A que no puedes comer solo una

Nunca había dado las nalgas a nadie. Hasta que aparecio el Ingeniero Herrera y me inauguró la cola.

¡A que no puedes comer solo una!

Me llamo Lorenzo Narvaez, tengo treinta y tres años y me dedico a la construcción. No, no soy arquitecto ni ingeniero. Ya quisiera. Soy albañil, pero eso si de los buenos. Desde que me acuerdo he estado metido en estas bolas. De muy chamaco acompañaba a mi jefe y luego el me enseñó el oficio y con el tiempo me convertí de ayudante a media cuchara y luego maestro. Hoy en día tengo a mi cargo más de doscientas personas y soy contratista en una empresa bien grande. No me quejo, me va muy bien. Estoy felizmente casado desde hace más de diez años y tengo tres chamacos. A veces la chamba baja y hay que buscarle, pero en general me va a todo dar.

Como soy el jefe en la obra donde trabajo pues siempre tengo oportunidad de que muchas de las muchachas que trabajan aquí me busquen y se me ofrezcan. La verdad es que con las mujeres no soy nada remilgoso y de vez en cuando le pido a una que se bañe muy bien y me la llevo a un hotelito de por Ecatepec. Siempre he sido muy mujeriego. Mi esposa lo sabe y se aguanta. Ella tiene que cargar con su cruz, pos entonces pa’ qué se casó conmigo. Pero hay algo que ella no sabe. También me gustan los machos. Desde que estaba remorrillo y acompañaba a mi jefe a las obras me gustaba entrar a las barracas donde los otros trabajadores se cambiaban y ver sus cuerpos sudados me ponía recachondo. Se me iban los ojos con aquellos culotes prietos y las vergotas que les colgaban como badajos entre las piernas. Solo que lo hacía como no queriendo porque si pensaban que era puto mi jefe me mataba a madrazos. Así que me enseñé a disimularlo lo más posible.

Cuando tenía dieciséis años llegó a trabajar a la obra donde estábamos un muchacho como de diecinueve años. Venía de la sierra de Puebla y estaba buenísimo. A mi siempre me han gustado los hombres rellenitos, los flacos no me van aunque estén mamados. No hay nada mejor que un culo redondo que se mueva cuando caminen. Este güey, tenía uno que me encantaba, y parecía que Yo le gustaba mucho a él. Siempre me esperaba al final del jornal y se cambiaba frente a mi. Se agachaba a propósito y me mostraba su prieto y abultado culo. Hasta que por fin un día se me restregó y me dijo que quería que le metiera la poronga. Yo me morí de miedo y le dije que me dejara en paz. Me arrinconó en la covacha y quiso bajarme el pantalón. Lo empujé y cuando cayó lo empecé a patear más por reacción que por gusto. Le grité de todo y los demás trabajadores se acercaron y lo sacaron a rastras mientras yo me hice fama de mataputos. Todavía ni sé porque lo hice, pero desde entonces fui más respetado en la obra y me perdí la oportunidad de romper algunos hoyos pues si había uno que quisiera conmigo se aguantaba, no lo fuera a madrear.

El tiempo pasó, me casé y a escondidas me dediqué a ir a los baños del Centro de la ciudad a buscar culos dispuestos, que siempre me recibían con mucho gusto, pues no es por presumir pero tengo una vergota bien cumplidora. Luego de cogérmelos sentía regacho porque Yo tenía familia, pero siempre regresaba. Así pasaron quince años entre puchitas y culos. Eso si, nunca dejé que me metieran a mi la reata, pues si no era puto. Pero me eché a muchos desconocidos en los baños y a muchas escuinclas de limpieza en la obra. Aparte de que le tenía que cumplir a mi mujer para que no se quejara. Lo bueno es que en esta chamba se hace mucho ejercicio y estoy en condición. El asunto es que al parecer la vida iba a cambiar un poco.

