A través de la celosía

En la Caracas colonial, una joven encuentra la pasión prohibida al calor del verano mientras descubre el sexo.

A TRAVÉS DE LA CELOSÍA

En la Caracas colonial...Agosto de 1756

Ella miraba a través de la celosía de la ventana... en un día de calor insoportable... hora de la siesta... en un día de ardor interior insoportable...

Las damas y caballeros caminaban de la mano, cuánta formal presencia, cuánto vacío a la vez en sus rostros, detrás de aquellos no había vida, lo sabía, lo intuía, por las caras aburridas de su madre y hermanas casadas... Nada sabia ella de las noches de ellas, sabia de las suyas, de dar vueltas en la cama sintiendo algo que no podía controlar... cualquier cosa más era prohibida... "si te tocas iras al infierno"

Ella miraba a través de la celosía de la ventana, ahora se acercaban los trabajadores que repararían el patio interior, las baldosas rotas, esos campesinos indígenas o mestizos, extraños para ella pero a la vez incitantes... Tres iban:  el jefe, canoso, cansado, tanta energía entregada en tanta labor de tantos años, el mulato que silbaba canciones de su tierra caribeña, y el otro... éste que nunca antes visitó la casa... Quien era?

Altivo, de piel mestiza con una barba de varios días... algo la impulsó a cerrar la ventana pero algo mas fuerte siguió mirando... Su cuerpo fuerte oculto por unas breves vestiduras... no sabiendo por qué se imaginó cómo se sentiría el calor sobre ese cuerpo... y como llamado por una voz sin emisario él la miró... la hija de la casa, el objeto prohibido.

Ella miraba a través de la celosía de la ventana, cada día su aparición... mientras en la noche se olvidó del pecado... en una batalla en que su cuerpo se declaró vencedor... comenzó a tocarse primero lentamente, tímidamente, con temor entre las sábanas blancas, hermosamente bordadas... se sintió poderosa en esa nueva humedad, poderosa de crear en ella esas sensaciones... mientras lo imaginaba desnudo ante sí... después fuertemente, presionando, golpeando, gimiendo, mordía las sabanas antes puras para que no oyeran sus gritos.... y siempre él, en su desnudez, en su calidez prohibida y anhelada... Y después sólo eran uno, la mas clara imagen en sus ojos cerrados...

Ella miraba a través de la celosía de la ventana... mientras la humedad la llenaba al verlo... ¿lo sabría él? Sentiría su pasión palpitante en su mirada? Ahora lo vigilaba, acechaba su voz al responder a las órdenes del capataz, acechaba su sudor a plena luz del día, sus movimientos, su entrepierna, sus manos que en las noches y en sus ojos cerrados marcaban su cuerpo.

Hoy decidió no mirar, no estar en la celosía, no sabia por que, algo le decía que hoy cambiaria para siempre, hoy caminó por el corredor mas lejano para mirar a los obreros a lo lejos pero él no estaba, en esta casa de amplios corredores y oscuras habitaciones, siguió lenta su recorrido, ya era la hora de la siesta, y al entrar a su habitación...

Como una tempestad, una violencia, una mano tapó su boca, y ella lo intuyo en el olor y el sudor... El la abrazaba por detrás mientras ella misma se abrasaba por dentro, cuánto atrevimiento, cuánto castigo si él era encontrado...Y ahora sabía que él sabia, que su deseo voló a través de esa celosía, de esos corredores, de esas baldosas...

Sus manos desesperadas de temor y deseo, se perdían entre sus ropajes, ella lo ayudaba con las suyas, hasta que quedó completamente desnuda ante el, con una humedad naciente, él se arrodilló y su lengua tocó su sexo, mientras una corriente eléctrica la invadía y la hizo gemir involuntariamente, pero el no tenia compasión, no tenia tiempo para esperar, su lengua la exploraba en forma enloquecida...sumergiéndose en su olor y su sabor… luego se levantó y la empujó a la cama... y la obligó a ponerse de rodillas, ella no podía aguantar el placer de sentirse dominada, comenzó a tocarla por detrás creando más humedad y mas gemidos, ella sentía latir su sexo como nunca antes en sus pequeñas noches pecaminosas... sólo un pensamiento la llenaba, la abrumaba, quiero ser penetrada, quiero ser penetrada.

Y él, adivinándola de nuevo, se introdujo dentro de ella, inaugurando su interior... no supo ella entonces cuánto había de placer y cuánto de dolor en esa mezcla infinita, lo sentía gozar detrás de ella. No podía verlo sólo sentía su fuerza, sus empujes, su placer...

Ahora sabía lo que faltaba en los rostros de esas otras, en las caras formales y tristes, este placer que le invadía la sangre era la fuente de la vida... A cada empuje suyo, a cada estremecimiento, él le daba vida... Y en un momento todo aquel placer-dolor se liberó y todo gritó dentro de ella mientras recibía su sustancia...

Al terminar lo supieron, se supieron unidos y así cada tarde de siesta ya no hubo más mirar por la celosía, sólo había dos cuerpos cálidos y excitados de amor y prohibición.