntabas más alto, gracias por no elegir las otras dos cosas que te dije. Ya creía que eras un salido.

. - a lo mejor lo soy, pero no un cabrón para aprovecharme de ti.

. - si pudiera, te daba un beso.

. - pues no puedes. ¿Hacemos trato?

. - ¿te los has lavado?

. - ¿me estás llamando guarro?, serás cabrona. Yo te hubiese dado masaje en los pies sin preguntar esas guarradas.

. - vale, vale, te creo. De acuerdo, hacemos trato.

. - okey, déjame ver cómo está la jodida leche.

. - no digas palabrotas, por favor.

. - eso no entraba en el trato. A joderse.

. - pero qué te gusta decir esa palabra.

. - sí, es potente y expresa lo que quiero decir. Ni más ni menos. La leche está tibia. Echaré las dos galletas que quedan del paquete anterior y podrás tomártela.

Según las eché, la removí y le cogí la mano y la puse sobre el vaso. Ella, con sumo cuidado, fue bebiendo y comiendo, hasta no dejar nada. Luego me entregó el vaso.

. - sí que tenías hambre.

. - te falta esa palabra.

. - ah sí, sí que tenías hambre, joder –dije riendo bajito-.

. - que poca vergüenza tienes.

. - no mucha, la verdad. ¿Te comes el pan o devuelvo la bandeja al carro?

. - puedes devolverla. El pan engorda.

. - ya, engorda…, engorda… Joder, todo engorda según las tías. Yo como lo que me da la gana y no estoy gordo.

. - eso no lo sé yo. A lo mejor pesas 120 kilos o más.

. - si los pesara, lo sabrías al sentarme antes en el bordillo. Con lo espabilada que tú eres, te hubieras dado cuenta.

. - es verdad. ¿Puedo tocarte la cara?

. - de eso nada. Mi cara no me la toca nadie.

. - tú sabes como soy, pero yo no sé nada de ti.

. - déjate de historias. Me llevo la bandeja, para que empieces a sobarme los pies, que te estás haciendo la loca para no sobármelos.

. - tengo buena memoria.

Deposité su bandeja en el carro y volví. Luego busqué unas cholas que mamá tenía para las emergencias y las puse junto a la cama de Maribel.

. - venga, ponte cómoda, yo me sentaré en el sillón que tienes aquí y te daré las piernas, pero antes te daré un plástico protector para no mojar tu cama, ni a ti misma.

. - muy amable de tu parte-.

. - para eso estoy, para servirte.

Ella se sentó en la borde de la cama y esperó mis piernas. Primero le puse el plástico sobre sus muslos, para luego repantigarme en el sillón y ponerle mis piernas sobre ella.

Maribel tocó mis piernas con las toallas y los trozos de hielo. Las desató y quedaron mis piernas libres. Seguían rojas, el dolor había disminuido al mínimo, pero era por el hielo, seguro.

Me cogió una de las piernas y empezó a masajearlas. Los trozos de hielo los colocó en su regazo para que no se cayeran al suelo.

. - tienes unos dedos huesudos.

. - los que corresponden a un atleta como yo.

. - ¿haces carreras?

. - sí, delante de los policías, en las manifestaciones.

. - ya te estás riendo de nuevo de mí. No seas así, hombre.

. - no, no hago carreras. Soy así de guapo, eso es todo.

. - presumido –dijo sonriendo-.

Cogió un trozo de hielo y lo pasó por mis dos pies. Me gustaba, era algo placentero, pues eliminaba el dolor, pero cuando se iba el frío, volvía de nuevo. Era como las quemadas en los dedos de las manos. Mientras están bajo agua fría, todo bien, pero luego, dolían.

. - por favor, sóplame los dedos.

Ella se inclinó para soplar. El friorcillo era la leche.

. - no te inclines tanto.

. - ¿por qué?, tengo que hacerlo para soplar.

. - es que se te ve todo el canalillo hasta el ombligo.