Conocí al ingeniero Herrera a mediados del año pasado. Lo acababan de contratar como director de construcción, y al parecer ya había trabajado en la compañía antes porque mucha gente lo conocía. A mi se me hizo raro que lo contrataran a él pues estaba rechavo para el puesto, tendría como treinta años o algo así, pero luego me dí cuenta porque estaba ahi. Era un cabrón bien hecho. Desde que llegó empezó a poner orden y a arreglar todas las pendejadas que había dejado el que estaba antes, que era un verdadero pendejo. El ingeniero Manuel Herrera no se andaba por las ramas. A pesar que no era un tipo que pareciera muy autoritario nadie contradecía sus órdenes. Era muy cagado ver como un gordito sin chiste ponía a todo el mundo en su lugar. Si, era un gordito, no muy alto con apariencia de tranquilo pero cuando daba una orden, nadie tenía los huevos tan azules como para contradecirlo. La verdad es que todos le empezamos a agarrar ley, era un hijo de la chingada, pero bien derecho y se preocupaba mucho por que todo saliera bien, además que no nos veía para abajo como todos los otros rotillos que sienten que como fueron a la escuela son mejores que nosotros. Este se sentaba a comer con la raza y nunca decía que no a un buen vaso de pulque. Porque eso si, era bueno pa’l trago. Le gustaba beber bien, pero con nosotros nunca le hacía caras al las chelas y el pulquito. Nos caía bien el gordo, que ni que.

Pasado un tiempo Yo me hice camarada del Inge. No se si porque le respondía a la chamba o porque nunca decía que no cuando había que echarle más ganas, pero me tomó mucha ley. Siempre que hacía su recorrido por las obras pasaba a la mía y nos chingábamos un par de chelas o lo que hubiera, y cuando me tocaba ir a la oficina me hacía pasar pronto y les decía a sus ayudantes que Yo era el más cabrón de los maestros. No sabía si era cierto, pero se siente chingón que le digan eso a uno, así que me volví su más fiel trabajador y él se encargó de que nunca me faltara el trabajo.

Un día de tantos, yo estaba en la obra cucando a la Eloisa para que tocara los músculos de mi panza, que estaban muy duros, cuando el inge llegó. Como estaba en pleno faje pues ni cuenta me dí cuando estacionó su camioneta y no escuché cuando se acercó a la casa en construcción donde estaba de caliente.

¡Lorenzo!¡¿Qué chingados estás haciendo?!

Perdón inge, es que

¡Es que ni madres!¡Cabrón! ¡Si te la vas a coger llévatela a un hotel!

Pero inge, es que

¡Y usted señorita, si va a dar las nalgas por lo menos que la lleven a un buen lugar y le paguen!

No sea así inge, dije, sin mucha convicción.

¡Déjate de mamadas Lorenzo! Ves la tempestad y no te hincas. Mañana hay recorrido con todos los socios, quedan muchos pendientes y tu aquí de calenturiento. ¿Qué no tienes vieja? ¿Por qué no te la coges en tu casa y vienes aquí a trabajar?

Ya estuvo inge

¿Ya estuvo de qué? Óyeme bien Lorenzo, si mañana tengo algún problema con los socios, el primero que se va a la chingada eres tú.

¿Me está amenazando Inge?

Déjate de pendejadas. Espero que mañana que estemos aquí todo esté muy bien. No me importa si tienen que trabajar toda la noche ¡¿Me entendiste?!

Ya está inge.

El ingeniero Herrera se fue injertado de pantera, mientras Yo me quedé con mi coraje, porque me había amenazado. Despaché a la Eloisa y me dispuse a ver que todo quedara listo. Ese ingenierito de mierda no me iba a tratar así el muy hijo de la chingada. Le iba a demostrar de lo que era capaz y luego le iba aventar su trabajo en la cara. Llegué a donde estaba Chon, mi segundero y a mentadas comencé a dar órdenes a todo el mundo, hasta que me cansé y me metí a la bodega a echarme un chingue de tequila, no se me fuera a derramar la bilis. Atrás de mi entró Chon, con esa sonrisa de pendejo que siempre pone cuando va a decir algo y de golpe me preguntó:

¿Qué te peleaste con tu novio Chencho?

Antes de que terminara de decirlo ya lo había apañado de la camisa y lo estaba levantando.

¡Fíjate bien lo que dices pinche viejo! ¡No te vaya partiendo tu madre!

