A todo gas (el novio de mi mejor amiga)

Al volver a casa, después de una noche de fiesta, Tegan pide a su novio que lleve a su mejor amiga a casa, en la moto. Ese corto viaje se le clavará muy hondo a Erin.

A todo gas (el novio de mi mejor amiga)

En muchas ocasiones, al sentarme a escribir mi diario, reflexiono dándome cuenta de lo triste que es, por lo general, mi vida. Llevo de serie en el cerebro el comportamiento estándar de “una chica buena” y me cuesta horrores salir de ese confort programado en mi genética. Tuve un novio, duró poco; y más tarde otro… estuvimos algo más, pero estaba claro que no éramos el uno para el otro. Con Jordan, el segundo, había perdido la virginidad, sin embargo, nunca sentí con él nada especial. Era monótono y maquinal, sin chispa, y lo dejé al entender que no podía permitirme gastar la vida de esa manera. Fue cuando, conocí a un amigo de mi hermano, un compañero suyo del equipo y me quedé locamente enamorada de él. Hoy me he sentado a relatar en mi diario el mejor orgasmo de mi vida, y aunque me resulte especialmente vergonzoso hacerlo, no todos los días escribo en él algo tan importante para mí.

Ese chico se llamaba Pete y no sólo me había enamorado a mí, a mi mejor amiga Tegan también… y a alguna más que como yo, no lo decía. Venía a nuestro instituto y sin entrar en detalles diré, que Tegan tuvo mucha más determinación que yo y terminó por enrollarse con él, convirtiéndose así en la envidia de nuestro grupo de amigas. Lloré por las noches, pero me forcé a arrancarme esos sentimientos y a aceptar su relación… la realidad, por mucho que me doliera: mi mejor amiga era su novia. Intentaba llevarlo con deportividad, pero conversaciones como la que mantuve con las chicas aquella noche en el bar no me ayudaban para nada a olvidarle.

  • Me llevó a la feria tías, y fue mágico. Jugamos al mini golf, disparamos a las dianas... tiene una puntería increíble. Me regaló un Ewok de peluche gigantesco, yo creo que era a tamaño natural - nos contaba Tegan su segunda cita con Pete. En la primera la había besado.

  • ¿Algo más haríais no? - preguntó impaciente Skye - ¿No te llevó al mirador?

  • Claro que me llevó al mirador... fue muy romántico - suspiró y yo rabié en mi interior, ¿cómo podía tener tanta suerte? Pete era todo lo que yo buscaba en un chico. Guapo, alto y fuerte; y de nuevo: guapo, muy guapo; además de popular... y tan simpático: siempre conseguía hacerme reír… sonrojarme. ¿Cuántas veces en una vida puedes encontrar a tu alma gemela?

  • ¿Cómo de romántico? - siguió preguntando Skye.

  • Muuuuy romántico.

  • ¿Te besó de nuevo?

  • Si... - contestó pícara sonriendo ampliamente.

  • ¿No me digas que hicisteis algo más?

  • Si...

  • Cuenta, cuenta - insistió Skye y yo muda, preferí que las cosas siguieran como estaban, sin desenmascararme.

  • Él no hacía más que contarme batallitas del partido y del equipo y yo no podía parar de reír, pero tías: lo estábamos deseando. Yo estaba supercachonda y él no me quitaba ojo al escote. Me puse un sujetador fino para que se me marcaran todos los pezones y aprovechaba cada ocasión para sacar pecho y que los viera bien. Cómo son los tíos, no falla, haciéndose el tonto me pasó el brazo por el cuello y en un momento de silencio me miró de esa manera que sólo sabe hacer él y nos besamos.

Suspiramos todas las amigas.

  • ¿Cómo besa tía? - la preguntó Rose por todas, estábamos ansiosas por los detalles.

  • Alucinante: despacio… intenso... os juro que me estaba volviendo loca, me hacía como cosquillas en la lengua, pero tan delicadamente. Me eché a temblar tías, él se dio cuenta de que estaba rendida y me agarró las tetas y me las sobó ansioso perdido. Yo no sé el sujetador en donde acabó, porque a casa no volvió. Tías, no había estado tan caliente en mi vida, estaba como una perra, sobre todo cuando me pellizcó los pezones, vi el cielo… no exagero.