. - ¿pero no dices que tengo muy poco pecho?, ¿quién te entiende?

. - es verdad. Apenas nada, pero no soy de piedra, jolines.

. - ¿te has empalmado mirándome el canalillo?

. - esas cosas no se le preguntan a un caballero.

. - ah, no sabía que había un caballero entre nosotros.

. - tu sigue y verás. Oye, no me has dicho aún por qué estás ingresada, no creo que por ser ciega.

. - no, por eso no ingresan a nadie.

. - ¿entonces?

. - ¿qué pasa aquí, chicos? –dijo una enfermera que entraba con una máquina, otra traía una silla. Ésta última se fue según la dejó junto a la máquina-.

. - estaba dándole unos masajes a Salvador. Le eché la leche hirviendo y tengo que sobarle los pies.

. - pues para lo que tiene Salvador, de nada le vale sobárselos. Con el hielo que le pusimos es suficiente.

. - no me ha importado hacerlo.

. - Salvador, lárgate con tu madre. Tengo que dializar a Maribel –dijo la enfermera- siéntate en esta silla que hemos traído. Te ayudaré a llegar-.

Cuando Maribel se sentó, le comenzó a conectar tubos.

. - dializar, ¿eso no es algo del riñón?

. - ¿no se lo has dicho Maribel?

. - estaba a punto de hacerlo. Salvador, necesito diálisis, porque mis riñones no me funcionan.

. - vaya por Dios. ¿Puedo quedarme?

. - tú no pintas nada con esta paciente.

. - estás equivocada, tengo doble trabajo. Con mi madre y con Maribel. Me he hecho cargo de su cuidado y alimentación.

. - ¿es eso cierto, Maribel?

. - sí, es cierto. Él cuida de mí y yo de él.

. - y tú como cuidas de Salvador, si se puede saber

–Preguntó adustamente la enfermera-.

. - pues dándole un masaje en los pies, por ejemplo.

. - ¿nada más?

. - nada más, lo juro –le dijo a la cabrona enfermera, que me quería joder el chollo-.

. - bueno, vale, pero sí se sobrepasa, me das un toque, suerte que se va mañana este espabilado.

. - de eso nada –dije-.

. - ¿cómo qué no? tu madre se va mañana.

. - Maribel me ha contratado para cuidarla. ¿Verdad que sí?

. - sí, claro, así es enfermera. Lo he contratado.

. - Jo, los ricos sois la leche. Todo lo solucionáis con pasta.

. - no es solo pasta. Si no, mucha pasta -dije-.

. - ¿cuánto te va a pagar?, ¿a lo mejor me interesa?

. - de eso nada. Se dice el pecado, pero no el pecador.

. - serás cabronazo.

La enfermera acabó de pinchar a Maribel y puso la máquina en marcha. Por un lado, salía su sangre sucia e iba hacia la máquina y por el otro le entraba limpia a su cuerpo, una vez limpiaba.

. - ¿cuánto tiempo tendrá que estar con la máquina funcionando?

. - son tres horas –dijo la enfermera-.

. - ¿tanto?

. - depende del paciente y del momento. Lo habitual es entre 2 y 4 horas diarias. Algunos más todavía.

. - ¿duele mucho, Maribel?

. - no, solo los pinchazos al principio, el resto es estarse quieta y esperar a que termine el drenaje.

. - ¿y no te pueden hacer un trasplante?, seguro que con la pasta que tienes, puedes comprar unos cuantos riñones.

. - de eso nada. No se pueden comprar y vender como chorizos. Está prohibido. Es por orden de llegada. Ella está en la lista hacia el final –dijo la enfermera-.

. - ¿y si yo quisiera darle un riñón de los míos, se lo darían a ella y no a otro?

. - pues ahora que lo dices, no lo tengo claro. Tendría que consultarlo, pero, de todos modos, no todos los riñones sirven. Tienes que ser compatible con Maribel.  ¿Te sobra un riñón acaso?

