A pleno sol
- ponme un poco de crema, papá.
Está Áurea, la bonita chavala, parando el sol en su particular patio doméstico. Cada tarde después de comer, y mientras duren las vacaciones del verano, se tumba en uno de los lugares más cómodos del mundo; su propia tumbona instalada en el lugar más cómodo que puede encontrar la chica; el patio de su casa desde el que sólo tiene que abrir una puerta para servirse algún refresco de la cocina y/o volver a tomar el sol. El Áureo cuerpo de la chavala está doradamente sudoroso pero eso no va a representar problema para la manguera instalada justo a su lado que la va a duchar cuando dé por terminada la sesión solaria. Áurea descansa relajada con los ojos cerrados a un que no es necesario controlar sol, sin que se le tenga que decir nada el sol seguirá bronceando la chica hasta que esta lo crea oportuno y prescinda de su servicio entrando en casa. Pero por el momento ese instante en que decida la chica que ya está suficientemente dorada caerá unos cuantos minutos más tarde, porque apenas hace 5 que se ha tumbado en ese cielo particular que es la tumbona color azul.
De pronto oye Áurea algún ruído dentro de casa, debe ser su padre que ha llegado de trabajar. Áurea, pese a su juventud, come sola al mediodía pues no hay por qué esperar al único que tiene progenitor que llega un par de horas más tarde de la hora en que está acostumbrada comer de siempre. Papuchi trabajador, canta mentalmente Áurea. Está orgullosa de tener un respetable español de padre que trabaja seis días a la semana y ocho horas al día, para darle a ella y, a su madre una pensión mensual, lo mejor que puede hacer un hombre para su familia aparte de, amor, cariño y amistad, de la cual no se olvida ninguno de los 365 días del año.
-clack- -clack-
Oye Áurea que la puerta del patio se abre, debe ser papá, o papá o un ladrón, piensa la chica. Lo más probable es que sea papá, por lo que la chavala ni tan sólo abre los ojos para decir;
-Áurea: hola papá.
-Papá: hola Auri. ¿Qué tal, tomando el sol?
-Áurea: ¿no se ve? je je.
-Papá: ja ja, claro Áurea, sólo quería asegurarme.
Áurea abre los ojos y se incorpora en la tumbona para saludar ahora con los ojos a su progenitor.
-Áurea: ¿cómo ha ido? tengo que hacer alguna tarea?
-Papá: mmm, no, de momento no, ya te diré si tienes que hacer alguna cosa.
-Áurea: aquí estoy, a tu servicio capitán.
El papá entra de nuevo en su casa y el relajamiento total vuelve a abordar la dorada Áurea en su querida tumbona. Áurea vuelve a encargar su desatareada mente a pensar golosinas, pensamientos dulces. Piensa en lo formidable que es su vida, ya se lo dicen los grandes que la juventud es la mejor época de la vida. Y aunque Áurea se siente de maravilla en esta juventud no está del todo segura de que eso que le dicen sea cierto y cree que se lo pasará mejor de grande. Cuando tenga conocimientos, responsabilidades, gente querida, hijos, esposo, cama diaria . . . . el sabor de los pensamientos de Áurea cambia un poco y tumbada a pleno sol se vuelven un poco picantes. Pero al ser una chavala adolescente no es un bulto lo que le sale entrepiernas sino una dulce sonrisa de la cara.
-Papá: ¿qué te ríes?
-Áurea: ¡uy! papá, no te había oído, creía que aún estabas en casa.
-Papá: he venido un rato a hacerte competencia en tu solarium. ¿Puedo tumbarme a tu lado, emperadora?
-Áurea: permiso concedido honrado plebeyo. Pero, tendrás que cumplir un servicio a tu reina para obtener tal concesión, (dice Áurea adoptando un gracioso tono de voz parecido a las de las películas de faraones egipcios que veía de pequeña) te ordeno que me pongas, un poco de crema. (Ahora para sacarle hierro al asunto le vuelve a decir en el amoroso tono en que le habla siempre): por favor papá, que si no quedaré hecha una gamba.
-Papá: claro hija, cumpliré agradoso esta ordén que me ha sido impuesta por mi más grande mandataria, señoría.
-Áurea: ay déjalo, papá, que te lo decía en broma.
-Papá: y yo también, je je.
