A piñón fijo (22)
Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo, y la segunda, no me acuerdo. Woody Allen. Relato en 25 trozos.
A PIÑÓN FIJO
(22-25)
ESCRITA POR: SALVADOR MORALES
© Todos los derechos reservados
Lo metí todo allí.
. - ¿me podré lavar el pecho que protege el corsé? –me preguntó-.
. - no veo por qué no. Una vez duchada, con echarte de nuevo crema, listo. Lo de la rodilla será mejor no mojarlo, ¿no te parece?
. - sí, eso creo yo. Mira en ese cajón de la esquina. Busca un plástico y cinta aislante. Luego me proteges la venda para que no se me moje.
. - buena idea –busqué lo que me dijo y con ello y sin mirarle a la cara, me agaché y comencé a ponerle el protector al vendaje de la herida de la rodilla. No pude evitar mirar hacia su entrepierna y ver perfectamente la almeja. Joder, la jodida se iba a dar cuenta de mi empalme. Tragué saliva y acabé con la cinta- esto ya está.
. - quítame la protección.
Se giró un poco y le aflojé lo que le habían puesto para de inmediato, quedarse en mis manos. Lo puse sobre el lavabo. La gaza se la quité también y la tiré a la basura.
. - ayúdame a entrar en la mampara.
Así lo hice, aunque previamente, metí una banqueta de PVC que estaba en una esquina del baño. Luego, sí, la ayudé a entrar y sentarse.
. - bueno, te dejo para que te bañes sola. Avísame cuando termines.
. - quieto ahí parao . ¿Me vas a dejar sola?
. - ya estas desnuda y puedes bañarte tú misma.
. - anda, entra tú también y dúchate. No seas vergonzoso
. - será mejor que no. No estoy en mi mejor momento.
. - no jodas, Salvador. ¿Ahora con remilgos?, me has visto desnuda. Lo justo es la reciprocidad por tu parte.
. - yo que tú, no lo haría, forastera –dije muy serio-.
. - tú no, pero yo sí, anda, entra y déjate de coñas marineras.
. - tu misma. Pero no toques.
. - que sí, que no voy a tocarte.
Me desnudé y entré. Se me quedó mirando descaradamente el pito todo empalmado.
. - joder, Salvador. Cómo estás.
. - por eso no quería entrar, no te fuera a molestar.
. - ¿eso es por mí?
. - coño, que no soy de piedra, joder.
. - gracias por lo que me toca –dijo sonriendo-.
Me di la vuelta y le di el trasero. Cogí la manguera de la ducha y me eché agua encima. Luego me enjaboné todo el cuerpo. Ella seguía mirándome el trasero como extasiada. Cuando me di cuenta, le espeté.
. - ¿no te duchas?
. - ¿eh?, ah, sí, claro –dijo cogiendo la manguera y comenzó a ducharse ayudada de una esponja, todo ello sin dejar de mirarme el culo-.
. - ¿sabes que duermo desnuda?, ¿te molesta?
. - no, porque yo también lo hago así. Siempre me ha gustado dormir desnudo desde chico. A mamá casi le da algo la primera vez, pero acabó acostumbrándose –dije yo sin girarme. Una vez bien enjabonado, me quité la espuma con la manguera. Luego alargué la mano para coger la toalla y por la posición, casi le meto la polla en la boca. Una vez la tuve en mis manos, me sequé todo el cuerpo de nuevo de espaldas.
. - aaaaahhhhh –oí que gritó la chica. Me giré y estaba apoyada en un lado de la mampara. El dolor la atenazaba. La ayudé a enderezarse-.
. - ten cuidado, no hagas esfuerzos, Rafaela.
. - termina tú, por favor.
. - cómo quieras.
Le cogí la esponja y se la pasé por todo su cuerpo, sin olvidar ningún lugar, por escabroso que fuera. Eso sí, pasando rápido, sin detenerme mucho en ciertos lugares. Una vez usé la manguera, le quité la espuma y la sequé con una segunda toalla y de nuevo casi se zampa mi tranca cuando la cogía. Luego la ayudé a salir de allí.
. - te dejo para que hagas tus necesidades antes de irnos a la habitación.
. - gracias, te lo agradezco. Para eso, sí necesitaría un poco de intimidad.
. - eso está hecho. Voy poniendo las medicinas en la habitación para ponerte la crema y la compresa.
. - gracias.
Salí del baño mientras ella se sentaba en la taza del wáter. Yo cogí las vendas y la crema y lo llevé todo al dormitorio común, siempre desnudo. ¿Para qué vestirme, si de nuevo iba a sacarme la ropa?
El empalme no bajaba, por lo que me llegué a la cocina y me hice una paja del carajo. Rápida y contundente. Exploté en el fregadero, para luego exprimírmela hasta agotar la leche de mis huevos. Me la limpié con agua y esperé un rato.
Solo cuando oí que estaba en la habitación, me fui al baño y allí, me eché la meada de rigor. Respiré hondo y hasta que no bajó del todo, no salí hacia el dormitorio.
. - vaya, ya no la tienes empalmada.
