A piñón fijo (18)
Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo, y la segunda, no me acuerdo. Woody Allen. Relato en 25 trozos.
A PIÑÓN FIJO
(18-25)
ESCRITA POR: SALVADOR MORALES
© Todos los derechos reservados
Me coloqué mejor y abriéndole la camisa a Pilar, le saqué ambos pechos. Comencé por el derecho, el cual apreté para así sacar más leche, pero al mismo tiempo lo mamaba. Sí señor, buena leche la de Pilar. Ella me trataba como si yo fuera una muñeca en sus manos, acariciándome el cabello.
La chica se relajó y dejó de abrazarme de aquella manera tan fuerte. Al final me tendí en el sofá más grande, colocando mi cabeza bajo sus pechos y encima de sus muslos. Así disfrutaría más.
Mientras, en el baño, Conchita estaba dentro de la bañera. Sus rodillas vendadas las tenía por fuera del agua y encima del borde. Al mismo tiempo, un par de dedos la hacían disfrutar del momento, pues su clítoris estaba al rojo vivo pensando en cierto joven que estaba mamando de su hija.
La mamada láctea llegaba a su fin, pues estaba lleno. Solo cuando dejó de manar noté algo extraño en la chica. Al mirarla mejor, supe que se había dormido. Joder.
Me salí de debajo de ella y la contemplé. Era un ángel lo que tenía delante. Le coloqué el sujetador y la abotoné. Al rato apareció su madre metida en un albornoz.
. - su hija se durmió nada más terminar.
. - es lo que suele hacer cuando usaba el sacaleches. ¿Puedes traerla al baño?, necesito ducharla y cada vez me cuesta más. Ya no es ninguna niña.
. - no hay problema.
La cogí en brazos. No, no era una niña, sino toda una mujer y pesaba lo suyo. No se despertó en absoluto. Una vez supe dónde estaba el baño, la deposité en un banco dentro de la bañera.
. - ayúdeme a desnudarla. Habitualmente está despierta cuando lo hago, pero ahora que está dormida, no podré hacerlo sola. Levántala, por favor.
La levanté y le sacó los pantalones, para después las bragas ir detrás. La senté y le aflojó los botones, para luego sacarle el sujetador.
. - las espero fuera mientras acaba.
. - no me dejes sola ahora. No quiero que se deslice y se me caiga a un lado. Aun me duele todo el cuerpo del arrastre de los ladrones. Sujétala, mientras la ducho, por favor.
. - como quiera.
La madre, con amor de eso, de madre amantísima, le pasaba la esponja por todo el cuerpo. En una de sus inclinaciones para limpiarle la espalda a su hija, su albornoz se abrió totalmente, dejando a mi vista su desnudo cuerpo. Sí, repito de nuevo, era fea de cojones, pero tenía un cuerpo cañón aquella veterana mujer.
. - lo siento. ¿Puedes volver a anudarme el cinturón, por favor?, tengo las manos con espuma. Yo sujetaré a Pilar.
. - claro –dije, pero no hice tal cosa-.
Lo que hice fue separar aún más el albornoz y acercando mis labios a aquellos pezones que ya había besado antes y que me llamaban poderosamente, los besé y mamé. Ella, en contra de echarme la bronca, cerró los ojos y gimió. Yo aumenté la presión de mis labios y ella los gemidos.
. - me gustaría hacer que disfrutara un poco esta noche, Conchita.
. - no lo digas, hazlo, lo necesito –dijo con un hilo de voz, que, pese al dolor de sus pezones, el placer lo superaba con creces-.
Me alcé y sacándome la ropa de encima, entré en la misma bañera en que estaba la madre bañando a su hija. Le acabé de sacar el albornoz, teniendo aquella beldad ante mis narices. Mientras ella continuaba usando la esponja con su hija dormida, yo la iba besando toda su parte trasera, mientras mis manos le cogían las mamas y le sobaba los pezones suavemente, para infringirle el menor dolor posible. Ella me lo permitía.
Sus gemidos eran un milagro que no despertara a su hija, pues eran bien altos al tener aquellos orgasmos tan sonoros.
Me bajé hasta su trasero con mi lengua por delante, yendo hacia la parte de su vagina que se vislumbraba desde atrás. Con mi mano derecha, la pajeé cantidad, introduciendo un par de dedos en su vagina. Lo siguiente y sin que sirva de precedente, sería darle por el culo antes que por su lubricada vagina.
No le dije nada de nada, sencillamente la incliné lo justo, para luego cogerme el pene, que no necesitaba de más pajeamiento para ponérmela dura, pues hacía un buen rato ya la tenía lista. Así, que según la tuve inclinada, le metí mi amado cipote en todo su ojete y a todo lo que daba.
Pese a sus gritos de dolor, le di polla a todo meter, mientras sus tetas bailaban que era gloria verlas. Cuando decidí que su culo ya estaba domesticado, me salí. La hija, aun con los gritos de dolor y de placer, no despertó de su sueño, como si se hubiera tomado una caja de somníferos sin prescripción médica.
Luego me metí entre sus piernas y llegándome hasta su vagina, le sorbí todos los jugos que de allí manaban hacia la bañera y también los que bajaban muslos abajo. Y es que conchita era de correrse en cantidad.
Dejé su coño, para coger la manguera y mezclando el agua caliente y la fría, echarla encima de la hija, para así sacarla de allí lo antes posible, no fuera a enfriarse mientras su madre y un servidor, se daban el lote entre sí.
Una vez sin espuma, su madre la secó y fui yo quien la llevó a su dormitorio, viendo por el camino que la pezuña de camello era cosa de familia, pues la hija tenía una copia de la de su madre.
La deposité en su cama, para luego su madre, amorosamente, taparla.
Una vez salimos de su habitación, Conchita me cogió de la mano y me llevó a la suya. Allí, desnudos como estábamos, disfrutamos el uno del otro hasta bien entrada la madrugada, hora en que, sin despertar a la bella durmiente, salí de la casa con destino a la mía. Pensé que nunca más la vería, pero me equivocaba, de cabo a rabo.
. - Bueno, queridos alumnos… –nos decía la profesora de Ciencias Sociales, que se marchaba por preñamiento brutal, pues estaba de ocho meses. La sustituta venía hoy, según había dicho- …como les dije, os dejo por un tiempo debido a mi embarazo, pero no creáis que os quedáis sin profesora de Ciencias Sociales, pues les voy a presentar a mi sustituta. Pase Conchita, por favor-.
Conocía a cierta Conchita y me hizo recordar cierto polvo en su casa. Sí, tenía una sabrosa pezuña de camello y luego su hija, también con pezuña de camello y con Síndrome de Down, a la que mamé hasta dejarla sin gota. Bueno, no sería ella, pero el nombre me lo hizo recordar.
. - les presento a la señora Conchita Bautista. Vuestra nueva profesora.
La ostia en vinagre. Sí que era la Conchita de la pezuña de camello. Tragué saliva y no sabía por qué.
La clase continuó con la nueva profesora y como no llegó hasta la parte trasera, no supo de mi existencia. Solo cuando recitó los nombres de sus nuevos alumnos, dio con uno que no se podía quitar de la cabeza. Cuando respondí desde el fondo, su corazón dio un vuelco. Lo había encontrado, se dijo.
Su cara no cambió a ojos del resto, pero nuestras miradas se encontraban y sabía que hablaban por los codos. Solo cuando terminó la clase y salieron los estudiantes, me quedé atrás rezagado.
. - qué pequeño es el mundo, Salvador.
. - y que lo diga, Conchita. Digo, Sra. Conchita.
. - gracias por no delatarme.
. - no hay necesidad de ello. ¿Cómo está Pilar?
