A solas con mi hija pequeña en la montaña

Estaba sentada, se quitó su pantaloncito del pijama y se abrió de piernas para mostrarme la mordedura de la serpiente, la cual se encontraba a escasos milímetros de su ingle.

Hola a todos,

Mi nombre es Sergio y en la época en la que transcurrió todo yo tenía 44 años. Me considero un hombre muy afortunado: ejecutivo con un buen sueldo, una esposa de mi edad que parece una modelo y de hecho hizo sus pinitos en la profesión, y dos hijos guapísimos: Natalia que tenía 18 primaveras recién cumplidas por aquel entonces y Jorge que tenía 21.

Físicamente soy un hombre que se cuida y voy al gimnasio para sentirme atractivo. Mi mujer hace el esfuerzo por mantener su linia y yo procuro que sea recíproco. Mido 180 y tengo un cuerpo de atleta fibroso sin llegar a ser un croissant. De pelo y de piel soy moreno, ojos avellana y barba recortada.

La actividad sexual con Raquel, mi mujer, sobrepasa lo sobresaliente: a diario excepto cuando tengo que viajar por negocios, aunque a mi vuelta recuperamos todo el tiempo perdido con espectaculares polvos.

PRÓLOGO

El día en el que arrancó todo, el cumpleaños de mi Natalia, empezó con un desayuno con mi mujer e hijos.

-Cariño, ¿me puedes pasar las tostadas, por favor? -solicité a mi mujer.

-Papá, ¿me dejas el coche esta noche? -preguntó Jorge mientras yo cogía la bandeja de las tostadas.

-¿El nuevo? ¿Y qué pasa con el tuyo? -contesté.

-Que tiene 200 caballos menos...

-Si no te gusta te lo cambio por el mío. -se metió mi esposa.

-¿Ese coche de barbie? No, gracias...

-No seas caprichoso... Ya me habría gustado tener ese deportivo a tu edad. -dije tratando de finalizar el tema.

-Bueno, tenía que intentarlo.

-Por cierto Natalia, ya me han confirmado los días libres así que la semana que viene nos vamos juntos al lago, para celebrar tu cumpleaños, solos los dos. -informé a mi hijita.

-¿Otra vez con esas, papá? ¿Es obligatorio? -me contestó apartando la vista de su móvil.

-Ya lo hemos hablado. Es tradición familiar: cuando un miembro de esta familia cumple los 18, padre e hijo/a se van al lago a disfrutar de la naturaleza a solas, apartados del mundo, del ruido, de tecnologías... Ya verás que paz.

-Ya veré que mierda...

-Con tu hermano también lo hicimos y lo pasamos genial, ¿verdad Jorge?

-Uy si... Como olvidarlo. -dijo irónicamente.

-Te puedes venir también. -le propuse.

-Tengo partido, imposible.

-Vaya... Yo que iba a ir con el 4x4 y te iba a dejar el Porsche para que vinieras.

-Compro. El día siguiente al partido estoy allí.

Mis hijos, que estaban bien educados aunque algo consentidos, recogieron sus platos y cubiertos al finalizar el desayuno. Tras el encuentro familiar cada uno cogió su camino y el mío fue el trabajo. Una vez en él, traté de poner todos mis asuntos en orden y delegar diferentes cuestiones en algunos subordinados para disfrutar de la semana siguiente, sin preocupaciones, con mi hija.

-Mañana es el gran día. -dijo mi mujer la noche antes de la aventura, estando ambos en la cama.

-Mañana empieza la gran semana.

-¿Nervioso?

-Un poco... No sé si le gustará. Creo que está demasiado enganchada al móvil y al ordenador.

-Bueno, es solo una semana con su padre. Seguramente lo apreciará con el tiempo y lo recordará con ilusión. Ya es toda una mujer y a partir de ahora no va a querer hacer muchas actividades en familia.

-Espero que aciertes con lo primero y te equivoques en eso último.

-Por cierto, sé de una que si lo va a pasar mal durante 7 días. -dijo Raquel llevando su mano a mi entrepierna.

-Pues tendremos que echar un polvo que valga por 7.

Mi esposa acabó la conversación premiándome con un dulce y tierno beso en la boca y el segundo lo recibió la punta de mi falo. Siguió con más besos y los repartió por los 20 centímetros de carne de mi erecta y gorda polla.

-Como voy a echarla de menos... -dijo Raquel refiriéndose a mi polla.

Tras sus placenteros besos se la metió en la boca y gimió de placer. Una de las cosas que me enamoraban de ella es que le gustaba casi por igual dar placer que recibirlo, o al menos le daba mucha importancia a que fuera capaz de hacer disfrutar a su pareja.

Me desnudé rápidamente y le quité la ropa a mi mujer la cual sólo dejó de chupármela cuando le quité la parte superior. Su postura provocaba que tuviera su coño al alcance de mi mano y quise agradecerle la mamada recibida con circulares movimientos en su vagina que más tarde se convertiría en un mete-saca continuo en su cavidad con uno de mis dedos.

Sin necesidad de moverme se sentó sobre mi mástil, introduciéndolo hasta el fondo de su sexo, y gracias a ello me permitió admirar su escultural cuerpo. Sus perfectos pechos colgaban de su torso aunque debo decir que el verbo “colgar” como tal estaría totalmente errado en esa frase ya que los tenía firmes y turgentes pese a haber amamantado a dos hijos. Cabe decir que el tamaño de estos, que no eran excesivamente grandes, ayudaban a que no decayeran con el paso del tiempo. Su cintura no era tan estrecha de como cuando la conocí pero su vientre era totalmente plano e incluso se podían apreciar levemente sus ejercitados abdominales. No podía ver su duro trasero pero mis manos se encargaron de visualizarlo a través del tacto. No sabría describir su tamaño pero diré que con una mano no era capaz de coger toda la extensión de cada glúteo pero con dos manos me habría sobrado para agarrarlo por completo.

Mi esposa llevó sus dos manos a su cabeza y comenzó un baile con mi polla en su interior. Movía su cintura de adelante hacia atrás, sin separar el contacto de su coño con mi piel, follándome de forma horizontal. Cambiaba los ritmos y los gemidos de ambos se iban intensificando hasta que la lujuria me poseyó y sin cambiar de postura cogí los mandos. Atraje su cabeza a la mía para besarla y elevé su cadera para tener margen de maniobra en la follada que me proponía darle. De manera ágil, con mi cintura, inicié rápidas y fuertes embestidas que provocaron múltiples gritos en mi mujer.

-Madre mía... Que rico cariño... Sigue así... No pares...

“Plap”, “plap”, “plap”... Mis huevos chocando contra sus nalgas en cada embestida era el sonido que invadía la habitación, además de los grititos de mi mujer. Estuvimos largos minutos de esa guisa y noté como mi mujer se corrió primero para correrme yo, en su interior, poco rato después.

-Joder, 7 días... ¿Seguro que no quieres venir? -dije yo.

-Ya sabes que no puedo... No pienses en ello, ya sabes que te estaré esperando a tu vuelta y lo de hoy no será nada en comparación con lo que te espera.

-Pues menos mal que no querías que pensara en ello...

Los dos nos dormimos tras el buen polvo y al día siguiente me levanté temprano para preparar todo lo necesario y cargar el coche. Con algo de retraso apareció Natalia y lo hizo con una maleta con ruedas.

