A que no puedes comer solo una (2)
Todo fue que me la metieran una vez la verga y ya no quería que me la sacaran.
¡A que no puedes comer solo una!(II)
Con treinta y tres años dándomelas de machín y mataputos pensé que ya me habían hecho inmune ¡Que engañado estaba! Cosa fue que me la metieran una vez para que ya no la quisiera fuera nunca. Después de la nochecita que me dió el Inge Herrera empezó mi vida.
Todos los días que el inge y Yo estuvimos en Guadalajara fue de coge y coge. Él me daba por el culo y Yo disfrutaba como loco. Eso si, siempre en el hotel, ya que fuera de ahí era mi jefe y ni por asomo mostrábamos ningún otro interés. No fueran a pensar mal de nosotros.
El último día que pasaríamos en Guadalajara nos dedicamos al recorrido de obra y estuvimos revisando muchas cosas del proyecto. Cuando ya la noche cayó nos dirigimos a la oficina y nos pusimos a trabajar en la sala de juntas. La verdad es que el gordo se veía cansado y Yo me moría de ganas de darle un masajito con final feliz o algo para que se relajara, pero no veía que hiciera ni muecas de querer algo y ya había aprendido que le gusta ser él quien toma la iniciativa. Ni modo, el inge manda.
Ya entrada la noche el inge se paró al baño y yo me quedé viendo de pie los planos que teníamos en la mesa. De repente siento una mano sobre mis nalgas. Ya de regreso el inge me estaba agarrando la colita sobre los pantalones.
Que buen culo tienes Lorenzo. Ve nada más estas nalgas tan duras.
Le parece inge, dije abriendo las piernas.
El inge ya no contestó, me tomo por la cintura y se me acercó por atrás frotando su paquete entre mis nalgas. ¡Que parada la tenía! Maldije a mi suerte por no haberme puesto pants, así bajaría más rápido, pero al parecía no importarle ni madres. Mientras me tallaba la verga en el culo, frotaba la mía con una mano y con la otra me pellizcaba una teta. Yo empecé a respirar con dificultad. Me ponía bien caliente como se me restregaba, pero solo atinaba a recargarme en la mesa y sentir sus tallones.
Te encanta la verga ¿verdad putito? Te fascina sentirla entre las nalgas.
La suya si inge. Me encanta, dije moviendo mi cola sobre su reata
Ve cómo la tienes de dura. Así me gusta zorrita, que mi verga te ponga cachondo, dijo y metió su mano entre mi ropa para agarrármela.
Yo ya no daba más, estaba a punto de correrme, pero el ingeniero dejó de frotar y me dio vuelta. Me tomó por las nalgas y mientras me las pellizcaba y estrujaba me besaba el cuello. Luego se restregaba la poronga contra la mía y me besaba hasta dejarme casi ahogado. De repente se sentó en una de las sillas y me jaló hacia a él.
A ver puto, vamos a ver tu verga de cerca dijo, y me desabrochó el pantalón. Lo bajó tranquilamente y solo sacó mi reata que ya estaba muy dura
Si que la tienes grande zorrita. Con razón eres tan popular.
¿Le gusta inge? Pregunté orgulloso.
Como respuesta obtuve un lengüetazo que hizo que se me acalambrara todo el cuerpo. Luego besó la puntita y comenzó a darme la mamada de mi vida. Su boquita subía y bajaba para luego hundirse de nuevo toda. Mientras con sus manos guiaba el ritmo de mis caderas, también acariciaba mis nalgas. Yo estaba a punto de venirme, pero me daba pena hacérselo ahí, en sus labios. Total que de repente el inge paró con la mamada y me ordenó que me sacara la ropa, pero que me dejara la trusa, mientras el hacía lo mismo Yo obedecí pero me volteé al hacerlo para que el tuviera toda la vista de mis nalgas y creo que eso surtió efecto, porque mientras me deshacía del pantalón, el me acariciaba el culo sobre la tela blanca del calzón. Cuando ya estuve encuerado, me jaló he hizo que me sentara sobre él. Otra vez me estaba frotando y Yo estaba ya tan caliente que quería sentir su chula verga dentro de mi.
Ya métamela inge, no sea cabrón.
