A varios metros de la playa
En una barca hinchable, retirados de la orilla, yo y mi chica lo hicimos bajo un sol de Julio que tostaba nuestros cuerpos al ritmo de la marea y el de nuestros cuerpos. De esta forma tuvimos nuestra primera vez a varios metros de la playa.
En una barca hinchable, retirados de la orilla, yo y mi chica lo hicimos bajo un sol de Julio que tostaba nuestros cuerpos al ritmo de la marea y el de nuestros cuerpos. De esta forma tuvimos nuestra primera vez a varios metros de la playa.
La primera vez mía y de mi novia (De entonces) fue a varios metros la playa. Mi familia había ido a pasar un domingo de Julio a la playa y Claudia, mi novia, se había venido ya que llevaba con ella dos años ya. Éramos jóvenes aún, ambos con dieciséis años, y ella era la primera novia que había tenido, siendo lo mismo en su caso.
Como divertimento infantil mío de toda la vida, me gustaba llevarme una barca hinchable cuando iba a la playa, en aquel entonces una sencilla de cuatro personas de las que en verdad solo caben dos, o dos y medio en todo caso. Con esta, me había ido al agua y me había subido a ella para descansar con el ritmo del oleaje, o eso pretendí hasta que Claudia, mi madre y mi hermano vinieron a salpicarme y a agarrarse al borde ya que estábamos en donde ya dejabas de hacer pié. Al cansarnos de echarnos agua y de intentar de tirarme ellos, tanto mi madre como mi hermano regresaron mas a la orilla y Claudia se quedó. Tirándola del brazo, la subí para que estuviese con migo, algo que resulto bastante aparatoso. Al final consiguió escurrirse adentro como suele pasar en ese tipo de barcas de plástico que por el agüilla que se acumula dentro y el fondo hinchable se hace difícil maniobrar. Como pudo, Claudia se echó de espalda sobre mí, colocando su cabeza chorreando sobre uno de mis hombros.
En aquella postura, nos dejamos llevar por el zarandeo del mar, con la vista en el cielo, salpicándonos un poco de agua encima cuando el sol nos daba fuerte en la piel. Siendo de esperar, el sentir su cuerpo semi desnudo, caliente y relajado, me había producido una erección de tamaño considerable. Ella había sentido mi erección otras veces pero no las suficientes como para quitarme la vergüenza y curiosidad de lo que pudiese pensar de mí. Por suerte para mí, ella debía de estar igual de cortada y excitada ya que se mantuvo en silencio mientras que por otra parte sus ligeros meneos de cadera me avisaban de lo mucho que le gustaba sentir mi miembro duro contra su cintura. Esos pequeños frotes los sentía enorme en mi pene, que se contraía nervioso bajo el bañador.
Siendo la parte mas íntima de su cuerpo que solía disfrutar cuando alcanzábamos ese grado de excitación jamás superado, rodeé con mis manos uno de sus pechos, apretándolos despacio. Colándome por debajo de la tela del bikini, estos se aflojaron por su nudo y cayeron. Acariciando y estrujando su pecho en contacto directo, estimulé su pezón como ya había empezado a saber que le gustaba. Ella se terminó de quitar el bikini y lo dejó a un lado, abandonándose a mis caricias, rozándose cada vez más fuerte contra mi cuerpo.
Tras un rato disfrutando de sus pechos, ella me miró desde abajo y yo me agaché a besarla. Al terminar de besarnos con furia, ella dio un pequeño intento de salto que le valió de impulso para darse la vuelta. De pronto su cuerpo quedaba entre mis piernas y su cara sobre mi paquete. Tirando desde la pernera, me quitó el bañador que quedó al otro extremo de la barca. Mi polla caía empalmada sobre mi pubis y vientre. La reacción de Claudia me sorprendió ya que me masturbó con confianza, tomando la punta entre sus labios nada mas llevarla arriba y abajo un par de veces. Quedando deslumbrado por el sol, eché la cabeza atrás del intenso placer que no esperé sentir. La humedad de su boca era completamente diferente a la que nos rodeaba. Su saliva se esparcía caliente por el principio de mi polla, sintiendo su lengua atreviéndose mas y mas. Al bajar la mirada la imagen de ella comenzando a introducirse mi polla otro poco me supuso un intenso golpe de realidad, una realidad maravillosa que me decía que no era un sueño. Llevado por esto, giré la cabeza hacia la playa y alrededor, preocupado de que alguien no pudiese ver, pero estábamos a una buena distancia siempre y cuando no nos saliésemos mucho de la barca.
