A que no te atreves 2
...
Aun me temblaban las piernas, cuando me ayudó a bajar de barca con una sonrisa malvada en su rostro y miró como su semen resbala por mis muslos.
—Vas a necesitar esa ducha ya –dijo con voz ronca
Su mirada lasciva, su voz sexi y es boca...ese grandullón, volvió ponerme tontorrona, busqué su mirada, hice que siguiera mis dedos y con dos de ellos recogí el semen que escurría por mis muslos, recorrí mi piel, arrastrándolo y sin dejar de mirarle llevé esos dedos a mi boca, ahora sonreí yo, al notar como el grandullón, tragaba saliva, mientras mi lengua repasaba mis dedos, enroscándose entre ellos, antes de introducirlos en mi boca y succionarlos, entonces gimió y dejé sus ojos para bajar por su torso y comprobar que mi juego le gustaba a su polla.
—También tú vas a necesitar esa ducha, grandullón –le dije, dándole la espalda para salir desnuda, de ese habitáculo que olía a sexo.
Volví donde habíamos dejado nuestras cosas, me puse el caftán, recogí mi toalla y noté como me abrazaba por detrás, sentí como su polla, aunque no dura del todo se apretaba contra mí.
—Eres una bruja, tendría que salir corriendo en dirección contraria.
—Puede que sea una bruja, pero sigo cachonda, y tú no pareces un cobarde –dicho lo cual me aparté, y me dirigí lentamente hacia el hotel.
Podía notar su mirada mientras andaba. Pasé por la recepción, en ese momento vacía del hotel, y sin girarme a comprobar, pero con la firme convicción que me seguía, seguí, obviando en pequeño ascensor, y empezando a subir sin prisas la escalera.
Ahora si podía oír sus pasos, unos escalones por detrás de mí, en el silencio sepulcral, solo roto por nuestros pasos. En ese momento paré, un par de segundos, él también había parado, y me giré, le sonreí...
—Deberías estar prohibida, seguro que si leyera la letra pequeña, lo estas...
—Entonces es fácil, no leas grandullón. –y dicho eso, seguí subiendo la escalera, y seguí oyendo sus pasos tras los míos.
Encaré el pasillo, que recorrí sin prisas, disfrutando de ese interludio, hasta llegar a la mitad y oírle decir:
—Princesa, haces que desee que este pasillo dure el resto de mi vida, y al mismo tiempo me muero por llegar a la puta puerta de tu habitación, disfruto viendo como esa tela roza tu piel a cada paso, y quisiera que despareciera ya, para disfrutar de nuevo de tu piel sin nada que la cubra...
Me giré y sin apartar la mirada de la suya, planté mis manos en mis caderas, planas y fui subiéndolas, arrastrando bajo mis palmas la tela. Su mirara seguía el recorrido que la tela dejaba al descubierto, la parte alta de mis muslos, mi pubis, mi tripita, mi torso, mis pechos...y finalmente me lo quité por la cabeza, disfruté al ver como el grandullón, apoyado en la pared de ese pasillo tragaba saliva, y tiré el caftán a sus pies, quedándome solo con la tarjetita que abría la puerta, me di la vuelta, y seguí andando, mientras él recogía la tela y la llevaba a su cara, oliéndome en ella y volviendo a suspirar antes de seguirme.
Recorrí el pequeño tramo, esperando que no saliera nadie, lo cual pensé lo más probable ya que la cosa estaba muy tranquila y apenas había clientes en el hotel.
Mientras abría la puerta, al otro lado del pasillo se oyó un ruido y el recorrió en dos zancadas el espacio que nos separaba, pegando su cuerpo al mío, escondiendo mi desnudez integral entre su cuerpo y la puerta, me acurruqué un poco, perdiéndome entre el calor de su cuerpo, mientras a lo lejos alguien salía del otro extremo del pasillo, sin apenas reparar en el revoltijo que formábamos, yo aproveché que el vigilaba para darme la vuelta, aun dentro de sus brazos y agarrarme a su torso.
—Uff por poco princesa, no soy el único en disfrutar del espectáculo
Mis manos se colaron bajo su camiseta gastada por el sol, y mis manos subieron por su espalda, me pegué más a él, acariciando esa espalda ancha...
—Vas a terminar conmigo –dijo cuándo subí la cabeza para mirarle, y justo antes de él bajar su boca
Allí ante la puerta, volvimos a devorarnos con hambre, con ganas...su lengua recorrió cada rincón de mi boca, la mía lo alentó y jugó con la suya, hasta hartarse, relamiéndonos...
