A piñón fijo (7)

“Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo, y la segunda, no me acuerdo.” Woody Allen. Relato en 25 trozos.

A PIÑÓN FIJO

(7-25)

ESCRITA POR:  SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

Nos pegamos y colocó su polla en posición enculadora. Ayudé a metérmela en mi culo y también ayudé a que entrara y saliera hasta que su esperma se salió de mi culo y subía hasta la superficie, tomándomela con la lengua según la veía cerca de mí. Luego me tocó a mí volver a disfrutar de su culo, follándomelo de la misma manera.

Cuando nos llegamos a la cueva, su madre y Silvia aún estaban comiéndose sus respectivos coños. Nosotros íbamos en pelotas, con los peces en una mano y el palo y la ropa en la otra.

. - chicos, habéis descargados el uno en el otro, como podemos ver –dijo Filipa orgullosa de que su hijo también se desinhibiera con los de su sexo y no solo con ella-.

. - sí, mamá. Lo hicimos varias veces y me gustó. Salvador es más cuidadoso que alguno que yo me sé. Mira qué peces hemos cogido Salvador y yo. También un pulpo feísimo.

. - son buenos ejemplares. Acercad vuestras pollitas, Silvia y yo queremos disfrutarlas también-.

. - mamá, que están muertas…

. - mejor una muerta, que ninguna. Porfa, hijo.

. - de acuerdo, mamá.

Sonriendo, el hijo entregó su descargada polla a su madre y yo, claro, se la entregué a Silvia. Ambas se las tragaron como si fuera agua de mayo, consiguiendo que una última mini-corrida bajara de nuestros huevos hasta la garganta de las dos mujeres insaciables.

. - gracias, hijo. Ahora descansad un poco hasta que regresen los demás. Silvia y yo aún tenemos zumo que tomarnos.

Mientras nos tendimos los chicos, ellas dos seguían dale que te dale a sus vulvas, donde los clítoris de las tías saltaban chispas y hacían vibrar sus cuerpos.

Un rato después, tuve una pesadilla donde yo era alguien que estaba encerrado en una caja bajo tierra y que de pronto se abría la caja y el sol me cegaba. Desperté todo sudado y cuando supe que era solo un sueño, volví a tenderme. A mi lado estaba durmiendo Sebas y a lo lejos, las dos mujeres aún seguían comiendo coño del bueno. Vaya aguante la de estas dos chupapollas.

Los chicos de los frutos regresaron cargados y los colocaron junto con el resto que ya teníamos. Al poco llegaron Rubén y su enculado amigo, Pepe. Venían muy ufanos con un conejo que aún seguía vivo. Nos lo enseñaron alegres.

. - mirad que cacho conejo cazamos.

Aplaudimos los oyentes. Mabel la que más, pues siempre tenía hambre.

. - por fin comeremos carne por una vez. Asemos el conejo, chicos –dijo ella muy locuaz-.

. - toma Mabel, encárgate tú –le tiró Rubén el conejo, que estaba atado-.

Mabel, pese a su gordura, esfintó el conejo, dando un grito de espanto.

. - no hagas eso, Rubén –gritó ella-.

. - ¿por qué no está ya muerto el conejo, Rubén?

–Preguntó Silvia-.

. - eso os encargáis vosotras, yo no pienso matarlo, ni sacarle las tripas. Bastante tenemos Pepe y yo con haberlo cazado. Nos costó cazarlo. El jodido se metió en un agujero y lo esperamos durante un buen rato con un lazo en la entrada. Cuando salió y se enganchó, le dimos con la honda y lo dejamos atontado y lo pudimos atrapar.

. - yo me encargo de matarlo y sacarle las tripas y la piel. Que otra lo ase –dije-.

. - una cosa antes de que se vuelva a separar el grupo. Filipa y yo queremos decirles a los chicos que no podéis dejar preñada a ninguna chica. No os corráis en las vaginas, aunque sí lo podéis hacer en los anos y también en las bocas de nosotras. No queremos que nadie regrese con un bombo. Eso es lo que queríamos decirles a los chicos –informó Silvia, poniéndose a cuatro patas e invitando a los dos cazadores- vamos chicos, como premio por haber traído el conejo os brindo mi ojete a los dos-.

Mientras yo sacaba el animal fuera de la cueva, Rubén y Pepe se quedaron en pelotas y se fueron sonriendo hacia Silvia. Antes de comenzar a encular a la profesora, Filipa se colocó junto a ella y compartieron a los dos chicos, los cuales uno se fue con una y el otro con la otra.

Las encularon a lo bestia, cosa que ya no molestaba a las lecheras. Así los dejé mientras iba con el conejo cogido por las orejas.

Roseta me acompañó y se sentó en una piedra junto a mí, mientras yo le daba el golpe de gracia al conejo en el cogote, desnucándolo. Quedó muerto al instante.

. - ¿no te da asco matar conejos y destriparlos, Salvador?

. - no especialmente, preciosa. ¿Me quieres hacer un favor?

. - tú dirás.

. - ¿te puedes abrir de piernas y enseñarme el chumino sin bragas mientras me encargo del conejo?

. - vale, pero si tú te la sacas y yo puedo disfrutar viéndotela también.

. - me parece justo.

