A piñón fijo (17)

“Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo, y la segunda, no me acuerdo.” Woody Allen. Relato en 25 trozos.

A PIÑÓN FIJO

(17-25)

ESCRITA POR:  SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

Recogimos más rápido que cuando llegamos y plantamos las sombrillas. Caminamos un buen trecho hasta la arboleda del parque. Era bien grande y tupido.

Nos metimos dentro y buscamos una zona alejada de cualquier esquina del parque. Sin duda, era aquel el sitio adecuado. La hierba nos amortiguaría el trasero. Saqué las toallas y las puse las tres en el suelo. Luego me desnudé, desnudando a los dos hermanos, después.

Estando de rodilla y ellos dos de pie frente a mí, casi me corro de gusto antes de tenerla metida en algún agujero.

Les pasé la mano por la entrepierna de ambos. Sus respiraciones aumentaron cantidad. Con Teresa noté que ya hacía zumo y de Pedro, pues qué decir, ya venía empalmado y se la cogí bien, por lo que fue al primero que comencé a mamársela. Era escuálida, pero matona.

Lo tendí en el suelo y dándole la vuelta lo puse a comerme la polla, mientras yo me tragaba la suya, aparte de los huevos también, que disfruté. Luego le hice girar el cuerpo y me di gusto metiéndole la lengua en su estrecho culito, al que le metí varios dedos a todo lo que daba, mientras miraba a Teresa, a la cual le dije que se tendiera para darle un buen repaso de inmediato.

Ella tragó saliva y con una mueca por sonrisa, se tendió cuan larga era y con los muslos cerrados. Una buena comida de boca con Pedro y le invité a darme por culo, para luego desplazarme hasta Teresa, que me esperaba nerviosa.

Lo primero que disfruté fueron sus fresones pectorales. Luego su boca fue lo siguiente. Detrás mío Pedro ya tenía su boca ante mi culete, usando su lengua para perforármelo.

Con un movimiento descendente, abrí las piernas de Teresa y allí me quedé hasta que se puso a retorcerse de placer, toda vez que su vagina era mía por completo. Sus orgasmos, la verdad, no eran nada del otro mundo, pero los que tenía y eran muchos, sumados, producían zumo que me tomaba con gusto. Su micro-clítoris me costó encontrárselo, pero una vez localizado, sus contorsiones la lubricaron mucho más. Entonces sí, ahora iba a por el plato fuerte del día.

Hurgué en su bolso y encontré el mango de un cepillo del pelo que ni buscándolo, lo hubiese encontrado. Se lo puse a morder y mientras Pedro se comía mis huevos, mi polla buscó su vaginita escuchimizada.

Suerte que estaba en todo, pues lo de la crema solar se me había pasado. Seguramente por las ganas de follármela que tenía encima. Ella misma cogió el tubo de su bolso y abriéndolo, echó un buen chorro encima de su vagina y de mi polla. Yo me encargué de expandir la crema en su aparato genital y sobre mi polla. Ya hecho, sentí a Pedro dentro de mi culo y yo aún con los preparativos con Teresa. Lo dejé que disfrutara con mi ojete.

Agarrándole de sus delgadas nalgas, la atraje hacia mi polla y fui clavándola. Lentamente, pero seguro.

Sus ojos lagrimeaban del dolor, pero el mango del cepillo y su buena voluntad, impedía que gritara, pero sí se notaba que era dolorosa la penetración, por lo que aminoré, que no paré, mi entrada dentro de ella.

Me costó la de Dios y ella podía dar fe de ello, pero una vez clavada hasta el fondo, lo siguiente era disfrutar de su coñito estrecho y juguetón.

Le saqué el cepillo y me comí su boca, morreándola toda ella, para, de inmediato, darle polla y el frenesí del momento se convirtió en puro placer. Al menos, para mí.

La follada se prolongó hasta que me harté de darle polla vaginal. Fue correrse Pedro en mis nalgas y pedirle que me lo dejara como nuevo con su lengua. Pero antes de ello, acerqué su verga o verguilla más bien y me la zampé con sus goterones de leche y todo. Fue breve, pero me dejó la boca con muy buen sabor.

El chico, una vez me entregó la polla, se fue hacia mi culo y se puso a comerse su lechita, para de repente venirme el momento de la corrida propia. Me salí de inmediato y haciéndome hacia adelante, le metí la polla en la boca a Teresa, que me la mamó con los extras y exploté. Era abundante y muy suculenta, si lo sabía yo.

