A piñón fijo (23)

“Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo, y la segunda, no me acuerdo.” Woody Allen. Relato en 25 trozos.

A PIÑÓN FIJO

(23-25)

ESCRITA POR:  SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

. - cóbrese mi comida y la de esa mesa, por favor. Le pagaré con tarjeta -le dije-.

. - enseguida le traigo la factura –dijo el empleado.

Regresó al poco con la factura y la máquina de cobro con tarjetas. Se la di y la pasó por encima de la maquinita del carajo. Ya no hacía falta ni pin, ni pasarla por la ranura de la máquina, con pasarla a distancia, ya se cobraban. Qué jodidos los banqueros. Al segundo me la entregó con el resguardo- gracias, señor-.

. - gracias a usted –el tío se fue-.

. - ¿contenta?

. - mucho, muchas gracias. No lo olvidaré.

. - ni yo tu nombre, Belinda.

Con una sonrisa, se fue la chica. Yo salí al poco a pasear un rato en un parque cercando. Lo malo era que el tiempo no acompañaba. Había más nubes aún que antes, y pese a haber aún algunos rayos de sol, hacía algo de frío. Aun así, entré en el parque y por el tiempo, no había nadie allí, excepto una chica en uno de los bancos media ladeada. Hacia allí me fui.

Una vez llegué ante ella, saludé con un hola y me senté. La chica estaba como ida, despertando del letargo con mi llegada.

. - hola –dijo bastante después-.

Noté que tenía mala cara y seguía algo ladeada, pese a intentar enderezarse.

. - ¿estás bien?

. - no –fue su lacónica respuesta-.

. - ¿puedo ayudarte?

. - llama a urgencias, por favor. Me siento muy mal –dijo con un hilo de voz-.

Tuve que sostenerla, pues ya no se ladeaba, se había echado encima de mí.

. - despierta, chica.

Mientras intentaba despertarla, saqué el móvil y marqué el 112. Allí me insistieron que no la dejara dormirse. Colgué y esperé la ambulancia de turno. Le di unos cachetones a la chica hasta que despertó.

. - no puedes dormirte, cariño. Enseguida vienen a socorrerte.

. - tengo mucho sueño.

. - pues no te duermas. Te contaré un chiste. ¿Sabes aquel que dice…? espera, lo tengo en la punta de la lengua…

Ella sonrió, a la manera de alguien que se dormía, claro.

. - sí, ya me acuerdo. Resulta que va una chiquita al médico y cuando vuelve a casa, su madre le pregunta, ¿qué te dijo el médico, hija?, mamá, me dijo que tenía algo en los ovarios. Hija, eso es algo grave. ¿Qué te dijo que tenías en los ovarios?, ¿te lo dijo?, no, mamá. Solo eso, que tenía algo en los ovarios. Hija, tenemos que volver al médico y preguntarle qué tienes, realmente. En eso regresaron las dos y al tener al médico delante, la madre le preguntó que qué tenía su hija en los ovarios. No, señora, su hija me entendió mal. Le dije a su hija que se la habían follado varios. Aaaaahhhhh. -reí mi chiste- ¿a qué es bueno?

. - malísimo –dijo ella quedamente e intentando sonreír.

. - pues cuéntame tu ahora uno, a ver si lo superas. Venga.

. - no me acuerdo de ninguno ahora.

. - piensa, no hay prisa.

. - a ver. ¿Sabes cuantos hombres se necesitan para tener un hijo?

. - pues uno, claro.

. - no, te equivocas. Ninguno.

. - ¿cómo que ninguno?, imposible.

. - claro, las mujeres ya no follan con los tíos, sino entre mujeres. No nos gusta perder la línea.

. - será posible. Vaya chiste malo. El mío es mucho mejor, pero de largo…

En eso sonó la sirena de la ambulancia y antes de volverle a echar la vista a la chica, se me desmayó encima. Sin pensármelo mucho, la cogí en brazos. En eso se le cayó la cartera y como pude, me agaché con la chica y la recogí, para luego ir hacia donde sonaba la ambulancia. Cuando la vi, hice señas con una mano. Ellos se me pusieron al lado y salieron raudamente hacia mí.

. - yo les llamé. Se acaba de desmayar –les informé-.

. - ¿es familia?

. - no, me la encontré en el banco del parque. Quisiera ir con ustedes.

. - suba delante.

Mientras subía a la cabina, le ponían aire y la subieron a la ambulancia. Luego partimos.

Revisé en su cartera y encontré un móvil. Busqué algo como casa , hermano , madre, etc., encontrando abuela Susana . No encontrando algo más cercano, hice la llamada. Salió una señora mayor a la que informé de lo acaecido en el parque y de que íbamos hacia el puesto de socorro más cercano. Me preguntó a dónde, exactamente, y después de preguntárselo al conductor, se lo dije a la señora, dándome las gracias. Colgué y me quedé más tranquilo.

Al llegar a destino, la metieron dentro, yo fui hacia la recepción y le di los datos al sacar el carnet de la chica. Se llamaba Virginia Masera. En ese momento no caí en el apellido, pues solo pensaba en el nombre, Virginia, Virginia y solo Virginia.

