A veces solo quieres follar

Continuación...

Tenía el resto de mi vida para ser la patética adicta al trabajo en la que me había convertido. Hoy era una muchacha de una sola noche. Esta noche, yo follaría hasta volverme loca. Y si se  necesitaba dos tipos para llegar a eso, que así fuera. Dos a la vez, incluso.

Yo apenas podía oír al tipo detrás de mí, sus caderas abofeteando contra mi culo mientras bombeaba su polla dentro y fuera de mi coño. Dios, se sentía tan bien.

Vigoricé mis brazos lo mejor que pude y seguí el mismo ritmo para poder succionar al primer tipo al mismo tiempo. Nunca lo había hecho con dos tíos el mismo día. Nunca lo había hecho con dos tíos a la vez. Esa noche estaba repleto de  primicias.

Mi cuerpo estaba en llamas, los pulsos eróticos cosquilleaban en mis nervios por todas partes, pero no podía relajarme. Aturdida por mí misma, y las travesuras en las que también estaba sucumbiendo, era como un chorrito de agua fría que me impedía correrme. Alcanzando abajo entre mis piernas, froté mi clítoris, empujándolo, golpeando mis dedos abajo, tratando de llegar. La polla no era suficiente y los tíos estaban muy contentos de conseguir algún coño como para preocuparse por complacerme.

El tipo que me aporreaba por detrás se sacudió, arqueándose y supe que se había corrido. Yo jadeaba con fuerza, el sudor goteaba por mis sienes, pero no estaba más cerca del orgasmo de lo que lo estuve con el primer tipo.

Miré hacia atrás. Él salió de mí y volvía a su sitio entre los vítores de los que seguían mirando el espectáculo. No tenía ningún sentido abstenerse de dejar que vieran el espectáculo de la desilusión en mi cara, así que lo hice. Le fruncí el ceño, y luego miré a los otros cuatro chicos. No tenía condones, así que esperé que alguno de ellos hubiera traído el suyo propio.

— ¿Tienes una goma? —Le grité al tipo más cercano, mi mano sin dejar de acariciar al primer tío.

— ¿Qué? —Se inclinó más cerca. La atronadora música era demasiado fuerte.

Giré hacia atrás lo mejor que pude, hasta que llegue a él. Casi derribé su cabeza a mi boca para poder gritarle en la oreja.

—Tú. La. Tienes. ¿Una goma? —Dejé su cabeza y saltó hacia atrás.

—No —Sus manos se levantaron a sus lados con las palmas hacia arriba a modo de disculpas. No necesitaba disculpas; necesitaba a alguien que me diera un orgasmo. ¿Era mucho pedir?

—Entonces te lo pierdes —Le grité y cambié mi mirada al siguiente, que ya estaba buscando en su cartera. Sacó un pequeño envoltorio turquesa. Tienes que adorar a un hombre que viene preparado. Me pregunto si alguna vez consideró que sus posibilidades de ser afortunado esta noche se basarían únicamente en el hecho de tener un condón disponible. Le dediqué una sonrisa de ven aquí y prácticamente corrió a mis brazos.

Sus labios fueron suaves sobre los míos. Era un muy buen besador. Un hombre que sabía cómo usar su boca correctamente era menos común de lo que me gustaría pensar y me dio una nueva idea. Dejando la primera polla, ya que ya no me servía. Presioné mis tetas en el pecho del tercer hombre, mordisqueé su oreja, y luego susurré.

—Come mi coño. Si haces que me corra, entonces podrás follar conmigo —¿En qué me había convertido? Me las arreglé para no reírme de mí misma.

Me incliné hacia atrás y examiné sus ojos buscando su respuesta. Asintió con la cabeza y me deslicé sobre mi espalda. Inclinando una rodilla en el asiento acolchado y la otra cruzando sobre la rodilla del primer tipo, me extendí amplia y acaricié mi coño mojado por la anticipación.

Se arrodilló diligentemente y sus manos acariciaron el interior de mis muslos, remontando mis piernas con confianza. Bajó su cabeza y fue derecho al negocio. Ávidamente, sorbió ruidosamente mis pliegues resbaladizos en su boca impaciente, chupándolos y sumergiendo su lengua para probarme. El placer reventó a través de mí.

Me encanta cuando tengo razón. Era bueno con la boca y me agarré a su pelo cuando me folló con su maravillosa lengua. Ondas entusiastas de éxtasis se dispararon a través de mí en menos de dos minutos de estar aporreando mi coño con todo lo que él tenía.

Mis caderas se estremecieron cuando una explosión profunda dentro de mí salió hacia afuera. Grité, pero no se oyó en la cacofonía de ruidos estridentes que había por todas partes en el club. Agarrando su pelo y hombros, me corrí con fuerza, bombeando mi coño contra su dichosa boca dulce.

