A Través del Espejo. (4-4): SENTIR
Llega el gran día para la joven Paola: ocupar su lugar en la habitación de SENTIR. Gracias a todos por su tiempo. Pueden contactar conmigo preferiblemente a través del correo o dejar su comentario.
No podía verlos pero ella sabía que estaban allí. Pronto entrarían en la habitación de SENTIR y la usarían a su antojo, arrebatándole de un plumazo su tesoro infantil, transformándola por fin en mujer, haciéndola gozar.
A diferencia de otras ocasiones la Señora no había abandonado la estancia. El sonido de los tacones delataba su presencia y el ruido característico de una cámara haciendo fotos le dejó bien a las claras que, de acuerdo con sus deseos, la orgía iba a ser documentada gráficamente.
- Abre las piernas, perra…
La joven obedeció, atada al cabecero era una de las pocas cosas que Paula estaba capacitada para hacer. La máscara de castigo le impedía tanto la visión como hablar y las esposas inmovilizaban sus manos contra el cabecero. Sólo sus piernas permanecían libres, al menos de momento.
La joven dio un respingo cuando una mano tocó su tobillo.
- Tranquila… sólo son unas medias rojas de seda natural. Van a juego con tu pelo, Roja. Estarás preciosa
Las finas mallas fueron colocadas sin prisa. Tras una breve pausa fotográfica le siguió el liguero y tras él un minúsculo tanga, apenas un pedacito de tela triangular sujetado por hilos del mismo color fuego que el resto. Escasamente cubría el clítoris y los pequeños labios vaginales de la chica.
- Te van a destrozar.
El corazón de Paula latía cada vez más fuerte.
- Están como locos, si no abro enseguida echarán la puerta abajo...
Un escalofrío recorrió la anatomía de Paula. Los golpes en la puerta eran cada vez más fuertes.
- Es tu última oportunidad de dejarlo. Todavía estás a tiempo. ¿Seguimos?
La capucha roja se movió arriba y abajo.
- ¿Recuerdas la contraseña? Mueve la cabeza hacia los lados y todo terminará…
La sometida repitió el movimiento anterior, aunque estaba segura de que no iba a necesitarlo.
- Entonces ya estás lista. Tan solo queda un pequeño detalle… putita. Es un regalo que te hago para que tengas un recuerdo de este día… aunque dudo mucho que puedas olvidarlo.
A Paula se le llenaron los ojos de lágrimas cuando una pareja de minúsculas pirañas metálicas unidas por una cadenita de oro mordieron sus pezones con fuerza. La Señora tiró de los eslabones hacia arriba, comprobando de este modo su correcta colocación lo que hizo que las tetas de la chicase elevasen, produciéndole un agudo dolor en sus senos.
La vulva de Paula se convirtió en una auténtica laguna de jugos.
Todavía estaba acostumbrándose al escozor de sus tetas cuando oyó como la puerta se abría violentamente. Había imaginado ese momento desde una semana antes, desde el día en el que la Señora le dijo que ya estaba lista. La espera le había parecido un suplicio, se masturbaba día y noche imaginando la escena. Pensó que, apenas entrasen a la habitación de SENTIR, los huéspedes se abalanzarían sobre ella y se darían un festín desorganizado de carne virgen a costa de sus agujeros pero no fue así. Fue respetada de acuerdo a los usos y costumbres de la casa. Allí no se hacía nada sin el consentimiento de la Señora.
A Paula le costaba cada vez más respirar y su nerviosismo iba en aumento conforme percibía cómo sus próximos amantes iban entrando en la habitación en tropel. Podía sentirlos y, pese a no poder verlos, los imaginó completamente desnudos, con sus penes erectos y mirándola de forma indecorosa y sucia.
Lo cierto es que no se equivocaba en nada. En un primer momento los huéspedes se limitaron a rodearla y regalarle los más variados comentarios. El ritmo cardiaco de la joven iba acelerándose más y más, conforme la cantidad de voces iba creciendo y los insultos iban subiendo de tono.
- Estás muy buena.
- Eres una puta.
- Llevo una semana sin correrme pensando en ti…
- Te voy a sacar la polla por la boca, cerda…
- Me voy a comer tu coñito…
- Ese culo… la de pajas que me he hecho pensando en él desde que lo regué de semen el otro día.
- ¡Zorra!
- ¡Guarra!
- ¡Te vas a enterar…!
- Te vamos a reventar a pollazos, puerca…
Una voz conocida silenció el coro a duras penas.
- Señores… señores. Son muchos y les agradecería un poco de silencio… ¡SEÑORES, POR FAVOR…!
Tras el requerimiento de la Señora se hizo la calma, al menos de forma momentánea.
- En primer lugar, gracias por estar aquí. Hoy es un día especial para la Pensión de la Viuda. Muchos de ustedes ya lo sabrán pero por si acaso les informo de que Roja viene a entregarse hoy por primera vez. Me consta que les agradece que quieran compartir con ella su iniciación. En efecto, por si alguien desconocía el detalle, cosa que dudo, les puedo asegurar que Roja es virgen.