¡Claro que la voy a meter puto! Pero primero te voy a calentar hasta que ya solo pienses en mi garrote hundiéndose en tu culo. Dijo, mientras hacía que Yo moviera las nalgas en forma circular sobre su poronga
Pues ya inge, ya solo estoy queriendo comérmela toda.
Recárgate en la mesa, ordenó.
Yo puse mis manos sobre la mesa y abrí las nalgas levantando mi culito para ponerlo a su disposición. El inge comenzó a bajar mi trusita y me acercó la lengua al hoyo. La pasó varias veces y luego se detuvo para lamer los pliegues de mi culo. Luego me quiso meter la lengua y Yo comencé a gemir. Siguió mamándome y sorbiendo mi culito. Para ese entonces, yo ya estaba temblando.
¿Qué pasó zorrita? ¿No te gusta sentir mi lengua en tu pinche culo?
Me encanta inge, me encanta, pero quiero su verga.
Entonces vas a tener que lubricarla, porque si no te la voy a meter así en seco y te va a doler mucho, dijo, dándome una nalgada.
Yo ni tardo ni perezoso me arrodillé frente a él y ví su verga. ¡Que cacho de carne más delicioso! Me lo metí en la boca y lo comencé a lamer y chupar. Lo llené de saliva y le mamé los huevos.
Ya está Inge, le dije. Ya no aguanto más, la quiero toda adentro.
¡Que goloso saliste puto! Pero va a ser cuando Yo quiera, así que esfuérzate en mantenerme cachondo, me dijo, mientras con su reata golpeaba mi cara.
Y asi seguimos por unos minutos. Yo mamando esa hermosa herramienta y el guiando el ritmo con sus manos. Luego me iba a sus tanates y los metía de uno en uno a mi boca, como si fueran dulces, hasta que el jefe por fin me ordenó que hacer. Se sentó en una de las sillas, con su reata en la mano y me pidió que me volteara.
- A ver puto, siéntate en mi verga, pero dóblate un poquito para adelante porque quiero ver cómo te entra.
Yo obedecí gustoso, Me dí media vuelta, abrí las piernas y dirigí mi hambriento hoyito hacia su verga. El inge acomodó la punta en la entrada de mi culo y muy lentamente me fue sentando sobre ella.
-¡Aggggghhhhhhh! ¡Que apretadito estas pinche puto!¡Que rico culito tienes! Decía, mientras me dejaba caer cada centímetro de su dura verga. ¡Así!¡tranquila zorra!¡Cómetelo de a poquitos.
Yo solo sentía como los pliegues de mi hoyo se iban acomodando en su poronga. Sentía como se iba abriendo camino hasta mis tripas y me acostumbraba a él. Hasta que por fin sentí sus piernas y él me agarró de las chichis.
Ya estás bien ensartado putito, tal y como lo querías. Ahora yo quiero que te des unos sentones y te la comas.
Ni tardo ni perezoso obedecí. Comencé a subir y bajar sobre ese mástil que me estaba taladrando el chiquito. Subía y bajaba a más no poder y en cada sentón sentía que me entraba otro poquito, hasta que casi me la sacaba por completo y me la volvía a meter hasta el fondo. Mientras que el inge pellizcaba mis tetas y tomaba mi cadera para sentarme más fuerte. Lamía el sudor que corría por mi espalda y me trataba como su puta, lo cual me ponía más caliente.
Quiero que me des un beso, puto. Dame tu lengüita, ordenó
Yo giré mi cuerpo como pude para que no se me saliera su verga del culo, y pasando un brazo por su nuca, acerqué mi boca a la suya, que ya me esperaba ansiosa. Metí mi lengua en su boca y agarró mi verga mientras me despachaba con un beso como solo él los sabía dar. Luego llevó su boca a mi tetilla y la mordisqueó a la vez que cucaba mis nalgas para que Yo no parara de ensartarme.
¡Aghhhhhhhhhhh, inge!!! ¡Me voy a venir!
No putito comeverga, te vas a venir cuando yo te diga, dijo.
Enseguida me levantó y pidió que me girara.
Quiero que me veas cuando te estés viniendo cabrón.
Usted manda inge, gemí.