. - ¿no dicen que se puede vivir con un riñón?, pues me sobra uno entonces.

. - Salvador, no me conoces de nada. No seas loco

–Dijo la chica, con una mínima esperanza en su mente-.

. - me informaré Salvador, pero piénsalo bien. Está muy bien que dones órganos en vida, pero infórmate bien antes de los pros y de los contras –dijo la enfermera-.

. - tu infórmate. Diles a quien tengas que decírselo, que solo lo donaré a Maribel si soy compatible. Si no, me quedo con mi riñón extra.

. - como quieras, ya te informaré.

La enfermera se fue. Yo me volví a atar las toallas con el hielo en mis piernas.

. - hijo, ¿puedes venir un momento? –me llamó mamá-.

Con cuidado, me acerqué y la escuché.

. - ¿lo has pensado bien?, no estás obligado, hijo.

. - mamá, ella lo necesita y a mí me sobra. No hay más que hablar.

. - como quieras, hijo. Es tu salud.

. - así es mamá. No te preocupes por mí.

. - donde está la atleta –dijo un enfermero con una silla de ruedas-.

. - ya está aquí la silla para llevarte a rehabilitación, mamá.

La ayudé a sentarse y se la llevaron. Serían dos horas las que la tendrían fuera. Regresé junto con Maribel.

. - ya está aquí tu guardaespaldas, guapa.

. - todavía no me lo puedo creer. Lo que intentas es algo que no me lo esperaba.

. - así soy yo. Rápido como el rayo. Y no te va a costar ni un duro.

. - gracias, Salvador. Aunque no seas compatible, te lo agradeceré igual –la chica se puso a llorar-.

. - ya estás llorando otra vez. Sois la leche.

. - caya tonto. Es de alegría.

. - pues yo cuando estoy alegre, me río, no lloro.

. - yo soy así, una llorona.

. - sí, una llorona muy guapa.

. - ¿te parezco guapa?

. - claro que lo eres. Eres preciosa.

. - dame la mano, por favor.

. - no, que es mía.

. - dámela, anda. Quiero tener algo tuyo.

. - bueno, pero después me la devuelves. Esta no te la puedo regalar. Cuando la palme, te regalaré hasta mis ojos.

. - tú no te vas a morir nunca –me dijo la ciega-.

. - ¿eres pitonisa, además de ciega?

. - no, solo ciega. ¿Me vas a dar tu mano?

Me acerqué donde estaba y le toqué su mano. Ella me la cogió, para no soltarla más.

. - es muy suave tu mano. Me la quedo.

. - ya te dije que no podía ser. Oye, Maribel, uno de los tubos pierde sangre. Déjame la mano, voy a llamar a la enfermera.

Ella me soltó la mano y aparte de pulsar el botón de emergencia, salí fuera en busca de una enfermera.

Había una saliendo de una habitación contigua y se lo dije. Ella vino sin correr, pero sin pausa. Vio el problema y lo solucionó cambiando el tubo. Luego limpió la sangre caída al suelo y Maribel prosiguió drenando. La enfermera miró los monitores y después de revisar todas las conexiones, lo dio por bueno.

. - ya está. Gracias, Salvador. Te debo una.

. - va con el sueldo que me paga Maribel.

. - ya. Hasta luego. Avísame si pasa cualquier otra cosa.

. - así lo haré.

La enfermera se fue y me quedé con Maribel. Le cogí la mano, ahora le temblaba un poco.

. - no tengas miedo, Maribel. Seguro que la máquina hubiera pitado cuando le faltara la sangre que drenaba.

. - eso tú no lo sabes.

. - seguro que sí. La próxima vez que entre una de las enfermeras le preguntaremos, para que veas.

Me cogió la mano y se la llevó a la cara y me la besó.

. - no hagas eso. Van a creer que te gusto.

. - a lo mejor es verdad –dijo ella aun entristecida por el percance-.

. - no me conoces de nada, no seas loca. Oye, eso me suena.

. - no te rías de esta pobre ciega.