Un murmullo inundó la sala.
- … y lo es tanto vaginal como analmente. Por el contrario Roja es todo un prodigio con la boca, muchos de ustedes ya comprobaron su habilidad durante su adiestramiento en la habitación de GUSTAR. Les aseguro que su falta de experiencia no supondrá hándicap alguno, podrán gozar de ella como deseen. Hagan con ella lo que quieran…
La Señora se aclaró la garganta antes de proseguir:
- No hay prisa alguna, tienen toda la noche así que tómenselo con calma. Todos tendrán oportunidad de disfrutar de la joven, está aquí voluntariamente y no piensa irse hasta que todos y cada uno de ustedes estén satisfechos.
La Señora esperó a que el murmullo de la sala disminuyese un poco.
- En segundo lugar…, en segundo lugar, tal como ya les advertí, el encuentro de hoy va a ser fotografiada y grabada en vídeo. Roja desea tener un recuerdo de su primera vez así que, por favor, extremen la precaución y no pierdan sus máscaras si no quieren ser identificados. Si alguno desconocía esta circunstancia o no desea ser grabado es el momento de retirarse.
La mujer señaló las cámaras situadas en cada una de las esquinas de la habitación y la colocada cenitalmente en el techo.
- En tercer lugar… ¡señores, silencio!... en tercer lugar recordarles que el uso del preservativo es obligatorio, repito… OBLIGATORIO, tanto en las penetraciones vaginales como anales. El que no cumpla este requisito será tratado como de costumbre y expulsado del local para siempre. No obstante, según como vaya discurriendo la noche, es más que probable que nuestra invitada ponga a disposición de todos ustedes su boca, no siendo necesaria en este caso protección alguna. Cada dos horas se hará un receso de unos diez minutos para que la chica descanse y haga sus necesidades si es el caso.
Cada vez la algarabía se hacía más intensa, a la Señora le era difícil hacerse escuchar entre el griterío.
- Para finalizar, sé que todos desean ser el primer hombre de la joven pero me temo que eso, evidentemente, no va a ser posible así que, como aquí nadie es más que nadie, tendremos que hacer un sorteo. Colóquense todos que yo pueda verles. Los que están fuera que entren, por favor.
Paula escuchó una tonada familiar, una especie de juego popular que papá les habían enseñado a Irene y a ella. Por lo visto él la había aprendido de su padre, es decir, del difunto abuelo putero de las niñas. Cada sílaba correspondía a una persona de la fila y cuando la cantinela cesaba el último señalado era el elegido.
- Enhorabuena, usted será el primero. Confío en que el resto se organicen después y no haya malos entendidos. Tras el primer descanso sortearemos el otro premio.
- ¡Joder, qué mala suerte!
- ¡Yujuuu! Te voy a sacar el rabo por la boca, puta Roja… - gritó el anónimo afortunado.
- Bien, señores. Pueden comenzar cuando quieran. Que disfruten de la velada.
Paula notó una manaza agarrándole el tanga y apartándolo de su entrada delantera con la delicadeza de un mandril en celo. Cuando el coñito de la chica apareció en escena la temperatura de la sala aumentó exponencialmente.
- Ayudadme, cabrones. Allá voy.
Las piernas de la adolescente fueron tomadas por dos de los machos y la abrieron en canal para que el primero de los amantes disfrutase de ella a placer. El hombre se demoró más de la cuenta. Los nervios no le dejaban colocarse la funda en condiciones.
- Dale, hostia.
- Ya voy, ya voy. No me metáis prisa, joder.
El resto de los presentes aprovecharon la ocasión para manosear a la joven. Las turgentes tetitas blanquecinas fueron sin duda el objetivo más buscado. No eran pequeñas, ni mucho menos,pero era tal la cantidad de manos deseosas de sobar con respecto a los centímetros cuadrados de piel que tocar que muchos tuvieron que conformarse con un brazo, un poco de cuello o incluso un pedacito de media bermellona. Tanto ímpetu pusieron en su afán de tocarla que no tardaron nada en rasgarle las sedas y el microscópico tanguita pronto fue arrancado de la cintura de Paula. Era la última barrera que protegía la honra de la muchacha, el cabrón que iba a montarla tenía el camino expedito hacia el paraíso.
Unos ligeros golpecitos en los alrededores de su sexo le hicieron saber a la nínfula que el estoque estaba listo. El hombre no se demoró más y, agarrando su falo por la base, lo dirigió al agujerito de la pequeña Paula.
