A través de Sudamérica (1)

Como un viaje puede cambiar a un joven heterosexual que termina siendo dominado por dos magnificos camioneros. Primera Parte.

A través de Sudamérica: (Primera Parte)

Me llamo Diego y el verano que cumplí 18 años me otorgaron una beca para estudiar arte durante esos meses en Buenos Aires. Un primo que trabaja en una compañía internacional de transportes, me consiguió un viaje desde Santiago hasta Montevideo gratis a cambio de hacerle compañía al conductor. Yo le avisé que no sabía conducir camiones pero no hacía falta, el trato era solo acompañarlo, pues allá él encontraría a otro colega con el que regresaría a Chile en el viaje de vuelta con otra carga diferente de la que llevaba. Acepté porque me hacía ilusión ir conociendo diferentes paisajes, y porque no tenía prisa ya que las clases no empezaban hasta dentro de 7 días. El camión era enorme y lo conducía Tomás, un joven de 26 años con el que nos pusimos a charlar enseguida. Era simpático, buenote, y con una personalidad bastante simple. Al contrario que yo que soy un poco tímido, y con fama de estudioso y persona seria entre mis compañeros. Tomás llevaba la cabina del camión tapizada de pósters y banderas con tías buenas enseñando las tetas. Era musculoso, de cuerpo grande, con barba de dos días sin afeitar, moreno, de pelo corto y ojos verdes, dominaba el enorme volante de aquella máquina con unos brazos gruesos de bíceps impresionantes. Hacía mucho calor y llevaba unos pantalones cortos de deporte y una camiseta de tirantes.

Nada más al salir, al camión se le estropeó el aire acondicionado, pensamos que repararlo era perder tiempo y que a medida que subiéramos hacia el norte la temperatura bajaría, así que hicimos el principio del viaje con las ventanillas abiertas. Yo tenía la melena recogida en una coleta y también llevaba pantaloncillos de los que uso para salir a correr al parque, un poco más pequeños y ajustados que los suyos. Me subí al camión a las diez de la mañana y a las doce ya estaba sudando, mojando la camiseta de manga corta. Hablamos de motos y de coches, a él le gustaba la velocidad y soñaba comprarse una moto de gran cilindrada, de las que me contó detalles que yo no conocía. Después de repostar en una gasolinera, volví al camión con algunas provisiones de patatas fritas, Coca-Colas y bocadillos; al subir me encontré a Tomás con el pecho descubierto y en calzoncillos. Tenía unos pectorales grandes y marcados, sin nada de vello y unos pezones redondos, grandes y erectos de color oscuro con las puntas sobresalientes. El cuerpo era como uno de esos tíos buenos que se ven en las revistas o en la tele a veces. Los slips eran blancos de algodones suaves y no demasiado ajustados, le iban un poco flojos aunque dejaban adivinar la curva de su pene y las redondeces de los testículos. Por el lado derecho le asomaban sus nalgas mullidas, desparramadas en el asiento y por arriba le subían un montón de pelos negros hasta el ombligo.

  • ¡Vamos hombre, sácate la camiseta! - me dijo y no necesitó insistir, la temperatura era muy alta y yo estaba mojado. Arrancamos. - Si quieres quedarte en calzoncillos...

  • No, gracias..., es que no llevo calzoncillos, son de esos pantalones que llevan una tela de agujeros cosida dentro - le dije

  • ¡Pues quédate en pelotas entonces...! - me daba corte, era algo que no hubiera hecho nunca en otras circunstancias, pero tenía las pelotas sudadas y ansiaba que corriera un poco de aire entre ellas. Además, aquel viaje era una aventura y no lo pensé mucho, total Tomás era un desconocido y no me importaba lo que pensara. En el gimnasio había estado muchas veces desnudo delante de otros hombres y siempre que lo hacía experimentaba un sentimiento de vergüenza y camaradería a la vez que me gustaba. Creo que era porque como sólo tengo hermanas, no me acostumbré de pequeño a desnudarme delante de otros tíos. Me apetecía mirar, pero no podía evitar pensar en mis genitales desnudos delante de los demás y a veces sin quererlo me empalmaba. Me despeloté y tiré el pantaloncillo detrás de los asientos encima de mi bolso, en la cabina que Tomás y yo usaríamos para dormir. Él me miró la pichula y rió con su sonrisa infantil de dientes blancos. El aire me refrescó, pero la verdad es que enseguida también me produjo un efecto inesperado. Ante la libertad, mi pene mecida por el viento se fue animando, lo que me dio vergüenza, como en el gimnasio. No me empalmé, pero se me puso morcillona, si hubiera estado de pie hubiera podido decir que estaba "pendulona", ni dura ni blanda pero grande. El aire libre produce ese efecto entre los hombres, lo pude comprobar cuando estuve en una playa nudista. Tomás dejó de hablarme de motos y se puso a contarme cosas de su novia, que lo buena que estaba, que las tetas que tenía, que su culito suave como la seda, que su coñito húmedo al que le gustaba lamer... cada tanto se tocaba el paquete con su gran mano, se lo acariciaba, se rascaba los huevos, los acomodaba en el slip, se rascaba el ombligo, me miraba y seguía hablando. No me miraba de reojo, tenía una mirada directa, abierta, sincera, a mis ojos pero también a mis genitales, le interesaban, sentía curiosidad y me miraba sin tapujos. Yo trataba de poner una mano encima para que no se me notara, pero era peor, al contacto con mis manos la cabrona de mi polla se ponía mimosa y latía con más fuerza en una semi-erección que me daba gusto pero que yo trataba de controlar y eso me ponía nervioso.

  • Tienes una buena tula, chico..., pero yo te gano ¿quieres ver?

  • ¡Vamos! - le contesté sonriendo, para terminar con aquella situación incómoda, al menos si éramos dos en bolas estaríamos en igualdad de condiciones. Sin dejar de conducir se bajó rápidamente el slip por delante. ¡Caray! Tenía una pichula impresionante, yo no la tengo pequeña, más bien al contrario, pero Tomás era un superdotado, después de los manoseos se le había puesto bastante dura y se le había hecho muy larga y gorda. Seguía curvada encima de sus pelotas que eran como huevos de gallina enormes y gordos y el capullo le apuntaba hacia delante casi hasta tocar el volante.

  • Ayúdame a sacármelos que así no puedo conducir... - me dijo, refiriéndose a los calzoncillos. Soltó los pedales y levantó las piernas, me agaché a su lado y se los quité enseguida. Al acercarme sentí con fuerza el olorcillo a sudor de sus sobacos y noté claramente el perfume a huevos sudados que salía de su entrepierna. Fue raro porque me dio un poco de asco, pero junto a la repulsión me sentí atraído por aquel olor, en el fondo después del primer impacto se parecía al mío. Quedarse en pelota tuvo un efecto mágico en Tomás, se puso más alegre aún y se reía por todo, se abrió bien de piernas para que le diera el aire y sus enormes huevos se apoyaron pesados en el asiento. Se tomó de manera mucho más natural que yo, el principio de erección de su propia polla y se la tocaba sin vergüenza, así como la bolsa de los huevos que cogía con dos dedos y estiraba cada tanto. Hablando de cualquier cosa, de fútbol y coches hicimos muchos kilómetros así. Hasta que nos dieron las tres de la tarde y nos dimos cuenta que no habíamos comido. Nos detuvimos en un parador solitario a orillas de la carretera, a esa hora no viajaba mucha gente y no había nadie detenido allí, dejamos las puertas abiertas para que se colara un poco de aire además del ventilador pequeño que funcionaba con la batería del camión. Era raro estar comiendo en pelotas con un desconocido, pero me gustó la experiencia. Tomás comía con apetito voraz y dimos cuenta enseguida de todos los bocadillos y demás cosas que habíamos comprado. Con el último bocado se zampó una lata de Coca-Cola de golpe y soltó un eructo que hizo temblar el camión, nos reímos y aún más cuando lo imité aunque el mío fue menor.