Fue él quien terminó de empujar la tarjetita, y abrir la puerta para meternos dentro a trompicones, hacerme andar de espaldas y tirarme sobre la cama.
—Lo siento, pero en el fondo es culpa tuya, yo intento ser suave, pero tú me estas poniendo perrísimo, y aunque llevo todo el camino pensando en colmar tu cuerpo de caricias prolongadas, y amarte sin prisas... ahora mismo solo capaz de pensar en saciar el deseo de devorarte –dijo arrodillándose a mi lado, haciendo crujir el colchón mientras su boca bajaba a mis pechos.
— ¿Crees que espero o necesito que seas suave, grandullón? –le dije riendo mientras arqueaba la espalda ofreciéndole mejor mis tetas
El mordisqueo un pezón, lo chupeteó y tironeó de este moviendo mis tetas, golpeando la puntita con la lengua, y yo gemí retorciéndome, moviendo el culo, alentándolo, pidiendo más, agarrando su nuca y presionándole hacia mis tetas.
Mi coñito chorreaba, cuando su boca abandonó mis pechos mojados de su saliva, solo para dejar que le terminara de quitar la camiseta, y se acercó para que pudiera liberar su majestuosa erección. Me coloqué de lado, y sin terminar de quitarle el pantalón, relamí el glande húmedo, pasé la lengua por la punta, arrastrando con ella las primeras gotitas de su esencia salada, mientras mi mano tallaba el tronco, descubriendo el glande gordo y oscuro antes de bordearlo, y con la lengua y succionarlo, atrapando la puntita entre mis labios y punteando con mi lengua mientras succiona con fuerza, repetí un par de veces hasta que se apartó sin ganas, entre gemidos y se bajó de la cama, para deshacerse del pantalón, yo me puse panza abajo mirando la escena.
—Hubiera querido parar el tiempo en la barra del bar para que siguieras mirándome, y eso que no me mirabas con la cara de golfa que lo haces ahora, bruja. Que si llego a saberlo me quito allí mismo el pantalón, porque dura ya me la pusiste. –solté una carcajada y me relamí mirándole impúdicamente la polla dura, que exhibía desvergonzado, volviendo a acercarse a la cama
Repté hasta el borde y volví a agarrarla, me di la vuelta en la cama y poniéndome de espaldas apoyé los pies, flexioné las rodillas y subiendo ligeramente la cabeza, me metí entre sus piernas abiertas y lamí sus huevos, él gimió de pie en el borde, flexionó las rodillas dejando que sus pelotas llenaran mi boca, y subí más la cabeza oliéndole, lamiéndole, empapándome de él, mientras mi mano empezaba a masturbarle lentamente. El bufó, e inclinándose aferró mis pechos, juntándolos, amasándolos...dejé sus huevos y me retorcí para atrapar de nuevo su balano pendulante y aferrándome a sus caderas, subí llenándome la boca de polla, él me aferró con ambas manos del torso, yo arqueé la espalda separándola un poco del colchón, gimió, y noté su aliento en mi pubis, clavó rodillas en el colchón y terminamos comiéndonos como si no hubiera mañana. Su lengua recorrió cada rincón de mi sexo, su sexo llenaba mi boca, palpitante, caliente, duro, hinchado...subía y bajaba la cabeza aferrada a sus caderas, como un mono.
Sus manos recorrían mis muslos, sus dedos abrían mi sexo para su boca, y su lengua...esa lengua me llevo al orgasmo, mientras sus dedos entraban y salían de mi encharcada vagina, y me corrí con su polla llenando mi boca, clavándose hasta mi garganta, mientras me retorcía debajo de él.
Lamió suavemente hasta que mi cuerpo se calmó, y salió de mi boca, su polla palpitaba sus muslos estaban en tensión, y con un rápido movimiento me puse a cuatro patas al borde de la cama. El respiraba aceleradamente, mientras sus dedos se empapaban en mis juguitos, repasando mi rajita, subí el culo ofreciéndome cuando no paró, y su dedo presionó mi esfínter y se fue colándolo, dilatándome, yo gemí y apoyando los codos subí más el trasero, añadió otro...
—Necesito follarte preciosa
—Y yo que lo hagas
Su glande presionó mi entrada trasera con la ayuda de sus dedos, consiguió entrar y un minuto después, sus manos me agarraban con fuerza, mientras entraba lentamente a la mitad, y un último empujón hizo que sus pelotas rozaran mi sexo, paró, gimió y empezó a moverse, lentamente, para terminar cogiendo un ritmo enloquecedor, que iba a llevarle al final del camino.