Llamaron al que vino con Virginia y raudo y veloz, fui hacia adentro. De sopetón vi a la chica toda entubada y lista para llevarla al hospital central. Me dijeron, ya que yo era, como si dijéramos, el responsable de la chica, si quería acompañarla. Tragué saliva y dije sí. De inmediato subí a otra ambulancia y la metieron a ella también.

Tardamos unos 20 minutos en llegar y de nuevo me dejaron aparcado en otra sala de espera, saliendo un rato después un médico que me buscó preguntando por el acompañante de Virginia.

. - soy yo –le dije poniéndome de pie-.

. - ¿puede acompañarme, por favor?

Fui detrás de él y cuando cruzamos unas puertas, se detuvo y me habló.

. - la joven que vino con usted se nos va.

. - ¿cómo dice?

. - la chica tiene leucemia en estado avanzado. Ya se ha avisado a su familia, pero no llegarán a tiempo, lo siento.

. - ¿y no se puede hacer nada?, ¿un trasplante o algo así? Es muy joven aún.

. - la joven lleva tiempo en lista de espera y no aparece alguien con médula compatible y el tiempo se le acaba.

. - ¿y cómo no estaba la chica ingresada?, la encontré en un banco de un parque público.

. - se le dio el alta para morir en casa.

. - no lo sabía.

. - lo siento. Le dejo ahora –me dijo el médico y se dio la vuelta-.

. - espere un segundo, doctor –le dije-.

Se dio la vuelta y se me quedó mirando.

. - ¿podría ser yo donante de medula?

. - ¿es compatible?

. - no lo sé.

. - ¿quiere hacerse la prueba de compatibilidad?

. - sí -dije sin pensar en los peligros que me podía acarrear un tipo de operación de este calibre. Ahora solo pensaba que era una chica demasiado joven para morir y si yo podía hacer algo…-.

. - acompáñeme, por favor.

La cosa fue rápida de cojones. Casi de vértigo. De pronto me vi en una camilla junto a una Virginia dormida y toda entubada. Me durmieron e hicieron el trasvase de parte de mi medula a la suya. Y yo, sin consultar con nadie. Seré gilipollas…

Cuando desperté en una habitación, estaba como atontado por la anestesia. Por la luz de la ventana, supe que era de día, al menos era sábado.  Cuando todo dejó de moverse a mi alrededor, me senté en la cama. Llevaba ropa hospitalaria y llamando a la enfermera, pedí el alta.

. - no tengas prisa, hijo –me dijo una de ellas-.

. - no me gustan los hospitales, me agobian, enfermera. Quisiera irme de aquí.

. - ¿no quieres esperar a la familia de la joven a la que le has donado tu médula?, querrán agradecerte tu gesto.

. - mejor que no, ¿puedo irme?

. - hablaré con el doctor, pero si es tu deseo, no pondrá problemas.

Efectivamente, me fui del hospital una hora después, aún algo dolorido. Bestia que es uno. Regresé a casa en taxi y me la pasé durmiendo hasta el domingo por la mañana en que desperté aún peor. Me dolía el vendaje que me habían hecho y sin encomendarme a nadie, cogí un taxi y me fui a urgencias, informando de mi peripecia del viernes y el sábado. Me cambiaron el vendaje y me dieron unos calmantes que me dejó como nuevo, sin dolor. Vuelta a casa, comí algo y a dormir la mona de nuevo.

El primer mes pasó volando, la universidad ya no tenía secretos para mí. Las cosas iban viento en popa y más que iban a mejorar, pero eso yo aún no lo sabía.

Cierto día llegué a casa empapado, pues llovía a cántaros y había unos rayos y truenos que retumbaban encima de nuestra casa. Después de ducharme y meterme en la cama, pues eran las 11 de la noche de un martes cualquiera, me quedé grogui.

No sabía la hora, pero algo me despertó. Un cuerpecito se metía bajo mi manta, pues hacía frío y tenía una manta bien gorda encima de mí. Los truenos seguían resonando bien fuerte contra los cristales que parecían que iban a romperse.

Al poco, otro cuerpecito se metía también en mi cama. Al pegarse a mí, supe que estaban desnudos ambos, así que mirando al techo que no veía, abracé cada cuerpecito y los pegué a mi pecho a ambos. Allí los dejé, sabiendo que eran mis compañeros de alquilamiento.

Cuando supieron que me quedaba dormido, ellos también lo hicieron sobre mi pecho. Cuando desperté, estaba solo. Me duché y me vestí, yendo hacia la cocina, pues las clases no esperaban por nadie. Los chicos estaban allí desayunando, los saludé, pero no dije nada de lo acontecido la noche anterior. Cogí una manzana y me fui.

. - no ha dicho nada, Julio.

. - no, así es.

. - ¿por qué? -dijo ella-.

. - no lo sé, Paloma.

Salía de la biblioteca y me tropecé con una conocida, solo de haber hablado un par de palabras con ella. Era Belinda, la guapa Belinda.

. - vaya, qué pequeño es el mundo –le dije-.

. - hola, ¿eres tú?

. - yo soy yo, sí. Tú, ¿eres tú?

. - sí, eres tú. El mismo chistoso. Me alegro encontrarte al fin. Te he estado buscando para devolverte el dinero de la comida.

. - te dije que no hacía falta.

. - aun así, hasta que no te devuelva el dinero, no estaré tranquila, yo siempre pago lo que debo.