. - no me río de ti. Sino contigo. Anda. Alegra esa cara y alegrame el día, baby .

. - lo haré por ti, porque yo estoy muy triste. Ser ciega es muy duro y ahora esto de los riñones…

. - tu piensa que hay gente peor que tú en todas partes. Antes de la señora gruesa que estaba en esta cama, había una anciana que ni se movía. Solo miraba al techo como muerta. Tanto parecía que se quedó blanca y tuvimos que darle unos cachetones en su cara para que se despertara. No lo conseguimos y la hija llamó a gritos a las enfermeras. Media hora después de atender a la mujer, salió de aquella, pero al día siguiente la trasladaron al piso de arriba, donde están los críticos. Así que aplícate el cuento. Por muy mal que uno esté, siempre los hay peores que uno.

. - ¿crees realmente eso o te lo has inventado sobre la marcha?

. - me lo creo. Cuando tengo un problema gordo, pienso en ello y la presión afloja. Además, aquí estoy yo para cuidarte todo lo que pueda.

. - Salvador, ¿tienes novia?

. - ¿en qué está pensando esa cabecita tuya?

. - no, en nada. ¿Pero tienes novia?

. - eres de ideas fijas. ¿Novia?, no. Rolletes, sí.

. - entonces tienes experiencia con las chicas.

. - ¿tú también?

. - no soy boyera. Me gustan los tíos de pelo en pecho.

. - pues lo siento. Pelos no tengo, pero si pecho. Si te vale…

. - no sé, tendría que probar antes la mercancía.

. - ni que fuera un caballo. Además, estamos desvariando, seguro que nunca le has dado un beso a un chico en los morros.

La máquina se desbocó donde se dibujaban las pulsaciones arriba y abajo.

. - será mejor cambiar de tema. Las pulsaciones se te han disparado.

. - no, te responderé solo con una frase. Soy virgen en todo. No digo más.

. - no, si para no decir mucho más, lo has dicho todo. Esas cosas no se le dicen a ningún chico.

. - ¿pero tú no querías saberlo?, pues ya lo sabes.

. - ¿qué edad tienes, Maribel?

. - 18 años, ¿y tú?

. - 18 años.

. - de eso nada, tú tienes más que yo. Al menos 20.

. - y una mierda. Tengo 18, solamente.

. - sabía yo que saltarías. Perfecto, tienes los mismos que yo. Está bien.

. - ¿bien para qué?

. - para ser mi novio y casarnos un día.

. - para, para el carro, ¿quién te ha dicho que me gustes como novia y mucho menos para casarnos?, ya tengo con mis rolletes. Ya tendré tiempo de ligarme a una titi más adelante. Ahora lo que quiero es divertirme y sacarme una carrera y no por ese orden, precisamente.

. - tú te lo pierdes –dijo cogiéndome la mano y colocándosela en un pecho. La apretó un poco-.

. - tú me quieres llevar por la calle de la perdición. No hagas eso, coño, que una cosa lleva a la otra y después pasa lo que pasa.

. - ¿qué es lo que pasa?, ¿no te gusta el contacto de tu mano en mi pecho?

. - ese es el problema, que me gusta un montón. Chica, no des tantas facilidades. Eres muy inocente en esto del juego erótico. Otro en mi caso ya te tenía contra la pared, con cables y todo.

. - ¿y por qué no lo has hecho tú?

. - ¿tú te estás oyendo, Maribel?, no creo que estés tan desesperada.

. - ¿tanto se me nota?

. - anda, devuélveme la mano, que me tienes tieso.

. - pero antes mete tu mano por debajo y cógeme un pecho.

. - Maribel, guapa. Así no se hacen las cosas. Me gustaría, claro que me gustaría, pero no debes tentarme, puedes salir mal parada. Anda, devuélveme la mano y seamos amigos.

. - yo no quiero ser tu amigo. Quiero ser algo más que amigos. Estoy harta de solo amigos.