—Ummm tócate preciosa, hazlo conmigo, necesito correrme, llenar tu culito con mi semen...me voy correr preciosa -dijo entre jadeos
Un último empujón y su semen caliente inundó mis entrañas terminando junto a mis dedos de arrastrarme con él al paraíso del placer.
—Te invito a cenar –le dije unos minutos después bajo la ducha
—Ummm una dama no debería invitar nunca a un caballero sino al revés
— ¿Te parezco una dama? –le dije riendo
—Me pareces genial y no quiero irme a ninguna parte sin ti, o sea que ya discutiremos quien invita a quien.
Cenamos en el hotel y al acabar, a regañadientes dejó que cargaran la cuenta a mi habitación, y que la mitad entraba ya en el cargo...
—Si vas a pagar mi parte deberás aceptar que te recompense por ello, enseñándote el pueblo
—Acepto.
Paseamos por el pueblo, mientras me contaba historietas, en las que me enteré que viajaba continuamente, pero que ese era su rincón, al que siempre regresaba.
Paramos en la plaza, bastante animada porque era sábado, y aun hacía calor, ese dia en especial a pesar de ya empezar a acabarse el verano.
—Son casi las dos, deberíamos recogernos de las calles
— ¿Dónde quieres ir? –le pregunté coqueta
—Donde vayas tú
— ¿Me enseñas la guarida del lobo?
—No es gran cosa, pero estamos cerca –dijo cogiéndome de la mano, como había hecho toda la noche.
Abrió una verja, y bordemos la pequeña casita blanca, hasta el jardín trasero.
—Me muero de hombre, hemos cenado tempranísimo, ¿te gusta la fruta? –me preguntó
—Claro –asentí
—Entonces ponte cómoda por ahí, ahora vuelvo
Me quité los zapatos y anduve por la hierba del jardín, hasta un rincón donde había una mesa, un banco y unos sillones, a lo lejos se veía el mar, el sitio era sencillo, pero el rincón era encantador.
Cinco minutos después, oí ruido y le vi aparecer, llevaba un bol con algo dentro, un botella de champan en un cubitera e iba... desnudo.
—vaya, ¿a esto te referías con lo de ponerse cómodo?
—Claro preciosa, ¿No quieres?
Y mientras dejaba las cosas en la mesa, me desnudé yo también sin pudor, se fue y volvió con un especie de colchoneta de tela, que puso en el suelo corriendo la mesa, entre el banco y el sillón, puso en medio de esta la cubitera y el bol y me invito a sentarme, colocando un cojín en mi espalda para que me apoyara en el banco, él se sentó enfrente apoyándose en uno de los sillones.
Descorchó el champan y me lo pasó diciendo:
—No he traído ni copas, ni cubiertos, porque dijiste que no eres una dama
—Y no lo soy –le dije dándole un trago a morro, chupeteando aposta bien la botella
—uff ciertamente una dama no chuparía así...lo cual me trae muy gratos recuerdos.
—Pues aliméntame, y te refrescaré más la memoria –le dije mirando su sexo a medias ya, mientras él bebía
Flexioné las rodillas y puse un pie a cada lado de su cuerpo, moví el culo y mientras él cogía un taco de melón del bol, me incliné hacia adelante con la boca abierta, solo dejó que atrapara la mitad de la pieza, clavé los dientes y dejé que el jugo resbalara de mis labios, por mi barbilla y de esta, a mis pechos....
—ups lo siento –dije con fingido arrepentimiento
Él miraba el reguero que escurría entre mis pechos, mientras seguí chupeteando la pieza entre sus dedos, lamiendo estos, pero clavando dientes en la pulpa para que goteara más. Y así con el siguiente trozo, que fue sandia, y otro trozo de melón...él apenas comía trocitos que yo dejaba, embelesado mirando mi jugueteo con cada pieza.
—Te estas poniendo perdida, y me estas poniendo cachondísimo, creo que no volveré comer, melón ni sandia sin que se me ponga la polla dura.
—A ver como de dura se ha puesto –le dije acercándome un poquito más. Como estaba con las piernas abiertas mi coñito enseguida rozo su sexo caliente.
Me agarré a su cuello, cogí un trozo y lo llevé a su boca, dejé que lo comiera, pero no aparte mis dedos y él los lamio, entonces bajé mi boca para lamer su lengua entre mis dedos.