. - me alegro de saberlo.

La chica buscó en la cartera y sacó dinero.

. - ¿cuánto era lo que me pagaste?

. - ni idea. Pagué con tarjeta y me olvidé del asunto.

. - entonces te pagaré lo que he pagado otras veces –contó un dinero y me lo entregó. Lo cogí y me lo metí en el bolsillo sin contarlo.

. - te dejo, tengo que hacer.

. - espera hombre. ¿No quieres tomarte algo conmigo y mi hermana?

. - no puedo. Tengo a una persona esperándome.

. - ¿otro día?

. - otro día. Cuídate.

. - adiós –dijo ella, viéndome desaparecer-.

. - ¿quién era, Belinda? –preguntó alguien que hubiera reconocido de volver a verla-.

. - un chico que conocí hace un tiempo –dijo mirando al vacío-.

. - ¿era guapo?

. - sí, mucho.

. - ¿y lo dejaste escapar?

. - Virginia, ese no quiere nada conmigo.

. - ¿y por qué no?

. - no lo sé. Vámonos de aquí y sigamos buscando al chico que te ayudó con tu leucemia.

. - no vamos a dar con él, hermanita. Ya ha pasado mucho tiempo.

. - eso creo yo también. ¿Por qué se iría del hospital?

. - no lo sé –dijo Virginia con la mirada también perdida-.

. - Regresemos al parque donde todo empezó, hermanita. Puede que esté allí.

No me esperaba nadie, solo que no tenía ganas de nada. El tiempo volvía a estar malamente y de nuevo informaban de rayos y truenos para esta noche. Se me debía haber pegado la mala leche del tiempo. Regresé a casa, cené y vi algo de televisión. Luego me duché y me acosté.

No pasaría una hora y con todo el mundo durmiendo, que los truenos volvían a hacer de las suyas, retumbando en los cristales. Esta vez me despertaron a mí también. Y por supuesto, a los otros dos que llegaron corriendo y desnudos, para meterse en mi cama otra vez.

De nuevo les puse sobre mi pecho sus cabezas. En eso, sentí que, primero uno y luego el otro, besaban cada uno un pezón de mi pecho. Respiré hondo y los dejé hacer. Julio era el más activo, añadiendo su mano encima de mi polla mientras continuaba besándome el pezón izquierdo, el de su lado.

Con suavidad, le empujé la cabeza hacia abajo. Entendió a la primera y fue besando según bajaba. Cuando se encontró con mi pene, usó la otra mano y entre ella y su boca, comenzó a hacerme una paja magistral. Ya mi respiración estaba desbocándose, así que mi mano izquierda se puso en acción, colocándola encima de su ano, para llevarla de inmediato bajo su culo hasta adueñarme de sus huevos.

De inmediato, Julio movió su trasero abriéndose de piernas para que pudiera trabajarle bien sus bajos y eso fue lo que hice, metiéndole un dedo primero y dos después en su santo ano, para de inmediato buscarle la polla.

Cuando la encontré, casi doy un salto de alegría, pues no se acababa nunca. Era una señora polla no acorde con su pequeño cuerpo de enano. Solo decir que mi mano no la abarcaba toda de lo larga que era. Su empalme era brutal, así como su grosor. Sin duda, era un injerto de caballo, al menos, pues no parecía que fuera de una persona pequeña como era él. Aun así, se la pajeé suavemente, igual que él hacía con la mía.

Paloma, viendo que su colega de altura se estaba apropiando de lo mejor, no se echó atrás y cogiéndome la mano, me la llevó a su coñito caliente y húmedo.

Jugué con su vagina en busca de su clítoris, algo diminuto y que sí era acorde con su enanez. Luego dejé su coñito y me fui hacia sus pechitos, pero aquí no encontré la pareja, como había pensado, solo tenía uno. Sin duda extirpado por alguna enfermedad que no venía al caso, así que me adueñé del pecho que sí tenía, jugando con él hasta casi hacerle daño al apretarle el pezón entre dos dedos.

Como mi calentura ya estaba por las nubes, me deshice de Julio y cogiendo a Paloma y abriéndole de piernas, me sumergí en su mini-chumino para disfrutarlo como Dios manda. Allí nadie hablaba, solo actuábamos como mejor sabíamos y podíamos.

Con el coñito de Paloma ya disfrutado y hecho correr como es debido a su dueña, me llegué hasta su único pecho y lo disfruté con mi boca, gimiendo la chica de treinta y tantos, como siempre quiso, pero no me detuve ahí, pues me llegué hasta su ardiente boca y morreándonos sin parar, tuve que hacerme un acordeón para que mi polla buscara y encontrar su vagina y así guarecerse del frío reinante, cosa que consiguió una vez ella misma me cogió la polla y se la llevó a su rajita vaginal.

Le entró como si su coño fuera mantequilla y mi polla un afilado cuchillo. Así dio comienzo la primera follada que daba en mi puta vida a una enana.

Mientras le daba a la hembra, el macho no estaba ocioso, pues mis huevos fueron pasto de su lengua chupadora, para después, subirse en mi espalda y dirigiendo con su mano su gigantostrácea polla, metérmela en todo el ojete del culo. Dios, qué herramienta más útil que tenía aquel pequeñajo entre sus piernas. Útil y maravillosa.

