A través de los ojos azules 14
Un fin de semana lleno de sensaciones y emociones pagando la apuesta con Lisa
Mis muy estimados lectores, lamento haber estado desaparecida tanto tiempo. Tuve un accidente que me tuvo indipuesta por mucho tiempo, afortunadamente, estoy regresando a la normalidad y por ende, a escribir los relatos. Me encantaría decirles que voy a publicar con la misma frecuencia que lo hacía antes, pero con todos los ajustes que estoy realizando me será muy difícil, sin embargo, prometo tratar de apurarme lo más que pueda.
Por otro lado, quiero agradecerles eternamente por sus correos. Si el tiempo me lo permite, responderé a cada uno de sus correos, pero en caso de que no pueda hacerlo pronto, no quería dejar de decirles que he leido ya la mayoría de ellos y debo decir que fue gracias a ellos que me encuentro escribiendo de nuevo. Sus felicitaciones, palabras de apoyo y hasta preocupación por mi ausencia, me hicieron sentir sumamente apreciada y me recordaron el por qué me encanta escribir para ustedes.
Así que antes de dejarles con el nuevo relato, ¡díganle a sus amig@s que estoy de vuelta! Me encantará leerlos como siempre en los comentarios y correos.
Besos a todos.
Al llegar a mi casa el sábado por la noche, antes de irme a mi cuarto, pude escuchar a Mónica en su cuarto llorando. Toqué ligeramente la puerta, pero no tuve respuesta, así que le di espacio.
Antes de dormir, me puse a pensar sobre hacer realidad la fantasía de Lisa, la cuestión, sería encontrar el lugar ideal para hacerlo. Mientras mentalmente contemplaba opciones, caí dormida.
Al día siguiente, como por arte de magia, la mejor idea vino a mi mente, podría buscar alguna casa en las afueras de la ciudad, donde podríamos tener nuestra privacidad y así disfrutar de todo un fin de semana juntas.
Mientras preparaba el desayuno, me di cuenta de que Mónica ya había salido del departamento, estaba realmente preocupada por ella.
Al terminar de desayunar, comencé a planear todo para la sorpresa de Lisa. Tenía una opción sobre quién podía ayudarme con la casa y aunque no me encantaba pedirle ese tipo de favores, sabía que sería una opción prácticamente garantizada.
Tomé el teléfono y después de varios tonos, respondió.
Papá: Hola, hija. ¿Cómo estás?
P: Hola, papá. Bien, ¿y tú?
Papá: Todo bien, gracias. Se hizo un silencio.
P: Hay un favor que quiero pedirte.
Papá: Claro, dime.
P: ¿Crees que pueda usar tu casa de las afueras de la ciudad?
Papá: Claro, también es tu casa. Aprecié ese gesto. ¿Cuándo la quieres ocupar?
P: ¿Podría ser este fin de semana o piensas usarla tú?
Papá: No, adelante.
P: Perfecto, gracias.
Papá: Cuando puedas puedes pasar por las llaves a mi casa o si quieres podemos cenar y aprovechamos a vernos un rato.
P: De acuerdo, deja me organizo, gracias papá.
Al terminar la llamada, me arreglé y decidí comenzar los preparativos para el fin de semana. Lisa me llamó para invitarme a comer con ella y su familia, pero preferí enfocarme en los pendientes que tenía pues no sabía si durante la semana tendría tiempo para hacerlos.
Me dirigí hacía una sex shop que se encontraba cerca de mi casa, donde en ocasiones anteriores, ya había comprado un par de artículos.
Al entrar, me recibió la encargada, quien era una chica vestida de pantalones negros y una playera de Black Sabbath y botas militares negras. Su tez blanca estaba llena de tatuajes y tenía perforaciones en el labio, ceja, nariz y orejas.
F: Hola, mucho tiempo sin verte por aquí.
P: Si, ya tenía tiempo sin venir. Reí algo avergonzada.
F: Dime, en qué te puedo ayudar… Hizo una pausa esperando que dijera mi nombre.
P: Pamela, me llamo Pamela. ¿Y tú?
F: Fabiola, pero todos me dicen Faby. Entonces, ¿qué buscas el día de hoy, Pamela?
P: No estoy segura, pero creo que un poco de todo. Arqueó la ceja sorprendida.
F: Creo que deberías ser un poco más específica, aquí puedes encontrar cosas realmente impactantes.
P: Busco artículos de dominación y sumisión. No tengo nada específico pues apenas voy a explorar esa parte con mi novia y no sé qué nos vaya a gustar a ambas.
F: Ya veo, sígueme, te mostraré la mercancía.
Me guio hacia una parte de la tienda donde se encontraban muchas cosas de cuero y látex.
F: Como artículos base, debes llevar algo para dar azotes y algo para que se sujeten. Como son primerizas, recomiendo algo más “suave” para evitar que se lastimen. Me mostró unas esposas afelpadas.
P: De acuerdo, pero si necesito algo más resistente, ¿qué podría usar?
F: Vaya, güera, creo que de inocente sólo tienes la cara. Rio.
Entre las cosas que llamaban mi atención y las que Fabiola me sugería, junté una gran cantidad de juguetes y objetos sexuales que nos darían una experiencia bastante dinámica y completa.
Mientras pagaba y conversaba con Fabiola, me entregó una pequeña bolsa de plástico, la cual contenía unas pequeñas pastillas.
F: Estas son cortesía de la casa, sirven para intensificar el acto sexual, pero te recomiendo las uses con cuidado.
P: Gracias. Recibí la bolsita. ¿Algún último consejo?
F: No olviden su palabra de seguridad, no te espantes si tu o tu novia se llegan a marear a desvanecer, el cuerpo tiene maneras muy extrañas de reaccionar ante estas situaciones y claro, disfruten mucho. Me dijo con un guiño.