—Sí que esta dura, sí... Y tú muy dulce –le dije garrando su falo y forzándolo hacia mí
El cerró las piernas, yo me senté sobre sus muslos y coloqué su polla entre los labios de mi sexo, pegándola bien a este con mi mano, en vertical, me froté, haciéndole notar toda mi vulva en el tronco.
—Dame más frutita -exigí
Y él siguió dándome de comer, mientras yo frotaba mi mano contra su rabo, y este contra mi vulva...
—Uff me estas matando bruja –gimió
Y le acerque mi boca para compartir mi premio, comiéndonos el trozo de melón a medias, y lamiéndonos al acabar.
—Empuja un poco más, un poco más, cariño, haz que entre ahora...
Lamí sus labios, afiancé mis pies a ambos lados de su cuerpo, me aferré a sus hombros y le dije:
—Dos deditos grandullón, empújala y yo la cazaré
Y así lo hizo, empujó su polla, yo moví las caderas y se deslizó entre los labios de mi sexo, encontró el camino, la entrada...resbaló y un golpe de cadera... dejé los hombros por su nuca y bajé clavándome, cedi el lugar de mis pies a mis rodillas y cuando gimió, metí mi lengua en su boca, balanceándome sin subir el culo, solo frotándome con su pubis, pegando mis tetas pringadas y pegajosas por su pecho, frotando mi clítoris en los pelillos de su pubis, me balancee cadenciosamente, mirándole, lamiendo su boca... frotando mi clítoris con su pubis...
— ¿Te gusta?
—Me matas
—Me voy correr –le dije de nuevo enloquecida
Y me corrí con su polla bien clavada, gemí como una posesa mientras sus manos aferraban mi culo, lo pellizcaban y él gemía, me miraba me lamia, me mordía...
—Si pequeña, no pares, no pares, si córrete cielo...que rico sentirte...tan caliente...tan mojadita... –sus manos bajo mi culo me ayudaban cuando mi cuerpo perdía fuerza con cada sacudida.
Y terminé rendida sobre su pecho, temblando con él dentro, mientras mi sexo aun temblaba entorno a su polla, y sus manos acariciaban mi pelo, mi nuca, me espalda, mi culo...
—Que rico te corres preciosa...
Seguí apretando su falo enhiesto, con los músculos de mi vagina unos segundos, mientras me recomponía, mientras él volvía a respirar más rítmicamente, aunque duro y palpitante dentro de mí y entonces volví al ataque.
Busqué su mirada con la mía, su boca con mis labios, mi lengua volvió a probar la fruta de de su boca, mientras mis caderas empezaban a moverse. Terminé apoyando los pies donde estaban mis rodillas y cuando nuestras bocas estaban húmedas de saliva me estiré sobre él, me arque poniendo mis pechos al alcance de su boca y el los degusto con hambre renovada, arqueé lentamente la espalda quitándole mis pezones de sus labios, apoyando mis manos en sus muslos, afianzando más mis pies a cada lado de sus caderas, separando más mis rodillas, abriéndome, enseñándole impúdicamente mi coño, perforado por su polla. El miraba ese punto en que nuestros cuerpos se unían y estiró ambas manos aferrando mis pechos, pellizcando mis pezones tirando como si pudiera clavarme más en él, tirando de ellos, subí y bajé, aceleré...
—Nena...
—No lo frenes...quiero más. Dámelo todo...
Y dándome impulso, volví a ponerme hacia adelante, volví a aferrarme a su nuca, a ponerme de rodillas, a mezclar mis dedos entre su pelo...lamí sus labios, los chupeteé y cabalgué cadenciosamente imprimiéndole un compás cada vez más acelerado a mis caderas...
—Es tan bueno estar en tu coño que ni siquiera querría correrme...pero no voy poder conseguirlo pequeña bruja...no si sigues haciendo eso...
Y el primer chorrito se estrelló en mi vagina y le succioné con esta, con fuerza, y seguí moviéndome, otro y lamí su boca, otro y perdí la noción de lo que hacía uniéndome a el de nuevo, perdiéndome con él una vez más hasta quedar exhaustos, rendidos de placer...
Y sabiendo allí en ese patio medio dormidos a la luz de la luna, lo mucho que me iba a costar irme, mientras a mi lado, sin yo saberlo ese hombre que apenas paraba en ese patio, pensaba que por fin se sentía en casa, y no por la tierra que tenía bajo su culo a la que regresaba cada vez después de vagar por ahí, sino por estar dentro de donde estaba, sintiéndose en un sitio del que sentía por primera vez que no querría irse jamás...ese cuerpo tibio que le acogía como un guante hecho a su medida.