  • Yo creo que a mí me dolería tías, las tengo muy delicadas - apuntó Skye atenta a cada palabra.

  • A mí me pasaba igual. Lo ves en alguna peli porno y parece fuerte, pero que va, si estas cachonda de verdad es increíble... si me lo hace un poco más yo creo que me hubiera corrido sólo con eso.

  • Joder tía, ¿y te lo follaste al final o qué?

  • Espera, espera… os cuento: Ya cuando me vio como estaba, sudando y resoplando, me echó la mano abajo. Yo no le dije nada, era su esclava, me dejé hacer lo que él quisiera... os podéis imaginar. Menos mal que no había nadie más en el mirador, pero hubo un rato que creí que me escucharía todo el pueblo. Tías, estaba ahí aullando como una loba cuando le eché mano al paquete… y vaya lo que tenía ahí… me asusté y todo.

  • ¿No fastidies? ¿cómo la tiene?

  • Solo os diré que casi no me entra en la boca y que perdí la virginidad por segunda vez.

Nos quedamos petrificadas... Yo soñé desde aquel día con aquellas palabras.

Quisieron los astros que la casualidad se diera un par de meses más tarde, cuando Tegan y Pete gozaban de una relación más asentada. Habíamos salido de fiesta, chicos y chicas y lo habíamos pasado bien. Yo había intentado evitar a la parejita feliz en todo momento, no quería castigarme y los ratos en los que conseguí evitar a Pete y sus músculos, no lo pasé mal del todo. Me tomé unas copas y hasta me eché unas risas con los amigos. Al salir de la disco las cosas se dieron así: Alice, Aaron, Skye, Rose y Jay se marcharon a casa en el coche de Jay y me quedé sola con la pareja feliz.

  • Erin - me dijo Tegan - ¿Por qué no te lleva Pete a casa en la moto? a mí me va a venir a buscar mi hermano, mañana vamos toda la familia al lago - yo dudé un instante.

  • ¿Te da miedo la moto? No te preocupes, Pete ve despacio que a Erin le da miedo la moto - Pidió Tegan a su novio y objeto de mi deseo.

  • ¿De verdad te da miedo la moto?

  • Sí, sobre todo las de gran cilindrada como la tuya - le dije.

  • Jajaja - rio –. La verdad es que cuando estoy un poco borracho a mí también - y me empujó con el hombro bromeando para asustarme un poco más.

  • Eres un tonto - le miré y él me miró a mí y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Es cierto que tenía una manera única de hacerlo.

Se marchaba Tegan en el coche de su hermano cuando, mirando la moto de Pete, comprendí que había otro problema tan grande como el de mi miedo a la velocidad... aquel día había salido de fiesta en falda que, aunque amplia, era algo corta. Me la tendría que subir para montarme en la moto y bajo ella tan sólo me tapaba un pequeño tanga rojo... Me daba mucha vergüenza que me viera.

  • ¡¿Subes?! - miró atrás atrás. Él ya estaba a los mandos de la máquina.

  • ¡No mires! - le grite para que no se girara justo cuando me subía la falda. No lo hizo, aunque con el ruido del motor no creo que me hubiera escuchado, eso sí, no quitó ojo al espejo retrovisor. Se puso el cascó ofreciéndome otro e hice lo mismo que él mientas me acomodaba en la parte de atrás del asiento bajándome la falda todo lo que pude. Al contacto comprendí que el pequeño tanga rojo no evitaría aquellas vibraciones del motor en mi entrepierna.

  • ¡Agárrate bien a mí, con los dos brazos, y no hagas movimientos bruscos! - me dijo y yo le hice caso. Le abracé fuerte clavándole el pecho en la espalda. Pete sólo llevaba una camiseta por lo que conecté con su calor corporal. Él respingó levemente y sentí que le había gustado.

