¿A qué soy una buena zorrita, papá? 1 y 2
Una joven le coge el gusto a la cosa y le acaba dando lo mismo la carne que el pescado, uno que tres...
I
María Fernanda era una joven venezolana, morena, de un metro setenta y dos de estatura. Tenía el cabello negro, rizado, largo y espeso que llevaba en una media melena. Sus tetas y su culo eran gordos.
María Fernanda desde muy joven oía cómo su padre y su madre hacía sus cosas en la habitación y entre los gemidos que le sentía a su madre y las cosas sucias que le oía decir a su padre se fue sintiendo atraída por él. Cuando se hizo mayor miraba a su padre de aquella manera y su padre comenzó a meterle mano, siempre con su madre delante y estando de espaldas. Aquello tocamientos tenían un morbo que la ponían negra y comenzaron las pajas imaginando que su padre la hacía suya.
Una noche que estaban follando su madre y su padre fue a hurtadillas a ver si podía ver algo de lo que hacían. Al entreabrir la puerta vio a su padre en pelotas sentado en el borde de la cama y a su madre desnuda en su regazo con una venda negra en los ojos gimiendo en bajito mientras él le daba con una zapatilla en el culo y la ponía de puta para arriba. Volvió a arrimar la puerta y dijo para sus adentros:
-¿Qué clase de juego será ese?
Se quedó en el pasillo y al ratito sintió a su madre gemir con ganas. Volvió a entreabrir la puerta y la vio sentada en el borde de la cama y a su padre arrodillado delante de ella comiéndole el coño. Su madre gimiendo parecía mirarla a través de la venda negra y se excito. Su pequeño coño comenzó a mojarse. Pensamientos guarros surcaron por su cabeza. El primero fue lamer el coño mojado de otra mujer, y el segundo hacerse una paja que le quitara aquel tremendo calentón. Se fue a su habitación, se metió en cama, se quitó la enagua y las bragas, cerró los ojos, flexionó las rodillas, se abrió de piernas, introdujo un dedo en su coño mojado y lo metió y lo sacó al tiempo que acariciaba con el dedo el clítoris. Imaginó que estaba en el regazo de su padre, que le azotaba el culo con la zapatilla, después que le ponía el coño en la boca dándole la espalda, el padre le comía el coño y el culo, se daba la vuelta y le daba las tetas a mamar, se sentaba sobre su polla, lo follaba, le comía la boca... y comiéndole la boca se corrió cómo una loba, retorciéndose sobre la cama y tapando a boca con su mano izquierda para que sus padres no oyeran sus gemidos de placer.
María Fernanda tenía una amiga a la que se lo contaba todo, y esa amiga era su prima Carolina, que era cuatro años mayor que ella, más baja y tenía unas tetas y un culo tan grandes cómo los suyos. Carolina estaba casada y tenía mucho tiempo libre, ya que su marido trabajaba en una plataforma petrolífera. Ese sábado por la mañana los padres de María Fernanda iban a una exposición. Tomando un café sentadas a la mesa de la cocina de Carolina, María Fernanda le contó lo que viera, lo que oyera, que pensara y lo que se hiciera. Carolina, que estaba vestida con una bata de casa de color rojo y que calzaba unas zapatillas a juego,
le dijo:
-A tu madre le va la pachanga. ¿Cogerías con tu padre?
María Fernanda no vaciló al responder:
-Si no se enterase mi madre, sí.
-Pues ya sabes lo que tienes que hacer. Cuando no esté tu madre te pones una venda en los ojos y te insinúas. ¿Y con tu madre?
-¿Con mi madre, qué?
-¿Cogerías con ella?
De nuevo no se lo tuvo que pensar.
-Si no se enterase mi padre, sí.
-¿Y con los dos?
María Fernanda tenía las cosas claras.
-Si ellos quisieran, sí.
-¿Cogerías conmigo?
-Sí.
María Fernanda era de coño caliente.