  • Para estar completos, ahora deberíamos hacernos una paja nene... - me sonrió con ojos pícaros. Al principio creí que era una broma, pero Tomás me miraba a los ojos esperando una respuesta y sospeché que me sonreía con complicidad.

  • No jodas men...

  • Pues claro tío! Tú no te pajeas de tanto en tanto?

  • ...sip..., pero...

  • Nos echamos en la cabina y nos hacemos un buen pajote... vamos!

  • No sé.... me da un poco de corte...

  • Venga Diego anímate... que da mucho gusto..., vamos a estar juntos muchos días y en algún momento va a ocurrir..., así que prefiero empezar ya..., yo... es que a mí me apetece pajearme porque me va bien para conducir más relajado después. Me voy a hacer una ahora mismo..., ¿no te molesta verdad?

  • No..., claro que no...

  • Pues que esperas!... acompáñame...

De un salto se acomodó detrás tirando mi bolso a un lado. Tenía una colchoneta bastante pequeña, se acostó a un lado dejándome sitio y mirándome con aquella sonrisa. Me levanté y me puse a su lado, en bolas los dos. Para uno el lugar estaba bien, pero para dos era un poco estrecho, todo mi costado derecho se rozaba con el izquierdo de Tomás, su pierna peluda contra la mía, su brazo musculoso contra el mío, su cadera contra la mía... nos excitamos enseguida, ayudados por ese contacto morboso, casi prohibido de rozarse con otro hombre. Tomás se la descapulló con dos dedos y volvió a subir la piel varias veces hasta que se le puso dura. Era como la de un gigante! Apuntando al techo, muy, muy larga y tremendamente gorda! Yo hice lo mismo y no tardé en empalmarme. Nos tocábamos mirando la polla del otro como críos, mis primeras pajas en el colegio habían sido así y estaba seguro que Tomás también había pasado por la experiencia de hacerlo con coleguillas. Me la miraba con total descaro, fijamente y yo sentía cómo él se excitaba y a la vez cómo su mirada me hacía empalmar más a mí. Pero me parece que en ese momento lo que más nos calentaba era sentir nuestra piel tocándose, daba un morbo increíble las piernas, los brazos y sobre todo las nalgas rozándose calentitas.

  • Déjame oler tus dedos... - me pidió. Se los acerqué a la cara y me rozó la punta de las yemas con la nariz, dejándolos allí - puaj!! Macho en estado puro!
  • se rió y siguió oliéndome los dedos excitado - ahora tú... - dijo y descapullándose la polla la dejó así, con toda la cabeza gorda al aire y se pasó el índice por donde el sombrero se une con el cuerpo de la polla, después lo llevó encima de mi labio superior y lo apoyó allí. Sentí todo su olor fuerte y masculino. Como si fuera una droga me embriagó ese perfume tan parecido al mío y, sin embargo, con notas diferentes, dulzonas y almizcladas. No pude reprimir un suspiro de gusto que Tomás notó enseguida, me abandoné a esa sensación y me masturbé con ganas sin importarme nada, bajando la mano volvió a recoger la esencia que salía de esas bolitas blancas y diminutas, casi invisibles que tenemos en la parte baja del capullo, pero esta vez tuvo un toque perverso y en lugar de ponerme el dedo en la nariz me lo pasó por los labios impregnándolos de su perfume viril. Me miraba a los ojos fijamente. Con ternura, tratando de captar hasta el último detalle de lo que yo sentía. La verdad es que Tomás era un gran morboso y yo empecé a disfrutar abandonándome al juego. Se puso de lado y dejó descansar su pichulón que se apoyaba en mi muslo haciéndome sentir su dureza. Después de eso bajó la mano por mi pecho, por mi estómago, por mi ombligo, pasó por el vientre y reemplazando mi mano con la suya me cogió la polla empezando a masturbarme.

  • Házmela tú también chiquillo..., hazme una buena paja..., que estoy lleno de leche... - me invitó acompañando las palabras con el gesto de ofrecerme la tula. La cogí y sentí su enormidad dura entre mis dedos, nos pajeamos mutuamente despacio, mirándonos, calentándonos, como dos cachorros. Lo hicimos durar, cada tanto él me la apretaba y la hacía bailar y vibrar en el aire, y yo se la soltaba para acariciarle los huevos tan grandes como los que mi madre compra por docenas y pone en la nevera. Estos eran más gordos y estaban más calientes, duros, pesados.

-¿?Te gusta colega...? - me dijo Tomás con el aliento pegado a mi cara.

  • Sí men... ?y a ti?

  • ...mmm..., tienes unos dedos suaves y golosos... sigue, despacio...

Me excitaba mucho ver cómo cada tanto Tomás se llevaba sus dedos a la nariz y gozaba de mi olor, después se los metía en la boca y los mojaba, al volver a mi pene me volvía loco esa humedad que convertía sus manazas ensalivadas en un guante enorme y suave para mi capullo. La verdad es que era muy guapo ese intercambio de placer. La pequeña cabina se había llenado de olor a sexo de macho y me excitaba cantidad, los sobacos y el aliento de Tomás tan cerca, su piel, su pelo, olían cachondos para mí. Ya estábamos a punto, se notaba por la dureza de nuestras pollas y por la respiración de ambos. Entonces Tomás se irguió y acercando sus labios a mi capullo dejó caer un chorrito de saliva encima de mi pene. Creí que me derretía, toda su mano me acarició resbalando por esa humedad, cada vez más rápido, se oía el CHAS! CHAS! de la saliva contra mi columna desnuda y descapullada, aceleré yo también y al momento sentí cómo él suspiraba y un calor húmedo se derramaba encima de mi estómago, Tomás se corría de lado y me mojaba todo el ombligo y el pecho con semen caliente. Arqueando la espalda se la solté toda, vi subir el primer chorro muy alto, después tres, cuatro más, abundantes, de leche blanca y espesa que fue a parar a su estómago. Yo sabía que me estaba corriendo encima de otro hombre y me excitaba tanto que no podía parar de escupir leche. Seguimos acariciándonos las pollas hasta sacar las últimas gotas, como si no pudiéramos frenar la búsqueda del placer hasta el final. Tanto habíamos gozado. Luego nos echamos en el colchón y dejamos que el pequeño ventilador nos refrescara los cuerpos sudorosos. Nos dormimos así. Pegados uno al otro.