Arrancó y tomó la carretera, no habían pasado ni cinco minutos y yo ya estaba cachonda perdida. El asiento vibraba apretado contra mi cosita y al intentar evitarlo levantándome un poco, la velocidad me devolvía a él provocándome una sensación incluso más intensa. Para más inri, Pete conducía acelerando y frenando bruscamente y eso me excitó aún más el corazón que palpitaba desaforado a cada vuelco. Comencé a sentir espasmos increíblemente placenteros y calientes manando de mi pelvis y quise atajarlos por pura vergüenza. “Piensa en otra cosa” me dije, pero ¿cómo era posible algo así mientras abrazaba a mi alma gemela? ¿mientas le envolvía con las manos esos tensos pectorales? Bajé sin encontrar solución entre montañitas perfectamente definidas de sus abdominales...

  • ¡¿A dónde me llevas?! - le grité a toda velocidad.

  • ¡Te voy a enseñar la costa!

  • ¡Nooo... llévame a casa! - No sabía cuánto tiempo más podría resistir.

  • ¡Ahora vamos! - y aceleró tanto que me dejó sin respiración. Debió alcanzar los doscientos por lo menos y en la bajada de la recta de la interestatal sentí volar sobre la moto, un momento de ingravidez, al volver a traccionar sobre el asfalto toqué con la entrepierna el asiento y me corrí como no hubiera pensado nunca que era capaz de hacer. Un alarido brotó de mi garganta, que quedó en nada por el casco, el ruido del motor y la velocidad. Temblé por este orgasmo durante un par de kilómetros o tres más, siempre agarrándome a él fuertemente por temor a perder las fuerzas y caerme de la moto. Había dejado el asiento perdido con mis flujos, y aunque el aire los había disipado en su mayoría, los vaqueros de Pete debían estar empapados también. Estas líneas son la consecuencia de semejante momento y me niego a intentar describir sensación tan placentera e intensa y que tan hondo se me ha grabado.

  • ¡¿Estas bien?!

  • ¡Sí, sí, estoy bien! - conseguí decirle con algún temblor aún.

  • ¡¿Te ha gustado? ya verás ahora!

  • ¡No, llévame a casa por favor, nos vamos a matar! - llegamos tan fuerte a la rotonda que me asusté de veras. Pete frenó a tope y mis tetas se comprimieron contra su espalda, resbalé arrastrando mi cosita por todo el asiento. Tumbó la moto entera a un lado y al salir acelerando de la rotonda tumbó al otro. Demasiado para mí, me subió de nuevo algo por dentro mezcla de las fuertes sensaciones y me volví a correr como una loca agarrada a él, salpicando de flujos la calzada a toda velocidad.

Resoplaba cuando llegamos a mi casa. Me había corrido una tercera vez, presa de las vibraciones del motor sobre mí clítoris. Esta última me había durado un buen rato y la había disfrutado frotándome contra su espalda y acariciándole el torso. Debía parecer una perra en celo, pero eran momentos en los que estaba ida y mucho me daba lo mismo. Pete, aparte de haber provocado todo esto adrede, también parecía haberlo disfrutado. Separaba las tetas de su espalda cuando paró el motor frente a mi casa, nos bajamos de la moto y nos miramos. Era tan evidente que no pude más que bajar la mirada para intuir, contorneada en sus vaqueros, la gran cosa que tenía entre las piernas, y de la que su novia y mi amiga nos había advertido.

  • Ya hemos llegado - Me dijo. Yo tenía el rimmel corrido, el pelo de loca y el interior de los muslos empapados.

  • Sí, ¿quieres que...? - empecé a proponerle mordiéndome el labio e ignorando mi amistad con Tegan.

  • No, muy amable Erin, pero mañana madrugo. Saluda a tu hermano de mi parte, dile que jugamos la semana que viene.

  • Muy bien, vale... yo se lo digo - quizá era mejor así, aunque sabe dios que me lo hubiera follado hasta reventarle. Quizá, algún día se volvieran a dar unas circunstancias parecidas.