Dice el padre pellizcando la carita de la niña y dándole un beso en la mejilla. Papá toma el botellín de crema protectora y se pone un chorrito de la blanca sustancia en la mano. Se la esparce por ambas manos y cuando ha adquirido esta crema la temperatura corporal empieza a esparcírsela por la espalda de la tumbada Áurea.
-Papá: sí que te hace falta sí, hoy hace un sol de cojones, y perdóneme usted mi vocabulario señora marquesa.
-Áurea: ya ves si pega fuerte. Pero hay que aprovecharlo porque esto en invierno no lo podré hacer.
El padre prosigue esparciéndole la crema por la espalda a medida que la familia va conversando de las trivialidades que pueden hablar un padre y una hija. Áurea está boca abajo encima de su toalla y lleva puesto el bañador por la parte de arriba también.
-Papá: creo que ya está, gírate.
Áurea se gira y rapidamente su papá ve que tendrá una importante dificultad en esparcirle la crema por la piel a costa del bañador que la tapa.
-Papá: majestad, sé que está en juego mi vida si fuera descubierta mi tosquedad de deciros esto pero, no cres que estaría mejor bajarte el bañador, ¿Áurea?
-Áurea: sí claro, tienes razón.
Áurea se descuelga ambos tirantes del bañador de los hombros y ella misma se baja esa malla que descubre unos redondos pechos adolescentes. Su papá vuelve a tomar crema en las manos y después de calentarla con ellas las posa encima del pectoral de la chavala.
-Áurea: uy.
-Papá: soy un ogro malo, grrrrr.
-Áurea: ja ja, no digas bobadas, eres el mejor padre que podría tener.
Mientras el padre esparce la crema por el torso y pectoral de la chica va dedicándole una conversación.
-Papá: eres preciosa Áurea ¿te lo había dicho nunca?
-Áurea: pues creo que no, me has dicho muchas cosas bonitas pero esa palabra creo que no.
-Papá: quizá no pensé en ella porque nunca me había encontrado . . . . sobándote los pechos, como se lo hacía a tu madre.
-Áurea: ¿mis pechos? pero es muy diferente, ella era tu mujer y yo soy tu hija, no se parece en nada.
-Papá: ¿en nada? ay hija, te pareces . . tu cara y . . tus pechos, más a mamá que cualquier otra mujer en el mundo.
-Áurea: no te pongas nostálgico papá, ya no estás con ella y hay millones de mujeres más en el mundo.
-Papá: pero yo quería mucho a tu madre, hubo un día en que hubiera dado mi corazón por ella, y eso no se olvida tan facilmente.
Mientras inevitablemente el papá de Áurea se ha puesto melancólico sigue sobándole los pechos a su hija sin apenas crema que extender. Ella lo mira a los mismos ojos de él que la miran sin atreverse a decir que se le ha acabado la crema, pues se lo ve tan feliz . . . con los ojos perdidos en la inmensidad. A la vez Áurea siente la ternura con que su padre le acaricia los pechos y se ve encantada de ser objetivo de tan bonitos sentimientos. Le gusta la energía que transmiten las manos de su padre en su busto y decide comunicarle sin palabras su agrado de ello. Áurea levanta las dos manos y además tratando de proporcionar un poco de amor que siente que él ha perdido le estrecha los brazos entre sus manos.
-Áurea: papá.
-Papá: . . . . qué . . .
Ante la insignificante respuesta de su padre, Áurea no se atreve a más que a seguirle mirando a los ojos y a apretar fuerte esos brazos que la tienen cogida de las tetas.
-Áurea: papá.
-Papá: ¿qué?
-Áurea: . . . . yo te quiero . . .
-Papá: . . yo también . .
-Áurea: pues se valiente . . hazlo.
-Papá: . . no me atrevo . .
Áurea se saca las manos de sus pechos pero no para rehusarlo, sino que se incorpora, toma a su padre de la cara y, le da amor, con la ayuda de su lengua. Padre e hija se besan sentados encima de la plástica tumbona. El abismalmente amoroso beso que se dan se alarga kilómetros y kilómetros dándoles a ambas personas una calidad de pasión diferente a la que nunca hubieran sentido por una esposa o un novio. Las manos de su padre toman ahora sus pechos con confesa intención no de esparcirles crema sino de acariciarlos.
-Áurea: . . papá . . muac.
-Papá: muac . . pero yo te quiero.
-Áurea: muac, no le veo ningún problema . muac . .