Dejé que tragara a su ritmo, mientras Pedro seguía con mi culo para después comerse mis huevos. Seguidamente se alzó y nos dimos un morreo bucal mientras Teresa acababa definitivamente con mi rabo al escurrírmelo bien escurrido.

. - Cierra los ojos, Teresa –le dije-.

. - para… ¿qué?

. - tu hazlo, por favor.

Los cerró y con un guiño, invité a Pedro a tomarse el jugo vaginal de su hermana. Dudó un segundo, pero de inmediato se puso en posición y comenzó a comérselo, mientras yo me agenciaba los fresones de la chica.

Ella abrió los ojos y al ver a su hermano comiéndole el chichi, iba a poner el grito en el cielo, pero cuando sintió que se corría de gusto, entonces lo pensó mejor y hasta sonrió, gimiendo de nuevo.

Luego invité a Teresa a comerle el rabo muerto a su hermano. No se lo pensó dos veces ella, y metiéndose entre sus piernas, se lo metió en su boca intentando sin conseguirlo, hacerlo revivir.

Yo, por mi parte, ya estaba en el trasero de Teresa abriéndole el nalgar, mientras mi lengua hacía su trabajo perforador. Los dedos añadieron profundidad y placer para el menda.

Una vez todo el mundo hubo disfrutado a su manera, nos tendimos mirando las copas de los árboles, tendidos sobre la toalla.

. - me ha gustado chicos. Os habéis portado. Engordad pronto que vuestros culos me tienen loco.

. - hemos hecho un pacto y lo cumpliremos, ¿verdad, Pedro?

. - según lleguemos a casa diré a Soledad, la sirvienta, que nos haga lo que tanto nos gustaba de pequeños. Aquellos macarrones con carne. Disfrutarás de nuestros culos antes de lo que te imaginas, Salvador –dijo girándose y besando mis labios. Teresa se giró a su vez y también me besó, aun con su hermano sin dejarme la boca libre. Ellos dos se miraron una décima de segundo y no se lo pensaron más, se besaron delante de mis narices. Yo a mí vez besaba la comisura de sus labios e iba saltando de uno a otro mientras no paraban de comerse el uno al otro. Luego los dejé que extendieron los besos al resto de sus cuerpos-.

De nuevo volvieron a ponerse en un 69 y cada uno se comió lo que estaba ante sus narices, polla descargada y coño súper lubricado. Yo saltaba de uno a otro comiéndome lo que pillaba, así hasta que nos cansamos y dimos por terminada la follada a tres bandas.

Ya en la casa de los chicos…

. - Soledad, haznos macarrones con carne como cuando chicos. ¿Puede ser? –dijo Pedro, con Teresa asintiendo-.

. - claro, chicos. Ahora mismo. Vuestro padre se pondrá contento. ¿Qué os da ese chico que os tiene tan revolucionados?

. - de todo, soledad, de todo –dijo Teresa muy risueña, pero no añadió nada más. A pocas palabras…-.

Me reuní con el padre de los chicos la noche del siguiente viernes. Me recogió en cierta esquina y fuimos a una calle y allí aparcó, en la oscuridad, previa rotura de una farola pública cercana.

. - el capullo que nos violó vive en ese apartamento.

. - ¿cómo lo atrapamos y le damos el pase al infierno?

. - lo he pensado mejor y no quiero tener sobre mi conciencia su muerte. Tu estarás acostumbrado, pero yo no. Lo vamos a poner mirando hacia donde sale el sol y les meteremos esto- dijo enseñándome unas toscas pollas de madera de enormes dimensiones que había fabricado él mismo, las cuales sacó de una bolsa-.

. - si se la traga, no volverá a caminar derecho –dije-.

. - se la tragará, de eso me encargo yo con tu ayuda.

. - ¿estará solo?, eran cuatro tíos.

. - antes de abandonarlo, nos dirá los nombres de todos ellos y les haremos lo mismo.

. - sr. Costa, le digo lo mismo que la otra noche. ¿Y si vuelven a las andadas y se vengan con tus hijos o con mi familia?, yo sigo pensando en darle carpetazo después de que nos dé información del paradero de sus amigos. Y así, sucesivamente.

. - ¿y qué hacemos con sus cuerpos?, no tenemos incineradora.

. - pues los enterramos en las montañas y listo. Si recapacita, verá que mi idea es más segura para todos. Si no nos los cargamos y llegaran a denunciarnos…

. - veremos cómo se nos da con éste, luego…, mierda, sale de la casa-.