. - te añora tanto, que ha vuelto a la esquina sin decir nada. ¿Podrías hacerme el favor y volver a verla?
. - ¿solo es ella quien quiere que vuelva?
. - yo también, Salvador. Me hiciste muy feliz ese día y no lo digo solo por ayudarme con lo del tirón.
. - iré esta tarde sin falta.
. - gracias, las dos te lo agradeceremos como es debido.
. - lo sé –dije llevando mi mano derecha bajo su falda, sobándole su nalga derecha. Como supuse, no llevaba bragas y pude sobarla bien, hasta el punto de que llegué a su vulva donde le restregué un par de dedos. Ella cerró los ojos y gimió un segundo mientras cogía aire y me apretaba la mano contra su vagina. Sonreí y saqué mi mano, llevando a ni nariz los dos dedos para luego pasármelos por la boca, pues llevaban impregnado zumo de calidad excepcional. Le guiñé el ojo, para luego salir de allí. O me largaba o la ponía contra la pizarra y me la follaba allí mismo.
Esa tarde…
. - has venido –dijo Conchita mirando a todos lados, para atraerme dentro y casi sin cerrar la puerta, besarme los labios con una violencia que me decía que tenía una calentura encima que no era normal-.
Con un pie cerré la puerta, para de inmediato comenzar a sobarle las tetas hasta estrujársela y hacerle un daño que no notó ella. Nos separamos y Conchita me cogió de la mano.
. - vamos para que te vea Pilar. Se alegrará de verte, además quiero pedirte un favor.
. - tú dirás –dije mientras avanzábamos y le metía mano bajo la falda para sobarle sus partes, donde su chumino ya hacía aguas. Así llegamos al dormitorio de su hija. Según me vio, pues estaba como ausente, la cara se le transformó y riendo, corrió hacia mí, abrazándome y besándome por toda la cara. Me dejé, claro. Miré a su madre para que terminara lo que había empezado diciéndome.
. - quiero que hagas feliz a mi niña.
. - ¿en qué sentido lo dice?
. - quiero que disfrute igual que yo disfruté la otra noche.
. - ¿me estás hablando que le haga el amor a tu hija?, ¿qué tenga sexo con ella?
. - así es. Pensé en ti para que lo lleves a cabo.
. - ¿qué dice el loquero al respecto?, no quiero perjudicar a tu hija más de lo que ya lo está.
. - lo consulté. El psicólogo dice que le vendría bien, para su desarrollo emocional y yo lo creo. Y ella también, pues si no, no se alegraría tanto cada vez que te ve.
. - cómo quieras, por mí no habrá impedimento, pues tu hija me gusta. Tiene un cuerpazo como el tuyo y por lo que veo, sigue produciendo leche.
. - sí, no ha parado.
. - perfecto, tengo un poco de hambre –dije besando a su hija en su boca mientras sobaba sus pechos. Luego comencé a desabotonarle el pijama. Una vez sin él, el sujetador cayó hacia atrás.
Estábamos en su cama, ambos de rodillas. Con mi lengua por delante, le mamé los pezones lecheros y ayudada por la misma Pilar que se los apretaba mientras reía, tragué tan suculento alimento natural. Luego la tendí hacia atrás para aprovisionarme en su vagina de otro alimento esencial que fabricaba sin parar, pues se corría que era un gusto estar entre sus piernas. Le comía el chumino, haciéndola retorcerse, para luego pasarle la lengua por todo su cuerpo. Mi polla necesitaba un sitio calentito y su vagina y su culo eran los mejores para ello.
Su madre, mientras tanto seguía de pie, pero con su mano derecha entre sus piernas, disfrutando del momento. Cuando no aguantó más, se sacó la ropa de encima y colocándose detrás de mí, me desnudó, para luego, colocarse junto a la cabeza de su hija. Allí besó a su hija primero en la frente, para luego aflojarme el cinturón y ayudado por mí, me sacó los pantalones, con los calzoncillos detrás.
Pilar, que despertaba de su letargo cuando me tenía delante, me cogió el pene y sin mediar palabra, se lo metió en su boca, mamándomela. Lo hacía fatal, pero así también me gustaba que me la mamaran las novatas.
Al rato, yo ya no podía más y con mi polla impresionantemente dura, le agarré de ambos muslos y levantándoselos, le cogí luego las nalgas, para de inmediato, mi polla deslizarse vagina adentro.
El dolor inicial le hizo poner cara de dolor, pero pronto se deshizo dicha cara, cambiándola por otra diferente, donde ella misma, pélvicamente, se movía para tragarse más y mejor mi rabo.
Mientras le daba polla vaginal a la hija, la boca de la madre y mía no paraban de disfrutar la una de la otra, mientras su hija continuaba tragando polla.
Con mi polla tiesa aún, me salí de su coño, para cambiar de agujero. La madre se separó de mi boca y después de ayudarme a darle la vuelta a la hija, se colocó bajo mis huevos, donde su lengua y toda su boca también, se los tragaba cada vez que tenía ocasión.
Le coloqué a la chica el culamen a la altura adecuada con un par de almohadas. Su culito lo encontré cerradito entre sus dos nalgas que separé, para de inmediato usar mi lengua y follarla con ella, mientras me ayudaba de varios dedos agranda-culos.
Le eché saliva en cantidad en todo el agujero, para luego ponerme al tajo de desvirgar y disfrutar aquel agujero que no había visto nada parecido a lo que yo tenía entre mis piernas y que estaba como loco por hacer descubrimientos en aquella cueva oscura suya.
Sin avisar, pues estas cosas saben mejor cuando se rompe un culo sin que lo sepa el enculado o enculada, se la enterré lenta, pero segura.
Gritó, pero no tanto como con otros enculados vírgenes, llámense Pedro o su hermana. Pilar pronto cambió el chip y de nuevo, me ayudó a disfrutarla, pues ella también estaba disfrutando con mi trabajo enculador.
Una vez la cosa se hubo calmado, era hora de disfrutar de su sabroso trasero y dio comienzo el mete y saca más suculento del momento.
Sus gemidos de placer y de dolor, se mezclaban. Su madre, que también quería polla culera, se colocó al lado de ella, dándome su trasero excepcional.
Continué follándome el culo de su hija, mientras lanzaba mi mano derecha hacia el trasero de su madre, sobándole la vulva y de paso, follándomela con varios dedos, que llegaron a ser hasta cuatro.
Antes de correrme, tenía que satisfacer a la madre y saliéndome de Pilar, se la metí a su madre de un solo trallazo hasta que mis huevos hicieron tope y con el chop-chop del contacto de huevos y nalgas, le di polla culera hasta hartarme.
Sus gemidos agudos y satisfactorios para mis oídos, me informaban que hija y madre, las podía apuntar en mi lista dorada de culitos siempre calientes y siempre dispuestos para una parada rápida y recargar pilas como si de una fonda se tratara.
Una vez me salí, mi leche repartí entre sus dos pares de nalgas, para luego pasarles mi lengua tragadora de leches propias y foráneas, dejando sus traseros sin un puto espermatozoide que pudiera encontrar el camino reproductor de sus vaginas.
Una vez la madre follada y la hija desvirgada por partida doble, me las llevé al baño para hacerles una limpieza en profundidad con mi lengua que las dejé como nuevas. Mi polla no se escapó del mismo servicio por parte de ellas, dejándomela como el rosario de la aurora boreal.
Ya fuera del baño y secos, Pilar no parecía dolorida de su culo desfondado, cosa extraña. Lo achaqué a su enfermedad, que la había inmunizado, cosa que no tenía ni idea que pudiera pasar tal cosa. En fin, al menos la chica y el menda, disfrutamos, que era lo importante en esto del meter y sacar.