. - le di órdenes expresas de quedarse quieta y de momento ha obedecido. No sé hasta cuándo. Así que vamos al tajo.
Con ella sentada en la cama, le quité primero la protección de la rodilla y después le di crema al golpe de la cintura. Poca, para no manchar la cama y a mí, que dormiría cerca de ella.
. - avísame si te hago daño –le dije mientras le aplicaba con mis dedos la crema al pecho lesionado. Aquellos pezones me tenían loco. Estaban a un palmo de mi boca. Respiré hondo. Luego le puse la gaza encima y le coloqué el protector, apretándolo un poco, pero sin pasarme. Aun así, se dolió, pero menos.
. - lo siento.
. - no te preocupes. Dijo que debía ser fuerte o no funcionaría la cosa.
Le aparté la manta y la sábana y la ayudé a meterse dentro de la cama. Llevé el plástico y la cinta a la basura en la cocina. Revisé puertas y luces y regresé al dormitorio. Apagué la luz y me metí por el lado contrario a donde ella estaba. Un primer contacto carnal hizo que me separara lo justo para no caerme de la cama.
. - tengo un poco de frío –dijo ella-.
. - pondré otra manta.
. - serás tonto. Si te pegas a mí, me calentaré mejor.
. - ya, pero mejor que no. Tú quédate en tu lado y yo en el mío. Así no te tocaré el pecho dolorido cuando duermas y no verás las estrellas sin ver el cielo.
. - confío en ti. Has cuidado muy bien de mí hasta ahora. Sigue haciéndolo, por favor.
. - mira que eres pesada, Rafaela. Vale, pégate a mí, pero no te pases –dije reculando y poniéndole el trasero. Ella se me pegó como una lapa. Su cara en mi espalda y abrazándome el pecho. Cogí aire y me dispuse a dormir.
Ella intentó bajar con su mano hacia mis partes, pero se lo impedí, cogiéndosela entre mis manos y así pude cerrar los ojos.
Ella se recolocó y también cerró los ojos, intentando solo apoyar en mi espalda el pecho bueno, pero el lesionado era más largo por la protección y al dolerse, volvía a separarse. Así hasta que lo dio por imposible y acabó durmiéndose, lo mismo que yo.
Desperté y vi que aparte de que ya era de día, una mano estaba agarrada de mi polla, la cual estaba toda empalmada. No se movía dicha mano. Me giré un poco y estaba dormida. Con cuidado le quité la mano de mi tranca y pude salir de la cama sin despertarla.
Una vez en el baño, me vestí. Cuando echaba una meada, apareció ella toda desnuda y con solo el vendaje del pecho lesionado.
. - perdona, creí que te habías ido –dijo reculando y saliendo del baño-.
Una vez terminé, tiré de la cisterna y salí. Estaba fuera, esperando. Entró una vez, libre el baño. Yo me senté esperándola. Cuando lo hizo un rato después, ya me había leído varias páginas de una revista del corazón.
. - tengo que irme. ¿Te pongo la crema?
. - sí, por favor. También necesito que me ayudes a vestirme.
. - eso está hecho.
Su desinhibición hacia mí, la verdad, me tenía alucinado. Se sentó el borde de la cama y se dejó hacer. Le volví a dar crema en el pecho y en la cintura. Luego ella eligió la ropa y la ayudé a ponérsela. Una vez toda vestida y lentamente, la llevé a la cocina.
. - ¿Qué quieres comer?
. - solo un vaso de leche. Eso es mi desayuno todos los días.
. - perfecto. Yo no suelo desayunar, a no ser un poco de agua de hierbaluisa, pero hoy no tengo ganas de nada.
Le puse el vaso de leche y esperé a que se lo terminara.
. - bueno, ahora sí que me voy, Rafaela.
. - ¿cuándo regresas?
. - por favor, cariño. No me marques las horas y nos llevaremos bien.
. - perdona, tienes razón. No soy tu madre.
. - no, no lo eres. El horario en la universidad lo marcaré yo y solo yo. No debes esperar que venga a una hora u otra, tú haz tu vida y yo la mía. Solo compartimos la cama, nada más, Rafaela.
. - ni eso.
. - tú ya me entiendes. No hagas que no desee regresar, por favor. Me caes bien.
. - bueno, ya es algo. Perdona si te he molestado.
. - no te preocupes, Rafaela. Las cosas hablando se entiende uno. De todas maneras, intentaré regresar antes de la noche, así que no me esperes como la haría una esposa despechada.
. - no lo haré, descuida. ¿Puedes, al menos, darme un beso de despedida?
. - claro, que sí, cariño. Sin problema –dije acercándome a ella y besándole los labios. Le di un suave beso y me separé, pero ella volvió a pegar sus labios contra los míos y darme otro con más consistencia, aunque robado, como se dice ahora.
. - Rafaela, Rafaela, eres de lo que no hay…
. - ¿me perdonas? –dijo ella poniendo esa cara…-.
. - claro, que sí –y le di yo otro beso de igual magnitud. Luego salí de allí con dirección a casa y a una follada a cuatro bandas, pues lo necesitaba al salir de allí, más que empalmado, empalmadísimo.
