A todos los heteros con los que me topé (Daniel)

Si me decidía por bajar la mirada, entonces me topaba de lleno con dos fibrosos pectorales bien trabajados, coronados con tetillas rosadas que habían sido atravesadas por aros de acero. Más abajo sobresalía en relieve el abdomen más marcado que se podía pedir. Y al sur de este, la perdición.

A TODOS LOS HETERO CON LOS QUE ME TOPÉ

Daniel

Era mayo, el invierno había muerto, la primavera refulgía y el mundo continuaba irremediablemente jodido por la más jodida pandemia. Vale, seguro que para muchos este no resultará un tema muy agradable sobre el cual leer; lo sé, chavales. Pero os pido compostura, evitaré ahondar en ello de ahora en adelante para no desinflaros... el buen ánimo.

Lo que digo es que para aquel mes se contaba ya casi un año de que yo no sabía nada de mi anterior jefa y de su novio chulo. Israel parecía haber llegado a mi vida como un encuentro de esos a los que la ciencia podría muy bien denominar “de tránsito”. Venga, que sí, fueron numerosas “transitadas” las que tuvimos al final, pero ya iréis cogiendo el hilo de lo que quiero decir. Luego de aquel primer lechazo apresurado en medio de la oficina de Mónica -mi jefa y pareja oficial de Israel para entonces-, la agenda sexual entre los dos se desarrolló de vértigo en un período bastante corto. Que si los domingos por la mañana cuando planeábamos salir a correr en separado y nos topábamos “por accidente” cerca de algún lugar solitario; o cuando Mónica tardaba horas sumergida en alguna interminable junta y yo me escapaba quince minutos al gimnasio de Isra, cruzando la esquina; o durante los días 7 a 9 de cada mes cuando Mónica debía viajar hasta Barcelona por negocios. Ocasiones había muchas y variadas, os doy fe. Aunque debo admitir que mi culo no daba abasto para tanto jaleo. Nunca había conocido un tío hetero tan afanado en follarme que en ocasiones me dejara deseando un respiro.

Confirmado una vez más: Isra era un activo heteroflexible en toda regla.

Y de pronto, así como empezó todo, como un torbellino sexual de improvisto, uno de esos días malos, llegó a su fin. Israel y Mónica se separaron, un virus mortal empezó a regarse sin pausa por el mundo y, meses más tarde, yo me quedaba sin trabajo.

Para este punto estoy seguro de que mi vida habría continuado en una espiral de locura descendente sin salida -como la de la mayor parte de la gente durante la cuarentena- de no haberme reconectado con  mi viejo amigo Luis.

Breve resumen: Luis y yo nos conocimos teniendo siete años, pero os aclaro desde ya que no es el hetero de ésta historia ni mucho menos. Sólo es un buen amigo de infancia, uno tan maricón como yo, con buen culo y buena polla, al que -cabe acotar- le di su primera mamada en mi casa durante una tarde de ocio cuando tuvimos trece. Tras el instituto nuestras juntadas fueron recurrentes, pero poco a poco -como en el caso de Isra-, con la universidad y todo lo demás, nos empezamos a ver menos, hasta que solo hacíamos acto de presencia en los cumpleaños del otro o ante algún evento inesperado. Yo creía que una pandemia que me dejaba sin curro aplicaba para lo último, así que le marqué directamente al número del móvil y en una hora nos pusimos en corriente. Luis era un tío majo, de contactos, algo impredecible, pero buen amigo, por lo que no tuve reparos en hacerle saber mi situación, y en hacerle entender que estaba dispuesto a trabajar de lo que fuese.

-Cuenta conmigo -fue lo que me dijo antes de terminar la llamada, con aquel tono afable típico en él-. No estás solo, Álvaro. Te ayudaré. Pero no toques tus ahorros. Si no te llamo en tres días, escríbeme sin ninguna vergüenza, ¿vale, tío?

-Vale.