A poco que me faltaba por correrme, Claudia comenzó a dar pequeños chupetones cuando iba sacándosela de su boca, adelantando mi final que ya de por si se avecinaba pronto. Pillándome de sorpresa, la avisé de que me corría unos segundos antes. Ella dejó de chupármela y se apartó tan justo que la primera venida de mi semen le dio en la mejilla, cayéndole parte dentro de la boca. El resto se derramó sobre mi vientre como tantas otras veces cuando me masturbaba en soledad. Ella contemplaba con la mejilla todavía salpicada, como mi semen salía hasta que ya calló la última gota, perezosa y mucho menos blanquecina que el resto. Pidiéndome con los brazos abiertos que la atrajese con migo, la ayude sin apenas fuerzas ya que me encontraba completamente desinflado. Aún así, ella subió hasta mí, abrazándose y haciendo que la besase. Su cuerpo lo sentía resbaladizo y pringoso por mi semen, sobre todo sus pechos, que se apretujaban deliciosos.
Habiéndose girado para regresar a la posición de al principio que era la más cómoda, tardé mucho menos en atreverme a acariciar su cuerpo. Bajando por su vientre embadurnado de mi lefa, alcancé la parte de debajo de su biquini. De inmediato me colé por debajo y palpe su vello pubico. Ella cruzó las piernas momentáneamente al sentir como mi mano ya alcanzaba sus labios. Tal como llegaban, mis dedos se iban inmiscuyendo por su rajita, encontrándome con una humedad que, en mi inexperiencia, pensé que se trataba de la del bañador. Investigue primero aquel fantástico nuevo mundo con el que tantisimas veces había soñado conquistar. Hallé entonces la entrada de su vagina al pasar mi dedo corazón de abajo arriba, quedándome allí y haciéndola estremecer.
Estando otro buen tramo alejado de la orilla, estuve durante un buen rato masturbándola, aumentando de forma significativa tanto su lubricación como su respiración. Por entonces había bajado su diminuto biquini y ella misma se había encargado de hacerlo deslizar por sus piernas hasta dejarlo a los pies en donde mi bañador. Conservaba la erección con lo que ahora Claudia se frotaba contra mi polla al ritmo de mi mano en su coño y sin ya ropa de por medio. Pese a eso, no era suficiente como para mitigar mi deseo y la hice resbalar con migo hacia abajo, quedando tumbados en el suelo inestable de la barca. Deslizándome un poco mas que ella, la tomé por la cintura e introduje mi pene por entre sus muslos, haciendo asomar la punta por el otro lado. Masturbándome contra su sexo, esperé que a ella también le estuviese gustando por que no me veía capaz de parar. Su mano apretando mi polla contra su vulva me respondió. La tensión entonces se hacía insoportable. Quería penetrarla, meterle mi pene de un solo golpe, hasta el fondo, y no dejar de penetrarla hasta que la hubiese llenado de toda la lefa que me quedase y todo mi deseo quedase satisfecho, pero me asustaban mis propios pensamientos. Esto no impidió que mi instintivo propósito fuese surgiendo lentamente. Mi polla se había llegado a aferrar tan fuerte contra su entrepierna que circulaba entre sus labios hasta que en un golpe de suerte la noté quedar atrapada en su vagina. Sin dar marcha atrás, cambié la dirección de mi polla y la comencé a penetrar. Ella gimoteó, en alto, y la sentí retorcerse encima mía.
Acabando por penetrarla, disfruté de la sensaciones que ofrecía su vagina, de cómo mi polla era envuelta por sus paredes, rugosas y mojadas. Estirando de nuevo las rodillas, fui sacándola hasta la mitad y regrese adentro otra vez, repitiendo esto una y otra vez. El movimiento era torpe y cansaban mucho por lo que probé a elevar un poco a Claudia para que me dejase algo de espacio para maniobrar. Ella supo entenderme al instante y, sujetándose a los bordes de la barca, flexiono las piernas. Para que no se cansara continuaba sosteniéndola por la cadera. Me podía mover con mucha mas soltura y mis embestidas se hicieron muchísimo mas rápidas y profundas. La barca se sacudía, haciendo un ruido plástico por el frote de nuestros cuerpos. La pobre de Claudia no aguantó mas de cuatro o cinco minutos, cayendo despacio sobre mí a medida que se iba quedando sin fuerzas. Aun así, aquel intenso y breve momento me había sido suficiente para llegar a correrme en cualquier momento. Como en la vez anterior, la sensación de ya iba a correrme no la sentí surgir desde dentro si no que surgió de repente, circulando a toda velocidad por mi pene con la primera sacudida. Sacándola todo lo rápido que pude, sentí como explotaba de dentro a fuera, tan al límite una vez más que mi semen salió contra la entrada de su vagina, y luego una segunda vez salió disparado al aire, cayendo sobre el vientre de Claudia en donde fue a parar el resto.