P: De acuerdo, gracias. Dije con una sonrisa.
F: Espero verte pronto por aquí y me cuentes cómo les fue.
P: Sin duda, nos vemos.
Salí de la tienda y lo último que me faltaba era hacer una parada en una ferretería, donde compraría las cadenas que necesitaba.
Al terminar las compras, regresé a mi departamento y le envié un mensaje a Lisa para verla. Mientras llegaba, me aseguré de guardar todo para que ella no descubriera su sorpresa.
Me emocionaba mucho pensar sobre el fin de semana que nos esperaba y cuando Lisa llegó, fue muy difícil ocultar la alegría que sentía.
L: ¿Me vas a decir qué te ocurre? Dijo confundida, mientras se sentaba en mi cama.
P: Te tengo una sorpresa.
L: ¿Cuál? Dijo intrigada.
P: Primero que nada, dime que no tienes planes para el fin de semana.
L: No lo creo, ¿podrías decirme ya de qué se trata? Dijo desesperada. Me tienes muerta de curiosidad.
P: Conseguí una pequeña casa fuera de la ciudad para que pasemos juntas el fin de semana.
L: ¡Qué excelente noticia! Dijo emocionada.
P: ¿Crees que haya manera de que salgas temprano de trabajar el viernes?
L: Puedo hablarlo con Ignacio, no veo por qué no.
P: Excelente, sería ideal para que podamos disfrutar más tiempo. Dije alegremente.
L: Que linda sorpresa, mi amor, gracias. Me tomó de las manos y me acercó a ella para besarme.
Me senté sobre ella y comenzamos a besarnos delicadamente, la manera en la que Lisa me sujetaba y besaba me hacía sentir en las nubes, nadie nunca me había hecho sentir de esta manera. De pronto, me separé ligeramente de ella y la miré profundamente a los ojos.
P: No hay nada que no haría por ti, ¿lo sabes?
Lisa no respondió, estaba en un especie de trance mirándome fijamente como un cachorrito, lo cual me pareció extremadamente tierno.
P: ¿A dónde te fuiste, amor? Acaricié su rostro.
L: Yo también daría todo por ti. Respondió con otro beso.
Nos quedamos recostadas abrazadas y haciéndonos mimos, cuando después de un momento, escuchamos que alguien tocaba la puerta, era Mónica.
Al entrar a la recámara, se dirigió a mí y rompió en llanto en cuanto la abracé. Lisa se incomodó un poco y estaba por irse cuando Mónica le pidió que se quedara.
Mónica comenzó a relatarnos sobre la discusión que había tenido con Octavio, quien llevaba ya tiempo poniendo una barrera física entre ellos, al momento en el que ella hizo un avance, éste la rechazó hostilmente y terminaron peleando fuertemente.
Cuando terminó de contarnos lo que había sucedido, la invité a que se quedara con nosotras a ver una película. Al terminar de verla, Lisa regresó a su casa y Mónica se fue a su cuarto a dormir, el desgaste emocional la había agotado y cayó rápidamente dormida.
Yo por el otro lado, no tenía sueño pues mi emoción y buen humor del día me tenían sumamente energizada, por lo que opté por meterme a la computadora y ver un par de videos eróticos de dominación y sumisión. Quería tener un par de ideas presentes para cuando estuviera con Lisa y de esa manera no verme como una principiante.
Después de un par de videos, sucedió lo inevitable, me encontraba realmente caliente y empecé a tocarme. Sin embargo, no seguí viendo los videos, últimamente mi imaginación era todo lo que necesitaba para llevarme a los picos más altos pues Lisa se encontraba en esas fantasías.
Comencé a imaginarme a Lisa sujetándome con fuerza, arrancándome la ropa y manejándome con rudeza mientras me besaba desenfrenadamente.
Mi dedo medio comenzó a jugar con mi clítoris y a moverse entre mis labios, estaba tan mojada que eso me facilitó penetrarme lentamente.
Mi mente volaba y seguía imaginándome a Lisa azotándome y teniéndome a su merced, lo cual me excitó demasiado y empecé a masturbarme con mayor rapidez. Después de un momento, estaba llegando a un delicioso orgasmo que me dejó satisfecha y lista para dormir.
Al día siguiente fui a trabajar y al medio día hablé con mi papá para coordinar con él cuando recogería las llaves de la casa. Acordamos que nos veríamos al día siguiente para cenar y ahí me las entregaría.
Cuando terminé de trabajar, Lisa me llamó para decirme que había hablado con su jefe y éste le había permitido faltar todo el viernes para que pudiéramos aprovechar el día.
La noticia me pareció excelente, sin embrago, estaba preocupada de yo poder lograr el permiso, pues mi jefa no era tan accesible como el jefe de Lisa.
Al día siguiente al llegar a trabajar quise acercarme a mi jefa para hablar del tema, cuando estaba a punto de tocar la puerta, pude escuchar como discutía con uno de mis compañeros de trabajo, el cual salió enfadado de su oficina.
D: ¿Qué se te ofrece, Pamela? Dijo malhumorada.
P: No es nada, Débora, volveré después.
Sabía que no era el momento para hablar del tema, tenía que encontrar el momento adecuado para hacerlo.
Al terminar de trabajar, me fui directamente al restaurante donde cenaría con mi papá. Al llegar ahí, mi papá ya me estaba esperando, me saludó con un abrazo afectuoso y nos sentamos para ver qué ordenaríamos.
Mantuvimos una gran conversación, una de las mejores que habíamos mantenido en los últimos 6 meses, si no es que más. Estaba realmente enfocado en todo lo que le decía y me sorprendió que recordara ciertas cosas que había mencionado en otras ocasiones.