. - ¿amorcito, follamos otra vez, amorcito? -me dijo Pilar-.
Miré sonriendo a su madre y luego a ella, dándole un beso en la frente.
. - cariño. Por hoy ya se acabó -le dije-.
. - ¿no te ha gustado follarme?
. - claro que me ha gustado, cariño. Me ha gustado mucho. Pero tienes que esperar a otro día. Mi cosita se murió por ahora.
. - yo le devuelvo la vida con mi boca.
. - mi amor, no puede ser. Tengo que irme. Volveré otro día y de nuevo disfrutaremos haciéndolo.
. - no te vayas, por favor.
. - mi madre y mis hermanas me esperan. Volveré, no te preocupes –dije besándole los labios y no pudiéndolo evitar, deleitarme de nuevo mamando de sus pezones. Ella se alegró y se apretó los pechos, sacando mayor cantidad de leche que apenas podía tragar por la cantidad que soltaban aquellas ubres. Hasta que no dejé los cántaros vacíos, no dejé de mamar a la preciosa de Pilar-.
Tanto me excité, que volví a empalmar. Era lo que tenía ser joven y una vitalidad a prueba de bomba. El empalme lo vio la Pilar y me cogió el paquete.
. - volvió a la vida, cariño –dijo y entonces se colocó a cuatro patas en espera de mis embates culeros-.
Miré a su madre y levantando los hombros mientras sonreía, se la volví a endilgar, encajándosela hasta el fondo. La madre, siempre caliente, se puso al lado de su hija en la misma posición. También me la follé, ¿cómo no iba a follarme un culo como el suyo?, pasé de una a otra hasta que la lechada dijo que quería salir por cojones.
. - creo que se merece mi corrida, ¿no te parece? –le dije a la madre. Ella asintió, sonriendo. Así que la hice girar y tragándose mi polla, me follé su boca hasta que me corrí-.
Fue una corrida de compromiso, pero no escasa, precisamente. Tragó la lechada, para luego dejar que la madre se diera el gusto de sacarme los últimos goterones de semen. Cuando salí de allí, iba fino, muy fino. Había disfrutado de ambas y esperaba que ellas de mí. Sin duda, volvería a por más, vaya si volvería.
Días después…
Conchita se quedó de piedra cuando vio a su marido un día ante la puerta cargado con su bolsa de viaje. Era pescador en un barco que faenaba en el Océano Índico.
Supo cambiar la cara de pánico/terror por otra de alegría por tener al amado esposo de nuevo en casa, aunque si se hubiese estado en el mar un par de meses más...
Nunca sabía cuándo volvería, pues no era una oficina donde trabajaba, sino en la peligrosa mar y que, para más inri, se añadían los piratas de la zona.
Se abrazaron y besaron. El marido no dejaba de sobarle las tetas que tanto le gustaban, sacándoselas fuera del vestido. Así hacía siempre que regresaba a casa desde ultramar, para, de inmediato, ponerla mirando a la repisa de la pared y sin apenas levantarle la falda, pues sabía de buena tinta que su esposa no gustaba de usar bragas, se sacó el miembro y se la clavó hasta los huevos.
. - querido, aaaahhhh…, espera un poco, por favor…
. - no tengo tiempo que perder, solo tengo una semana y vuelvo de nuevo al mar –decía mientras se la enculaba a toda mecha. Así le estuvo dando polla mientras sus tetas bailaban de un lado para otro mientras recibían los embates del marido caliente-.
. - creo que volveré más tarde, Conchi –dijo una vecina que estaba con Conchita de charla en el saloncito, antes de que el marido llegara a su casa. Estaba toda ruborizada, ante la pareja follando-.
. - lo siento, Josefa, mi marido acaba de llegar del extranjero…
. - lo comprendo, querida, volveré en otro momento.
Como si aquella mujer que ahora se marchaba no hubiera aparecido ante las narices de la pareja, el tipo continuaba follándosela a destajo. Una vez cerró tras de sí, Conchita le echó en cara su fogosidad sin reparar en nada.
. - a esa chismosa, que le den por culo, pero que le den en su casa.
Un rato después descargaba culo adentro, dejándole allí la corrida. Se limpió su cipote y se subió los pantalones. Luego se la guardó y cogiéndole de la mano, se la llevó al sofá. Ella no podía sentarse, pues de sus muslos, chorreaba el semen de su semental.
. - Voy a limpiarme un poco, querido.
. - necesito hablarte de algo importante.
. - espera un poco, me limpio y vuelvo enseguida. Aunque ya podías tomarte tu leche de mi trasero.
. - sabes que no me gusta el sabor de las corridas que te meto en tu culito.
. - pues deberías acostumbrarte. No son del vecino, son tuyas. Siempre me dejas toda chorreando. Voy a limpiarme.
No dejó que se lo impidiera y salió hacia el baño, desnudándose por el camino. Le había ensuciado un traje que recién se había puesto. Su joven amante le hubiera succionado cuanta leche le hubiera metido, se dijo.
El marido, que se llamaba Víctor, se levantó y fue a la habitación de su hija. Al llegar y verla como siempre estaba, en silencio y con la mirada perdida, cogió aire en sus pulmones y avanzó hacia ella.
. - hola mi princesita. ¿Cómo está mi niña? –dijo besándole la frente. Luego le abrió varios botones, confirmando que aún tenía leche en sus pechos. Le limpió con un pañuelo los pezones y la volvió a abotonar-.
Luego se sentó amorosamente junto a ella, en la misma cama donde la encontró, volviéndole a besar su frente. Quería a aquella hija suya, pese a su enfermedad. Conchita lo buscó donde lo había dejado y al no verlo, se fue hacia la habitación de Pilar. Allí estaba.
. - ¿cómo no deja de fabricar leche si ya ha pasado tanto tiempo desde que perdió el bebé?
. - díselo a la madre naturaleza. ¿De qué querías hablarme?, yo también quiero decirte algo importante.
. - primero yo, que, si no, no lo digo.
. - bueno, vale. Adelante –dijo la esposa, sentándose a su lado en la misma cama, mientras la hija seguía con la mirada perdida y en silencio-.
. - no sé cómo decírtelo. Es algo fuerte -dijo el marido-.
. - ¿nos vas a dejar?, ¿es eso?
. - no, por Dios. Nada de eso –dijo cogiéndole las dos manos y besándoselas– es otra cosa-.
. - pues adelante, habla de una vez.
. - vale, ahí va. Sabes que el barco donde trabajo no es muy grande.
. - sí, es de tamaño mediano, pero eso es sabido de siempre. Dices que quieres cambiar de barco, pero nunca lo haces.
. - ahí está parte del problema.
. - pero ¿de qué problema me estás hablando?, no te entiendo, Víctor.
. - déjame terminar o no lo diré nunca.
. - pues hazlo, ya me duele la cabeza de tanto circunloquio, además del culo.
. - como decía, el barco no es muy grande y claro, hay muchos roces dentro del barco, sobre todo abajo en los camarotes que son también estrechos. La cosa es que se ha generado una especie de sintonía entre los tripulantes, incluido el capitán –se paró para coger aire-, y estamos en tan buena sintonía que… de común acuerdo por todos los compañeros, hemos hecho un juramento de silencio para que lo que pase en el barco, se quede en el barco-.
Conchita estaba expectante, no sabiendo lo que coño quería decir el majadero de su marido. Aun así, no quiso volver a interrumpirlo o no acabaría nunca.
. - lo que quiero decir es que… tenemos relaciones sexuales entre todos. Bueno, ya lo he dicho.