Pero no hizo falta esperar los tres días. A la tarde siguiente, Luis me pedía vía WhatsApp dos fotos mías de cuerpo entero, con ropa una y la otra en calzoncillos.

-¡Pero, ¿a qué juegas, tío?! -pregunté alarmado- ¿A prostituirme?

-No exactamente.

-Eso no me tranquiliza nada, Luis.

-Joder, Álvaro. ¿Quieres hacer buena pasta sin sudártela demasiado? Confía en mi.

-La última vez que dijiste eso terminé chupándote la polla a los trece. Además, yo solo quiero trabajar. No quiero rentar mi culo por hora -aunque no podía negar que, ahora que lo pensaba, la idea resultaba más que excitante; con los clientes correctos, desde luego.

-Hay un tío -empezó a decir Luis a través del teléfono, con un tono pausado, como cuidando cada palabra que pudiera salir de su boca-. Está buscando a alguien para su primera vez, a un tío.

-Un tío para su primera vez -repetí confuso-. ¿Es virgen, acaso? ¿Cuántos años tiene?

-Veintisiete.

-Pues, te digo desde ya que cortes con eso, Luis. No va a funcionar. El pobre debe tener la cara peor que un camión visto por debajo, o el cuerpo, o ambos. No quiero sonar superficial, pero eso ya sería tener que sacrificarme demasiado solo por el dinero. ¿Quien con veintisiete años es virgen hoy en día?

-Es que no habéis dejado que te cuente el contexto, quejica. Escuchad, se trata de un buen amigo mío, pero no es gay, mucho menos virgen, al menos no con mujeres. El número de tías que se ha follado seguramente ni él mismo lo conoce. Ofrece cinco mil por un fin de semana en un chalet apartado de la ciudad. Es súper guapo, además. Mucho. Y famoso. En cuanto te diga su nombre lo reconocerás... y te gustará. Por eso necesito que me garantices tu máxima discreción en todo este asuntillo.

De pronto, hubo varios segundos de absoluto silencio, en los cuales yo, con el móvil en la oreja, solo podía escuchar mi respiración haciéndose cada vez más rápida. Sin pretenderlo, la presión sanguínea en mis vasos se aceleró hasta el límite.

-Seré discreto. ¿Quién es? -pregunté, más que intrigado.

-Dan Gamez -Luis lo soltó sin demoras.

-¿El youtuber? -Fue el que primero vino a mi mente, aunque, en principio, se le conociera por otro nombre. Luis hizo un sonido de confirmación a través de la línea. Yo no me lo creía.

«Daniel Gamez», dije para mi. Años atrás había sido un chaval lindo de ojazos negros penetrantes -con cierta afinidad por las casas embrujadas y las historias de terror para chicos, algo inmaduras, a mi parecer-, al que mis primos más peques me obligaban a ver cuando tocaba hacer la de niñero. Según yo y lo poco que sabía del tío, había logrado forrarse recientemente gracias a su elocuencia para narrar y criticar partidos de fútbol y a sus visitas asiduas a cementerios durante medianoche; para luego, en un cambio repentino de personalidad, volverse un tío fitness y aparecer sin complejos -y con casi nada de ropa- en portadas de revistas y como imagen de ropa interior y batidos de proteína. Luis tenía que estarme jugando una. ¿Ese tío? Vale, que seguro no se trataba de El Rubius -afortunadamente-, pero todo el mundo conocía a Dan Gamez hoy en día.

-Sí, él -mi amigo lo reconfirmó con palabras, mientras se distraía de a momentos con su perro al otro lado de la línea-. No sé si tu formarás parte de los tantos millones de suscriptores que le siguen, pero te cuento que el chaval ha quemado ya todos los tópicos de videos de YouTube que se han inventado, desde visitar la puta Muralla China en compañía de su ex, una actriz porno húngara super maja, hasta entrevistarse con una médium que contacta y traduce en tiempo real victimas del Titanic. Imagínate, incluso, ya ha pasado por la etapa de obsequiar fajas voluminosas de dinero a desconocidos y ha dado viajecillos por la mayoría de países interesantes. Así que ahora el pobre anda en busca de nuevo material para continuar aumentando su influencia y seguir generando pasta. Curiosamente piensa que el sexo gay le dará eso.