La cornada fue tremenda, de una única trayectoria pero de efecto devastador en el interior de la joven, que emitió un desgarrador alarido ahogado nada más salir por la mordaza que cubría su rostro. Casi peor que el dolor en su vientre fue el verse literalmente incrustada en el colchón bajo la mole de sebo y grasa que conformaba el cuerpo de su primer amante. El hombre fue de todo menos delicado con ella, no tuvo en cuenta para nada su condición de doncella y le dio duro, muy duro, con su cipote enfundado en látex. No es que su miembro viril fuese extremadamente generoso pero sí lo suficiente como para hacerla sangrar copiosamente. El dolor era tan intenso que Paula llegó a pensar que se moría.
- Mirad, cabrones – Dijo en un momento dado mostrando su verga empapada en sangre -. Pues sí que era virgen, la muy puta. Roja por fuera… y por dentro….
- Termina de una vez, hijo de perra. Queremos tirárnosla también…
- Abrídmela más, que se la clavo más adentro….
Paula creyó que iban a desmembrarla, tiraron con tal virulencia de sus piernas que su cadera crujió al ser contorsionada más allá de límite. Enseguida se olvidó de ese dolor ya que el que procedía del interior de su sexo era infinitamente más intenso. Su violador se estaba cebando, la penetraba muy fuerte, como si deseara partirla en dos.
Por fortuna para la joven el hombre no era un semental desbocado sino un cincuentón con problemas cardiacos así que, tras unos pocos segundos de cópula, esparció su simiente no en el interior de la chica como él hubiese querido sino dentro de la funda elástica que rodeaba su pene.
- ¡Uff, menudo polvazo! – dijo el hombre al desacoplarse -. ¡Y qué coñito! Lo tiene apretadito apretadito…
- ¡Aparta cabrón! Tú ya has tenido lo tuyo, ahora nos toca a los demás…
- ¡Ya voy, ya voy! ¡Joder, qué prisas!
Paula aprovechó para tomar aire y recuperar un poco el resuello. No demasiado, ya que ni siquiera le permitieron cerrar las piernas. Unos instantes después ya tenía otro semental clavándole la polla hasta los huevos. La pelirroja se agarró a los barrotes de la cama, intentando en vano mitigar de esta forma su dolor. Creía morirse en vida, aquel tipo le estaba destrozando tanto o más que el hijo de puta que la había desvirgado.
La chica había meditado largo y tendido y se había informado antes de someterse de aquel modo tan radical. Tenía asumido el sufrimiento durante su primer polvo como algo inevitable pero creyó que el dolor iría en descenso conforme la orgía fuese desarrollándose dando paso al placer, pero no fue así. El segundo semental había dejado en nada la tortura que le había supuesto entregar su himen. Y con el tercero la cosa había ido todavía fue peor, ya que aquél tipo, además de follarla sin descanso con un cipote de dimensiones considerables le agarró de las tetas con tanta violencia que la chica llegó a pensar que iba a arrancárselas de cuajo.
Estuvo a punto de ceder y hacer la señal convenida para poner fin a su tormento. Si no lo hizo no fue por ganas sino porque simplemente perdió el conocimiento. Sus tres o cuatro siguientes amantes se follaron a un cuerpo inerte, a una muerta. Seguramente ni se percataron de ello o si lo hicieron no dijeron nada por temer que, si se iban de la lengua, la fiesta terminase antes de tiempo.
Cuando Paula recobró el sentido notó como unas manos recorrían de nuevo cada recoveco de su cuerpo. El olor le indicó que los huéspedes habían vertido sobre ella el contenido de los condones. Estaba siendo rebozada en esperma.
- ¡Venga, házselo! Todavía hay un montón de tipos esperando.
- No, quiero que se abra de piernas ella….
- ¿Pero qué más da? Nosotros te la preparamos a tu gusto…
- ¡Que no, hostia! Putita, putita, ¿me oyes?
Paula asintió. Le dolía todo el cuerpo y estaba todavía algo conmocionada.
- Demuéstrame lo puerca que eres, ábrete de piernas, putita. Sé una chica buena…
La joven hizo un esfuerzo sobrehumano y obedeció.
- ¡Joder, lo ha hecho!
- ¿Lo veis? Sólo hay que pedir las cosas con educación.
El polvo con aquel tipo fue un antes y un después en el discurrir de aquella noche. La trató con suavidad, no con delicadeza pero sí con el suficiente cuidado como para no lastimarla. Paula siempre consideró ese como su verdadero inicio en el sexo. No es que el tipo aquel se lo hiciera bien, se lo hizo muy bien. De hecho, se lo curró bastante, agarrándole el trasero con firmeza pero sin violencia, y le metió el cipote despacito, esperando que la joven hembra se fuese acostumbrando al intruso. Después se la tiró pausadamente, sin aspavientos, sin el teatro desmedido de sus anteriores amantes. En el momento álgido de la cópula, cuando los dos estaban enganchados y sudorosos, incluso pudo ser incluso más contundente y duro que sus predecesores pero a Paula no le pareció en absoluto que fuese así, su sexo le enviaba mensajes diametralmente distintos. Estaba en la gloria siendo penetrada por aquel tipo experto y dotado.
