A piñón fijo (21)

“Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo, y la segunda, no me acuerdo.” Woody Allen. Relato en 25 trozos.

A PIÑÓN FIJO

(21-25)

ESCRITA POR:  SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

Marchamos los tres hablando por los codos hasta llegar a su casa. Una vez dentro del apartamento del profesor, nos sentamos en uno de los sofás mientras el tío iba a por los zumos.

. - ¿te interesa tener al profesor entre tus amantes? –le dije bajito-.

. - ¿es maricón también?

. - sí, le va la marcha.

. - ¿cómo lo sabes?

. - porque ya he estado aquí y lo he pasado de puta madre.

. - no jodas.

. - bueno, ¿te interesa que te rompa el culo o no?

. - ¿es limpio? ¿no me irá a pegar nada?

. - lo es. Solo folla con un amigo y conmigo, bueno, que yo sepa –de eso no estaba seguro-.

. - bueno, por mi todo lo que sea dar por culo y que me den, me apunto.

. - de acuerdo. Quédate aquí, voy a hablar con él.

Me levanté y me acerqué a la cocina. Allí el hombre estaba exprimiendo naranjas. Le sobé el culo y le morreé la boca.

. - cuidado, que nos puede ver.

. - no te preocupes. Es de la acera de enfrente también. ¿Te gustaría follártelo?

. - joder, claro que me gustaría. ¿Has visto el cuerpazo que se gasta?, seguro que no sale de los gimnasios. Debe tenerla tremenda. ¿Lo puedes convencer?

. - sin problemas.

. - ¿es limpio? ¿no me pegará nada?

. - no te preocupes. Ya me lo he follado varias veces y es muy limpio. Mira lo que vamos a hacer, cuando…

Me llegué junto a Sergio y le conté la otra parte de lo que iba a hacer Alfonso. Sonrió y asintió. Esperamos y cuando llegó con la bandeja de zumos de naranja, hizo como que se tropezaba en la alfombra y nos echó el zumo encima de los pantalones.

. - oh, Dios mío. Lo que he hecho…

Resumiendo, para no aburrir al lector, los tres pasamos al baño y el profesor, muy solícito, nos ayudó a desvestirnos para luego lavar y poner a secar en la secadora nuestras prendas, pero entre medias, se sacó la ropa también y allí mismo, en el baño, nos dimos polla a tres bandas, donde el profesor usó nuestros culos de diana, acertando de lleno con su sabrosa polla.

Sergio estaba entusiasmado con el regalo del profesor. Al final, decidimos quedarnos un poco más y así completar el ciclo mariconil dándole polla por el culo al maestro folla-chicos.

Más contento que unas castañuelas, salió Sergio del baño y con una toalla, lo llevamos el profe y yo, al saloncito.

. - ¿tu madre sigue donde siempre?

. - sí, ¿qué remedio?

. - ¿me haces el favor de cuidar de nuestro amigo Sergio mientras le hago una visita?

. - se alegrará de volverte a ver. Creía que te habías olvidado de ella.

. - aunque no lo creas, aún tengo un poco de amnesia por el golpe, pero me acabo de acordar que tu madre y yo éramos buenos amigos. Os dejo. Sergio, no te vayas –le dije guiñándole un ojo. Allí los dejé a los dos. Antes de desaparecer por la puerta de la habitación de la madre, ya ambos se estaban besando, mientras el profe le metía mano bajo la toalla. Un nuevo round sexual iba a dar comienzo entre ellos dos-.

. - ¿se puede? –dije asomando la nariz en la habitación. La madre del profesor estaba viendo la televisión desde su cama-.

. - Dios bendito, vuelvo a verte por aquí.

. - ¿le dijo su hijo que me había accidentado?, vea la venda que llevo en la cabeza.

. - pobrecito mío. ¿Cómo podría yo cuidar de mi niño? –dijo ella apartando la manta de encima. Su exiguo camisón fue levantado por ella también. Solo tenía debajo su desnudo cuerpo y un pañal XXL. Su sonrisa era toda una invitación que no pude desatender. Ya antes de llegar a la cama, la toalla había quedado por el suelo-.

Lo primero fue comerme su boca, para de inmediato, sacarle el pañal. Sí, estaba orinado y lo puse lejos de nosotros.

Miré y encontré un paquete de limpia culos de bebés húmedos, le pasé un par de ellos por su chumino y me olvidé de todo, menos de darle placer a aquella mujer anciana que si no recordaba mal, me lo consentía todo. Y de todo le hice, pasando por un lengüeteado general, comida de chumino y dejando para el final una penetración medio decente, pues la última descarga aún estaba reciente. Aun así, cuando salí de su habitación, la anciana quedó medianamente satisfecha de este hijo pródigo que había vuelto a casa o más bien, a su cama y, por ende, a su viejo y arrugado cuerpo que disfruté hasta vaciarme por completo. Prometí nuevas visitas, no sin antes pasarle la lengua una última vez por todo su húmedo cuerpo, para salir y dejarla allí en estado catatónico sexual. Por supuesto, no me olvidé de llevarle al baño el pañal usado y meterlo en la papelera, que una cosa no quita la otra. La dejé con un nuevo pañal, que, aunque nunca había puesto uno, con sus indicaciones y de que no soy tonto, le puse otro nuevo. Después una comida de pezones y de boca y la dejé allí hasta la próxima vez en que la pondría fina con mi pollita sin descargar previamente en su hijo.