Mi hija lucía su cuerpo con unos shorts de color rosa chillón que tapaban todo su culo y absolutamente nada de piernas. Su cintura era mas estrecha que la de mi mujer en ese momento pero no más de lo que lo fue en sus tiempos mozos. Su culo era precioso y tenía el tamaño justo para agarrar cada glúteo, de forma íntegra, con cada una de mis manos. Sus piernas se veían largas pese a su 158 de altura. Su vientre era totalmente plano, espalda estrecha y lo que más destacaba en ella era su pecho que extrañamente era mucho más grande que el de su madre. Castaño claro era el color natural de su pelo y la mayor parte de su larga melena la tenía orientada a un lateral de su cabeza. Los rasgos faciales eran muy similares a los de su madre: cara finita, nariz chata, ojos grandes y azules y labios normales.

-Madre mía, ¿Qué llevas aquí? -dije tras coger la gran maleta que traía mi hija.

-Son 7 días, necesito muchas cosas.

-Vamos a ver. El portátil, el secador de pelo, maquillaje, cargadores... Cariño, ¿Sabes que vamos a dormir en una tienda de campaña en medio de la naturaleza?

-¿En serio? ¿Y no puedo dormir en el coche? Al menos me dejarás cargar el móvil en él...

-Dónde vamos no hay mucha cobertura, y tampoco lavadora... Así que te sugiero que cambies todo lo electrónico por ropa cómoda.

Mi hija, de mala gana, se llevó la maleta dentro y tras 20 minutos de espera volvió a aparecer con la misma maleta aunque con diferente contenido, o eso supuse.

-Ya está. Ya la meto yo. -dijo ella.

-Como quieras.

Nos despedimos de los otros dos integrantes de la familia e iniciamos la travesía.

-¿A cuanto está el lago?

-A 3 horas.

-¿¡3 horas!? Madre mía... Pues empezamos bien...

-Sí. Puedes conectar tu teléfono al coche para escuchar música.

-Ya la escucho con los cascos... No creo que te guste esta música.

-Prueba.

Conectó su dispositivo y conocía bien esa canción.

-¡Ey! Claro que me gusta esta cantante.

-¿En serio?

-Si, me la pongo mucho en el gimnasio para motivarme.

Empecé a cantar al compás de la canción y al poco rato mi hija me acompañó con una dulce voz. Nos miramos con una sonrisa y así empezó la bonita aventura.

PRIMER DÍA

-Papá, ¿A dónde vas? Te estás pasando el lago...

-No, este no es. Este es mucho mas grande y siempre se llena de visitantes... Al que vamos está mucho más apartado y es más pequeño. Tendremos total privacidad.

Por fin llegamos a la ubicación, al menos a la del coche ya que nos iba a tocar hacer el resto del camino andando y cargando a nuestras espaldas todas las provisiones. Fueron necesarios dos viajes a pie pero al fin nos encontrábamos en la orilla del lago, en una zona lo suficientemente amplia para montar la tienda de campaña a la que le harían compañía un par de sillas con una mesa. La zona en la que nos instalamos también estaba rodeada de altos árboles en la zona perimetral que no daba al lago. Mi hija se quedó sentada en una de las sillas bebiendo un refresco y yo me propuse construir la tienda de campaña.

-Vualá, listo, ¿Qué te parece? -dije al finalizar.

-¿Es la tuya o la mía?

-La de ambos.

-¿Vamos a dormir juntos en ese cuchitril?

-Cabemos los dos de sobra... Ya verás lo bien que vamos a estar.

-Bueno, ¿Y qué hacemos ahora?

-Pescar.

Saqué dos cañas de pescar de sus fundas y le pedí a Natalia que se fijara en como lo hacía. Las monté, preparé anzuelos, plomos, cebo... Y en cuanto estuvieron listas cogimos una cada uno.

-Fíjate en como lo hago yo. Tal y como la tienes ahora, tienes el sedal fijado. Si giras esta parte, el anzuelo caerá debido al peso del plomo. Hazlo pero agarra el sedal con un dedo en esta parte para que no caiga. Pones la caña apuntando hacia atrás, y con cuidado, con un amplio movimiento la llevas hacia delante y antes de frenarla sueltas el dedo para que el plomo salga disparado. Mira, así.

Mi hija me imitó e hizo un buen lanzamiento largo.

-¡Guau! La suerte del principiante, ¡Muy bien!

-¿Y ahora qué?

-Fíjate en la punta de la caña. Si se mueve, es que están picando.

-¿Y tengo que estar aquí parada sujetando la caña? Se me cansan los brazos...

-No, tranquila, ahora te fijo un soporte para mantenerla erguida.

Le pedí que sujetara ambas cañas y rápidamente clavé un par de soportes antes de acercar las sillas.

-Que aburrimiento papá... No se mueven.

-Con la pesca, como con todo, hay que tener paciencia, pero ya verás como acabarán picando y lo realizada que te sentirás cuando saques tu primer pez.

-Si tu lo dices...

-Para que no estés parada, ves montando otra caña, tal y como lo he hecho yo.

-Vale, pero el cebo en el arzuelo se lo pones tú, que me da mucho asco el gusano ese.

-Se dice anzuelo y se dice lombriz... Y lo vas a hacer tú, ya verás que divertido.

-¡Papá! ¡Que asco!

Inició el montaje de la caña aunque tuve que ayudarle con la parte del anzuelo y el cebo. Esta también la lanzó ella y de nuevo un lanzamiento impecable. Tras 10 minutos de silencio la punta de mi caña empezó a moverse.

-Mira, mira, cariño... Están picando.

-Corre papá, recógela.

-No, está tanteando, son golpecitos muy leves. Cuando veas que da un buen tirón, es que se ha enganchado bien.

Mi hija se quedó mirando atentamente la punta, parecía ansiosa y eso era buena señal.

-¡Corre papá! ¡Ahora!

-Tranquila. Además, lo vas a recoger tú.

-¿Yo? ¿Y si se me escapa?

-No pasaría nada, tenemos 7 días por delante.

Cogió la caña y le expliqué como hacerlo, recogiendo sedal en seco para clavar bien el anzuelo, teniendo paciencia para cansar al pez ya que parecía ser una buena pieza... Y tras pocos minutos una buena pieza se encontraba colgando en el aire.

-¡Que pasada! Hazme una foto, papá. ¿Nos lo vamos a comer?

-No, está prohibido. Lo pescamos, le sacamos el anzuelo con cuidado, y lo soltamos para que siga su curso.

Mi hija estaba emocionada y la aventura seguía saliendo a pedir de boca. Comimos unos sandwiches que había preparado sin dejar de lado la pesca y antes de que nos diéramos cuenta habíamos pescado dos piezas más y el sol se había puesto. Recogimos los sedales y dejamos las cañas donde estaban por si nos volvía a apetecer pescar alguno de los días venideros. Dada la fortuna y la reacción de mi hija, seguro que repetiríamos la actividad.

La temperatura cayó bruscamente y encendí una pequeña hoguera para calentarnos y con el fogón de gas hice algunas hamburguesas. Cometí el error de no advertir a mi hija del frío que hacía en ese lugar por las noches y le tuve que echar mi chaqueta por encima para que no tuviera frío. Los dos estábamos muy cerca de la hoguera y le frotaba sus brazos para que entrara en calor.

-Mañana me acerco al coche y cojo mi otra chaqueta, te abrigará más.

-Gracias, aunque pegada a ti estoy bien.

-¿Te lo has pasado bien?

-Mucho.

