A través de la Pantalla, Doctor Who 2

El poder absoluto se puede usar para fines egoístas, es lo que nuestro protagonista lleva haciendo desde el principio. Y, sin embargo, también pueden hacerse cosas buenas con él. Él ha decidido probarlo, para variar.

El doctor se observaba a sí misma a través de los reflejos de la máquina. Su señor estaba en lo más profundo de su ser, en su cabeza, pero le ocultaba sus pensamientos. A él le gustaba mucho estar dentro de ella, usando sus conocimientos, las sensaciones de su cuerpo. Y a veces, simplemente se quedaba allí dentro, observando mientras pensaba.

Pero cuando tomaba el control, como había hecho en aquel instante, lo hacía con delicadeza, y ella siempre claudicaba como acababa de hacer. Y, sin embargo, no pudo evitar sentir cierto desasosiego al notar lo que estaba haciendo con los controles de la máquina.

_ ¿Qué estás haciendo? _ Su voz escapó de entre sus labios, temblorosa.

_ Nos vamos a otro universo. _ Contestó él, como si fuera lo más natural del mundo. _ Bueno, uno de por aquí, no como suelo hacer.

_ Pero… no se puede…

_ Tú no puedes doctor… _ Corrigió, mientras el sonido de la maquinaria se detenía.

Que El Doctor supiera, aquello debía haber terminado con la vida de la TARDIS, como había sucedido la primera vez que se había salido del vórtice temporal. Y, sin embargo, allí estaba, intacta, viva. Se estremeció mientras notaba cómo él salía de la nave. Y repentinamente se vio sola en su propio cuerpo. Él apoyado en las puertas de la nave. Elevó la vista y se encontró con el cielo anegado de zepelines. Sus corazones, instintivamente, se contrajeron.

_ Creo que ya sabes para qué te he traído aquí… para quién. _ Dijo él, mirándola.

_ Rose… _ Susurró, estremeciéndose.

_ Adelante… _ Dijo, mirándome.

_ ¿Quieres que vaya sola? _ Alzó una ceja, extrañada.

_ No osaría interponerme… ya me divertiré con ella más tarde. Vendrá con nosotros, por supuesto. _ Se encogió de hombros, como si fuera obvio.

_ Sí… claro.

_ Doctor…

_ ¿Sí?

_ Corre.

Y lo hizo. Salió corriendo calle abajo, con toda la fuerza que le permitían sus piernas. Él se quedó apoyado en las puertas de la TARDIS, observándola correr calle abajo.

_ ¿De verdad no vas a intervenir? _ Preguntó Clara, posicionándose a su lado. _ Esto no te pega.

_ También tengo mi corazoncito, Clara. _ La tomó del mentón y la miró a los ojos. _ A veces también pienso con la cabeza y con el corazón.

La morena se aferró a su tacto y le besó los dedos cuando subió la mano. Tiró con delicadeza de su mano y entraron en la sala de control de la TARDIS.

_ Me gusta esta faceta tuya. _ Susurró, mientras le besa en los labios. Él instintivamente llevó las manos a sus nalgas y se las aferró, provocando que ella gimiera.

Clara notó cómo su humedad se escurría por sus piernas bajo su falda. No llevaba bragas, ya nunca las llevaba, quería estar disponible para él. Sin dejar de besarse, lograron encontrar el cierre del pantalón y bajarlo de un tirón. Clara parecía desesperada mientras le bajaba el calzón.

Sin llegar a desvestirse, y manteniéndose apoyados en la baranda de la sala de control, Clara quedó a su merced de un salto. Él aferró sus nalgas y la sujetó. Ella se aferró a su cuello para no caer y con un hondo gemido y un sonido de chapoteo, indicó que la había penetrado. No fue rápido. Los vaivenes llegaban lentamente mientras la muchacha movía la pelvis para acomodarse a aquella extraña postura, notando sus pezones rozarse contra la ropa.