Después de habérmelo pasado de puta madre con mamá y mis dos hermanas hermafroditas, descansé un par de horas y cogí de nuevo el tren rumbo al aprendizaje universitario.
No me acordé pedirle una llave y tuve que tocar en la puerta. La cual me fue abierta por una mujerona de armas tomar, vivo retrato de Rafaela, pero a lo bestia. Grande de cojones y con pinta de tío como ella. Y no digamos de su exuberante delantera, que llegaba mucho antes que el resto de su cuerpo.
Me vio con un par de maletas en la mano y el portátil bajo el brazo y adivinó quien era.
. - hola, tú debes ser el nuevo compañero de mi niña Rafaela.
. - sí, señora. ¿Puedo pasar?
. - claro, hijo. Estás en tu casa –dijo haciéndose a un lado-.
Pasé y vi a Rafaela con otro chico parecido a ella. Todo un chicarrón con pinta de tío, para no variar. Al lado de donde estaban, había dos maletas pesadas.
. - hola Rafaela, ya estoy aquí.
. - me alegro, acércate, te presentaré a mamá y a mi hermano.
Dejé las maletas y el portátil en un sitio que no molestara y me acerqué a ella. Su madre se llegó ante nosotros.
. - mamá, él es Salvador. El chico del que te hablé. Salvador, éste es mi hermano Fabio.
. - tanto gusto a los dos.
. - ¿por qué no un achuchón, hombre? –dijo la madre abrasándome y besándome cada carrillo. Yo me dejé clavar sus pezones en mi pecho. Luego el chico esperó turno y también se me acercó y me dio sendos besos también en mis carrillos. Mi mano fue obviada. Sonreí y también le di un beso en cada carrillo- te damos las gracias por cuidar de Rafaela después de caerse dentro de la maldita alcantarilla. Siempre está pensando en las musarañas y por eso le pasa estas cosas.
. - mamá, por favor…
. - hijo, te un poco de paciencia con esta hija mía. Está un poco loca.
. - pero mamá…
. - sí, sí. Mucha mamá, pero te cuesta tener amigos y por una vez que te gustaba uno, va y tiene un accidente mortal. Hasta me gustaba como yerno. Una verdadera pena. Por suerte ya no estás tan triste por tu novio. ¿Es por Salvador, hija?
. - vale ya mamá, me estás avergonzando ante Salvador.
. - no te preocupes, Rafaela. Tu madre tiene derecho a preocuparse por su hija.
. - ¿lo ves, Rafaela? me entiende y como me entiende, comprenderá lo de Fabio.
. - mamá, ya te dije que no podía ser. No cabemos.
. - tú cállate, hija. Déjame hablar con Salvador.
La mujer me cogió de la mano y se sentó y me hizo sentar junto a ella.
. - hijo, quiero pedirte algo.
. - usted dirá, señora.
. - mamá, déjalo -insistía su hija-.
. - calla, hija. Salvador, nuestro Fabio también empieza este año aquí en la universidad y había pensado, ¿qué mejor que convivir con su hermana?, así se cuidarían el uno al otro, me dije. Aunque si tu siguieras ayudando a nuestra niña y también a nuestro Fabio que no es muy dado a defenderse –dijo ella mirando al chico, como si estuviera algo decepcionado de cómo le salió- pues te estaría muy agradecida como madre-.
Miré a Rafaela.
. - Rafaela es quien manda. Yo solo soy un inquilino, estoy aquí con su permiso. Que ella decida, por mí no habrá problema. Donde caben dos, caben tres.
. - pero Salvador, ¿qué dices?, ¿dónde lo metemos?, esto es una ratonera.
. - hermanita, yo me acomodo en cualquier sitio. Aquí en estos mismos sofás puedo dormir.
. - mierda, Fabio.
. - hija, esa lengua.
. - Salvador, ¿qué hago?
. - déjale que se quede. Es tu hermano y no parece mal chico.
. - ahí te han dado, hermanita. No seas mala.
. - vale, pero ésta me la pagas.
. - hija, no seas bruta. Bueno, gracias, Salvador, no esperaba menos de un chico que se ha portado tan bien con mi niña –según lo dijo me dio un besazo en todos los morros, esta vez, sin avisar-.
. - mamá, que lo vas a dejar seco.
. - me lo comería a besos si pudiera. Bueno, espero que cuando puedas, me lo traigas a casa, Rafaela. Quiero presumir de novio de mi hija.
. - mamá, para el carro. Que no somos nada.
. - ¿es verdad eso, hijo?
. - sí, señora. La pura verdad.
. - bueno, tiempo al tiempo. Ahora os dejo, que se me escapa el autobús.
Fue besando cada boca de los allí presentes, yo incluido, de nuevo, pero aun con más perseverancia si cabe. Aquella mujer era capaz de succionarme la vida. Luego se marchó.
. - vaya torbellino que es tu madre, Rafaela.
. - sí, cuando se propone algo, no deja de joder la marrana hasta conseguirlo.
. - hermanita, no te pases, que es mamá.
. - es verdad, Fabio, perdona. Bueno, ¿y ahora qué hacemos contigo, chico?, solo tenemos una cama.