Me dio polla como todo un profesional del folleteo y es que no digo que los enanos no puedan serlo, pero seguro que el resto de enanos del mundo no tendrían un pollazo como el de este chico, pues era más grande que la mía y yo no era manco, joder.

Cuando me cansé del coño de Paloma, busqué su ano y no lo vi acorde con mi polla y ni lo intenté. Eso sí, me saqué del culo a Julio y girándome, me fui a por su polla que me tragué sin compasión. La mía se la ofrecí, sin ofrecérsela, a Paloma, que pronto dio buena cuenta de ella, mamándomela sin tregua.

Al meter un par de dedos en el culo de Julio comprobé que este chico era un gran tragón de pollas anales y a por su culo me fui.  Al moverme, mi polla se salió de la boca de Paloma, para posicionarme ante Julio, que sabiendo que la cosa iba ahora de romperle su culo, se colocó como buen tragador de pollas que era. No apunté, pues él mismo se la llevó a su ojete y allí se la clavé hasta el fondo, enterrándole mi polla.

Disfrutó y no se dolió, confirmando que tragaba tanto como enculaba. Así estuve disfrutando de su culo como un enano. Sí, como un enano, que disfrutaba del culo, de otro enano.

No sé cómo lo hizo, pero Paloma consiguió meterse bajo Julio y poniéndose a cuatro patas, el tal Julio y su polla, la ensartó con ella y yo cuidando de no hacerle daño.

Mientras me follaba el culo de Julio y éste el de Paloma, bajé la mano y cogiéndole la polla al enano, calculé la cantidad de polla que le metía a la chica, y calculando a ojo, pues el colega no se la metía toda, supe que mi polla le entraría toda ella sin dañarle sus entrañas anales. Sin duda, aquellos dos se lo pasaban en grande dando y recibiendo polla.

. - Salvador, métemela por el otro agujero libre, por favor.

La ostia puta, vaya con la enana de los cojones. Mira que era tragona…

. - aún no he disfrutado de tu culo, cariño.

. - Julio, cambia de agujero y deja a Salvador el que ocupas ahora.

Julio, muy obediente, se salió del agujero anal y poniéndose un condón extra largo, en su extra largo cipote, cambió de agujero y recostándose frente a Paloma, se la encasquetó casi toda, para yo después ocupar su lugar culero. Sí, se la metí hasta el fondo, disfrutando sin pensar en nada que no fuera eso, disfrutar de su culo que se lo tragaba todo. Para que digan luego de los enanos y enanas, son tan sexualmente activos, como el más pintado de los mortales.

Con tanto mete y saca, la corrida me venía galopando hasta la punta de mi rabo, así que la saqué de su culo, para irme hacia su boca y metérsela a todo lo que daba y que era mucha boca la suya.

Julio, que también se iba a correr, se salió de la vagina y sacándose el condón, buscó mi boca, me la metió sin preguntar una leche. Tragué su polla, pero no toda o me asfixiaba con ella. En eso, un chorro de leche interminable me entró de sopetón. Era leche que inundó mi boca, escapándoseme buena parte, pues era demasiada hasta para mí, un chupador de pollas empedernido.

Casi al mismo tiempo, me vacié en la boca de Paloma, regando su interior. Sin duda no era ni la mitad de abundante a la que estaba acostumbraba con Julio, pero quien da algo con amor, bueno es recibirlo sin preguntar y tragó cuanta le metí, usando su boca para sacarme hasta la última gota, lo mismo que yo comencé a hacer con la polla del macho, hasta que no salió más leche. Aun así, sabía que mi cuello y más abajo, tenía leche que se me había escapado de la boca.

El cabronazo de Julio, sabiendo que su leche era mucha leche, usó su lengua por todo mi cuerpo en busca y captura, para tragársela y no dejar ni gota. Así fue como terminó la primera follada a tres bandas entre dos enanos, ¿y un normal?, no, un tío que estaba en el sitio adecuado en el momento adecuado, disfrutando como nadie de aquellas dos personitas que me habían enseñado que las apariencias a veces engañan y que no todo es blanco o negro, sino que hay excepciones, donde el gris prevalece, como son ellos dos, dos portentos sexuales donde los haya.

Cuando amaneció, de nuevo la pareja de amantes tampoco estaban. Allí olía leche de corrida que tiraba para atrás, así que cogí las sábanas y la manta y las llevé al baño, colocándolas en la cesta de la ropa sucia, dándome un baño después. Era sábado y no tenía clases, pero sí un puñetero examen. En sábado, nada menos.

Según decían, para recuperar no sé qué día que perdimos, cuando yo no perdí una mierda, lo más, algunos alumnos capullos que hicieron huelga por la nueva ley universitaria.

Con la toalla alrededor de mi cintura, salí y no vi a nadie en toda la casa. Se habían largado.

Desayuné algo liviano y me vestí, ordenando la cama. Y antes de marcharme a las aulas para el examen, eché una lavadora y la dejé trabajando, ya la tendería cuando regresara.

Cuando llegué, habían suspendido el examen, ahora por huelga de profesores de brazos caídos ante el ataque que sufrió uno a mano de un capullo alumno que le clavó un lápiz en todo el pecho, a pique de llevarlo para el otro barrio. Detuvieron al tío, claro, pero de la huelga de este día, no se libraba nadie. Algunos se alegraron de suspender el examen, pero yo prefería hacerlo y continuar, pues tendríamos que hacerlo más adelante y estábamos en las mismas.