-¿Me harías con la zapatilla lo que le hacía tu padre a tu madre?
-¡¿Quieres que te pegue?!
-Sí, quiero.
-¿Y por qué no me pegas tú a mí? Quiero saber si me gusta al darme con una zapatilla.
Carolina separó la silla de la mesa.
-Cómo quieras. Ven aquí, saca una zapatilla de uno de mis pies, dámela y échate sobre mis rodillas.
María Fernanda, que llevaba puesto un vestido que le daba por debajo de las rodillas y calzaba unas sandalias de tacón alto, se agachó, le quitó la zapatilla del pie derecho, una zapatilla roja con el piso de goma de color amarillo, se la dio, se levantó el vestido, se bajó las bragas y se echó sobre sus rodillas. Carolina le dio.
-¡Plassss plassss!-¡Ayyy!
Carolina se metió de lleno en el juego.
-¿Te gusta, cuca caliente?
-No me disgusta, pero duele.
-¡Plassss plassss plassss plassss! -¡Ayyyyy!
Le acarició las nalgas le pasó un dedo por el coño, lo sacó pringado de jugos y le dijo:
-Te voy a enseñar a hacer una paja.
-Ya sé.
-No, no sabes, cómo yo lo hago, no.
-Sí que sé.
Le largó otra vez.
-¡Plassss plasss plassss plassss! -¡Ayyyy!
-No hables de lo que no sabes, bicha.
-Sí que sé de lo que hablo.
-¡¡Plassssss plasssss plasss plassss! -¡¡Ayyyy, pendeja!
-¡No sabes, coño! Y no me llames pendeja o te doy más fuerte.
-¡Sí que sé, pendeja!
-¡¡¡Passss plasss!!! -¡¡Ayyyy!!
-¿Disfrutas, zorra?
-Esto de los azotes no es para mí.
-¡¡¡Plassss, plasss!!! -¡Oooooh!-¡¡¡Plasss, plasssss!!!
María Fernanda ya estaba a punto de caramelo.
-Voy a acabar, prima.
-¡Ni se te ocurra, mojonera! Ponte boca arriba sobre mis rodillas.
Se puso boca arriba. Su coño, con una mata negra, rizada que lo cubría, quedó al aire. Carolina volvió a pasar el dedo por la raja, y con él mojado acaricio su clítoris haciendo círculos sobre él. María Fernanda le preguntó:
-¿Te haces así la paja?
-Sí. ¿Te gusta?
-Sí, así también la hago yo.
María Fernanda abrió las piernas. Carolina le metió un dedo dentro de su estrecha vagina.
-¡Qué rico!
Acariciando sus tetas con la otra mano metió y sacó el dedo varías veces, después volvió a hacer círculos con él sobre el clítoris y María Fernanda se corrió cómo una loba, gimiendo y temblando y soltando una tremenda corrida que bajó entre sus piernas y le puso perdida la bata a Carolina.
Al acabar de correrse, con una sonrisa de oreja a oreja, le dijo a su prima:
-¿Quieres que te haga una paja yo a ti?
-¿No prefieres ver cómo la hago yo?
-Sí, hazla, quiero verte.
Carolina se levantó, quitó la bata y quedó totalmente desnuda, ya que no llevaba nada por debajo.
-Siéntate en la silla.
María Fernanda se sentó en la silla en la que había estado sentada Carolina. Tenía
el coño de su prima a menos de medio metro de ella. Vio cómo metía y acaba los dedos de él. También vio cómo se magreaba las gordas tetas con areolas oscuras y pezones cómo picas. Carolina dándose dedo a mazo, le preguntó:
-¿Te gusta lo que ves?
-Sí, mucho. Mi cuca se está mojando otra vez.
Unos minutos después Carolina quitó los dos dedos del coño, se los llevó a los labios y María Fernanda los chupó. Ya fue a por ella. Le cogió la cabeza con las dos manos, le llevó la boca al coño y le dijo:
-Lame.