. - ¿dormís juntos los dos? –se extrañó él-.
. - así es. Se está más calentito.
. - eso seguro.
. - podría dormir en nuestra cama. Eso del sofá está bien para un día o dos, pero no para todo un año.
. - pero ¿qué dices?, dormimos desnudos.
. - ¿desnudos?, bueno, yo también puedo dormir así.
. - ¿estás seguro, hermanito?
. - si tú puedes, yo también.
. - entonces todo está solucionado. Duerme con nosotros, pero antes de acostarte, dúchate -le dije-.
. - claro, soy un tipo limpio, ¿qué te creías?
. - me gusta las cosas claras y el chocolate espeso, Fabio. Nada de tonterías, si dices que haces algo, lo haces y me refiero a colaborar con la limpieza de esta ahora tu casa. Nos repartiremos las faenas, nada de dejarlo todo a tu hermana.
. - sin problema.
. - otra cosa, Fabio. Lo que se haga o deje de hacer aquí, se queda aquí. No vayas contando por ahí cosas que nadie le importa sino a nosotros. Los secretos, secretos son.
. - no soy un chivato.
. - Rafaela, ¿tienes alguna norma que poner sobre la mesa?
. - norma no, pero diré algo que quiero decir.
. - adelante, habla ahora o calla para siempre, joder, siempre lo he querido decir –dije riendo. Fabio también rio-.
. - no he olvidado a mi chico fallecido, pero me gustas un montón, por cómo eres y por lo que eres.
. - Rafaela, coño. ¿Qué te dije al respecto?
. - lo sé, pero es para que lo sepas.
. - Fabio, ¿algo que añadir antes de meterte mano?
. - ¿cómo dices?
. - ¿eres o no eres gay?
. - bueno, yo…
. - ¿lo eres o no?
. - sí, pero…
. - ni peros, ni gaitas. No soy gay, pero sí me gustan también los tíos, además de las tías, como tu hermana.
Ante mi declaración de intenciones, ambos hermanos estaban alucinando en colores. Ella, porque quería y yo no actuaba y él, porque no sabía que fuera tan fácil.
. - eres un cabrón, Salvador. Ayer solo empalmaste delante de mí, pero no me tocaste como quería. ¿De qué vas?, ¿no ves que yo quería?
. - hasta que no te des cuenta de que no puedes enamorarte de mí, entre tú y yo no habrá nada. Y lo mismo te digo a ti, Fabio.
. - pero yo no he dicho nada.
. - pues para que lo sepas antes de meterte en mi vida. Yo estoy dispuesto a ser vuestro amigo y amante, pero nada más y nada menos. Nada de enamoramientos, ni celos, ni leches. Una vez dicho lo cual, voy a hacer algo de comer. ¿Os gustan las lentejas?
Los dos hermanos asintieron.
. - ¿sabes cocinar, Fabio?
. - freír un huevo, ¿vale?
. - creo que no. Anda, vente a la cocina, te voy a enseñar, para que las hagas otro día.
Los hermanos se miraron y Fabio se alzó de hombros y me siguió a la cocina.
. - vamos a hacer el refrito primero. Coge una sartén, tamaño pequeño y echa un poco de aceite –dije cogiendo ajos y cebolla-.
Mientras pelaba los ajos y cortaba la cebolla, Fabio hizo lo que le dije.
. - prende el fuego.
Antes de prender el fuego se fue hacia mi cara y me dio un beso furtivo en mi cara.
. - ¿qué haces?
. - darte un beso.
. - y eso, ¿por qué?
. - creí que habías dicho que podía…
. - tú no has oído bien.
. - ¿no?, entonces no lo entiendo.
. - enciende el fuego, anda –luego me dirigí hacia Rafaela, que no perdía detalle- Rafaela, ¿qué fue lo que dije antes?
. - ¿sobre qué?, dijiste muchas cosas.
. - sobre que me gustaría ser vuestro amigo y amante también.
. - ah, sobre eso…
. - ¿y bien? –dije ante la mudez de la chica-.
. - que antes tendríamos que confirmarte que no nos enamoraríamos de ti, solo sería sexo. ¿Es eso?, ¿te refieres a eso?
. - ¿y bien, Fabio?
. - ¿tengo que decirlo antes de poder volver a besarte?
Me lo quedé mirando sin responderle.
. - ¿y si lo digo y después me enamoro de ti?
. - me parece que no vas a darme un beso en tu vida. Olvídame como amante, Fabio. No me gustan que me tomen el pelo de antemano –dije echando la cebolla y los ajos y luego un poco de pimiento rojo. Lo removí todo-.
. - ¿ya está?
. - te refieres a la comida o…
. - a lo otro, coño. ¿Aunque te lo diga, ya no podré ser tú…?
. - así es. Así que olvídate de esa parte. Amigos y para de contar. Saca un caldero donde echaremos las lentejas y ponlas al fuego.
. - que te den –dijo saliendo de la cocina y saliendo de la vivienda-.
Rafaela se llegó ante mí, que seguía cocinando.
. - has sido muy desconsiderado con mi hermano.
. - mejor ahora, que después. Échame una mano con las papas.