Desperté yo primero, recuerdo que apenas sabía dónde me encontraba, el gran cuerpo de Tomás en pelotas y desparramado a mi lado, con las piernas abiertas. Su pene como una gorda salchicha había plegado la piel del capullo y le cubría la mitad del glande. Había algo obsceno en la exhibición del camionero dormido, con su pedazo de carne gordo y a medio descapullar y sus huevazos al aire libre, casi al alcance de mi mano. Las manchas de nuestras leches se habían secado sobre nuestros estómagos, pero se veían blancuzcas y brillantes como baba de caracol. Su pecho subía y bajaba acompañando a la respiración con sus tetillas de pezones oscuros por los que asomaba un botoncito de carne dura. Por efecto de la luz parecía que la barba le había crecido en ese rato y se le notaba la sombra oscura por la cara. El olor a polla ahora que no estábamos empalmados era más suave, más dulzón y refinado, me traía una suave excitación más mental que otra cosa. Me moví un poco para cambiar de postura y Tomás despertó. Me miró sonriente y consultó su reloj, debíamos irnos. Buscó sus calzoncillos y me los tiró a la cara riendo.

  • Póntelos...! Para que tengas un recuerdo de un colega caliente...! - Lo hice y está de más que diga que olían a cojones sudados. Él rebuscó en su propio bolso otros, que no estaban muy limpios tampoco, a juzgar por las manchas amarillentas de esperma. Continuamos nuestro camino en slips. A mí los suyos me iban grandes pero me gustó el morbo de pensar que esa tela había aprisionado la suave piel de su polla enorme. Nos pusimos a hablar de lo que habíamos hecho.

  • Joder...! Me siento de maravilla! - me dijo

  • ...sí..., yo también...

  • ?Lo habías hecho con un hombre antes?

  • no, nunca..., bueno, de pequeño...

  • ?Con los coleguillas, eh? ...sí, yo también..., pero desde entonces nunca. Ha estado muy bien. ?Lo repetimos esta noche?

  • ...no sé men..., ?no será muy maricón?

  • Qué va! Es de machos, nene...! ?Quién mejor que un macho para saber cómo pajearsela a otro tío?

  • tal vez tengas razón..., una mina nunca me había hecho una paja tan buena.

  • Qué va! Hasta que aprenden a mamarla pasa mucho tiempo..., te juro que a veces me dan ganas de tener una polla al lado para chuparla yo mismo y enseñarles cómo se hace.

  • ...ja-ja-ja...

  • No te rías tío! Es verdad! ...dime una cosa..., ?A ti te ha dado asco el olor de mi polla?

  • ...no!..., la verdad es que me ha puesto un pelín cachondo!

  • ?Lo ves? A mí me pasó igual, en cuanto sentí el olor de tu capullo me puse a tope, cachondo perdido... ?Entonces por qué decimos que nos da asco la polla de un tío?

  • ...no sé..., ?tú la mamarías?

  • Pues si estoy tan caliente como hace un rato ?por qué no? estuve a punto de meterme la tuya en la boca...

  • ...Joder...!!! No digas eso!

  • Si tú te atreves, yo también men. A veces tengo esa fantasía..., me calienta tanto chupar el coñito de mi novia que he pensado que chupársela a un tío estaría bien..., además, tú me das confianza. Si fuera otro camionero no me atrevería, me escupiría a la cara.

  • ...no sé..., a mí no me van los tíos Tomás...

  • A mí tampoco chico!, Pero ?lo hemos pasado bien, no? hay que probarlo todo... dicen

  • ...hombre..., sí que me da morbo pensarlo..., es algo prohibido..., a mí me gusta llevar la contraria a la sociedad..., pero...

  • ?Lo ves? A ti también te pone cachondo la idea. Venga, no se hable más, nos quedan 200 Km hasta que nos detengamos. Luego buscamos un sitio tranquilo, cenamos y nos echamos en pelotas atrás.

No dijimos nada más, cada tanto nos mirábamos y sonreíamos, supongo que los dos pensando en lo mismo, en cómo sería sentir la polla del otro en la boca. Fueron los 200 Km más eróticos que hice en mi vida. A mí me había gustado rozarme con el cuerpo grande de Tomás, eso no podía negarlo, había sentido su energía sexual pasar de su piel a la mía, y sus manazas en mi pico erecto habían sido como las de un hermano mayor cariñoso. Claro que me daba morbo aquella situación y tenía ganas de llegar al sitio prometido cuanto antes, pero también me daba miedo y vergüenza.

Ya era de noche cuando nos detuvimos frente a un restaurante del Área de Servicio de la autopista. Pasamos los dos a la cabina trasera para ponernos pantalones, camisetas y zapatillas. Pensé en las marcas de leche seca que llevábamos debajo. Cuando estábamos listos para bajar Tomás me miró a los ojos en la pequeña cabina casi a oscuras y puso sus dos manos en mis mejillas atrayéndome hacia él. Después sin dejar de mirarme me plantó los labios en la boca y me besó rápidamente, sentí sus labios moverse abriendo mi boca y por un momento su lengua su unió a la mía. Se separó dejándome su saliva, yo estaba sorprendido y no sabía qué hacer, fue un contacto rápido y erótico - eres muy guapo nene...-, después bajó enseguida del camión, esperó hasta que estuve a su lado y cerró las puertas con llave. Nos dirigimos en silencio hasta el restaurante. Las luces fuertes del lugar deslumbraron un poco mis ojos acostumbrados a la penumbra de los últimos kilómetros. Nos lavamos las manos en silencio, hubiéramos necesitado una ducha en lugar de eso para quitarnos el olor a sexo, pero como el lugar era muy grande y no había nadie sentado a nuestro lado, los únicos que podíamos olernos éramos nosotros mismos y eso no nos importaba. Empezamos a comer casi sin mirarnos. No aguanté más y quise romper el silencio.

  • ...?por qué has hecho eso?

  • No sé niño..., me apetecía crear un poco de morbo..., prepararnos para lo que haremos dentro de un rato...

  • ...entonces..., ?quieres seguir? ...?quieres pajearte conmigo otra vez?

  • Pajearnos y chuparnos las pollas... tengo muchas ganas de sentir tu capullo en mi boca.

  • ...Joder Tomás..., qué guarro es!

  • ?Y qué? Quiero calentarme pensando en el 69 que vamos a hacer..., descapullarte con los labios mientras tú me lames las pelotas... ?te gusta la idea?

Tomás comía como un animal mientras hablaba, se tragaba plato tras plato con voracidad y apuraba las copas de vino, sediento. Me excité.

  • ..no sé..., por un lado me da corte..., pero por otro estoy empezando a calentarme...

  • ?Sí? ... a ver... - dijo y disimuladamente acercó su mano bajo la mesa a mi entrepierna. Me puse nervioso por si alguien nos veía, pero estábamos alejados de la mayor parte de la gente. Sentí su mano deslizándose encima de mi paquete, acariciando mis huevos y mi pene semi duro. - ...mmm..., estás a punto niño... te la voy a comer como una puta...

  • ...Joder Tomás!

  • Ja-ja-ja..., me calientas niño... dime... ?Qué es lo que más te gusta de mi cuerpo?

  • ...no sé...

  • Venga hombre anímate..., dímelo

  • ...tus brazos, tu pecho..., tus abdominales marcados...

  • Mmmm..., bien..., ?Y nada más?

  • ...sí..., tu polla enorme y tus huevos gordos y pesados...

  • Eso es... dime qué más te gusta...

  • ...me gusta tu barba de dos días sin afeitar y...

  • ...?Y...?

  • ...tus pezones... me calientan tío!

  • Ja-ja-ja

  • ...y el olor a capullo que echas...