Ya estuvo maestro, pues es que se te puso más celoso que tu vieja.

Mira cabrón, no me cuques porque ando calientito.

Nel maestro, no hay fijón, pero ya sabe lo que dicen por ahí

¡Hijos de la chingada! En lugar de trabajar se ponen como viejas de vecindad.

Oh pues, yo solo le digo lo que dicen. Me contó el chofer que al Inge Herrera cuando se le pasan los tragos se le voltea la bandera y le empieza a agarrar las nalgas al que se deje.

¡Que hijos de la chingada! ¡No puede ser alguien buena gente que luego luego le empiezan a colgar milagros!

Bueno, pus eso dicen. ¿Yo qué?

Tu ya vete a trabajar y déjate de mamadas. Óyeme bien Chon, quiero todo perfecto para mañana. Ese Ingenierito no me va venir a malhorear a mi obra y se va a quedar así.

Y todo quedo perfecto. Al otro día fue el recorrido de obra y los socios al parecer quedaron muy contentos. Felicitaron al Inge Herrera y el se encargó de decirles que de no ser por la gente con la que cuenta, no lo podría hacer, pero el muy hijo de puta ni me volteó a ver. Se fue con los socios y ni siquiera se despidió el muy cabrón. ¡Pues si el enojado era Yo!

Pasaron los días y no se apareció en mi obra, y así fue durante una semana. No sabía que estaba pasando pero el inge no venía y Yo como que me sentía raro. Ya se me había pasado la muina y quería cotorrear un rato con el gordo, pero de él ni sus luces. Además no me podía sacar de la choya lo que me había dicho el Chon. Digo, no es raro que a algunos cuando se les pasa el vino te den el culo, pero el Inge no me parecía así. Ya me había abrochado a un par de arquitectos de aquí en la borrachera, pero luego hacíamos como que no había pasado nada, así que no sería raro. Se que no soy un tipo feo y muchas mujeres y algunos hombres se calientan cuando me ven sin camisa, pero no me había pasado por la cabeza que el inge me trajera ganas. En honor a la verdad a mi él si me latía. Era gordo, como a mi me gustaban, pero no tenía casi nalgas y Yo siempre los buscaba culones. Solo que él tenia eso que hace que te sientas chido en su compañía. Y a partir de lo que me habían dicho me la pasaba pensando en él, hasta me la había jalado un par de veces pensando que estábamos desnudos acariciándonos nuestras partes, y frotándonos. Me imaginaba como tenía la poronga y como se sentiría tenerla entre las manos. Una vez me dí una venidota pensando que me la ponía en la boca, y eso que nunca se la había mamado a ninguno, solo dejaba que me la mamaran a mí. ¡Pinche gordo! Me decía para adentro. Si le gusta la reata yo se la puedo dar con mucho gusto, pensaba. En fin, se siguieron juntando los días sin verlo, hasta que me decidí hablar a la oficina para pedirle una cita con el pretexto de cerrar un contrato. Amablemente, su secretaria me informó que se había ido a Guadalajara a ver lo de una obra, pero que hoy mismo había hablado para que me buscaran. Pues quería que fuera para allá, pues deseaba que Yo llevara la obra. Fue como si saliera el sol. Me puse requetecontento e hice todos los arreglos para salir en la mañana y estar a medio día allá con él.

Para las once de la mañana ya estaba Yo en Tlaquepaque, en su oficina, esperando que saliera de una junta. Ya había pasado a instalarme en un hotel. Me había dado un baño, perfumado y puesto mi mejor ropa deportiva como si fuera a ver a una novia. Pasaron veinte minutos y un par de personas salieron, con él atrás de ellos para despedirlos. Me miró y con una sonrisa me dijo:

¡¿Qué pasó cabroncito?¿Por qué hasta hoy? pensé que llegabas ayer.

Pues es que apenas ayer me avisaron inge.

A que mi secre. Si no estuviera tan buena ya la hubiera corrido. Huy, huele a tierra mojada Lorenzo ¿Pues a quien vas a ir a ver que te perfumaste y todo?

¡¿Qué pasó inge?!

Nada todavía. Ven, vamos a que conozcas donde va a ser tu obra.