. - no puedo, estoy enferma –dijo y se fue al sofá toda enfurruñada-.
. - Rafaela, vuelve, por favor.
Ella negó con la cabeza. Puse el fuego al mínimo de los dos fogones y me fui hacia la chica.
. - Rafaela, no soy tu niñera, ni mucho menos tu esclavo. Sé que no puedes hacer esfuerzos, pero sentada y pelar unas papas, lo puedes hacer perfectamente.
. - cómo te dijo mi hermano, que te den.
. - ¿quieres que me vaya y te deje solo con tu hermano?
. - sí, mejor solos, que mal acompañados.
. - tu comportamiento no es nada razonable, recapacita o me iré.
. - sí, lárgate. Aquí no haces falta.
La miré a la cara y vi furia en sus ojos.
. - cómo quieras. Termino con el potaje de lentejas y me voy.
. - no hace falta que continúes con las putas lentejas, te puedes ir ya mismo.
. - yo lo que empiezo, lo acabo. Si digo que hago una cosa, la cumplo.
Me fui a la cocina y di potencia máxima a los fogones. Una vez el refrito hecho, lo eché en el caldero con agua y las lentejas. Añadí los condimentos necesarios, como sal, colorante, laurel, etc., y como añadido de la casa, cilantro, que le daba un sabor especial. Cuando lo creí oportuno, le añadí las papas.
Mientras dejé que las lentejas se hicieran, me senté en una de las sillas de la cocina. En eso me acordé de cierto teléfono que aún tenía en mi cartera de la pareja que alquilaba una habitación para ayudarle a pagar la casa donde vivían.
Cogí la cartera y allí estaba el número. Saqué el móvil y marqué.
. - hola, llamo por la habitación que dicen alquilar. ¿Aún está libre?
Al otro lado me dijeron que sí.
. - dejadme la dirección, por favor.
Busqué un boli y no lo encontré en la cocina, así que salí al salón, donde seguía Rafaela. Allí había un boli dentro de un bote con varios rotuladores más. Lo cogí y apunté en mi brazo la dirección.
. - vale, estoy ahí en media hora.
Me despedí y poniendo el boli en su sitio, regresé a la cocina. Me senté esperando que se hiciera la comida. Solo el crepitar del fuego se oía en aquella casa. Cuando probé por segunda vez las lentejas, les di el visto bueno y apagué el fuego.
Revisé todo y lavé lo que había que lavar. Luego me saqué el delantal y cogiendo las maletas y el portátil, salí por la puerta, cerrando tras de mí. Una puerta se cierra, otra se abre. Ley de vida.
La vivienda donde alquilaban una habitación distaba un tiro de piedra de la misma entrada de la universidad. Me extrañaba que no la hubieran alquilado ya, dada la escasez de lugares donde alojarse los alumnos. La respuesta la tuve ante mis ojos cuando me abrieron la puerta al tocar el timbre.
Tuve que bajar la vista para ver quien me abría la puerta. No era un niño, no. Era un enano.
. - hola, vengo a ver una habitación que alquiláis. Llamé hace media hora.
. - sí, pasa. Estás en tu casa.
. - gracias –dije poniendo las maletas a un lado de la puerta. El ordenador, sobre una mesilla-.
. - Paloma, sal, ha llegado el chico que quiere alquilar la habitación libre.
. - voy, Julio.
Del baño salió una muñeca con una toalla alrededor de su pequeño cuerpo. También era enana. Ahora sabía por qué no la alquilaban. Joder, la gente es gilipollas. ¿Qué tienen de diferente?, ¿la altura?, vaya idiotas.
. - hola, guapetón. Vente, te la enseñaré –dijo la hembra enana-.
Fui detrás de ella y el macho detrás de mí. La habitación era ideal, ni más, ni menos. Era amplia donde poder dormir y estudiar también, con su mesita a un lado y el ropero y dos mesas de noche. Era perfecta para mí. Jodidos idiotas, lo que se habían perdido.
. - me gusta.
. - ¿te gusta?
. - sí, me gusta.
La enana se quedó mirándome a mí y luego a su colega enano y luego de nuevo a mí.
. - ¿estás seguro?
. - ¿por qué?, ¿no queréis alquilarla?
. - sí, claro. ¿No te importa que seamos enanos, tus compañeros de piso?
. - ¿tendría que importarme?
. - no, pero a los cincuenta anteriores sí, no llegaron ni a ver la habitación.
. - pues a mí me gusta la habitación. ¿Cuánto es el alquiler que debo pagar?, eso sí me echaría atrás si es muy elevado, lo otro, no.
. - pues es bien barata. Son mil euros entre tres, 333 euros más o menos.
. - me gusta. Me la quedo.
. - perfecto. Me pagas a mi cada mes los 333 euros. Yo me encargo del casero. ¿Te va bien?
. - un momento. ¿Los 333 euros son para pagar el alquiler que empiezan el próximo día primero o para pagar el medio mes que aún falta por terminar éste?, no me salen las cuentas.
. - tiene razón, Paloma. ¿Por qué va a pagar un mes entero, si solo usará la mitad?