Me largué de la universidad y partí hacia el centro comercial. No tenía ganas de volver a casa, aún era temprano.

Subiendo en la escalera mecánica, miraba despistado a los diferentes escaparates. Una vez llegué al final, oí que alguien gritaba de dolor, era detrás de mí en la misma escalera.

Un mocoso cabrón le había dado un tirón a una anciana toda emperchada y llena de joyas. La tiró al suelo y le arrancó algunos de los collares que llevaba. No sé por qué, puse el pie delante del ladrón, el cual salió trastabillando hacia una columna con la foto de Marilyn Monroe que había allí mismo, desmayándose al instante al darse una buena ostia en la frente allí donde la tía enseñaba las bragas.

En eso la mujer llegaba al final de la escalera mecánica y como había visto una vez en una película, le di una patada al interruptor de parada de emergencia, haciendo saltar trozos del plástico protector.

La escalera se paró en seco. Luego ayudé a la señora a levantarse y llevarla a un banco cercano. Estaba como ida. Como para no estarlo. Debía tener cerca de los ochenta años, pero muy bien llevados. Parecía la dueña de los viñedos de Falcon Crest, pero con desgarros en su ropa y un dolor en su trasero, al darse con uno de los escalones metálicos cuando forcejeaba con el ladrón e irse hacia atrás, porque si se va hacia adelante, que era cuesta abajo la escalera, el daño hubiera sido de aúpa, pudiéndose romper algo más que un poco su carísima ropa, como mínimo, la crisma.

. - descanse, señora y respire por la nariz y expulse por la boca. Es lo que dicen los médicos cuando uno se hiperventila.

. - gracias, hijo, eres muy amable.

. - llamaré a urgencias para que la lleven a un puesto de socorro.

. - no te molestes, hijo. Solo me duele un poco el trasero.

. - como quiera. Voy a recoger su collar de mano del ladronzuelo y veré si puedo encontrar el que le rompió en el cuello.

Fui a por el collar que el chico desmayado aún tenía en una mano. Se la abrí y se lo quité. Luego llegaron los guardas del centro comercial y mientras uno se lo llevaba a sus dependencias en espera de la policía nacional, el otro se fue a hablar con la dama. Yo me entretuve en recoger una a una las piedras de los collares rotos y esparramados por toda la escalera. Con todo el material encontrado, se lo llevé a la mujer.

. - gracias, hijo –se lo guardó en el bolso, mientras le respondía de la misma manera que a mí antes sobre la petición de una ambulancia para llevarla a urgencias- solo es un dolor en el trasero, nada importante-.

. - ese raterillo es la tercera vez, con ésta, que lo cogemos. Volverá a las andadas, me temo. Se apesadumbró el guarda-.

. - no se preocupe, usted no tiene la culpa. Es lo que hay.

El guarda se fue y me quedé un rato más con la mujer. Al intentar levantarse para irse, el dolor se lo impidió y volvió a caer sobre el banco.

. - señora, puede que sea algo más que un dolor lo que usted tiene.

. - solo necesito un poco de descanso más.

. - te lo agradezco, hijo, pero no será necesario.

. - Por si acaso, me quedo un ratito más, no tengo nada que hacer.

. - eres un buen chico. Les gustarías a mis niñas.

. - ¿cuántas hijas tiene? –dije para pasar el tiempo-.

. - mis niñas, son realmente, mis nietas y las quiero un montón. Sus padres ya no viven y cuido de ellas.

. - ¿cuántas son?

. - son dos, dos soles de niñas. Seguro que les gustarías a las dos.

. - señora, ¿no querrá emparejarme usted con sus nietas?, ¿verdad?

. - bien podrías, el dinero no sería un problema.

. - no, gracias. Estoy muy bien así. Se lo agradezco, pero no.

. - juventud, divino tesoro –se levantó y de nuevo se sentó, con dolor otra vez- vaya, parece que no podré levantarme si no me ayudas, hijo-.

. - hágame caso, señora. Véngase a mi casa, allí podrá descansar y revisarse. Puede tener algo más que un dolor.

. - creo que te voy a tomar la palabra. No te conozco, pero me has demostrado que eres un buen chico.

. - lo soy, señora. Le ayudaré a levantarse. Apóyese en mi hombro y avanzaremos despacio y sin prisas.

Despacio y sin prisas, llegamos a casa. Abrí y la ayudé a entrar. No parecía haber nadie.

. - ¿vives solo?

. - no, convivo con una pareja más. Son buenos chicos y muy bajitos –no quise decir enanos, no fuera a ser que no le gustaran los enanos- están trabajando, yo estudio-.

. - ¿me puedes llevar a una habitación?, quisiera revisarme como dijiste, nunca se sabe.

. - sí, claro. Vayamos a esa, que es la mía. Espero que no le moleste cómo está.

La llevé a mi habitación y la deposité sobre la cama. Allí sentada, la dejé.

. - la dejo ahora. Estaré fuera.

. - gracias, hijo.

Salí y cerré la puerta. Me puse a leer un poco, mientras la mujer se revisaba.

