A tres bandas
Como viajé del enamoramiento al encoñamiento de mi amiga Elisa.
Esto es una historia real, los nombres son reales y lo que pasó también es real.
Tengo que reconocerlo estaba enamorado de ella, pero las diferentes situaciones y circunstancias hicieron que pasara del enamoramiento al más absoluto encoñamiento. Fue no hace mucho, era una amiga a la que conocía desde hacia muchísimo tiempo, atractiva, elegante, con un cuerpo estupendo, labios carnosos, cabello corto y rubio. Era de esas mujeres a las que les gusta gustar a los tíos, provocar, retar, jugar. Tenía 45 años y se llamaba Elisa y estaba separada desde hacía varios años. Yo soy un tipo de 48 años, me tengo por atractivo y con una cierta elegancia, con buen cuerpo, pelo corto y canoso. Yo estoy divorciado y hacía poco que había cortado con mi última pareja.
Hará unos cinco años empezamos a salir un grupo de amigos y amigas, los fines de semana, ella tonteaba y coqueteaba con Álvaro, un amigo mío casada, debo admitir que atractivo, marchoso y simpático cuya mujer no solía venir a estos saraos, rondaba los 50 años pero no los aparentaba. Ella le tiraba los tejos de forma descarada, estaba pendiente de él, en al mesa se ponía a su lado, si bailaba hacia lo mismo, le reía todas sus gracias (con o sin ella), le insistía en quedar. Yo estaba algo más que celoso, estaba quemado. Con el paso del tiempo ella fue perdiendo el interés y yo me quedé más tranquilo, habría llevado fatal que hubiese habido algo entre ellos, a pesar de que yo me había tenido una relación con su mujer, pero esta es otra historia.
Los años siguientes seguimos viéndonos pero con menos asiduidad, Marga, su mujer, solía, venir y surgió amistad entre Elisa y Marga. Y cuando esto pasa es más complicado intentar acostarte con el marido de la que se ha convertido casi en una íntima amiga.
Un día quedamos a comer en casa de Marga y Álvaro varios amigos, era verano. Hubo cervezas, paella, vino, copas etc. Al acabar la comida nos pusimos a bailar en el salón de forma bastante desinhibida, las insinuaciones entre unos y otros eran más que evidentes, los rozamientos, los gestos descarados. Como no podía ser de otra manera Elisa bailaba y coqueteaba con Álvaro. Yo me las ingeniaba con unas y otras, aunque en un descuido mis manos recorrieron las curvas de Elisa.
Lo que tenia toda la pinta de haber acabado en una orgía a final quedó en una jornada marchosa y de risas, con un importante calentón. Pero mi visión de Elisa iba cambiando, quería hacerla mía, comerle su delicioso coño, que me la chupara hasta dejarme seco. El amor se fue convirtiendo en un intenso y desmedido deseo.
Mese después quedamos un domingo Elisa, Álvaro y yo en un Spa cercano a su casa. Ella lucía un bikini super sexy, y como no podía ser de otra manera acabó en el jacuzzi con Álvaro, tonteando y coqueteando. Álvaro entraba en el juego, y yo sabía que también quería tirársela. Entramos en la sauna, ella se tumbó totalmente y pudimos observar su cuerpo lleno de sudor y humedad, las bragas del bikini, que eran muy ajustadas dejaban entrever algo de su coño la moverse, sus labios vaginales estaban marcados y mostraban una cierta excitación. Los pezones se marcaban en el sujetador del bikini. Era una diosa, una diosa del placer. Solo estamos los tres en el jacuzzi, el calor era insoportable, y Antonio trajo agua para echársela por el cuerpo y refrescarla. El frío del agua la hacía agitarse y cada movimiento aumentaba nuestro calentamiento. Al fin se incorporó y se fue a la ducha, volvió nuevamente y esta vez fui yo quién se duchó con agua fría. Los dejé solos unos instantes les dí tiempo, quería saber si estarían en alguna faenita. Entré y nada, ella seguía tirada y él sentado. Y el calor seguía siendo insoportable.
Compartíamos el mismo gimnasio y a veces íbamos juntos, y dejaba su bolsa con la ropa de deporte en mi coche y algunas veces se le olvidaba recogerla, y sí, cogía sus bragas usabas, las olía, lamía y me pajeaba con ellas allí en el mismo vehículo.