Allí mismo, en el baño, me adecenté la polla con el agua del lavabo. Una vez salí y vi que aquellos dos se estaban enculando apropiadamente de nuevo, busqué y encontré la ropa ya limpia y seca. Me la puse y cogí la de Sergio y me fui hacia ellos.

Una vez terminados, le di una somera mamada de polla a Sergio para dejársela limpita, pues chorreaba que era un gusto mamársela. También otra mamada limpiadora al profe. Luego y entre, éste último y yo, vestimos al lisiado.

Aún desnudo el profesor, nos despedimos de él, prometiendo Sergio volver a visitarlo cuando las circunstancias fueran mejores y no tuviera la escayola de sus brazos. Al profesor este nuevo fichaje de su culo le entusiasmó tanto, que casi tengo que arrancarle a Sergio de su boca, pues eran dos lapas sexuales los tíos.

Llegamos justo a tiempo del almuerzo, entre sonrisas por parte de ambos, pero, sobre todo, de Sergio.

Así fue como, a una hora prefijada con el profesor, sacaba de paseo a Sergio, marchábamos a su casa y lo pasábamos en grande dándonos polla. Su madre pronto pasó a ser parte del pack sexual, donde introduje a un más que receptivo Sergio para que disfrutara e hiciera disfrutar a la anciana madre del profesor folla-chicos. Sin duda, la recuperación de mi memoria se aceleraba cada vez más, acordándome hasta de cierta putada de una madre más que putativa, la mía.

Regresé a las clases diez días después. Sergio continuaba en casa, pues la hermana de su madre empeoraba por momentos. Esta vez era Sergio que quería seguir en compañía de mi polla. A las hermanas no las dejé acercarse, que una cosa es una cosa y dos, son dos. No metas en casa a alguien que luego no podrás sacar ni a patadas.

A las dos semanas justas fui con mamá al hospital acompañando a Sergio para quitarle la escayola. No iba a quedar como nuevo, porque se iba a convertir en el hombre del tiempo, pero al menos, no perdió la movilidad de los brazos y manos, gracias a Dios.

Sergio y yo celebramos se excarcelación de la escayola con una follada a lo grande con el profesor y su madre.

Pasado unos días y con mi cabeza ya recuperada totalmente, nos enteramos de que la tía de Sergio había palmado. Sergio fue a su entierro, solo viéndonos de vez en cuando cada vez que coincidíamos en casa del profe maricón folla-chicos, pues se hicieron más que íntimos, amantes perpetuos. Por supuesto, a la madre seguíamos dándole polla a destajo. Así, hasta que también murió, contenta, pero murió la pobre mujer. La iba a echar de menos, pues la mamaba aún mejor que mi propia madre y que ya es decir. Eso sí, todo se hacía en secreto, que eso de salir del armario del profesor y de Sergio, no tocaba ni loco. A mí, ni fú, ni fá. Aunque tampoco voy pregonando por ahí que me van las pollas y los coños, yo a lo mío, a piñón fijo, con lo que cae en mis manos, o sea, en mi polla.

Sin Sergio diariamente a mi lado por acabar el contrato verbal de cuidarlo hasta su restablecimiento, que ya lo estaba, mi vida volvía a dar un giro Copérnico al terminar el curso y entrar en la universidad. Allí sí que había carne fresca y en cantidades tales que, hasta yo, que estaba siempre apiñón fijo, tendría que apartar las buenas piezas follables, de las que no, que de todo hay en la viña del señor, como aquella cacho tía de casi dos metros, cara cuadrada y con unos pechos que te sacaban un ojo si te despistabas un poco y que un día cayó ante mis narices. Literalmente, cayó ante mí, lo juro. Se había intentado suicidar desde lo alto de las viviendas de los alumnos, pero con tan mala suerte, que revotó en un par de gruesas ramas, finalizando ante mis pies como he dicho. Si me cae encima, me desloma.

Iba a reunirme con un par de chicos que tenían un cuarto libre para alquilar y así ayudarles a pagar el alquiler global de la vivienda. Estaba fuera de la universidad y me hubiese gustado que estuviera dentro, pero la cosa no era fácil, pues casi todo estaba ocupado. Así que antes de ir y ver lo que me ofrecían aquellos dos, había estado echando un vistazo por las instalaciones y recopilando información de horarios y localizaciones de aulas, etc. Así fue como la suicida en cuestión, aterrizó ante mí.

La chica, toda espatarrada, se dolía, como no podía ser de otra manera.

Lo primero que hice fue agacharme a echarle una mano y ver si se había roto algo, que me extrañaría si así no hubiese sido. Por toda aquella zona no había un alma, pues la noche se estaba echando encima y todo el mundo estaba en la zona contraria por donde se había tirado la infortunada, porque se había tirado, digo yo, porque si no, ¿qué carajo hacía una tía en una azotea a aquellas horas?

