A piñón fijo (9)

“Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo, y la segunda, no me acuerdo.” Woody Allen. Relato en 25 trozos.

A PIÑÓN FIJO

(9-25)

ESCRITA POR:  SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

. - hija, debo pedirte perdón por lo sucedido este mediodía. No es manera de comportarse de un padre normal.

. - papá, eres el mejor padre del mundo y por eso te quiero tanto –dijo cogiéndole la mano y besándosela- no tienes que pedirme perdón. Debo ser comprensiva con tus sentimientos. Mamá hace mucho tiempo que ya no está con nosotros y te sientes muy solo. No me importa, si así eres feliz. Solo deseo que lo seas todo lo que puedas y si es con Salvador, pues eso, que me alegro, papaíto. –se abrazó a su padre llorando, el viejo también lloraba-.

. - que buena hija eres, mi niña. Gracias por comprenderme. No te preocupes, tu seguirás siendo la primera a la que amo en esta casa y siempre seguirá siendo así.

Se volvieron a abrazar llorando los dos.

. - papá, debo decirte algo importante para mí.

. - lo sé, hija. Os vi desde la puerta.

. - ¿nos vistes, papá? –se asombró Marisa-.

. - sí, tenía que saber qué eran aquellos gemidos que oí desde la puerta. Al saber que era por estar disfrutando por tu parte, acabé aceptando que tú también debías ser feliz.

. - ¿no te molestó cuando Salvador me estaba…?

. - no, hija. Eso es lo que hacen dos amantes. Comprendo que necesitas alguien, aparte de mí, que te haga sentir algo diferente y Salvador puede ser ese alguien. No creo equivocarme si digo que este chico es bueno y ¿por qué no?, nos lo merecemos por lo que hemos sufrido ambos.

. - gracias, papá. No sabes lo contenta que estoy. Salvador me dijo que debía compartirte contigo. ¿Entonces no te molesta que lo haga?, ¿qué lo compartamos los dos?

. - no hija. Ahora sé que lo volveremos a ver. Tú de una manera y yo de otra.

. - papá, ¿hasta dónde podré llegar?, ya me entiendes…

. - hija, eso depende de tus sentimientos hacia él.

. - papá, yo me siento mujer, pese a estar enclaustrada en esta silla.

. - y lo eres, hija. No lo pongas en duda. Has sufrido mucho, sin embargo, no adelantemos las cosas con Salvador. No vayas muy rápido, por favor.

. - gracias, papá. Lo tendré en cuenta –se volvieron a abrazar y llorar ambos como dos Magdalenas-.

Dejé pasar varios días sin acercarme por mis vecinos preferidos. Ellos, la verdad, no sabían a qué atenerse al no visitarlos. Así que cuando Marisa vio a mamá que llegaba del supermercado, le habló de mí.

Como pudo, me disculpó mamá. Así era mamá. Al final le dio mi número de móvil, el cual guardó Marisa como oro en paño.

Recibí su llamada estando en un parque cercano tendido en uno de los bancos, con la cabeza en uno de los reposacabezas. Estaba leyendo un viejo tocho que llevaba leyendo ni sabía cuántos años. De vez en cuando lo cogía y de vez en cuando, me refiero cada dos o tres meses, le echaba un vistazo y continuaba con la novela. Era un libro de más de 1.300 páginas, llamado Pabellones Lejanos de la escritora M.M. Kaye, que vivió en la época colonial inglesa en la India.

Trataba sobre un soldado inglés y una princesa india y el amor entre ellos. Me gustaba, pero era tan densa su lectura, que en cuanto leía una docena de páginas, lo dejaba para más adelante y el tiempo pasaba y si no llevaba más de diez años con aquel libro inacabable, no era menos, aun así, lo seguía cogiendo una y otra vez. ¿Hasta cuándo?, no lo sé.

Saqué el móvil del bolsillo de la camisa y pulsé el botón de llamadas entrantes.

. - hola, dígame.

. - Salvador. ¿Eres tú?

. - sí, ¿quién eres?

. - Marisa, tu vecina.

. - ah, hola Marisa. ¿Cómo te va?

. - ¿cómo me va?, no has vuelto a visitarnos.

. - lo siento, quería dejar pasar algunos días hasta volver a hacerlo.

. - no sé por qué dices eso, pero olvidémoslo. ¿Cuándo vendrás por casa de nuevo?, papá y yo queremos volver a verte.

. - mira, ¿por qué no te vienes tú a donde estoy yo ahora?, me encuentro en el parque que está frente a la imprenta San Rafael.

. - ¿cómo está el tiempo?, ¿no iba a llover?

. - de llover, nada. Hace un día buenísimo. Anda, vente, así coges un poco de aire fresco.

. - vale, no te muevas, voy para allá.

Colgó el teléfono. Su padre estaba a su lado.

. - voy con Salvador al parque un rato, papá.

. - muy bien, hija. Si puedes, dale un beso de mi parte.

. - así lo haré, papaíto.

Corriendo se fue al baño y se arregló un poco, sobre todo el pechamen y se dio un poco de colorete en las mejillas. Aun tendría que aprender un poco, pues se había pasado con los polvos. Luego se pasó el pintalabios, con uno color carne brillante. Sí, debía aprender de una profesional, porque si no, más parecía una p…

Cuando Marisa me vio tendido en el banco de largo a largo, el corazón le fue a doscientos. Tuvo que coger aire para poder impulsarse en la silla de ruedas.