Papá: ¿Y qué ha pasado con esa chica qué me contaste, siguen saliendo?
P: Así es, de hecho es con ella con quien iré a la casa el fin de semana.
Papá: Me da gusto escuchar eso, te veo feliz. Dijo con una sonrisa.
P: Lo estoy. Sonreí de vuelta.
Papá: Espero sigas así y puedas mantener ese lindo noviazgo. Debo aceptar que no sabía si algún día te vería en una relación seria.
P: ¿Por qué lo dices? Dije desconcertada.
Papá: Creo que de alguna manera sabía que todos los problemas entre tu madre y yo te habían desalentado en buscar el amor. Hizo una pausa. Y lo último que quiero es que tu vivas sin conocer ese amor pues es un sentimiento muy hermoso.
P: Sí que lo es y debo aceptar que yo tampoco creí que lo viviría, pero Lisa sin duda es la mejor persona con la que puedo estar viviendo y sintiendo esto.
Papá: Suena como una gran chica, cuídala, porque si en algo te pareces a mí, es en nuestra capacidad de alejar a quienes queremos, aunque no sea nuestra intención hacerlo. Bromeó, aunque detrás de ese comentario, había una gran verdad.
P: ¿Te refieres a mi mamá?
Papá: En parte. Aceptó. Pero también hablo de ti, sé que podría estar más presente. No supe qué responder. Tal vez pueda intentarlo, si es que así lo quieres, sé que no es fácil dar nuevas oportunidades a quienes nos han lastimado y sé que yo lo he hecho.
P: Supongo que no perdemos nada en intentarlo.
Papá: Es lo único que pido.
Terminamos de cenar y regresé a mi casa con una linda sensación de intentar tener una mejor relación con mi papá. Definitivamente, la cena mostraba un principio prometedor a esa propuesta.
Al día siguiente fui a la oficina y sorprendentemente, Débora no había ido a trabajar. Al parecer estaba enferma y el gerente del área sería quien nos supervisaría y atendería ante cualquier situación, lo cual me permitió pedirle a él mi día de vacaciones.
Al ver que mis tareas estaban siendo realizadas correctamente y que mi rendimiento en la empresa era bueno, no tuvo objeción en autorizarlo.
Desde la noche anterior sentía que una energía positiva me rodeaba y todo se acomodaba de acuerdo a mis planes. Si por todo lo de mi papá y el trabajo estaba feliz, que mejor manera de cerrar el día que cenando con Lisa.
Fuimos a una pequeña cafetería cerca de mi casa, no quisimos invertirle mucho tiempo y esfuerzo pues ambas estábamos cansadas por el trabajo y al día siguiente ambas entraríamos más temprano para acabar con todos nuestros pendientes.
El jueves en la noche ya tenía todo empacado en dos maletas, una estaba llena de los artículos necesarios para cumplir la fantasía de Lisa y la otra era mi maleta de viaje.
Al día siguiente, Lisa fue a recogerme temprano para poder aprovechar el día. Mientras salía del edificio, Lisa se acercó a ayudarme.
L: Pensé que sólo nos iríamos el fin de semana, no que nos mudaríamos. Rio mientras extendía su mano para tomar las maletas.
P: ¡No, esa no! Dije apresuradamente. Ayúdame con esta. Le entregué la maleta de viaje.
L: ¿Qué tanto traes? Preguntó extrañada.
P: Sorpresas, yo puedo con esta, gracias.
Emprendimos nuestro viaje y después de poco más de una hora estábamos llegando a la casa. Lisa inmediatamente se dirigió a la alberca y metió la mano para sentir el agua.
Le dije que se adelantara mientras yo terminaba de desempacar. Aunque no la vi muy convencida, accedió y cuando vi que ya estaba dentro de la alberca, desempaqué rápidamente todas las sorpresas.
Puse todo sobre la cama, eran dos corsés negros, esposas, mordazas, un látigo, vibradores, lubricante, las pastillas y un par de cosas más que había comprado.
Ahora solo faltaba nuestra “cámara de tortura”. Fui a otro de los cuartos y sobre la viga del techo colgué las cadenas con las que más adelante nos inmovilizaríamos.
Al terminar de preparar todo, me cambié por mi bikini y fui a la alberca para reunirme con Lisa. Salté a la alberca y comenzamos a juguetear, lo cual terminó en un inevitable acto sexual.
Nos habíamos quitado los trajes de baño y nuestros cuerpos desnudos en el agua generaban sensaciones muy agradables. Me encantaba cómo se sentían sus manos sobre mi cuerpo y yo tampoco podía quitarle las manos de encima.
Al ver que Lisa estaba lista para escalar las cosas, me permití darle un placentero orgasmo, pues con todo lo que le esperaba, tenía intenciones de hacerla sufrir.
Lisa estaba posicionada sobre mi pierna y se frotaba frenéticamente contra ella, mientras que ella se estimulaba, nos besábamos con pasión. Mi boca recorrió todo su cuerpo que estaba descubierto del agua, lo que me permitió recorrer su cuello y pechos.
Después de un momento, Lisa alcanzó el clímax y se sentó sobre las escaleras, yo por otro lado, salí de la alberca y le indiqué que me acompañara. No podía pasar un momento más sin mostrarle su sorpresa, quería ver su reacción y empezar cuanto antes.
Segundos después, Lisa estaba llegando a la recámara y debo decir que su reacción me hizo muy feliz. Estaba literalmente boquiabierta y podía ver el asombro en sus ojos.
P: ¿Qué opinas? Es hora de recibir tu premio, campeona. Dije seductoramente.
L: Wow. Fue el único sonido que salió de su boca.
Dejamos al azar quién dominaría primero y afortunadamente yo fui elegida.