La vulva de la chica disparaba ráfagas de placer en cada cabalgada. Tanto es así que incluso se enroscó a su amante con las piernas, permitiéndole de este modo profundizar en su vientre con mucha más nitidez. La mordaza que había amortiguado sus gritos de dolor hacía lo mismo con sus gemidos de placer pero el lenguaje corporal la delataba: por primera vez aquella tarde estaba realmente gozando.
- Mírala cómo se menea…
- Es una auténtica golfa la zorrita…
- ¡Si se lo está tirando ella!
En efecto, era la propia Paula la que, en la medida de lo posible, llevaba el ritmo de la cópula. El tipo era un buen amante y también se había percatado de aquel detalle. Tuvo el suficiente autocontrol como para no dejarse llevar y aguantar como un jabato sin correrse. Sin embargo, las contracciones de las paredes internas de la joven fueron tan intensas cuando esta alcanzó su orgasmo que no pudo evitar derretirse en las entrañas de la nínfula con una copiosísima corrida. Cuando él se incorporó, con mucho cuidado de no romper el preservativo, no pudo evitar expresar su admiración.
- Eres maravillosa, Roja. Sólo espero recuperar las fuerzas para disfrutar de tu culo como se merece…
- Aparta galán que es mi turno…
- Espera, espera… Señora ¿Puedo pedirle algo?
- Diga.
- ¿Puedo dárselo en la boca?
Tras unos instantes de incertidumbre y mirando a la chica completamente expuesta, la maestra de ceremonias contestó:
- No veo porqué no. Es suya, hagan con ella lo que les dé la gana.
- ¡Eso es! – Vitorearon algunos entre gritos y silbidos.
La Señora manipuló la máscara de la homenajeada y desenroscó el tapón que le cerraba los labios.
- Tengan cuidado. Cuando le den de beber súbanle la cabeza, si no puede atragantarse.
- No se preocupe, lo haré despacito.
El amante acercó la funda de látex rellena de esperma a la boca de la chica y vertió en ella su untoso contenido. A Paula le costó adaptarse ya que el artilugio que tenía entre los dientes le impedía tragar de forma natural pero al final lo hizo y su estómago volvió a catar el zumo de hombre al que estaba enganchada.
Ya no volvieron a taparle la boca, con lo que sus gemidos y chillidos resonaron por la sala mientras los hombres iban tirándosela uno tras otro. Algunos no podían controlarse y se corrían en el interior del preservativo; otros, con algo más de autocontrol, se lo hacían sobre el cuerpo, en las tetas o en la cara, pero la mayoría utilizaban su boca para aliviarse y lo hacían con suma dureza.
Llegó la hora del primer descanso y se quedó a solas con la Señora. No había llevado la cuenta pero estaba segura de que, en apenas dos horas de orgía, ya se había follado a más hombres que la mayoría de sus compañeras de clase. Y eso que por su coño no habían pasado ni una ínfima parte de los hombres que había en ese momento en la casa, y todavía llegarían más, cuando la tarde diese paso a la noche. Su presencia en la Pensión de la Viuda había creado una expectación tremenda, había hombres que incluso vinieron de lejos para gozar de su cuerpo. Había valido la pena, la chica no les defraudó en absoluto.
La dueña de la casa, una vez expulsado a los huéspedes, cerró las cortinas que cubrían las cristaleras de la sala con lo que el anonimato de la joven estaba relativamente a salvo exceptuando la inquietante presencia de las cámaras que no dejaban de grabar. Desligó a la muchacha, liberándola de la capucha para que pudiese tomar algo de aliento y bebida.
Paula permanecía sentada sobre la cama, algo encogida, asimilando lo sucedido. No podía creer que hubiese tenido el valor para hacer semejante locura. Movía los dedos de las manos intentando que la circulación se normalizase en ellas, se había asustado un poco al verlas algo moradas por la falta de riego. Tampoco las marcas de las esposas en las muñecas tenían buena pinta, tendría que buscar una excusa que decirle a sus papás que las justificasen pero ya habría tiempo de preocuparse de eso. Tenía toda la noche.
- ¿Estás bien?
- Sí, Ama.
- Ya sabes que cuando estemos a solas no es necesario que me llames así.
- Ya, es la costumbre.
- ¿Te duele ahí abajo?
- No… ya no… escuece un poco, nada más.
- Estás… estás preciosa… - dijo la Señora con voz temblorosa.
Fue entonces cuando la chica alzó la mirada y se vio reflejada en el único espejo no transparente que había en la sala. Una mente convencional hubiese discrepado de la opinión de la madame. Todo el semen reseco disperso por el cuerpo, las medias rasgadas y la cadenita colgando de uno solo de sus pechos le conferían un aspecto lamentable pero en cambio Paula no pudo estar más de acuerdo con ella: por primera vez en su vida se reconoció a sí misma. Aquella era que reflejaba el espero era realmente ella y no la adolescente asustadiza que huía de los chicos en el instituto ocultando sus senos tras los libros para que no se resaltasen demasiado. Por eso cuando escuchó la pregunta:
- ¿Quieres seguir?