. - déjame ayudarte, chica –le dije cogiéndole de un brazo-.

. - aaahhh…, no me toques, coño. Me duele… –gritó ella-.

. - lo siento. ¿Te puedes levantar?

. - creo que no.

. - llamaré una ambulancia y te llevarán a un puesto de socorro.

. - no, por favor. No necesito ambulancias, solo ayúdame a levantarme, solo eso.

. - pero si…

. - por favor…, nada de ambulancias.

. - cómo quieras.

De nuevo intenté ayudarla a levantarse. Esta vez de diferente manera. Le puse un brazo en la espalda y otro en el brazo contrario al primero con qué intenté ayudarla. Despacio logró ponerse de pie. Renqueaba y hasta tenía una brecha en una rodilla. La llevé hasta un banco cercano, pues la noche se nos echaba encima a paso rápido. La luz allí no se encendía aun, vaya suerte la mía. Sin duda para ahorrar unos euros extra.

. - voy a coger mi pañuelo y limpiarte la sangre que mana de tu rodilla –le dije sin esperar respuesta-.

La chica tenía el corazón acelerado y respiraba malamente. Lo entendía, se había dado un batacazo del copón. Mientras le taponaba la herida, y pese a la oscuridad reinante, ella se cerró de piernas al tenerme delante de ella, no fuera a verle algo que no quería enseñar. Vaya estupidez, si intentó matarse, como yo creía, le iba enseñar al forense de turno más de lo que ella hubiera querido.

Se ponía la mano derecha en su pecho izquierdo, como si le doliera un rato. Se lo pregunté, era lo lógico.

. - ¿te duele el pecho?

. - sí, una rama casi me lo arranca de cuajo y me duele un montón.

. - yo que tú iba a urgencias, puedes tener algo roto y cogido a tiempo…

. - no, déjate de médicos.

. - ¿por qué te tiraste de esa azotea?

. - yo no me tiré, ¿quién te ha dicho eso?

No fue sino terminar la frase, que se puso a llorar a bajo volumen.

. - no llores, mujer. Seguro que tiene solución lo que te pase.

Dejó de llorar y miró a todos lados.

. - ¿me puedes ayudar a llegar a mi habitación, por favor?

. - claro, mujer. Apóyate en mí.

Íbamos despacio, pero seguro, como si dijéramos. Aunque yo no era bajo, me ganaba en altura por cinco dedos al menos. Era ancha de hombros, vamos, como un tío, pero con tetas.

Mientras caminábamos hacia su habitación y que ella me iba guiando, le pregunté por su nombre, qué menos.

. - ¿cómo te llamas?

. - Rafaela, y ¿tú?

. - Salvador. ¿Por qué de ese salto al vacío, chica?, y no me mientas.

. - no es asunto tuyo. Te agradezco que me ayudes a llegar a mi cuarto, pero no es asunto tuyo.

. - tú misma.

Llegamos al cuarto de las narices, entrando por la puerta de servicio. Aunque me encontré con algunos estudiantes, no pusieron ninguna atención en nosotros. Así de apegados estaban aquellos estudiantes zombies.

Le cogí la llave y abrí la puerta. Una vez dentro, cerré con mi pierna derecha y la llevé al sofá más cercano. Allí la dejé lentamente.

. - ¿dónde está el botiquín?

. - ¿botiquín?, no tengo botiquín.

. - coño, para estos casos, ¿qué tienes?

. - ¿una tirita? –dijo ella poniendo esa cara de inocente que todos ponemos a veces-.

. - ¿tienes ganas aún de cachondearte de mí?

. - es que no tengo botiquín, solo tiritas en ese cajón de la entrada.

Miré hacia allí y ni me molesté en buscarlas.

. - joder, tía. ¿No será mejor que vayas a un médico?, seguro que tienes unos moretones del carajo.

. - con descanso se me quitarán.

. - bonita filosofía la tuya, reposo. ¿Esa es tu solución?, ni que tuvieras una borrachera que se quita con dormir la mona. Mira, haremos lo siguiente. Me doy la vuelta y te miras el cuerpo y si no tienes nada, que no lo creo, pues tu misma me dijiste que te dolía un carajo un pecho, me largo con viento fresco y te dejo dormir como has dicho. Si no es así, me paso por una farmacia y te traigo algo para los dolores y los moretones, además de esa fea herida de la rodilla. ¿Estamos?

. - vale, pero date la vuelta.

. - eso ya lo dije yo antes. Creo que también tienes algo jodido en la mollera.

Me di la vuelta allí mismo, delante ella. Hasta que no estuvo segura de que no me daría la vuelta para verla en bragas y sostén, no se bajó los pantalones y se subió la camiseta. Un dolor agudo tuvo al tocarse el pecho.

. - no te des la vuelta –dijo ella antes de que lo hiciera- me duele el pecho y lo tengo amoratado. Lo mismo en un muslo. Espera un momento-.

Volvió a subirse los pantalones y bajarse la camiseta. Luego me avisó.

. - ya puedes darte la vuelta.

. - ¿y bien?

. - tienes razón, necesito alguna pomada y unos calmantes. Me duele cantidad.