P: Yo empiezo. Sonreí de manera pícara. Debemos establecer las reglas, en el lugar donde compré todo me explicaron lo básico. Debemos definir nuestra palabra de seguridad, cuando alguien ya no pueda más deberá de decir la palabra y sólo con esa palabra la otra se detendrá, ¿de acuerdo? Lisa asintió.
L: ¿Cuál será tu palabra? Preguntó con curiosidad.
P: Aún no lo sé, ¿qué se te ocurre?
L: Mmm, la mía será esmeralda.
P: Muy preciso. Dije mirando sus ojos de ese color. Entonces la mía será turquesa . Empezaremos poco a poco, si en algún momento te sientes insegura di la palabra, pero te prometo que todo lo que haré es para tu placer, intenta no contenerte.
Antes de empezar, Lisa observó nuevamente todo lo que había en la cama y se encontró con las pastillas que me habían regalado. Acordamos usarlas en otro momento y comenzamos a prepararnos, Lisa se puso una ropa interior especial y yo me coloqué uno de los corsés negros, medias de red y zapatos puntiagudos.
Tomé un pequeño control remoto y al abrir la puerta del baño, presioné un botón, el cual liberó un choque en las bragas de Lisa y ésta grito. Le expliqué que yo podía premiarla con vibraciones placenteras o castigarla con fuertes descargas dependiendo su comportamiento.
Para comenzar nuestra experiencia, le ordené que me llamara ama, le amarré un collar con correa y debía de caminar de a 4 patas hasta que le indicara lo contrario.
La llevé hasta el jardín y le ordené que me hiciera un masaje de pies. La parte sexual eventualmente llegaría, teníamos todo el día para explorar esa opción y yo quería sentirme segura y poderosa de ordenar y maltratar a Lisa.
Le pedí a Lisa que me trajera una bebida de la cocina, mientras observaba como iba gateando hasta la cocina no pude evitar sentir una extraña satisfacción de humillarla y tenerla a mi disposición.
De pronto, vi que Lisa venía de regreso caminando normalmente, a lo que liberé una descarga de castigo. Corrigió y al entregarme mi bebida volví a castigarla, pues había excedido el tiempo que le había dado para lograr la tarea.
Cada vez que Lisa se retorcía por el dolor de sus castigos, la observaba con detenimiento, me gustaba ver su reacción pues aunque la estaba torturando, sabía que en el fondo lo estaba gozando.
Después de disfrutar de mi bebida y de un delicioso masaje, fuimos a la cocina a preparar la comida. Conforme Lisa realizaba todo, la premiaba o castigaba y al terminar, nos sentamos a comer.
Acabamos nuestra comida, Lisa lavó los platos y decidí que era momento de escalar las cosas. La llevé hasta la recámara con las cadenas y Lisa nuevamente quedó estupefacta.
Reemplacé su collar por una mordaza, retiré su brasier y la colgué en “X” de las cadenas. Presioné por varios segundos el botón de castigo y Lisa se convulsionó ligeramente, trató de liberar algún grito o sonido, pero la mordaza lo impidió.
Quería asegurarme de que a pesar de todo, Lisa no se estuviera lastimando o quisiera bajar el ritmo de las cosas, así que retiré su mordaza.
P: ¿Algo que quieras decir?
L: No, ama. Dijo con determinación.
P: Muy bien, entonces te quedarás ahí mientras regreso.
Salí de la recámara y me dirigí a la cocina, tomé un vaso con agua y me relajé por un momento. A pesar de que estábamos disfrutando de la experiencia, me sentía nerviosa por la parte de los azotes, me sentía insegura sobre la fuerza que debía usar y el daño que podría ocasionarle a Lisa.
Mientras contemplaba mis pensamientos, me di cuenta de que ya habían pasado algunos minutos de que había dejado a Lisa colgada y probablemente sería buen momento para regresar.
Al reingresar a la habitación pude ver la incomodidad de Lisa, sin duda estar en esa posición no debía ser nada placentero, así que decidí premiarla por su esfuerzo.
Vi el cuerpo de Lisa estremecerse de placer y después de unos segundos detuve las vibraciones. Podía ver en sus ojos la necesidad de acabar y liberar finalmente ese orgasmo que había estado provocando a lo largo del día.
P: ¿Te acuerdas de cuando te provoqué por mucho tiempo? Dije de manera pícara.
Lisa asintió con lágrimas en los ojos y pude ver cierto resentimiento en su mirada, estaba segura de que me “odiaba” por tenerla en el límite del orgasmo y no permitirle disfrutar.
Estuve tentada a darle lo que quería, pero esa mirada desafiante debía ser castigada, así que liberé una larga y fuerte descarga. Su cuerpo se agitó bruscamente e inmediatamente quedó inconsciente.
Una ola de miedo y preocupación recorrió mi cuerpo, me acerqué rápidamente hacia ella y cuando estaba por liberarla, vi que movía lentamente su cabeza mientras recuperaba la conciencia.
P: Tranquila, amor. ¿Estás bien? Retiré su mordaza.
L: Si, ¿qué fue lo que sucedió? Dijo alterada.
P: Es algo perfectamente normal, me dijeron que esto podía pasar, es una manera en la que el cuerpo reacciona ante el shock. ¿Quieres parar? Un toque de preocupación se notaba en mi voz.
L: Sigamos, estoy bien. Dijo con seguridad.
Agradecida de que no hubiera pasado a mayores y que Lisa quisiera seguir adelante con todo, la besé delicadamente sobre los labios y recoloqué la mordaza.
Definitivamente se merecía un premio, a lo que deje que las agradables vibraciones la llenaran de placer. Fui a la recámara a preparar lo que seguía y cuando regresé vi a Lisa estremeciéndose de placer.