. - ¿qué os dais por culo entre tú y tus compañeros?, ¿eso me estás diciendo?
. - eso es. Tenía que decírtelo, pese al pacto de silencio. No podía dormir pensando que te estaba poniendo los cuernos. Solo es para aliviarse uno un poco estando tan lejos de casa.
. - vaya, ¿y me dices que allí todo el mundo se relaja follando con los compañeros?
. - así es. El capitán, el primero, que, por cierto, tiene un cipote que la primera vez que lo tuve en mi culo…, perdona, se me fue el santo al cielo. ¿Podrás perdonarme?, no follo con mujeres, sino con los del barco y en el barco. Todos nos hacemos las pruebas y solo follamos con nuestras esposas y novias y entre nosotros, así, no nos pegamos nada de enfermedades raras de esas. Me perdonas, ¿entonces?
. - sí, te perdono, claro que te perdono, pues realmente no me estás poniendo los cuernos, solo es para mitigar la soledad. No te preocupes. Yo sí que tengo algo gordo y no sé si podrás perdonarme tú a mí.
. - ¿a qué te refieres?
. - llevo un tiempo poniéndote los cuernos con un chico muy joven.
. - coño, Conchita, ¿y me lo sueltas así?, ¿sin irte por las ramas como yo antes?, mira que eres directa.
. - no vale la pena darle vueltas. Es lo que he estado haciendo y no solo eso.
. - ah, ¿no?, ¿qué más?, ¿te follas a todo un regimiento?, ¿a todos los alumnos de una de tus clases?
. - no, no seas bestia, joder. Además, tú tampoco te has quedado corto con tus amigos del barco. No son tías, pero al final, me has puesto igual la cornamenta de un alce macho. Solo jodo con este chico que te he dicho y nadie más.
. - perdóname, me he pasado cuatro pueblos, ¿quién es?, ¿lo conozco?
. - no lo creo. Ni yo misma lo conocía hasta que me socorrió.
. - ¿cómo que te socorrió?, ¿qué ha ocurrido aquí en mi ausencia, Conchi?
. - será mejor empezar por el principio o no lo entenderás. Resulta que un día iba yo por la acera y entonces… -Conchita le habló largo y tendido del atraco y arrastre, del socorro de su amante juvenil, o sea, yo- lo cierto es que me ayudó, llamando a urgencias y luego a llegar a casa y ¿sabes qué pasó?
. - que te lo follaste en la misma entrada.
. - no, eso fue después –dijo ella casi con una sonrisa en la cara, pero que enseguida borró, pues no estaba el horno para bollos-.
. - ¿entonces?, ahora eres tú quien te estás enrollando de mala manera.
. - lo que pasó fue que Pilar, nuestra Pilar, según vio al chico y que se llama, por cierto, Salvador, pues como decía, Pilar despertó de su letargo y se tiró en brazos del chico, besándolo por todas partes.
. - ¿nuestras Pilar hizo eso?, pero si es como un vegetal, la pobrecita, apenas hace nada –dijo mirando a su hija, que seguía estática-.
. - pues lo hizo. Se lo llevó, sin soltarlo, hasta el sofá. Yo no daba crédito, te lo juro. Entonces Pilar se empeñó en darle de mamar y visto lo visto, le di permiso a Salvador para que la mamara cuanto quisiera.
. - ¿y por qué hiciste eso?
. - ¿no lo entiendes?, ¿cuántos años lleva nuestra niña sin hacer, ni decir nada?, toda la vida y por una vez que dice y hace algo, porque hablaba también, ¿cómo le iba a decir que no la tocara?, podía volver a las andadas y volver a encerrarse en sí misma.
. - sí, ahora lo comprendo. Perdona, a veces soy un poco obtuso.
. - yo no diría un poco, pero, en fin, prosigo mi relato de los hechos. Una vez hubo mamado lo que le dio la gana, Pilar se le quedó dormida y como tenía que ducharla, le pedí que la llevara al baño. Entonces no pude reprimirme y queriendo darle las gracias por lo que había hecho al socorrerme y también por lo de la niña, que había despertado, me fui insinuando, enseñando pecho, hasta que, allí mismo en el baño, pues eso, me enculó y disfruté con ello, mientras me daba. Pero hay más.
. - ¿más todavía?
. - Déjame terminar. La cosa es que, con la niña dormida en su cama, me lo llevé a nuestra cama y allí follamos como Dios manda hasta hartarnos. Nos quedamos dormidos y cuando desperté a media noche, ya se había ido.
. - vamos, que se largó y no volviste a verlo más.
. - te equivocas de nuevo. No interrumpas o no acabo nunca. Lo que pasó fue que al día siguiente nuestra niña volvía a estar catatónica, como siempre, sin decir, ni hacer nada, como está ahora.
. - ¿y entonces?
. - ¿entonces?, sí que eres obtuso, pero de los grandes. Entonces, nada. Nuestra niña era como si no hubiera cambiado nada, seguía igual. Entonces consulté con un psicólogo y le hablé del asunto.
. - ¿qué le contaste?, ¿qué te follabas a un chico y que mamaba de nuestra hija?
. - lo de que me lo follaba no, pero de que nuestra Pilar se encaprichó de Salvador, hablándole y amantándolo, sí. Entonces me dijo que nuestra hija estaba despertando y si con ese chico, estaba cambiando, que no lo alejara mucho de nuestra hija. Entonces le dije si…
. - sí, ¿Qué?, habla, mujer.
. - coño, que… si podía dejar que el chico la hiciera mujer.
. - no me jodas. ¿Ese Salvador se folló a nuestra niña?
. - el psicólogo me aconsejó que sí, pero que no la preñara, no estaba preparada para tener un hijo, pero si para disfrutar sexualmente, pues ya tenía edad para ello y más. Y fue lo que le iba a pedir a Salvador.
. - y el chico, claro, se acostó con ella.
. - espera. Desde que se fue, le perdí la pista al chico.
. - ah, entonces no la desvirgó.
. - te equivocas, lo hizo.
. - vaya -dijo el marido, anonadado-.
. - sigo. Así pasaron varios días sin saber nada más de Salvador, hasta que tuve que relevar a una compañera y allí estaba Salvador entre el alumnado. Me alegré y lo invité a venir a casa.
. - para volver a follártelo, claro.
. - bueno, eso también –dijo sonriendo, pero menos- pero, sobre todo, por Pilar, por si al verlo de nuevo, volvía a reaccionar de aquella manera, que era como si volviera a la vida-.
. - ¿y volvió? –dijo el padre esperanzado-.
. - sí. Volvió a reconocerlo y de nuevo se tiró en sus brazos. Entonces pensé, ¿por qué no aprovechar el momento de lucidez de Pilar y hago que el chico la haga feliz desvirgándola?
. - no jodas, Conchi. ¿Al final, el chico se cepilló a mi niña desvalida? –dijo él-.
. - bueno, realmente no era desvirgarla, pues como sabes, ya fue violada, pero sí que hiciera el amor con ella para que disfrutara una vez al menos en su vida y así fue. Pasamos la noche haciendo el amor.
. - ¿los tres hacíais el amor?, ¿te daba polla a ti y a Pilar?
. - así es.
. - la madre que me parió. A ver si he entendido este galimatías. Yo creí que lo mío era gordo, pero lo tuyo se pasa de gordo. Resumiendo, y corrígeme si me equivoco. Te traes a tu socorrista y te lo follas. El chico mama de nuestra niña la primera vez, para la próxima vez, disfrutar en la cama con ella y contigo también.
. - creo que lo has clavado. Solo hay una cosa que no creo que tengas claro.
. - ah, ¿no?