-Pues mañana más.

Apagué la hoguera y nos metimos en la tienda de campaña dónde tenía preparado dos sacos de dormir sobre un colchón hinchable.

-Métete dentro, verás lo calentito que es.

-Genial, gracias papá. Buenas noches.

-Buenas noches cielo.

SEGUNDO DÍA

Me levanté primero y tras hacer mis necesidades preparé el desayuno. Dejé a mi hija que descansara todo el tiempo que necesitara y tras una larga hora hizo acto de presencia.

-Buenos días princesa. ¿Cómo has dormido?

-Muy bien, la verdad.

-Me alegro. Aquí se respira mucha paz. Bueno, te he preparado el desayuno. Desayuna bien que hoy nos vamos de caminata.

-Pues no sé si llevo el calzado adecuado.

-¿No has traído otros?

-Sí, pero son muy parecidos a estos.

-Fallo mío por no llevarte de compras... Bueno, no pasa nada, no son tan malos, ni que fueran tacones.

Tras el desayuno cogí provisiones y recorrimos un estrecho sendero creciente. Mi hija iba dos pasos detrás mío y tras hora y media parecía que sus fuerzas llegaban al estado de reserva.

-Ufff... Papá, me duelen las piernas. ¿Falta mucho?

-Un poco... Toma, ponte la mochila y te llevo un rato a caballito.

-No hace falta, ya no soy una niña.

-Insisto.

Le di la espalda y abrazó mi cuello con sus brazos y se abrió de piernas para rodear mi cintura. Para no destrozarme la espalda la sujeté de su culo con ambas manos con una intención gentil que acabó siendo una acción morbosa. La altura de mi hija iba decayendo y yo tenía que elevarla cada ciertos metros para que ambos estuviéramos más cómodos. Para hacerlo, tenía que apretar pero sobre todo empujar su culo hacía arriba lo que provocó cierta excitación por mi parte. Mi resistencia menguaba pero el manoseo que le aplicaba a su increíble culo era toda la gasolina que necesitaba para llegar a la meta. Dicho manoseo me permitió confirmar el perfecto tamaño de sus nalgas en mis manos, en las que no sobraba ni faltaba nada para agarrarlo en su plenitud.

-¿Te peso?

-Que va. Levanto más peso en el gimnasio. Gimnasio que no te iría mal para tonificar este culo fofo. -dije con la excusa de apretujarlo con fuerza con ambas manos.

-¿Fofo? No me digas eso...

-Es broma. Tienes un cuerpo perfecto cariño.

-Eso dicen los de mi clase.

-¿Eso dicen? Me parece a mi que voy a tener que hacer una visita a los de tu clase...

-No pasa nada papá, soy mayorcita y sé defenderme sola.

-Bueno, espero que no lo suficiente mayor como para ceder a tentaciones, que a tu edad y con tu figura, no serán pocas.

-¡Papá! No voy a hablar de esto contigo... Y te recuerdo que tú y mamá no érais mucho más grandes cuando tuvisteis al tete.

-No sigas nuestro camino... Si tienes que disfrutar, disfruta, pero con la persona adecuada y ten presente dos cosas: siempre con condón y si hay algo que no quieras hacer, no lo hagas. Si el chico no lo entiende, ya haré que coma sopa durante una buena temporada.

-¿Sopa?

-¿Qué come la gente sin dientes?

-Ay...

Llegamos al final del trayecto, el cual era una cima en el que se podía contemplar un horizonte repleto de cimas montañosas sobre un extenso largo.

-Guau... Qué bonito. Voy a sacar algunas fotos. Acércate y nos hacemos un selfi. -dijo Natalia.

Me rodeó el cuello con un brazo y posó frente a la cámara sacando la lengua con el objetivo de sacar una foto graciosa junto a su padre y las preciosas vistas de fondo. Las siguientes fotos fue con ella dándome un beso en la mejilla y quise improvisar realizando la misma acción siendo yo el que le daba el beso a ella. No me percaté que mi hija no había finalizado las fotos con su beso y se juntó con el mío lo que provocó un boca a boca accidental.

-Uy, perdón... -dijo ella.

-No pasa nada, no tiene nada de malo.

-Ya lo sé, me hago fotos así con mis amigas para hacer la gracia.

-Pues hagámonos un par si quieres, de recuerdo.

-Vale.

Nos hicimos una, y después otra, y otra... Teníamos que repetir el beso por el descuadre de una, la imagen borrosa de otra, el reflejo... no fueron pocos los besos que nos dimos sin el “mua” final, aunque el simple roce de nuestros labios me estaban llevando a una excitación ya conocida en el trayecto.

-Genial, creo que esta ha quedado muy bien. Estas no las subiré, mis amigas se morirían de celos.

-¿Y eso?

-Están enamoradas de ti. Dicen que eres el hombre perfecto.

-Bueno, será el morbo de ver a un “madurito” prohibido ligeramente atractivo.

-¿Ligeramente atractivo? Papá, mírate... Tienes un polvazo.

-¿Eso lo dicen tus amigas o tú?

-Lo dice cualquier tía con dos ojos.

-Vaya, buena respuesta. No sé que decir ante eso. Bueno, si te parece hacemos el camino inverso, ahora es todo bajada, te costará menos.

-Si, vamos, tengo hambre. Pero antes una última foto.

De nuevo una nueva foto con nuestros labios encontrándose pero en esta ocasión estaban bien centrados y hubo un final con “mua” por su parte.

-¡Perfecta! Ya podemos irnos. -dijo Natalia.

Tomamos el camino de retorno y ahora íbamos uno al lado del otro, cogidos de la mano para que mi hija no se cayera al resbalar con alguna piedra. Mis temores se hicieron realidad: tropezó hacia delante y con grandes reflejos llevé mi mano a su pecho para frenar la caída. Fue un gesto involuntario pero afortunado ya que mi mano fue a parar a la zona que separaba sus dos pechos y debido al gran tamaño de estos toqué parte de ambos, los cuales se apreciaban suaves, en un término medio entre blandos y duros.

-¿Estás bien?

-Sí... Ha ido de poco. Suerte que estás tú para salvarme.

Seguimos la marcha y tras un par de sustos más llegamos a la tienda. Preparé pasta para comer mientras Natalia preparaba lo necesario para volver a pescar. Se confirmaba que se había aficionado a la pesca y yo me alegré gratamente.

-¿Sabes? Podríamos comer mientras miramos si pican. -dijo Natalia mientras se llevaba algunos macarrones a la boca.

-Tranquila, tenemos todo el día y toda la semana. Estamos aquí para disfrutar de todo, con calma, con tranquilidad, sin prisas... Además, después de comer nos daremos un bañito.

-¿Con los peces?

-Sí, tranquila, no muerden.

Nos acabamos la comida y me quité la camiseta para prepararme para el chapuzón.

-Ahora vengo, voy a ponerme el bikini.

-No, de eso ni hablar. Nos vamos a bañar en la naturaleza tal y como la naturaleza nos trajo al mundo.

-¿¡En pelotas!?

-Sí, es otra tradición. Así lo hice con tu abuelo y así lo hice con tu hermano.

-Está bien... Métete tú primero y no mires.

Obedecí y me quedé de espaldas dentro del lago hasta que escuché como se acercaba.

-Joder papá, está helada...

-Está perfecta. Esto viene genial para la circulación. Muévete un poco y verás como entras en calor.