No vaciló y motu proprio se colocó las pinzas en los pezones de forma correcta para tumbarse posteriormente en el colchón manchado de semen, aunque esta vez dejando expuesto su agujero posterior.
- Eso te va a doler aún más. ¿Estás segura de querer continuar?
- Sí. – Contestó ella misma agarrándose a los barrotes de la cama y abriendo obscenamente las piernas -. Átame y déjalos pasar, mi Ama.
La Señora se tomó su tiempo para prepararla. La oscuridad se hizo otra vez en los ojos de Paula y su boca quedó de nuevo expuesta. Su oído volvió a agudizarse cuando los hombres abarrotaron otra vez la estancia, ya que era uno de los pocos sentidos que le quedaban disponibles. El otro era el tacto, que también entró en acción en grado superlativo cuando un número indeterminado de manos recorrieron su anatomía nuevamente. La lolita no pudo evitar dar un respingo cuando un dedo travieso no se limitó a rozar su ojete como el resto sino que quiso ir un poquito más allá.
- ¡Eh, hijoputa, ten cuidado!
- ¿Qué problema tienes?
- No querrás joderme el estreno, ese culo es mío…
- ¿Tuyo?
- Es mi turno y lo sabes…
- ¡Que te jodan!
Mientras los dos discutían un tercero tomó la iniciativa e incrustó la totalidad su dedo índice en el culito de la joven. Paula se aferró a la cama e intentó zafarse pero fue inútil, lo único que logró es que el apéndice le entrase más adentro. Le dolió, aunque no demasiado, seguía excitada con el recuerdo de su imagen todavía en su mente y el intruso en su retaguardia era de menor tamaño que el mango del cepillo con el que solía coquetear con su ano. El problema surgió cuando el huésped comenzó a retorcer su dedo a modo de tornillo en sus entrañas, algo para lo cual no estaba preparada. Entonces gritó y en esta ocasión todos los demás lo oyeron.
- ¿Pero qué haces?
- ¡Que te follen!
- ¡Señores! ¡Señores….! ¡SEÑORESSSSS!
La dueña del lugar tomó cartas en el asunto y dio un golpe seco a la puerta.
- ¡SEÑORES, POR FAVOR!
El tumulto fue cesando poco a poco en intensidad aunque sin remitir totalmente.
- Entiendo la excitación de todos y que muchos de ustedes llevan mucho tiempo esperando pero vamos a tomarnos las cosas con calma o tendremos que terminar con la sesión. Ya ven que la muchacha está receptiva y vale la pena, sólo les pido un poco más de paciencia. Los que hayan disfrutado de la chica por favor, háganse a un lado y dejen sitio a los que todavía no han gozado con ella. Si todo va como tiene que ir tienen hasta las ocho de la mañana para disfrutar de su cuerpo. Ya ven que la chica está por la labor así que contengan sus energías y guárdenlas para ella.
- ¡Venga, vamos al tema!
Por segunda vez aquel día Paula escuchó la cantinela que había formado parte de su más tierna infancia. Pasaron unos pocos segundos desde que la tonada cesó hasta sentir como unos dedos separaban sus glúteos y una amalgama de carne profanaba su ano de forma inmisericorde. Volvió a sentir que nuevamente las tinieblas vencían a la luz.
- ¡Paula, despierta! ¡Despierta! ¡Ay, por Dios!
La chicafue poco a poco volviendo en sí. A medida de que sus ojos se fueron acostumbrando a la luz pudo ver la cara asustada de la Señora dándole ligeros golpecitos en la cara.
- ¡Menos mal! No sabes cuánto lo siento. Hasta que no te has hecho cacas no me he dado cuenta de que estabas inconsciente. Me ha costado un mundo echar a esos animales. No han parado de encularte hasta que ha sido la hora de la segunda parada. ¿Cómo estás?
- Me… me arde el… el trasero. Me duele.
Paula identificó el hedor fecal que la rodeaba.
- ¿Me he hecho cacas?
- Sí, pero no importa. Por lo visto el enema no ha resultado del todo efectivo.
La mujer se veía realmente asustada, acariciaba a la joven intentando inútilmente mejorar su aspecto.
- ¿Me ayudas a incorporarme un poco? Quiero… quiero verme.
- Sí, sí. Por supuesto.
La cama estaba empapada por una mezcla de esperma, heces y orina. Paula comprobó que su vejiga tampoco había aguantado la sodomía sin verter su contenido sobre el colchón. Le costó muchísimo levantarse, las piernas no le respondían. Estaba realmente hecha polvo, se sentía fatal hasta… hasta que se vio de nuevo frente al espejo. Parecía realmente lo que era, una puta en medio de una orgía. Un pedazo de carne maltratado y castigado, utilizado para dar placer a los hombres a costa de llevar sufrimiento físico más allá de los límites razonables.