Detuve las vibraciones y cuando vi que Lisa se había recuperado de su explosión de placer, tomé la fusta y sin aviso azoté su trasero. Vi la reacción de Lisa y a pesar de notarse sorprendida, pude notar que lo había disfrutado.
Comencé a recorrer la fusta por todo su cuerpo y cuando menos se lo esperaba, la golpeaba. Me encantaba ver sus músculos contraerse con el dolor. Quién diría que a ese hermoso cuerpo le quedarían tan bien las marcas rojas de los golpes.
Después de un momento, detuve los azotes y bajé a Lisa de las cadenas, la coloqué sobre la cama y le indiqué que cuando se sintiera lista fuera a nuestra recámara.
Cuando llegó, la recibí con una pose provocadora y un delicado beso, la recosté sobre la cama y la inmovilicé con unas esposas afelpadas que estaban atadas a los barrotes de la cama.
Seguí amenazando su cuerpo con la fusta y me coloqué sobre ella. Era mi turno de disfrutar, a lo que me senté sobre su rostro, dejándolo en contacto directo con mi coño.
P: ¡Empieza! Golpee su abdomen con la fusta.
Lisa comenzó a devorar mi coño con entusiasmo y gran habilidad. Como si estuviera montando a caballo, golpeaba a Lisa para indicarle que no se detuviera y me siguiera comiendo.
Jalé su cabello para sostener su cara lo más cerca de mí y seguir disfrutando de sus lamidas y succiones. Podía sentir su lengua adentrándose en mi vagina, ejerciendo presión y provocando gran placer.
Succionaba mis labios y cada fibra de mi ser se estremecía, estaba llegando al clímax y lo único que pude hacer fue jalar su cara con más fuerza.
Liberé un fuerte gemido y solté su cabello para ver su rostro enterrado entre mis piernas.
P: Más te vale que me dejes perfectamente limpia. Dije de manera autoritaria.
Lisa sonrió y sumergió nuevamente su rostro, esta vez lamiendo lentamente mientras recibía gustosa mis jugos. Al terminar me tumbe en la cama junto a ella, ya era tarde, pero aun nos faltaba algo por hacer.
Retiré la ropa interior de Lisa y le indiqué que se volteara, quedando en sus cuatro lista para recibir mi sorpresa. Lubriqué una pequeña bala vibradora y lentamente la introduje en su ano.
Lisa liberó un fuerte gemido y antes de permitirle disfrutar, recibió una doble penetración pues introduje otro consolador en su coño. Estaba tan mojada que éste entró con facilidad y las embestidas fueron rápidas y fluidas.
Después de un breve momento, Lisa culminó escandalosamente liberando un fuerte grito, sus piernas y brazos perdieron toda su fuerza, generando que cayera rendida sobre la cama.
Retiré ambos consoladores, llené a Lisa de besos, nos cubrí con la sábana y en cuestión de segundos ambas estábamos cayendo profundamente dormidas.
A la mañana siguiente, nos despertamos alegres y nos pusimos a preparar el desayuno. Mientras lavaba los platos, sentí como Lisa se colocaba detrás de mí y besaba delicadamente mi cuello.
L: ¿Estás lista? Me dijo al oído.
P: Me preguntaba cuándo tomarías la iniciativa . Estoy más que lista.
L: Veamos si es cierto lo que dices. Lisa metió su mano a mi ropa interior y sintió mi humedad.
Seguido a esto, Lisa colocó una venda sobre mis ojos y me guio hasta la recámara. Me colocó sobre la cama, comenzó a desvestirme lentamente y mientras lo hacía colocaba besos por todo mi cuerpo.
Al terminar, únicamente vestía las bragas vibradoras. Me puse de pie y esperé a que llegara alguna descarga, pero ésta no sucedió.
Me llevó hasta el jardín, sentía los rayos del sol sobre mi cuerpo desnudo y el paso fresco bajo mis pies. Lisa me indicó que tenía que encontrarla, a lo que algo desorbitada por no poder ver, comencé a caminar sin rumbo, esperando recibir algún tipo de señal.
Tan pronto di un par de pasos, sentí un choqué proviniendo de las bragas. La sensación fue algo dolorosa, lo que me hizo liberar un grito y llevar mis manos a mi entrepierna.
Fue entonces que entendí que Lisa me castigaría si iba en la dirección equivocada y premiaría en la correcta.
Me sentía sumamente vulnerable caminando prácticamente desnuda por todo el jardín, pero eso le sumaba excitación a todo lo que sentía en el momento.
Después de lo que pareció como una eternidad de premios y castigos, seguí caminando y comencé a sentir las placenteras vibraciones en mi coño. Éstas no se detenían, lo que significaba que estaba muy cerca de Lisa, sino es que ya la había encontrado.
Las vibraciones se mantenían y era cada vez más intenso el placer que sentía, era tal la sensación, que cuando estaba cerca de llegar al orgasmo, mis piernas se debilitaron y caí al pasto.
Antes de llegar al clímax, las vibraciones se detuvieron, los cual me frustró demasiado.
P: ¿Dónde estás? Pregunté extrañada, mientras sentía que Lisa me sujetaba y me ayudaba a ponerme de pie . ¿Ya me puedo quitar la venda?
L: Aun no, hermosa. Dijo con calma.
Noté algo diferente en su voz, su tono era tan tranquilo como siempre, pero había cierta autoridad en ella que me hizo sentir algo que no logro explicar. Lo único que sabía, era que todo lo que Lisa me hacía sentir tanto física como emocionalmente, llegaba a lo más profundo de mi ser.