Nunca había hablado con de Álvaro de Elisa de ni del interés de cada uno de nosotros tenía por ella, alguna vez, en alguna conversación y hablando del tema de los masajes, le dijimos que tendría que probar un masaje a cuatro manos y claro nosotros seríamos los masajistas. El tema quedó en risas, pero yo no olvidé, y como decía ella cuando tomábamos unas copas, Antonio se ponía cariñoso y a mí se me iban las manos al pan.
Como otros muchos, quedamos un domingo por la mañana a jugar un partido de pádel, después era habitual tomarse unas cañas o unos vinos. Subimos a mi casa, departimos y tonteamos, otra vez estábamos los tres. Ella no toma alcohol pero nosotros entre risas y charlas acabamos algo entonadillos. Álvaro había quedado a comer con su mujer, pero le medio convencí para que se quedara. Elisa también tenía un compromiso pero de momento ahí estábamos los tres.
Ella hizo un gesto con el cuello, como se tuviese una contractura, Álvaro se ofreció a darle un masaje . Se sitúo detrás de ella y comenzó a acariciarla suavemente. Era cierto Álvaro se ponía muy cariñoso cuando bebía. Lo tenía claro, era el momento.
- Creo que un masaje a cuatro manos sería mucho más efectivo y cómodo, dije en tono jocoso.
- Ya, y donde tienes la camilla para tumbarme, no la veo por aquí, contestó ella
- No tengo camilla, pero tengo un cama estupenda
- Venga no te hagas de rogar susurró Álvaro.
Calló y supongo que su mente empezó a procesar, analizar, valorar, era una mujer práctica pero con un punto o puntazo morboso y estoy convencido que la situación le ponía.
Me fui a la habitación para quitar toda la ropa que tenia encima de la cama, puse una música melódica y volví al comedor. Seguían con su masaje particular.
- Venga ya está listo el salón de masajes, dije
- ¿Y como hago?, dijo ella.
- Pues nada, te desnudas, te tumbas en la cama y ya es cosa nuestra.
- Desnudarme, estáis locos, respondió.
- Era broma, con que te quedes en sujetador y bragas nos vale, a fin de cuentas es como estar en bikini.
Seguía reticente, pero al final se encaminó hacía la habitación y dijo,
- No vengáis hasta que os avise
- Me pido de cintura para abajo, le dije Álvaro, y el estuvo de acuerdo.
Al fin fuimos hasta la habitación, estaba tumbada boca abajo, llevaba unas bragas negras de tipo deportivo (era una chica deportiva), se había desbrochado el sujetador. Estaba dispuesta. Yo cogí un aceite de romero que tenía, lo eché sobre sus piernas y Álvaro hizo lo propio sobre su espalda. Elisa hizo un movimiento brusco al sentir el aceite.
Y empezó el juego, fui recorriendo primero una pierna, luego la otra, en cada acometida me acercaba algo más a su sexo, metí mis dedos debajo de sus bragas y me moví por su culo intentado aproximarme a su raja e intentar tocársela, y noté que estaba húmeda, estaba disfrutando. Álvaro mientra tanto le masajeaba la espada, desviándose hacia los lados para tocarle las tetas. Y así seguimos, suavemente a veces, más bruscamente otras, cada uno en su territorio. De vez en cuando un suave gemido salía de su boca.
- Toca darse la vuelta, le dije,
Y obedeció. Se giró y quedó boca arriba ante nosotros una espléndida hembra de 45 años. Le abrí las piernas y comencé a recorrerla, su piel era suave. Me acercaba y alejaba de su sexo. El sujetador lo tenía casi caído aunque Álvaro todavía no había invadido esa parte de su cuerpo. La cara de Elisa quedaba entre sus piernas a la altura de su polla. Puse una de sus piernas en la entrepierna de la mía, y con mi mano de derecha me adentré en su coño, suavemente. No tenía apenas vello, y sentí directamente los labios de su vagina, empecé a hace círculos, y ella se abría aun más, así que metí mis dedos en su raja totalmente lubricada. Álvaro tampoco se cortó, se echo algo de aceite y empezó a masajearle las tetas, algo caídas pero tan bellas y deseables como había imaginado. Ella se agitaba y jadeaba. Álvaro hizo un intento de meter sus manos en ese coño que era mío, le miré marcando territorio.