Me desnudé del todo, colocando la ropa sobre una roca cercana. Roseta sonrió y se desnudó también, quedando en bolas, no solo su chumino. Con sus grandes tetas a la vista y sobre la piedra, su chumino era un gusto verla y mi polla se puso muy alegre.

Dejé el conejo en el suelo y me acerqué a ella.

. - ¿sabes una cosa?, ¿qué te parece si tú y yo nos damos gusto antes de destripar el conejo?

. - me parece muy bien. Te iba a pedir que después de acabar con el conejo, me desvirgaras como ya hiciste con Carlota. Así que ¿por qué no ahora y aquí mismo?

Le cogí de la mano y la bajé de la roca. Nos tendimos en el suelo y comenzó la follada de su cuerpo serrano tirando a gordo.

Me perdía entre sus grandes mamas, que mamé y mamé, para de inmediato comerme su felpudo. Gritaba de placer infinito, mientras me ayudaba de un par de dedos para jugar con su clítoris de caballo.

Con mi polla ya tiesa hacía rato, se la enterré en dos partes. Ella lo agradeció. Una vez toda dentro, me agarré de sus tetorras y le di polla y más polla, haciéndola gemir de dolor y placer al mismo tiempo.

Cuando se la saqué, chorreaba de sus fluidos vaginales con sangre de su himen incluida. Le di la vuelta y le coloqué su gordo trasero a la altura justa.

Me agarré esta vez de su cintura y se la metí de una vez, pero extremadamente lento, por ser la primera vez. Ya cuando le hubo entrado dos veces, mi polla aceleré y aceleré, dándole polla hasta casi no poder respirar ninguno de los dos, pues necesitábamos más aire del que nuestros pulmones podían controlar.

Una vez fuera mi polla de su gordo culo, ambos respiramos largamente. Luego Roseta me buscó la polla, sabiendo que una rica leche estaba presta para salir por la punta del rabo. La cogió y se la tragó, deleitándose y deleitándome con su lengua.

Cuando no pude más, exploté la corrida y Roseta la recibió en la garganta, tosiendo un segundo, para después de reponerse, tragar y tragar, hasta que me la dejó bien escurrida.

Una chupada de culo y de vagina, quedando todo mojado mis labios que me limpié con mi lengua. Los dos habíamos disfrutado, aunque yo más que ella, al menos esta vez. Seguro que ésta me buscaba más veces para ser ella también quien disfrutara de mi herramienta favorita.

. - gracias, Roseta. Me has dejado seco.

. - me has dejado el culo para el arrastre, pero, aun así, volveré a pedir tus servicios.

. - y yo te responderé afirmativamente, querida. No se lo digas a nadie, pero estás buenísima y hay donde agarrarse uno, sí, señor –le dije comiéndome sus pezones-.

. - me alegro de que te guste esta gordita.

. - no cambies, estás tremenda.

Nos comimos la boca hasta que decidí que ya había perdido bastante tiempo, aunque perdido no era la palabra correcta. Debía encargarme del conejo, después de haberme comido el suyo, pues todos esperaban probar un trozo del animal.

. - no te vistas, yo no lo haré tampoco, ahora voy a encargarme del conejo, los chicos esperan probarlo.

Mientras Roseta volvía a sentarse en la roca y se abría de piernas, uno de sus dedos pajeadores le trabajó el clítoris mientras yo me dedicaba al conejo, al conejo animal. Con un poco de asco por su parte, Roseta aguantó el destripamiento del animal.

Una vez el conejo despellejado y sin tripas, lo cogí con una mano y con la otra le cogí la mano a Roseta. Ella llevaba la ropa de los dos en la que tenía libre. Al acercarme a la cueva, le entregué el conejo a Filipa, para luego irme con Roseta hasta el mar para darnos un baño y quitarnos la porquería de encima.

Allí nos lavamos bien, no sin jugar un poco, donde mi polla reluciente como la vida misma, tuvo oportunidad de enterrarse de nuevo en la misma orilla del mar. Llegó la hora de degustar el conejo y cada uno se comió un trozo. Todo ello dentro de la cueva, pues barruntaba lluvia de nuevo y no queríamos mojarnos.

. - chicos, ponedme atención, por favor -dije-.

. - ¿otra norma, Salvador? –dijo Gabriela sonriente-.

. - no, esta vez no. Solo una orden. Hay que inspeccionar e intentar dar con un lugar habitado. No sabemos dónde estamos. A lo mejor detrás de ese bosque hay una ciudad y nosotros aquí perdiendo el tiempo o peor todavía, son caníbales y no hacemos nada para que no nos coman –dije sonriendo-.

. - no digas eso, por Dios, Salvador –se aterró Jorge-.

. - nos guste o no, tenemos que investigar donde estamos. ¿Es una isla solitaria o habitada?, ¿o no es una isla y sí parte del continente africano?

. - Salvador tiene razón –dijo Filipa- debemos saber dónde estamos. Yo me apunto a la expedición, así tendrán, los que vayan, leche que tomar si no encontramos nada por el camino-.