-Papá: muac . . entonces . .
-Áurea: muac . . estoy dispuesta . . muac . . muac.
Áurea ha confesado a su padre que no es una niña cobarde y después de decírselo en palabras se lo dice en gestos, le desabrocha el bañador y usa las dos manos para bajárselo y que salte afuera esa gruesa verga que quizá ya estaba parada cuando la vio tomando el sol al llegar. Mientras dos cálidas lenguas se aman, una fémina mano sube y baja de la verga de su padre. La mano de este mismo hombre no tarda en bajar completamente el bañador de su hija y, grita victoria cuando se agacha ante ella y le come los más íntimos labios que puede tener una mujer.
-Áurea: aaaah, papá, siempre te querré.
-Papá: gronf, yo también Áurea, gronf.
-Áurea: no hay, aah, ningún problema en que seas mi padre, aah, podemos hacer el amor, mmm.
-Papá: gronf, sólo quiero esto, tu permiso para hacerte mía.
-Áurea: lo tienes papá. (dice la chavala tomando la cabeza de su padre y elevándola hasta su cara) siempre lo has tenido, sólo que no me atrevía a decírtelo.
La pareja se vuelve a besar quizá incluso más apasionadamente que el éxtasis vivido rato antes cuando fue ella que le dio el amor que le faltaba. La mano de Áurea masturba la verga de su padre de la misma manera que la mano de este excita más si cabe la panocha de su hija. No tardan las piernas del padre en tener la reacción animal primitiva y subirse encima de la ante la que estaba arrodillado tumbona. Áurea se tumba de nuevo y se abre de piernas ofreciéndose como entrada victoriosa a su padre. Él se estira encima de ella y maneja su verga para encajarla en esa que no es de niña sino de mujer grieta. Áurea tiene un formal novio pero su padre tiene privilegio ante cualquier hombre del mundo. De un estacazo se la mete hasta lo más hondo, tratando de comunicarle que la quiere por encima de todo, como ella.
-Áurea: aaaaaaah, papá, te quiero.
Su papá cree en la dulce palabra compuesta dicha por ella y le estrecha las dos manos tras de ella, y la prieta vagina metiéndose dentro con furia.
-Áurea: oh, oh, oh, oh, oh, oh, papá, papá, papá, ah, ah, ah, ah.
-Papá: Áurea, arf, arf, te quiero como a mamá, arf, más, más que a mamá, arf, arf, porque tú eres el fruto, arf, de lo que sentí un día por ella, arf.
-Áurea: aaahh, papá, aún la quieres, m, m, sino no me querrías a mi, um, um.
-Papá: tienes razón, arf, arf, pero tú estás conmigo, y ella no volverá nunca.
-Áurea: m, m, y por qué nunca, m, m, ¿por qué no la vas a ver?, m, m, m, aaah, aaah, aaah.
Ante tal reto las acometidas de su padre han adquirido una brutalidad deliciosa. Áurea comprende que la potencia adquirida es fruto de la candente pregunta que le ha hecho y, piensa que ha hecho bien porque si le entrega tal pasión a resultas es que le falta tan sólo un poco de valor.
-Áurea: aaah, aaah, va papá, aah, aaah, atrévete, aah, aaah, aaah.
-Papá: arf, pero ella, arf arf, no me quiere! arf, arf, arf, arf, arf, arf, arf.
-Áurea: ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, síííí, sííí te quiereeeeeh, ah, ah, ah, ah, como te quiero yo, ¡papá! ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah.
A medida que la conversación se pone más dificil la cadera de su padre adquiere un vigor hasta el momento nunca realizado. Necesita un poco de valor, para decir que sí a su hija y atreverse a visitar su ex-exposa.
-Áurea: ah, ah, ah, di que sí, ah, ah, di que sí ¡papá! ah, ah, ah.
-Papá: arf, arf, arf, está bien, ¡síííííí! ¡sííííííí! ¡sííííííí!
Áurea nota que su padre no está mintiendo porque nota en su vientre una leche que se descarga verificadora de que su papá dice la verdad. Comprensiva le entrega la confianza y le abraza fuerte, creyente de que esa leche que se descarga dentro de ella no le va a hacer ningún daño. Como tampoco le hará daño a su padre visitar a su ex-exposa.
-Áurea: aaah, aaah, aaah, te creo papá, te creo.
-Papá: yo también te quiero, yo también.