-¡¿Qué mierdas me dices, Luis?!

-Anda ya, no es para tanto. Dios, ¿en qué clase de santurrón te habéis vuelto, Álvaro?

«En uno que se deja follar innumerables veces por el novio de su jefa», fue lo que pensé, pero no dije nada.

-Ni siquiera habrá cámaras -siguió explicando Luis, llenando mi silencio con cierto tono de agotamiento-. Daniel solo quiere follar con otro tío y, luego, compartir la historia completa en un nuevo canal donde se da la libertad de hablar de sexo sin tapaderas. Eso es todo.

-¿Quieres decir que, además, hablará sobre mí a España y a medio mundo?

¿Qué clase de mierda era ésta?

Luis dio una larga exhalación.

-No. Hablará de la experiencia y sólo a los que le siguen. No mencionará tu nombre, lo prometo; no ganaría nada con ello, además.

-Ya, vale -fue lo único que pude responder. Pero me quedaba una duda por develar-. ¿Y tú, Luis, qué ganas?

-¿Yo? Pues, la verdad gano a dos amigos muy felices. Uno con suficiente dinero para gastar por un rato y otro con una historia de fogoso sexo hetero-gay para contar en la internet -hizo una pausa breve-. Ah claro, si seré tonto. Olvidaba mencionarte que si acabas aceptando la propuesta, va a haber un trío y yo formaré parte. También gano eso.

El silencio se coló de nuevo a través de la línea telefónica, ésta vez por casi medio minuto. La propuesta era excitante, desde luego que sí, y la paga, más que buena. Que Luis participara me daba lo mismo, nos conocíamos de hacía mucho. Y era un tío muy guapo, eso seguro. Pero el no saber qué consecuencias podrían esperarme me ponía muy nervioso, no lo iba a negar. Un mal movimiento y mi nombre y cara terminarían haciéndose famosos por algo que yo realmente no buscaba. ¿Era de verdad todo tan seguro y organizado como lo pintaba mi amigo? Podía averiguarlo, quería averiguarlo. Pero...

-Entonces, ¿enviarás las fotos como te las he pedido? -Luis interrumpió mis pensamientos. Al fondo podía escuchar a su perro ladrar con insistencia-. Loki clama a gritos por la atención de su papi -me dijo- y me temo que debo ir a complacerlo. Si con todo lo que te he dicho no vais a gusto, Álvaro, entonces consideraré que la oportunidad no es para ti. Obvio que, como tu amigo, te ayudaré a encontrar ese trabajo que buscas, solo no deseo que te sientas presionado en tomar una decisión que no quieres.

-Sí quiero -me escuché decir de repente, aunque parecía que no era de mi boca de donde salían aquellas palabras. Estaba congelado por la tensión, rígido como una roca. Sin dudas, ésta propuesta podría representar algo muy bueno para mi... o muy malo, sin términos medios. ¿De verdad estaba yo dispuesto a hacer lo que se me proponía y lidiar con las posibles repercusiones? Respiré profundo un par de veces e intenté tomar control de mi mismo-. Enviaré las fotos -dije al fin.

-Vale -soltó Luis, con un notable alivio en el tono de voz-.Ya le he pasado tu Instagram a Daniel y les has gustado mucho, a él y a Susana, su novia. Las fotos que te pido son sin ningún filtro y con luz natural de poderse, para corroborar que no seas un espantajo, nada más. Les he asegurado lo guapo que sois en persona, pero quieren ser tan precavidos como tu. Por cierto, mañana pasaré temprano por ti para hacernos unos análisis. Él hará lo mismo. Te escribiré.