. - me parece bien, Filipa. Te lo agradezco. Esta vez iré yo y dos más, un chico y una chica. Iremos hacia la montaña más alta y veremos si, desde allí arriba, averiguamos donde nos hemos metido. Aún tenemos la barcaza y podemos navegar hacia alguna isla o lugar mejor que éste. Eso dependerá de lo que se averigüe en la expedición. Otra cosa, Silvia, te dejo al mando. Se nos ha pasado por alto que, si viene algún avión, no podamos hacerles señas, así que, mientras estemos fuera, hacer un par de montañas de leña seca, con algo de verde, para poder prenderle fuego y hacer señales a los que vuelen encima de nosotros. Ah, y no se os olvide taparla bien con lo que sea, para que, si llueve, no se moje toda.

. - yo voy contigo y Filipa –dijo Pepe-.

. - ¿alguna chica? –pregunté-.

. - yo misma iré –dijo Gabriela- así por el camino, por fin me rompes el culo, aun no me has estrenado-.

. - de acuerdo, Gabriela. Pero eso será mañana, el tiempo ha cambiado y va a llover a cántaros de nuevo.

No me equivoqué, media hora después, caía un diluvio que no paró en toda la tarde, por lo que nadie salió de la cueva, pero sí entró alguien sin patas. Una puta serpiente.

. - la madre que la parió, una serpiente… –gritó Rubén desalado-.

Todo el mundo gritó y no sabían dónde colocarse, pues no se veía a la susodicha serpiente. Hasta que sebas se adelantó y preguntó a Rubén donde coño estaba. Rubén señaló tras las mochilas y Sebas, cogiendo un palo alargado de los que tenían punta, apartó con el mismo palo una de las mochilas. Enseguida sonrió.

. - tranquilo chicos. No es venenosa, solo come bichejos asquerosos –dijo cogiéndola con el palo y enseñándonosla-.

. - sácala fuera, hijo, por lo que más quieras. No sé cómo te pueden gustar esos repugnantes animales.

. - vale mamá, pero no muerde –dijo atrapándola con una mano- solo es una serpiente del montón, no tiene ningún veneno-.

La sacó fuera y la llevó lejos de la entrada de la cueva. Cuando regresó, aun nos duraba el miedo a la puta serpiente.

. - seguro que os habéis cagado encima –dijo el muy mamón-.

. - vete a la mierda. Será cabronazo el tío… –dijo Rubén, que, efectivamente, se lo había hecho encima. Allí olía a mierda apestosa-.

Rubén se fue hacia la playa y allí se desnudó e intentó lavarse el culo y la ropa cagada. Tuvo que emplearse a fondo para que no oliera tan fuerte, pues oler, olía bastante. Gracias a Filipa, que dijo de buscar pita sábila para que pudiera limpiarla y de paso quitarle el olor, aunque fuera un poco a su ropa.

Al acostarnos, todo el mundo se alejaba de Rubén como si fuera un apestado y así era, pues aún olía a mierda. Hasta me dio pena y me tendí junto al chico para darle un poco de calor.

. - pégate a mí, así no tendremos tanto frío.

. - gracias, chico. Esos no quieren saber nada de mí esta noche.

. - y con razón, hueles que apestas, pero me das pena y no quería que pasaras frío. Anda, mete tu polla en mi culo e intenta dormir un poco.

Rubén no dijo nada, solo me abrazó todo lo que pudo, cara con cara y nos echamos por encima hojas secas de palmera. Su polla pronto se puso tiesa y me la enterró, pero no a lo bestia, como solía hacer, sino con delicadeza, pues sabía que era el único que le daba calor esta noche.

Nuestras caras pegadas hicieron que se me subiera la bilirrubina y separándola un poco, busqué con la mía, su boca. Lo besé con delicadeza. Rubén me correspondió de la misma manera, al mismo tiempo comenzó a follarme el culo.

Nuestras bocas no se despegaban, pues nos comíamos el uno al otro, mientras seguía penetrándome. Pronto sentí que se corría y se quedó quieto. Luego lo hice bajarse hacia mi ojete y tomarse su leche como si fuera un extra de leche con churros. Luego regresó su boca a la mía.

El mismo Rubén se colocó de tal manera que mi polla pronto encontró su agujero anal y se la enterré despacio. De nuevo nos morreamos mientras le daba polla culera que pronto yo también descargué. Como Rubén antes, me bajé y me tomé mi leche de su culo.

Para finalizar aquel memorable encuentro entre dos enemigos virtuales, nos hicimos un 69 para que nuestras pollas pudieran dormir siendo desatascados sus conductos lecheros, cosa que sucedió sin duda.

Abrazados como al principio, cara con cara, nos quedamos dormidos, despertando un par de veces durante la noche al sentir que Rubén volvía a enterrarme su polla en mi culo, yo hice lo mismo con el suyo, así hasta dos veces cada uno. Ninguno dijo nada, solo disfrutábamos del momento.

Rubén y yo fuimos los primeros en despertar y los primeros en salir de la cueva e ir a limpiarnos en el mar. Allí, después de limpiarnos decentemente, volvimos a encularnos el uno al otro. No era por nada, pero Rubén era quien tenía la polla más sabrosa del grupo y no me importó decírselo.

. - no me cansaría nunca de comerme tu polla, Rubén. Además, cuando la siento en mi culo, es como si fuera la de mi padre cuando me enculaba en casa. Una pena que la palmara. Disfruté mucho con aquel cacho polla que se gastaba el tío.