Nadó a crol y me permitió ver su perfecto culo sobre la superficie del agua. Tenía dos circunferencias perfectas del tamaño de una pelota de balonmano cada una.

-¿Seguro que no hay peligro, papá?

-Ya te he dicho que no, los peces no te van a hacer nada... Pero los cocodrilos es otra historia... -le gasté una pequeña broma.

-¡No me jodas! -dijo tirándose encima mío.

Abrazó desesperadamente mi cuello con sus brazos y mi cintura con sus piernas y yo intentaba aguantarme la risa. Notaba sus grandes pechos contra mi torso e inconscientemente le agarré su culo desnudo con una mano. No pude reprimirme más la risa y, por suerte para mí, mi hija se apartó antes de que mi polla creciente tocara su coño.

-Eres tonto, papá...

-Jajaja no te preocupes y disfruta de toda esta paz.

-La verdad es que todo es muy bonito... Haría unas cuantas fotos si tuviera la cámara que uso para la piscina.

-Mi móvil es sumergible, ves a buscarlo si quieres y haz todas las fotos que quieras.

-¡Pues sí! Ahora vuelvo.

Nadó con habilidad hasta la orilla y en la lejanía pude apreciar su espectacular silueta.

-¡Papá! ¿Dónde está? ¡No lo encuentro!

Me acerqué para indicarle dónde estaba ya que no me escuchaba. Cuando estaba a escasos metros le indiqué que estaba en mi chaqueta pero mi hija informaba que ahí no estaba. Salí del agua para ayudar en la búsqueda y mi hija no se tapó, tal vez tenía toda su atención enfocada en descubrir la ubicación del teléfono y no se acordaba que estaba desnuda.

Recordé que lo tenía dentro de la tienda y lo cogí para dárselo. Cuando se lo dí, se quedó impactada, sin apartar la vista de mi largo falo, y yo analicé de cerca su cuerpo desnudo: una vagina totalmente rasurada al estilo “brasileña” con una delgada linia de vello en la parte superior que presagiaba el inicio de su rajita, caderas estrechas y vientre plano aunque no fue ningún descubrimiento y unas tetas grandes y firmes con unos pezones rosados de la misma proporción. Se confirmaba que sus pechos eran más grandes que los de su madre, bastante más, y a duras penas habría cubierto un seno con mi mano abierta.

-¿Volvemos al agua? -dije dirigiéndome de nuevo al lago.

En realidad lo dije por dos razones: para no darle importancia y para ocultar la inminente erección. Hice de avanzadilla y mi hija llegó a mi posición un minuto después. Hizo algunas fotos incluyendo algunos selfis.

-Papá, ¿nos hacemos algunas fotos como las de esta mañana?

-Claro, ¿Porqué no?

-Pero hazlas tú, que como se me caiga tu móvil y lo pierda me da algo.

Me dio el teléfono, me abrazó como lo había hecho minutos antes y nos hicimos 3 fotos con un beso en cada una.

-¿Sabes qué? Este móvil tiene modo ráfaga... Podemos hacer que saque muchas fotos durante algunos segundos sin necesidad de estar dándole al botón. -informé a mi hija.

-¿Sí? ¡Eso suena bien! Seguro que así salen geniales y luego tendremos más en las que elegir.

-¿5 segundos va bien?

-Perfecto.

-Vale... Ya.

Comenzamos a darnos tiernos y continuados besos mientras enfocaba el objetivo hacia nosotros. Aproximadamente a los 5 segundos paramos.

-Haz otra ráfaga, por si acaso. -solicitó Natalia.

Lo hice y en esta ocasión nuestras bocas se abrían ligeramente para recibir a la otra e incluso me pareció notar levemente la lengua de mi hija. En cada beso nuestras bocas chocaban con más fuerza y el espacio temporal entre cada uno de ellos se reducía. Nuestras cabezas giraron la orientación en un par de ocasiones para chocar con nuestra nariz en el lado opuesto del rostro del otro. No sé cuanto tiempo estuvimos dándonos esos correspondidos besos pero claramente nos gustaban a los dos y no mentiría si dijera que estuvimos unos 10 segundos olvidando que la ráfaga de fotos había finalizado.

-Papá... Dime que eres tú lo que noto ahí abajo.

-O tal vez sea una culebra... jajaja No, no te asustes, soy yo.

-Bueno, al menos esta culebra no muerde.

-Es como los peces cuando tantean el cebo sin picar el anzuelo. Mientras no pique, no hay de que alarmarse.

-Es que... con semejante herramienta, lo difícil es no darme. Menos mal que mis amigas no conocen esta parte de ti, te violarían.

-Jajajaja bueno, no recibo queja de tu madre... Pero basta de hablar del pene de tu padre y vayamos a ver si pica algún pez de los de verdad.

Finalizamos el chapuzón y tras secarnos fuimos directos a por las cañas, las cuales sólo necesitaban colocar el cebo en el anzuelo. Durante la primera hora no picaron, y durante la segunda tampoco.

-¿Qué pasa hoy? ¿Se están echando la siesta? -dijo mi hija rompiendo el silencio.

-Hay que tener paciencia y las cosas llegarán... Hay días en los que pican mucho, como ayer, y otros no pican nada, pero hay que seguir insistiendo. Si quieres echamos una partida al parchís para amenizar la tarde, tengo uno en la tienda.

-Vale, me parece bien.

Acerqué el tablero, cubiletes y una mesa para estar cómodos durante la partida.

-Podríamos hacerlo más divertido. -dijo Natalia.

-¿Cómo?

-Podríamos apostar algo.

-¿Y qué quieres apostar?

-Mmmm... Pues no sé... ¡Ya sé! Quien pierda tendrá que dormir desnudo, dentro del saco de dormir, pero desnudo.

-Está bien, como quieras, ya nos hemos visto desnudos y además vas a perder tú... A decir verdad dormir desnuda o con los pijamas que has traído es lo mismo.

-Ya veremos quien se despelota esta noche.

Lamentablemente perdí yo y tras la frustrada sesión de pesca, y cuando comenzaba a anochecer, volvimos a la tienda para cenar y disfrutar de una nueva actividad: historias de terror en medio de la nada.

-...y desde ese momento entendió que su fallecido amigo le atormentaría para siempre y se escondería en cualquier recoveco oscuro que tuviera tras él. Cómo la oscuridad que tienes justo detrás tuyo ahora mismo, en la cual no puedes ver que hay más allá de dos metros de distancia y cualquier cosa podría aparecer de la nada sin esperártelo...

-Papá... Sabes de sobra que de pequeña no me gustaba la oscuridad y dormía con una luz... -dijo girándose para darme la espalda con tal de confirmar que no había nada en la oscuridad tras ella.

-¡¡BUUU!! -me había acercado hasta ella sigilosamente y le asusté cuando volvió a girarse para orientar su cuerpo hacia mí.

-¡Ahhhhhhhh! ¡Eres tonto! -dijo dándome dos puñetazos en el brazo.

Yo me reía a carcajadas y a mi pobre hija casi le da un infarto. Al cabo de media hora nos encontrábamos en el interior de la tienda, listos para ponernos los pijamas y meternos en los sacos de dormir.

-No tan rápido, espabilado.

-Ay si... La apuesta, se me había olvidado. -dije antes de empezar a quitarme la ropa.

-¿Sabes qué? El día de mañana me gustaría estar con un hombre como tú, que se cuidara tanto... -dijo una vez me encontraba desnudo mientras no apartaba su vista de mi polla.