. - no. Si Salvador no está presente, Pilar es como has dicho, un vegetal y ni hace, ni dice nada, pero es verlo aparecer por la puerta, despierta de su letargo. Entonces sí, disfrutamos los tres en la misma cama, usando Salvador todos nuestros agujeros.
. - joder, joder. Sí que tengo una cornamenta grande.
. - bueno, lo tuyo tampoco es moco de pavo. Con toda la tripulación…
. - pero todos varones.
. - joder, solo me faltaba que también con sus mujeres. Yo te perdoné, ¿y tú a mí?
. - sí, comprendo que es algo fuerte lo de los dos. Visto lo visto, ¿qué quieres que diga al respecto?, no puedo ponerme como un energúmeno y liarme a dar ostias. Te perdono, pero yo también quiero intervenir, ya puestos.
. - intervenir, ¿cómo?
. - tú crees que ese Salvador…
. - no sigas, ¿que si le gustará tragarse tu sable?, es eso, ¿no?
. - me has leído el pensamiento -digo sonriendo-.
. - soy toda una vidente. Pues oye, no tengo ni idea, nunca lo hemos hablado.
. - lo que realmente me tiene alucinado es, ¿por qué con ese chico se despierta y con nosotros, que somos sus padres, no dice ni mu?, a lo mejor habría que llevarla a otro psicólogo y preguntárselo. En cuanto al chico y su culo…
. - se lo preguntamos cuando vuelva. Una cosa, Víctor, si no quiere, no lo eches o nuestra niña volverá a paralizarse.
. - es raro, raro de cojones, lo que le pasa a Pilar con ese chico –dijo el marido-.
. - Hola abuelos, ¿cómo están esos cuerpos? –les dije con la comida en mis manos-.
. - hombre, por fin apareces. ¿Dónde has estado metido que no nos visitabas? –Dijo el viejo-.
. - ay, abuelo, no me hable. Tengo exámenes y no puedo ni entretenerme en disfrutar con los amigos. Pero hoy tengo un hueco, si les parece.
. - anda, dame acá ese caldero, no te lo vayas a echar por encima y te quemes.
Una vez se llevó el caldero, me senté junto a la abuela, que como siempre, era la mar de receptiva. Nos besamos, mientras les metía mano a sus viejas pechugas, retorciendo el pezón de cada mama. No contento con ello, metí mi cabeza allí abajo, entre sus piernas, y mamé sus viejos jugos vaginales, ante la felicidad de la abuela.
Pronto se unió el abuelo, que comer, solo quería comerme a mí. Cuando llegó ante nosotros, ya estaba sin pantalones y con la minga en sus manos.
Mientras yo seguía mamándole el coño a la abuela, me bajaba los pantalones, para de inmediato tener algo calentito en mi culo. Era la morcilla del abuelo, bien sabrosa, que la sentía dentro de mí.
Con ella metida, me dejé de ostias y sin sacarme el rabo del viejo, cogí a la abuela y abriéndola bien de piernas, se la endilgué hasta los huevos, para de inmediato, trabajarle bien el conejo.
En eso oí que la puerta se abría y llegó ante nosotros la hija pródiga, la nietísima Mariola, que venía de visita. Estaba para mojar con pan aquella chica.
. - Vaya, pero qué bien se lo están pasando mis abuelos y mi Salvador.
. - oh, pero sí es la Mariola –dije sin dejar de follarme a la vieja. Acércate, mujer y dame un beso. ¿Vienes sola?, ¿dónde dejaste al calzonazos de tu novio?
. - se ha ido a los Alpes suizos a esquiar –dijo llegándose ante nosotros y besándonos a todos, para de inmediato y con una sonrisa, comenzar a desnudarse, pues quería participar como en los viejos tiempos-.
. - por lo que veo, le sale el dinero por las orejas.
. - el dinero es del padre, pero es igual, lo gasta a mansalva. Dejadme disfrutar un poco –dijo metiéndose bajo los huevos del viejo y apoderarse de ellos con su boca. Lo mismo hizo con los míos-.
. - como siempre, buen material, abuelo –dijo sonriendo y sentándose junto a su abuela, a la que besó largamente-.
Las mamas de Mariola eran perfectas para sobarlas a conciencia y eso fue lo que hice mientras me salía y ponía a comer polla a la vieja, la cual disfrutaba que era la leche.
Una vez que dejé de follarme a la abuela, el viejo se salió de mi culo y me senté en el sofá. De inmediato se sentó Mariola encima de mi tranca para darme y darse placer, mientras el abuelo puso cerca su tranca del culito de la nieta. No pidió permiso, ni ostias, allí, como estaba, se la endilgó en todo el culo.
Pasamos una hora disfrutando los unos de los otros, mientras la comida se enfriaba como las patas de un muerto. No volví a casa, dormí en aquella casa hasta que mi picha dijo basta y tuve que salir por patas o me quedaba sin ella. Mariola se iba a quedar unos días mientras su noviete rico jugaba a ser alpinista. Esos días le iba a dar candela de la buena a ella y a sus abuelos.
Al pasar por delante de la profesora en funciones, Conchita, disimuladamente me pasó un papel, que oculté en mi mano. Cuando estuve solo, lo abrí. Me pedía que fuera a su casa, que su marido había regresado de ultramar y quería verme. Joder, no sería capaz de decirle lo nuestro, me dije.
Pensando si ir o no, iba yo hacia la puerta del instituto, cuando se me presentó un espectáculo digno de ver por lo que me paré y me quedé mirando como otros que pasaban por allí.
Una negrita, que habría visto un par de veces por la zona, estaba inclinada intentando coger unos libros caídos previamente. Su trasero estaba a la vista, ni más ni menos, pues una inoportuna rotura de su estrecho pantalón, lo dejaba a la vista.
O no lo sabía o si lo sabía, se estaba exhibiendo descaradamente. No me lo pensé y me puse detrás de ella impidiendo la visión de tan esplendida raja del culo a los mirones.
Ante mi presencia, prácticamente pegada a ella mientras continuaba recogiendo los libros, ella se giró y se alarmó, soltando un taco que, en boca de una señorita como ella, hasta resultaba obsceno, pero no en mí, un deslenguado sin remisión.
. - la ostia puta, ¿qué coño haces pegado a mi culo?
. - bonito lenguaje, morena.
. - ¿tú de que vas, mamón? –dijo superándose por momentos-.
Acabó de recoger los libros y se alzó, mientras me echaba una mirada que podría matarme si llevara munición.
. - ¿de qué te ríes, gilipollas?
. - de ti –le dije en toda la cara-.
. - déjame en paz, blanquito.
. - tienes una lengua que te la pisas.
. - ¿y a ti que te importa?
. - la verdad es que nada. Abur –dije, caminé un par de pasos y me paré, pues debía decírselo- yo que tú cuidaría de seguir enseñando el ojo del culo a esos mirones –los señalé con la cabeza y me di la vuelta, desapareciendo de allí-.
Cuando la morena se dio cuenta de lo que le había dicho llevaba su razón, pues se miró el trasero y al ver que enseñaba su culamen, se puso más negra de lo que ya lo era, que ya es decir. No sabía dónde meterse, pues los allí presentes reían, hablando de su culo negro africano.
Al final me decidí ir a casa de Conchita. ¿Qué podía pasar?, ¿qué me diera una ostia si se enteraba de que me follaba a su mujer y a su hija?
Antes de tocar en la puerta me coloqué la polla, para que no fuera tan descarado mi empalme. A los pocos segundos me abrió un tío que supuse sería el maromo de Conchita.
. - buenas tardes, venía a ver a Conchita y a su hija.
. - pasa, están duchándose en estos momentos.