. - yo antes del naufragio echaba pestes de los maricas, pero porque no sabía lo que me perdía. Darle por culo a un tío, me da tanta satisfacción, como cuando enculo a Gabriela. Además, mamar una polla es como si me mamara la mía propia y eso me pone que no veas. No sé cuándo saldremos de aquí, ni si saldremos, pero mientras esté, disfrutaré de cuantos culos caigan en mis manos, ya sean de tío o de tía. Ya en la ciudad no sé qué haré, si seguiré o no, aunque teniendo a Pepe de amigo, creo que seguiré en los dos bandos disfrutando como un chino.

. - regresemos, tengo una expedición que comenzar.

. - un último morreo, por favor…

Sonreí y sí, nos dimos un último morreo que ninguno de los dos quería terminar. Solo la falta de aire nos separó y regresamos a la cueva como Dios nos trajo al mundo.

Cuando Jorge nos vio entrar con las pollas desfallecidas, sonrió. No podía acapararme y lo sabía. Mejor tenerme y compartirme, que pelearse por mi polla y perder, pues no podía negar al resto que disfrutaran conmigo y yo con ellos.

Me acerqué a Jorge y sin mediar palabra, le bajé los pantalones y lo mamé hasta ponérsela dura. Me di la vuelta y mientras me enculaba, el resto despertaba, no importándome una mierda que nos vieran, es más, quería que nos vieran, pues ya nadie era opaco al resto en cuanto a enseñar su cuerpo desnudo mientras follaba o era follado.

Una vez se corrió en mi culo, lo puse a tomarse toda su leche, para después comerle la polla y dejarla sin semen alguno. Luego y con parsimonia, me vestí y cargué comida para un día al menos. Comimos todos algo como desayuno.

Filipa, Pepe y Gabriela ya me estaban esperando. Besé en la boca a todo el grupo, sin excepción, al igual que los que iban conmigo también lo hicieron. Era como si nos embarcáramos en una peligrosa misión y así era, pues no sabíamos con lo que nos íbamos a encontrar.

. - intentaremos regresar lo antes posible. Si veis que nos demoramos, no intentéis ir a buscarnos, pues os perderíais. Os quiero a todos.

Partimos, teniendo la montaña más alta a la vista. Luego nos internamos en el bosque en dirección recta. Así estuvimos tres horas en que hicimos un alto en el camino.

El sudor nos empapaba todo el cuerpo, pues la humedad era alta, así como el calor reinante. A Gabriela la humedad alrededor de sus pechos, así como también en los de Filipa, que se habían dejado el sostén en la cueva, las hacían más apetecibles si cabía.

Ante las miradas lascivas de Pepe y mía, las chicas se miraron y abriéndose las camisetas, pudimos mamarlas por el tiempo que quisimos. Al final los dos machos y Gabriela nos tomamos un vaso de leche directamente de las tetas de Filipa. Su parte se la di yo mamándola y reteniendo el blanco líquido para luego entregárselo directamente desde mi boca.

No pudimos, ni quisimos negarles la leche de nuestras pollas. Se tragaron nuestros miembros viriles vaginalmente primero, para después encularlas sin demora después. Las corridas fueron para sus bocas. Así fue como estrené a Gabriela. En la próxima, pensaba utilizar también a Pepe para darle polla por ambos agujeros, tanto a Gabriela, como a una Filipa, que era tan receptiva como puta era esta mujer.

Continuamos hacia la montaña, pero no era un camino de rosas. Más de una vez tuvimos que rodear animales salvajes como algunos lagartos, jabalíes y hasta varias serpientes, dos de ellas venenosas, según la ignorancia supina de un Pepe que me la mamaba y se la tragaba por su culo que era una gloria cada vez que hacíamos un descanso. Al chico le había dado fuerte. En cuanto a las serpientes, era mejor rodearlas, aunque fueran inofensivas, por si acaso…

Ya estábamos en la falda de la montaña y ascendíamos metro a metro. Era un lujo ir detrás de las chicas que nos enseñaban sus bajos a cada paso que daban y lo hacían muy orgullosas. En más de una ocasión se subían directamente las faldas y deteniéndose en el camino ascendente, Pepe y yo le pasábamos unos segundos la lengua por donde más gusto le daban y no solo a Gabriela, pues a Silvia también le iba la marcha. Vaya si le iba.

Una de las veces en que se atascó un momento Filipa, metí mi lengua debajo de su felpudo y mientras ella intentaba dar el siguiente paso, le comí su almeja. Entonces ella se detenía y hasta que yo no acababa de comer de allí abajo, no proseguía.

. - gracias, Salvador. Es un gusto hacer expediciones contigo.

. - al contrario, gracias a ti, Filipa. Comerme tu almeja cuando lo desee, es de agradecer.

Pepe se ponía a comer almeja también, facilitadas por las chicas abriéndose de piernas para una mejor degustación.

. - no os cortéis cuando tengáis ganas de comer chichi, chicos. Os lo coméis y ya está.

. - lo tendremos en cuenta, chicas.