Lentamente me guio al interior de la casa e inmediatamente supe que era mi turno de ser colgada de las cadenas, sin embargo la incertidumbre de qué es lo que Lisa me haría, me tenía algo nerviosa.
Lisa amarró mis muñecas y tobillos y en cuestión de un par de minutos, me encontraba colgando de las cadenas. Pude sentir a Lisa salir de la habitación y por un momento todo estaba en absoluto silencio.
Mis nervios aumentaban pues temía que inesperadamente sucediera algo, mi cuerpo temblaba y no podía hacer nada para controlarlo. Sentía miedo, excitación y nervios, todo al mismo tiempo.
De pronto Lisa entró a la habitación y con delicadeza me colocó la mordaza. Instintivamente intenté hablar y la mordaza lo evitó, eso solo me hizo sentir aún más nerviosa, pues no sabía cómo diría mi palabra de seguridad en caso de que la necesitara.
Seguía pensando sobre eso, cuando mis ideas se vieron interrumpidas por un fuerte dolor en mis pezones, Lisa había colocado una pinza en cada uno y el dolor me llevó a agitarme.
Retiró mi venda y al ver mis pechos siendo objeto de tortura, me sentí exasperada. En ese momento, Lisa haló fuertemente mi cabello, lo que me posicionó a quedarme viendo el techo.
Sin aviso recibí una nalgada y golpes de la fusta, estos eran aleatorios y cada vez eran más fuertes, pero no me importaba, estaba impresionada de lo placentero que era que Lisa infringiera ese dolor en mí.
Era la dosis perfecta de fuerza y ubicación de los golpes para no lastimarme, pero si para generar un pequeño ardor excitante. Por otro lado, la mordaza le daba un toque intenso a la situación pues de alguna manera, todo lo que sentía fuera dolor o placer, no tenía manera de exteriorizarlo y se quedaba en mi cuerpo.
Después de muchos golpes, Lisa se retiró de nuevo y regresó con hielos, tomó uno y comenzó a recorrerlo por mi cuerpo. Retiró las pinzas y colocó el hielo en mis pezones.
La sensación era muy agradable y refrescante pues la temperatura del lugar era bastante cálida. Mientras recorría el hielo por mi espalda, siguió descendiendo hasta que lo colocó sobre mi coño.
Lo movía lentamente a lo largo de mi rajita y eso generaba que me estimulara, pero que al mismo tiempo, el frío del hielo incomodaba mi zona íntima. De alguna manera, Lisa sabía cómo balancear perfectamente el dolor y el placer.
Después del hielo, repentinamente sentí como Lisa introducía la bala de plata en mi ano. Las vibraciones eras excelsas y mientras me dejaba llevar por el disfrute que sentía en mi trasero, vi a Lisa salir nuevamente de la habitación.
No tenía mucho que se había ido cuando explotó un orgasmo en mi interior. Había sido una sensación muy potente y sabía que con un poco de tiempo podría tener otro.
Mi cuerpo se movía constantemente en las cadenas y quería gritar y gemir por todo lo que sentía, pero mis esfuerzos eran inútiles con la mordaza aun en mi boca.
Comencé a sentir como se acumulaba el placer en mi trasero y cuando estaba por explotar de nuevo, Lisa regresó.
L: ¿Cuántos orgasmos has tenido desde que me fui? Retiró la mordaza.
P: Dos. La palabra apenas salió de mi boca.
Lisa sonrió con satisfacción y retiró la bala. Me descolgó, me colocó sobre la cama, me dio un poco de agua y comenzó a acariciarme delicadamente mientras me reponía.
Debieron pasar solo unos minutos cuando empecé a sentirme considerablemente mejor. A pesar de que mi cuerpo estuvo colgado mucho tiempo y me sentía algo adolorida, la energía regresó rápidamente a mi cuerpo.
Un fuerte deseo me abordó y empecé a besar a Lisa apasionadamente, ésta me correspondió automáticamente. Con esa fuerza que la caracterizaba, me cargó y sin dejar de besarnos, me llevó hasta la recámara.
Nos recostamos sobre la cama, nos quitamos el resto de nuestras prendas y mi boca recorrió el cuerpo de Lisa, saboreándolo, besándolo, lamiéndolo y haciéndolo absolutamente mío.
Mientras comía su coño, no podía evitar una intensa necesidad de darle el mayor placer posible, pero a la vez mi cuerpo me pedía más. Así que mientras la devoraba, comencé a masturbarme.
Lisa gemía fuertemente y sabía que tenía que enfocarme en ella, así que retiré mis dedos que jugaban con mi clítoris y los llevé con determinación a penetrar a Lisa.
Mis lamidas avorazadas y mis dedos moviéndose rápidamente, la llevaron a explotar en un grandioso orgasmo.
De pronto, Lisa empezó a colocarse el arnés doble y mientras esperaba a que estuviera lista, me abrí de piernas y seguí estimulando mi clítoris. Cuando ya había colocado todo en su lugar, posicionó la punta del grueso consolador en la entrada de mi vagina y sin más me penetró con fuerza.
Sus movimientos eran rápidos y fuertes, el placer era inmenso y aun así no me parecía suficiente. La quería lo más adentro y profundo de mí, a lo que la jalé más cerca de mi cuerpo y la sujete con toda mi fuerza.
Mis caderas se movían con ella y mis uñas se enterraban en su espalda evitando que se separara de mí.
Al estar libre la mordaza, me permití gritar y gemir todo lo que no se me había permitido anteriormente. El placer que sentía era algo impresionante, nunca había sentido algo así y por un momento me parecía inexplicable que me sintiera de esa manera.
De pronto, de manera fugaz vino a mi mente la pastilla y eso me liberó de cualquier duda que tenía, probablemente Lisa me la había dado en algún momento y estaba agradecida de que lo hubiera hecho. Lo que estaba sintiendo, era algo de otro mundo.