Dos días después, con la analítica de los tres en regla, solo restaban algunos detalles para pactar el encuentro. Al ser Daniel una figura pública, no me sorprendió que un acuerdo de confidencialidad se colara en la discusión. Pero, una vez se firmaron los dichosos papeles, todos nos empezamos a sentir verdaderamente cómodos con la perspectiva final del trío.

Debo mencionar que para este punto de la historia yo sólo conocía a Daniel -poniendo a un lado, claro está, sus videos de Instagram y YouTube- gracias a un único audio de WhatsApp de quince segundos que me había enviado desde su propio móvil, contándome sobre lo entusiasmado que estaba de poder conocerme y, llegado el momento, de probar finalmente mi culo.

Tal cual lo he oído, así os lo repito, chavales.

Por lo cual, cuando por fin se decidió poner fecha al encuentro, mi adrenalina se fue sin freno hasta el tope.

Sería en una semana.

Me preparé, entonces, de la mejor manera posible. Yendo varias horas al gimnasio por día, haciendo incontables sentadillas, comiendo bien, durmiendo bien. Se podía decir que mi carnoso culo estaba en su mejor momento, eso con gran seguridad. Y el resto de mi también, ¿porque no admitirlo? Siempre me decían lo guapo que estaba o lo follable que yo era, por Instagram o en Grindr. Amigos y desconocidos a partes iguales. Y, aunque yo no era de regodearme, sí que me sentía a gusto con lo que tenía. Una estatura media, cabello castaño, facciones cuadradas y piel muy blanca y lampiña. Ah, sí. Y un culazo.

A pesar de esto, un hilo de ansiedad empezó a correrme por la sangre cuando el día pautado se iba aproximando más y más en mi calendario. ¿Cómo sería todo? ¿Fluiríamos bien el uno con el otro? ¿Nos gustaríamos? Esas preguntas no dejaban de rondarme la cabeza. En fotografías y videos, Daniel era un sueño, estaba buenísimo. Pero, ¿que tal estaría en persona y sin ropa? Mi intuición de maricón me indicaba que no debía preocuparme por ese punto. Las fotos de él que rodaban por la internet permitían vislumbrar un cuerpo impresionante y una muy buena dotación en aquella zona frontal. Y, si acaso quedaban dudas, joder, solo había que fijarse en el hecho de que el tío se había ligado una actriz porno. Aquello acarreaba bastante mérito.

Entre todo ese nerviosismo, la tarde del viernes llegó por fin y Luis pasó a recogerme por mi casa a eso de las cinco, como habíamos acordado. Lo noté diferente al instante. Me miraba de una cierta forma que me hacía sentir nervioso y cachondo a la vez, como si acaso yo fuese su plato de comida favorita. Bromeé diciéndole que no vivíamos en el pueblito gris de Crepúsculo del que ya no recuerdo el nombre y que yo no creía en los vampiros chupapollas, pero que estaba dispuesto a hacerme creyente si él ponía todo su esfuerzo en ello; Luis sonrió, luego encendió un cigarrillo y enfiló el coche fuera de la ciudad.

-Estás para follarte sin piedad, tío -me dijo.

El resto del trayecto lo pasamos hablando un poco de todo. Sobre su perro, de nuestras conquistas más recientes, sobre mi gato y hasta de Lady Gaga.

-Hagamos que todo fluya hoy -fue su recomendación final, momentos antes de arribar al encuentro-. Daniel no quiere que te sientas como esclavo de cama que debe complacer a su amo a toda costa. El dinero ya está en tu cuenta, así que si el resto de la noche va bien o mal, igual tienes tu pasta asegurada. Yo recomiendo que te diviertas a partir de ahora.

Y claro que era eso lo que tenía pensado hacer.

Unos minutos más tarde, arribábamos al destino de la noche.

Para mi decepción, Daniel no estaba allí, pero, según Luis, llegaría pronto.