María Fernanda sacó la lengua para lamer, Carolina frotó el coño contra ella, comenzó a gemir y al ratito se corrió en su boca, diciendo:
-¡Traga, chicharra!
Al acabar de correrse Carolina, María Fernanda se levantó y le dijo:
-Me gustó que me la dieras en la boca.
Carolina se levantó, la besó con lengua. María Fernanda se estremeció, Era su primer beso. Todo aquello era nuevo para ella. Le quitó el vestido, el sujetador, las bragas y las sandalias. Al tenerla desnuda y descalza la besó en la boca, en el cuello, le lamió los duros pezones de unas tetas esponjosas y con areolas grandes y casi negras. María Fernanda gemía, gemía y respiraba con dificultad. Carolina la cogió por la cintura y besó y lamió su ombligo. Le dio la vuelta y le lamió y folló el ojete con la punta de la lengua. Le volvió a dar la vuelta y cuando lamió su coño encharcado ya no necesitó más, se corrió cómo una burra, diciendo:
-¡¡Qué ricoooo!!
Sus piernas le empezaron a temblar, se le fueron las fuerzas y se derrumbó sin que su prima la pudiese sujetar. Acabó en el suelo en posición fetal, temblando y con las dos manos en el coño. Carolina mirándola dijo:
-¡Qué barbaridad!
Era el comienzo de una pequeña, pero intensa relación sexual.
Seis días más tarde Claudia, la madre de María Fernanda, una mujer alta, gordita, con buenas tetas y buen culo estaba en el hospital con su madre que se había roto una cadera, Sandro, el padre de María Fernanda, que era un cuarentón moreno, alto, fuerte, pero un planchabragas que hacía todo lo que le mandaba la mujer, aprovechó para beber vino hasta que se hartó, sin llegar a emborracharse por si volvía su mujer, después se fue para cama, no sin antes tocarle una teta a su hija, y decirle:
-Si quieres jugar sabes dónde estoy.
-Estás peo, papi.
-Sé bien lo que me hago.
-¿Y si regresa mamá?
-Le decimos que no es lo que parece.
-Estás muy peo, papi.
-¿No tienes ganas de coger?
-¡Vaya pregunta!
Sandro se fue para cama. María Fernanda poco después estaba desnuda en la puerta de la habitación de su padre. Se puso una venda negra y fue hacia la cama. Sandro al ver a su hija en pelotas con la venda en los ojos caminando hacia la cama supo que lo había visto follando con su mujer, le dijo:
-Llevo tiempo esperando este momento.
-Y yo, papi.
Al chocar con la cama se dio la vuelta y se sentó en el borde. Sandro se quitó el calzoncillo y la camiseta, salió de la cama, cogió la polla, que estaba flácida, y se la pasó por los labios, María Fernanda abrió la boca. Cómo no se la metía sacó la lengua, su padre frotó la cabeza contra ella, la meneó y meneándola le dio el glande a mamar. María Fernanda mamó con ganas y la polla se puso dura, se la frotó en los pezones, en las areolas y después se la volvió a pasar por los labios, de nuevo, le lamió el glande, lamiéndoselo, salió un chorro de leche que entró en su boca. María Fernanda cogió la polla con la mano derecha, la metió en la boca, mamó y se tragó toda la leche de la corrida.
María Fernanda estaba perra, y se lo dijo:
-¡Me puse muy caliente, papi!
-Y más que te vas a poner.
La echó hacia atrás, la cogió por la cintura, le dio la vuelta, le abrió las nalgas y su lengua lamió el ojete repetidas veces antes de meterle la punta de la lengua y comenzar a follárselo con ella. Follaba, lamía, follaba, la nalgueaba, lamía, lamía, volvía a follar, la volvía a nalguear, volvía a lamer... Cuando le dio la vuelta le echó las manos a las tetas, se las magreó y se las comió dulcemente, lamiendo sus pezones, dándoles mordisquitos, aplastándolos con la lengua y después lamiendo las areolas y mamando las tetas... Ya tenía el coño empapado cuando lamió de abajo a arriba, luego le folló la vagina con la lengua, le lamió y chupó el clítoris, y lamiéndolo María Fernanda, le dijo:
-¡Acabo, papi!