  • ?Calienta, eh? No nos hemos lavado, así que esta noche vamos a oler a perro... a mí también me da morbo ese olor... ?Sabes qué me gusta de ti?

  • ...dime...

  • Tu cara, eres muy guapo con esos ojos azules y las pestañas que tienes... y esa naricilla de niña..., esos labios gruesos... y tu pelo largo. ?Quieres quitarte la coleta y soltarte el pelo?

  • ...?ahora?

  • Sí... ahora.

Lo hice y mi melena bajó en cascada hasta mis hombros.

  • Mucho mejor... pareces una chica... ahora mismo estoy mirando esos pezoncillos que se te marcan bajo la camiseta y te juro que no veo la hora de comérmelos, de chuparlos, de lamerlos, de mordisquearlos... te va a gustar, ya verás... soy un experto en pezones... también me gusta tu culito redondo... es muy gordo y firme... sin un solo pelo... ?te vas a dejar acariciar por atrás...?

  • ...eso no hombre! Ni se te ocurra...!

  • Sólo pasar la mano una vez...

  • ... no te pases...

  • No te haré nada que tú no quieras... Joder!... estoy muy caliente ya niño!... termina eso y vámonos...

Di el último bocado a mi postre y Tomás se levantó y fue a comprar dos yogures para llevar, no sabía si se había quedado con hambre o qué. Salimos, pero antes fuimos a mear a los lavabos. Había un hombre mayor que ya había visto en el restaurante, con las piernas abiertas y una mano en la cadera aliviándose en una punta y un camionero enorme, joven y con el pelo largo y rubio meando en la otra. Tomás y yo nos pusimos al centro de la hilera de urinarios, juntos. Nos miramos de reojo las pollas hinchadas que al mear fueron bajando de tamaño. Tomás echaba un chorro grueso y potente que espumaba al caer en la loza, el mío era más fino y largo y golpeaba con fuerza contra la pared de enfrente. Tomás se la cogió y apuntó al centro del desagüe produciendo mucha espuma y un ruido bastante fuerte en el silencio del cuarto. El otro camionero giró la cabeza y nos miró, yo seguía meando con la vista fija en la pared y lo veía por el rabillo del ojo, pero Toni le devolvió la mirada y lo saludó. Se conocían. El rubio debía tener la vejiga muy llena de cerveza porque no paraba de soltar un chorro tan ruidoso como el de Tomás. El tío maduro se fue abrochándose la bragueta y los camioneros se pusieron a hablar sobre recorridos, itinerarios y cargas, al final en medio de una frase el rubio soltó un pedo sonoro y largo. Se rieron sin dejar de hablar. Yo terminé y me aparté un poco, los miraba desde atrás con los pantalones medio bajados, al rubio le asomaba un slip blanco por la cintura, rodeando una nalgas redondas y grandes. Estuvieron sacudiéndose las pollas un rato largo, parecía que se masturbaban. Al final se giraron y me enseñaron la polla antes de guardarlas en sus respectivos slips. Bueno no es que me las enseñaran a mí, sino que seguían hablando como si tal cosa mirándose a los ojos pero con las pollas en la mano, muy machos ellos. El rubio tenía un aparato más enorme que el de Tomás lo que ya es decir bastante. Se pasó la mano por el capullo. Le subió la piel y luego se la acomodó como pudo dentro del pantalón. Se acercaron a mí y Tomás me lo presentó.

  • David..., este es Diego, me acompaña en el viaje.

  • Encantado de conocerte... - me dijo el rubio tendiéndome la mano. Se la estreché sin dejar de pensar que venía directa de tocarse la polla. Era cálida y fuerte. Luego saludó a Tomás y se demoraron un rato con las manos unidas mientras se despedían. Me excité mirando a aquellos machorros darse la mano con olor a polla. Nos fuimos hacia el camión. Arrancamos y Tomás condujo hasta el siguiente parador solitario donde aparcamos en la parte más alejada de la carretera. Dejamos las ventanillas abiertas y encendimos la tenue luz de la cabina. Nos sentamos allí. Tomás no esperó nada, me cogió de la cintura con ambas manos y me atrajo hacia él besándome en la boca. Esta vez con verdadero deseo metiéndome la lengua muy adentro. Se la chupé, la apreté con mis labios y le di la mía. Me colgué de su cuello con ambos brazos mientras él me apretaba la cintura contra su cuerpo. Estuvimos besándonos largo rato, la barba de Tomás me rascaba las mejillas y me gustaba.

  • Joder...! Qué gusto me da besarte chiquillo...! - decía Tomás mientras me besaba en el cuello y en las orejas con pequeñas chupaditas cortas y húmedas. Luego volvía a buscar mi boca y me chupeteaba los labios hasta que me los abría y me metía su enorme lengua. Sentía su saliva dentro de mí y cada tanto la tragaba. El camionero cogió mi camiseta y me la sacó haciéndome levantar los brazos, luego se quitó sus pantalones y zapatillas y su propia camiseta, yo me quedé también en slip y volvimos a besarnos, ahora más calientes pues nuestros pechos desnudos se tocaban uno a otro. Estábamos allí medios desnudos, era la primera vez que nos encontrábamos así con otro tío y nos pusimos muy cachondos. Nos echamos en el suelo sobre la colchoneta. La boca de Tomás buscaba la mía y nuestros paquetes se frotaban uno al otro con deseo. Yo le acariciaba los brazos de bíceps enormes y me dejaba besar en el cuello y en la boca. Cada tanto rodábamos uno encima del otro cada vez más calientes, bueno, yo rodaba encima de él pero él era tan enorme que me hubiera aplastado, así que sólo se ponía de lado, pero me echaba una pierna encima y me cubría el pecho de caricias. Cuando estábamos a tope Tomás dijo:

  • Vamos a desnudarnos... quiero sentirte en pelotas, chico... quítame los calzoncillos...