. - vale, ¿te puedo dejar sola?, voy a una farmacia cercana. Por cierto, ¿dónde hay una?

. - según se sale de la universidad, la primera calle, a la derecha.

. - ¿te puedo dejar sola?, repito.

. - sí, puedes.

. - ¿dónde está tu compañera de cuarto?, podría vigilarte mientras tanto.

Por respuesta, se echó a llorar.

. - vaya, mala pregunta. Ya me la responderás si te da la gana. Ahora te dejo. Estaré fuera lo que tarde en ir y venir. No te duermas, eh. Eso dicen los enfermeros cuando alguien está en la camilla de camino al hospital, que viene siendo lo mismo que lo tuyo, creo –intenté sonreír, pero ni yo llegué a sonreír, ni ella tenía ganas de hacerlo- me llevo la llave para que no te molestes en moverte –y me di la vuelta, saliendo de allí-.

A paso largo, salí de la universidad. Cogí a la derecha la primera y una mierda pinchada en un palo. Allí no había farmacia alguna. Así que pregunté en un bar cercano.

. - hace meses la trasladaron cerca del centro de salud.

. - ¿hay alguna otra más cercana?

. - sí, baja tres calles, hacia la derecha la verás. Es pequeña, pero tendrá de todo, supongo.

. - gracias -le dije al joven camarero, un mocoso pecoso que sonreía al verme empalmado. Me miré y yo también sonreí, guiñándole un ojo. Luego salí en busca de la farmacia de los cojones-.

No estaba a tres calles, sino a cuatro según me dijo otro ciudadano. Bueno, por una calle más, no iba a darle de ostias al pecoso. Una vez dentro, tuve que aguardar mi turno, ¿cómo no?

Cuando me tocó, compré un pequeño botiquín con sus cosas, más una pomada para los moretones de golpes y unos calmantes. Con ello salí zumbando hacia la universidad.

Ya antes de meter la llave, oí que dentro, la chica se quejaba. Al abrir, la encontré en el suelo retorciéndose. Se me pusieron los pelos de punta. Aquella tía tenía algo más grave que unos moretones y es que la caída se las traía.

. - por el amor de Dios, ¿tanto te duele?

. - algo me oprime el pecho y no puedo respirar.

. - mierda. Vamos a urgencias, coño. Debes tener alguna costilla rota. Ayúdame a levantarte, nos vamos de aquí.

No dejé que volviera a convencerme y la saqué de la misma manera que la metí en su habitación, lentamente.

Nos llegamos a la entrada y junto a la puerta, una parada de taxistas fue mi objetivo. Ayudé a meterla en el auto y le dije al taxista que saliera disparado a urgencias.

Cinco minutos tardamos en llegar. Pagué y entré a la chica. La coloqué junto a una camilla y fui con sus papeles a la recepcionista de admisiones y le expliqué que la chica se había caído por una alcantarilla sin tapa y se dolía del pecho. Rellenó los datos de Rafaela y de inmediato puso en marcha el protocolo. Bueno, no tanto, pues me dio tiempo de ir con Rafaela y decirle lo de la caída en la alcantarilla para que coincidieran ambas respuestas a las preguntas que sin duda le harían. Ella asintió, con dolor, pero asintió.

Tuve que volver a la misma recepcionista para que agilizaran la cosa, pues no podía respirar, coño. Solo así llamó a un compañero que la cogió y la puso en la misma camilla y le metió para dentro.

Pasaron escasos minutos y sonó el altavoz.

. - familiares de Rafaela Alvarado, sírvase acompañar a la señorita Rafaela –era lo que decían por los altavoces internos-.

Como si viera llover, pues no sabía que esa Rafaela, era la misma Rafaela que había traído, pues ni me había dado por mirar su apellido en su carnet, dado mi nerviosismo y es que no todos los días traigo a alguien con huesos rotos a urgencias.

. - por favor, la persona que vino con la señorita Rafaela Alvarado, aquejada de dolores en su pecho, sírvase acompañarla, por favor.

Esa vez sí me di por aludido y me levanté como un resorte. Nervioso, salí de la sala de espera y traspasé la puerta de vaivén, llegando a un pasillo con diversos cuartos de curas. Una enfermera me dijo con el dedo que era allí donde estaba la susodicha Rafaela.

Una vez dentro, la misma enfermera me guio tras un biombo. Allí estaba sentada en la camilla Rafaela, que había vuelto a llorar, sin duda, por el dolor del pecho.

. - acompañe a la señorita Rafaela con este papel a Rayos X a que le hagan las placas que ha marcado ahí la doctora. Luego vuelven y lo entregan en este mismo cuarto. ¿Saben dónde está Rayos X?

Negué con la cabeza. Ella me lo indicó y cogiendo a Rafaela, caminamos despacio hacia allí. De nuevo, esperar turno. Primero a que saliera la enfermera para darle el papel y luego a esperar a que te tocara el turno y, por último, otra espera para que te devolvieran las placas ya realizadas.

Con las putas placas de los cojones en nuestro poder, que, por otro lado, ya la podían haber llevado ellos en camilla a hacerlas, de nuevo hicimos el peregrinaje hacia la consulta primera. Allí no había nadie, por supuesto.