. - cómo se nota que has sufrido mucho. Primero con tu ceguera, luego con lo de tus padres, los riñones, la gente en general. chica, si pudiera, te evitaría todo ese sufrimiento –le dije, besándole la frente-.

. - gracias, Salvador. Veo que eres un buen chico. Yo sin embargo soy una puta, solo una puta.

. - no digas eso ni en broma –le dije, echándole el brazo por encima de los hombros y atrayéndola hacia mí. Eres una chica que se ha visto superada por los acontecimientos, solo eso. Pero el tiempo todo lo cura. Eres una chica fuerte e independiente.

. - ¿tu estarás a mi lado para ayudarme?

. - bueno, Maribel. Estaré un tramo, pero tú debes seguir el resto. Eres una luchadora nata y no debes ir por ahí con aires derrotistas. Saldrás adelante, seguro.

. - bésame, por favor.

. - bueno, pero solo un poquito.

Le tomé la carita triste y le puse mis labios suavemente en los suyos. Nos besamos durante unos segundos eternos. Después nos separamos.

. - ¿ya estás más tranquila?

. - gracias, es el primer beso que me da un chico que me gusta. Ya puedo morirme en paz.

. - anda, déjate de tonterías.

Mi madre llegó en silla de ruedas como salió.

. - mamá, ya estás aquí –le dije, separándome de Maribel-.

. - hijo, solo son dos horas. No todo el día. ¿Qué es esa máquina?

. - es la máquina de diálisis. Maribel, nuestra vecina, tiene los riñones estropeados, recuerda.

. - ah, sí. Perdona esta cabeza mía.

. - es normal madre, has tenido un derrame cerebral y aún estás convaleciente.

. - me voy a acostar un ratito. Estoy muy cansada.

. - descansa mamá. Te llamaré cuando venga el almuerzo.

. - gracias, hijo. Eres un sol, ¿verdad, niña Maribel?

. - si señora, su hijo es un sol de verano.

. - pues eso. Un sol de verano.

. - vaya unas tonterías que hablan estas mujeres. Un sol de verano

Mamá se acostó y se quedó grogui en un momento. Cada vez que volvía de rehabilitación, le pasaba lo mismo, como si la estuvieran torturando en ese sitio.

Las tres horas pasaron y sonó un pitido en la máquina. Entonces todo dejó de funcionar, ni entraba, ni salía sangre.

Llamé a la primera enfermera que encontré y le avisé. La mujer desconectó a Maribel, quitándole todo lo que le había conectado, a excepción de las agujas que dejó en su brazo para una próxima vez. Ella respiró hondo y se desentumeció. Estarse durante horas sin moverse, cansaba cantidad.

. - enfermera, una pregunta.

. - dime, Salvador.

. - antes vino una compañera porque uno de los tubos de la máquina se había roto y salía sangre y lo cambió. Si yo no hubiera estado para avisarla, ¿la máquina hubiera tocado una alarma de que algo iba mal o no?

. - es que tocó la alarma, pero vosotros no la oísteis porque sonó en nuestra oficina. Yo misma venía hacia aquí para ver qué pasaba, pero como avisaste a una compañera, no hizo falta que yo lo hiciera, pues todas conocemos el funcionamiento de las máquinas que conectamos a los pacientes.

. - ¿lo ves, Maribel?, ésta estaba preocupada, pues cuando no esté alguien que vea junto a ella, cree que se morirá desangrada si se suelta algún tubo.

. - no te preocupes por eso. Esta máquina es automática. Se para sola si surge algún problema y luego suena la alarma en la oficina.

. - ya me siento mejor, enfermera. No siempre habrá alguien junto a mí y me tenía preocupado.

. - pues eso. Ahora me llevo la máquina para que no estorbe cuando venga la comida.

La enfermera se llevó aquel artilugio salvador y quedó el espacio más holgado allí.

. - me voy a quitar las toallas de los pies. Los trozos de hielo ya se han disuelto y no me hacen efecto. De momento me pondré las cholas de repuesto de mamá.