. - qué jodido, tienes razón. Error mío. Has de pagarme hoy la mitad de 333 y el primero de cada mes empiezas a pagar los 333. ¿Okey?
. - ahora sí. Okey. Me llamo Salvador. ¿Estudiáis vosotros también en la universidad?
. - no, nada de eso. Aquí, Julio, trabaja en los multicines del centro comercial franchute. Es el chico de las roscas y yo en una tienda de repuestos de autos, autos Santa Victoria, cerca de la iglesia.
. - perdonad, ¿pero os puedo preguntar la edad que tenéis ambos?
. - sin problema. Aquí, el menda tiene unos 30 tacos y yo solo 18 –dijo la chica-.
. - serás cabrona, Paloma. No le hagas caso. Solo tengo 27 y ella más que yo, 34 o 35.
. - serás mamón. La edad de una dama no se dice.
. - pues no haberme subido la mía.
Al rato, los dos enanos se echaron a reír. Yo, algo forzado al principio, también.
. - no hace falta que nos digas la tuya. Se te ve muy joven y lozano –dijo ella sonriendo-.
. - bueno, déjate de coñas marineras, Paloma. Dejemos que el chico se instale.
. - pero primero la pasta, que luego si te he visto, no me acuerdo –dijo ella poniendo su mano-.
. - anda, dale el dinero. Es una pesetera de cuidado esta Paloma.
Sonriendo, saqué la cartera y conté mentalmente la mitad de 333, 166.50. Aparté 170 euros y se los entregué. Por un par de euros de más, no me iba a morir de hambre.
. - muy bien, no tengo ni idea de cuánto es la mitad de 333, pero voy a confiar en ti, guapito de cara -cogió el dinero y se lo metió entre las tetas, bajo la toalla. Luego se dio la vuelta y se fue a su habitación, cerrando tras ella-.
. - no le hagas mucho caso. Es una buena chica.
. - no he dicho lo contrario –sonreí-.
Me instalé, me dieron una llave y salí a comer algo, pues las lentejas se quedaron dónde estaban, dentro del caldero.
Holgazaneando, dejé que pasara el fin de semana. Cuando se inició el curso, en realidad no empezó sino hasta el día siguiente, pues eran presentaciones de todo tipo, como siempre.
Cuando regresé a casa a eso de las 12 del mediodía no había ninguno de los enanos, pues la jornada laboral no habría terminado para ninguno de los dos. Me hice un par de huevos y me los comí con pan y un refresco que cogí de la nevera. Una vez satisfecha mi barriga, quería satisfacer mi mente y revisé la despensa. No estaba muy boyante, así que tomé nota de lo que faltaba, según mi parecer y me largué al hipermercado más cercano.
Con el carro a medio llenar, vi algo que no creí ver en mi puta vida. Había un ojo humano dentro de un bote de pepinillos. Como lo oyen. Aquello me puso los pelos del ojo del culo de punta.
Dejé el carro bien aparcado y me fui con el bote ante la que creí era una de tantas encargadas. La llevé a un aparte y a escondidas, le enseñé el bote con el ojo dentro. Joder, la chiquita dio tal esperrío al ver el ojo, que se me desmayó delante de mis narices. Unas se intentan suicidar y otras se desmayan ante mí. Joder, la suerte que tengo. Más empleados vinieron ante nosotros, socorriéndola.
. - ¿qué diablos le ha hecho a nuestra compañera? -me dijo quién debía ser su superior-.
Le enseñé el bote y casi se mea encima. Pidió a otros empleados que despertaran a la desmayada y la llevaran fuera de allí. Luego me pidió el bote y que lo acompañara.
Aquello hasta me parecía cómico. El bote era como un imán para cambiar las caras de la gente. Resumiendo, el encargado del establecimiento estaba en su oficina, una vez el que tenía el bote habló con el tipo y le enseñó el envase, me hizo entrar, haciéndome prometer que no diría nada del asunto del ojo o aquel establecimiento bajaría muchos enteros profesionales.
Dudé qué hacer, pues a alguien le faltaba un ojo, al menos. Así que les dije que antes llamaran a la policía y que luego, sí, no diría nada al respecto.
Así lo hicieron y después de esperar 20 minutos leyendo unas revistas, llegaron y se hicieron cargo del bote de pepinillos con ojo incluido. Luego de pedir mi nombre y razón social, me dejaron marchar.
El encargado del establecimiento, para congraciarse conmigo y que no soltara prenda del dichoso ojo, me regaló cuanto hubiera comprado.
. - aún estoy a medias –le dije-.
. - termine con su compra y pase por aquí una vez haya terminado. No se le cobrará la mercancía.
Le di las gracias y salí a por mi carro y el resto de cosas. En ese momento pensé que si yo fuera un cabrón redomado, como a veces soy, hubiese echado del carro las cosas que ya tenía dentro y lo cargaría de valiosos artículos, pero hasta para eso soy decente y con la lista que había hecho, terminé de hacer la compra. Pasé por donde me dijo y una vez el tipo le echó un vistazo por encima, me abrió la puerta de salida trasera cargado con bolsas de comida.