Nos pasamos todo el día entre recorridos y visitas a diversos lugares. Me mostró el proyecto que querían hacer y me dijo que solo me confiaría a mi una obra foránea, pues el solo podría venir cada quince días. La verdad me sentí muy halagado y se me olvidó por completo la maloreada que me había puesto unos días atrás.

Estoy para servirle, dije.

Pues sírveme, respondió. ¿Traes lana? Me quiero ir de pedo en la noche. Vamos agarrar la parranda al fin y al cabo aquí no hay quien nos esté cuidando.

Por supuesto inge ¿Cuándo le he quedado mal? Dije, y me brillaron los ojos.

Ya estás. Tengo que irme a bañar al hotel, pero nos vemos en la plaza a la ocho ¿te late?

¿Y si mejor lo acompaño y de pasada compramos una botella para irnos entonando?

Bueno, me gusta la idea. Súbete a la camioneta mientras despacho a la señorita.

Me subí a la camioneta y mi cabeza empezó a idear. Iba a comprobar si al inge se le volteaba con los tragos. Era mi oportunidad y no la iba a desaprovechar, si le gustaba la verga Yo se la iba a dar. Paramos en un tendajón y compré un tequila y vasos de plástico. Ahí mismo le serví un chingue y le dije que para que entrara en calor. Mientras nos desplazamos al hotel no permití que su vaso estuviera vacío ni una sola vez. Llegamos y subimos a su cuarto.

Me voy a bañar, si necesitas algo lo pides en el teléfono, me dijo.

Sale inge. Usted no se apure que aquí espero viendo la tele.

El inge se metió al baño y Yo le rogué a todos los santos que no pusiera el seguro en la puerta del baño. Pero me fallaron. Había cerrado perfectamente y me quedé con las ganas de ver sus carnes al aire. Me senté en la cama y esperé hasta que el inge Herrera salio con unos boxers y la toalla al cuello. ¡Que rico gordito! Pensé y me hice el disimulado mientras él se ponía la camisa. Le serví otro tequila y me dijo que era muy temprano para salir.

No hay bronca inge. Nos chingamos esta botella y luego nos vamos.

Está bien, respondió y se sentó en la cama cruzando sus piernas. Por primera vez pude ver el bulto que se le hacia en frente. Ví sus piernas velluditas y me tuve que acomodar en chinga porque la reata se me estaba endureciendo. Rápidamente le serví otro trago y él se lo chingó como si fuera agua. Y así siguieron varios más.

Hay otra botella en la cómoda Lorenzo, sácala mientras voy al baño, me dijo.

Cuando el inge trató de ponerse en pie se tambaleo y me acerqué a ayudarlo.

-Ya se le subió inge.

-Pues es que ya nos chingamos una botella. Ayúdame a parar.

Le dí la mano y se levantó. Como Yo estaba muy cerca sentí que tenía la verga dura, pero no me moví. El se agarró de mi pecho y lo frotó un poco.

Estás fuerte pinche Chencho ¿Qué haces ejercicio?

Pues cuando se puede, dije. Hay que estar mamey para no fallar.

El inge Huerta camino hacia el baño con una franca casa de campaña en sus calzones. Esta vez cuando entró en el baño no se preocupó en cerrar la puerta y Yo me fui tras él muy solicito, no se fuera a caer. Entró al baño, se bajó los calzones y empezó a mear dejando ver una verga que si no era muy grande, si la tenía muy chula. La boca se me hizo agua y no entendía que se me estaba pasando. Acabo, se subió la ropa y Yo me regresé a toda prisa a mi lugar.

¡Que pedo Chencho! ¿Me estabas viendo la reata?

¡¿Qué pasó inge?! Yo solo lo estaba cuidando.

Tranquilo. No hay pedo, me dijo y se acercó a mi.

De pronto la cercanía fue demasiada y empecé a pasar aceite, pero no me moví ni un cachito. Digo, iba a ver que pasaba.

¿Que loción usas Lorenzo? Hueles a toda madre

Pues me la regaló mi vieja.

¿Y si haces mucho ejercicio?.

Pues ahí usted dirá inge. Si quiere tóquele, le dije, mientras ponía su mano sobre mi camisa.