Pasó un cuarto de hora y un grito espeluznante, me hizo ponerme de pie de un salto. Corrí hacia la puerta y sin abrirla, toqué y grité.

. - señora, ¿qué le pasa?

. - tengo sangre, tengo sangre –gritaba la mujer-.

. - ¿puedo entrar, señora? –grité yo-.

. - pasa, pasa hijo, por favor.

Abrí y entré. La mujer estaba completamente desnuda, mientras me enseñaba su mano derecha con sangre. Fui hacia detrás de ella y vi que el golpe de la escalera mecánica le había hecho un desgarro, hiriéndola y haciendo que saliera sangre. No era muy grande el daño, era más aparatoso que otra cosa.

. - señora, traeré el botiquín. No es nada grave la herida. Vengo enseguida.

Salí de allí y me fui al baño. Cogí un par de cosas para curarla, incluidas unas tiritas anchas. Con todo ello, me llegué a mi habitación.

. - ya estoy aquí, señora. Déjeme curarla. Inclínese un poco apoyándose sobre la cama.

La mujer se puso como si fuera a darle polla por el culo. De esa guisa se puso, pero la polla no la iba a usar con la dama, solo iba a curarla y aquella era la mejor postura para hacerlo.

. - le limpiaré primero la herida y luego le pondré tinte rojo y penicilina con una tirita ancha, finalmente. Es más aparatosa que otra cosa la herida.

Mientras la curaba pude fijarme que tenía un cuerpo diez, de abuela, pero diez. Nada le colgaba, ni los pechos, ni en la parte de abajo, llámese vagina. Sin duda, el dinero es lo que tiene. Era como una quinceañera, con un cuerpo escultural, pero en un cuerpo de abuela. Vamos, que estaba buena la jodida. Finalicé la cura y me retiré un poco.

. - esto ya está, señora. Puede vestirse cuando quiera.

. - hijo, ¿has visto cómo estoy?

. - no le entiendo, señora.

. - hijo, ¿no estoy en la mejor posición para lo que os gusta tanto a los hombres?

. - señora, ¿de qué me está hablando?

. - anda, no te me hagas el tonto y aprovéchate de esta vieja. No he tenido una polla en mi culo ni sé desde cuándo y ya que estamos…

. - ¿está segura, señora?, le dolerá doblemente, la herida y la misma penetración.

. - tú no te preocupes por eso. Un dolor quita otro dolor. Anda, no me hagas esperar más, que me estoy corriendo patas abajo.

Le miré la entrepierna y vi algo que brillaba. Decía la verdad. No insistí. Si quería polla, ¿quién era yo para llevarle la contraria a una dama de su edad?, me desnudé en un segundo. Con mi polla ya media empalmada, me la acabé de empalmar, pajeándomela.

Con su culo mirando al techo, me puse detrás de la dama. Primero le di una comida de trasero, mientras le pasaba la mano por su vagina, humedeciéndome la mano. Sus gemidos comenzaron a producirse y eran de placer.

Cuando reconfirmé que hacía aguas su chumino, le humedecí el orto con su jugo vaginal, para de inmediato, ponerme a darle polla por su viejo y cuidado culo.

Las clavadas no eran de amigo, sino de alguien que tenía ganas de disfrutar. Lo de hacer disfrutar ya no lo controlaba yo, eso lo dejaba para ella y su culo, según lo tuviera o no amaestrado.

Los gemidos brutales de la mujer me hacían darle más fuerte aún. Como no quería correrme en su culo, me salí y dándole la vuelta, la tendí en la cama y abriéndole de piernas, me encargué de su chochete húmedo y juguetón. Dejé su conejo y me fui a por sus pechos, duros e inhiestos, sin duda llenos de silicona transparente de la cara.

Con su boca, más de lo mismo. Fue como comerme su coño, juguetón al máximo. Aquella mujer estaba realmente caliente y a falta de un marido que le calentara el cuerpo, allí me tenía a mí para sustituirle si es que vivía, que lo dudaba, pues aquella mujer mataba a cualquiera, pues pedía más y más, cada vez, y yo le daba más y más, cada vez, también.

Como me había gustado su culo, la coloqué de nuevo de la mejor forma enculable y se la endilgué, disfrutando hasta que me vino doña corrida. Si no es porque me pidió leche bucal, se la introduzco en todo el culo.

Me salí y su boca se tragó mi rabo hasta que eyaculé toda mi corrida allí dentro. Solo cuando me dejó seco, me tendí a su lado para continuar comiéndome sus pechos y meterle mano a su vagina y jugar con su clítoris viejuno.

. - qué bien me has follado, hijo, pero qué bien –y me comió la boca hasta saciarse de ella-.

. - será mejor que se duche y no huela a mí, señora –le dije dándole la mano y llevándola al baño. Allí le volví a dar una comida general, para luego ducharla yo mismo y salir secos y desnudos hacia mi habitación. La ayudé a vestirse y ella misma se dio colorete, pues las mujeres son presumidas hasta segundos antes de palmar de vejez-.

Me vestía, cuando me lo impidió, pues tenía ganas de más. Se agachó lo justo para tragarse mi polla a medio empalmar y hasta que no me hizo explotar en su boca, no dejó de mamármela, gustando de comerse mis huevos también.