María Fernanda se retorció cómo una serpiente al tiempo que se sacudía y jadeaba. Sandro la seguía con su cabeza apretada entre las piernas y su lengua en el coño, coño que soltaba jugos sin parar. Sandro siguió lamiendo cuando su hija acabó de correrse y se puso boca arriba de nuevo, esto hizo que poco después María Fernanda desde el segundo uno moviese su pelvis buscando otro orgasmo... Sandro paró de lamer cuando sintió que estaba a punto. María Fernanda, le dijo:
-¡Sigue, sigue, no pares, papi, no pares que voy a acabar otra vez!
Cómo no seguía le preguntó:
-¡¿Por qué paraste?!
-Tengo una pregunta que hacerte.
-¡¿Ahora?! ¡¡No seas mandinga, papi
!
-Sí, ahora.
-Si no queda más remedio, pregunta.
-¿Por qué nos espías cuando cogemos tu madre y yo?
Le lamió el coño un par de veces.
-¿Me vas a torturar con tu lengua para que te lo diga?
Sandro iba a piñón fijo.
-¿Por qué nos espías?
Le lamio el coño tres de veces.
-Fue solo una vez y lo hice por curiosidad.
Lamió cuatro veces de abajo a arriba.
-¿Que te gustó más de lo que viste?
-Cómo disfruta mamá cuando le calientas el culo
-¿Te excita eso?
-Mucho.
Sandro se sentó en el borde de la cama, la cogió y la puso sobre sus rodillas. María Fernanda le preguntó:
-Me moría porque me calentaras el culo cómo se lo calientas a mama. Coge una zapatilla debajo de la cama.
Sandro se puso en plan jefito.
-Limítate a contestar a mis preguntas.
Le dio con la palma de la mano en una nalga y en la otra.
-¡Plin, plas, plin, plas, plin, plas!
-¿Qué hiciste después?
-Cositas
-¿Qué cositas, nena
?
Le volvió a dar.
-¡Plin, plas., plin, plas, plin, plas!
A María Fernanda le dolía, pero también le gustaba, le dijo:
-Cositas ricas.
-¡Plin, plas, plin, plas, plin, plas!
-¿Qué cositas ricas eran esas?
-Eran cositas, ricas, muy ricas, papi.
-¡Plin, plas, plin, plas!
Cómo vio que no se lo iba a decir que se masturba le allanó él el camino.
-¿Te metes el dedo?
-Sí, papi.
-¡Pajera!
-¡Plin, plas, plin, plas!
-La pajera se muere por acabar, papi.
-¡Pin, plas, plin, plas, plin, plas, pin, plas!
-Pídelo por favor.
-Por favor, papi, por favor, haz que acabe!
Le metió dos dedos en el coño encharcado y la masturbó.
-¿Preparada, nena?
-¡Sí, papi!
Masturbándola le volvió a dar.
-¡Plin, plas, plin, plas, plin, plas, plin, plas!
-¡Acabo!
El coño comenzó a desbordar. Sandro echó a su hija encima de la cama, la cogió por las nalgas, la levantó y le lamió el coño, un coño que no paraba de echar jugos. El cuerpo de María Fernanda se sacudía con pequeños espasmos... A la primera corrida siguió una segunda y una tercera, ya que su padre al acabar de correrse la primera vez siguió lamiendo con ganas atrasadas. A la tercera corrida dejó de lamer porque María Fernanda perdió el conocimiento. Cuando lo recuperó estaba sin venda. Su padre le estaba comiendo las tetas y con dos dedos dentro de su coño la masturbaba de nuevo. María Fernanda le acarició el cabello, sonrió y le dijo:
-Conchudo.