Entré y lo seguí al salón. Allí me invitó a sentarme, mientras él hacía lo propio.
. - así que tú eres Salvador. El que se está follando a mi mujer y a mi hija enferma.
. - bueno, yo…, -joder, vaya marrón, se lo había dicho la muy jodida-.
. - no te pongas nervioso, si te comprendo. Mi Conchita tiene un cuerpazo de escándalo –bueno, tampoco te pases, me dije, porque la cara era para tapársela con un cartucho, pero sí, estaba buenísima el resto de su anatomía- y de Pilar, no digamos. ¿A que está bien buena también?
. - bueno, sí, claro. Lo están las dos - ¿qué iba a decir? -.
. - pues no te preocupes, Conchita y yo hemos hecho un trato, puede seguir follando contigo y también, puedes follar con Pilar, mi hija.
Aquello ya parecía otra cosa, mariposa. Le gustaba que le jodiera la parienta y que jodiera con Pilar, o que le gustaría, que aún no lo tenía claro.
. - oye chico. ¿Alguna vez has probado una polla? –dijo masajeándose la suya por encima de los pantalones-.
. - ¿por qué lo dice? -dije curándome en salud-.
. - porque me he hecho un viciosillo de los culos y las pollas. Me gusta mi mujer, que conste, pero cuando estoy tan lejos pescando, las necesidades hay que cubrirlas. Ya me entiendes…
. - entiendo. ¿A qué se dedica usted?
. - soy marinero de agua salada.
. - ahora lo entiendo. Es pescador de altura.
. - así es. Ahora vengo del Océano Índico y pronto tengo que regresar.
. - sí, aquella es una zona peligrosa –dije acercando el trasero un poco más para así poderle bajar la cremallera de sus pantalones. Esperé un segundo su reacción, pero al verlo sonreír, di otro paso y metiendo una mano en la abertura de sus calzoncillos, le cogí el rabo y se lo saqué fuera. Una suave paja comencé a darle mientras le sonreía y lo miraba a la cara, el hacía lo mismo, me miraba y sonreía-.
Pensé que aquello se podía mejorar y así fue como me incliné y comencé a mamarle la polla. Se la estaba poniendo tiesa ¿y por qué no?, un pasito más, me dije. Me aflojé el cinto y bajándome los pantalones, saqué mi empalmada polla que puse en sus narices. Su sonrisa se amplió y agarrándomela, se la zampó toda ella.
El tío había aprendido por la necesidad de disfrutar estando lejos de casa y yo no, pues disfrutaba a todas horas y en todos los lugares. Por eso saqué la polla de su boca y sentándome en sus muslos, me ensarté el miembro del tío. Un morreo a su cara sin afeitar y me dispuse a disfrutar de tamaña herramienta en mi culo.
Me contorsioné alrededor de su rabo, aumentando el disfrute propio y el suyo también. De esa guisa, nos cogió Conchita, que venía con su hija. La madre se sorprendió de que fuéramos tan deprisa y la hija salió disparada hacia nosotros, gritando como una loca no sé qué de mi príncipe azul.
Ya antes de que llegaran ambas junto a nosotros, se sacaron de encima cuanta ropa se habían puesto, escasa ropa, por cierto, pues solo llevaban encima un albornoz, llegando como Dios las trajo al mundo.
Los ojos del padre al ver a su hija tan entusiasmada con mi presencia hasta lo enceló un poco más, se dijo que no había mal que por bien no venga. La chica y yo, mientras seguía tragando polla, nos comíamos la boca, para después darle un repaso manual por sus partes más íntimas.
Conchita no se quedó mirando, ni mucho menos. Aquella fue una de tantas folladas a su mujer, a su hija y al mismo marido, mientras el marinero de agua salada estuviera en la casa de putas en que se había convertido aquel hogar suyo.
Los días siguientes me los pasé saltando de la casa de los abuelos y de Mariola y la casa de Conchita y su familia. Fue una semana loca donde mi rabo trabajó más que en su puta vida sexual. Estaba a piñón fijo. Era un despelote total, donde corrió la leche a mansalva. Acabé casi muerto.
El día en que llegó el momento de partir, el marido de Conchita se dio el gusto de invitarnos a los cuatro a un restaurante. Lo malo era que no pudimos pasar de la puerta de la calle, pues hubimos de regresar. Y era que su hija no estaba educada para estar fuera de casa, pues no dejaba de meterme mano e intentar comerse el chuletón enrojecido que tenía entre mis piernas.
Al final pedí que el matrimonio lo celebrara solo, mientras yo y la hija nos quedaríamos en casa hasta su regreso. Claro está, follando como posesos, puesto que era lo que demandaba la hembra y había que cumplir, pese a mi cansancio sexual del momento.
Por suerte, se largaban la Mariola con su novio, el pescador y su esposa, incluyendo a Pilar, a las costas de Yibuti, para estar bien cerca de su esposo, cosa que me alegró, la verdad. Se alejaban de mi o me dejaban tieso entre todos ellos.
Eso sí, el día antes de partir, tuve una sorpresa morrocotuda. Y es que marido pescador y mujer, se fueron al mejor restaurante del lugar, antes de partir. Y claro, me dejaron a Pilar a mi cuidado. Lo que sucedió después, me dijo que siempre había que pensar mal, para acertar, y si no, que baje Dios y lo vea.
. - por fin se han ido los viejos -dijo Pilar, sentándose a mi lado, en el sofá donde estaba.
Me la quede mirando. Su lenguaje no era como el de siempre que le había oído en la casa. Algo, había cambiado.
. - no me mires así, hombre. Soy Pilar, tu Pilar.
. - ¿de qué Pilar me hablas?, no pareces tú.
. - lo sé.
. - ¿lo sabes?, ¿qué quiere decir eso?
. - gracias a ti, ahora follo con mama y con papa. Y todo, gracias a tu rabo, Salvador.
. - no pareces tener… síndrome de Down, Pilar.
. - y no lo tengo. Cuando mama no está, visito a los amigos y no veas como me pongo de leche de polla. y ahora, también con ellos dos. Gracias, Salvador.
. - no te entiendo, Pilar. ¿Por qué?
. - la verdad es que no lo sé. Puede que al nacer tuviera esa enfermedad, pero cuanto tuve razón, decidí que me convenía seguir teniéndola y desde que puedo, me doy la vida padre. Si puedes hacerme le favor, de no decir nada, te lo agradecería. Voy a intentar follarme a todos los marineros del barco. Así disfruto yo y disfrutan ellos. Eso sí, sin que se enteren los viejos, claro.
. - pues me engañaste y los engañaste bien a ellos también. Y la verdad, ser puta a escondidas y se puta, sin esconderte, no veo la diferencia.
. - pero, ¿no sabes el morbo de ser puta sin que lo sepan los demás?, deberías probarlo.
. - no, gracias. Yo voy siempre con la cara por delante, aunque me la partan.
. - pues tú mismo. ¿Follamos?, sería la última vez, creo yo, si nos vamos al Cuerno de África -dijo ella sonriendo, como si nunca hubiera roto un plato-.
Me la quedé mirando.
. - la madre que te pario. Porqué estás buena de verdad, que si no…, encima, esos pechos lecheros que me alimentan, no tienen precio. Sí, follemos, Pilar, follemos hasta hartarnos…
Por suerte, la siguiente semana me la pasé de descanso sexual momentáneo, que no para siempre. Me gustaba tanto que no podía estar sin meterla en algún agujero. Hasta a mamá y las chicas de casas les pedí una semana de descanso. Así la pasé de puta madre sin que mi polla hiciera su trabajo habitual y pude recuperarme sin tener que ir al urólogo a que me diera las pastillitas azules.