. - ¿todavía te duele la quemada?

. - casi no lo siento, solo apenitas. Es mejor que les dé el aire, así estarán más fresquitos.

. - Cuando te quites las cholas, me los das y te los calentaré un poco.

. - pero si lo que quiero es enfriármelos.

. - a lo mejor calentándolos un poco a mi manera, ya no te dolerán más.

. - bueno, como tú quieras, pero después me los devuelves.

. - claro, son tuyos, tontito.

Una vez sin toalla se los puse en sus rodillas. Ella me cogió los dos y se los metió bajo su ropa, haciendo que contactaran con sus pechos desnudos bajo el camisón.

. - ¿te duelen ahora?

. - ahora lo que me duele es otra cosa que quiere escaparse como sea.

. - te refieres a…

. - ni más ni menos.

. - ¿la puedo tocar?

. - ni loco. Esa cosa mía es sagrada. No se la dejo a cualquiera. Más adelante, a lo mejor.

. - ¿más adelante?, bueno. Algo es algo, dijo un calvo.

. - eso, lo dijo un calvo.

. - ¿sabes?, creo que me he corrido.

. - vaya, que cosas hay que oír de boca de una señorita. Será mejor que vayas al baño y te limpies, para luego te cambies de bragas. Las que lavan a los pacientes están al llegar. A lo mejor no quieres que se den cuenta de algo tan íntimo.

. - tienes razón. ¿Dónde han puesto mis cosas?

. - en frente a tu cama hay dos pequeños armarios. El tuyo es el de la puerta de la derecha, el otro es el de mi madre.

. - dame la mano, por favor y llévame junto a mi armario.

La llevé de la mano y luego rebuscó en su bolso. Sacó unas braguitas rosas con unos conejitos.

. - ¿te gustan éstas?

. - son muy bonitas con esos conejitos. Es de color rosa.

. - sí, toda mi ropa interior es de color rosa. Es mi color preferido, no lo puedo ver, pero es así.

. - ahora te llevaré hasta el baño. Está junto a la puerta de entrada, a la derecha. Ya dentro, tú misma te entiendes.

. - como quieras, pero puedes entrar conmigo, si lo deseas.

. - no, no hace falta. Ten cuidado. El piso es algo resbaladizo. Tienes un wáter, lavabo y una ducha al lado del wáter. Yo creo que, si te duchas tú misma, esas dos que vendrán, no te ducharán otra vez. Solo lo hacen con quien no pueden hacerlo, como mi madre.

. - gracias, aprovecharé para ducharme. ¿Hay champú aquí dentro?

. - déjame ver –miré y nada encontré- no veo nada. Solo para lavarse las manos-.

. - yo tengo en mi bolso. ¿Me lo puedes traer?, yo te espero aquí.

. - claro.

Abrí el armario y busqué el champú. Era un bote pequeño de una conocida marca por su pequeñez y su alto precio, como no. Se lo llevé al baño y se lo puse en la mano. Luego cerré la puerta.

Maribel se desnudó y olió sus braguitas mojadas y sonrió. Luego buscó la roseta de ducha. Se echó abundante agua encima y usó el champú. Olía a fresas.

Después de lavarse bien, se echó el agua por encima para quitarse el champú.

En eso el bote de champú se le resbaló de las manos y se puso a buscarlo a tientas, entonces resbaló y se dio un batacazo en la cabeza, al golpearse contra la vasija. Quedó inmóvil.

El batacazo lo oí desde fuera.

. - Maribel, ¿te ha pasado algo? –dije desde fuera- Maribel, responde, por favor-.

En vista de que no respondía, me alarmé y abrí la puerta. Allí estaba en el suelo, desmayada.

. - Maribel, querida, despierta. Despierta, Maribel –le decía, dándole unos cachetones suaves. Tenía un chichón en la frente que se estaba poniendo morado y no era pequeño, precisamente-.