Pero así no se siente bien, me dijo. Levántate la camisa, para sentir bien.

Yo hago lo que usted diga inge, respondí subiéndome la camisa. Nunca me sentí tan orgulloso de lo que habían hecho los abdominales en mi panza.

El inge puso su mano sobre mi abdomen y comenzó a frotarlo. Pasaba su mano por mi panza y volvía a subir a mis teclas. Acarició mis tetillas y las comenzó a pellizcar La respiración le estaba cambiando y la casa de campaña en sus calzones era casi tan grande como la mía. Volvió a bajar su mano y como reacción contraje la panza. Puso uno de sus dedos en mi ombligo y luego bajó un poco más.

No pues si estás fuerte Lorenzo. ¿Y así estás de macizo en todos lados?¿hasta donde puedo bajar?

Pues hasta donde quiera Inge.

El ingeniero Huerta siguió bajando por mi panza y medió su mano por el resorte del pants, hasta llegar a mi reata, que para ese entonces chorreaba y chorreaba de lo caliente que estaba. Pasó sus dedos por la coronilla de mi verga y todo mi cuerpo respingó y respiré profundo. El inge solo sonrió.

¡Que caliente andas pinche Lorenzo! Dijo, mientras me bajaba el pants.

Pues con sus manos ahí ¿Cómo quiere que ande? Pero siga inge, que se siente bien rico.

¿Y puedo tocar lo que quiera?

Lo que se le ofrezca, dije sin pensarlo.

El inge movió una de sus manos para atrás, y sobre mi calzón me acarició la cola. Apretujó mis nalgas para ver si estaban duras, y luego las metió bajo mis trusas. Pasó uno de sus dedos por mi raja y tocó mi hoyito muy ligerito.

No, pues si haces ejercicio. Estás bien macizo.

Gracias inge. Ahí, cuando se le ofrezca dije.

Pues se me hace que se me anda ofreciendo ahorita, Lorenzo. Ya me calentaste cabrón.

Y mientras decía eso tomó mis manos y las llevó hasta su verga. Hizo que la frotara sobre la tela y luego se bajó el boxer. Yo agarré torpemente su poronga y la comencé acariciar de arriba abajo. Estaba completamente erecta y se deslizaba entre mis manos con mucha facilidad.

  • ¡Que chula verga tiene inge! Dije, sin saber de donde habían salido esas palabras.

  • ¿Te gusta Chencho?

  • Si Inge.

  • ¿Y por qué no te la comes? Vamos, dale un besito.

Mi verga parecía que iba a explotar. Para nunca haber mamado, andaba muy ganoso. Me agaché y la ví de cerca. Era una verga perfecta. No era muy grande ni muy chica. Pero eso si, muy derechita y circuncidada. Tenía un color moreno y olía muy rico. Olía a limpio, pero había ese ligero olorcito a hombre y sudor que me tenía a mil. Sin pensarlo la metí a mi boca y me gustó el sabor.

¡Tranquilo, Lorenzo! No me la vayas a arrancar. Hazlo suavecito. Como si te estuvieras chingando un helado. Dijo.

El inge tomó mi cabeza y me comenzó a marcar el movimiento. Su verga entraba en mi boca y salía, y Yo quería más. Luego la besaba y lamía por todos lados, para detenerme en la cabecita y darle unos pequeños mordisquitos, que hacían que el inge suspirara.

¿Le gusta inge? Pregunté, sacando su cacho de mi boca.

¡Que buena boquita tienes cabrón! ¡Eres toda una zorra! ¡Vámos!¡Cómetela entera putito!

Y bien a bien no supe que pasó, pero me calentó tanto que me tratara así, que me vine a chorros, mi verga empezó a expulsar tal cantidad de mocos, que le llegaron a los pies al inge y al darse cuenta se empezó a reír.

  • ¡Mira nada más! ¡Que desperdiciado eres!¡Cabrón! ¡Ni siquiera te has tocado y ya te veniste!