Una vez en casa, lo puse todo en la despensa. Luego me di una ducha y me acosté un rato. Estaba molido, pues pesaba la puta compra gratis.
. - oye, despierta. Despierta, tío –dijo el enano macho tirando de la sábana. Tanto tiró, que me dejó sin ella encima y claro, como duermo en pelotas…- la ostia puta –dijo el tío-.
. - ¿qué pasa, Julio? -dijo la enana entrando y viendo lo que veía el compañero de piso-.
. - la madre de Dios hermoso.
Cuando sentí algo de frío y aún con los ojos cerrados, intenté coger la sábana para taparme y al no poder encontrarla, abrí los ojos para buscarla, cuando vi que estaba desnudo ante dos mirones de excepción.
. - pero qué coño…
. - perdona, mea culpa –dijo Julio recogiendo la sábana del suelo y entregándomela-.
. - ¿os gusta lo que veis? -dije apartando la sábana de mi polla que cada vez se levantaba más-.
Por toda respuesta, los dos enanos salieron por patas de la habitación.
. - hay que joderse –me dije-.
Con la sábana alrededor de mis huevos y aledaños, salí a buscar una explicación a lo acontecido. Estaban ambos ante el televisor sin sonido.
. - ¿y bien?, ¿va a ser así todos los días? -dije poniéndome entre ellos y la televisión-.
. - disculpa, fue sin querer. No sabía que dormías desnudo y tiré de la sábana…
. - y ella, ¿qué disculpa tiene? -dije mirando a Paloma-.
. - yo entré cuando oí que decía una palabrota y creyendo que había pasado algo gordo, vi lo que vi.
. - ¿el qué?, ¿a un tío en pelotas?, ¿nunca habíais visto algo así? –dije sacándome la sábana de encima. Ahora sí que estaba bien empalmado. Los dos enanos no apartaban la vista de mi tranca, por otro lado, magnífica según mis amantes amantísimos- vedla bien, así no tendréis ganas de volver a entrar en mi habitación furtivamente a verla-.
. - ya te he dicho que no fue así. Vi la despensa llena y quise hablar contigo sobre ello y luego lo de la sábana…
. - ¿entonces no entraste a verme en pelotas?
. - no, de verdad.
. - por esta vez voy a creer en tu palabra. La próxima vez despiértame de otra manera.
. - lo haré, disculpa.
. - exactamente, ¿qué querías saber de la comida?
. - pues, ¿cómo había aparecido esa comida en la despensa?
. - la traje yo. Debo colaborar y por eso la traje –nada dije de que no me costó un céntimo, eso a ellos no les importaba, pues tendría que hablarles del ojo y no podía, había dado mi palabra-.
. - era solo eso. Se agradece el detalle. Dinos cuanto te costó y te pagaremos nuestra parte. ¿Verdad, Paloma?
. - así es –dijo ella, aun catatónica a verme el miembro viril en todo su apogeo-.
Me tapé y suavicé el discurso.
. - está bien. Creo que me he pasado un poco. Os pido perdón. Ya que están los dos aquí, quisiera que hablemos de las tareas a compartir, como limpieza, comida, etc. Quisiera saber las normas de la casa. Estoy dispuesto a colaborar en todo.
Cuando la cosa se relajó, me explicaron las normas y no vi nada a lo que objetar. Todo sería a tres partes y todos colaboraríamos en todo. Bien por los enanos. La primera semana de clases llegó a su fin. Era hora de comer algo y como dije que comería fuera a mis compañeros de piso, así lo haría.
Siendo viernes por la tarde, esperaba que el día fuera acorde con un fin de semana tranquilo y apacible, pero no. El tiempo barruntaba tormenta eléctrica según lo que había oído en la televisión la noche anterior y así debía ser, pues había un nuberío negro en el cielo, con algo de sol aún. Aun así, tenía hambre y me dirigí a un chiringuito que me habían dicho que se comía decentemente bien.
Al ver la fachada, dudé que fuera algo decente aquel lugar, pero fue traspasar el umbral de la puerta, cuando vi que, si estaba atestado de personas de todas las edades, por algo sería. Tuve que esperar un rato en el mostrador a que se quedara una mesa libre y cuando así fue, me ubicaron allí.
Olía a pescado y se me antojó pescado. Lo pedí y me trajeron un cacho sama bien grande que me iba a costar tragar y suponía yo, pagar. Aun así, un día es un día.
Mientras me comía la sama con papas fritas, pan y un refresco, una conversación agria en la mesa de al lado me distrajo y miré hacia allí. Una chica que estaba de espaldas a mí, discutía con el chico de enfrente.
. - ¿y ahora qué hacemos?, ¿me invitas y no tienes un duro?, ¿tú sabes la vergüenza que eso me produce?, no traje ni la cartera pensando que eras un caballero.
. - voy un momento al baño mientras pienso algo –dijo el aludido-.
El chico se levantó y se fue al baño o eso creía la chica y yo mismo, pues no puse más atención a la pareja y me dediqué a comer, que para eso había venido a este sitio.
No podía negar que el pescado estaba de puta madre y me entraba que desaparecía a ojos vista y yo que creía que no me lo comería todo.