Lo desnudé con mucho cuidado, al apartar el elástico su tula saltó como un escorpión y se le pegó al estómago. Él por su parte me dio la vuelta y me bajó el slip hasta que mis nalgas estuvieron al aire. Me daba mucho morbo exhibirme así delante de Tomás, me las acarició y me hizo sentar con las piernas abiertas. Se arrodilló a mi lado y me la cogió entre los dedos, acercó su cabeza a mi pene y aspiró su perfume, suspirando. Lo primero que hizo fue besarme la punta del capullo con un besito corto y rápido, luego siguió besando todo alrededor de mi pichula aún con toda la piel cubriendo la cabeza, bajó besando hasta las pelotas y me las besó también. Aquello me calentó mucho, pues Tomás a pesar de su aspecto de bruto lo hacía con delicadeza. Besaba con la boca apenas abierta, pero en cuanto tomaba contacto con mi piel la cerraba acariciándome con sus labios en un simulacro de chupadita que me volvía loco. Volvió a subir y esta vez me descapulló lentamente con la boca, pasó su lengua encima de mi glande y me excitó cantidad. Poco a poco se la fue comiendo toda, con verdadero hambre. Cuando le llegó a la garganta hizo una arcada pero aguantó allí y hundió su nariz en los pelos ensortijados y negros de mi vientre aspirando su olor. Como él había dicho, al no ducharnos después de la paja del mediodía nuestros sexos olían a perro. La cabina se llenó enseguida de olor a macho. Estiré una mano y le tomé el pene con los dedos, lo tenía enorme. Lo descapullé y vi una gotita transparente en la cabeza hinchada, la recogí con los dedos y se la froté por la cabeza roja. Enseguida salió otra, Tomás vio cómo se la volvía a recoger con mis dedos y guiándome la mano la llevó hasta mi boca, sentí el sabor a macho en la lengua y me excité más. Tomás seguía chupándomela con mucho cariño. Me la llenaba de saliva y luego la chupaba y tragaba dejándola húmeda y brillante. Era mucho mejor que una tía, Tomás lo hacía con deleite y sabía muy bien dónde dar lengua y dónde apoyar los labios, además tenía mucho cuidado de no tocarme con los dientes. Ver su cara con la barba crecida y sus labios rebosantes de mi pene me calentaba más. Me miraba a los ojos cada tanto y al ver cómo yo los entrecerraba y me entregaba al placer que me estaba dando, subía y bajaba la cabeza con más ímpetu, llevándome al delirio. Cuando se dio cuenta que estaba por correrme se apartó y abrió uno de los yogures, con una cucharilla tiró la mitad fuera del camión, entonces me pajeó con los dedos ensalivados y puso el pequeño bote delante de mí, comprendí que quería que me corriera dentro y como no podía aguantar más, así lo hice. Me corrí a gusto y con mucha intensidad, sentí que me vaciaba chorro tras chorro de leche blanca, espesa y caliente dentro del pequeño recipiente del yogur. Entonces Tomás revolvió aquello con la cucharilla y comenzó a comérselo como un puto, manchándose los labios de crema.

  • Mmmm... está rico...! creo que la próxima vez la beberé directamente de tu polla...

  • ...Tomás..., me estás resultando un mariconazo...

  • No sé tío..., a lo mejor sí..., no me importa, me lo he pasado de puta madre... ?Y tú?

  • ... también..., pero no sé si podré comerme tu corrida..., me da un poco de asco...

  • Venga..., inténtalo..., toma..., te está esperando...

Repitió el trabajo de vaciar medio envase de yogur y lo dejó listo. Me bajó la cabeza encima de su pene, aquello sí que era olor a macho!. Se la besé y lamí hasta descapullarla. Apenas me entraba en la boca de lo gorda que era, pero me sorprendió la suavidad de la piel del glande, que al rozar con mis labios parecían hechos del mismo material sedoso y deslizante. Le estuve babeando la cabeza un buen rato hasta que Tomás me la metió hasta la mitad, me costaba mantenerla allí, me llenaba toda la boca, cuando poco a poco fue haciendo fuerza para penetrar más adentro creí que me ahogaba, tuve varias arcadas pues me chocaba directamente dentro de la garganta. Y la llenaba. Creí por dos veces que iba a vomitar.

  • Eso es cariño..., trágatela toda..., como una puta..., vamos..., así..., me gusta tu boquita mamona..., cómetela..., muy bien..., exprime esta polla de macho..., sácale todo el jugo niño..., aahhh..., qué gusto me das..., vamos! Hasta los huevos...! - me decía todo esto y me la metía bien adentro, al final me acostumbré a respirar por la nariz y a sentirla llenándome la cavidad de la garganta. Comprendía lo excitado que estaba Tomás, porque me latía en la boca!, Es increíble como se ven las cosas del otro lado, yo ahora estaba sintiendo lo que siente mi novia cuando me la chupa!, y podía adivinar fácilmente lo que Tomás necesitaba... Un movimiento suave y constante, sin parar, llenándolo de saliva calentita..., moviendo la lengua por el capullo..., apretando mucho los labios en la base cuando la tenía toda adentro..., haciendo que esos mismos labios húmedos se frotaran una y otra vez donde la cabeza de la pichula se une con la columna dura...

  • Aaaahhh!... ya estoy nene..., me viene... - aparté la boca y Tomás puso el bote delante de su cachonda polla, con los dedos ensalivados lo masturbé fuerte, la sentía dura y pensé que era así como yo mismo me la hacía. Enseguida Tomás se corrió, Joder! Soltó muchísima leche! Un poco me mojó la mano y estaba calentita... fueron tres o cuatro disparos rápidos, potentes y muy largos de semen blanco, yo seguía moviéndosela porque sé que eso da gusto, no quería soltársela sin que hubiera terminado el orgasmo, pero al final él me apartó la mano y sonrió relajándose.

  • Ahora el gatito se va a tomar la lechita...- Como si estuviera alimentando a un bebé se puso a mi lado y cogió la cucharilla, al contrario que con la mía, esta vez no revolvió el yogur, cargó una cuchara con apenas yogur en el fondo y toda su crema por encima y me la acercó poniendo la boca en "O" como hacen las madres. Yo miraba fijamente la cucharilla y abrí muy poco la boca, pero él aprovechó para metérmela entera y descargar encima de mi lengua. Estaba tibia, espesa, suave como la seda y llenó mi boca de una blandura ácida. Después me dio otra, que degusté más despacio y otra y otra... mientras tragaba miraba el rostro de Tomás con sus ojos brillantes y su barba crecida, al final ya solo era yogur. Cuando terminé lo besé en la boca por un impulso irrefrenable. Él me correspondió, hasta que nos separamos y cansados nos echamos en la colchoneta, abrazados. Nos dormimos así, aunque a mí me costó un poco más que a él, que hecho polvo por el viaje y conducir se quedó frito enseguida.