Inconscientemente sonreía entre sus gemidos. Se sentía feliz porque él estaba feliz. Aprovechó su postura para gemirle en la oreja y él pareció entender el mensaje, porque empezó a bombearla más intensamente. Clara se estremeció, aferrándole con ambos brazos. Su cuerpo entero se estremecía mientras él se descargaba en su interior.

Se quedaron unos minutos así, respirando con calma, disfrutando de la debilidad posterior al orgasmo. Clara se sintió arropada. Él le acarició el pelo y la miró a los ojos.

_ ¿En qué piensas? _ Preguntó ella, mirándole a los ojos.

_ En que pronto voy a volver a casa. _ La tomó del mentón. _ Y en que te quiero, Clara.

Le besó la mejilla, y ella se sonrojó. Él tosió y se recompuso un poco. Clara se bajó de él y se deslizó en el suelo, dejando limpio su miembro con delicadeza, como ya era costumbre, sacándole un último gemido antes de subirle el pantalón. Se acomodó en su pecho, sintiendo cómo la rodeaba con el brazo, y ambos se quedaron observando las pantallas de la TARDIS, y cómo mostraban al Doctor. Parecía que había dejado de correr.

Rose Tyler se detuvo en seco, sus ojos se cruzaron con los de aquella mujer que se había detenido justo frente a ella, a unos diez metros. Y cuando sus miradas se cruzaron… lo supo. Algo en su corazón se lo indicó mientras comenzaba a correr en su dirección. Se quedó quieta, como una estatua, incrédula, inmóvil.

El Doctor corrió en su dirección, y la rodeó con los brazos. Rose notó el inconfundible sonido de los dos corazones, y la rodeó con los brazos sin cuestionarse nada más. No le importaba que fuera una mujer, no le importaba que hubiera cambiado. Era él. El Doctor. No necesitaba saber nada más.

_ Creía que nunca volvería a verte… _ Susurró, mirándola. Sonrió, sonrió como una tonta.

Había pasado meses desde que se había quedado sola, desde que “el otro” doctor había muerto. Empezaba a pensar en la amarga soledad asociada a envejecer sola. Y ahora él… ella, estaba allí, abrazándola.

_ Rose Tyler, te quiero.

Para Rose fue un estremecimiento, pero para el doctor, fue una liberación poder decir esas palabras, esas que habían muerto en sus labios tanto tiempo atrás, antes de poder decirlas. Habían sido siglos en los que nunca había podido olvidarla del todo. Rose la tomó del mentón y la besó con intensidad.

_ Por favor… llévame contigo.

Lo suplicó. Desde lo más profundo de su corazón, Rose se lo suplicó. No había nada en su vida que pudiera compararse con estar con el Doctor. Es por eso que cuando sonrió y asintió, su mundo se trastocó como ya lo había hecho antes otras veces. Le tomó de la mano y sin pararse un segundo a pensar en lo que dejaba atrás, la siguió al interior de la TARDIS.

Ella no habló, pero tomó a Rose por la cintura y la besó en los labios. Ella se estremeció, con los ojos muy abiertos, sorprendida. No se esperaba aquello. Pero se recompuso rápidamente, cerrando los ojos y devolviendo el beso. Se separó y la miró a los ojos, sonrió.

_ Has cambiado mucho… _ Le acarició la mejilla. _ Y no sólo por fuera.

El Doctor aún no asimilaba que tuviera a Rose delante de sus ojos, ni la forma en la que todos sus tabúes se habían roto. Tampoco se cuestionaba por qué no se cuestionaba. Por primera vez en probablemente toda su larga vida, sencillamente actuaba porque deseaba algo. Y deseaba a Rose Tyler.

_ ¿Eso te molesta? _ Le preguntó, recordando sus reacción la primera vez que se regeneró.

_ No. Apruebo el cambio, de hecho. _ susurró, con una risita. _ Y bien… ¿Hasta dónde llegan los cambios, chica maravilla?

_ Hasta el final. _ Respondió, segura.

_ ¿Hasta el final… final? _ Insistió Rose, recordando lo recto que solía ser.