. - coño, por fin te encuentro –aquella frase me hizo sobresaltar, pues estaba ensimismado leyendo unos apuntes para un próximo examen. Al girarme, vi que era la negra de la semana anterior. Aquella deslenguada del culo al aire-.
. - vaya, la deslenguada. ¿Qué te trae por mis dominios, morena?
. - me recuerdas –dijo y pareció sonreír- quería darte las gracias por tu ayuda de la otra vez. Creí que eras uno más de los que se lo pasan en grande jodiendo la marrana a las de color como yo-.
. - mira que tienes una mente sucia para pensar eso de todo el mundo.
. - fue un error por mi parte y por eso te he buscado para pedirte perdón.
. - okey, perdonada. ¿Algo más?
. - quería invitarte a tomar algo.
. - ¿pagas tú?, estoy canino de pasta.
. - claro. Yo invito, yo pago.
. - entonces no se hable más. Elige el antro, morena. Vaya, hoy vienes diferente –dije mirándole la falda- hoy no traes pantalones. ¿Es por si te ocurre de nuevo?
. - no, es porque así estoy más favorecida. ¿No te parece, blanquito? –dijo dándose la vuelta mientras sonreía-.
. - hija, tienes un cuerpazo, que pagaría por verte desnuda. Vaya grupa que te gastas y vaya par de…
. - vale, vale, no sigas. Se te entiende. Estás haciendo que me ponga colorada.
. - no jodas. Una morena, colorada, eso tengo que verlo a la voz de ya –dije mirándola fijamente, pero no, en todo caso más oscura y brillante sí, ¿pero colorada…?
. - eres muy bromista, ¿sabes? –dijo marchando delante. Sí, tenía una grupa que me gustaría montar y remontar-.
Ella se giró y me vio mirándole el trasero.
. - ¿aún estas ahí?, no sigas mirándome el culo, que te vas a quedar visco.
. - chica, es que estás para mojar con pan.
. - venga, déjate de coña y salgamos de aquí.
Me llevó a un pub cercano donde los estudiantes nos echábamos unas cañas unos, refrescos otros y algunos, unas rayitas en el baño. De todo había allí.
. - ¿qué quieres tomar?
. - pide tú.
. - yo voy a tomarme un buen vaso de zumo de naranja con un poco de hielo.
. - pues eso mismo para mí, encanto.
Mientras me iba hacia una de las mesas, ella fue a la barra. Al rato apareció con los dos vasos que puso sobre la mesa. Cogió uno y le puso una pajita de las que había en medio de la mesa. Yo la imité, le puse la pajita y me deleité mirándole los pechos puntiagudos de la morena. Ella también me miraba a mí.
. - no me digas que estás sacando las medidas de mis pechos. Si quieres te las digo y ganas tiempo.
. - no te molestes. Ya me hago una idea. Van acordes con tu trasero.
. - ¿y el veredicto?
. - un siete y medio.
. - ¿tan poco?, vaya desilusión. Y yo que creía que tenía un par de buenas piezas.
. - y las tienes, créeme. Pero no las haces resaltar.
. - ¿ah no?, y según tú, ¿qué tendría que hacer para aumentar la puntuación tan esmirriada que me has puesto?
. - bueno, la respuesta la tienes en esa cacho hembra que entra al pub de la mano de un chicarrón. Si hasta están contentos de haberse conocido.
. - no jodas, así no podría salir yo a la calle. Si va diciendo a todo el mundo, soy una puta y quiero guerra .
. - lo dicho. Tienes una mente muy sucia, chica. Tú, todo lo ves de color negro y no es así. También está el gris. Con esos pechos que la madre naturaleza te ha dado, yo no los llevaría todos ocultos. Ni mucho menos. Si no enseñas un poco de carne, pierdes enteros. Lo difícil es fijar la frontera entre estar imponente y vestir como una buscona. Y la que ha entrado aquí, no parece una putilla. Está ofreciendo una mercancía que cualquiera compraríamos con los ojos cerrados.
. - seguro que te gustaría mi amiga Lenny.
. - ¿por qué lo dices?
. - es muy explosiva. ¿Se me entiende?
. - ¿más que tú?, no lo creo.
. - pues créetelo. Ella sí sabe sacarle partido a su cuerpo.
. - pues ya tengo ganas de ver a tu amiga. ¿Está libre?
. - vaya, ¿no querrás…?
. - coño, antes deja que le eche un vistazo, desnuda. Luego ya te diré.
. - sí, hombre. Que se va a dejar desnudar para que le eches un vistazo.
. - peores cosas se han visto –dije y eché el último trago de zumo. Luego me eché hacia atrás en la silla-.
. - ¿quieres otro? –dijo la buenorra de la morena-.
. - no, éste fue bastante abundante. Y creo que voy al baño a echar un poco. Disculpa, morena –dije sonriendo-.
Me levanté y marché hacia los baños del local. Ella le echó un vistazo por encima a los apuntes que había dejado sobre la mesa.
Al llegar al baño, noté que en unos de los reservados para hacer de vientre se oían gemidos enculatorios. Sonreí, pues me hubiera gustado estar allí, ya sea con la negrita o con su puto padre. Tuve que aguantarme y echar una meada y salir como entré, sin haberla descargado de mi sabrosa lechita.
Cuando volví a la mesa, mi silla estaba ocupada por un negrazo de dos metros y musculatura que no parecía normal. Los putos esteroides, seguro.
. - joder, Lisbeth, ¿me dejas por este blanquito?
. - oye, Simón, tú y yo nunca hemos sido nada, así que ya estas tardando en largarte.
. - sí molesto, me largo –dije a la negrita-.
. - sí, lárgate con viento fresco, Lisbeth es de mi propiedad. ¿No te has dado cuenta que es negra?
. - coño, pues ahora que lo dices… -me quedé mirando a Lisbeth, sonriendo-.
. - tú, como te llames –la tal Lisbeth se refería a mí- te quedas y tú, Simón, lárgate o llamo al dueño de este antro-.
. - cuando te salga un crío café con leche, ya te acordarás de mí, Lisbeth. ¿Dónde ibas a sacar un mejor partido que yo?, estoy buenísimo, tengo pasta y dientes blancos.
. - sí, y con la mollera fuera de su sitio. La tienes entre las piernas.
Me eché a reír en su cara. La jodida tenía huevos de enfrentarse a aquel mastodonte negro. La mirada que me echó me hizo cerrar la boca.
. - me largo para no hacer una escena, pero ojito con lo que le haces a mi chica. Con este dedo –me lo enseñó- te dejo seco-.
No dije ni pío, no fuera a usarlo. Aunque no era manco, ante un bicho como aquél, poca cosa podía hacer. Me dejaría k.o. a las primeras de cambio, con esteroides o sin ellos. Cuando se largó, ocupé su asiento.
. - lo siento, ese energúmeno no para de darme la vara con que salga con él. No es mi tipo. Por cierto, a todo esto, aun no sé cómo te llamas, ya has oído que yo me llamo Lisbeth.
. - Salvador es mi nombre. Y voy a tener que irme.
. - no te gusta estar mucho tiempo con una negra por el qué dirán, ¿eh?
. - si así fuera, no habría aceptado tu invitación, pues como puedes ver, esto está lleno de chicos del barrio. Simplemente, tengo que irme.
. - ¿quieres quedar otro día conmigo?, te presentaré a mi amiga Lenny, es más pechugona que yo y lo sabe resaltar más que yo también –dijo ella esperanzada. Sus ojos la delataban, además de sus pechos, que se movían con la respiración que se le había acelerado-.
. - depende.
. - ¿de qué depende?