Eso estaba bien. Aquel retraso me permitiría conocer los rincones de la propiedad y acomodarme un poco, soltarme de tanta tensión. Luis tenía las llaves, las contraseñas para las alarmas y parecía conocerse bien el sitio.

-He venido varias veces -me confesó, mientras echábamos un vistazo al extenso patio desde un balcón del piso superior. Frente a nosotros había una piscina grande, un jacuzzi donde cabían diez personas sin problemas, un bar y un bosquecillo en la lejanía que bordeaba todo el perímetro, de seguro formando barrera natural para vecinos cotillas, o ¿para fotógrafos, tal vez?-. Las fiestas pre-covid que se hacían aquí eran una puta locura -continuó relatándome mi amigo-. Corrían las mejores botellas, los mejores polvitos y los tíos y tías más guapos que podríais querer ver... y follarte, claro. Gente famosa, incluso. Si supieras las historias que tiene para contar esa piscina de allá, uf, te quedarías de una pieza, Álvaro. Debes empezar a juntarte más conmigo, chaval. No os marchitéis en un trabajo de oficina. Ya verás, ahora que volvamos a lo de antes, lo pasaremos a lo bestia.

De pronto, un ruido en la planta baja nos hizo girar los cuellos a ambos casi al mismo tiempo. Alguien había entrado y acababa de poner música. Joder, con la emoción y nervios del encuentro no me había preguntado qué clase de zona residencial pudiera ser aquella. ¿Estábamos a resguardo? Bueno, las alarmas no sonaban, por lo que entendí que no se trataban de simples ladrones. Solo se distinguía el murmullo de dos voces y el ritmo tenue de una pista de música electrónica que resonaba levemente.

La adrenalina se disparó en mi interior.

¿Había llegado la hora? Junto con Luis me encaminé a averiguar.

Al bajar las escaleras, lo primero que noté fueron varias prendas de ropa masculina desperdigadas sobre la inmensa alfombra de la sala. Había una camiseta verde, unos jeans grises desgastados y un par de zapatos y calcetines alejados los unos de los otros. También había mascarillas tiradas por allí y un par de mochilas en el suelo cerca de la puerta.

Justo cuando empezaba a albergar mis dudas sobre si aquel desastre tan repentino pudiera ser obra de un tío tan aparentemente prolijo como Daniel, lo vi: se hallaba al fondo de la sala parado junto a una mesilla repleta de botellas de licor. Estaba cubierto únicamente por un slip blanco y rojo, mientras, al parecer, se servía un trago. Era alto, de espalda ancha y fuerte, con la piel morena abrillantada y de pelo abundante muy oscuro, bien peinado. Con culo y piernas que rivalizaban con los de cualquiera que yo hubiera conocido antes. Sus movimientos varoniles emanaban una confianza tan natural que hasta producían celos. Mierda, qué bueno que estaba. Al girarse, sus ojos negros se clavaron en los míos con una mirada sumamente aguda, mientras que yo solo intentaba ocultar mi vergüenza por fijarme de lleno en la gruesa polla que marcaba su ropa interior. Su cara me resultaba totalmente conocida.

-Bienvenidos a nuestra casa -fue lo que dijo la persona sentada junto a él. Una rubia guapísima que escribía algo en su móvil-. Disculpen a Dan, siempre que viene aquí lo primero que se le ocurre es quitarse la ropa, sin poner cuidado en si tiene o no invitados. Ya le he dicho que lo de ser modelo se le está yendo a la cabeza -hizo una pausa mientras ponía a un lado el móvil-. Bueno, de todo eso ya Luis ha padecido un poco ¿verdad? -Caminó hacia nosotros y le dio un beso en cada mejilla a mi amigo. Luego hizo lo mismo conmigo, tomándome de las manos-. Gracias por venir, Álvaro -me susurró-. Soy Susana.