Aun antes de que se despertara, toqué el botón de alarma y volví con Maribel. Seguía sin despertar.

. - Chica, no me hagas esto, despierta, por favor.

Un par de enfermeras llegaron corriendo y vieron el panorama.

. - ¿qué ha pasado aquí, Salvador?

. - se estaba duchando y oí un golpe, no me respondió y así me la he encontrado.

. - anda, sal un momento al pasillo, Salvador. Déjanos a nosotras.

Según salí, la sacaron entre las dos del baño y la llevaron mojada como estaba y desnuda, a su cama. Allí, una de ellas se sacó una botellita que tenía para estos casos y la dio a oler. La chica despertó enseguida.

. - hija, ¿qué te ha pasado?

Mientras Maribel intentaba poner en orden su cabeza, otra de las enfermeras busco una cuchara metálica y se la puso en el chichón. Aquel frío alivió un poco su inflamada frente, pero no era suficiente, así que salió en busca de hielo en una toalla y cuando regresó, ella ya estaba más despejada.

Le puso el hielo junto con la toalla alrededor de su cabeza, haciendo contacto el hielo con el chichón.

Una de las chicas buscó un camisón nuevo y unas braguitas en el bolso de la chica.

. - bragas no encuentro.

. - mira en el baño.

Miró y encontró las braguitas rosas y con conejitos sobre el lavabo. La vistieron y la acostaron.

. - ¿cómo te sientes, Maribel?

. - ya me siento mejor, gracias. Vaya tortazo más tonto.

. - ¿qué paso en el baño?

. - quise darme una ducha y se me cayó el champú. Me puse a buscarlo y resbalé, dándome un golpe contra no sé qué.

. - contra la vasija, seguramente. Está junto a la ducha. Se lo he dicho muchas veces a los de la oficina, pero hasta que no ocurra una desgracia más grande que un chichón, no van a tomar medidas. Volveré a insistir, otro día puede que no lo cuentes. Es mejor que te ayuden a ducharte.

. - de eso nada. Tengo que valerme por mí misma. Estoy aquí por mis riñones, no porque no pueda ver.

. - si esto pasa de nuevo, el hospital puede ser denunciado. Debes de tener a alguien en el baño cuando te duches, no importa a quien, pero que vea y te ayude cuando lo necesites.

. - ya veré a quien le pido ayuda. No os preocupéis, no voy a denunciar al hospital. Fue culpa mía.

. - como quieras, pero recuerda lo que te he dicho, son las normas.

. – enviaremos a la chica de la limpieza, para que limpie el baño.

Las chicas salieron y dejaron la puerta abierta. Yo entré y miré en el baño. Allí estaba la ropa que se había quitado Maribel antes de bañarse. Cogí las bragas y las lavé un poco en el lavabo. Luego recogí todo lo demás, incluido el champú, que estaba bajo el lavabo y lo metí en una bolsa que puse en su armario.

Me acerqué a Maribel y vi la toalla sobre su chichón.

. - ¿cómo te encuentras, chica? me diste un susto de muerte cuando no despertabas.

. - ¿me viste toda desnuda?

. - ¿eso es lo que te preocupa?, ¿qué te viera desnuda?, casi la palmas del porrazo que te diste ¿y solo te preocupa eso?

. - ¿pero me viste? –insistió ella-.

. - pues claro. Y qué cuerpo, Dios. Digo, no, no vi nada.

. - cabrón embustero.

. - chica, ¿qué querías que hiciera?, ¿taparme los ojos para no ver tu escultural cuerpo?, lo primero que me preocupó fue que no despertabas. Parecías como muerta. Es la primera persona que casi se me muere mientras estoy de servicio. Me diste un susto de cojones. ¿Te duele mucho?

. - como si me estuvieran martilleando aquí dentro –Se señaló la cabeza-.

. - ¿y no te dieron un analgésico?

. - no, solo hielo en el chichón y me dieron a oler algo asqueroso.

. - voy a pedirte un analgésico. Esas dos se han olvidado de tu dolor de cabeza. Vaya cafres.