Sandro se echó boca arriba sobre la cama.
-Sube y hazme maldades
.
-¡¿Quieres que te monte y sea mala, papi?!
-Sí.
María Fernanda subió encima de su padre y le puso el culo en la boca.
-Huele, papi.
Sandro olió el culo de su hija
y se lo lamió. María Fernanda vio cómo salía aguadilla por el meato de la polla empalmada de su padre. Eso le dijo que estaba disfrutando con lo que le hacía
-Dale besos a mi agujerito.
Sandro le dio besos negros con lengua en el ojete.
-¿Te gusta que sea mala, papi?
-Sí, nena.
Le restregó el coño en la cara y después se lo puso en la boca.
-Come, papi.
Sandro le enterró la lengua en el coño y María Fernanda se lo frotó contra ella, luego le dio la teta derecha a mamar mientras acercaba su coño a la polla, le dio la izquierda..., después la frotó en el coño, la puso en la entrada de la vagina y empujó con el culo al mismo tiempo que su padre empujaba hacia arriba con la polla. Le entró la cabeza. María Fernanda se quejó:
-¡Ayyyyy! ¡Se me rompió la cuca!
-Siempre pasa la primera vez. Sigue metiendo.
María Fernanda se echó a lo largo de su padre y le dijo:
-Mete tú, papi.
Beso a beso, milímetro a milímetro y centímetro a centímetro Sandro le fue metiendo la polla hasta que llegó al fondo del coño. Con ella dentro ya fue María Fernanda la que fue metiendo y sacando, pero sacando un par de centímetros y volviendo a meter hasta el fondo al tiempo que frotaba el clítoris con la pelvis de su padre. El roce surtió su efecto y le hizo saber que se iba a correr.
-¡Acabo, papi!
-Lo sé.
María Fernanda se corrió y Sandro la sintió gemir, temblar y estremecerse contra su cuerpo.
Después de correrse, Sandro le dio la vuelta, la cogió por la cintura y la folló. La polla al estar engrasada con los jugos de la corrida entraba y salía de aquel coño estrechito produciendo gran placer en los dos. Al rato María Fernanda
hizo un arco con su cuerpo y volvió a bañar la polla de su padre con otra tremenda corrida.
La dejó recuperar fuerzas y después frotando la polla en su ojete le dijo:
-Ahora te voy a desvirgar el culo.
-No, papi, por el culo, no.
-Calla, nena, calla que te va a gustar.
-¡Noooo!
Ya era tarde, la cabeza de la polla había entrado en su culo.
-¡Duele!
Con la cabeza dentro le acarició el clítoris con dos dedos, y le dijo:
-Tranquila, lo peor ya pasó.
María Fernanda se tranquilizó, abrió más las piernas, y cómo en el coño, la polla le fue entrando, milímetro a milímetro y centímetro a centímetro... Cuando iba por la mitad, le dijo:
-Voy a acabar, papi, voy a acabar, papi. ¡Acabo!
El culo de María Fernanda apretó la polla y su vagina abriéndose y cerrándose fue echando los jugos fuera. Sandro miraba cómo salían y su polla latía dentro del culo. Se iba a correr sin remedio. Aguantó, hasta que su hija acabo de correrse, Al sentir que se iba a correr dentro María Fernanda la quitó del culo, quería que se corriese dentro, sí, pero dentro de su boca, ya que le agarró la polla al comenzar a salir la leche y se tragó hasta la última gota.
Al acabar de correrse limpió la boca con el dorso de la mano y le preguntó a su padre:
-¿Te gustó que bebiera tu leche, papi?
-Sí, me gustó mucho.
-¿A que soy una buena zorrita, papi?