No podía esperar más, cambio de posición, le quité las bragas, con algo de resistencia por su parte. Ese coño glorioso y espléndido estaba delante de mi y me avalancé sobre él. Le abrí las piernas, e introduje mi lengua en su raja quedando al descubierto unas labios sonrosados y húmedos, se retorcía de placer, poco a poco me fui acercando hasta su clítoris saboreando sus deliciosos flujos vaginales, que me parecían el más delicioso de los licores, con las manos aparté el capuchón que lo cubría, y me lo introduje en la boca, chupándolo suavemente, y pasando mi lengua de una lado a otro. A veces se aferraba a las piernas y entrepierna de Álvaro y menos mal que llevaba los pantalones si no se habría metido su polla en la boca. Otras veces apretaba mi cabeza contra su chocho . Álvaro no puedo resistirlo y se subió a la cama y apartándome la cabeza también comenzó a comerle el coño, y ahí estábamos los dos, luchando por meter nuestros labios y lengua en cada recoveco, y al fin Elisa corrió como una loca gritando de forma desaforada.
Quedamos exhaustos y en silencio. Habíamos hecho un buen trabajo. Elisa se incorporó, primero besó a Álvaro en los labios de forma sensual, después me besó a mí y nos dijo:
- Ahora me toca a mí chicos, desnudaros, voy a ser vuestra puta, vuestra puta Elisa.
Y nos quedamos desnudos y empalmados, la polla de Álvaro era más largo, pero la mía más ancho. Nos miró con lujuria y dijo:
- Que espléndido paisaje, dos pedazo de pollas para mí sola, voy a beberme toda esa leche que lleváis dentro y que veo que está deseando salir, voy a dejaros secos, dijo.
Nos tumbamos en la cama y comenzó a hacernos una mamada, primero se metió la polla de mi amigo en la boca mientras con una de sus manos pajeaba la mía, se la metía se la sacaba, le lamía la punta del capullo y se la volvía a meter entera. Yo estaba impaciente por que llegara mi turno, así que le levanté la cabeza y se la separé con fuerza de la polla de Álvaro, se resistía, estaba encelada y quería seguir chupándosela. Dirigí su boca a mi polla y se la inserté hasta los huevos, moviendo mis caderas hacía dentro y hacía fuera. Empezó a mover su lengua de forma frenética en la punta de polla. Que gusto, que intensidad, que placer, no podía aguantar más, de nuevo se la metió entera y no pude más, derramé toda mi leche en su boca. Y como había dicho no dejo escapar ni una gota, se lamió y relamió y sin pausa pasó a rematar a mi compañero de faena. Tampoco tardó demasiado, se vino rápidamente descargando su leche dentro de su boca. Y sí, nos había dejado secos.
Y todavía quedaba follarla, clavársela hasta las entrañas. Dejamos pasar un cierto tiempo, de caricias y besos, pero no tardamos demasiado en estar otra vez completamente empalmados. Nos miramos. Álvaro y yo, y decidimos que el sería el primero en tirársela. Yo no sabía que hacer, irme para no ver como mi amigo se tiraba a la mujer de la que había estado desesperadamente enamorado o quedarme y ver como lo hacía. El morbo y el deseo pudieron más y decidí quedarme mirando.
No hubo muchos preliminares, ella dobló y levantó sus piernas, y se la clavó entera de una atacada, el coño lo tenía ya completamente trabajado y cualquier polla se hubiese deslizado fácilmente. Los gemidos de placer se sucedían suaves y entrecortados, y mi polla aumentaba de tamaño por momentos, quería que acabasen y querían que siguiesen. Elisa giró un momento la cabeza y me dirigió una mirada de lujuria y deseo, mientras recibía una última embestida.
Elisa se fue al baño, dijo que necesitaba limpiarse de tanta leche. Álvaro se fue hacia el comedor, no tendríamos testigos. Esperé unos segundos y de nuevo estaba allí. Yo estaba rabioso y deseoso, se tumbó en la cama, me tiré sobre ella, nos engarzados y comenzamos a dar vueltas el uno sobre el otro, la apretaba contra mi y ella me apretaba igualmente, a pesar de que ella buscaba mis labios, yo no quería besarla, me aferré a su chocho y ella a mi polla, paramos, nos miramos y seguimos en esa lucha hasta que ella se incorporó sobre mí y se metió todo mi polla en su coño, sentí sus labios en mis huevos, me moría de placer, empezamos el sube y baja, se levantó, dejándomela al aire y nuevamente dejó caer su peso sobre mí, yo intenté incorporarme y ella queda casi sentada sobre mí, y ahora sí, la abracé y la besé, mientras vertía mi semen en sus entrañas.