-Ah, vale. Es un placer conoceros en persona finalmente -mascullé, tratando de dominar los nervios-. Gracias por invitarme.

-Créeme que el placer es todo mío, chaval -expuso Daniel, quien se había aproximado hasta nosotros cargado con cuatro tragos, uno para cada uno. De inmediato, empecé a sentir sus ojos encajados en mi, como piedras calientes sobre la piel-. Eres más que bienvenido en ésta casa. Hacía rato quería veros y comprobar si en carne y hueso erais tan guapo como en fotos.

-¿De verdad? -pregunté con risa nerviosa.

-Sí, claro. Y vaya que no me has decepcionado.

Ante tal comentario, no supe qué cara poner. Ni el mejor de mis exes me había tratado así jamás. ¿Era realmente hetero éste tío o a qué coño jugábamos? Por la forma en que me miraba no sabría asegurarlo del todo, pero...

De momento pareció leerme el pensamiento.

-No estoy en el armario, si es eso lo que has estado preguntándote -señaló con rostro inexpresivo, tras dar un largo trago a su bebida-. Pero tampoco sufro de ceguera. Sé reconocer cuando alguien es follable, tío o tía. Y no tengo complejo alguno en ser honesto sobre ello. El morbo es lo que me mueve. Eso ha hecho posible que estés hoy aquí, Álvaro. Mi morbo.

-Vale, entiendo -dije, aunque la verdad es que no entendía nada.

Pero eso importaba bien poco ahora. Con aquel portento de hombre parado enfrente mío, la concentración no era algo que resultase ya en una función primaria para mi cerebro.

Traté de prestar atención a sus palabras, a lo que decía, pero solo conseguí fijarme en esos gruesos labios sonrosados por el alcohol moviéndose, en la barba espesa que enmarcaba una cara impresionante y en los penetrantes ojos negros que amenazaban con engullirme de un momento a otro. Y si me decidía por bajar la mirada, entonces me topaba de lleno con dos fibrosos pectorales bien trabajados, coronados con tetillas rosadas que habían sido atravesadas por aros de acero. Más abajo sobresalía en duro relieve el abdomen más marcado que se podía pedir. Y al sur de este, la perdición.

Os juro de verdad que no había un milímetro en todo el cuerpo de aquel tío que no tuviera la capacidad de generar excitación en un maricón veinteañero como yo. Por lo cual, durante aquel mismo instante -y sin ningún tipo de decoro o aviso-, mi polla empezó a izarse como bandera en evento nacional, ensanchándose a cada segundo dentro de mis pantalones ajustados, con contracciones rápidas, fuertes y rítmicas. Y yo, sin poder hacer otra cosa más que ruborizarme como un niñato ante el inmenso bochorno.

-Bueno, bueno -se mofó Daniel al darse cuenta de mi incómoda situación, con una sonrisa blanca amplísima dibujada en medio de la espesa barba oscura-. Con que nos venimos arriba de una, eh.

-Sácalo, Álvaro -apuntó Susana, como quien recomienda una peli-. Si sigue aprisionado, os va a lastimar. Has de cuenta que ni estoy aquí -se aproximó a uno de los sillones en un rincón de la sala y se sentó, trago en mano-. Solo he venido a mirar. Por favor... divertíos con mi chico.

Daniel se dirigió rápidamente hasta donde ella estaba para estamparle un beso en los labios, uno bien largo, apasionado, con lengua y bastante profundo. Era un beso que decía “te amo a ti, pero tenemos un acuerdo”. Luego bebió todo el trago que se había servido, puso el vaso al costado de una mesilla de vidrio y, finalmente, se encaminó con determinación hacia donde yo me encontraba. A mi lado, Luis ya había empezado a desvestirse.

Yo me dispuse a hacer lo mismo, pero apenas me concentré en desabotonarme la camisa, fui interrumpido de súbito por el anfitrión.