A la mañana siguiente continuamos nuestro camino. Desayunamos en abundancia, hicimos más kilómetros con música, hablamos de motos pero no de sexo, aunque los dos pensábamos en eso. Paramos a comer en las afueras de un pueblo donde se reunían los camioneros y nos hartamos de hamburguesas. El sitio era de lo más asqueroso que he visto en mi vida, bastante sucio. Tomás saludó a unos cuantos colegas. Al terminar fuimos al baño, Dios! Era un cuarto mediano que olía mal y estaba lleno de camioneros. En una pared estaban los lavamanos con un espejo grande encima y en la pared de enfrente las cabinas de water sin puertas! Estaban todas ocupadas, se veían los hombres sentados con los pantalones y calzoncillos en los tobillos y las camisetas levantadas hasta la barriga, que nos miraban con ojos de pez mientras hacían fuerza por atrás, yo no sabía si podría hacerlo allí, me daba mucha vergüenza. Había de todo, jóvenes y maduros, camioneros de caras serias o sonrientes, se veían las barrigas blancas y los ombligos redondos, algunos como nudos. Tomás hablaba con unos y otros, todos restregándose la bragueta a la vez. Oí risillas y comentarios en voz baja que me pareció se referían a mí, pero preferí hacer como que no me enteraba. Cuando quedó una cabina libre Tomás me la indicó con la cabeza, pero me puse rojo y le dije que no, que fuera él. Me quedé con sus amigos aunque no sabíamos qué decir, al momento vi a un gordo limpiándose el culo y tirando de la cadena. Un amigo de Tomás me puso la mano en la espalda y me empujó. Ya tienes una taza libre! Entré y aunque busqué en vano una puerta era evidente que habían sido arrancadas de sus bisagras. Me giré y los tres hombres estaban mirándome, me desabroché despacio los pantalones y ellos no se cortaban y fijaban sus ojos en mí sonriendo. En el lavamanos un camionero musculoso sin camisa se lavaba los sobacos y miraba por el espejo cómo me bajaba los pantalones, los que entraban también me miraban, me sentí fatal pero me bajé los pantalones cortos enseñando mi pichula asustada encima de mis huevos y me senté bajando la cabeza, sabía que ellos seguían allí. La verdad es que tenía muchas ganas y me concentré tratando de olvidarlos. Escuché el ruido de las tripas de Tomás desahogarse a mi lado en la cabina que estaba más cerca y pensé: Qué tanto! Voy a hacerlo no pasa nada. Enseguida me aflojé y comencé mi tarea, cuando sentí que ya empezaba a descargar levanté la cabeza y los miré a los ojos, me sonreían, yo les sonreí, el musculoso que se lavaba se sacó los pantalones y los calzoncillos y me mostró un enorme aparato colgando, después se inclinó encima del lavamanos y se dio jabón en los huevos y en el pene. Uno de los colegas de Tomás se acercó hasta la entrada de mi cabina y apoyó un hombro en el marco, era el que tenía más cara de puto. Empezó a hablarme, que si era estudiante, que qué estudiaba... yo sentía todo mi trasero con la puerta abierta, descargando y haciendo fuerza, tuve que contestarle lo más educadamente posible. Lo odié en ese momento, porque estaba cantado que el men me vacilaba y había esperado a que yo empezara a cagar para acercarse a molestarme, se me notaba que me daba vergüenza. El me sonreía y me hablaba con voz alta para que yo no dejara de mirarlo. Por fin terminé, y movido por los nervios de salir cuanto antes de allí, en lugar de limpiarme sentado como hacía siempre me puse de pie enseguida, cuando me di cuenta ya era tarde para sentarme de nuevo, así que mientras el chico me miraba tan cerca y los otros dos se reían un poco más allá, me giré y dándoles la espalda pasé varias veces la mano con papel por el culo en un símil de caricias que a los muy perros les encantaba pues susurraban cosas y se reían a carcajadas. Tiré de la cadena con los pantalones bajados y ellos pudieron observar mis nalgas blancas desnudas. Esperé que corriera el agua, entonces me giré y mostrándoles la polla y los huevos, lentamente me subí los pantalones.

Los saludé con la cabeza y salí enseguida de allí, Tomásaún no había terminado, lo esperé afuera.

Cuando salió venía riéndose, pero no me quiso decir de qué. Recuperamos muchos kilómetros esa tarde pues no echamos siesta. A la noche cenamos bien en un sitio bastante más decente donde había duchas y antes de sentarnos a la mesa nos bañamos los dos. Eran unas duchas colectivas y nos puso bastante calientes despelotarnos delante de otros camioneros, pero con el agua caliente casi todas las pollas a la vista se habían puesto morcillonas y nadie notó nada especial. Allí nos encontramos a David, el rubio del día anterior enjabonándose el pecho peludo y las nalgas gruesas. Se daba mucho champú en el pelo porque tenía una melena larga aunque más corta que la mía, pero más rizada. Me calentaron sus bíceps y sus pectorales, coronados por dos enormes pezones granates. No era guapo, más bien tenía la nariz un poco grande, pero sus músculos estaban rebosantes, hinchados. Con la cintura pequeña al mirarlo de lado su culo se curvaba hacia fuera como un globo y tenía piernas de futbolista, muy gruesas y peludas. Nos sentamos en la misma mesa. David tenía ojos azules, una mirada penetrante y la camisa abierta casi hasta el ombligo dejaba ver su pecho. Hablamos de todo y nada, en realidad casi hablaron sólo ellos, yo participé poco, no tenía mucho que decir. Me pareció que se conocían desde hace mucho y que no necesitaban muchas palabras para entenderse. Por momentos me parecía que hablaban de mí en doble sentido y me avergoncé. Después de bebernos unas copas caminamos los tres hacia el aparcamiento que estaba bastante alejado del restaurante. Nos despedimos y David se fue hacia su camión aparcado detrás del nuestro. Todos tenían las puertas abiertas por el calor y de algunos salía música suave. Esta vez no encendimos las luces de la cabina porque con la claridad de los neones se veía perfectamente. Nos quedamos en slips acostados juntos en la semipenumbra con las puertas abiertas.

  • ¿Tienes ganas...? - me dijo Tomás

  • ...sí... - le contesté. Y nos echamos uno en brazos del otro. La verdad es que nos dio mucho morbo besarnos largo rato en slips. Hay algo muy cachondo que yo no conocía en dos machos con barba de tres días besándose y sintiendo sus cuerpos calientes. Mi pecho se frotaba contra las tetas de Tomás, mi paquete duro endurecía el suyo a cada roce, a cada presión de los abrazos. Por momentos era salvaje y apasionado y quería chuparle toda la lengua como un animal, pero al rato nos poníamos tiernos y nos hacíamos piquitos en los labios como dos adolescentes y nos dábamos besitos en el cuello o en las mejillas. Aunque la mayor parte del tiempo lo que hacíamos era buscar placeres prohibidos que nos deleitaban, como cuando Tomás sacó un pequeño sostén que se había dejado una puta en un compartimiento del camión y me lo puso. Ah! Qué humillación más cachonda! Me acostó, y se puso a mi lado acariciándome como si fuera una mujer. Yo cerraba las piernas para darle más efecto y morbo a la cosa pero cada tanto él me las hacía abrir con su gran mano que me exploraba todo el paquete. Me besaba los pezones por encima del sostén hasta que suavemente me lo bajó un poquito para dejar uno libre, entonces me pasó la lengua y me mordisqueó y me chupeteó el pezón y yo gocé. Después me lo bajó y se prendió a mis dos tetas como si yo fuera una tía y él un bebé mamón. Aquello me puso a cien pero resistí las ganas de sacarme ya los calzoncillos, estaba disfrutando con el juego. O como cuando por hacer algo guarro levanté un brazo de Tomás y hundí mi nariz en los pelos de su sobaco, se había duchado pero un macho peludo es un macho peludo y olí el suave aroma a sudor que desprendía, entonces le pasé la lengua por los pelos y se los estuve chupando y lamiendo mucho rato. Los gruesos brazos del camionero me excitaban, había apoyado su espalda contra una pared y permanecía sentado con las piernas abiertas, yo estaba sentado encima de su polla y él delante de mí con los brazos levantados dejándose comer los sobacos. Sentí entre mis nalgas cómo vibraba su columna de carne.

Me sacó la boca de su axila ensalivada y me dio lengua, nos echamos a lo largo otra vez pecho contra pecho, abrazados y nos besamos a gusto sintiendo nuestras lenguas y nuestra saliva. La piel de Tomás olía como en los vestuarios masculinos del gimnasio, fresca pero inconfundiblemente a macho. Me arrancó el sostén y cuando me metió una mano por el trasero dentro del slip y me acarició las nalgas sentí la voluptuosidad de la entrega. Mi mente no pensaba en nada, me abracé a Tomás apoyando mi cabeza en su cuello y le permití hacer. Suavemente con un dedo fue buscando mi agujero hasta que lo encontró y puso su yema encima haciendo un movimiento circular de masaje. Yo levanté y abrí un poco el culo porque aquello era nuevo y me gustaba. Después de un rato así sacó la mano y llevando el dedo a mi boca me hizo mojarlo hasta que le chorreaba saliva, entonces volvió a introducirse en mis calzoncillos y ahora sí sin esperar más me lo insertó en el ano. Estuvo entrando y saliendo mucho rato, perdí un poco la consciencia, sé que me daba tanto placer que cada tanto y como agradecimiento yo buscaba la boca de Tomás para chupetearla. Él lo notaba y me lo metía más, lo giraba, lo movía, lo sacaba y volvía a metérmelo hasta que su mano imprimió un movimiento rápido de mete-saca pajeándome el culo como haría con el coñito de su novia.