La vi cuando estaba a mi lado. Sonreí al verla.

. - hola, preciosa -dije sentándome como las personas y no como los animales. Pero en fin…-.

Me acerqué a ella y le di un beso en los labios. No por esperado, ella no se ruborizó más, pues estaba en pleno parque. Miró a todos lados y nadie puso atención, cada uno iba a lo suyo y sonrió.

. - papá dice si podría darte uno de su parte –se atrevió a decir-.

. - claro, que sí, cariño –y me agaché de nuevo y la besé, esta vez más tiempo y con más fuerza, donde mi lengua jugó con la suya unos segundos. Luego me separé-.

. - gracias.

. - ¿por qué?

. - por no tener miedo a besarme aquí, en el parque.

. - no veo por qué. Si me gusta una chica o un chico, lo beso allí donde estemos –dije y volví a besar sus labios. Esta vez fue más tiempo, mucho más. Tanto, que me dio tiempo disimuladamente, apretarle uno de los pechos. Luego me separé sonriendo- ¿te ha gustado?

. - sí, mucho, sobre todo cuando me apretaste el pecho. Me gusta mucho.

. - me alegro, porque a mí también. ¿Entonces tu padre también desea volver a verme?

. - sí, tanto o más que yo.

. - ¿y cómo es eso?

. - no te hagas el tonto. Ya sabes por qué. –Dijo ruborizándose-.

. - yo también deseo volver a verlo. Díselo.

. - se lo diré.

. - cariño, me puedes hacer un favor.

. - claro, pero ¿qué tipo?

. - quiero vértelo de nuevo.

. - ¿el qué? –dijo creyendo saber a qué me refería-.

. - ya sabes. A tu… -dije mirando hacia su entrepierna-.

. - ¿aquí?, ¿ahora? –se escandalizó ella-.

. - sí, me gustaría volver a vértelo.

. - pero nos verán y pareceré lo que no soy.

. - en la posición en que estás, nadie te verá nada, solo yo. Te levantas con disimulo la falda un poco y te sacas las bragas. Quiero olerlas, aparte de vértelo de nuevo.

. - mira que eres un depravado.

. - bueno, pero si no quieres, lo entenderé. –Dije como si me olvidara del asunto, pero no, muy al contrario-.

Marisa volvió a mirar de nuevo a nuestro alrededor. Estaba nerviosa y sofocada al mismo tiempo. Aquello no lo hubiese hecho en su puta vida, a no ser que se lo pidiera alguien con quien quería estar. Así que, con disimulo, se metió mano bajo la falda y moviéndose con mucho cuidado, se sacó las bragas color rojo vivo.

Cuando las llevaba por los tobillos, me agaché y se la acabé de sacar y disimuladamente, las guardé en mi bolsillo derecho del pantalón. Sonriendo, me coloqué en la mejor posición para disfrutar de la visión de su coñito, el cual apenas tenía vello púbico, y es que aquella zona tan erógena me la ponía dura solo de pensar en ella.

Ella, mientras, tenía un poco alta la faldita, separó las piernas, pero no lo suficiente. Yo, con disimulo y con un dedo de cada mano, abrí más las piernas hasta tener una visión perfecta de su almeja tipo pezuña de camello que me había comido la otra vez. Casi me corro allí mismo.

. - estás impresionante, cariño. Si estuviéramos solos…

. - ni se te ocurra, Salvador. Por lo que más quieras, ni se te ocurra…

. - descuida, no estoy loco. Solo me gusta admirar las cosas bonitas y tú tienes algo precioso ahí abajo –dije sin dejar de mirárselo-.

. - ¿puedo bajarme ya la falda, por favor?

. - no, por favor. Espera un poco, no tengas prisa –dije sacando las bragas del bolsillo. Metidas en mi mano, apenas se veían. Su olor embriagador del coño de Marisa, me la ponía a cien. Olía a orgasmos, el mismo que le hice sacar cuando se lo comí en su casa-.

. - mira que eres un pervertido y yo que creía que eras un caballero y me tienes aquí, con el chichi a la vista.

. - pero solo a mi vista –dije sonriendo y oliendo sus braguitas, luego y sin pausa, se lo solté- quiero que me la comas y me hagas correrme en tu boca.

. - no, eso no. Aquí no puedo hacer eso. No por favor, Salvador, lo deseo, pero no aquí.

. - no, mujer. Aquí no. En tu casa.

. - ah, en mi casa. Sí. Allí sí. Vamos, vamos ahora.

. - ¿tú también estas caliente, eh, cariño?

. - llevo varios días pensando en eso y estoy que no duermo.

. - pues te vas a hartar, mi amor. En cuanto a lo mío con tu padre…

. - no tendrás problemas. Lo hemos hablado y te compartiremos.

. - gracias, querida. Es la mejor noticia que podías darme. Tu padre se merece disfrutar también.

. - sí, lo sé.