Las verdad es que me dio como mucha pena y hasta la verga se me bajó, pero el inge me levantó y comenzó a besar y a mordisquear mis tetillas, mientras pasaba sus manos por todo mi cuerpo. Me jaló hacia él y se frotó todo contra mí mientras besaba mi cuello, pero mi verga no reaccionaba. Hasta que tuvo una idea.

A ver mi rey, vamos a resucitar ese muerto.

Usted dice como inge, dije.

Voltéate.

¡¿Qué?!

¡Que te voltees cabrón! Si con una buena mamada en el culo no se levanta, ya se murió para siempre.

Pero…Es que

¡Cabrón!¡Te estoy diciendo que te voltees!

Obediente como nunca me volteé. El inge se frotó por atrás de mi un rato mientras besaba mis hombros y acariciaba mi flácida verga y mis tetillas. Yo estaba temblando, no se si de miedo o de ganas cuando me pidió que me agachara y me recargara en la cama.

¡Ay Chencho!¡Que buen culo tienes! Dijo mientras me acariciaba las nalgas y las separaba. Mira que velludito estás. No te había visto este tesorito cabrón.

Oiga inge, es que

Y solo alcance a decir eso antes de que empezara a besar mi cola. Me mordisqueaba y lamía las nalgas. Volvió a separármelas y puso su lengua en mi hoyito. Todo mi cuerpo se contrajo y emití un suspiro como nunca. Empezó a lamer y a succionar de tal manera que mi cuerpo no se contenía. Mi reata se paró como si le hubieran puesto el himno nacional. El temblor no lo contenía y me quise tocar.

  • ¡Déjate ahí cabrón! No quiero que te vuelvas a venir tan rápido., dijo.

Y me dejé mientras él me comía el culo y mi cuerpo se perdía. Me chupó, me metió la lengua y me acariciaba la cola, las piernas, los huevos. Luego sentí que me ponía un dedo en el ojete y empezaba a presionar.

  • Espérese inge. Es que

-Tranquilo mi rey, no sabes todo lo que ésto te va a gustar, dijo mientras metía su dedo.

Lentamente depositó todo su dedo y Yo bufé como toro. Lo comenzó a mover y empecé a sentir bien rico. En cada entrada y salida me gustaba más lo que estaba sintiendo. Mis caderas perseguían a su dedo como queriendo que no se saliera.

¿Estás sintiendo rico puto? Dijo.

Si Inge, si…Ahgggg. ¡Que rico! Dije. Era la primera vez que me estaban dedeando y me tenía bien caliente.

Luego sacó su dedo y me volvió a chupar. Yo quería sentir de nuevo el dedo en mi hoyo, pero esta vez puso dos. Ya no me opuse. Aflojé el cuerpo y entró con más facilidad el segundo y el tercer dedo. Los movía dentro de mi y me contraía todo, pero no quería que los sacara. Luego acercó su verga y la frotó en mis nalgas, la pasó por la raja y me besó la espalda.

Súbete a la cama. Dijo y Yo obedecí.

Me arrodillé sobre la cama y me coloqué en cuatro. Me acercó una almohada y me dijo que recostara la cabeza ahí. Estaba en una posición que nunca pensé que estaría, pero a estas alturas de la vida ya nada me importaba. Sentí nuevamente su lengua en mi hoyito y desee sentir algo dentro. Sentirlo adentro.

¡Que buen putito eres Chencho! Así. Levanta tu culito. Quiero verlo bien.

Ya inge. Por favor

Pídemela chenchito. ¡Quieres que te la meta putito! Te la voy a dejar ir toda cuando me la pidas.

Ya , por favor, démela.

¡Pídemela puto!Díme que te la quieres comer toda. Vamos zorrita. Aquí está tu juguetito

¡Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!¡Métamela! por favor… dije, en tono suplicante.

Y entonces el inge me acercó la punta de su poronga al culo. Sentí la humedad del liquido que estaba soltando en mi hoyo, que se contrajo por puritita reacción. Me la acomodó y empezó a presionar. Yo solo gemía. Entró un cachito y me dolió de a madres.

  • ¡Espérese inge! Me duele mucho.

  • ¡Tranquilo putito! Por supuesto que te duele. Ahorita, pero luego te va a gustar. Dijo y me jaló por la cintura, acomodándome la reata en el culo de un solo golpe.