Continuamos con más paradas y más comidas de felpudos. Una vez a medio subir, ya se podía ver bastante y saber dónde estábamos. Aquello parecía que estábamos en una tierra continental. Eso es lo que creí en un primer instante, pues la costa no acababa nunca, viéndose a lo lejos más montañas y más altas que la que estábamos subiendo.

Una cosa me llamó la atención. A la izquierda de donde estaba la cueva que habitábamos, había un viejo velero varado en la playa. No se veían viviendas, ni signos de civilización.

. - subamos más, quiero saber qué hay detrás de la montaña –les informé-.

. - descansemos un poco, no soy tan joven como vosotros y llevamos mucho trote–dijo la tetuda lechera-.

. - disculpa, solo pensaba en mí. Sí, busquemos una zona más adecuada para descansar.

La encontramos unos metros más arriba. No era una cueva, sino un agujero de un par de metros en la pared. Allí nos sentamos y saqué algo de comida, que repartí.

Filipa no se cortó en bajarme los pantalones y entre melocotón y melocotón, se comía mi polla hasta ponérmela dura. Un metro más allá Pepe enculaba a una Gabriela deseosa de disfrutar y vaya si disfrutaba. La mujer que me la mamaba se había terminado los melocotones, así que se sentó sobre mi polla y me habló al oído.

. - déjame la corrida en la vagina, mi amor.

. - ¿estás segura?

. - quiero sentir tu leche calentita dentro de mí y si salta la liebre…

. - Filipa, ¿no puedo mantenerte, lo sabes?

. - ni te lo pediría. Además, es muy poco probable que me preñes tan pronto. Aún no está destetado mi niño, pero nunca se sabe… No hables más y fóllame.

Con cuidado, la puse de espalda a la pared en que estábamos apoyados, para luego levantarle las piernas y darle polla y más polla. Los sudores de ambos eran mayúsculos, hasta que finalmente me vacié en ella. Respiramos largamente y allí se la dejé hasta que se le salió parte de ella, aunque solo un poco.

Me agaché y directamente me puse a comerme su chumino, donde su clítoris me deleité chupándoselo. Una vez la dejé, se me vino directamente a mi polla para tomarse mis goterones de semen que aún tenía colgando. Me la dejó fina. Ni Gabi, por Gabriela, ni Pepe, se dieron cuenta de que me había corrido en la vagina de Filipa. Ellos estaban a lo suyo.

Filipa y yo nos apartamos un poco. Decidí añadir su leche a mi liviana comida y la mamé de manera que sus pezones se le endurecieron. Ella disfrutaba con mi lengua y de vez en cuando, nos comíamos la boca, para continuar mamándola.

. - nunca pensé que me darían tanto placer unos jóvenes como vosotros. A mi marido nunca le gustó mamarme cuando estaba lactante, le parecía asqueroso y a vosotros y a mi hijo también, os gusta hasta dejarme seca.

. - su marido no sabe lo que se pierde. Es la ilusión de cada chico de este mundo, mamar a una mujer lactante, aparte de tener sexo con ella. Gracias en nombre de los mamadores de este mundo. Tú y Silvia nos estáis suavizando el estar perdidos en esta parte del mundo.

. - cuando esto acabe, mi Sebas y yo seguiremos teniendo sexo a todas horas. Ya es algo que no puedo dejar de hacer. Conforme vaya creciendo, su polla también lo hará y si se le parece a la de su padre…

. - ¿qué dirá su marido?

. - no sé si estará vivo o no, pero al segundo día de estar en casa, se lo diremos sin tapujos. Debo hacerlo. Si no es receptivo a compartirme con Sebas, nos separamos y mi hijo y yo viviremos como pareja de puertas adentro. Espero que lo acepte, pues deseo que comparta a nuestro chico. Ya una vez en el colegio me contó que había tenido una relación sexual con un compañero. Espero que se gusten y así ser una familia atípica, pero es la que deseo tener.

. - espero que lo consigas, Filipa –me dirigí a Pepe y Gabriela- chicos, id terminando, debemos seguir avanzando hacia la cima-.

De mala gana, Pepe dejó de comerle el coño a Gabi y se arreglaron las ropas, al igual que Filipa y yo. Una vez todos preparados, salimos de allí y continuamos.

Mientras, en la costa y dentro de la cueva, Silvia tenía sus dos agujeros bajos ocupados, mientras se comía el chumino gordo de Mabel. Sebas tenía el ojete y Rubén la vagina. Silvia jadeaba a través de su ocupada boca.

Fuera de la cueva, Carlota y Roseta estaban tomando el sol desnudas. Dos dedos de cada una estaban en la vagina de la otra mientras se corrían con cada orgasmo que les venía. Eso y que tenían los ojos cerrados, no vieron, ni oyeron llegar a los intrusos. Cuando una sombra les tapó el sol, Roseta fue la primera que abrió un ojo y dio tal grito que no solo Carlota abrió los suyos, sino que los de la cueva también dejaron lo que estaban haciendo para salir de la misma.

Tres negros de complexión cuadrada y de casi dos metros, con aspecto feo de cojones, miraban lascivamente a las dos chicas. Llevaban unos taparrabos que no tapaban nada, pues sus pollas, sus descomunales pollas, estaban fuera. Sus manos las pajeaban, enseñándoselas a las chicas.