. - vamos, pues –me guardé las bragas en mi bolsillo y el libro se lo puse en las manos a Marisa para que me lo guardara. Luego la empujé hasta el edificio. Aquí y allá saludaban a Marisa y ella a ellos, la mar de contenta. Algunas se nos quedaron mirando con envidia, por la cara de alegría de Marisa-.

. - papá, ya estamos aquí –dijo Marisa una vez abrió la puerta-.

El viejo nos esperó en el salón sonriendo y algo nervioso, pues aún no se acostumbraba a ser feliz. Al llegar a su lado, me tendió la mano. Sonreí y le di un beso en la boca. Un beso más largo que el de tipo casto. Luego nos separamos.

. - papá, voy a llevar a Salvador a mi habitación.

. - claro, hija.

. - luego iré a la suya, sr. Roberto.

. - llámame Roberto a secas, hijo, nada de señor.

. - así lo haré Roberto –volví a darle un beso rápido y empujé a Marisa hacia su habitación, por el camino, el viejo me habló-.

. - yo, mientras tanto, me daré una ducha –oí que decía-.

Ya en la habitación de Marisa, ella cerró la puerta, pero sin llave, ¿para qué?, luego se acercó a su cama y como si de una invitación se tratara, la levanté en vilo y la tendí sobre la cama.

Mientras ella se desnudaba toda nerviosa y corriéndose que era un gusto, yo hacía lo mismo desde fuera de la cama, pero sin correrme. Una vez desnudo y verme el cacho cipote que me gastaba, el cual estaba en todo su apogeo juvenil, tragó saliva e intentó sonreír, pero solo le salió una mueca de lo aterrada que estaba. Sonreí, pues no debía temerla, por lo menos aún, pues no la pensaba penetrar todavía, pues antes había que disfrutarla de otra manera tan placentera como la misma penetración y que llegaría, vaya si llegaría y por ambos agujeros, pues donde se ponga un culo por delante de mi polla…

Me subí a la cama y terminé de sacarle el sujetador y tirarlo fuera de la cama. Ella reculó hasta el espaldar, como temiéndome.

. - no temas a disfrutar, cariño. Hoy no voy a penetrarte, porque aún no estás preparada. Así que no me tengas miedo. Cógela y verás que no muerde.

Se la puse cerca de las manos. Ella me la cogió como si fuera una divinidad. Me la recorrió toda ella, incluso los huevos, los cuales apretó un poco más de lo que la delicadeza permitía para este aparato reproductor.

. - cariño, no aprietes tanto ahí abajo, a los chicos eso nos duele. Si no, acuérdate cada vez que en las películas les dan una patada en los huevos a los tíos, como nos ponemos de contentos.

. - perdona, no me había dado cuenta –dijo soltándome los huevos y la polla también-.

. - te creo. No dejes de jugar con mi polla. Tienes que hacerte una buena amiga de ella, pues me gusta que me hagas disfrutar mamándomela y más adelante, penetrándote. Continúa, por favor.

. - ¿no volveré a hacerte daño?

. - no, si lo haces con delicadeza. Yo te enseñaré. Cógela con ambas manos. Al pene, me refiero.

Me lo cogió y sus manos abarcaron toda la polla, una mano arriba y la otra más abajo.

. - ahora y mientras te la metes en la boca, me haces una suave paja. Juega también con los huevos con más delicadeza aún, cariño. Adelante.

Con nervios, hacía lo que le dije. Me la chupaba como lo que era, una novata. Todo se aprende en esta vida. Iba cogiendo ritmo y mi respiración, también. Al final tuve que frenarla un poco.

. - un poco más despacio cariño. No tengas prisa nunca en darle placer a tu compañero sentimental, sea yo u otro más adelante.

. - solo te querré a ti, Salvador.

. - no, cariño. Esto que estás haciendo, es para aprender, para cuando tengas a alguien que te merezca, sepas tenerlo a tu lado y no quiera irse con ninguna otra. Yo soy un pájaro libre y no me tendrás siempre, cariño.

. - pero yo…

. - lo sé, mi amor. Ahora piensas así, pero más adelante, no será así, si lo sabré yo. Vale, ahora continúa con mis huevos, debes chupármelos con más delicadeza, como ya te he dicho antes –dije poniéndome de rodillas frente a ella, me hice hacia atrás, ofreciéndole todo mi aparato genital, polla y huevos para que se sirviera- mientras te comes mis huevos, hazme una paja con la mano libre y con la otra, usa uno, dos o tres dedos y me los metes en el ano, pues también me gusta que juegues con él, como luego lo hará tu padre.

. - ¿tanto te gusta que te den por ahí detrás?

. - ya lo creo y hoy voy a disfrutar cuando tu padre me penetre analmente. Yo no podré hacerlo hoy, porque pienso entregarte toda mi corrida en tu boquita de porcelana, cariño.

Cerrando los ojos, comenzó la chica a comerse los huevos, pajearme y meterme un dedo en el culo. Sí, lo hacía de pena, pero me gustaba, qué coño.

. - muy bien –mentí descaradamente- sigue así.