Se medio recostó en la silla y me dirigió para que yo me volviera a ensartar en su verga. Pero esta vez no me la metió lentamente. Cuando puse mi culo a disposición de su reata y ya tenía bien acomodada la punta de su hermosa herramienta en la entrada de mi culo me jaló hacia abajo y me la acomodó dentro de un solo tirón. Yo bufé, pero aguanté, finalmente mi culo ya estaba muy abierto. Abrí los ojos y ví su cara de cachondo que tanto me calentaba. Empecé a cabalgar sobre aquella maravillosa silla y el placer fue mayor. No sabía que me estaba pasando, pero en cada arrimón sentía más rico, como si me estuviera tocando por dentro. Era una sensación tan cachonda que no iba aguantar mucho. Tenía como ganas de mear, pero el cosquilleo era más rico. Y ya no podía controlar mis gemidos. Así que el inge solicito los calló con su boca. Me empezó a besar y a pasar la lengua por todos lados. Me mordisqueaba las chichis y apretaba mis nalgas.
¡Que rico aprietas putito!¡Que culo el tuyo!¡Así, siéntate y cómetela toda! Decía con la voz entrecortada.
De pronto el cuerpo me traicionó. Las ganas de mear se cambiaron por una descarguita eléctrica que recorría todo mi espinazo, mis piernas temblaban y por puro reflejo empecé a contraer el culo. El inge, se derrumbó. Comenzó a contraer su cuerpo y sentí el calor de sus mocos en mi tripa. Inmediatamente comencé a soltar los míos que cayeron en su pecho y en su cuello. Ambos estábamos eyaculando tal cantidad de mocos que parecía que no acabábamos nunca hasta que acabamos. Lo abracé, lo volví a besar y me levanté. Su poronga todavía estaba un poco parada y no pude contener las ganas de meterla en mi boca y limpiarla. El inge me acarició el pelo y me mandó a limpiarme. Para cuando regresé del baño el ya estaba vestido y me pidió que me recargara en la mesa.
-Agáchate chencho, dijo.
-¿Se quedó con ganas inge? Pregunté, esperando un si por respuesta.
-No, coges muy rico, pero quiero verte el culo.
Obediente me recargué sobre la mesa y el inge se puso atrás de mí y me separó las nalgas. Luego acarició mi hoyito y le puso un poco de saliva.
Tenemos que pasar a la farmacia chencho.
¿A poco ya nos vamos a poner el gorrito inge?
Pues no sería mala idea, pero vamos por una pomada, tienes el hoyo muy irritado. ¿No te duele?
Solo cuando me la saca, respondí con cara de pícaro.
¡No seas mamón Lorenzo! Tienes el culo muy irritado. Parece que nunca te la hubieran metido.
Bueno, es que
¡No mames chencho!¡No me digas que mi verga es la primera que se come es agujero!
¡Chale inge! Me siento como quinceañera.
El inge soltó una carcajada y me beso mientras me acariciaba de buena gana las nalgas y tocaba mi dilatado culo.
Vístete Lorenzo, me dijo. Y me ayudo a ponerme la trusa. ¡Que desperdiciado eres! Mira que a cuántos has privado de una cogida.
Pero recuperaremos el tiempo ¿No?
Solo sonrió y me dio una palmada en la cola sobre el pantalón. Yo lo jalé hacia mí y le dí un beso largo y profundo. Luego salimos de la oficina y fuimos al hotel. Si me dolía un poco el hoyito, pero la experiencia había valido la pena.
Al otro día volvimos a la Cd. De México donde nos esperaba la vida normal. Y así fue. Más normal de lo que Yo esperaba. Pasaron quince días y apenas tuve oportunidad de ver al Ingeniero Herrera, de carrerita y por supuesto sin oportunidad a estar juntos. Y eso ya era mucho tiempo para mí. Había descubierto que me gustaba que me cogiera y me hubiera encantado que fuera más seguido, pero no fue así. Desde que regresamos de Guadalajara no había habido una sola oportunidad de echarnos un acostón. Así que me armé de valor y le llamé a la oficina.
¿Qué pasó inge? ¿Cómo está?
Bien Chencho ¿Y tu?¿Cómo estás?
Pues aquí, extrañandolo.
¡Ja,ja,ja,ja! ¡Que pasó Lorenzo! Ahora si pareces quinceañera. Oye, nos vamos de regreso a Guadalajara el viernes
¡Ya está Inge!
Te voy a presentar a tu residente
Y así fue como entró a nuestras vidas el Arquitecto Octavio Méndez.