No sé si fue verles aquellas tremendas pollas, que cada una era por dos de las de los chicos que se las follaban día sí y día también o verles aquellas feas caras suyas lo que les puso los pelos de punta.

Los negros tenían unas lanzas con las puntas metálicas y muy afiladas. No se movían, solo miraban las entrepiernas de aquellas dos que se corrían vagina afuera. Aquel detalle los puso más lascivos si cabe.

Dos de los negros se acercaron a las aterradas chicas y cada uno cogió a una del pelo, levantándolas como si no pesaran una mierda. El otro, al ver asomar al resto en la cueva, caminó parsimoniosamente hacia ellos, que se adentraron como si así pudieran huir, cosa harto improbable, pues no tenía salida la puta cueva.

Cuando llegó a la entrada de la cueva, el negro miró dentro y se hizo con la situación. De allí no escaparía nadie, más poniéndose en la misma entrada. La cueva se había convertido en una verdadera ratonera.

Con unos sonidos guturales que no entendieron nada los sorprendidos y aterrados náufragos, los otros dos se llegaron hasta donde estaba el tercero. Una vez allí, soltaron a las chicas que fueron a refugiarse junto a los demás, mientras los tres negros reían con ganas con aquellas feas caras suyas.

Ni que decir tiene que todos los náufragos estaban en pelotas y aterrados a más no poder.

Los negros se miraron y continuaron riendo, para luego quitarse los taparrabos que no tapaban una mierda. Entonces cuando los vieron que los miraban con aquellas caras tan lascivas, supieron los de la cueva que su suerte estaba echada.

No eran tontos aquellos tres, no. Mientras uno hacía de tapón en la entrada, los otros dos se acercaron al grupo y al primero que cogieron fue a Rubén, el único que les hizo frente insultándolos. O no lo entendían o les importaba una mierda pinchada en un palo.

Cogieron al chico y lo pusieron de rodillas en medio de la cueva. Su cuello fue atenazado por una de aquellas fuertes manos para que le mamara su pollazo. Rubén se negaba e intentaba separarse, pero un guantazo bien dado, lo hizo caer de espaldas, para de nuevo volverlo a poner en la misma posición que antes.

Rubén, viendo que no conseguía nada, decidió colaborar antes de que se lo cargaran a tortazo limpio y comenzó a mamar. Casi no le entraba en la boca de lo grande que la tenía el muy cabronazo, además de que apestaba a perros muertos.

El negro mamado reía sonoramente, mientras el otro se ponía detrás del chico para ponerse a comerle los huevos y meterle dos dedos en su culo, solo usado para cagar y tragar pollas de jóvenes compañeros de instituto.

Rubén casi se desmaya allí mismo, pues sabía lo que iba a pasar. Intentó zafarse de nuevo, pero la fuerza de aquellos dos era superior a la suya, ni siquiera consiguió moverse un centímetro.

Mientras el mamado le cogió su cabeza con las dos manos y se puso a follarle la boca, Rubén estuvo a punto de que la polla le llegara al culo desde arriba, pero no, lo que sí le entró por el culo fue la polla del otro malnacido, que se la enterró sin miramientos hasta sus huevos. Aquello hizo estragos en su recto culo.

Los gritos que daba Rubén hicieron que las chicas gritaran también, así como al resto de náufragos machos. Aquello duró un minuto, pero era como si hubiera durado todo el puto día, pues del culo de Rubén comenzó a manar sangre muslos abajo.

Entre risotadas, las dos bestias aquellas, tiraron a Rubén a un lado, mientras se iban a por otra pieza. De los pelos arrancaron de las manos de Silvia a una Roseta que se negaba a separarse.

Una vez en el centro, pusieron a la chica a mamarles las pollas a los dos macarras. Roseta mamó polla, pero aquello no era nada comparado con lo que le esperaba. Como así fue.

Uno de los negros se tendió boca arriba y el otro cogió a la desventurada chica como si pesara una pluma y la sentó sobre su polla, enterrándosela de una sola vez. Gritó como si aquello fuera hierro candente.

Ni se acordaba como se llamaba y menos se iba a acordar cuando el otro la enculó segundos después. Los gritos dolían de solo oírla y ellos tan contentos dándole polla a la indefensa chica.

El tercer negro se pajeaba la polla y la tenía por las nubes. Harto de esperar, se acercó al que enculaba a Roseta y lo apartó de un manotazo, para ocupar su puesto en el ojete de la chica. Un rato eterno después, dejaron media muerta a Roseta para coger a otra, esta vez a Silvia.

La mujer solo podía hacer lo que le pedían u ostia que recibía sin miramientos. Al final fue follada por sus dos agujeros, mientras mamaba la polla del tercero. Aquello era demasiado hasta para ella, que se desmayó al no poder respirar con aquella monstruosidad en su boca.

Riendo como borrachos, la dejaron en el suelo desfallecida. Carlota temblaba que era un primor. Más cuando la llevaron agarrada del pelo al centro de la cueva, no la trataron diferente. La encularon y follaron vaginalmente hasta destrozarla.