Continuó y continuó. La lechada ya estaba cerca, así que la detuve, aun no quería entregarle el fruto de mis huevos. Me separé de ella, para besarle los labios. Luego la tendí cuan larga era en la cama, para de inmediato ponerme entre sus piernas y levantándoselas, me puse a comerme su almeja. Sus gemidos desbocados volvían a llegar a oídos de su padre, el cual sonrió de nuevo, mientras se llegaba a su dormitorio con solo una toalla alrededor de su cintura y una protuberancia que era de carne sin hueso. Sí, la tenía bien dura el muy mamón.

Los gemidos de la chica eran exponencialmente altos y los orgasmos también, los cuales disfrutaba con mi lengua su llegada. Su clítoris, súper sensible, la hacía retorcerse de placer, dejándola toda corrida y sudada.

La comida de chochito era bestial, agarrándome de sus pechitos jugosos. Al final la dejé con vida, pues estaba a punto de desmayarse de tanto placer recibido y yo estaba que explotaba, así que, levantándole la cabeza, la puse de rodilla a mamarme la polla. Esta vez, que me la mamara como le diera la real gana, yo solo quería correrme de felicidad.

. - sigue, sigue, voy a correrme, cariño. Trágate toda mi leche, no dejes ni gota -decía mientras ella continuaba mamando hasta que exploté, vaciándome en su garganta. Tosió aparatosamente, hasta que se rehízo-.

La corrida que se le escapaba no se perdió, ni mucho menos, pues mi lengua se apoderó de ella. De su comisura no quedó corrida alguna, para luego comerme su boca también.

Disfruté de aquella hembra ensillada y mucho, para finalmente una vez sin leche en su boca, se la llevé hasta mi polla para que me hiciera una mamada final, dejándome el rabo limpito, secándome el pozo de mis huevos.

. - descansa, cariño. Has estado fabulosa.

. - ¿de verdad he estado bien?

. - de fábula, cariño. Pero hazme un pequeño favor, no te pintes tanto la cara y los labios. Le diré a mi hermana que te dé unas lecciones para estar bien bonita, sin parecer otra cosa.

. - gracias, quiero aprender para estar guapa para ti.

. - la verdad, aun sin nada, estás bien guapa, pero como sé lo que os gusta a las chicas pintaros, no me quejaré si lo haces, aun así, mi hermana te echará una mano.

. - vale, que venga cuando quiera.

Besé aquellos labios suyos un buen rato, para después bajarme de la cama. Mi picha colgaba muerta, pero, aun así, debía cumplir con el viejo.

. - ahora te dejo, tu padre me espera.

. - vale, ve. No me importa.

. - gracias, mi amor –y le volví a besar la boca, para luego ambos pechos y el felpudo, después. Luego y con una sonrisa, la dejé sola en su habitación-.

Toqué en la puerta del viejo y entré. La sonrisa de su cara me lo dijo todo. Tenía permiso para disfrutar y hacerlo disfrutar y ese era todo el permiso que necesitaba. Estaba bajo una sábana. Al llegar junto a su cama, se la aparté de su cuerpo. Sí, estaba desnudo y el empalme era bestial.

. - maravilloso –dije- siento no tenerla como la suya, su hija dio buena cuenta de ella-.

. - lo comprendo, pero, aun así, podemos hacer otras cosas, ¿no te parece?

. - sin duda –dije sonriendo y subiendo a la cama-.

Lo primero fue ponerme a su lado. El viejo, a la expectativa, me miraba nervioso, así que tendría que ser yo quien llevara la batuta, al menos, al principio. Le pasé el dedo gordo de mi mano derecha por sus labios cerrados. Abrió un poco y lo metí dentro. Me lo chupó un rato, para luego sacarlo e intercambiarlo por mis labios.

Nos besábamos sin pensar en otra cosa que disfrutar del momento. El viejo no sabía, ni quería saber, si estaba bien o mal, solo pensaba que ya era tiempo de que disfrutase un poco y se apasionó con el beso, haciendo que sintiera que algo se movía allí abajo, pero no, era una ilusión, era demasiado pronto aún.

Dejé sus labios para besarle el cuello y bajé hasta sus pezones que mordí y besé. Gilberto suspiró. Continué a la entrepierna, dejando el premio final para eso, para el final. Su polla cogí con mi mano y comencé a besar todo su alrededor, donde los huevos no quedaron exentos.

Gimió el viejo de puro placer. No sabía si podía aguantar mucho tiempo, pero debía de hacerlo, pues tenía grandes cosas para aquella preciosidad suya.Con una mirada sonriente a su cara, bajé la cabeza y me zampé la polla. Suspiró grandemente el mamado para respirar fuertemente y gimiendo también. Su polla, toda metida en mi boca, era para echar voladores. ¡Cómo me gustaba mamar pollas y de aquella calidad más aún!

Como ya venía bien lubricado mi culo desde la habitación de su hija, dejé de mamar su polla para tenderme en la cama y dejar que cogiera el mando. No dije nada, solo una mirada que entendió.

El viejo se puso entre mis piernas y lo primero fue tragarse mi polla muerta. Aun así, me gustó que me la mamara. Para luego comerse mis huevos y subir hasta mi ombligo. Así hasta mi boca, que de nuevo nos enzarzamos en un combate bucal.

Mientras tanto, nos besábamos. Su polla buscaba y encontraba un agujero calentito donde meterse, mi ojete. Yo, de lo más receptivo con aquella herramienta del placer, me abrí bien de piernas y me entró que fue una exhalación, haciendo tope con sus huevos.