Fue increíble, lamiendo y succionando mi coño mientras me corría, ampliando el delicioso placer por lo que pareció una eternidad. Despacio, las espinas del éxtasis se desvanecieron, dejándome deliciosamente agotada.

Jadeando, apoyé un codo en el asiento y miré a mi amante.

Él se retiró y me enseñó el condón. Sonreí abiertamente y le di una cabezada. Sí, se había ganado el derecho a follarme. Una promesa era una promesa, definitivamente.

Acaricié mi coño, que todavía latía por el éxtasis, y le lancé un guiño. Con impaciencia me devolvió la sonrisa y le vi prácticamente arrancarse los vaqueros.

Hizo rodar el condón sobre su erección y noté que todavía tenía una muchedumbre mirándome y parecía una pequeña sucia puta. Debería sentir vergüenza, pero no lo hice. Se sentía correcto ser traviesa. Ser follada también se sentía bien, y tenía que hacer más tiempo en mi vida para el sexo. ¿Por qué me privé?, nunca lo entenderé. Así es la vida, supongo.

El Señor número tres tenía el condón puesto y se acercaba a su premio. Empujándome para estar a través del cómodo banco, se colocó entre mis piernas. Si era la mitad de bueno con su polla como lo era con su boca, yo estaba a punto de tener un buen polvo.

Maullando como un gatito, con los escalofríos de placer erótico palpitando por mí, metió su polla en mi coño mojado y resbaladizo. Había una sensación de saciedad completa que venía de ser llenada con una polla. Cruzando mis piernas alrededor de su trasero, las utilice para obligarlo a follarme más duro.

Respondió con entusiasmo, empujando con fuerza, profundamente y rápido. Tiré de mi montículo, usándolo para levantar mí clítoris cuando él bombeaba su gruesa erección dentro y fuera. Ahora estábamos llegando a alguna parte. Cosquillas de éxtasis burbujeaban por mi cuerpo. Iba a correrme de nuevo.

Llovieron besos a través de mis tetas, y me di cuenta que el primer chico todavía estaba allí, en busca de otra oportunidad. Enojada, le miré con los ojos entrecerrados. Me sonrió. Se la devolví, y luego le rechacé con mi mano libre. Había tenido su ocasión de follarme. Los que poseían ganaban, los llorones perdían.

Me volví hacia el tercer tipo. Era un semental, bombeando su gruesa y dura polla dentro y fuera. Estiraba mi pequeña raja sensible con cada empuje, llenándome y enviando arcos de placer delicioso a través de mí. El calor aumentó, la presión en mi interior se construyó, y mi respiración era una amalgama de jadeos ahogados, gemidos y gruñidos.

Un espasmo se movió en mi mismo centro, y luego todo mi ser comenzó a estremecerse cuando un segundo orgasmo me atacó. Miré de nuevo al asombroso hombre que aporreaba mi mojado coño. Sacudiendo los dedos hacia atrás y adelante a través de mi clítoris en un frenesí, me empujó sobre el borde y me corrí aún más duro esta vez.

Podía sentir como me contraía, apretando y ordeñando su polla sin control. Sus brazos bajaron y sus caderas se movieron caóticamente. Su labio se movió tan lindo cuando él me acompañó… Mis garras se clavaron en sus brazos hasta que mi clímax poco a poco disminuyó.

Le sonreí mientras se mecía hacia atrás sobre sus piernas. Era bueno y quería que lo supiera. En silencio, con una sonrisa y mirada de adoración, le di las gracias. La multitud que nos bloqueaba en el reservado aplaudía y, acariciando mi coño satisfecho, reí tontamente. Dios, podía ser una puta cuando la ocasión lo requería.

Todas las cosas buenas deben terminar y yo tenía mis razones. Los chicos se quedaron mirándome esperanzados, con ojos de cachorro esperando tener la suerte de follarme. Vine, vi y jodí, y ahora me iba a casa.

Enroscándome, me giré y me puse de pie. Me bajé la falda, moví mi top de nuevo sobre mis pechos. Saciada como nunca antes, tomé mi bebida. El hielo se había derretido hacía mucho tiempo, pero no me importaba. Bebiéndolo de un solo trago, empujé a los chicos que rodeaban la reservado en mi camino y caminé a la barra.

Me prometí a mi misma que un día encontraría a un compañero que follara bien, porque se trataba de un acuerdo para toda la vida. Nunca haría algo como esto otra vez… pero nunca me arrepentiré, tampoco.

Fin

Autora: Brindle Chase