. - deliciosa, sí señor. Gracias, hijo. Me has tratado como una reina y te voy a devolver el favor. El próximo fin de semana te mandaré un auto para que vengas a pasarla con mis nietas y conmigo.

. - se lo agradezco, pero no creo que sea buena idea, señora.

. - no me hagas eso, querido. ¿No te gustó disfrutar de mi coño y mi culo?

. - me gustó, sí, me gustó mucho disfrutarlos y, además, la sabe mamar de maravilla. Pero no creo que deba ir, podría gustarme sus nietas y tendría que ponerle los cuernos.

. - hijo, es lo que realmente quiero. La mayor salta de uno a otro, a cuál niñato peor. Necesita sentar la cabeza. Y la pequeña se merece disfrutar de un guapo y noble chico como tú. Estuvo muy enferma y creíamos que la perdíamos. Ella se lo merece.

. - pero señora, que no soy de casarme aún. Soy muy joven todavía.

. - ¿no ves lo que te estoy ofreciendo?, sexo con la abuela, sexo con las nietas y encima, con mi permiso. Además de ingentes cantidades de dinero, casi obscenas.

. - al final le haría daño a una o a otra y no deseo casarme, ya se lo he dicho. De dinero, ni me hable, no vaya a enfadarme.

. - mira, haremos esto. Vienes el próximo fin de semana y disfrutas con ellas en sus habitaciones o donde queráis y luego eliges la que más te gusta. Yo estaré muy receptiva también esos días y siempre que quieras. Solo seremos las tres, nadie más, pues a la servidumbre les daré libre esos días.

. - Iré porque es una dama muy insistente, pero se lo digo desde ahora, no para casarme, lo más, para desfrutar un poco del fin de semana, disfrutaré con sus nietas y con usted, también.

. - es lo que quería oírte.

. - perfecto –dije sonriendo, le tomé la cara y besé aquellos labios tan sabios ellos. Todo ello mientras sobaba sus tetas y una mano después se iba hacia dentro de sus bragas. Allí la dejé el tiempo que estuvimos comiéndonos la boca y que no fue corto, precisamente-.

. - ¿nos mandaste llamar, abuela? -dijeron las hermanas ante la matriarca en su biblioteca de fina caoba-.

. - sí, hijas. Cerrad la puerta y venid a sentaros junto a mí. Os quiero hablar un momento -dijo ella, saliendo de su mesa y yéndose a un confortable sofá de tres cuerpos-.

Las hermanas se fueron y se sentaron cada una a un lado de su abuela, a la que querían como una madre, pues era quien las había criado.

. - hijas, hoy he conocido a un chicarrón que es un bellezón y de buena persona, no digamos.

. - pero abuela, ¿otra vez con lo mismo? -dijo Virginia sonriendo- yo ya he elegido con quien me voy a casar-.

. - mira que eres pesada abuela. Yo también me he enamorado ya. Lo malo es que no me hace ni caso, pero intentaré conquistarlo -dijo la más joven de las dos hermanas-.

. - chicas, todavía no lo conocéis. En cuanto lo veáis, os quedareis prendadas de él.

. - que no, abuela. Que no puede ser.

. - pero hija, si ni siquiera lo has podido encontrar.

. - abuela, me dio la vida y solo por eso, me casaré con él. No puedo dejarlo escapar. Veréis cuando lo conozcáis, es muy chistoso. Dice unos chistes malísimo, pero me gustó oírselo decir y tiene una mirada abuela, que te deja patidifusa y encima tiene buen corazón, ¿qué más puedo pedir? -dijo Virginia-.

. - el mío también es muy chistoso y solo por no querer nada conmigo, me ha ganado. Los demás iban a por tu dinero, abuela, pero éste, no.

. - hijas, éste es una copia del que habláis. Le dije que lo llenaría de dinero y se me enfadó.

. - abuela, ¿cómo conociste a ese chico?

. - ah, ¿no os lo he dicho?, hemos hecho el amor como dos locos.

. - pero abuela, ¿qué edad tiene ese chico?

. - tendrá la misma que tú, Belinda.

. - abuela, que podría ser tu nieto.

. - hija, yo también siento deseos como cualquiera de vosotras dos. Si me lo pidiera, le diría que sí a casarme con él.

. - ¿no lo dirás en serio, abuela? –dijo Virginia, asombrada-.

. - pues sí. La diferencia de edad no es óbice para querer a alguien. Sé que no me dirá que sí, pero me gustaría, qué coño.

. - abuela, ¿sabes quién es?, ¿cómo se llama y sus intenciones?

. - se llama Salvador, es bueno y divino en la cama. Es suficiente para mí.

. - ¿Salvador has dicho, abuela?, así se llama mi amor.

. - y el mío, abuela –dijo Belinda- dinos como es su fisonomía, abuela-.

. - bueno, pues es de tu altura y tiene esa cara de pillín que… -la abuela fue desgranando mis rasgos a sus atónicas nietas-.

. - ese es mi Salvador, abuela- dijo Virginia-.

. - y mi Salvador, también. ¿Cómo es posible?

. - oh, abuela, has dado con nuestro Salvador –dijo abrazándose a la abuela- ¿cuándo vendrá, abuela?

. - le invité para el fin de semana que viene, los cuatro solos. Le daré el fin de semana libre a la servidumbre.

. - oh, qué bien. Tengo que comprarme algo bonito –dijo Virginia-.