-No -dijo Daniel, mientras ponía sus manazas fuertes y varoniles en mis caderas. En ese momento, tan cerca uno del otro, pude notar en detalle el olor corporal que desprendía aquel tío, una mezcla suave de jabón y perfume más que embriagante-. Quiero hacerlo yo, ¿me dejas?

-Sí, claro -accedí.

Le permití así quitarme la camisa y sacarme el pantalón, en un acto que, por algún raro motivo, sentí muy íntimo. Luego, cuando estuve solo en boxers, él se sentó en el sofá y me pidió que me quedase de pie delante suyo, dándole la espalda. De un momento a otro, la ropa interior que yo llevaba puesta se empezó a deslizar muslos abajo hasta mis tobillos, dejándome por entero expuesto al trío de personas que me observaban en la sala. Era una sensación bastante extraña en principio, repleta de vulnerabilidad. Aún así, me resultaba excitante a más no poder y con un potencial adictivo que era increíble.

-Qué culazo tienes, tío -manifestó mi anfitrión dándome una nalgada resonante una vez estuve desnudo. El tono, desbordado de deseo-. Lo quiero probar.

Un segundo después, Daniel se zambullía de lleno entre mi carnoso culo, inundándome el ojete de barba, lengua y saliva.

Mientras tanto Luis, quien había permanecido al margen del encuentro hasta ese momento, se comenzaba a pajear muy cerca de nosotros. Aunque la última vez que lo había visto desnudo ambos teníamos casi catorce años, no creía recordarlo con una polla tan provocativa como la de ahora. Era blanca, de cabeza rosada sin circuncidar, algo delgada para mis gustos, pero aceptablemente larga. Su cuerpo era el de un rubio madrileño asiduo al gimnasio.

Como si hubiese leído mis pensamientos -o, tal vez, reaccionando a mis gestos faciales-, se acercó con su cachondeo característico y se puso de rodillas ante mi. Su boca se adueñó de mi polla con un desenfreno tal que mis piernas vacilaron por un instante. No era lo que esperaba, pero, desde luego, tampoco iba a poner quejar. Estaba entre dos tíos decididamente guapos que se afanaban en darme el mayor placer de la noche, uno que me horadaba el culo a punta de lengua y otro que degustaba mi glande como si se tratase del mejor chupachús del mundo.

La puta gloria, chavales.

Y lo que se vino a continuación fue aún mejor.

En medio de aquella vorágine de calentura y morbo se me pidió acomodarme en el sofá como toda una puta, con el culo bien en pompa, según recomendaciones de Daniel. Él y Luis empezaron a besarse, se tocaban y, de vez en cuando, metían sus dedos en mi para ir dilatándome. Así pues, cuando más tarde recibí la primera embestida, me hallaba preparado un poco en lo físico, pero no tanto en lo mental, cosa que -como os imaginaréis- lamenté de inmediato. El rabo de Daniel era todo un portento de carne y venas, notablemente grueso y bastante distendido. Al sentirlo dentro sin que nadie me advirtiera primero, no pude hacer otra cosa que no fuese gemir... de genuino dolor.

Daniel se esforzó en consolarme al momento chupándome los labios, pajeándome con una mano y suavizando los movimientos de su cadera, todo al mismo tiempo. Pero no intentó sacar su polla ni por un instante de mi culo.

Respiré profundamente tres veces y decidí aguantármela como el buen pasivo que había aprendido a ser, no quedaba de otra. Después de todo, estaba ahí para eso, ¿cierto? El vaivén del mete-saca se volvió, entonces, rítmico y apacible, lo que hizo que pronto la incomodidad cediera lugar a la diversión. Y qué gran diversión me estaba dando el ser follado a cuatro patas por aquel youtuber/semental. Entrar y salir, entrar y salir. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. Su polla ahora se abría camino por mi interior con una facilidad pasmosa, como la de un tren de carga que atraviesa un estrecho túnel a fuerza de locomoción pura. Y sus jadeos me indicaban que el cabroncete se lo estaba disfrutando, tanto o más de lo que yo lo hacía.