-Bueno, seguro que elegirás bien... Pero el día de mañana será dentro de 10 años mínimo.

-Papá, ya no soy una cría.

-Precisamente. Bueno, buenas noches. -dije después de apagar la única luz que iluminaba el interior de la tienda.

Cerré los ojos con intención de dormirme y poner fin al segundo día, un día tan bueno como el primero.

-Papá, ¿puedo meterme en el saco contigo? Tengo frío...

-¿Tienes frío? ¿O más bien te has creído las historias que te he contado y ahora tienes miedo?

-¿Y qué más da? ¿Puedo o no?

-Claro, como cuando eras pequeña... Pero aquí dentro no vamos a caber los dos... Puedo abrirlo por completo y usarlo como un edredón.

-Sí, eso sería perfecto.

Sin decir nada más note en la penumbra que salía de su saco y bajé la cremallera del mío para repartirlo ampliamente para tener el espacio suficiente para cubrirnos los dos. Yo estaba boca arriba y mi hija se puso a mi lado en posición fetal, dándome la espalda. A los pocos minutos se giró para cogerme mi brazo más alejado a ella y se lo llevó a su territorio para que le abrazara por la cintura sin cambiar su posición.

Sin haberlo previsto mi polla desnuda tocaba el pantalón de su pijama pero no le di importancia, y creo que ella tampoco. En realidad no era nada que no hubiera ocurrido ese mismo día. Y hablando del día, empecé a recordar como había transcurrido, con los inocentes besos al inicio en el mirador, los sensuales besos en el lago, el descubrimiento de su cuerpazo desnudo... Inevitablemente me empalmé y mi capullo chocaba con la unión de sus dos muslos.

-¿Papá?

Me hice el dormido para que no pensara mal de mi. Con un poco de suerte, pensaría que aquello era un acto inconsciente fruto de mi estado dormido o tal vez que era por un bonito sueño que estaba teniendo, pero esperaba que no pensara que el detonante de aquello era ella.

Mi polla presionaba sus muslos y noté como mi hija los separó para permitir a mi falo obtener su posición natural, sin obstáculos. Al hacerlo, mi capullo se encontraba en su entrepierna y mi tronco atrapado entre sus muslos. Noté como Natalia, muy levemente, movía su pelvis y frotaba su entrepierna con mi mástil. ¿Estaría soñando?

La falta de mi polvo diario junto con las acciones de mi hija iban a provocar que me descontrolara e hiciera algo de lo que me arrepentiría. Por este motivo, y con una voluntad de hierro, me giré y le di la espalda. Mi hija no se movió, o al menos no noté que lo hiciera, y acabamos los dos durmiendo aunque con cierta dificultad tras aquel suceso, al menos yo.

TERCER DÍA

De nuevo me desperté yo primero a la mañana siguiente y de nuevo dejé a Natalia que durmiera todo lo que necesitara. Decidí aprovechar el tiempo dando una vuelta y aproveché el paseo para recoger algo de leña para la hoguera. No me alejé mucho y gracias a ello escuché los gritos desesperados de mi hija pidiendo auxilio. Tiré la leña y llegué a la tienda en cuestión de segundos.

-Ya estoy aquí, ¿Qué ha pasado? -dije metiéndome en la tienda.

-¡Una serpiente! ¡Ahí! -dijo señalando una esquina de la tienda.

Era una inofensiva aunque grande culebra. La cogí rápidamente y la lancé lejos de la tienda.

-Ya está, esta no volverá a aparecer por aquí. ¿Te ha mordido?

-Sí...

-¡No me fastidies! Pues esta era de las venenosas. -mentí y le gasté una nueva broma.

-¿¡En serio!? Corre papá, succiona el veneno, lo he visto en las pelis.

Estaba a punto de reírme y explicarle que jamás se debe hacer eso cuando te inoculan veneno hasta que me mostró la zona en la que le había mordido. Estaba sentada, se quitó su pantaloncito del pijama y se abrió de piernas para mostrarme la mordedura, la cual se encontraba a escasos milímetros de su ingle. Mi abstinencia y sus bragas rosas me empujaron a seguir con la actuación y me arrodillé para hundir mi cara en su entrepierna. Puse una mano a cada lado y una tocaba el borde de sus seductoras braguitas. Mis labios rodearon la mordedura y succioné como si de ahí fuera a salir algo. Su piel se sentía suave y tuve el deseo de llevar mi mano y sobre todo mi boca a su sexo pero una vez más hice gala de mi férrea voluntad y me aparté tosiendo.

-¿Te lo has tragado? ¡Papá, escupe!

Mi tos se convirtió en carcajada.

-Cariño, no hay nada venenoso por aquí cerca y, en caso de haberlo sido, jamás se debe succionar el veneno.

-¡Eres tonto!

Una vez más le tomé el pelo a mi inocente hija y salí disimuladamente de la tienda ocultando el bulto de mi entrepierna. Comenzamos el día con un paseo, luego le siguió un baño antes de la comida, sin fotos, y tras engullir el plato que había elaborado decidimos darle una nueva oportunidad a la pesca. En esta ocasión fue fructífera y pescamos 5 buenas piezas. Tras la pesca era el turno de la cena y tras esta le propuse hacer un juego de beber alcohol.

-Es muy sencillo. Vamos a jugar a las cartas, ya sabes jugar y no tiene mucho misterio. El que gane cada mano tendrá que decidir si la otra persona bebe chupito o contesta a la pregunta que se le formule. -expliqué a mi hija.

-Fácil, pero me pido el vodka, me gusta.

-¿Ah si? ¿Desde cuando?

-Desde que tengo 18 años.

-Muy hábil.

Cada mano se acababa rápidamente y de este modo corría el alcohol y las preguntas de manera ágil.

-Jolín papá, no paras de mandarme que beba en cuanto pierdo.

-Claro, así sabré que me dices la verdad cuando me toque preguntar. Y tú no paras de hacerme preguntas.

-Por que sé que es muy difícil emborracharte, aunque no te preocupes que también te va a tocar beber, te lo garantizo. Además, es una magnífica oportunidad para preguntarte cosas que en situaciones normales no me contarías.

Demostró su intención con diferentes preguntas.

-¿Cada cuanto lo haces con mamá?

-Cada día.

...

-Antes has dicho que lo hacéis cada día pero hay días que no os veis. ¿Qué ocurre en esos días? ¿Te lías con otras mujeres?

-No, jamás... Esos días simplemente estoy que me subo por las paredes hasta que vuelvo a ver a tu madre o decido aliviarme yo solito.

Tampoco fueron pocos los chupitos que me hizo beber y cuando vi que estaba desinhibida le hice preguntas igual de picantes que las suyas. Entre otras cosas me confesó que le gustaba un chico aunque no me dio detalles, que había heredado mi deseo sexual y se masturbaba casi a diario...

Finalicé el juego con el objetivo que mi hija no tuviera resaca al día siguiente ya que demostraba tener algunas dificultades a la hora de vocalizar. Nos metimos en la tienda y me puse el pijama dándole la espalda.

-Papá...

-Dime cie.. ¿Pero qué estás haciendo?

Natalia estaba sentada, ligeramente recostada hacia atrás, con sus piernas abiertas de par en par sin ninguna prenda que le cubriera de cintura para abajo pero su mano tapaba parcialmente su sexo. Se estaba masturbando en círculos con la cara descompuesta de puro placer y los ojos entreabiertos.

