A través de la pantalla. The Big Bang Theory 2
Tras someter a Bernadette, su amo decide ir en busca de Penny. No tiene éxito pero encuentra una nueva chica a la que romper todos los esquemas.
Había amanecido hacía algunas horas y Bernadette había estado preparando el desayuno. Las cosas habían cambiado mucho en apenas unas horas. Howard se había trasladado a su antiguo dormitorio y ella compartiría la habitación principal con su amo mientras estuviese allí. Howard había gritado muy alto cuando había entrado en la casa y había visto la polla de su señor en lo más profundo de su garganta. Pero él había conseguido que aceptase la situación con un par de palabras… tenía tanto poder. Esa idea la excitaba aún más.
Llevaba una bandeja en las manos con tortitas, sirope y mantequilla. También café y zumo. Se había vestido para él, con un sugerente corsé negro de encaje, unas medias de rejilla y unos guantes largos. No se había puesto ropa interior, pues era consciente de que no la necesitaría dentro de casa nunca más.
Su amo aún dormía cuando ella entró en la habitación. Estaba tumbado sobre la cama, boca arriba, y a sus ojos no escapó que se había formado una tienda de campaña en su entrepierna. Al instante su sexo, se contrajo, como si se tratase de sus tripas, producto del hambre. Dejó la bandeja de desayuno a un lado, en silencio, y bajó la sábana. Se quedó observando aquel falo que ya sentía conocido, y miró a su amo que aún dormía.
Con la agilidad y el silencio propios de una felina, se movió por la cama y se puso sobre él. Se dejó caer lentamente y se penetró a sí misma de un solo envite. Se le escapó un sonoro gemido que no pudo evitar. Y entones fue cuando sintió que las manos de él se aferraban a sus nalgas, y una sonrisa de plena felicidad apareció en su rostro.
_ Buenos días, Bernie…_ La saludó él.
_ Buenos días, Amo._ Dijo ella, con las mejillas sonrojadas._ Lo siento si me he… extralimitado.
_ No… está muy bien. Es genial que te despierten así._ Acompañó sus palabras con una sonora nalgada como recompensa._ Eres toda una putita, Bernie. ¡Mira cómo te has vestido! Y eso que yo no te he pedido nada.
_ Sí… soy tu putita._ Ese pensamiento la llenaba.
Empezó a moverse sobre él, sintiendo cómo el ansiado placer la desbordaba. Y entendía que eso lo era todo, que nunca se sentiría tan completa como siendo follada y humillada por ese hombre cuyo nombre desconocía, pero que consideraba mucho más divino que cualquier figura a la que nadie rezara. Él apretaba sus nalgas mientras ella continuaba saltando.
_ Joder… sí… más… más fuerte._ Decía, totalmente convencida de que si se partía en dos habría merecido la pena.
Cuando él empezó a azotarla, a golpearla con fuerza, ella aceleró sus movimientos. Sus enormes pechos, clamando libertad, se escaparon del escueto corsé y empezaron a botar de un lado a otro. Él no se molestó en ocultar su interés y la empujó ligeramente para morderlos con fuerza. Él la aferró, disfrutando de sus curvas, fundiéndose con su escote. Clavó sus uñas en una de sus nalgas, pero ella, lejos de quejarse, lo aplaudió.
El orgasmo que sobrevino a ambos provocó que sus gritos se convirtieran en gruñidos fuera de lo que a algunos parecería humano. Bernadette se separó lentamente de su señor, y lo besó en los labios con ternura, abrazándose a él, mirándole con los ojos de una chiquilla enamorada.
_ Amo…_ Se acurrucó._ ¿Es malo que me sienta celosa de que quieras tener a Penny?
_ Es natural pero… tienes que aceptarlo._ Le dijo él, acariciándole el pelo._ Voy a tener a muchas mujeres. Pero… tú eres la primera. Y eso siempre te hará especial.