Pensar de momento que me estaban pagando por dejarme hacer todo aquello me produjo una sonrisa instantánea. Joder, es que me lo cuentan y lo hago de gratis, os lo juro. Aquel tío merecía apropiarse de cualquier culo que él quisiera. Solo debía pedirlo. De verdad.

Uff, ¡ah! Sí. Qué rico que follaba.

Así estuvimos largo rato, hasta que Luis se cansó de solo mirar y se subió al sofá con nosotros. El muy capullo me clavó el pito de una sola estocada hasta las úvula, causándome arcadas repentinas. Él y Daniel se rieron, confabulados. Yo me quejé entre gemidos, pero sin dejar de chupar.

El sabor ácido del precum de mi amigo en la boca y la sensación de tener el culo de par en par empezaban a surtir cierto efecto de guarra en mi que se tornaba difícil de meter en control.

Me sentía más que listo para convertirme en el recipiente de toda la lefa que pudiera darme aquel par, que de seguro iba a ser  mucha.

Gemí, chupé, pedí más. El ciclo se repitió cada vez con mayor apremio hasta que empecé a notar cómo el ojete se me ponía al rojo vivo. Luis de pronto se contorsionó y fue el primero en expulsar un torrente espeso y blanco que me llenó la bocaza abierta. El gusto fue agrio y tibio, una delicia absoluta, desde luego. Mi amigo gimió con ambas manos en la cabeza y el blanco abdomen contraído, para dejarse caer después a un lado del sofá, sonriente y agotado, con la larga polla supurante aún palpitando entre el vello púbico.

Mientras tanto, Daniel seguía fustigandome el culo a punta de rabo con un aguante que me dejaba sorprendido. Su nivel era impresionante. Entraba y salía de mí con una velocidad y una profundidad que me dejaba las nalgas ardiendo por el roce contínuo y la próstata henchida de gozo. Parecía que llevábamos horas en aquella exquisita posición, pero él todavía no daba señales de querer detenerse y, la verdad, yo no quería que se detuviera. Quería más, necesitaba más. Y lo tuve. Una, dos, tres, cuatro, cinco veces.

Y luego, el doble.

Y así, de pronto, una sensación cálida, húmeda y pegajosa me impregnó el culo.

Daniel gruñó cerca de mi cuello, con esa voz tan sexy que lo había hecho famoso, aferrándose a mordiscos a mi espalda y sujetando fuertemente mis caderas. No paró de embestirme hasta haber vaciado en mi interior toda su producción de semen del día.

-Me encantó -fue lo que dijo entre resoplidos, justo antes de sacarme su polla de adentro.

-Y a mi -respondí.

-Joder, y a mi -corroboró Luis desde su lado del sofá.

Al ponerme en pie, Daniel me dio un beso en la boca, uno que yo no esperaba, con mucha lengua y saliva. Caliente y dulce a la vez.

Por el rabillo del ojo pude ver a Susana al fondo de la sala, con su copa apuntando hacia nuestra dirección.

-Salud, tíos -brindó por nosotros-. Me habéis dejado perpleja. Y más mojada de lo que esperaba.

-Ha sido una locura -solté, con la polla aún erecta por no eyacular. No me había hecho falta, pero, sin duda, ahora iba a necesitar un baño para pajearme y liberarme del peso en las bolas.

-Y lo que falta -mencionó Daniel.

-¿Lo que falta?

-Descansemos un rato -me propuso, muy cerca de la oreja, con su mano aún puesta sobre mi culo magullado-. El fin de semana será largo, Álvaro. Y esto apenas está comenzando. Además, sería incapaz de conciliar el sueño sin haber visto a esa polla tuya tan bonica expulsando toda la leche que se ha dejado guardada. ¿Te parece que a la próxima seas tú quien me folle?

El perplejo ahora era yo.