Dejé a Rafaela apoyada en la camilla de antes y busqué a una enfermera. Allí todo el mundo estaba ocupado y para que me atendieran, tuve que estar pendiente de que alguna enfermera o facultativo, estuviera libre y asediarle con las putas placas por delante. Al final di con uno libre y muy amablemente, me dijo que regresara con la paciente, Rafaela, que enseguida venía la médica que había pedido las placas.

Así que ahora estaba con Rafaela junto a ella y junto a la camilla.

. - tranquila, respira despacio.

. - gracias por lo de la alcantarilla.

. - ¿qué menos? –dije sacando una de las dos placas y mirándolas a contraluz. No vi una mierda-.

. - ¿las entiendes?

. - ni papa, pero si tienes algo roto, digo yo que se verá algo, pero no veo nada –dije enseñándosela. Ella no dijo nada, pues tampoco estaba para mirar radiografías-.

Le eché el brazo por los hombros y la sostuve allí, más que otra cosa para que no tuviera que estar haciendo malabarismos para mantenerse de pie, que bien podía estar tendida en la camilla.

Ella no parecía molestarse y le guiñé un ojo. Al final un atisbo de sonrisa se dibujó, pero era mínima, pues el dolor no la dejaba expresar su alegría momentánea. En eso llegó una doctora de las que vi atendiendo en uno de los cuartos aledaños.

. - ¿eres el acompañante de la paciente? –dijo como si me contara que iba a llover-.

. - sí, señora.

Le entregué el sobre con las placas y las sacó. Puso una al lado de la otra en el visor iluminado de radiografías y le echó un vistazo. Luego se sentó en su mesa y marcó unos números en el teléfono.

. - ¿puedes venir un segundo, Fernando? –le dijo al que le cogió el teléfono. Fue colgar y apareció un médico embatado- ¿le puedes echar un vistazo, por favor?

El nuevo ni nos saludó. Les echó un vistazo a las placas y asintió.

. - tiene la tercera costilla con fisura. Un fuerte vendaje y listo.

. - gracias, te debo una.

Sonrió a la doctora y salió de allí.

. - bueno, ya han oído al doctor Fernando. Está especializado en la columna. En cuestión de placas y huesos, es un lince. Te haremos un vendaje compresivo en el pecho derecho. Dentro de una semana vuelves para revisarte con otra placa si ha soldado el hueso fisurado. Lo del costado y la rodilla, va con poca cosa. Una pomada y una cura rápida. Os daré una receta para que compréis una pomada y unos analgésicos para el dolor.

. - ¿doctora, le vale algo de esto que compré en una farmacia? –dije sacando de mi bolsillo la factura de lo que había comprado anteriormente-.

Ella leyó la factura y sonrió.

. - sí, estos medicamentos valdrán perfectamente. Así me ahorro la receta –dijo sonriendo y guardándose el talonario- siéntate en la camilla, llamaré a una enfermera para que te hagan las pertinentes curas-.

Ayudé a Rafaela a sentarse como había dicho la enfermera. Al poco llegó una rechoncha enfermera de grandes mamas y sonriente cara.

. - bueno, veamos esa cura. ¿Puedes salir un momento, joven?

. - sí, claro.

. - ¿puede quedarse?, me siento más tranquila si está a mi lado.

Miré a la enfermera en espera de su opinión al respecto.

. - cómo quieras. ¿Puedes sacarle la camiseta y los pantalones? –me dijo la gordita tetuda también sonriendo-.

. - claro.

Rafaela tragó saliva. Se había olvidado de que no solo era curarle la rodilla y la cintura, pero ya no podía volverse a echar atrás o quedaría como una mojigata.

Le guiñé un ojo mientras le sacaba por encima la camiseta, para después sacarle los pantalones, quedando en braguitas bien escasas y de un par de sujeta-tetas de buenas dimensiones, acorde con lo que protegía. Desde más allá de biombo se oyó la voz de la enfermera.

. - también quitale el sostén. Vengo enseguida, tengo que ir a buscar una cosa aquí al lado.

Ella tragó más saliva y yo contento, qué coño.  Le desenganché el sostén y pude ver en primer lugar un par de buenas razones para hacerla mi mamá, pues tenía unas tetas de campeonato. Ella no sabía dónde poner la vista, así que la puso hacia el suelo. Le levanté la cara y sonreí.

. - no te dé vergüenza. Son bien bonitas –le dije guiñándole de nuevo un ojo, para mirarle, ahora sí, el moratón a un lado de su pecho izquierdo. Era bien feo, sí señor.

Allí estaba yo delante de una chica con los pechos desnudos y sin poder hacer gran cosa que esperar a la enfermera, la cual estaba tardando.

. - ¿tienes frío?

. - un poco.

. - Eso lo solucione yo enseguida. -Me quité la chaqueta que llevaba puesta y se la puse por encima, tapándole los pechos de paso-.

. - gracias.

. - Ya estoy aquí, chicos. Vaya, ¿tienes frío?

. - un poco –dijo ella-.

. - enseguida acabamos. ¿Puedes quitarle la chaqueta, por favor?