Tumbados de costado en la barca, permanecíamos mirándonos sonriente, llenos de una felicidad y placer absoluto. Volvíamos a abrazarnos, a besarnos, incluso estando yo todavía falto de aliento. La cabeza me daba vuelta y mi pene se había desinflado al instante de eyacular cayendo ahora flácido sobre mi pierna con hilillos de restos de semen y de himen suyo. Tomando un poco agua que había estancada entre los raíles del suelo me limpié la polla. Ella me miraba hacer, me contemplaba de arriba abajo, y yo hice lo mismo, miré su cuerpo desnudo de costado, brillando al sol con las marcas del bañador. Sus pezones estaban duros y acercándome un instante los besé. Ella entonces se puso a juguetear con mi pene y yo hice lo mismo con su vulva, haciendo que parase cuando comencé a masturbarla. De su boca salieron unos gemidos que no pararon. Por alguna razón que desconocía, estaba disfrutando mucho más que la vez anterior, seguramente por que estaba aún más excitada tras haber sentido mi miembro.
Tal vez fueron cinco o diez minutos lo que estuve masturbándola. Tanto verla disfrutar y sentir su coño me hicieron recobrar las fuerzas hacía varios minutos, portando una erección tan fuerte como la anterior. Colocándome encima de ella, Claudia se tumbo boca arriba y abrió sus piernas para recibirme con impaciencia. Repartiendo el peso para no deformar el suelo, froté mi pene contra su sexo pero esa vez me costó encontrar la entrada. Ella fue la que se encargó de guiarla y en cuando sentí la punta dentro empujé. Esta vez estuve atento a su expresión para saber como debía moverme. La barca hinchable se agitaba mas que nunca y es que no solo yo me movía, si no que Claudia también lo hacía, debiendo dar un aspecto un tanto ridículo por lo torpe que éramos y se hacía en la barca.
Gimiendo sin control, con los ojos cerrados y la cara contraída, Claudia respondía a mis penetraciones con una furia que jamás había creído posible en ella. Cuando mi pene iba saliendo, ella se retiraba lo justo como para que no saliese del todo por apenas un pelo, y al meterla su cuerpo me embestía a la misma vez que yo a ella. Sin duda todo era todavía mas torpe que antes aunque mucho mas salvaje. Dejando de gemir, su boca se abrió para soltar un grito silencioso. Su vagina se calentó repentinamente, palpitando y bombeando un torrente de fluido vaginal alrededor de mi polla. Arqueando la espalda, Claudia se contrajo arriba y abajo, provocando que mi polla se saliese en una de esas veces. Dejándole espacio para que respirase, me agarré al morro de la barca y me senté. Ella se recuperaba del clímax entre mis piernas en el suelo de la barca.
Manteniendo la erección, me masturbaba de vez en cuando, sin atreverme a hacerlo plenamente ante Claudia. Esta, desperezándose, se giró y al ver mi erección no se lo pensó dos veces y me masturbó. Deseando que me la chupase como había hecho, tuve que conformarme con unos pequeños lametones por fuera. Cuando mi prepucio estaba retirado del todo y su lengua lamía mi glande me moría de gusto, y solo faltó que se repitiese tres veces para que me corriese vagamente por la falta de esperma.
Sin poder abandonarnos al relax en el que nos encontrábamos, vimos alarmados que nos encontrábamos demasiado lejos de la orilla. Cogiendo los remos, nos fuimos acercando, parando a medio trayecto para ponernos el bañador. Cuando ya estábamos donde cubría unos dos metros, nos lanzamos al agua para limpiarnos los restos de semen que ambos teníamos por el cuerpo. Luego ya, cogidos a la barca, la empujamos a la orilla. Por suerte, la sombrilla que indicaba donde estaba mi familia no había quedado muy lejos. El resto del día no regresamos al agua. Nos quedamos tumbados bajo la sombrilla artos de agua y sol. De aquel gran día no solo nos traímos una insolación y una bonita primera vez. Claudia se había quedado embarazada de una niña tan bonita como lo había sido el momento y el lugar en donde había sido concebida. FIN.