Ambas llegamos a un clímax majestuoso, nuestros cuerpos cansados se colapsaron uno encima del otro y cuando pensé que era momento de descansar, sentí nuevamente una urgencia de sentir placer a como diera costa.
P: Cógeme más, por favor, necesito más. Supliqué.
Con fuerza y habilidad, Lisa me giró para quedar en mis cuatro y sin más, me penetró de nuevo. Sus embestidas eran profundas y me satisfacían como tanto lo necesitaba.
De vez en cuando, me daba una fuerte nalgada que complementaba el placer y rudeza del acto, dándome lo que mi cuerpo tanto añoraba. Ambas gemíamos con fuerza, pero Lisa liberaba unos gruñidos primitivos del esfuerzo sobrenatural que hacía para satisfacernos a ambas, los cuales me parecían sumamente excitantes.
Después de un intenso momento, ambas culminamos simultáneamente. Esta vez nos permitimos caer sobre la cama y por unos segundos nos quedamos recostadas viendo al techo.
Sentía que estaba hirviendo, pero no identificaba si era por la temperatura del cuarto, el esfuerzo o si mi cuerpo seguía lleno de excitación.
P: Estoy muy caliente, amor, no puedo más. Dije agitada.
L: Si estás tan caliente, vamos a refrescarte. Dijo de manera pícara.
Me jaló hacía ella, nuevamente me cargó y de pronto entendí lo que quería hacer. Se movía rápidamente hacia la alberca, a lo que comencé a retorcerme y a pedirle que me bajara.
En un brusco movimiento logré liberarme, pero Lisa estaba determinada en llevarme al agua, por lo que empezamos a correr por todo el jardín.
Una euforia nos consumía, gritábamos emocionadas y jugueteábamos por todos lados. Logré evadirla y cuando estaba por entrar de nuevo a la casa, sentí sus manos en mi cintura y me haló hacia ella.
Me giró rápidamente y me fijó contra la pared, me besaba desenfrenadamente y tocaba mi cuerpo con ímpetu.
Lisa me mantenía inmovilizada entre su cuerpo y la pared mientras que se restregaba contra mi cuerpo. A pesar de que la aspereza del muro me lastimaba la espalda, sus besos y toqueteos eran mi mayor gozo.
Comencé a prenderme de nuevo y dirigí mi boca a su cuello, besándolo con la misma pasión que ella lo hacía en el mío. La mano de Lisa se dirigió hacia mi coño y podía sentir sus dedos jugueteando en mi coño preparándose para entrar.
Fue tan intensa la sensación de sus dedos entrando en mí que la mordí ligeramente sobre el hombro. Ambas gemimos y sabía que era momento de ir de nuevo a la cama.
P: Vamos al cuarto. Dije entre besos, pero Lisa no se detenía. Amor, espera, vamos adentro.
Moría de ganas de tener otro orgasmo, pero la posición en la que me encontraba era demasiado incómoda para lograrlo y por otra parte sabía que Lisa también necesitaba desahogarse más.
Lisa se encontraba en un trance en el que solo estaba enfocada en frotarse contra mí, besarme y tocarme, a lo que tuve que sujetar su rostro entre mis manos y hacer que me viera a los ojos.
P: Lisa, guapa, ¿me escuchas?
Aunque no me respondió, pude notar que Lisa conectó ligeramente conmigo, a lo que le volví a decir que fuéramos al cuarto. Algo en sus ojos me causo algo de temor, era como si Lisa no estuviera ahí y algo la hubiera poseído.
Sin decir una palabra, nos fuimos al cuarto y una vez ahí, reanudamos la acción tal como lo estábamos haciendo momentos atrás.
Esta vez yo era la que estaba desesperada por hacer a Lisa mía, a lo que la aventé sobre la cama e inmediatamente me coloqué en un 69 para que ambas pudiéramos devorarnos y darnos el placer que tanto deseábamos.
Lisa me comía con habilidad pero principalmente comenzó a penetrarme con sus dedos y a jugar con mi clítoris, mientras que yo únicamente utilizaba mis dedos para abrir los pliegues de sus labios y así permitirle una mayor entrada a mi lengua.
En cuestión de segundos ya estábamos culminando de nuevo y esta vez el cansancio venció a Lisa pues justo después de su orgasmo, pude escucharla suspirar profundamente, girar sobre la cama y no se volvió a mover.
Yo también me encontraba sumamente cansada y no había una parte de mi cuerpo que estuviera exento del dolor que sentía, especialmente mi coño que estaba bastante irritado.
Fui al baño a colocarme un poco de pomada para el dolor, inmediatamente regresé a la cama y caí dormida.
Podía suponer que era aun de madrugada cuando sentí que Lisa se movía y se paraba de la cama, quería despertarme para asegurarme de que estuviera bien, pero mi agotamiento era mayor y nuevamente me dormí.
En la mañana, me levanté con un ligero dolor de cabeza y ardor en diferentes partes de mi cuerpo, a lo que decidí darme un baño con agua fría para refrescar las heridas.
Me puse mi traje de baño y unos shorts de mezclilla y al salir del baño podía oler algo delicioso que provenía de la cocina. Lisa estaba preparando el desayuno y al llegar a donde estaba, nos recibimos en un tierno abrazo y beso.
P: ¡Qué noche la de ayer!
L: Vaya que lo fue. Hablando de eso… ¿qué fue lo último que sucedió? Dijo consternada.
P: ¿Te refieres al 69? Lisa se veía sumamente confundida y preocupada. ¿Qué sucede?
L: No tengo recuerdo alguno de eso. Dijo preocupada.
P: Vaya, esas pastillas pueden ser sumamente peligrosas.