Sólo con verse se le curaron todos los males y su vulva se lubricó sola.
- Creo… creo que será mejor que lo dejemos así. Ha estado muy bien, eres la mejor chica que ha pasado por aquí pero creo… creo que esto se nos está yendo de las manos…
- ¡No!
- Pero…
- ¡No, quiero seguir!
- . Supongo que habrá más huéspedes, ¿no?
- Sí, todavía quedan algunos por estrenar y hay muchos más que quieren repetir.
- Pues vale. ¿Qué hacemos ahora?
Paula hablaba con una seguridad y aplomo impropios de una chica de su edad. Parecía más bien una prostituta cuarentona a la vuelta de todo. En cambio la Señora, tan metódica y controladora, daba muestras de flaqueza. Era consciente de que todo aquello era peligroso, jamás había visto a tantos hombres en su casa. Si la cosas se ponía difícil dudaba que sus chicos pudiesen contener tanta jauría de hormonas desbocadas.
- ¡Señora!
- ¿Qué?
- Le pregunto que qué viene ahora, Ama
La voz de Paula denotaba impaciencia por seguir con la orgía.
- Ahora… ahora vienen dobles o triples penetraciones…
- Triples penetraciones… - Repitió la adolescente intentando visualizar el siguiente escalón en su caída a los infiernos -. Por la boca, por delante y por detrás a la vez, ¿no?
- Eso… eso es.
- Está bien. Está bien eso de beber condones pero… pero me gusta tomar la leche directamente de la botella, ya sabes… - La joven acompañó sus palabras con una felación simulada que no dejaba lugar a la duda acerca de sus preferencias.
La Señora no pudo por menos que reírse de la ocurrencia de la lolita. Nadie mejor que ella sabía lo tremendamente efectiva y placentera que podía resultar la boca de Paula. Hacía mucho tiempo que nadie y mucho menos una mujer le comía el rabo de una forma tan lujuriosa como lo había hecho aquella jovencita pelirroja de redonditos pechos y pecas en la cara. De hecho era una de las pocas veces que había mantenido relaciones con una hembra y realmente había obtenido placer al hacerlo. Es más, desde hacía unos días se le pasaba por la cabeza el dar un pasito más en su relación carnal.
- Puedo ponerte otra máscara que te deje la boca libre…
- ¡Sí, por Dios! Me duele más la cara que el culo, ese cacharro es súper incómodo… - apuntó Paula masajeándose las mejillas.
Los clientes aporrearon la puerta. El receso se estaba demorando más de lo acordado así que la Señora actuó con rapidez. Colocó otra capucha a la sumisa, que seguía a oscuras, pero era mucho menos rígida, dejándole a la buena de Paula la totalidad de la boca libre, con lo que el sexo oral era posible y con él la opción de la triple penetración mucho más abierta.
La adolescente se dispuso a cuatro patas y esperó. En cuanto escuchó a los hombres colocarse junto a ella comenzó a contonear la cadera, incitándoles a pecar con ella y jugueteaba obscenamente con la lengua.
- ¡Quiero toda vuestra leche! – les suplicó.
Durante el tercer asalto Paula se mostró tremendamente participativa. El estar liberada de manos y boca le permitía adoptar posturas sexuales más variadas. A veces era ella la que montaba a un macho vaginalmente, montándolo a ritmo vigoroso mientras dejaba que otros introdujesen sus falos por el ojete. Cuando el tamaño de los penes lo permitía, se jalaba un tercer cipote entre los labios, consumando de este modo la triple corona. Otras veces era colocada boca arriba sobre un semental, entonces utilizaba su ano para darle lustre a la verga y se abría de piernas para que otro disfrutase de su coño ardiente.
La chica descubrió que esta ultima postura era la que más placer le reportaba ya que le facilitaba tanto su labor humanitaria de chupar vergas a diestro y siniestro como que le eyaculasen en las tetas o en la cara.
Paula estaba como poseída, llevó al extremo su juvenil cuerpo, perdió la noción del tiempo y del espacio. Sólo deseaba seguir follando más y más sin importarle lo más mínimo el resto de las cosas.
Por su parte la Señora estaba cada vez más nerviosa. No podía controlar a los hombres. De hecho la tercera pausa, la correspondiente a la sexta hora de orgía ya hacía un rato que debía haberse producido pero su voz apenas se había escuchado, ahogada por los gritos de Paula o la de los machos de turno que la follasen en ese momento.
No le quedó más remedio que pasar por alto el tema de la lluvia dorada. En un momento dado, uno de los huéspedes había tenido la genial idea de, en lugar de ir al baño a orinar, utilizar el cuerpo de Paula como inodoro, y más concretamente su boca. El resto de los presentes, en lugar de incomodarse o reprenderle habían tomado ejemplo y, tras colocar a la chica sobre la cama, habían aliviado sus vejigas a un tiempo, tomando su boca como diana.
