A solas con Ana en la playa (capítulo 2)
Tras lo acontecido me creí con todo el derecho del mundo a asomarme a la ducha, así que lo hice. Lo que vi fue a Ana, de espaldas a mí, quitándose la parte de abajo, y quedando completamente desnuda.
Quise actuar como si nada de aquello hubiera sucedido, pero no pasaron ni 2 horas cuando Ana tuvo otro gesto que no me gustó. Sabiendo que a la tarde íbamos a volver a la playa, va la tía y se pega una ducha de 20 minutos. Claro, como a ella le sale gratis… En esta ocasión decidí guardármela.
Ana aprovechó la ducha para ponerse otro de sus 5 bikinis. En esta ocasión uno negro. No sé si el bikini rosa sería más ínfimo aún, pero este también era de tiro bajito, y se la veía bastante culo y bastante teta. Se puso una camiseta blanca (que transparentaba un poco) por encima y sin más me dijo de bajar de nuevo a la playa. Acepté.
Yo estaba un poco mosca así que no hablé demasiado. Aproveché que llevaba gafas de sol puestas y que no se podía ver muy bien hacia dónde miraba para observar el cuerpo de Ana todo lo que pude. Si va a ser una jodida irresponsable, al menos me lo cobro en carne. Ya podía la tía haberme dejado ver más teta como antes en la terraza, pero no hizo nada fuera de lo normal. Lo más “espectacular” que hizo fue desabrocharse el bikini cuando estaba boja abajo para que le diera el sol en la espalda. Después de lo de la terraza eso me sabía a poco, la verdad.
Cuando volvimos de la playa, pasó lo que era obvio que iba a pasar: Ana se quería duchar de nuevo. Yo ya pasé de morderme la lengua y se lo dije:
— Oye Ana, no es por nada, pero por si no lo sabía las duchas que te pegas me van a salir al final por un ojo de la cara…
Ana me torció el morro.
— Joder tío, es que el pelo se me queda echo una mierda con el mar…
— Ya bueno, pero lo que no puede ser es que te tires una hora al día con el agua caliente puesta
— Na, tranqui, si no tardo nada.
Era visible que la conversación era tremendamente incómoda para Ana, así que para terminarla, me volvió a hacer lo mismo de antes. Con gesto de mosqueo y de frente a mí, se quitó la camiseta. Sólo que ahora tuvo el grotesco detalle de encima tirármela arrugada. Agarré al vuelo la camiseta de Ana y ella se fue por el pasillo hacia el baño. Para mi sorpresa, mientras caminaba hacia la ducha de espaldas a mí, se fue quitando la parte de arriba del bikini. Cuando estaba a punto de entrar por la puerta del baño, ya había alcanzado a desabrochárselo del todo y lo dejó caer sin más, quedando tirado en el suelo del pasillo. Durante unas décimas de segundo pude ver a Ana de perfil en tetas metiéndose al baño.
¿Pero qué cojones? Me quedé igual de estupefacto o más que la otra vez, pero la cosa no acabó ahí. Pasados unos segundos, oí el sonido del agua de la ducha correr, pero Ana no había cerrado la puerta del baño. Tras lo acontecido me creí con todo el derecho del mundo a asomarme, aunque sólo sea con la excusa de recoger del suelo la parte de arriba de su bikini, así que lo hice. Lo que vi fue a Ana, de espaldas a mí, quitándose la parte de abajo, y quedando completamente desnuda. Probablemente ella sabía que la estaba mirando pero no se dio la vuelta, y moviendo su desnudo culo, se metió en la ducha y corrió la mampara.
Se me quedó una fuerte sensación agridulce en el cuerpo.
No sabía que Ana podía llegar a ser tan zorra. Sabía que tenía un punto de egoísmo pero visto lo visto, ha quedado claro que es una jodida niña pija y mimada. Por mi parte, no sé hasta qué punto me apetece ser el mayordomo de Ana, pero de momento me compensaba. Creo que la mayoría de los hombres aceptarían un poco de “trabajo extra” a cambio de lo que yo estaba recibiendo, así que decidí no sólo no rallarme por la situación, si no exprimirla todo lo que pudiera. Eso sí, tenía que andarme con ojo, tampoco podía permitir que una niña pija pisoteara mi orgullo como una uva pocha.
Cuando volví a ver a Ana ya estaba duchada y en pijama. Me di cuenta de que cuando se fue a duchar, no había llevado la muda ni el pijama al cuarto de baño, así que forzosamente tuvo que ir en pelotas, o al menos sólo con la toalla, hasta la habitación a vestirse. Al menos tuvo la decencia de recoger su bikini del suelo. ¿La pongo una medallita?
Cruzamos 4 frases, y de nuevo, ambos actuamos como si nada hubiera pasado. A ver cuánto dura.
Ya se acercaba la hora de cenar y ya intuía problemas de nuevo. Estaba claro que era yo quien tenía todas las papeletas para ser el que preparase la cena. Estando los dos sentados en el sofá viendo la tele tuve que decir algo, o si no moriría de hambre:
— Bueno, pues habrá que cenar algo, ¿no?
Ana se recostó un poco en el sofá, subió una pierna y puso su pie encima de mi muslo. Acto seguido dijo:
— Guay, ¿Qué vas a hacer?
Oh, oh…
“Ya podías hacer tú algo, zorra” Fue lo que pensé, pero actué con mucho más tacto.
— Pues ya veremos, pero me ayudarás un poco a hacerlo, digo yo…
— ¿Como esto de ayuda? – acto seguido Ana se subió lentamente la camiseta del pijama hasta dejarse ver la parte de abajo de sus tetas, justo hasta los pezones. No llevaba sujetador.
Olé. Al menos, la muchacha ya empezaba a hablar claro.
— No sé, yo creo que un poco más de ayuda no me vendría mal…
— ¿Y ahora? – Ana, siguiendo recostada sobre el sofá, y todavía con su pie encima de mí, se bajó el pantaloncito corto del pijama a la altura de los muslos, dejándome ver que llevaba un tanga negro de encaje. Joder, me estaba poniendo malo la jodida niña… Me fijé en su cara y vi que me estaba mirando con gesto goloso.
— No está mal, pero creo que aún me hace falta más ayuda…
Si cuela, cuela.
— Bueno…
Ana, con las dos manos, se subió un poco más la camiseta en un gesto rápido, y durante apenas dos segundos me dejó ver, esta vez sí, sus tetas en todo su esplendor, para luego volver a taparse. Joder, un tamaño perfecto, redonditas y con pezoncitos pequeños. Me estaba dando hambre, y no precisamente de cena…
— Ale, ya. ¿No? – me espetó.
No creo que pudiera rascar mucho más por ahora, así que asentí con la cabeza y me fui a la cocina, decidiendo que la cena de Ana ya estaba pagada.