-¡Ahhhhhhhhhhhgggggggggggggg!¡Ayyyyy! Solo alcancé a resoplar.

  • ¡No seas sacón Lorenzo!¡Aguántate que viene lo bueno!

Y como siempre, no faltó a su promesa. Mientras mi culo se acostumbraba a su chula verga empezó a pasar el dolor, y comenzó una sensación deliciosa. Mi tranca solo chorreaba todo ese liquidito que suelta cuando está muy caliente. Se sentía bien rico y la cosa mejoró cuando el inge comenzó un lento mete y saca que me subió hasta el cielo. Ví la luna y las estrellas mientras sus huevos rebotaban contra los míos.

  • ¡Que buen culo tienes puto!¡Que rico aprietas! Dijo, mientras Yo mordía la almohada para que no se oyeran mis gritos de gusto. Me jalaba de la cintura y movía sus caderas para atrás para que entrara su poronga hasta mis tripas. Sentía como su panza se posaba sobre mis nalgas y me cachondeaba mucho cuando se agachaba para acariciarme las chichis. Así estuvimos por un muy buen rato, hasta que se salió y se recostó sobre la cama mientras Yo me levantaba.

  • Ven para acá zorrita, me dijo, mientras me hacía señas con su dedo para que fuera hacia él. Quiero que te sientes en este muñequito y que lo montes. Tu culo lo merece. Está como para acabárselo.

No lo pensé dos veces. Pasé mis piernas por cada uno de sus lados y acerqué la entrada de mi culo a su verga. Él la acomodó, y me fui sentando poco a poco sobre su hermoso garrote que encontró fácil acomodo dentro de mí. Por primera vez lo estaba viendo de frente y me puso muy caliente ver la mirada tan cachonda que tenía.

¡Así, putito, cómetela toda! Quiero ver como se te pierde adentro. Siéntate suavecito zorra, dijo. Me ponía a mil que me dijera esas cosas.

¿Le gusta inge? Pregunté entre gemidos.

¡Y cómo no cabrón! Estás bien apretadito. Dijo, mientras con sus manos empezaba a dirigir el ritmo de la cogida.

Me agarraba las nalgas y las abría y cerraba, me las estrujaba, mientras gemía con cada sentón que Yo me daba. Se acercaba y mordía mis tetillas. Acariciaba mi verga y se volvía a concentrar en mis nalgas.

¡Que culazo te cargas Chenchito! ¡De lo que me estaba perdiendo! Decía. Asi putito, mueve tus caderas, y me jalaba la cintura para que su verga entrara más profundo mientras yo me movía de manera circular ¿Te gusta mi verga?

Si, inge, si. Métamela toda. ¡Ahggggggg! Gemía sintiendo como su verga me oradaba por completo. Llegamos a tal punto que casi me la sacaba toda para volverme a sentar sobre ella. Me tenía en el cielo.

De repente el gordito se enderezó, y sacando fuerzas de no se dónde me levantó en vilo sin sacármela y me dio vuelta. Levantó mis piernas y las puso sobre sus hombros. Me acomodó su verga y empezó a bombear, mientras me hacía una chaqueta. Yo ya no podía más. Sentía su verga en mi culo y sus manos en mi reata. Estaba desmadejado gimiendo y llorando de puritito gusto. Mi cuerpo se comenzaba a contraer cuando se agachó y por primera vez me dio un beso sin dejar de incrustarse en mi ya muy dilatado culo. Su lengua se metió en mi boca y la recibí como si fuera un premio,. Me beso profundamente y me rendí. Comencé a eyacular como loco. Salieron chorros y chorros de mocos de mi verga y se estamparon contra su pecho. Se enderezó, tomo un poquito de mi leche con un dedo y se lo llevó a la lengua para luego volverme a besar. Se mezclaron nuestros sabores y yo me lo quería devorar. Si sacarme la verga del culo se acercó a mi oído y me dijo:

Te voy a dar mis mocos en la boquita y quiero que te los comas todos putito. Es tu premio por tener este culo tan rico, y por dejarte coger tan bien. Mientras me bombeaba con más fuerza.