  • Quiero metértela...¿me dejas...?

  • ...no..., ¿qué dices? Ni hablar

  • Vamos por favor, necesito metértela esta noche...

  • ...¿estás loco? Yo no me dejo meter...

  • Venga... cariño...

  • ...nunca me han metido nada tío..., me harás daño..., la tienes muy grande...

  • Sólo un poquito..., te prometo que sólo un poquito..., te meto la puntita y te la saco... Toni me decía todo esto sin sacarme el dedo del culo, besándome, suplicando, empecé a aflojarme...

  • Anímate... no te dolerá nada... cuando tú me digas basta, te la saco..., por favor!

  • ...no sé...

  • Vamos niño..., te lo haré con cuidado..., es sólo un poco más gruesa que el dedo..., y el dedo te gusta ¿no...?

  • ...sí..., pero es mucho más gruesa..., yo nunca...

  • Nadie se va a enterar..., lo pruebas y si no te gusta no pasa nada..., anda por favor...!

  • ...vale..., pero sólo un poco...

Sin darme tiempo a pensarlo más Tomás me dio la vuelta y me puso a cuatro patas, se arrodilló delante de mi cara y me ensartó la polla en la boca.

  • Ensalívamela bien cariño..., mójala toda..., así..., así..., vas a ver lo bien que te lo vas a pasar..., eso es..., cómetela toda..., dale lengua a tope..., si la mojas te entrará mejor..., yo te voy a preparar el culito...

Diciendo esto se inclinó sobre mi espalda y me abrió las nalgas mientras yo le hacía una profunda mamada, mi barbilla chocaba con sus testículos cuya piel se había estirado y estaban gordos e hinchados, llenándose de jugo masculino a cada momento y los pelos negros y rizados me hacían cosquillas en la nariz. Sus genitales olían suavemente a macho, los pelos estaban duros y rizados, el perfume de sus pelotas era una mezcla de sudor y el gel que había usado. Sentí toda mi boca invadida y con avidez me entregué a mamársela. Me llegaba a la garganta y a veces me dolía un poco, sobre todo por tener que abrir tanto las mandíbulas para recibirlo. Los dedos de Tomás hurgaban en mi culo. Abriendo mucho mi trasero me escupió un salivazo que después restregó por todo el ano con su manaza de camionero, me metía los dedos bien mojados para humedecerme por dentro. Me gustaba mucho esa conquista, mi agujerito se cerraba húmedo sobre los gruesos dedos que entraban y salían causándome un pequeño placer guarro y morboso. Poco a poco consiguió su objetivo, porque al rato yo estaba mucho más flojo y lo dejaba entrar fácilmente a la vez que su polla se había puesto durísima. Entonces me hizo girar para que le ofreciera el culo y me apartó las piernas metiéndose entre ellas, agaché el pecho y la cabeza por instinto y levanté mucho el culo, él metió su almohada debajo de mi polla y me quedé apoyado en ella con el trasero respingón bien alto y preparado. Miraba hacia atrás avergonzado y caliente por exhibir así mi intimidad trasera ante un tío casi desconocido. Me imaginaba el cuadro que se veía desde atrás y me excitaba cantidad pensar en mis nalgas blancas, redondas, tan inocentes, entregadas a un ejemplar poderoso de macho para que hiciera lo que quisiera con ellas. Se concentró en su tarea y me apretó la cabeza ensalivada de la polla contra la puerta. Con sus rodillas me obligó a abrir más aún las piernas. Mi postura era incómoda y humillante, cerré los ojos. Empujó y sentí claramente cómo se abría el anillo, más y más, tenía la polla mojada y comenzó a entrar ensanchando mi agujero. Hasta que de golpe pasó todo el glande y mi ano se cerrró dolorosamente sobre la columna. Grité.

  • Aaaaayyyy!!!

  • Shh..., calla..., tranquilo...

  • ...pero..., es que es muy grande!... me duele...ayyy!

  • ¡Cállate! Que nos van a oir de los otros camiones..., ya te entró toda la cabeza..., ahora me quedaré quieto un momento..., así..., ¿mejor?

  • ...ay... ay... sí un poco... ay...

  • ¡Dios, qué maricona has resultado! ¡Aguanta como un hombre que sólo te he metido la punta del capullo! ¡A ver si voy a tener que darte de golpes!

  • ...no... no me pegues...

  • Vale, cállate ya..., y abre el culito... – diciendo esto se puso a empujar como un animal perforándome. No sé cómo explicar lo que sentí entonces, más que dolor era el sentimiento de impotencia ante esa intrusión, ya podía yo apretar el culo todo lo que quisiera, pero la columna dura como el acero no se movía de su sitio, al contrario, poco a poco entraba más y cuanto mayor era la fuerza que yo hacía, más me dolía, dos gruesas lágrimas corrieron por mis mejillas. Yo esperaba que esa sensación rara del principio se acabaría enseguida, pero no, aquello continuaba, Tomás me iba penetrando lento pero seguro. Lo sentía deslizarse en mi interior. Era muy especial sentirlo dentro, no como cuando lo tenía en la boca, al estar el culo bastante más lejos de mi cabeza, parecía que las sensaciones tardaran más en llegar, pero cuando llegaban eran como escalofríos. Entonces él apoyó su pecho contra mi espalda y sentí toda su piel caliente pegada a la mía, lo tenía encima y él se agachaba hasta mordisquear mi nuca y chupar mis orejas por atrás. Todo el calor de su pecho apretó mi espalda y noté sus tetillas haciéndome cosquillas, por detrás la parte delantera y peluda de sus piernas se afirmaba contra la parte interior de las mías. Fue como si tomara posesión de mí, me lamió el cuello, me dio un mordisquito en la nuca, volvió a lamer debajo en mi garganta y me chupó fuerte el lóbulo de una oreja, entonces de un solo empujón me metió toda la polla que le quedaba fuera. La sentí enorme, muy gorda para mi culito estrecho que se abría ahora como una gran boca para recibirla dolorosamente, pero también muy larga, la sentí tocándome muy adentro. Volví a llorar un poco.

  • ...aaayyy... men...! ¡me estás violando...!

  • No Dieguito..., tú te dejas..., pero es que estás apretando demasiado el culo y es por eso que te duele..., aflójate

  • ...ay..., no sé cómo...