. - abuela –dijo Belinda- ¿vas a coger el sol en la piscina como siempre, en toples?

. - pues claro y hasta estoy pensando si lo tomo desnuda.

. - pero abuela, qué picarona te has vuelto.

. - tengo que competir con vosotras dos que sois más jóvenes y tengo que usar las armas que tengo.

. - pero abuela, no me irás a quitar a Salvador. Soy tu nieta.

. - y yo también, abuela. También me gustaría tenerlo a mi lado –dijo Belinda-.

. - no contáis con que yo lo conocí ya carnalmente y quiero seguir conociéndolo por mucho tiempo. Lo echamos a suerte o lo compartimos, pues no pienso apartarme.

. - ¿qué era eso de que nos querías ver casadas antes de dejarnos, abuela? -dijo Belinda-.

. - y lo sigo queriendo, hija. Pero Salvador es mucho Salvador para vosotras. Os buscaré otro.

. - de eso nada, abuela. Yo lo conocí primero –dijo Belinda-.

. - prefiero compartirlo con vosotras, que no tenerlo nunca junto a mí. A mí, difícilmente me elegirá, al ser la más joven y enfermiza –dijo Virginia-.

A aquel punto era el que quería llegar la abuela y por fin una de las dos lo sacó a relucir.

. - sí, antes dije yo de compartirlo y ninguna estaba por la labor. Ahora que soy yo quien lo quiere para mí…

. - porfa, abuela –dijo Virginia-.

. - ¿tú que dices, Belinda?

. - preferiría tenerlo para mi sola, abuela.

. - pero, ¿si no puede ser…? -insistió la abuela-.

. - si no puedo, lo compartiré –dijo ella de mala gana-.

. - bueno, porque sois mis nietas queridas, lo compartiremos. Dejaremos que elija él con quien quiere quedarse, si es que quiere hacerlo, porque me dijo que no quería casarse con nadie de momento.

. - abuela, hasta dónde podré llegar con Salvador –dijo toda roja, Virginia-.

. - aun eres virgen, ¿verdad, hija?

. - abuela, sabes que sí, te lo cuento todo.

. - pues deberías dejar de serlo. Si la cosa no cuaja con Salvador, al menos habrás perdido la virginidad con alguien que quieras. Intenta no quedar embarazada, pues no se debe atrapar a un hombre de esa manera tan ruin.

. - seguiré tu consejo, abuela.

. - ¿qué harás tú para atraparlo, Belinda?

. - ¿dices que le encanta la puerta trasera?

. - sí, como a todos los hombres.

. - pues eso. Será mío por ahí.

. - ¿ya lo has hecho por detrás, hermanita?

. - no, pero la abriré para Salvador –dijo ella, ruborizada al máximo-.

. - ¿cuánto duele, abuela?, a lo mejor yo también…

. - hija, esa entrada es bien dolorosa, al menos las primeras veces. Yo no la usé hasta que vuestro abuelo no murió, pues no le gustaba usarla. Miento, la usé con cierto amigo del abuelo en vida, pero esa es otra historia que no viene al caso en estos momentos –dijo sonriendo-.

La enana de Paloma me esperaba con una toalla tapándole su pequeño cuerpo, frente al televisor.

. - hola guapa.

. - hola guapo. ¿Tienes hambre?

. - no mucha.

. - ¿estás seguro? -dijo apartándose la toalla y enseñándome su desnudo cuerpo-.

. - Paloma, Palomita, pero qué bonita eres –dije acercándome a ella y sentándome a su lado-.

. - me falta un pecho –dijo ella, sin venir a cuento-.

. - ni me había dado cuenta, cariño –dije besando allí donde debía haber uno, ahora extirpado-.

. - ámame, Salvador. Ámame mucho.

. - lo haré, cariño –dije cogiéndola en brazos y llevándola a su habitación. Allí me desnudó y ambos despelotados, le di cariñosa polla por delante y por detrás. Ella se lo tragaba todo y a cualquier velocidad. Era como si me estuviera esperando toda la vida.

Julio nos encontró dándonos gusto. Con una sonrisa en la cara, se desnudó. Al verlo, sonreí y abriéndome de nalgas, esperé sus próximas embestidas con su descomunal polla.

Fue una entrada brutal, pero satisfactoria para mi culo y mi lívido.

El sexo con mis colegas de alquiler era diario y de lo más satisfactorio. De hecho, los tres dormíamos en la misma cama cada noche después de tener sexo por toda la casa. Sin duda, aquellos dos eran un bálsamo de paz y remanso donde poder disfrutar sin preocuparme de nada más que de disfrutar y estudiar cada día.

El fin de semana llegó y el auto también a recogerme. La pareja estaba avisada y antes de que saliera de la casa, me ofreció ella su chumino húmedo y él, su tremenda polla.

De Julio me tragué su leche y de Paloma, sus jugos. Con todo ello en mi estómago y después de lavarme la boca, partí hacia una casa que aún no sabía dónde estaba ubicada.

La casa era una señora casa en la zona más exclusiva de la ciudad, donde había grandes chalets a tutti frutti. El chófer me indicó la puerta en la que debía tocar. Luego se fue de allí.

Toqué el timbre y apareció la pequeñaja de la casa, Virginia.

(Parte 23 de 25)

FIN