-Si, hija, casi tan zorra cómo tu madre
II
Pasara el tiempo, María Fernanda se había casado con un gallego y vivía en España. Cumplía ese día 21 años. Estaba desnuda encima de la cama de su cuñada Carlota con una venda en los ojos. Carlota le estaba comiendo el coño. Una boca se posó en su teta derecha, otra en la izquierda y otra boca la besó. Eran un primo del marido de su cuñada, su marido y el jefe de ambos. María Fernanda no sabía quiénes eran ni lo iba a saber, ya que en ningún momento iban a hablar ni ella se iba a quitar le venda de los ojos. Carlota le dijo:
-¿Te gusta la sorpresa de cumpleaños, cuñada?
-Sí, mucho.
Carlota dejó de comerle el coño y pasó a comerle la boca, Lucas, el jefe, un hombre de unos sesenta años, canoso, alto y flaco ocupó el lugar de Carlota. El cambio fue significativo. Carlota se lo estaba comiendo pasando la lengua plana por el coño y en el clítoris y con mucha suavidad. Lucas apretó la lengua contra el coño y lamió cada vez más aprisa. Estaba visto que quería que María Fernanda se corriera lo antes posible y lo iba a conseguir sin esfuerzo.
-¡Me voy a correr!
Al sentir sus gemidos de pre orgasmo, Toni, el primo de su marido, y Roberto, su marido, le mamaron las tetas profundamente y Carlota le metió la lengua dentro de la boca. María Fernanda levantado la pelvis, temblando, chupando la lengua de su cuñada y cogiendo la cabeza de Lucas, se corrió como una fuente.
El jefe, Lucas, se volvía loco tragando jugos, y se volvía loco porque era un obseso de los jugos de las corridas de las mujeres. Le habían dicho que se corría cómo una fuente, pero no lo creyó hasta que bebió de ella.
Al acabar de correrse, le cubrieron el cuerpo de besos desde la boca los pies, después hicieron que se pusiera en pie y al lado de la cama, Carlota le comió las tetas, Toni se agachó delante de ella y le lamió el coño y el marido le abrió las nalgas con las manos y le comió el culo...
Tiempo antes...
La noche de bodas María Fernanda iba a follar con su marido. Se había quitado las bragas y levantado el camisón, Roberto al ver su coño peludo le dijo:
-¡Te voy a devorar el bicho peludo!
-Quita, quita, eso es pecado.
-Entonces mámamela.
-Eso también es pecar.
María Fernanda representaba su papel de mojigata, con el que enamorara a su marido, y no había manera. Roberto cogió un cabreo brutal.
-¡No te desnudas, no me dejas comerte el coño, no mamas mi polla! ¡¿Qué mierda te pasa?!
-Soy una mujer decente.
-En la cama las mujeres deben ser putas.
María Fernanda lo miró con carita de niña buena.
-¿Ya no me quieres?
Roberto salió de la cama.
-¡A tomar por culo!
-¿A dónde vas?
-¡A putas!
Así empezó el matrimonio de María Fernanda y Roberto. La quería un montón, pero al jugar ella a ser una mea pilas el matrimonio parecía que tenía poco porvenir.
Tres días después María Fernanda fue a la casa de su cuñada Carlota y continuó con la película que se había montado. En la sala, sentadas en dos sofás y desayunando un café con pastas, le decía:
-... Es que yo no me quiero condenar al fuego eterno, Carlota.
-A ver, María Fernanda, todo el mundo hace esas cosas. ¿Está todo el mundo condenado al fuego eterno?
-No creo que todo el mundo...
-Si, todo el mundo, es más, si una mujer no le mama la polla a su marido buscará otra que se lo haga, y a mí si mi marido no me comiese el coño buscaría a otro hombre que lo hiciese.
-Eres una pecadora.
-Soy una mujer y tú eres una reprimida.
María Fernanda se puso de uñas.
-¡Soy una mujer decente!
-Qué lleva una zorra dentro.
-La zorra dentro la llevas tú.
-Y tú. ¿A qué te la hago salir?
-No se puede hacer salir lo que no está dentro.