Por respuesta, él la cogió en brazos y la besó intensamente. Caminó por la TARDIS y la arrojó sobre una cama. Ni sabía que habitación era, pero cuando sus labios aferraron los ajenos, dejó de importar. Presa de una prisa desbocada, hizo jirones las prendas de Rose, buscando alcanzar sus pechos.  Los mordió con intensidad.

El sabor le embriagó. Enloquecida, buscó el contacto del cuerpo ajeno, saboreando la piel de Rose, aquella fruta prohibida que con tanto esmero se había negado. Le arrancó las bragas con los dientes, y cuando su lengua alcanzó su sonrosado sexo, Rose empezó a gemir con entusiasmo.

_ Doctor… _ ronroneaba, acarician su cabeza.

Rose estaba en una nebulosa, sonriendo de felicidad plena. Se dejó hacer, acariciando lentamente sus pechos mientras la miraba a los ojos y la dejaba trabajar. El Doctor le estaba mordiendo el clítoris, era una fantasía recurrente que finalmente se hacía realidad. Sólo había podido fantasear. Se había pasado años fantaseando.

Y quizá por eso se corrió tan rápido. Su sueño hecho realidad la superó. El doctor se quitó la ropa sin prisas y se colocó sobre ella, encajándose para frotar ambos sexos. Se entretuvo besándola, primero en los labios y luego en el cuello. Rose estaba en Shock, sencillamente se dejó llevar, recorriendo el cuerpo ajeno con los dedos. Los orgasmos se fueron sucediendo mientras el doctor seguía frotando su piel contra la suya.

Literalmente, estuvieron follando hasta quedarse sin energías y dormirse en aquella misma postura. Por eso, cuando el Doctor despertó, encontrándose sola, se extrañó. La respuesta no tardó en llegar. Los gemidos de la habitación contigua la atrajeron como la miel a las moscas.

Rose estaba cabalgando al que se había convertido en su nuevo amo y señor. Una sensación de júbilo la invadía mientras aquella polla titánica entraba y salía de ella por su propio esfuerzo. Como un taladro percutor, Rose entraba se penetraba. El cuerpo sudoroso, el cabello moviéndose de forma desordenada. El Doctor se quedó en el quicio de la puerta, observando hipnotizada.

Rose se giró, y quedó frente a ella. Le dedicó su mejor sonrisa mientras volvía a penetrarse, dándole a su amo una vista de sus nalgas y a ella, la de sus pechos, que se bamboleaban arriba abajo de forma desordenada mientras cabalgaba, gritando, desbocada. El Doctor notaba sus pezones endurecerse ante aquella imagen. Se pasó la lengua por los labios nerviosamente.

Permanecieron así unos minutos, hasta que el amo finalmente rellenó a Rose con su semilla. Rose se bajó de la cama y, notando una sensación cálida en su entrepierna, notó el semen caliente emergiendo de su coño. Recogió un poco con los dedos y se lo ofreció al Doctor, que instintivamente se lo tragó.

_ ¿Has dormido bien, mi amor? _ Le preguntó, acariciándole los hombros.

_ De maravilla. _ Reconoció, inclinándose para besarla en los labios.

Rose devolvió el beso, con dulzura. Podía ver que, lo que hubiera hecho su amo con ella, no había alterado el brillo en su mirada. Y ella estaba conforme con eso.

_ Doc… _ El amo le indicó con el dedo que se acercase.

_ Nos vemos luego, cielo… _ Rose le pellizcó un pezón y ella se estremeció. _ Diviértete.

Un último beso y el Doctor se dirigió a la cama, tomó la polla de su amo y comenzó a cabalgar de la misma forma que lo había hecho rose. Lloraba, era lágrimas de felicidad mientras se empalaba a sí misma. Sus pechos bailaban alegremente mientras se dejaba llevar por la lujuria. Tenía a Rose Tyler, tenía a Clara Oswald. Tenía un propósito más allá de seguir viajando. Y en aquel momento, mientras se inclinaba y besaba a su amo, se sentía plenamente feliz, a la par que ansiosa por saber qué más estaría tramando él.