Paula reía, y entre carcajada y carcajada bebía los sorbitos de orina que no estallaban en su cara. No le disgustaba el sabor. De hecho, después de haberse jalado el pipí de la Señora le había cogido gusto a la cosa y en el baño de su casa utilizaba el vasito de su cepillo de dientes para orinar dentro y beber de su propio jugo.
Uno de los tíos le abrió de nuevo las piernas y volvió a follársela, ni siquiera le importó que otros hombres estuviesen todavía meándole en la cara.
La actitud de la chica cambió de forma diametral cuando sintió un tacto diferente en su vagina.
- ¡No, no! – gritó, intentando golpear al hombre que, sin la menor dificultad, la inmovilizó con sus manos y siguió fornicando con ella.
La chica seguía gritando y negando con la cabeza de forma alternativa, pero aquel tipo no se detenía. Era la señal de pánico por todos conocida, la forma que tenía la chica de hacer saber a todos que la orgía no debía continuar. La Señora se alarmó, todo iba relativamente bien y no veía nada raro en su forma de follar. No dejaba de ser uno más. Era uno de sus clientes más habituales, bastante vicioso y amante del sexo extremo, eso sí. En un primer momento pensó que quizás aquel tipo la tenía excesivamente gruesa para Paula y por eso la jovencita quería que se detuviese pero cuando se acercó y vio lo que realmente sucedía le cambió la cara.
- ¡No! ¡No! ¡Así no! - siguió suplicando Paula repitiendo sin cesar la señal de socorro.
La Señora tragó saliva, sus peores presagios se estaban cumpliendo. Aquel desgraciado se estaba beneficiando a la pelirroja… sin protección, contraviniendo una de las normas básicas de aquel establecimiento.
- ¡Sí, joder, qué bueno! – gritaba aquel desgraciado dándolo todo en el interior de la chica -. Te voy a hacer un bombo aunque me cueste la vida, putita…
- ¡Eso es! Hagámoselo “a pelo”.
- ¡Cerrad la puerta! Que no entren los “monos”… - Gritó alguien.
La Señora intentó auxiliar a la chica pero unos cuantos puñetazos en la cara la dejaron fuera de juego. Vendió cara su derrota, llegó a partirle una silla en la cabeza al desgraciado que montaba a Paula. El tipo pagó su ofensa con una contundente brecha en la cabeza aunque con el objetivo cumplido de dejar su sello en el interior de la chica.
Los encargados de seguridad del local se emplearon a fondo pero la puerta era de madera noble y los sitiados se atrincheraron de manera tenaz. De hecho, los hombres vestidos de negro tuvieron que entrar en la habitación a través de uno de los espejos, llenándolo todo de cristalitos diminutos. No se demoraron demasiado pero sí lo suficiente como para que varios de los huéspedes díscolos rellenaran de esperma el interior de Paula que, tremendamente asustada, no dejaba de llorar mientras era forzada sin protección contra su voluntad.
Los vigilantes entraron a saco, golpeando duramente a quien se puso por delante de ellos. Eran menos pero evidentemente mucho mejor dotados para la lucha que los otros así que la contienda fue breve. Los clientes huyeron como ratas.
Paula sintió como era izada como una pluma y llevada en volandas fuera de la habitación en medio del tumulto y la algarabía. Seguía privada de visión pero el frescor en su cara le indicó claramente que es encontraba en la calle, desnuda y en brazos de un desconocido.
- Tranquila pequeña, ya pasó todo.
La joven se tranquilizó al escuchar la voz de la Señora y mucho más al verla una vez que esta le quitó la capucha, aunque su aspecto no era nada bueno. Tenía un ojo morado y la nariz sangrando copiosamente, ligeramente torcida hacia un lado de manera antinatural. Paula se acurrucó en su hombro y mientras era llevada hacia la zona más oscura del callejón comenzó a llorar como una niña.
La Señora tuvo el tiempo justo de meterla en la parte trasera del taxi, echarle una manta por encima y gritarle al chofer:
- ¡Llévatela!
El vehículo blanco partió como un corcel salvador a toda velocidad. Abandonó el callejón en busca de la arteria principal en el preciso instante en el que una jauría de coches celulares aparecieron en el lugar, sin duda alertados por los vecinos.
Paula temblaba como una magdalena mientras escuchaba como las sirenas iban perdiéndose en la distancia. El coche no se detuvo hasta llegar a las afueras de la ciudad.
- Ya puedes salir. Menuda se ha montado por tu culpa, princesa. Lo están dando por la radio y todo. Hay un montón de heridos y detenidos…
La joven no contestó.