  • Venga..., déjame entrar cariño..., me estás dando mucho gusto... –

diciendo esto buscó mi boca y cuando yo giré la cabeza, me lamió las lágrimas y después me besó sin dejar de hacer el mete-saca, a la vez que sus manos me pellizcaban los pezones con bastante fuerza. Él me reclamaba apartando la cara y mirando a su pichula me culeaba, volviendo después a besar, apartándose otra vez se inclinaba para observar su pene erecto a más no poder hundiéndose en mí y regresaba a chupetearme la boca, volviéndose a apartar para mirar su pollón entrándome y enseguida volver a meterme toda su lengua mojada entre mis labios. Me calentó esta expresión de afecto, y me entretuvo también, mientras le devolvía los besos a Tomás, o pensaba en el sabor de su saliva, mientras me arqueaba levemente molesto bajo los dedos que retorcían mis pezones, fui olvidando poco a poco la otra sensación que me preocupaba, la de mi culo. Después de un rato de besarme de todas las maneras posibles con Tomás, más fuerte y más suave, como adolescentes enamorados, tiernos y tímidos, o como putas hambrientas y desvergonzadas dejándonos entrar hasta las gargantas con las lenguas, o como tíos salidos que hace mucho que no la meten en el coñito de su novia y cuando la ven se la comen a besos.

De tanto darle lengüetazos a Tomás mientras lo dejaba juguetear con mi pecho (las tetillas ya no me dolían, ahora era como un extraño placer lo que subía desde ellas), comencé a olvidar mi trasero. Hubo un momento de sorpresa cuanto sentí toda la polla gorda y larga entrar y salir sin dolor, bien lubricada por la saliva se deslizaba dentro y fuera de mi culo con suavidad. Comprendí que me había aflojado y que lo mejor que podía hacer era dejarme usar por aquel hombre que me la metía y sacaba cada vez más rápido. Un relámpago de placer subió desde el esfínter hasta el cerebro y me concentré en las sensaciones traseras de mi cuerpo. Comencé a sentir gusto por lo que me estaban haciendo y me quedé muy quieto, dejándome encular. Había comprendido que todo el secreto estaba en el esfínter, debía aflojar mi ano como si estuviera sentado en el water a punto de cagar, entonces entraba y salía con facilidad. Tomás se dio cuenta que me entraba mejor y dejó de besarme para reunirse con su propio placer, ví cómo su cabeza dirigía la mirada a su polla que se colaba en la boca dilatada de mi trasero desde la punta hasta los huevos.

    • Así mi niño..., así... ¿ya no te duele?
  • ...no...!... mmmm... no...

  • ¿Te está gustando, mariconcito?

  • ...mmmm... sí..., ve despacio...mmm..., aaah...

  • Joder cariño...! ahora sí que me das gusto..., mmm...toda para ti putito...!

Yo había dejado de arrugar la cara y ahora sonreía, estaba siendo enculado por primera vez en mi vida y me gustaba. Las sensaciones de mi ojete eran guapas y con solo pequeñas molestias cuando Tomás iba hacia adentro, en cambio cuando iba hacia fuera me parecía que me cagaba de gusto. En ese momento no lo comprendí, pues estaba entregado a lo que hacía, pero el placer más grande además de lo que sentía, venía de lo que pensaba que Tomás me estaba haciendo. Me veía a mí mismo allí en pelota en la cabina de un camión, con las piernas abiertas y el culo levantado, y con un pichulon enganchado a mis caderas que adoptaba la pose de un perro jodiéndose a su perrita y me excitaba. Volvía un poco la cabeza y lo miraba, el típico movimiento masculino de dejar el cuerpo inmóvil y mover sólo las caderas adelante y atrás me calentaba mucho. Me daba morbo el papel pasivo que me había tocado, me veía jodiendo con mi novia y reconocía todos mis movimientos en los del camionero, no importaba tanto mi culo como saber que quien me lo hacía sentir así era un macho con sus dos pelotas gordas colgando y golpeándome por atrás. Yo sabía todo lo que él sentía e imaginaba su placer y me calentaba servirle así. No sé era todo muy raro, yo experimentaba un gran goce sabiendo que el tío tenía mis blancas y redondas nalgas abiertas delante suyo y que las estaba usando para satisfacerse. Cuando se movía y mi ano se cerraba sobre la columna succionándosela, yo reconocía toda la polla de Tomás y comprendía perfectamente qué era lo que siente una tía siendo follada por el culo como lo hacíamos a veces mi novia y yo. Hubo un momento en que se detuvo a descansar, a tomar aire y yo aproveché para levantar más el culito y ensartarme solo en la verga moviéndome hacia atrás, sentí toda la erección y apoyando la cara de lado contra la colchoneta cerré los ojos y empecé a suspirar de gusto. Él se quedó quieto dejando que fuera yo mismo quien me atravesara con su columna muy despacio.

  • ...aah..., aah...,ayaah...,mmm..., ah...aah...,sip...,ah...,aahmm... –

El tono de mis monosílabos no dejaba lugar a dudas, yo sentía un gran placer. Y estaba seguro que él también. De pronto la sentí latir con vida propia dentro de mi culo, entonces me la sacó bruscamente, escupió con ganas un buen salivazo encima de mi ano refrescándomelo y volvió a la carga. Casi me corro cuando la sentí entrar ahora tan mojada y fácilmente. Ya no pensaba en si era grande o pequeña, sabía que mi culo estaba muy abierto por su grosor y me sentía muy lleno de pene. Me calentaban los huevos pesados y duros del camionero chocando a cada embestida con mi cuerpo. Tomás era un animal follando y golpeaba sus testículos a tope cuando aceleraba, producían un ruido como FLAP! FLAP! FLAP! Y me masajeaban la próstata. El placer anal me produjo algunos cambios en el comportamiento, yo no sabía muy bien ya lo que hacía ni decía, sólo tenía a Tomás encima y me cagaba de gusto por lo que sentía en el culo, así que empecé a decir frases entrecortadas, sin ser muy consciente de ellas.

  • ... aah..., tío... dámela..., jódeme papi...,

  • Sí, sí... ¿la sientes toda adentro?.... ¿Sientes cómo te trabajo...?

  • ...aaahhh..., sí..., dame por culo, men...

  • Qué nenita te haz vuelto Dieguito..., eres como una putita.

  • ...síii...., aahhhh..., soy tu puta..., quiero ser toda tuya..., te quiero tío!...,jódeme siempre...

  • Tranquilo niñito..., te la daré todas las veces que quieras, me das mucho gusto cabroncito...

  • ...muévete más..., rómpeme el trasero...! por favor!

  • Dios!... me estás calentando mucho... creo que no aguanto más...

Diciendo esto me bombeó como un animal y al momento sentí cómo toda su leche hirviendo me inundaba las entrañas, se corrió bien adentro con su pichula metida hasta las pelotas, como si quisiera dejarme preñado. Primero fue un chorro grande, largo y espeso que me quemó por dentro, después dos o tres más muy fuertes y al final cuatro o cinco disparos pequeños que me llenaron el culo con el jugo de sus pelotas. Tomás se quedó abrazado a mí por detrás mimoso y tierno dándome besitos en la espalda y en el cuello. Yo había descubierto el placer anal y deseaba más, seguí moviéndome pero el miembro del camionero ya había echado su premio y se fue haciendo pequeño hasta que se salió sólo, entonces quise correrme así que me deshice de su abrazo y me eché boca arriba a su lado para pajearme a gusto, pero cuando lo hice y levanté la mirada hacia los asientos del camión el corazón me dio un vuelco. Allí estaba David con una media sonrisa mirándonos. Se había montado con tanto sigilo que no lo habíamos oído.

  • Hola colegas - dijo David - menuda fiesta os estáis montado, podíais haber avisado... me he calentado mirando, estoy empalmado a tope.

  • A ver, a ver... - le dijo Tomás riendo.

Continuará