Se la quité y me la puse. Pues sí, ahora que no la llevaba encima, tenía yo también algo de frío. La enfermera cogió una pomada y con delicadeza, le puso en el moratón que tenía a un lado de su pecho izquierdo. Luego cogió una especie de corsé de un solo pecho y poniendo una gaza allí donde había puesto la pomada, se lo colocó, apretándoselo por detrás. Rafaela se dolió.

. - siento que te duela, pero si no lo aprieto, no hará su función. Con la pomada y los calmantes que te ha recetado la doctora, apenas sentirás dolores. Ahora sí porque aún no te han hecho efecto los medicamentos –dijo la gordita como disculpándose- mientras le curo la rodilla y la cintura, ponle el sujetador, por favor –dijo dirigiéndose a mí-.

Cogí el sujeta-tetas y con suavidad, se lo puse, enganchándoselo. La verdad es que ahora parecía que un pecho era más grande que el otro y hasta quedaba algo feo, pero, en fin, solo sería hasta que se curara.

Rafaela se dejaba hacer, roja como un tomate. Mientras tanto, la enfermera curaba la rodilla y cintura donde el otro moratón, éste menor, se vislumbraba.

. - esto ya está finiquitado. Puedes vestirla ya, guapito de cara –dijo guiñándome un ojo. Yo le sonreí también, no sin mirarle descaradamente las tetas, algo que no pasó desapercibido a Rafaela- dos veces al día, por las mañanas y por las noches, vuelves a darte la crema que te recetó la doctora y vuelta a ponerte el adminiculo especial para sujetarte el pecho lesionado-.

. - ¿el pecho o el hueso roto? –le dije-.

. - es para el hueso, pero si va por ahí bailando el pecho bajo el que está la lesión, no se curará nunca.

. - entiendo –dije, pero no lo tenía nada claro, pero si ella lo decía…-.

Ayudé a Rafaela a ponerse la ropa de nuevo. Una vez vestida, nos despedimos y dimos las gracias a la enfermera rolliza. Ya fuera del ambulatorio, nos acercamos a la parada de taxis cercana y nos devolvió a la universidad. Allí la llevé de nuevo a su cuarto y la deposité en un sofá.

. - ¿te dieron el calmante cuando te atendieron?

. - sí, fue lo primero que me dieron, era una inyección, de todas maneras.

. - es más rápido que una pastilla. La posología de la crema lo cogí, pero la de la pastilla no, ¿cada cuántas horas debes tomártela?

. - pues no lo dijo.

. - miraré la caja. Siempre vienen las instrucciones dentro.

Cogí la bolsa donde tenía la crema y las pastillas de la farmacia y miré el prospecto de los calmantes.

. - aquí pone uno cada ocho horas en adultos. ¿Eres un adulto?

. - creo que sí. Bueno, adulta, para ser más exacta –dijo, esta vez, sonriendo-.

. - sí, creo que sí. Lo mejor es que te tomes una por la mañana, otra al mediodía o a media tarde y la tercera antes de acostarte. ¿No te parece?

. - sí, me parece. Gracias, Salvador.

. - de nada, chica. Es mi buena obra del día. Ahora tendrías que acostarte, pero sin comer no deberías. Te puedo hacer una tortilla si quieres.

. - ya has hecho bastante por mí. Si no hubieses estado allí cuando… -lloró sin sonido-.

. - no vuelvas a las andadas, chica. Eso ya pasó.

. - quiero decirte por qué lo hice, lo mereces saber.

. - no es necesario, Rafaela.

. - tengo que decirlo a alguien o reviento.

. - vaya. Mira, mientras te hago la tortilla para que puedas dormir, me lo cuentas. ¿Te parece?

. - de acuerdo.

El cuarto no era un campo de futbol, al contrario, era bien pequeño, pero con todo lo que necesita un estudiante hoy en día. La cocina estaba a tres metros y allí me metí buscando cacharros y material con que hacer la tortilla.

Comencé pelando las papas sentado a la mesa. Ella no acababa de arrancar. Si iba a soltarme su historia, aquel era el momento y así fue.

. - cuando llegué hace un año a esta universidad, era como una paria. Por mi físico y manera de ser, nadie se me acercaba y no tenía amigos, ni amigas tampoco. Sufría mucho por ello, pues quería integrarme, pero no lo hacía. Ni la compañera con quien compartía el cuarto era amiga mía. Entonces esta compañera encontró otro cuarto donde instalarse y se fue de inmediato. Creí que la cosa empeoraba, pero fue al revés.

Yo acabé con las papas y ya las estaba friendo, mientras batía los huevos y cortaba el perejil.

. - continua, no te pares ahora. ¿Qué fue al revés?

. - mi suerte. Puse un anuncio para compartir gastos y se presentó un chico guapísimo, más o menos como tú.

. - gracias por lo que me toca –dije sonriendo-.

. - en fin, me gustó nada más verlo y le dejé instalarse. Nos enamoramos perdidamente el uno del otro y fue el comienzo de mi perdición.

. - ¿cómo es eso?, creía que era bueno enamorarse de alguien.

. - y lo fue, pero… -volvió a silenciarse. Esta vez no lloraba, pero casi-.