Bernadette asintió, sintiendo cómo esos celos desaparecían por completo de su mente. Ella era la primera, y todas las que fueran folladas por su señor serían unas segundonas.
_ Creo que Penny estará en el piso de Sheldon hoy. Puedes abordarla allí y hacerla tuya…_ Se apoyó en su abdomen, disfrutando de él un poco más. Después de todo, en breve tendría que llevarle.
El viaje fue divertido. Vestida como estaba, sólo añadiendo un culotte para cubrir sus partes íntimas, atraía las miradas de todos. Nunca se había sentido tan deseada. Cuando aparcó y se bajó, no tuvo reparos en dirigirse hacia el piso contoneándose. Sabía que él la estaba siguiendo y quería remarcar cada una de sus formas.
Subió las cuatro plantas y luego tocó directamente en el piso de Sheldon. Él se quedó esperando a que alguien abriese la puerta. Y lo hicieron, pero ni fue Penny, ni Sheldon. Ni tan siquiera Leonard.
_ Priya._ Saludó la rubia.
La morena no pudo evitar sorprenderse al verla vestida como estaba. Sería difícil no tacharla de fulana con una vestimenta como aquella. De no haber sabido que estaba casada y que tenía un doctorado, lo cierto es que la habría situado en una esquina sin demasiadas dudas.
_ Bernadette… ¿Quién es tu amigo?_ Preguntó, mirándole.
_ Invítanos a pasar._ Dijo él, con voz grave.
Priya se quedó un segundo en silencio pero rápidamente su cerebro hizo la conexión que aquel hombre estaba esperando.
_ Claro, claro. Adelante. No vamos a seguir hablando en el pasillo._ Dijo la morena, haciendo un hueco para que pasaran.
_ ¿Estás aquí sola?_ Preguntó él.
_ Sí. Leonard ha tenido una emergencia… al parecer Sheldon se ha… perdido, o algo por el estilo.
Priya no razonaba que le estaba contando detalles de su vida a un desconocido, por insignificantes que fueran.
_ Cierra la puerta, Bernie.
Mientras la rubia cerraba la puerta, Priya no pudo evitar pensar que había algo que marchaba mal. Se quedó mirando a la rubia mientras manipulaba los cerrojos. Cuando se giró, lanzó un grito. El desconocido estaba desnudo, sentado en el sitio de Sheldon, mirándola fijamente con ojos lujuriosos.
_ ¡Bernadette, ¿Quién es este tío?!
_ Él es mi amo y señor.
_ Y el tuyo también._ Dijo él.
_ ¡Que sea mi amo no le da derecho a sentarse en el sitio de Sheldon!_ Exclamó ella, furiosa.
_ Deberías estar más preocupada por la cantidad de ropa que llevas y no de donde me sientes. ¿Quieres poner furioso a tu amo?
Priya se sentía perdida. Por supuesto que no quería enfadar a su amo. Así que se miró. Y comprobó la ropa que llevaba. Tenía uno de sus elegantes trajes pantalón, sobrios y elegantes. No podía ser que llevase poca ropa. Miró a Bernadette, que se había sentado en el lugar que normalmente ocupaba Leonard. Hacía unos minutos le había parecido vulgar. Ahora se daba cuenta de que con ese vestuario debía estar consiguiendo que su amo estuviera interesado en ella. Y sintió envidia.
_ Llevo demasiada ropa._ Dijo, con convicción._ Lo siento, amo.
Sin pensar realmente en lo que hacía, tiró su americana al suelo y se despojó de la falda. Su amo se mantenía en silencio, observándola. Priya se sintió repentinamente insegura mientras arrojaba la ropa al suelo y se quedaba allí, con su ropa interior roja con encajes negros. Se la había puesto para intentar recuperar a Leonard… pero podía servir a otro propósito.
Él la invitó a acercarse con el dedo, y ella lo hizo. Se colocó sobre él y le besó en los labios, provocadora. Su cerebro había dejado de funcionar con propiedad y su clítoris se había convertido en el centro de su pensamiento. Escuchó un gemido y se giró.
