A quién no le ha pasado esto en el dentista? CAP1
¿Nunca has querido apuñalarte en la entrepierna por propia vergüenza ajena? Esta historia narra una situación comprometida entre un joven y su dentista
Cuando la vi quede deslumbrado, nunca había visto una mujer tan alta en mi vida, quizás media un metro ochenta. No solo era alta sino que tenía unas curvas que dejaban sin aliento, unos enormes pechos que se veían firmes, una cintura estrecha que realzaba su prominente cadera y sus generosas piernas. Qué decir de su rostro, se podían ver sus oscuros ojos detrás de esas gafas de bibliotecaria, decorados con un maquillaje simple pero intenso, sus carnosos labios pintados de un burdeos parecían la cena mas apetitosa, y todo esto adornado con una ondulada melena intensamente oscura.
Quien me iba a decir que mi ortodontista seria esa espectacular mujer que cambiaria mi vida por completo a mis 21 años.
Esta historia que voy a relatar sucedió un mes de abril de hace ya siete años, como cada año mi familia y yo estábamos celebrando La Mona en un pequeño pueblo del centro de Catalunya. Durante la comida empecé a notar una pequeña molestia en mi boca, al principio no le di mucha importancia, pero ese dolor fue creciendo a medida que pasaban los días, hasta que un día era ya muy intenso. Le comente a mi madre que me dolía muchísimo la boca, así que decidimos ir a que le echaran un vistazo. El dentista que normalmente nos atendía había fallecido, dicen que murió de tanto comer. Ahora su clínica la llevaba una sobrina del difunto experto en muelas el DR. Comas.
Así fue como el 6 de abril de 2011 a las 16:00 mi madre y yo salimos en dirección al dentista para averiguar lo que me pasaba. Al llegar, en la recepción, detrás del mostrador, había un chico bastante joven que nos pidió el nombre y la tarjeta de la mutua. El chico vestía un uniforme blanco típico de un medico o un enfermero. El chico tras devolvernos la tarjeta de la mutua nos indico que esperáramos en la sala de espera.
La sala de espera no había cambiado mucho des de la última vez que fui, las sillas eran las mismas y las revistas también, la única diferencia era que en la pared ya no colgaban los títulos del DR. Comas si no los de la Dra. Comas. Me senté en una de esas sillas y pille la primera revista de coches que despuntaba encima del montón y madre hizo lo mismo pero con una revista del corazón donde ponía verde a no sé qué Rey de no sé qué país por sus posibles aventuras amorosas. Mi madre la leía mientras comentaba en voz baja, que no podía ser cierto, que menudo escándalo, etc... Por mi parte estaba buscando anuncios de coches de segunda mano, ya tocaba tener un cochecito para ir con mis amigos a la playa en verano o para poder tener la escusa para llevar alguna chica a su casa. Esa última idea daba muchas vueltas en mi cabeza en esos tiempos ya que a mis veintiún años aun no había estado con ninguna mujer y eso que yo no era un chico feo ni nada por el estilo, había tenido mis rollos de verano antes de entrar a la universidad pero nunca llegue mas allá de los besitos con lengua. Centre todos mis esfuerzos a los estudios y no tenía mucho tiempo ni de salir ni de conocer a gente nueva. En ese momento ya estaba a punto de terminar los estudios y empecé a plantearme echarme una novia o básicamente perder la virginidad. En ese momento que estaba absorto en mis pensamientos sosteniendo una revista que ya ni estaba leyendo el chico de la recepción dijo mi nombre. Me levante de la silla y seguí al chico por el pasillo que daba a las distintas salas. Mi madre se quedo con su revista en la sala de espera aun sulfurando por los chismes de la prensa del corazón.
El chico me indico que entrara en una de las salas y que me sentara en el sillón, uno de esos enormes sillones de dentista, y que la doctora no tardaría mucho en llegar. Me senté y espere mientras observaba la sala y los distintos instrumentos que había encima de una mesita.
Un Buenas tardes me hizo volver a la realidad y allí estaba ella, me quede atónito, menuda mujer. Salí de mi asombro mientras intentaba pronunciar un buenas tardes que salió entre cortado de mi boca.
Acerco su mano a mí y se presento, le di mi mano y le dije mi nombre. En el momento en que nuestras manos se tocaron note un pequeño escalofrió en mi cuerpo. Esa mujer intimidaba muchísimo con ese cuerpazo enfundado en una bata blanca.
Me pregunto qué me pasaba y le explique el fuerte dolor que notaba en el lado derecho de mi boca. Mientras le explicaba con todo detalle el dolor ella se colocaba unos guantes de látex en sus enormes manos y la típica mascarilla de los médicos en la boca. Se sentó en un taburete al lado del sillón y me indico que girara la cabeza hacia la derecha i que abriera bien la boca. Esas palabras sonaron como una orden y mi cuerpo respondió rápido, no sé porque pero esa mujer me intimidaba demasiado, pero por otra parte tenía un cuerpo de ensueño. Era una sensación un poco extraña en mí, sentía miedo y excitación a la vez.
Al girar la cabeza pude observar que había un pequeño agujero entre los botones de su camisa y se podía ver su sujetador y parte de sus pechos. Llevaba un sujetador de color azul oscuro con unos pequeños encajes de color negro. En ese momento quería morirme notaba como en mi entrepierna empezaba a elevarse un pequeño bulto. Cerraba los ojos e intentaba pensar en otra cosa que no fuera ella y sus pechos, mi cuerpo empezaba a ponerse tenso y las gotas de sudor recorrían mi espalda y mi frente. Solo esperaba que ella no notara lo que crecía en mis pantalones. Ella se percato de que estaba demasiado tenso y me dijo que me relajara que no me haría daño, me pregunto si me daba miedo ir al dentista, me dijo que no me preocupara que a muchas personas les da miedo. Yo le conteste que sí, que un poquito sí. Eso era mentira, en ese momento preferí que pensara que era el típico miedo que tiene la gente al dentista en vez de que supiera que me estaba excitando demasiado. Solo deseaba que me dejara la boca tranquila, no aguantaba más allí con la cabeza girada a la altura de sus enormes senos. No quería que pensara que era un degenerado.
Al cabo de unos minutos de puro sufrimiento me dijo que me incorporara. Suspire y me relaje. Ella empezó a contarme que era posible que una muela del juicio estuviera saliendo torcida por el interior de las encías. Yo intentaba forzar mi vista hacia sus ojos para no mirarle los pechos, entendía vagamente lo que me decía. En mi mente solo estaba ella. Pronuncio mi nombre y me dijo que ya podía irme, que tenía que realizarme una ortopantomografía y volver a pedir hora. Me acompaño a hacia la entrada del centro y le comento a mi madre lo que me pasaba. Yo no podía parar de mirarla estaba hipnotizado delante de tanta belleza. En medio de un generoso repaso que le hice con la mirada, me pillo como la observaba, me di cuenta y rápidamente mire hacia otro lado.
Se despidió de mi y de mi madre diciendo,- hasta la próxima y relájate cuando llegues a casa-, guiñándome el ojo mientras se escribía una sonrisa picara en sus labios. Mierda me había pillado.