Jorge quiso aprovechar un momento en que estaban ocupados los tres, para salir corriendo de aquel infierno en que se había convertido la cueva, pero no llegó muy lejos, pues una lanza disparada por su dueño, lo atravesó de cabo a rabo, quedando ensartado y clavado contra la pared y lo peor, muerto al instante.

Los chicos que aún estaban con los ojos abiertos aterrados a mas no poder, ya no podían ni gritar, solo lloraban de espanto. Aquellos malnacidos habían matado a Jorge.

Una vez descargadas sus enormes pollas, las cuales chorreaban leche y sangre a partes iguales, Rubén, que aún seguía doliéndose, fue el que tuvo el premio de mamarlos a los tres para dejarles las pollas limpias de todo resto orgánico. El terror de los chicos no había cesado después de haber sido violados violentamente, ni mucho menos, pues aún sería peor. Por fin habíamos llegado a la cima de la puta montaña.

. - es una puta isla –dijo Pepe descontento-.

. - es verdad, joder y yo que creía que era parte del continente. Al menos ahora sabemos que aquello de allá si es el continente africano. Podemos intentar llegar en la barcaza si hacemos unos buenos remos -informé-.

. - será difícil, Salvador- dijo Filipa-.

. - difícil o no, tenemos que intentarlo, no hemos visto un avión encima de nosotros el tiempo que llevamos aquí. No debe ser una ruta para ellos.

. - seguro que nos están buscando, Salvador. Tienen que buscarnos –dijo Gabi-.

. - recuerda que estuvimos mucho tiempo a la deriva. El viento nos alejó un montón hacia el sur, pues no hay islas entre Canarias y el continente, pero si mucho más abajo en los trópicos, así que estamos muy lejos de donde nos buscarían.

. - visto de esa manera, tienes razón. Debemos abandonar la isla lo antes posible –añadió Pepe-.

. - regresemos, ya no hay más que ver.

Conforme regresamos, volvimos a descansar varias veces, intercambiando parejas. Gabi y yo nos deleitamos follando. La muy puta en solo un par de días se había convertido en toda una experta en dar placer y a fe mía, que disfruté más con ella que con la misma Filipa, que se suponía toda una experta por edad y lo puta que era, pero no, Gabi, toda dulzura unas veces, se volvía una fiera otras, sobre todo, cuando se sentaba sobre tu polla y te cabalgaba cual yegua desbocada.

En la misma posición, se la sacó de su vagina, se la metió ella misma en su ojete anal y más cabalgó hasta hacerme explotar en su culo. Aquello había estado que, pero que muy bien, pues seguidamente nos pusimos a hacer un 69 y nos dimos una última mamada limpiadora.

Solo nos dio tiempo para tomarnos un tentempié y continuar camino abajo.

Metros antes de salir del espeso bosque de palmeras y cocoteros, oímos el grito desgarrador de uno de los chicos, no sabiendo de quien, pues fue tan desgarrador, que no pude o no quise poner atención, simplemente, me aterré, literalmente. Mis acompañantes, más de lo mismo. Me frené de golpe poniendo el oído.

. - silencio –casi grité, pero en bajini-.

Me acerqué a la orilla del bosque y atisbé. Nada veía, pues el grito debía de haber venido de la cueva. En lo que sí me fijé fue en la barca que había en la arena y no era la nuestra.

. - no estamos solos. Hay una barca en la playa.

. - están atacando a los chicos –casi gritó Filipa, haciendo ademán de ir hacia allí-.

. - no te precipites. Si son muchos, nada podemos hacer. Actuemos con cabeza. En vez de ir directamente y estar a la vista, lleguemos a la cueva ocultos por su derecha y por las altas hierbas.

Allí todos tragamos saliva y se estuvo conforme con mi decisión. Casi agazapados y con mi lanza por delante, nos llegamos a la derecha de la cueva, aun ocultos por los matorrales. Lo que salió por la puerta aterraría al mismísimo diablo. La cabeza de Jorge salía rodando hacia nuestra posición.

Aunque íbamos a gritar de espanto ante tal visión, no pudimos, pues lo poco que habíamos comido por el camino, salió como un volcán por nuestras bocas, la de los cuatro.

Dentro de la cueva, el del grito había sido Rubén, que veía como aquellos tres endemoniados hijos de la gran puta se comían las tripas de un Jorge ya sin cabeza y que ahora uno de ellos iba a por Silvia, la que más carne tenía, por cierto. Aquellos malditos eran antropófagos y estaban de enhorabuena al encontrar carne fresca tan cerca de casa.

No esperé más, pues si lo hacía, saldría otra cabeza sin cuerpo fuera de la cueva. No sabía cuántos eran, pero tenía que arriesgarme o morir en el empeño, dije estúpidamente yo sin pensar ni siquiera salir por patas de allí y ocultarme hasta que todo se hubiera normalizado, es decir, que acabaran con todos mis amigos de polla. Pero no, tenía que hacerme el valiente y caminé con el palo por delante.

Pepe iba tan cerca de mí que casi me mete su propio palo por el culo, cosa que no logró porque pinchó en mis nalgas. La sangre que brotó, no me hizo gritar, pues tan aterrado estaba que no sentía una mierda. Al llegar a la entrada de la cueva eché un ojo o medio ojo y lo que vi, era indescriptible.