Carlota, que era una mujer de 26 años, baja de estatura, de ojos negros, morena, de cabello negro azabache y largo, con tetas medianas y culo redondo, se levantó del sofá, se puso detrás del sillón en que estaba sentada su cuñada y le echó mano a las tetas.
-Te voy a comer el coño ya verás cómo te sale.
-¡Tú no vas a comer nada!
La muy puta le decía que no, pero no le quitaba las manos de las tetas.
-O sí que voy a comer y tú me lo vas a comer a mí!
-¡Ni loca!
Carlota le agarró el cabello, tiró para atrás con fuerza y con la otra mano le apretó el cuello. María Fernanda con la cabeza hacia atrás miró a su cuñada y le dijo:
-Me haces daño.
Le metió la lengua en la boca, la morreó bien morreada, y después de dejar de apretarle el cuello, le dijo:
-Tengo ganas de follar contigo desde la primera vez que te vi.
-Eres una enferma, las mujeres decentes no cogen entre ellas.
La volvió a besar.
-¡Tú me pones enferma!
Le soltó los pelos y con su cinturón de la bata de casa la ató al sillón.
-¿Qué me vas a hacer?
-Lo sabes de sobras, cabrona. Te voy a dar un repaso que te vas a correr cómo una cerda.
María Fernanda llevaba puesto un vestido rojo de pico y tirantes que le daba por encima de las rodillas y que dejaba ver parte de sus tetas. Le abrió la cremallera y se puso delante de ella. María Fernanda vio parte de las tetas y el coño rasurado de su cuñada, ya que no llevaba bragas. La boca y el coño se le hicieron agua, pero le dijo:
-Suéltame.
-Calla.
Le bajó los tirantes del vestido.
-Me estás violando.
Le dio dos bofetadas, de banda a panda. "·¡Trasss, trasss!"
-¡Qué te calles, coño!
Le abrió el sujetador y vio sus redondas tetas.
-Son más bonitas de lo que yo imaginaba.
-¡Pervertida!
Le cayeron otras dos bofetadas: "¡Trasss, trassss!"
-¡Calla, hostia!
Le amasó y le magreó las tetas hasta que el coño se le encharcó, se le encharcó a ella y a María Fernanda que volvía a estar con otra mujer después de mucho tiempo. Después apartó la mesa camilla, se arrodilló delante de ella, le separó las piernas, le levantó el vestido, María Fernanda levantó un poco el culo y le dijo:
-Levanté
el culo para que no me rompieras las bragas, no creas que es por otra cosa.
-Lo que tú digas.
Carlota tiró de las bragas y se las sacó, al ver que estaban chorreando, le dijo:
-¿Y tú eras la que no llevaba una zorra dentro?
Se las pasó por la nariz, se las frotó en a cara y después se las metió en la boca.
-Eso es para no volver a oírte.
Tiró de ella y le comió el coño... María Fernanda andaba a vueltas con el... "Ummmm, ummmm", mientras la lengua de su cuñada andaba a vueltas con su coño... Al rato se calló y movía la pelvis buscando que la lengua acariciase su clítoris... Cuando Carlota vio que su cuñada se iba a correr le quitó las bragas de la boca, le puso el coño a centímetros de los labios y comenzó a hacerse un dedo y a magrear las tetas.
-¿Quieres ver cómo me corro?
-No, desvergonzada.
-Quieres correrte ya. ¿A qué si, putita??
-Lo que quiero es que me sueltes. Quiero volver a casa.
-¿A qué? ¿A hacerle la vida imposible a mi hermano? De aquí no te vas sin correrte, a ver si le coges el gusto a la cosa.
María Fernanda ya no podía más.
-Está bien, tú ganas, acabaré en tu boca.
-No vas a acabar, te vas a correr.
-Eso he dicho, aquí se dice correrse, en mi tierra se dice acabar.
-Acabar vas a acabar pidiendo pan por señas.
Carlota le hizo el remolino con su lengua en el clítoris y María Fernanda se corrió, diciendo:
-¡Acabo!