-Ufff... Ya no aguantaba más... Ya te he dicho que necesito mi ración diaria y si no me pasa como a ti, que voy cachonda perdida. Somos iguales papá, sácatela y alíviate.

-No cariño, esto no está bien. Que te alivies tú vale, ya te he dicho que es algo totalmente sano, pero no uno delante del otro.

-Anda papá, si ya nos hemos vistos desnudos... Será una actividad más entre padre e hija. Seguro que si fuera Jorge no te daría tanta cosa. Haz el favor de no ser sexista, eh.

Sus palabras tenían mucho de alcohol pero también mucho de razón. Veía a mi hija de esa guisa y cedí sin pensarlo demasiado. Me quité el pantalón y liberé mi pene semierecto. Me senté frente a ella y mi hija no le quitaba ojo al pene que me llevaba a la mano para iniciar un suave bombeo. Notaba como me miraba la entrepierna con lujuria y se notaba su calentura en los dientes que mostraba al morderse su labio inferior. Yo tampoco perdía detalle de su paja, con sus piernas abiertas por completo y su mano en el centro aplicando movimiento en diferentes direcciones.

El placer de ambos era creciente, y con él el deseo, y mi hija se introdujo su otra mano en el interior de su camiseta con la intención de estimularse a través de sus pechos. Sus tímidos gemidos fueron la gota que colmó el vaso y me corrí con un sonoro gemido.

-Guau papá, cuanta leche...

-Bueno, creo que ya está bien por hoy, me voy a dormir. -dije mientras me limpiaba.

-No, espera papá, necesito pedirte un favor... Es que me está costando un poco.

-No pienso acabarte yo...

-No es eso... Me basta con que te sientes detrás y me toques las tetas.

Durante la paja que me acababa de aplicar a mi mismo fantaseé en gran medida con sus grandes pechos y no pude rechazar su invitación. Con mi polla todavía al aire, me senté justo detrás de ella y llevé cada mano a sus senos para acariciarlos sobre la tela. Su sujetador era duro, deduje que debía serlo por el tamaño de lo que protegía, e impedía obtener detalle de su interior aunque lo estaba disfrutando en gran medida.

Mi hija se inclinó ligeramente hacia delante y se quitó la camiseta primero y el sujetador después para facilitar y mejorar mi tarea. De nuevo llevé mis manos a sus carnosos pechos y apliqué simétricos movimientos en ambos. Mi polla, pese haber llegado al clímax, seguía dura debido al manoseo y pinchaba la pequeña espalda de mi Natalia.

Sus tetas se sentían increíbles y la respiración agitada de mi hija me indicaba que lo estaba disfrutando tanto o incluso más que yo. Sus pezones también eran más grandes que los de su madre y no perdía ocasión de acariciarlos.

Podría haber estado así durante horas pero fueron minutos ya que mi hija cogió una de mis manos y la fue descendiendo, pasando por toda la zona de su abdomen, hasta llegar hasta su coño. La suave y final piel que acariciaba se convirtió en una empapada, caliente y pequeña raja.

Decidí jugar con su sexo con una mano mientras me divertía con sus tetas y pezones con la otra. Mi hija me acariciaba el pelo y decidí ir un poco más allá con tal de ayudarla a correrse gracias a dos acciones: besos en el cuello y penetrarla con un dedo.

-Papi... Te quiero papi...

Fue lo único que acertó a decir entre tanto gemido. Mi dedo se sentía muy oprimido en el interior de su cavidad y mi hija no tardó en girar su cabeza en busca de mi boca. Cuando nuestros labios se encontraron empezó una cursa de tiernos pero apretados besos sin lengua. Una de mis manos aceleraba el ritmo en la zona baja y la otra se centraba en disfrutar únicamente de sus pezones.

-Así papi... Que bien lo haces... Así... Así...

Convulsionó anunciando la llegada de un orgasmo y tras recibir un largo y fuerte beso dimos por finalizado el suceso.

-Gracias papi...

-No me las des... Pero debes saber algo: esto no se va a volver a repetir y si en los próximos días te pica, te rascas tú solita.

-Como quieras, pero como bien dijiste: “Es como los peces... Mientras no pique, no hay de que alarmarse.”. Esto no ha sido ninguna picada, sólo una actividad más de la aventura. -dijo Natalia quitándole hierro al asunto.

Ambos nos metimos en nuestros respectivos sacos para dar por finalizado el día que había tenido un agitado final.

CUARTO DÍA

El cuarto día empezó diferente al resto, básicamente porque mi hija se despertó primero y cuando lo hice yo la tenía tumbada sobre mi mirándome con una sonrisa de oreja a oreja.

-Buenos días papi.

-Buenos días cielo. ¿Lista para un nuevo día?

-Lista para una nueva aventura.

Ambos nos levantamos, nos vestimos, y preparé el desayuno.

-¿Qué vamos a hacer hoy? -preguntó mi inquieta hija.

-Es una sorpresa.

-¿Y me va a gustar?

-Te va a encantar.

Tras el desayuno cogí una gran mochila la cual no había abierto hasta el momento. Con ella y junto con mi hija encaminamos un sendero para llegar a nuestro lejano objetivo. Hicimos algunos descansos en el camino y tras hora y media de camino le mostré la sorpresa.

-Pues aquí la tienes.

-¿Que tengo que ver?

-Acércate a ese árbol de ahí y avanza dos metros más. Cuidado que hay una buena caída.

Mi hija obedeció y permaneció quieta en el punto que le había indicado, mirando a diferentes direcciones.

-No lo entiendo.

-Vas a bajar hasta ahí abajo.

-¿Y por dónde se supone que se baja?

-Lo tienes justo delante. Te voy a enseñar a rapelar.

-¿En serio? ¡Que miedo, papá!

-Tranquila, tampoco es que sea un barranco... es perfecto para aprender.

Monté todo lo necesario y le expliqué que era cada cosa, aunque se centraba en memorizar lo que tenía que hacer y como tenía que hacerlo... Preparé todo para el descenso y tras insistirle y animarla por fin se decidió a dar el paso definitivo para quedarse suspendida en el aire.

-¿Ves? Es super seguro, no tienes nada que temer.

Fue descendiendo de manera torpe y lenta pero logró el objetivo.

-¡Que divertido! ¡Otra vez!

-Jajajaja sabía que te gustaría. Luego repetiremos. Ahora toca una nueva sorpresa, por aquí.

La desaté y dejamos las cosas allí para continuar la marcha. Sólo tuvimos que andar 20 minutos para llegar al nuevo destino: una pequeña catarata que nutría de agua un pequeño estanque.

-¡Uala! Que chulo...

-¿Te gusta?

-Mucho... ¿Pero porque te estás desnudando?

-Por esto.

Estábamos en una parte mas elevada del estanque, a dos metros de la cascada, y tras desnudarme salté desde una gran altura para zambullirme.

-¿A qué estás esperando? ¡No hay ningún peligro!

-Está bien, ¡Allá voy!

Mi hija se desnudó por completo y se tiró de bomba.

-¡Esto si que mola! ¡Quiero repetir!

-Tantas veces como quieras.