- Toma en esa bolsa está tu ropa. Ves poniéndotela no vaya a ser que te vea alguien en pelotas y la vayamos a joder… todavía más…
Paula obedeció, agradeció que el hombre abandonase el coche mientras se vestía. Paradojas de la vida tenía vergüenza de mostrarse desnuda desprovista de máscara.
- No dicen nada de ti así que supongo que vas a salvar el pellejo por esta vez, princesita. ¿A qué hora tenías que estar en casa?
- A… a partir de las ocho de la mañana…
- Uff… pues son las cinco así que aprovecha para echar una cabezadita.
- Qui… quiero ir a… casa…
- Y a tu casita irás… pero no antes de las ocho. Piensa un poco con la sesera en lugar de con el coñito… no puedes llegar demasiado pronto. Tu tapadera, cualquiera que sea, saltaría por los aires, ¿no crees?
- S.. sí. – Asintió la ninfa.
- Tranquila. A mí no me van las crías. Joder, si hasta tengo una hija que debe de ser de tu edad. ¿Qué edad tienes? No me lo digas, no me lo digas. Me pongo enfermo sólo con pensarlo…
El tipo siguió hablando y hablando pero Paula ya no le escuchaba. Desbordada por las emociones, se había derrumbado y caído en un sueño reparador que la llevó hasta instantes antes de la hora convenida. El taxista no la dejó en su domicilio sino en unas manzanas de distancia. Cuando llegó a casa creyó que todos estarían dormidos como cada mañana de domingo pero no fue así. Allí todo era un caos. Su mamá gritaba de un lado para otro y e Irene estaba muy asustada intentando calmarla.
- ¿Qué… qué pasa? - Preguntó Paula alarmada.
- ¿Qué qué pasa? ¡Tu padre, eso es lo que pasa!
- ¿Qué le ha ocurrido?
- ¡Pues que es igual que tu abuelo, un putero! ¿Te enteras? Tu papá es un golfo putero… ya estoy harta de callar como una imbécil…
- Pero…
- Te juro que me da igual que se tire a alguna puerca de vez en cuando, a mí eso me trae sin cuidado – continuó la mujer visiblemente molesta -, pero al final ha pasado lo que tenía que pasar. Está en el hospital con la cabeza partida y sabe Dios con qué más...
- Pero… ¿cómo?
- Por lo visto le han partido una silla en la cabeza o algo así…
- ¡Oh! – dijo Paula llevándose las manos a la cara. Finalmente, reaccionó intentando disimular-. Pero… ¿está bien?
- ¡Al menos estará mejor ahora que cuando le ponga las manos encima! ¡Eso puedo asegurártelo!
La mamá estaba fuera de sí.
- “Cena de empresa”, “Cena de empresa” ¡Y una mierda! Una excusa para irse de putas con sus amigotes. ¿Qué se piensa ese cretino? ¿Qué me chupo el dedo? Te aseguro que esta vez se va a enterar. Voy a pedirle el divorcio y voy a dejarle sin nada…
La madre seguía despotricando mientras bajaba las escaleras.
Paula cerró la puerta y permaneció tras ella unos minutos hasta que finalmente bajó a la tierra y le preguntó a su hermana Irene.
- ¿Papá tenía cena de empresa?
- Eso… eso dijo.
- ¿Con… con todos los empleados?
La más pequeña asintió.
- Serán unos treinta o así…
- O más. – Sentenció Irene sin tener ni idea de lo que esa cifra significaba para su hermana.
Paula tragó saliva. A partir de entonces, cuando fuese a visitar a su papá a la oficina miraría con otros ojos a sus subordinados.
Pasaron unos días y el revuelo en el barrio fue mayúsculo. La reyerta no sólo se había circunscrito al papá de Paula y a un par de sus más significativos empleados sino a varias personas más de cierto renombre: al farmacéutico, al kiosquero y a tres propietarios de negocios muy conocidos. Se decía que hasta el mismo párroco estaba involucrado pero nadie podía asegurarlo ya que había sido llamado oportunamente a presentarse en el Obispado justamente el día después del tumulto.
Paula le inquietaron mucho más otros nombres menos conocidos para la gente pero que le afectaban más directamente a ella. Aparte de su papá y de sus subalternos le produjo un cosquilleo en la entrepierna saber que el portero del edificio donde vivía y al menos los papás de tres de las compañeras más odiosas de su aula habían participado en su orgía.
El miedo en el cuerpo le duró varios días pero el vicio en su familia era algo hereditario, lo llevaba en la sangre. Cuando el taxista pasó a recogerla dos meses más tarde la reconoció de inmediato:
- ¿¡Tú!? ¿Es que no tuviste suficiente con la última vez?
La respuesta era tan obvia que la chica ni siquiera contestó. La criatura que llevaba adentro comenzaba a reclamar lo suyo. Su ansia de sexo era incluso mayor que la de Paula ya que había heredado el gen del vicio tanto de su madre… como de su padre.
El vehículo raudo se perdió entre las calles de la ciudad.