. - descansa un poco, ya me lo contarás después.

. - no, debo acabar lo que empecé.

. - cómo quieras. Sigue con tu relato.

. - cuando mejor estábamos, tuvo un accidente cuando viajaba con sus padres y falleció él y otro hermano.

. - vaya, por Dios. Sí que es una desgracia.

. - entonces todo se me nubló y no quería vivir, hasta que hoy decidí acabar con mi vida.

Dejé la tortilla a medio gas y regresé con Rafaela. Le miré a los ojos y negué con la cabeza varias veces.

. - serás tonta. Es una desgracia, sí, pero el mundo no se acaba por eso. Recuérdalo siempre, no destruyas tu vida. Él no lo hubiese querido.

. - ¿y cómo lo sabes?

. - es lo que yo hubiese querido para alguien que ame tanto como vosotros os amasteis. Desde el más allá desearía que fueras feliz con otra persona y no una amargada recordándome toda la vida sin vivir la suya. Me sentiría fatal.

. - ¿de verdad lo dices?

. - así es. ¿De qué me vale que mi amada lo pase mal?, no sería honesto ni conmigo, ni con la persona que se supone fue algo muy importante para mí, como lo fue ese chico para ti y tú para él. De seguro, que desde el más allá quiere que rehagas tu vida. Eso sí, no me gustaría que me olvidaras si yo fuera él, pero tampoco desperdiciar tu vida sin reconstruir la tuya. Esa es mi opinión. Coño, la tortilla -salí corriendo hacia la cocina-.

Por suerte había llegado a tiempo y le di la vuelta.

. - casi tienes que comerte una tortilla de carbón, en vez de la tortilla con perejil.

. - Salvador, ¿qué hacías por la universidad cuando casi caigo encima de ti?

. - estoy buscando un sitio donde pasarlo este año. Empiezo esta temporada.

. - si quieres, podemos compartir gastos.

. - ¿me estás pidiendo que viva contigo aquí?

. - si –dijo ella mirando al suelo-.

. - ¿cuánta es la renta que hay que abonar?

. - la mitad de 940 euros.

. - barato no es, pero me interesa. Por qué me lo pides a mí, no me conoces. ¿Aun sigues sin amigos?

. - aún sigo sin amigos y de conocerte, un poco sí te conozco. Eres bueno. Ayudas a las personas que caen de las azoteas. Las cuidas llevándolas al médico. Las alimentas. ¿Qué más puedo pedir?

. - ¿no te estarás enamorando de mí?, no puedes.

. - no te entiendo. Y no me estoy enamorando de ti. Soy muy desgraciada, ¿no te acuerdas?

. - sí, perdona. De todas maneras… –dije cogiendo la tortilla y poniéndola en un plato con pan y un refresco, se la llevé ante la mesita donde estaba, apartando revistas y libros- …de todas maneras, no lo hagas. No podría competir con ese chico. Por desgracia, no he venido para enamorarme, solo para estudiar y por qué no, disfrutar un poco también, que una cosa no estropea la otra-.

. - no acabo de entenderte.

. - sí me quedo aquí, debes meterte en esa cabecita tuya que cuando termine lo que vine a hacer aquí, me iré como he venido, solo. ¿Lo entiendes, Rafaela?

. - sí, que no te interesa enamorarte de nadie.

. - eso es. Anda, come y calla.

Ella empezó a comer poco a poco. Apenas tenía ganas, pero comió, poco, pero comió.

. - no quiero más.

. - pero si la hice pequeña y aún te queda la mitad. ¿Tan mala está?

. - no, está buena, pero apenas tengo apetito.

. - vaya, entonces, con tu permiso, me comeré la mitad que has dejado. Yo sí tengo hambre.

. - sí, puedes hacerlo.

Me levanté y cogiendo un tenedor y un cuchillo, saqué un refresco de cola y me senté junto a ella. Me miraba mientras comía sin decir nada. Yo me tragaba la tortilla con buen apetito, pues los hospitales y demás zonas sanitarias, me daban hambre, pues me desesperaban las salas de espera.

. - ¿sabes por qué también deseo que te quedes?

. - no, ilústrame –dije mientras me tomaba un trago de la cola y la miraba a los ojos-.

. - necesito de alguien de confianza que cuide de mí unos días.

. - ¿de confianza?, pero que mal ojo tienes, chica. No soy de fiar.

. - sí que lo eres. No lo niegues.

. - pero si no me conoces, mujer.

. - necesito que me ayudes hasta que me recupere. Yo sola no podré quitarme esta cosa que me pusieron y darme la pomada.

. - ¿quieres que sea tu enfermera?

. - es lo que has hecho hasta ahora.

. - sí, realmente así ha sido. Por mí, no hay problema. Los compañeros de piso deben ayudarse en todo lo que se pueda. Espero que me socorras cuando yo lo necesite.

. - claro, tenlo por seguro.

Me levanté con el plato y demás útiles y fregué lo fregable. Luego le pasé un trapo a la mesita y puse todo en su sitio. Ella estaba admirada. Encima, era un cocinillas y hasta limpiaba.

. - encima eres un chico limpio. Mi enamorado no lo era tanto, pero, claro, lo tenía todo el día trabajando.