. - ¿te hago daño, querido?

. - para nada, ahora es cuando estoy disfrutando de verdad. Disfrute usted también con mi culo, por favor.

Fue una petición que le supo a gloria y me folló el culo a diestro y siniestro mientras miraba a todos lados y a ningún sitio en particular, pues sus ojos cerrados los tenía porque estaba disfrutando como Dios. Los gemidos de ambos llegaron a la habitación de Marisa, pero no pudo oírlos porque se había quedado felizmente dormida de tanto placer recibido.

. - me corro…, me corro Salvador…

. - la quiero en mi boca, querido Gilberto. Sáquela y entréguemela.

Dejó de follarme para metérmela de inmediato en la boca. Sí, venía acompañada de algo más, pero no me importó, era todo mío y me tragué aquel rabo suyo, mamándolo para así acelerar la descarga que no se hizo esperar. Fue, como la otra vez, abundante y sabrosa la explosión sémica de aquel hombre desesperado por ser feliz.

Seguía mamando para así sacarle hasta la última gota de leche de huevos. El hombre jadeaba que era un gusto oírlo y verlo. Cuando dejé libre su polla, era apenas una décima parte de la que me había entrado segundos antes.

. - tengo en mi boca el sabor de mi culo y su leche. Quiero que la disfrute usted también, pues habrá más como éstas y debe acostumbrarse al olor y sabor.

Tragó saliva y nos comimos la boca. Sí, no era una perita en dulce, pero si había que hacerse, se hacía y listo, se dijo. Fue un morreo interminable, donde su lengua recorrió cada recoveco de mi boca, traspasándose de todo.

Cuando nos cansamos de comernos la boca, algo allí abajo había despertado. Aún estaba en las primeras etapas, pero bien podía valer para un roto o descosido.

. - chúpemela, veré lo que le puedo meter antes de que vuelva a morirse.

. - pero hazlo con cuidado, nunca he tenido ninguna dentro de mí.

. - descuide, tal como está, no podré hacer mucho, pero lo tendré en cuenta.

Dejé que me la mamara para que cogiera algo de consistencia, para luego poner a cuatro patas al viejo. Tragó saliva el hombre, mientras sus huevos primero y su ojete después, eran pasto de mi lengua y mis dedos agrandaculos. Sin duda era un ojete sin usar sexualmente, pues solo había que verlo tan cerrado, pero eso tenía fácil solución, si no hoy, las próximas veces.

Colocándome encima de su culo, mi polla, que aún no tenía la dureza requerida, apenas se la pude meter, pues se doblaba que era una mierda pinchada en un palo, aun así, le metí no más de cinco centímetros que fueron para el viejo como si le hubieran metido una de cincuenta, pues se dolió cantidad. Visto lo visto, se la saqué. Para no hacer nada, mejor dejarla fuera. Al sentir que sacaba la picha que le había clavado, suspiró.

. - no ha habido manera, está demasiado descargada, aun así, si me la mama y se toma lo poco que he fabricado desde lo de su hija, se lo agradecería.

Dicho y hecho, se dio la vuelta y me la mamó hasta que consiguió que eyaculara una décima parte de mi habitual abundancia lechera. Continuó mamándomela y ahora sí, quedó hecha unos zorros.

Hecho lo anterior, me comí su boca por tiempo indefinido, consiguiendo robarle algo de leche propia, que me tragué. Mínima, pero algo es algo, dijo un calvo.

Una vez terminada la velada sexual con el viejo, me salí de la cama y dándole la mano, salimos de la habitación hacia el baño. Allí nos duchamos el uno al otro, donde su polla y su ojete fueron inspeccionados de arriba abajo, al igual que los míos por sus, cada vez, más hábiles manos. Un último morreo antes de abandonar el baño y nos secamos.

Regresó a su habitación y yo a la de Marisa. Durmiendo como estaba, la dejé. Cogí mi ropa y salí, vistiéndome en el salón. Una vez como nuevo, me llegué donde el viejo, que terminaba de vestirse, para despedirme.

. - le dejo, tengo que marcharme.

Se levantó y se vino hacia mí.

. - gracias, Salvador y no solo por lo que ha pasado hace un instante. Gracias por no penetrar hoy a mi niña.

. - aún está verde, dejaré que coja algo de experiencia. Cuando la tenga y me lo pida, la desvirgaré, no antes. A usted, sin embargo, aún no lo he hecho, pues no se pudo por las circunstancias, pero la próxima vez será mi primera visita, así que busque un tubo de vaselina comestible, que lo desvirgaré bien a fondo.

. - la tendré preparada, descuida. ¿Cuándo nos visitarás de nuevo?

. - vivo bien cerca, ya lo sabe. Realmente, no lo sé. En cualquier momento. Solo le pido a usted y a su hija, que no me acaparen, pues como le dije a Marisa, soy un espíritu libre, ya sabe…, no soy de una sola persona, ni de dos y debo dosificarme.

. - lo entiendo. Vuelve pronto, Marisa y yo lo deseamos, ya lo sabes –dijo besándome la boca. Fue un beso de casi despedida, pero no, volvería a por su culo, de eso estaba seguro al ciento por ciento…-.