Cuando acabó de correrse, Carlota la soltó. María Fernanda cogió a su cuñada la por la cintura y le ató los brazos al cuerpo.
-¿Qué haces, cabrona?
-A ti te voy a quitar yo las ganas de violar a más mujeres.
Se sentó en el sillón, la puso en sus rodillas, le sacó una de sus zapatillas rojas con piso de goma, y luego su mano con la zapatilla en ella subió y bajó metiéndole las del pulpo.
-¡¡Plasssss plasssss plassss plassss -¡Ayyyyy! ¡¡¡Plasssss plassssss, plasssss plaassss plassss!!! -¡¡Ayayayayay!!
-¡Pide perdón, degenerada!
A Carlota le caían unos lagrimones de cuidado cuando le dijo:
-Perdón polo rato ladrón que roubou o queixo no caixón (Perdón por el ratón ladrón que robó el queso en el cajón.)
-¿Burlas a mí? ¡Tú no sabes con quién te has metido, gallega!
-¡¡¡Plassss, plassss, plassss, plassss, plassss!!!
Carlota ya no se quejó, le dijo:
-Méteme un dedo en el culo que yo no puedo meterlo.
María Fernanda la miró con cara de mala hostia, y le dijo;
-¡Coñoetumadre! ¿Quieres que te meta el dedo en el culo? ¡Toma dedo!
Le metió el dedo medio de su mano derecha hasta el fondo del culo.
María Fernanda ya no necesitó más.
-¡Oooooh! Me corro.
¡Vaya si se corrió! Parecía un río desembocando en la mar, solo que la mar era el vestido rojo de María Fernanda, vestido que se tuvo que quitar para lavar, y mientras estaba desnuda, su cuñada, con un vibrador y un consolador hizo que se corriera follándole el coño y el culo... Y hablando del culo, volvamos a dónde lo habíamos dejado.
El marido de María Fernanda, le abrió las nalgas y le comió el culo. María Fernanda recordó lo del vibrador y el consolador, y su coño y su culo comenzaron a abrirse y a cerrarse más aprisa.
Toni, que era un joven moreno, alto y fuerte, la levantó en alto en peso, Carlota le cogió la polla y se la puso en la entrada de la vagina. Toni le dejo bajar el culo y la polla entró hasta el fondo del coño. Roberto, el marido de María Fernanda, que era moreno, delgado y más bajo que ella, se la metió en el culo con polla de su primo enterrada hasta el fondo del coño. Carlota le giró la cabeza y se besaron con lengua, el jefe, Lucas, miraba sentado en una silla y se la pelaba. María Fernanda estaba en la gloria, disfrutaba una cosa mala y su coño lubricaba una barbaridad, tanto lubricaba que los jugos bajaban por la polla y le mojaban los huevos a Toni... Poco más tarde Roberto, sintiendo cómo gemía su esposa y viendo cómo la follaba su primo, se corrió dentro de su culo. Los gemidos de María Fernanda subieron de tono al sentir la leche calentita dentro de su culo, y cuando Roberto le sacó la polla del culo y se la metió Lucas aún subieron más. El gusto que le daban las dos pollas engrasadas entrando y saliendo de su coño y de su culo era inmenso, e inmensa fue la corrida que le salió del coño mientras Toni y Lucas le llenaba el coño y el culo de leche, corrida que le hizo decir:
-¡¡¡Me muero!!!
Al acabar de correrse sintió los pasos de los tres hombres saliendo de la habitación, cómo cerraban la puerta y cómo su cuñada le decía:
-Tengo una ganas locas de correrme en tu boca.
María Fernanda con la leche que saliera de su coño y de su culo bajando por sus piernas, le dijo:
-Primero tengo que lavarme.
Carlota se agachó, y lamiendo la leche de sus piernas, le dijo:
-Yo te lavo.
María Fernanda se quitó la venda, le acarició la cabeza, y le dijo:
-Lava, viciosa, lava.
Quique.