“Que bien va a dormir hoy”, fue lo que pensé mientras la veía saltar, salir del estanque para rodearlo a toda prisa hasta su parte más elevada y volver a saltar una y otra vez. Al hacerlo, sus tetas se contoneaban de un lado a otro, de manera casi hipnótica. Tal balanceo provocaba en mi el deseo de repetir las acciones de la noche anterior y la erección en mi polla me indicaba que estaba de acuerdo conmigo. Tenía que hacer lo posible por olvidarlas, entre otros motivos porque las de mi esposa me iban a saber a poco tras haber manoseado las tetas más perfectas que había visto jamás: las de mi hija.

Cuando conseguí que mi falo volviera a su estado natural le animé a salirse y allí mismo nos comimos unos sandwiches. Tras la comida nos dimos un par de chapuzones más y volvimos sobre nuestros pasos. Debido a la hora no fue posible volver a rapelar pero me comprometí en repetir la actividad en uno de los 3 días que nos quedaban por disfrutar.

Cansados, llegamos al fin a la tienda cuando el sol todavía no se había puesto. Ese día no hubo pesca y el gran ejercicio que habíamos hecho durante el día provocaba que tuviéramos hambre antes de tiempo así que adelantamos la cena.

Tras la misma, nos tumbamos en la orilla del lago y disfrutamos del fabuloso cielo estrellado.

-Te tengo que dar la razón, papá, me está encantando la aventura, está teniendo de todo.

-Me alegro que te guste.

-¿Podremos repetir?

-Cuando tus estudios y mi trabajo nos lo permita, por supuesto.

-Reserva unos días para mi en tus próximas vacaciones.

-Así sera.

Más tarde nos encontrábamos en la tienda de campaña, en la penumbra, poniéndonos nuestros respectivos pijamas.

-¡Au! -se quejó mi hija.

-¿Qué te ha pasado, cariño? No me digas que hay otra culebra... Ahora cierro bien la tienda.

-No... Es la mordedura, me duele un poco.

-A ver si te voy a tener que llevar a urgencias.

-No es para tanto, estoy bien... Un beso tuyo de cura sana y listo, de los que me dabas de pequeña, y “si no se cura hoy, se curará mañana”.

-Está bien.

Le di un rápido beso en su ingle, antes de que se pusiera su pantaloncito, y me aparté.

-Ahí no es... Prueba de nuevo.

Volví a llevar mi rostro a escasos centímetros de la zona “de riesgo”.

-Más a la derecha... No, a tu derecha... Un poco más, dos centímetros más... Ahora un poco más arriba... Ahí, si, justo ahí.

No veía nada pero llevaba 3 besos percatándome que aquello no era la mordedura, ¡era su coño! Se había apartado las bragas hacia un costado para despejar el camino hasta sus labios vaginales y pese a saberlo no pude rechazar la invitación con la esperanza de que pareciera un accidente o un gesto malintencionado por parte de mi hija, no mío.

-¡Ahí! No te muevas... Unos pocos besos y mañana estaré como nueva.

Mi boca estaba en alguna parte de su raja y mi nariz tocaba su escaso y fino vello púbico. Mi hija me acariciaba la cabeza y movía levemente la cadera con tal de recorrer su sexo por mi boca. Recordé los acontecimientos que se produjeron en ese mismo lugar, 24 horas antes, y más concretamente mi dedo en su apretado coño y provocó que no pudiera contener mi lengua en el interior de mi boca.

-Así papi... Sácale todo el veneno...

Mi lengua se movía con destreza, como la de una serpiente, y mi hija se retorcía de puro placer. No tardé demasiado en centrar mis acciones en su escondido clítoris y mi dedo encontró su caliente y mojada cavidad para otorgarle mayor placer a mi hija. Mi polla también solicitaba atención y la saqué para masturbarme al mismo ritmo con el que masturbaba a Natalia.

-Mete dos dedos. -solicitó.

Dudé pero accedí. A mi dedo corazón le acompaño el anular e introduje ambos a la vez muy despacio. Su conducto mostraba resistencia y con paciencia acabaron los dos dentro. Los líquidos que emanaba de su interior cada vez eran mayores y gracias a estos mis dedos se deslizaban con soltura en su interior.

No me lo podía creer, no me reconocía a mi mismo, estaba follándome a mi hijita con mis dedos y mi lengua en medio de la nada y estaba provocando que gimiera de manera notoria.

-Papi... Necesito tu boca aquí arriba...

Llevaba un rato descontrolado sin ser dueño de mis acciones por lo que cedí en la petición de mi hija y sin cesar la actividad de mis dedos desplacé mi boca hasta la suya. Nos dimos 5 o 6 fogosos besos y los que les continuaron se encontraron con nuestras lenguas por primera vez.

Mi lengua encontró la suya al mismo tiempo que su mano encontró mi polla para continuar con la paja que hasta ese momento me había aplicado a mi mismo. Diferente postura, más acciones simultáneos y placer incrementado en ambos protagonistas.

Su pequeña mano demostraba empeñó y dedicación en darme placer y mi mano que tenía libre decidió incrementar el suyo. Esta se introdujo en el interior de su camiseta y amasó con ganas sus dos enormes pechos. Natalia paró su actividad por un segundo para liberar sus tetas tal y como lo había hecho el día anterior. Tras esta acción su boca volvió a encontrarse con la mía y su mano reanudo el bombeo en mi polla.

Amasaba sus grandes tetas a partes iguales e intentaba que sus pezones tuvieran el mismo trato. Dejé de saborear su juguetona lengua para catar aquellos grandes y apetitosos pezones.

-Joder papi, que gustazo... Cómetelas todas...

Dejó de masturbarme y deduje que estaba cerca de correrse. Aceleré el ritmo de mis dedos en su coño mientras le comía las tetas y noté como llevó una de sus manos a su clítoris para frotarlo con velocidad.

-Me corro papi... me corro... Dios, joder... Si... ¡Ah! ¡Ah! ¡Ahhhh!

Efectivamente se corrió soltando múltiples chorros de felicidad desde su interior a la vez que tenía espasmos por todo su cuerpo.

-Te quiero tanto papá... Ahora me toca devolverte el favor.

-No hace falt...

Antes de que terminara la frase noté como mi polla era invadida por una caliente y mojada cavidad. Mi mano fue agarrada por otra para dirigirla a la cabeza que estaba engullendo mi estaca. Mi otra mano también la dirigió a su cabeza y entendí lo que me pedía Natalia sin que tuviera que decirlo: quería que guiara los movimientos de su mamada con mis manos.

Ahora era yo el que me encontraba abierto de piernas con la cabeza de mi hija en mi entrepierna. Demostraba gran habilidad con su lengua y mis manos orquestaron los movimientos de su cuello con un progresivo incremento en la velocidad con la que me succionaba. No se la metía hasta el fondo pero no estaba siendo necesario, el placer que me daba su pequeña lengua y su joven boca era indescriptible. Al cabo de un rato paré sus movimientos y dejé que su boca se centrase en mi capullo.

-Bombéame el tronco con tu mano... Eso es... Más rápido...

Mi hija obedecía fielmente mis indicaciones y no tardé en soltar varios chorros de leche.

-Papá... No me lo he tragado, no sabía lo que tenía que hacer... ¿He hecho bien?

-Lo has hecho perfecto mi niña... Pero estoy avergonzado.

-Anda, no te vayas a venir abajo ahora, eh. Sólo es una aventura.

-Esto no forma parte de la tradición familiar.

-Si siempre fuera lo mismo no sería una aventura... Y es tu deber como padre que tu hija no sufra, y ni te imaginas lo que sufro cuando no me desahogo... Bueno, ¿Qué te voy a contar? De tal palo tal astilla...