Me besó nuevamente y se salió de mi. Me acarició el culo y acercó su verga a mi boca. Esa hermosa herramienta que me estaba haciendo tan feliz se posó en mis labios y los abrí para comérmela de nuevo. La limpié con mi lengua y la chupé hasta que sentí que todo su cuerpo se contraía. Las primeras ráfagas de su lefa cayeron directamente en mi garganta y casi me ahogan, pero me repuse y caché en mis labios toda la leche que pude aguantar, mientras a él se le torcían los ojos de gusto.

¡Así puto!¡Cómetelos! ¡Asíiiiiiiiiiiiiiiiiiii!

Dejó de eyacular y se me separó de mi. Me levantó de la cama y me empezó a besar y a limpiar con su lengua los restos de mocos que habían escurrido por mi boca, mientras me acariciaba todo.

¡Que bueno eres cogiendo Lorenzo!¡Y que bueno estás! Dijo, mientras se frotaba contra mi, y acariciaba mi recién estrenado culo.

Y así estuvimos un rato hasta que se retiró y me dijo que me fuera a lavar. Yo, muy contento fui al baño y me enjuagué el culo con un poco de jabón y agua. Cuando regresé, el Inge Herrera estaba recostado sobre la cama y me pidió que me recostara junto a él. Lo hice y el me empezó a besar y a cachondear. Me estrujaba las nalgas y me frotaba los dedos en el hoyo

-Te la voy a meter de nuevo Lorenzo. Me quiero dormir con la verga en tu culo, así que voltéate y déjame acariciar ese cabús.

  • Si Inge, le dije y me volteé.

El Inge Herrera me comenzó a chupar el culo y me colocó de lado. Nuevamente me metió la verga en el orto, que ya para este momento lo recibió con mucha facilidad y felicidad. Bombeo por un rato y se luego se quedó dormido dentro de mí.

Para cuando empezó a roncar su verga ya se había bajado y me levanté. Me vestí en silencio y para despedirme lo besé en los labios y le besé esa tranca tan chula que me había transportado al cielo. Después me fui a mi hotel y caí rendido. Estaba muy cansado pero feliz. Era la primera vez que me cogían y el inge me lo había hecho muy rico.

Por la mañana desperté con el timbre del celular.

-Si, bueno.

  • Pinche Lorenzo ¿Dónde estás?

-Que pasó inge. Aquí en mi hotel.

  • ¿Y qué chingados haces ahí?

  • Vine a dormir y a bañarme, pero ya voy para allá.

  • ¡Cabrón! Apúrate que te estoy esperando. Tengo la verga bien dura y no me quiero hacer una chaqueta. Así que lávate bien y chíngale.

  • Pero inge, pensé que no se acordaría

  • Bueno ¿Estás pendejo o qué? Nadie se podría olvidar de un culo como el tuyo. Te espero en media hora.

  • Si inge, ya voy, dije y me incorporé en la cama. En ese momento el escozor en el culo me recordó toda la noche de anoche y en chinga me metí a bañar. No podía hacer esperar al inge. Además me moría por guardar su pistola en la funda.

Me bañé y salí casi corriendo al hotel del inge. A medio camino detuve la camioneta y compré un par de cafés. Me pareció buen detalle llevarle uno y además eso lo iba a tener más despierto y animoso. Se me hizo agua la boca de solo imaginármelo. Unos minutos después llegué a su hotel y al abrir la puerta me encontré con él completamente desnudo tirado en la cama boca arriba, con el control de la tele en una mano y en la otra su chula verga parada a mil. Toda, enterita, esperandome. Toda para mi.

Te tardaste mucho Lorenzo. Mira cómo estoy, me dijo, señalándome su verga.

Perdón Inge. Había tránsito. Pero ya Estoy aquí. Le traje café, dije.

Está bien, y sobándose la verga me dijo: Yo pongo la leche.

La boca y el culo se me hicieron agua y me comencé a desvestir, mientras el inge me comía con la vista.

Ven súbete en la cama y muéstrame tu culo, me lo quiero comer.

Solo si me deja comerle el rabo.

Atáscase mi rey, que esto no se acaba, dijo y me acaricio las nalgas.