Había tres negros mastodónticos. Mientras dos se comían un cuerpo, que supuse que era el de Jorge, el otro iba hacia Silvia, que, al resistirse, le dio de ostias que la dejaron media muerta y sangrando por la boca, además de por sus partes nobles, como así era en el resto de compañeros de fatiga.

Me retiré medio metro de la puerta y cuchicheé con Pepe sobre cómo actuar ahora que estaban desprevenidos. Asintió por asentir, pues no sabía si podría mover una pierna cuando le dijera que entráramos a pinchar de verdad a aquellos tres caníbales folladores.

Ni qué decir tiene que no pensé nada sobre si aquellos caníbales eran de la zona o eran importados de Oceanía. Si lo hubiera pensado, habría pasado el tiempo y mis compañeros serian historia.

Cogimos aire Pepe y yo y entramos corriendo hacia los dos que estaban agachados y saciando su hambre humana. Solo uno de ellos se dio cuenta que había más carne fresca en la zona.

Pepe y yo clavamos nuestros palos puntiagudos en las espaldas de aquellos dos. No conseguimos atravesarlos, pero sí fue lo suficiente para ponerlos fuera de combate el tiempo suficiente para usar sus propias lanzas con puntas metálicas y bien afiladas, que estaban junto a ellos, y ensartarle yo primero en un ojo al mío y Pepe luego al suyo en toda la boca.

El que se iba a dar una comilona con Silvia, pues estaba presto a comerle un brazo a la chica, se giró y vio cómo sus dos amigos del alma eran ensartados con sus propias lanzas.

El tío gritó, supuse yo que palabrotas de alto calibre, pues el tono así me lo hacía pensar, como si aquello lo hiciéramos por ser unos racistas. No pensó el cabronazo antropófago que comerse a un humano estaba muy mal visto en nuestra tierra. Con los dos primeros fuera de juego, aunque uno de ellos aún se movía el muy cabrón, no estaba como para hacernos frente.

Pepe y yo con las lanzas en dirección al aún entero, hicimos frente al grandullón que quedaba, que no debía ser muy tonto, pues cogió su propia lanza y casi me ensarta del primer golpe.

Gracias a que Pepe estaba como loco y era para estarlo, consiguió ensartarle en el muslo que tenía más adelantado. Aquello hizo que se doliera por un segundo, suficiente para que yo atacara contra el costado del puto negro. Esta vez sí que se la enterré bien, pero nada para matarlo, sino para enfadarlo aún más, pues avanzó aún más decidido hacia mí.

Una pierna oportuna interpuesta por un follado Rubén hizo trastabillar al malvado negro caníbal, que, aunque no cayó del todo, si fue suficiente para que Pepe y yo lo ensartáramos hasta enterrarle toda la punta de las lanzas en las tripas al animal aquel.

Como no podía ser de otra manera, el tío soltó la lanza para agarrarse el estómago e intentar que las tripas no se le salieran de la barriga. Fue entonces cuando y no sé cómo lo hizo, Rubén cogió una piedra de buenas dimensiones y se la rompió prácticamente en su dura cabeza, cayendo el mamón como muerto al suelo. Allí quedó quieto. Tuve que darle una buena patada en los riñones para confirmar que estaría durmiendo para una buena temporada, si no, definitivamente, pues la cabeza era un poema de masa encefálica fuera de su cerebro.

Como uno de los dos primeros aún se movía, ordené atarlo, pues los otros dos acabaron palmando. Luego atendimos a los chicos, a ellos y a ellas. Los llevamos fuera. El agua de mar les sentaría bien y además los limpiaría de toda la sangre y mugre que tenían encima. No quería que siguieran viendo al pobre Jorge todo destripado como si fuera un vulgar animal listo para asarlo.

Dejé a Pepe vigilando al negro que aun dormía, mientras consolaba y por qué no, daba de mamar mi polla a cuantos necesitaban de ella. No era por nada, pero una polla amiga era cuanto necesitaban en aquellos momentos tan terribles. A ninguno follé, faltaría más, pero sí me mamaron, al igual que mamaron a Filipa su excelente leche tetaria.

Con cuidados de madre amantísima, les limpié sus orificios con mis propios dedos procurando no hacerles daño. La sal marina hizo de calmante y anestésico curativo, aparte de sus lágrimas que no dejaban de manar.

Solo cuando todos fueron limpiados adecuadamente, salimos del agua y los puse a secarse en la orilla.

. - ya todo pasó, ahora debemos ser fuertes y seguir adelante. Nos iremos de esta isla, porque es una isla. El continente africano está en esa dirección –puse mi mano hacia la derecha de la cueva- haremos varios remos y saldremos de aquí-.

. - ¿qué vamos a hacer con el caníbal que queda vivo en la cueva? –preguntó Filipa-.

. - sencillamente, matarlo como un perro que es –dijo Silvia adelantándoseme-.

. - estoy contigo, Silvia. Le haremos lo que os han hecho a vosotros –dijo Gabi aun aterrada-.

Todos me miraron como pidiéndome mi opinión.

. - estoy de acuerdo, pero todos lo mataremos, así nadie podrá decir que no participó si alguien se va de la lengua.

(Parte 7 de 25)

FIN