Efectivamente, un tío salía de un portal y se dirigió a un coche. Lo puso en marcha y salió. El viejo le fue detrás.

. - veremos donde se dirige. A lo mejor nos lleva con los demás.

Yendo detrás a distancia prudente, llegamos a una oscura calle. Apagó los faros, lo mismo hizo el viejo quedándose bastante detrás. Desde la lejanía vimos que se bajó del auto y se acercó a una esquina donde fumaban varios tíos. Parecían tres.

. - esos deben ser los tres que nos faltaban, Salvador.

. - es posible. Veamos qué hacen.

Estuvimos un buen rato allí a oscuras, mientras ellos continuaban en aquella esquina fumando tan tranquilos. De repente, llegó un auto con una pareja, macho y hembra y se detuvieron en la oscura calle. Los cigarros desaparecieron y también sus dueños, pues se ocultaron.

Los del coche recién llegado hicieron arrumacos, comiéndose las bocas. De golpe se les abrió las puertas y los sacaron aquellos cuatro malnacidos de la misma manera que a nosotros y también con sus pasamontañas, pues la luz del auto, al abrirse las puertas, los iluminaron lo justo.

. - han vuelto a atacar a una pareja.

. - parece que ese es su modus operandi de divertirse los fines de semanas, violando a parejas. Iremos tras ellos y encontraremos su escondrijo donde nos dieron polla a destajo. Luego los sorprendemos y liberamos a la pareja, para llevarnos a esos de la misma manera que ellos nos trasladaron. Me acabo de acordar de un páramo donde hay un agujero bien profundo. Allí los metemos y nadie dará con ellos. Debemos ser rápidos o nos cogerá el toro.

Por una vez estaba de acuerdo con el viejo. Los seguimos, pues los metieron en el maletero igual que a nosotros. Se llegaron a una nave que parecía abandonada. Abrió uno la puerta y entraron el auto, cerrando tras ellos.

. - mierda, ¿por dónde entramos? -dijo el viejo-.

. - demos un rodeo, veremos si se puede entrar por otra puerta o alguna ventana.

. - okey, tienes razón. Toma, ponte esto –dijo sacando de la bolsa dos pasamontañas que había hecho con un gorro hasta las orejas y unas tijeras, más un par de guantes que me dio, otro par era para él. También me dio uno de los dos bates de béisbol que tenía tras su asiento-.

Nos pusimos el pasamontaña y con el bate de béisbol en las manos, nos llegamos al lateral de la nave, intentando abrir las puertas y ventana que nos encontrábamos hasta dar con una ventana que cedió. Así se lo indiqué al sr. Costa y entramos sigilosamente.

A lo lejos oímos el murmullo de sus voces y hacia allí fuimos. Todo estaba a oscuras, excepto al fondo, donde estaban los focos iluminando las colchonetas con varios más alrededor.

. - muy bien, chico. Así se folla un culo de puta. Ahora nos toca a nosotros disfrutar con el tuyo y el de ella –dijo la voz que tan bien conocía-.

Mientras estaban ocupados dándoles patadas a la pareja para que se colocaran de lo más enculables, tuvimos nuestra oportunidad.

Blandiendo los bates de béisbol, les atizamos en la cabeza a cada uno de los viola-parejas. Los cuatro cayeron en redondo. A unos los acertamos en plena cocorota, pero a dos de ellos, fue en el hombro al intentar esfintarnos, pero, aun así, el dolor era grande. Más golpes sobre sus cuerpos, cabeza incluida y quedaron tres desmayados y otro solo atontado, pero doliéndose de los golpes. Cuando intentaba levantarse este último, más golpes y ahora sí, se quedó dormido.

La pareja estaba aterrada, pues no sabían a qué atenerse con los nuevos invitados. A lo mejor también querían follárselos, se dijeron sin abrir la boca.

. - levantaros, chicos. Os podéis ir y no digáis nada de lo que ha pasado aquí o iremos en vuestra búsqueda. Por suerte no habían empezado a follaros como lo hicieron con otros, así que solo debéis saber que no lo volverán a hacer nunca más. Ahora largaros. Vuestro coche lo tenéis ahí mismo –les dije muy serio-.

Se levantaron y cogiendo las ropas, se fueron al coche. Mientras el viejo vigilaba a los cuatro aquellos, yo les abrí la puerta y una vez se largaron, fui a por nuestro vehículo y lo metí en la nave, para volver a cerrar la puerta de nuevo. Debíamos actuar con rapidez.