. - Disculpe, señora. Culpa mía.

. - no te preocupes, cariño. No debí coger la esquina tan rápida y sin mirar.

Estaba en plena calle y había desparramado por toda la acera un par de bolsas con los vegetales del almuerzo del día, pues más allá estaba el mercadillo de todos los lunes que solo era de verduras. Me la encontré en la esquina sin previo aviso, debía de estar pensando en las musarañas, pues la mujer era enorme en altura y grosor. Ella misma fue desplazada hasta un proverbial banco público, quedando sentada en él algo espatarrada. Cuando no se espera uno un encontronazo, parece que duele más el mismo golpe.

. - ¿le he hecho daño?, siento el encontronazo.

La mujer parecía que el golpe la había dejado fuera de juego, pues seguía de lado en el asiento. Su gran pechamen era bien hermoso y no es que fuera un experto en tetas gigantes como las suyas, pero me parecieron tan hermosas, que hasta en aquella posición donde me enseñaba una casi en su totalidad por su postura, me la puso dura. Joder, pero qué salido está uno.

. - no parece que esté bien, señora. Parece mareada y permítame que le diga que, en esa posición, es posible que se le salga una..., lo siento señora, se le salga uno de sus pechos tan hermosos.

. - oh, Dios mío, qué vergüenza –parecía que se recomponía la mujer, recolocándose el pecho con sus dos manos. Luego se sentó y cogió aire- gracias, cariño. Gracias por decírmelo, ni me había dado cuenta y gracias por tus amables palabras-.

. - es la verdad. Son bien hermosas. La dejo un segundo, mientras recojo todo este desaguisado que he provocado.

Recogí las dos bolsas de plástico. Una estaba rota, por un lado. Como pude, recogí las hortalizas y demás alimentos. La bolsa que estaba en perfecto estado, la puse sobre el banco, pero la otra, si hacía lo mismo, volvería a salirse la comida, así que la dejé en mi regazo con ambas manos cuidando de que no se callera nada al suelo.

. - señora, le ayudaré a llevar las bolsas a su casa, es lo menos que puedo hacer al ser yo el causante del accidente.

. - hemos sido los dos, pero te lo agradezco, no sé qué me pasa, pero las fuerzas me flaquean un poco. Vivo cerca, así que no tardaremos mucho.

. – perfecto, entonces. Le ayudo a levantarse y así podrá ayudarse de mí para avanzar.

. - cariño –otra vez con aquello- estoy demasiada gorda para que puedas sostenerme.

. - ¿qué va a estar gorda?, esta rellenita. Que más quisieran estar alguna como lo está usted, con carne donde agarrarse uno. Perdón, eso está fuera de lugar.

. - no, si me ha gustado. Mi Juanito, que en paz descanse, decía lo mismo. Ayúdame entonces, por favor, cariño.

Haciendo malabarismos con la bolsa rota, la ayudé rodeándole con mi brazo derecho, el que tenía más fuerza. Su espalda, que no tenía fin, se la agarré fuerte. Ella se me apoyó en el hombro y casi me desloma, pero consiguió levantarse y ponerse derecha. Cogió aire y lo soltó sonoramente. Luego cogí la segunda bolsa que estaba encima del banco y avanzamos, siempre ella agarrada de mi hombro izquierdo y yo con las dos bolsas con la mano izquierda y la otra en el nalgar unas veces y otras un poco más arriba, pues se me resbalaba la mano cada dos por tres.

Renqueando, estuvimos caminando cinco minutos hasta llegar a un edificio de más de 6 plantas. Sacó la cartera, que tenía en un bolsillo lateral y de ella sacó las llaves. Una vez la puerta abierta, llegamos a un ascensor.

. - gracias, ya puedo llegar sola, cariño.

. - no, por favor, hasta que no la deje en un sillón en su casa, no pienso irme. ¿Y si le da más mareos?, no podría dormir tranquilo sabiendo que podía haber hecho algo más.

. - gracias, mi amor –vaya, ya cambió- ya no hay jóvenes como tú, que ayudan a los mayores-.

. - es cosa de mamá. Siempre tienes que ser un caballero, hijo , me dice a cada rato y bueno, lo intento, señora.

. - y lo estás consiguiendo. Una pena no tener tu edad para conquistarte con mis artes –se dijo mirándose el tetamen desbordante. Sonreí y sonrió-.

Una vez arriba, porque vivía en el 4º, abrió la puerta de su casa y entramos. Cerré tras de nosotros con una pierna y la llevé a un ancho sofá. Allí la deposité.

. - Aaaahhhh…, Aaaahhhh... Qué dolor.

. - señora, ¿tanto le duele?

. - sí, cariño, me duele aquí –se señaló una nalga, la izquierda y ella, ni corta, ni perezosa, se levantó la falda por aquel lado y lo que vi, se me erizaron los pelos. Lo tenía no de color blanquecino como un poco más allá por no ver el sol aquella parte, sino un rojo oscuro. Sin duda, el banco fue el culpable, al caer de imprevisto de mala manera y le había molido la carne-. ¿Cómo lo tengo, cariño?

. - lo siento, pero lo tiene feo, señora. Debió ser el banco. Lo tiene casi negro, señora.