. - no jodas, Rafaela. ¿A eso le llaman ahora trabajar?

. - no hagas que me ría, que me duele el pecho –dijo ella sonriendo-.

. - perdona. Sí, mejor no te rías o vas a ver las estrellas. Pero coño, ya quisiera yo que me tuvieran como tu tenías a ese chico tuyo.

. - si quieres… -dijo ella sonriendo y mirando al suelo-.

. - ¿qué te he dicho de no enamorarte?, soy un crápula. Lo mejor es que te alejes lo más posible de mí, te lo digo de verdad, Rafaela.

. - tu déjame a mí, que te moldeo a mi imagen y semejanza.

. - no sabes dónde te estás metiendo y mira que te lo advertí. Bueno, te ayudo a meterte en la cama y me voy.

. - pero vendrás mañana, ¿verdad?

. - claro, si aún sigue en pie tu ofrecimiento de vivir aquí.

. - sí, sigue en pie. ¿No puedes quedarte esta noche?, ya sabes que mañana tengo que darme la crema y debo sacarme de encima esta cosa que me puso la enfermera gordita, que, por cierto, casi te la comes con la vista. Sobre todo, sus pechos.

. - ¿lo ves?, yo soy así. Si me hubiese vuelto a guiñar un ojo una segunda vez y estamos solos, le echo un polvo.

. - pero si debía de tener más de 50 años.

. - 50 años de experiencia es lo que yo veo. Así soy yo. Y lo de quedarme, podría ser. Tendré que llamar a casa. Mañana regresaré a por mis cosas, puesto que las clases no empiezan hasta el lunes.

. - perfecto entonces. ¿Tienes teléfono móvil?

. - por supuesto y de los caros. Es un regalo de mis hermanas –dije sacándomelo de mi bolsillo trasero de los pantalones. Tenía una pantalla grande del carajo. Con un dedo busqué el número de casa y lo marqué- hola, hermanita. Dile a mamá que esta noche duermo fuera. Ya encontré donde quedarme. Mañana iré a buscar las cosas-.

Al otro lado me decía cosas sublimes de una follada a cuatro bandas como despedida. Sonreí.

. - apoyo la moción, cariño. Será apoteósico. Te dejo, un beso a mamá y otra a tu hermana la flacucha.

Colgué y vi que Rafaela sonreía.

. - los quieres mucho, se nota.

. - coño, pues claro. Son mi familia. ¿Tú no quieres a los tuyos?

. - sí, pero no como tú a los tuyos. En casa somos más de vive y deja vivir.

. - una pena. En casa la armonía es total. Tengo una familia que no la merezco.

. - no oí que mencionaras a tu padre.

. - falleció.

. - lo siento.

. - no te preocupes. Bueno, ¿dónde duerme cada uno?, ¿cuál es mi habitación?

. - ¿no lo sabes? solo hay una cama.

. - no jodas.

. - sí, pero es bien amplia para los dos. Como mi chico y yo no usábamos sino una, compramos una más amplia y regalamos la otra. El otro cuarto lo usamos para el ordenador y estudiar allí.

. - perfecto. No tengo problemas en compartir la cama.

. - menos mal. Creía que eso te iba a echar para atrás.

. - no veo por qué. Mientras no me eches de la cama cuando sueñes con tu chico que está en los cielos…

. - al contrario. Soy muy amorosa cuando sueño.

. - mejor dejar esta conversación algo pecaminosa. ¿Te quieres duchar antes de acostarte?, yo sí, lo necesito.

. - yo también debería hacerlo. ¿Me ayudarías?

. - claro, mujer. Ya sabes, enfermera para todo.

. - eres un cielo.

. - si tú lo dices… -lo dicho, no sabía dónde se estaba metiendo esta chica-.

La ayudé llegar al baño. Allí se sentó en la taza de la cisterna, encima de la tapa que previamente bajó.

. - Por favor, saca de ese cajón unas bragas limpias. ¿Te importa?

. - Rafaela, que no soy un novato. He visto de todo.

. - entiendo. Entonces no te importará que me quite el tampón.

. - tú misma.

. - ¿me desnudas, por favor?

Como en urgencias, la ayudé, dejándola en bragas y sostén y con aquel refuerzo del pecho.

Ella intentó sacarse las bragas, pero no pudo apenas sino bajarse un poco. Su pelambrera, bien recortada, hacía vislumbrar una almeja de calidad. Se ruborizó cuando me vio mirándosela.

. - ¿me ayudas o te vas a quedar ahí mirándome mis partes?

. - perdona –sonreí y le acabé de sacar las bragas. Luego ella tiró del hilo y sacó el puto tampón, que la verdad, apenas estaba manchado. Lo tiró en la papelera. Bien por ella, pues solía ver más veces de las que quisiera, a las tías tirarlos a la vasija y eso no es nada bueno para el medio ambiente, ni las propias tuberías de una casa-.

Ella misma se desenganchó el sostén, entregándomelo.

. - ¿puedes meterlo en el cubo de la ropa sucia, por favor? También el resto de la ropa que me he quitado.

(Parte 21 de 25)

FIN