Según llegué con el auto junto al viejo, paré y salté del auto, abriendo el maletero. Miré que no pudieran usar nada que tuviera el viejo allí, pero estaba limpio como una patena. Según parece el viejo se lo había currado todo, menos lo de darles el finiquito a los tíos. Suerte que había cambiado de idea, pues no tenía ganas de volvérmelos a encontrar, entonces sí que las pasaría canutas.

Al que se movía o despertaba, le dábamos un buen garrotazo. Cuando los cuatro, todos espatarrados, los metimos en el maletero, salimos echando leches de allí, dejándolo todo como estaba.

Tardamos unos cuarenta minutos hasta llegar al páramo que había dicho el viejo. Allí no subiría nadie que estuviera en su sano juicio. Detuvo el auto cerca del agujero y descendimos. La luna llena nos ayudaba en el trabajo. No se veía a cincuenta metros, pero a cinco sí, perfectamente.

El viejo sacó unas bridas de buen tamaño, no sabiendo de dónde. Se las vi cuando estaba a la espera de que yo me colocara junto a él para darles la bienvenida a los folla-parejas.

. - voy a abrir, si intentáis salir los cuatro juntos, os vamos a dar para el pelo más de lo mismo. Así que quietecitos.

Todos, menos uno, estaban despiertos y expectantes.

. - Poneros a la espalda estas bridas bien apretadas. Que cada uno se la ponga al compañero. Yo se la pondré al último. Despertad al bello durmiente -dije-.

Al dormido lo zarandearon. O tenía el sueño muy profundo, estaba muerto o se hacía el loco. Otra opción podía ser que estaba aún desmayado, pero no me lo creía, así que tensé mis nervios aún más de lo que ya estaba, no fuera una trampa. Las bridas fueron siendo colocadas, ante las caras de mala leche y de dolor de aquellos tres.

. - ya están –dijo el tercero en discordia- este no se despierta y no me la puede poner-.

. - pónselas tú a él entonces.

Lo sabía. Era un truco. El cuarto se hacía el dormido para sorprendernos. Al oír que le iban a poner la brida, despertó e intentó saltar del maletero, pero yo tenía preparado el bate y le di con toda mi alma. Le mandé el bate hacia la cabeza, pero al moverse muy rápidamente, le di en el hombro. Un hueso se oyó romper y gritó como si lo estuvieran desmembrando. Otro golpe y sí, esta vez le di en toda la cabeza, desmayándolo. El tercero no movió un dedo.

. - vamos, pónselo o te arreo, capullo –dijo el viejo, más nervioso cada vez-.

. - vale, vale. ¿Qué queréis de nosotros?

No hubo respuesta. Una vez atado, le ordenamos se diera la vuelta y lo atamos a él también. Enseguida los sacamos de mala manera, cayendo los unos sobre los otros, como sacos de papas del país

Una vez todos fuera y revisadas sus ataduras, el viejo sacó del coche otra bolsa con más bridas. Pero esta vez tenía tres ya abiertas y unidas entre sí como si fueran los aros olímpicos, a falta de cerrarlas. Las tiró junto a ellos.

. - meted cada uno una pierna en las dos abrazaderas que están juntas.

Así lo hicieron, incluido el dormilón, que se las puse yo. Luego el viejo les puso en la cabeza la tercera abrazadera y al tensar las tres, los tíos se quedaban en cuclillas con las manos atrás, cayendo de frente o de lado, según cada uno.

De la bolsa de las bridas saco unas tijeras. Al verlas los tres que estaban despiertos, se aterraron, pero cuando solo les cortaba la ropa para dejarlos en pelotas, se tranquilizaron, pero no tanto, pues aún temían por sus vidas.

Al final el cuarto despertó y viéndose desnudo, dijo todo tipo de improperios, confirmando que era aquella la voz que llevaba la voz cantante, vamos, que era el jefe del grupo. Se le quitó el pasamontañas a éste y a los demás también. Eran del montón, sin nada que los distinguieran de la escoria humana que pululaba por los barrios bajos de las ciudades de medio mundo.

. - Habéis jodido a mucha gente y es hora de que ellos os devuelvan el favor –dijo sacando de la bolsa las pollas de madera y tirándolas al suelo. Al verlas, se aterraron más de lo que estaban-.