. - Dios, qué dolor. Hijo, ayúdame a llegar a mi dormitorio, allí tengo una crema que me doy para los golpes.

. - sí, claro, señora. Aunque debería ir a urgencias para que la miren bien.

. - no, se me pasará con la crema. No te preocupes, cariño.

Dejé las bolsas sobre otro sillón y con las dos manos, la ayudé a levantarse de nuevo. Como pudimos, llegamos al susodicho dormitorio. Luego se sentó en el borde de la cama, apoyada sobre el nalgar que no estaba lastimado.

. - hijo, mira en esa mesa de noche y dame la crema, por favor.

Fui a la mesa de noche y estaba lleno de potingues. Joder, allí había media farmacia.

. - ¿cómo pone en la crema?, ¿cómo se llama?

. - algo de moretones y torceduras. Es amarillo el bote y la caja.

Rebusqué y saqué hasta tres cajas amarillas. Me señaló una y dejé las otras dos dentro de nuevo. Luego se la llevé y se la puse en su mano.

. - hijo, tendrás que ponérmela tú, no llego a esta zona en el estado en que estoy.

. - ¿está segura, señora?

. - hijo, de nada vale los remilgos cuando tengo tanto dolor en esa parte.

. - como quiera, señora. Tiéndase usted con el pompis hacia arriba, por favor.

. - ayúdame a quitarme el traje, no quiero que la crema me lo estropee.

. - sí, claro –dije tragando saliva-.

Entre los dos, le saqué el traje por arriba, quedándose en paños menores. Ahora se veía la gran cantidad de carne extra que la mujer tenía encima. Era exuberante a más no poder. Tenía unas mamas que sobresalían por todos lados y unas bragas XXL al cuadrado.

. - hijo, no me digas que nunca habías visto una mujer en bragas y sostén.

. - sí, señora, las he visto, pero usted está… impresionantemente hermosa.

. - pero que adulador eres, qué pena no ser más joven –dijo mirándome el paquete que estaba que reventaba. Joder, como me ponía aquella exuberancia brutal-.

. - tiéndase, por favor.

. - Tendrás que bajarme las bragas, no puedes darme la crema con ellas puestas.

. - no, claro. ¿Cómo lo hacemos?

. - ayúdame a levantarme un momento y me las sacas por debajo. Luego me tiendo y me das las friegas.

. - muy bien. Vamos allá.

La ayudé a levantarse y mientras ella se sostenía de mis hombros, yo me agaché lo justo para bajarle las súper-bragas. La ostia puta, vaya almeja enorme que tenía delante de mis narices. Olía a coño refrito en cantidad. Tuve que coger aire para no marearme yo también.

. - no te vayas ahora a marear, cariño. Sé que no huele muy bien ahí abajo, pero los sudores del camino han hecho que el cuerpo se comporte malamente con las personas de mi grosor.

. - no se preocupe, señora, huele bastante bien. No se lo diga a nadie, pero no es el primero que…

. - hay pillín, ay, déjame que me tienda, no puedo estar de pie.

La ayudé a tenderse y una vez en la cama, se dio la vuelta, dejándome ver el mayor trasero que nunca había tenido el gusto de tener en mis narices. Sus grandes tetas sobresalían por ambos lados de su cuerpo y casi fuera del sujetador. Era una visión maravillosa.

El empalme de mi polla se notaba ahora mucho más, no haciendo nada por ocultarlo. ¿Para qué?, no podía hacer nada, a no ser que me la cortara y me la quería demasiado para eso.

Cogí la crema y le eché un buen chorro encima del moratón. Luego y extendiendo la crema con suavidad, ella respiraba entrecortadamente, intentando no exteriorizar que le gustaba tener el culo en las manos de un joven mochuelo. Una pena, se dijo, que el moretón no estuviera más cerca de…

. - Oooohhhh… –gritó ella sin querer hacerlo, pues no era de dolor, sino de sorpresa y placer-.

. - ¿le hago daño? –era pura retórica, pues había decidido extender la crema a otros sitios más favorables para mis intereses-.

. - no, cariño. Seguro que ahí también está morado –dijo ella temiendo disfrutar con este accidente-.

Con el visto bueno de la oronda señora y de la que aún no sabía ni su nombre, me empleé a fondo allí donde el placer era mayúsculo. Le separé un poco las piernas para tener una mejor visión de la almeja XXL y allí, con las manos bien embadurnadas de crema, me deleité introduciéndole varios dedos en toda su vagina, tocando algo que parecía un lápiz sin punta y que no era otra cosa que su enorme clítoris.

. - Aaaahhhh… Aaaahhhh…

Viendo que disfrutaba, me empleé a fondo con el otro agujero también, el anal. Con una mano en uno y otra en el otro, la mujer se corría en cantidad.

. - gracias, hijo. Lo necesitaba, aaaaaaahhhhhhh.

Desabrochándome el cinto, me bajé los pantalones hasta la rodilla, así como los calzoncillos y con mi dura polla sedienta de culo, me puse encima de su nalgar.

. - Levante un poco el estómago, por favor. Le pondré una almohada para que esté más cómoda –mentira cochina, era para poder clavársela mejor-.