. - del día que elijas. Hasta el sábado no tengo un hueco. Soy un chico muy atareado.
. - el sábado me va de perlas. ¿A dónde quieres que vayamos?
. - había pensado ir a cierta playa.
. - me parece bien. Pero que no sea una nudista, por favor.
. - pues son las que me gustan. Además, así podré verte en todo tu esplendor, además de a tu amiga que, según tú, está tan explosiva.
. - de eso nada, yo no voy a playas nudistas.
. - bueno, entonces mejor me quedo en casa. Abur –dije con intención de levantarme. Ella me agarró del brazo frenando mi impulso-.
. - vale, iré, pero que sea una playa más bien solitaria, por favor.
. - seguro que estará bastante solitaria. No es época de domingueros. Conozco una bien tranquila. Lo más, los tres y un par más de bañistas en pelotas. Por cierto, ¿sabes de seguro que tu amiga aceptará ir a despelotarse?
. - ya lo creo. Es lo que más le gusta.
. - ¿me estás diciendo que es una puta, tu amiga?
. - no, coño. No es ninguna puta. Solo que es algo calientapollas, no sé si me entiendes. Pero solo eso, aun es…
. - anda ya, ¿aún lo es?
. - aún.
. - ¿y tú también lo eres?
. - sin comentario. Bueno, quedamos en eso, el sábado. ¿Dónde nos recoges?
. - mejor nos vemos en una parada de autobuses entre Pinto y Valdemoro.
. - ¿dónde dices?
. - ¿por dónde vivís tú y tu amiga?
. - detrás de la iglesia de San Rafael.
. - pues entonces, en la parada que está junto al obelisco que hay calle abajo. A las diez estaré allí y regresaremos por la tarde. Vosotras lleváis las viandas y yo las sombrillas y las toallas grandes, junto con las cremas antisolares, que os pondré yo, claro.
. - ¿no vas un poco rápido?
. - a lo mejor a tu amiga no le importa que le ponga la crema solar –dije guiñándole un ojo-.
. - seguro que no, pero yo no soy ella.
. - bueno, al menos me divertiré con una. Ahora sí me voy, hasta el sábado, morena.
. - hasta el sábado, tío bueno –me dijo mirándome el paquete-.
. - cuidado con lo que deseas, que puedes tenerlo, morena de grandes y buenas piezas –sonriendo, me largué de allí. Sin pagar, claro-.
Ella se me quedó mirando el trasero mientras desaparecía de su vista. Se le había humedecido su entrepierna y no era por el calor, precisamente.
. - Hijo, necesito que me hagas un favor.
. - tú dirás, mami –le dije a mamá en la cocina mientras Lisa me la estaba chupando y yo haciéndole una paja con mi boca a Ramona. Mi progenitora estaba con el puchero dándole vueltas-.
. - necesito que saques de paseo a la abuela del 5º B.
. - no sabía que allí viviera ninguna anciana. Sé de un tío que entra y sale como un zombie y ni apenas saluda.
. - no se lo tengas en cuenta. Está solo para cuidar de su anciana madre, trabaja y apenas tiene tiempo para ella.
. - ¿la mujer se puede valer por sí sola?
. - sí, de momento sí. Hace la comida al hijo y cuida de su casa.
. - ¿entonces para que me necesita?, si estuviera en una silla de ruedas…
. - por favor, hijo. Me lo pidió el hijo. Él y yo…
. - madre, no tengas que darme explicaciones. Lo haré porque me lo pides tú, porque con ese vecino habré cruzado dos palabras el tiempo que llevamos aquí.
. - me pide que la distraigas un poco. Como con los abuelos de Mariola.
. - joder, mamá.
. - cuida ese lenguaje, hijo.
. - perdona, mamá. Pero es muy fuerte. ¿Le has dicho que los abuelos y yo lo pasamos en grande?
. - no, hijo. No soy tan estúpida. Pero como me lo ha pedido, eso he entendido. Por lo visto, lleva 15 años sin estar con ningún hombre y como los aquí presentes sabemos de tus habilidades con las damas…
. - mamá, que sea la última vez que me pides ayuda para algo así. Yo me busco mis ligues, ya lo sabes. De hecho, el sábado voy a salir con un par de negritas que están para mojar con pan. Vamos, como vosotras tres, no más.
. - ahora no seas tú quien se disculpe. Sabemos que tienes rollitos fuera de aquí y no nos molesta, porque cada una hace lo mismo –dijo Lisa mirando hacia Ramona-.
. - así es. Así que no tengas que darnos explicaciones. Pero hazle ese favor a mamá, Salvador. He visto a la mujer y tiene unas grandes y puntiagudas razones muy atractivas para sacarla a pasear y lo que no es paseo, ya me entiendes.
. - vaya, parece que os habéis confabulado las tres. Pero que sea la última vez como he dicho. No me convirtáis en lo que no soy.
. - así haremos, cariño –dijo mamá guiñándole un ojo a las chicas que no me pasó inadvertido. Aquellas tres eran como las antiguas alcahuetas de la época de Cervantes y Lope de Vega-.
. - Buenas tardes, me envía mi madre para sacar a su señora madre a dar un paseo.
. - pasa, te conozco. Sí, Rita me dijo que te enviaría. Mamá, ¿dónde estás?, ha venido el chico que te dije –gritó el hombre hacia las habitaciones del fondo-.
Una señora de no menos de 70 años y con unas tetas grandes y puntiagudas que la gravedad aún no habían derribado, a no ser que tuviera algún sujeta-tetas rígido, se acercó caminando con su bastón. Se quedó mirándome el careto, para luego avanzar hacia nosotros.
. - ya te dije, hijo, que no hacía falta.
. - madre, yo no puedo acompañarte, ya sabes el horario que tengo en mi trabajo. Rita, la vecina, ha sido tan amable de enviarnos a su hijo para que te lleve de paseo cuando tenga un hueco.
. - ¿cómo te llamas, guapo?
. - Salvador, señora.
. - ¿eres de fiar, Salvador?
. - sí, señora. Claro que sí, señora.
. - bueno, probaremos. Si veo que no congeniamos, lo dejamos. ¿Estamos?
. - claro, señora –mis ojos no veían sino aquellos picudos pechos que tenía delante. Si no se dieron cuenta, sería porque eran ciegos- ¿nos vamos, señora?, hace una tarde espléndida-.
. - pues la televisión dijo que llovería.
. - se habrán equivocado. Hace sol y nada de viento. ¿Nos vamos entonces o vuelvo otro día? –ya me estaba impacientando. Si tenía suerte, me decía que no salíamos hoy, pero no tuve tanta suerte, ¿o sí?
. - vayamos, pues –dijo al fin-.
. - no tengáis prisa en volver. Yo no volveré hasta esta noche, ya lo sabes, mamá.
. - sí, hijo. A ver cuando cambias de trabajo.
. - con el paro que hay, tengo suerte de tener éste, mamá.
. - lo sé, lo sé, hijo. Abrígate bien, por si hace frío.
. - sí, mamá. Ande, váyase ya –dijo y le dio un casto beso de hijo-.
Me enganché del brazo izquierdo de la señora, mientras usaba el derecho con el bastón. Olía a almidón.
Al salir del ascensor y llegar a la puerta de la calle, se frenó un momento para coger aire. Era como si fuera a pisar la calle por primera vez en su vida. Esa era mi impresión.
De camino al parque, allí era donde la iba a llevar hoy, no dejaba de echarle un vistazo a las puntas de los pezones. Me preguntaba si eran de verdad o solo usaba sujeta-tetas con puntas rígidas para presumir. Más de una vez me cogió mirándoselas, pero no dijo nada.
(Parte 18 de 25)
FIN