L: Ni que lo digas.
P: Fueron maravillosas, pero peligrosas aun así. Aunque sigo dudando de cuando me diste la mía.
L: Después de colgarte, la diluí en el agua.
P: Claro, sospeché que había sido en ese momento. Hice una pausa. ¿Qué es lo último que recuerdas?
L: Cuando estabas de perrito.
P: Wow, tienes una laguna de más de 30 minutos. Me sorprende, pues tu seguías muy activa.
L: ¿Estás bien? ¿No hice nada que te lastimara? Dijo agobiada.
P: Tranquila, guapa. Coloqué mi mano sobre su mejilla. Todo fue muy intenso y algo brusco, pero no hiciste nada malo, no te preocupes. Inmediatamente pude sentir como Lisa se relajaba.
Le relaté todo lo sucedido en el lapso que ella no recordaba y Lisa se sorprendió de todo lo que habíamos hecho en ese inter. Llevamos nuestro desayuno a la mesa y comimos con tranquilidad.
Al terminar, mientras que yo me lavaba los dientes, Lisa se estaba poniendo su traje de baño y no pude evitar ver todas las marcas en su espalda. Comencé a recorrerlas lentamente con mi dedo índice y podía ver el dolor que algunas de ellas le ocasionaban.
P: ¿Te duele mucho? Dije besando su espalda.
L: No mucho, solo hay algunas marcas que están algo sensibles, como esta. Señaló su hombro y vi una marca de mordida.
P: Lo siento tanto, mi amor. Apenas recuerdo cuando lo hice, no pensé que lo hubiera hecho con tanta fuerza.
L: No te preocupes, ya se pasará y la ropa lo cubrirá, los que me preocupan un poco son esos chupetones que se asoman de mi cuello, tendré que ver la manera de esconderlos. Lástima que no estamos en invierno para usar cuello de tortuga. Rio alegremente.
Nos fuimos a la alberca y yo me recosté sobre un inflable mientras Lisa nadaba y me paseaba por toda la alberca.
L: Gracias por todo. Ha sido de los mejores fines de semana de mi vida. Besó mi mano.
P: Me alegra que lo hayas disfrutado, pues yo también lo hice. Acaricié su mano de vuelta. Gracias a ti por compartirme tu fantasía, si de por sí pensé que cogías de maravilla, este fin ha llevado las cosas a otro nivel. Ambas reímos .
Inesperadamente, Lisa hundió el inflable, lo que me llevó al agua con ella. Amabas reímos cuando emergí y nos abrazamos delicadamente. Al salir de la alberca nos recostamos juntas en un camastro y nos quedamos ahí por un largo tiempo.
No podía dejar de besarla, de abrazarla y acariciarla, no podía dejar de expresarle cuánto la quería y lo feliz que estaba a su lado.
Después de comer, decidimos ir un rato más al jardín a terminar de aprovechar el día. Estábamos recostadas en el pasto viendo las nubes cuando pensé que después de nuestra gran aventura sexual, aun me quedaban ganas para hacer una cosa más, el amor.
P: ¿Y si lo hacemos una última vez antes de irnos? Dije con una sonrisa, expectante de la respuesta de Lisa.
Lisa únicamente sonrió de vuelta y empezó a besarme delicadamente. Nos quitamos la ropa y nos recostamos en un camastro, Lisa debajo y yo sobre de ella.
Comencé a frotarme lentamente contra su cuerpo y nuestros clítoris se estimulaban entre ellos. La ternura y sutileza de nuestros movimientos generaban una sensación muy agradable.
Los besos y las caricias no pararon durante todo el acto y después de un momento, mis movimientos se volvieron más profundos pero se mantuvieron igual de lentos. Lo que quería era que cada parte de mi zona íntima estuviera en contacto con la de ella.
Minutos después, nuestras respiraciones se volvieron más hondas y sentí el placer acumularse en mí, un par de frotes más y ambas estábamos llegando a un orgasmo que aunque no fue explosivo, fue sumamente placentero.
Nos quedamos abrazadas, era tal mi calma de dormité por unos minutos, al regresar a la realidad, miré a Lisa.
L: Te amo.
P: Yo también te amo. Dije con una sonrisa y la besé.
Por primera vez en toda mi vida, esas dos palabras salieron de mi boca y estaba segura de que las sentía en toda su extensión.
A pesar de nuestra oposición de regresar a la vida real, empacamos las maletas y fuimos de regreso a la ciudad. Durante el trayecto, conversamos sobre la opción de hacer una nueva apuesta y ambas estábamos determinadas a ganar si se llega a presentar la competencia.
Lisa me llevó a mi departamento y después de una pequeña sesión de besos, nos despedimos. Al entrar a la casa, Mónica estaba en la sala de TV terminando de ver una serie de televisión. Me pidió que le contara sobre el fin de semana pero al ser un poco tarde, prometí darle todos los detalles al día siguiente.
Me puse la pijama y mientras me acomodaba para dormir, pensaba en lo satisfactorio que había sido el fin de semana. No solo sexualmente, también emocional y espiritualmente, el hecho de que Lisa y yo nos hayamos entregado ciegamente y confiáramos de esa manera una en la otra, me hizo darle un valor adicional a la ya increíble relación que teníamos.
A punto de dormir, me llegó un mensaje de Lisa con una de las fotos que nos tomamos en el jardín, la cual decía: “Te amo, soy la más feliz a tu lado.”
Inmediatamente le respondí: “Te amo, te amo, te amo. Gracias por ser parte de mi vida. Descansa, mi amor.”
Me encantaba decirle “te amo”, Lisa era la primera a la que se lo decía y una parte de mi deseaba que ella fuera a la última y única a la que se lo dijera.