Ella lo hizo y puse una gruesa almohada. Sí, señor. Estaba que ni pintado ahora su culamen. Acerqué mi lengua a su ojete, que, aunque embadurnado de la crema, no le hice ascos a una buena lengüeteada a todo lo que daba mi lengua dentro de su ojete. Ella jadeó y no de dolor, precisamente.

Con todo preparado, puse mi polla en la entrada de su cueva y como si fuera deslizante hielo, se la enterré hasta los huevos. Allí se la dejé un momento, mientras le metía mano bajo el sostén y cogía ambos pechos para sobárselos brutalmente, pues estaba como loco con aquel cuerpazo suyo.

. - aaahhh…, aaahhh…, sí, cariño, fóllate a esta gorda puta, sí…, sí…

Le comencé a joder el culo con entradas y salidas cada vez más brutales, disfrutando como un enano. Su dolor culero era inexistente, que para eso era grasa y más grasa todo su cuerpo. Había que emplearse uno a fondo para poner a disfrutar a una mujer tan gorda como ella. Por sus gemidos, supuse que lo estaba consiguiendo.

Con la misma, saqué me polla de su culo y bajando lo justo, se la metí vagina adentro. Joder, que calentito tenía el coño aquella mujer, sin importarme una mierda si le infestaba su vagina con una polla previamente metida en su culo. Ahora mismo, no sabía ni mi nombre, solo quería follármela y darle el placer que estaba buscando desde que nos habíamos conocido.

Las embestidas hacían que se moviera la cama y me importó una mierda, pues ya estaba en la carrera y los obstáculos ya eran cosa del pasado.

. - ¿puede darse la vuelta y apoyarse sobre la nalga buena, por favor?

. - lo intentaré, cariño.

Como pudo y con mi ayuda, se dio la vuelta, quedando de lado. En aquella posición, me coloqué delante de ella y mientras le volvía a enterrar mi polla, le sacaba los pechos del sujetador, quedando desparramados por todo su cuerpo aquellas enormes mamas que no podía abarcar ni con cien manos como las mías. Aun así, me la follé, la sobé bien sobada y la mamé también. Todo ello con el beneplácito de mi anfitriona, que se movía cuanto podía, dado la posición y el dolor de su nalgar herido.

Cuando la corrida era inminente, me salí de su coño y levanté mi polla a la altura de su boca, la invité a disfrutarla y vaya si la disfrutó la jodida. Se la tragaba toda, una y otra vez, y yo, tan contento. Con su cabeza bajo mis manos, disfruté la de Dios.

. - me corro, me corro señora.

. - córrete, córrete en mi boca, quiero disfrutarla como en los viejos tiempos con mi viejo.

. - ¿su marido?

. - no, mi padre. Me encantaba mamarlo y él que se la mamara –decía con mi polla en su boca, pero como era tan grande todo en ella, se le entendía todo-.

Aceleré la follada bucal y solté el chorro sémico. Joder, qué sudores me hacía pasar aquella mujer.

. - oh, que sabrosura. Gracias, querido desconocido. Gracias, gracias por hacer feliz a esta vieja puta.

. - no, gracias a usted, señora. Me llamo Salvador y no me importaría volver a visitarla.

. - oh, Dios mío. ¿De verdad lo dices?

. - ¿dónde voy a encontrar alguien que me dé tanto placer? –dije comiéndome la boca de la mujer que se empleó a fondo con ella para darse placer. Luego fui recorriéndola toda ella, disfrutando cada gramo de grasa de su más que orondo cuerpo-.

La llegada a su felpudo XXL fue apoteósico. Suerte que su olor corporal lo había neutralizado neuronalmente, pues allí enterré mi cabeza con mi lengua por delante. La mujer se corría que era un gusto tomarme los vasos de zumo que soltaba con cada orgasmo. Sin duda esta mujer estaba muy necesitada de un joven como yo que la satisficiera y no muriera en el empeño.

. - oh, Dios, gracias, gracias, querido. No dejes de comerme el coño, no pares…, no pares…

Y no paré durante un buen rato, pero el cansancio me agotó y tuve que salir de aquella zona, donde la atmosfera se volvía enrarecida por momentos. Ello no se lo dije, pero así era. Casi me asfixio. La próxima vez hago que se duche antes. Con un beso suave en su boca, me salí de la cama.

. - Si no le importa, me daré una pequeña ducha en su baño, estoy sudado al máximo y es que me he tenido que emplear a fondo. Es usted mucha mujer.

. - sé por qué lo dices. La próxima vez me tendrás limpia y oliendo a perfume, te lo prometo.

. - no le diré cuándo, pero vendré un día de estos. No me puedo perder un chollo como usted.

. - pero qué zalamero eres. Soy yo quien ha salido ganando. Que un mozo como tú le guste estas carnes, es algo poco visto. Vete, vete a ducharte. Yo me quedaré un rato, pues el dolor aún no ha desaparecido, solo cuando me poseías, no lo notaba, pero ahora que todo ha acabado, ha vuelto el dolor.

. - no tardo nada.

Me saqué la camisa y desnudo, busqué el baño. Estaba fuera. Me duché y en cinco minutos regresé desnudo de nuevo.

. - acércamela, por favor.

. - sí está descargada…

. - es igual, acércamela.

(Parte 9 de 25)

FIN