Mientras, la chica se estaba impacientando por el no regreso del compañero de mesa. Cuando el tiempo excedía cantidad del recomendado para una meada y también para una cagada copiosa, la chica no sabía dónde meterse, mirando a todos lados. En eso se dio la vuelta y dio conmigo. Sopesó lo que iba a decir y lo dijo.
. - disculpa –dijo hablándome-.
Miré y sabiendo que era a mí, pues me miraba a la cara, le respondí.
. - tú dirás.
. - ¿me podrías hacer un favor?
. - que es…
. - ir al baño y mirar si le ha pasado algo a mi compañero de mesa. Hace rato que fue y no ha vuelto.
. - se habrá caído por la vasija. Sí, eso debe haber sido lo que le pasó -sonreí-.
La chica no estaba para oír chistes malos y no se rio.
. - por favor, ¿podrías ir?
. - sin problema.
Me levanté y me acerqué donde ponía el letrero de W.C. damas y caballeros. Una vez dentro, entré en el baño de caballeros. Había un señor echando una meada. Miré en los excusados y estaban vacíos. Allí no estaba el susodicho compañero de mesa.
Joder, qué cosas pasan. Éste le había dado plantón a la chica que previamente había invitado según la conversación oída. Regresé a mi mesa y ante su mirada, negué.
. - allí no está.
. - ¿no hay ningún chico en el baño?
. - no, señorita. Solo estaba aquel caballero que sale ahora.
. - ella miró y no, no era su compañero de mesa.
. - será cabrón el tío…
. - le ha dado plantón su amigo –dije, más que otra cosa, afirmando y no preguntando-.
. - la madre que lo parió –dijo bajito, pero que llegó a mis oídos-.
Continué con mi almuerzo y ya no quedaba apenas cola, que me estaba bebiendo ya. A la chica se la estaban comiendo los nervios y no sabía cómo salir de este atolladero. Iba a quedar como lo que no era. Coño, si hasta era rica en dinero, por su abuela, claro. Tragó saliva hasta atragantarse y toser violentamente.
Cuando se serenó, volvió a mirar alrededor y luego detrás suyo, o sea, a mí. Cogió aire y se levantó, sentándose a mi derecha en mi mesa. Levanté la vista hacia ella mientras daba cuenta del último trozo de pescado.
. - ¿podrías hacerme otro favor, por favor?
. - ¿otro favor?, estos son muchos favores.
. - necesito que me hagas un último favor.
Me limpié la boca con la servilleta de papel y aparté el plato.
. - dispara.
. - podrías pagarme la cuenta de mi mesa.
Sonreí.
. - ¿tengo cara de un tío al que le sale el dinero por las orejas?, tu ropa vale más que mi ajuar completo.
. - es que fui invitada a comer y no traje la cartera. Ya has visto, me ha dejado sola y sin pagar la comida.
. - ¿de dónde sacas a tus amistades para que te hagan estas faenas?, y otra cosa, ¿por qué me lo pides a mí, si esto está lleno a rebosar?
. - creí que ayudarías a una dama en apuros.
. - eso es mucho suponer, ¿no te parece? ¿qué gano yo con ello?
. - ¿ganar?, ¿qué quieres decir con ganar con ello?
. - algo tendré que ganar si te voy a hacer ese favor.
. - creí que eras un caballero. Yo sí soy una dama y no hago ciertas cosas.
. - ¿cómo qué?
. - yo no me rebajo por un plato de lentejas.
Miré su mesa y no eran lentejas lo que había comido.
. - esos platos no contenían lentejas.
. - bueno, ya me entiendes. Realmente, son dos de solomillo.
. - joder y encima solomillo. Bueno, entonces, ¿qué me das?
. - ¿qué coño quieres?, mi cuerpo no está en venta.
. - eso sería algo desproporcionado, yo había pensado en algo más simple. Saber tu nombre.
. - ¿solo pides eso?, ¿mi nombre?
. - sí me das tu apellido, ya sería el colmo de la felicidad.
. - joder, creí que me pedías que me acostara contigo por pagarme la comida. Disculpa. Me llamo Belinda Masera.
. - Belinda, precioso nombre, te hace justicia. Sin embargo, el apellido no acabo de ubicarlo.
. - soy catalana.
. - coño, catalana, con las ganas que les tengo yo a los catalanes, pero tranquila, a las catalanas no, ellas si me caen muy bien.
. - vaya, pues gracias por la parte que me toca. Entonces, ¿me pagas la comida?
. - sí, te la pagaré.
. - gracias. Si me das tu dirección, haré que te entreguen el dinero.
. - cómo supuse, eres rica, sin dinero encima.
. - hoy al menos, así es. Confié en ese cafre y no traje ni la cartera.
. - no hace falta que me lo devuelvas. Es mi día de la caridad, pero no te acostumbres, no soy rico como tú.
. - no me gusta deber nada y la próxima vez que nos veamos, te lo devolveré. Gracias, de nuevo. Tengo que irme, si pudieras hacer efectivo el pago antes de irme, estaría más…
. - te entiendo. Sí, será lo mejor.
Llamé al camarero.
(Parte 22 de 25)
FIN