Mi hija, de nuevo, intentaba quitarle hierro al asunto. Cada uno se metió en su saco y tratamos de dormir lo que pudimos. Yo apenas pegué ojo pensando en la locura que acababa de hacer, pensando en las dos partes diferenciadas que había tenido el día: actividades al aire libre disfrutando de una relación perfecta padre e hija y una noche de lujuria con mi hija como amante... Trataba de ser positivo y me aliviaba el razonamiento de mi hija: era algo buscado por ella, no algo impuesto, que no le daba importancia y que lo que quería era vivir una aventura nueva y diferente junto a su padre.

QUINTO DÍA

Me levanté al día siguiente y mi hija no estaba en la tienda. Salí y la vi de pie en la orilla, totalmente desnuda.

-¿Qué haces así? ¿Porqué no te vistes?

-Me apetece empezar el día con un baño... ¿A ti no?

-Luego si quieres... Antes tenemos que desayunar y tengo que ir a buscar a tu hermano, que llegará en breve con el coche.

-Anda papá, hazme feliz... Me apetece.

-Está bien, un chapuzón rápido y nos salimos.

-¡Yupi!

Me quité la ropa mientras ella se metía en el agua y se alejaba de mi posición. Una vez desnudo fui tras ellas y nos quedamos quietos uno frente al otro.

-Muchas gracias por todo papá. Es una lástima que no podamos seguir divirtiéndonos a solas.

-Bueno, nos lo pasaremos bien los 3, y podrás enseñarle a tu hermano lo bien que se te da la pesca... incluso podrás echarle en cara que se te da mucho mejor a ti.

-¿Te puedo preguntar una cosa?

-Claro, dispara.

-¿Qué parte de mi cuerpo te gusta más?

-¿Qué parte? Menuda pregunta...

-¿Son mis tetas?

Y me cogió una mano y la dirigió a uno de sus turgentes senos.

-¿O es mi culo?

En esta ocasión cogió ambas manos y las llevo a su fabuloso culo, el cual apreté con firmeza sin poder evitarlo.

-¿O es mi coñito?

Como era de esperar mi mano acabó en su entrepierna y con la suya me invitaba a mover mis dedos a lo largo de su raja.

-¿Tal vez sea mi boca?

Nuestros labios se solaparon y nuestras lenguas batallaron en el interior.

-A mi me encanta tu gran polla. -dijo interrumpiendo momentáneamente nuestro beso.

Cogió mi rabo empalmado y lo llevó directo a su entrepierna. Su boca se volvió a unir con la mía. Movía su pelvis con tal de frotar su vagina por toda la extensión de mi mástil y le volví a agarrar el culo con ambas manos con una doble intención: disfrutar de su precioso culo y tomar las riendas del roce impartido entre mi polla y sus labios vaginales.

-Así papi... es hora de morder el anzuelo...

-No... No puede ser... Esto no está bien.

Paré toda aquella locura y me dirigí a la orilla. Una vez en tierra firme escuché la voz de mi hija desde atrás.

-Papá...

Me giré y sin esperármelo se abalanzó sobre mi. Me cogió desprevenido y por este motivo caímos ambos sobre la arena. Yo me encontraba tumbado boca arriba y mi hija estaba sentada sobre mi polla. De nuevo se frotó con mi miembro y en esta ocasión llevaba ella el timón.

-Sé que lo deseas... Venga papi, pongámosle un bonito desenlace a la aventura...

Tímidamente la intenté apartar y se agarró mi cuello con todas sus fuerzas. Forcejeamos un poco a partir de entonces.

-¡Ay! -exclamó Natalia.

-¿Estás bien? ¿Te he hecho daño?

Me percaté que su grito fue provocado por mi capullo que había penetrado su apretado agujero.

-Ufff... La tienes enorme papi... -dijo mientras se la introducía lentamente.

-Natalia, haz el favor... Esto no está bien.

-Papá, deja de preocuparte, no vas a dejar de ser un padrazo por esto... Y esto no te convierte en mala persona, sólo vas a hacer feliz a tu niñita del modo que ella quiere... No me prives el regalo que tanto quiero, por favor...

La verdad es que nunca supe decirle que no. Se tomó mi silencio y mi inmovilidad como un consentimiento por mi parte y continuó introduciéndosela poco a poco.

-Joder... Menuda polla papá... Va a costar... -dijo poniéndose de nuevo en vertical a mi.

-¿Esto ayuda?

Le demostré mi sumisión poniendo mi torso en vertical, paralelo al suyo, y llevé mi boca a sus grandes pezones mientras mis manos abrazaron su fabuloso culo.

-Joder que si ayuda...

-Que te quede claro: va a ser la primera y la última vez que hagamos esto.

-Calla y sigue comiéndome las tetas.

Se sacó mi polla un par de veces de su interior y confirmó que estaba lo suficientemente lubricada y dilatada como para disfrutar de mi miembro sin ruedines.

-Te voy a mostrar de lo que es capaz de hacer tu niñita.

Me volvió a tumbar y posó sus dos manos sobre mi pecho para bailar sobre mi falo. La postura era la misma que había hecho con su madre pero el polvo era totalmente distinto. Natalia, a diferencia de su madre, movía su pelvis en vertical pero lo hacía moviendo única y exclusivamente su culo, levantando y descendiendo sus glúteos, sin que ninguna otra parte de su cuerpo se tuviera que mover. Me perreaba mi entrepierna con gran habilidad y aquello iba camino de convertirse en el mejor polvo que había echado jamás.

Tras varios minutos con semejante follada decidió cambiar de postura. En esta ocasión se sentado en el mismo sitio dándome la espalda y ahora tenía un primer plano de sus movimientos y de mi polla desapareciendo por arte de magia en su interior. Sucumbí ante la tentación de estrujarle las perfectas nalgas que tenía a mano e incluso me atreví a darle un par de azotes los cuales intensificaron los gemidos de mi hija.

Necesitaba notarla más y por este motivo le empuje hacia delante para que quedase a 4 patas frente a mi. Coloqué mi falo para continuar el polvo y mientras lo hacía me incliné hacia delante para agarrar sus pechos suspendidos en el aire mientras le tiraba en ocasiones de los pezones. Su cabeza se giró buscando mi boca y lo que encontró fue mi lengua con la que mantuvo un pulso aéreo.

Estaba poseído por todos y cada uno de los estímulos que estaba disfrutando y por lo increíble que se sentía mi polla al penetrar ese conducto tan estrecho. No quería retrasar lo inevitable y puse mi torso en vertical al mismo tiempo que agarraba su cintura con ambas manos para embestir con fuerza su joven coño. Lo hice con tanta fuerza que sus brazos quedaron extendidos sobre la arena y su rostro no fue menos.

-¡AH-AH-AH-AH-AH! ¡Jo-deeeeeeeeeeeeeeer!

No era el primer orgasmo que notaba proveniente de mi hija. Eso sí, sería el último ya que no tardé mucho más en correrme. Desaceleré la velocidad de mis embestidas sin disminuir la fuerza de estas y por cada una solté un churro en la parte más profunda de su sexo.

Mi hija quedó medio aturdida sobre la arena.

-Recuerda, la primera y la última... Voy a buscar a tu hermano.

Todavía nos quedaban dos días y medio por delante hasta dar por finalizada aquella aventura, por no decir locura. Estaba convencido que la presencia de mi otro hijo ayudaría a que las cosas volvieran a su cauce... ¿o no?