Bernadette tenía los dedos en lo más profundo de su coño, húmedos, empapados. Al verse observada la miró, y Priya se puso aún más cachonda. El saberse observada elevaba el morbo de aquella situación. Notaba la polla de su amo latiendo contra su abdomen, y supo que necesitaba ponerle remedio.
_ ¿Cómo puedo complacer a mi amo?_ Preguntó, pidiendo desesperadamente su permiso para empalarse, para llenar su boca… para usar sus tetas… para hacer lo que él quisiera.
_ Entrégame tu culo, Priya._ Le dijo él, directo.
Priya se estremeció. Su culo era virgen. Ni Leonard ni ninguno de sus otros amantes había osado si quiera insinuar con pedirlo. Sólo ocurrió una vez, muy por encima, y ella había dejado claro desde un principio que no le entregaría su culo a nadie… hasta ese día.
_ Amo… soy Virgen por el culo._ Le explicó, pidiéndole comprensión.
_ Entiendo._ Dijo él, que en ese momento le desabrochaba el sostén._ Bernie, trae lubricante para este caramelito.
_ ¿Caramelito?
_ Sí… así te llamas ahora… caramelito._ Dijo él, dándole un buen azote en el culo.
_ Soy un caramelito…_ Dijo, ronroneando.
Su amo le sobaba y lamía los pechos, sin ninguna prisa, mientras Bernadette volvía con un gran bote de lubricante. El amo metió dos dedos en su sexo y la tocó sin demasiadas prisas. Ella le besaba, frustrada. Necesitaba aquella polla y su amo no se la daba, porque sólo había un sitio por el que quería que la recibiera.
Bernie estuvo en silencio mientras tomaba el lubricante y empezaba a trabajar en el culo de Priya. Pensó que estaría celosa y, sin embargo, cada vez estaba más cachonda. Metía los dedos en el culo de aquella mujer india y eso la excitaba cada vez más. Imágenes de ella misma lamiéndole el esfínter empezaban a formarse mientras iba ensanchando aquel estrecho y sonrosado agujero.
_ ¡Por favor, métemela ya!_ Gritó la morena.
_ ¿Metértela?_ Él se rio._ Eres tú la que va a sentarse sobre mi polla.
Pues claro. Él era el amo. Él decidía la postura. Se puso de espaldas a él y se fue inclinando lentamente. Bajo ella, Bernadette le guiñó el ojo para darle confianza y volvió a sentarse, volviendo a sus tocamientos. Priya nunca había sido lesbiana y, sin embargo, ver a aquella mujer tocándose con su imagen hizo que en el momento en que aquella enorme polla empezó a entrar en su ano, fuese el mismo en el que su coño chorreó de una forma jamás sentida para ella.
_ Hasta el fondo, Priya. No temas… no te va a doler.
E, increíblemente, no le dolió cuando aquel enorme mástil la llenó por completo. Se quedó quieta, estremeciéndose cuando la mano de su amo empezó a hurgar en su intimidad. Gimió lentamente. No escuchó a Bernadette cuando se puso en pie, pero cuando abrió los ojos entre un gemido y otro, la vio frente a ella, tocándose. La rubia la tomó del cuello y le dio un beso de tornillo.
Fue en ese momento en el que su amo le dio una nalgada sonora. Y ella, como toda una yegua, empezó a cabalgar aquel enorme rabo al tiempo que Bernadette la magreaba. En ese momento, y por mucho que la librasen de aquel hechizo, sabría que jamás sentiría ese placer… y su vida no volvería a estar completa.
Su amo la aferró fuerte, moviéndose al compás de ella, mientras Bernadette clavaba en su espalda sus uñas, dejándole marca. Se estremeció cuando él la aferraba, besándole el cuello. Su culo estaba lleno de semen, y nunca había sido tan feliz.
Se agradecerán los comentarios para mejorar en el futuro.