Fui a la oficina de las enfermeras y les pedí un analgésico para Maribel. Las dos que la atendieron, se miraron la una a la otra.

. - ¿tú no se los diste?

. - no, creí que se lo darías tú.

La primera fue al botiquín y sacó un paracetamol.

. - dile que perdone, hubo una confusión.

. - sois la leche.

No dijeron nada, pues nada podían decir. Debían de revisar los protocolos y echar la bronca a alguien de aquellas dos.

Me volví con la pastilla y cogiendo agua de la mesilla de noche, llené uno de los vasos de plástico.

. - que perdones, que se habían liado entre las dos. Vaya capullas esas dos. Abre la boca y tómate un poco de agua.

Abrió la boca y le puse la pastilla, luego le di algo de agua.

. - gracias, enfermera personal.

. - a mandar, jefa.

. - mira, Salvador, como ya me has visto todo lo que había que ver, quiero que me ayudes a ducharme cada vez que lo haga.

. - de eso nada. Búscate a un negro. Si entro contigo al baño y te despelotas, me encierran de por vida. Encima con una ciega. Ni hablar.

. - es un acto de caridad. Me obligan a tener a un vidente conmigo, si no, tengo que hacer uso de una de las enfermeras y ya que tú me lo has visto todo, pues eso, quiero que cuides de mí incluso dentro del baño.

. - tú no tienes compasión de mí. No ves cómo me vas a tener todo el rato.

. - no te veré, ya lo sabes, así que no te puedes quejar. Además, ¿a quién no le gusta tener a una beldad como yo en pelotas delante de él?

. - bueno, visto así, tiene su aquel. Pero antes quiero el permiso de las enfermeras, no sea una trampa para tontos. Por cierto, te he puesto la ropa del baño en una bolsa. Las braguitas te las lavé un poco, para que no se notara tanto ese olor tuyo-.

. - ¿lo ves?, te necesito cerca de mí, como si fueras mi mayordomo y sirvienta especial.

. - no sé, eso de mayordomo y sirvienta especial, ya no me gusta tanto. Suena hasta feo. Mejor como guardaespaldas.

. - bueno, entonces como guardaespaldas. Al final es lo mismo, pues seré una muñeca en tus manos.

. - me parece que ahora desvarías, ¿no estábamos hablando de vigilar mientras te duchas solamente?, parece como si fuera a vivir contigo en tu castillo e hiciera las veces de mayordomo y sirviente para todo. Tú vas muy deprisa, me parece.

. - sí, tienes razón. Vayamos despacio. ¿Hay alguien cerca?

. - no.

. - mejor –dijo, se apartó la manta y se levantó la parte de arriba, enseñándome los pechos, unos pechos preciosos-.

. - ¿qué coño haces, chica?

. - para que te deleites bien, por si en el baño no pudiste darte gusto echándoles un vistazo.

. - serás cabrona, me la has puesto dura.

. - es lo que quería. En contrapartida por tus servicios, te pagaré como quieras, en efectivo o en carne, ya me entiendes.

. - ¿cuánto le sueles pagar a un guardaespaldas?

. - nunca he tenido uno, lo averiguaremos y te pagaré, si es lo que deseas –dijo y se levantó de nuevo la ropa-.

. - cabrona. Deja de hacer eso, coño. Que va a entrar alguien y te tildaran de puta. Y tú no lo eres, ¿verdad?

. - no, ya sabes que no, pero quiero que se te ponga dura y me dejes bajártela.

. - pues eso es precisamente lo que esa palabra significa y que dices que no eres.

. - si se lo hago a mi novio, no se es puta. Sino otra cosa.

. - que no soy tu novio, a ver si te entra eso en la cabeza.

. - ya veremos.

. - Salvador, lárgate, vamos a duchar a tu madre

Dijeron dos gordas enfermeras con un carro con ropa.

. - ya me las piro- dije-.

(Parte 1 de 16)

FIN