Los tíos se echaban la culpa los unos a los otros. Que ellos no podían hacer otra cosa, etc., etc., pero el dolor infringido en nuestros culos, nos hicieron inmune ante sus súplicas. El único que no abrió la boca esta vez para variar, era el cabecilla.

Cogimos a uno cualquiera y entre los dos le pusimos cinta de embalar en la boca. Luego al resto, al cabecilla incluido y luego sin transición que valiera, cogimos a este último y entre los dos, le metimos la súper polla por el culo. Los desgarros que le produjo fueron suficiente para desangrarse allí mismo. Luego uno tras otro, nos los follamos a todos con su polla correspondiente.

Sin esperar a que palmaran desangrados, sino semi inconscientes, y entre los dos, los fuimos echando al agujero negro, luego limpiamos un poco el sangrerío que dejaban atrás y partimos de allí como quien llevara el diablo tras el culo. Muertos los perros rabiosos, el resto de la ciudad dormiría mejor. Por lo menos yo, que iba a dormir de puta madre esta noche.

Pero no en mi cama, pues como la vez anterior, dije que dormía fuera y ambos nos acostamos en su pisito de soltero, donde nos dimos polla a mansalva y donde la leche volaba en ambas direcciones. Con una buena comida de polla, dejamos que Morfeo nos acogiera en sus brazos.

Dos meses después, las caras de mis acompañantes habían engordado, así como el resto de sus antes esqueléticos cuerpos. Ahora no es que estuvieran como debían, pero comparados como eran antes, el cambio era drástico y claro, debía cumplir con mi palabra de enculador fino.

. - chicos, he pedido un favor y me dejan una casita durante unas horas. Este domingo próximo lo vamos a pasar de puta madre. Cumpliré mi palabra dada de desvirgaros analmente si engordabais. Lo habéis hecho y se hará. Pero que no pare ahí la cosa. Aun os queda bastante trecho para estar como Dios manda, pero como yo cumplo mi palabra, lo haremos. Mañana le decís al viejo que os llevo al cine y realmente os llevaré a esa casa que unos amigos me han dejado. La tenemos para nosotros solos desde las 6 de la tarde hasta las 10 de la noche que debemos dejarla libre. Todavía estáis a tiempo de echaros atrás. También lo podéis hacer segundos antes del desvirgamiento.

. - ni loco nos vamos a echar atrás, ¿verdad, hermanita?

. - tú lo has dicho, hermanito –dijo ella mientras continuaba comiéndole la polla, pues estábamos en cierto parque dándonos placer como las cincuenta veces anteriores-.

Los dos hermanos se querían no solo como eso, hermanos, sino que el sexo había hecho mella entre los dos y lo practicaban día sí y día también.

Muchas noches iba Pedro a su dormitorio, se daban placer y el chico regresaba a su habitación. Lo que no sabían era que su padre, que no era tonto, estaba al corriente, pero que no había intervenido porque esperaba disfrutar con ambos en sus camas una vez sus culos fueran desvirgados por mí, pues había puesto oído en la puerta y allí se enteraba el tipo de toda la parafernalia sexual que teníamos montado los tres, los chicos y yo.

Hasta tenía un sueño el viejo. Llevarse a sus hijos a su nidito de amor y conmigo allí, liarnos la manta a la cabeza y desfondar cada agujero de sus chicos, además del mío como ya lo venía haciendo. Pero no se decidía a dar ese paso hasta que yo hiciera el trabajo desvirgador y como pronto se iba a producir, se hacía unos enculados de puta madre con su sirvienta para todo, la tal Soledad, la cual la tenía amaestrada para tragar polla y cerrar la boca.

Estábamos desnudos los tres en la cama. La polla de Pedro, el coño y el culo de Teresa, más mi polla, todas ellas estaban bien engrasadas con vaselina comestible. Así que todo estaba dispuesto, previa comida de lengua por mi parte de ambos cuerpos que me llevó un buen rato para dejarlos bien lubricados internamente. Así comenzó el descubrimiento del dolor por mi polla. Al menos estas primeras veces, que después serían ellos los que me la pidieran o se dieran entre ellos por culo todo el santo día.

Pedro fue el ganador de ser el primero. Según me puse el condón de rigor, se la enterré hasta el fondo, pues ya había esperado demasiado para disfrutarle el culo a este chico y claro, los gritos me supieron a gloria puta, pues estaba advertido, al igual que su hermana del alma.

No tuve compasión. Solo quería disfrutar yo por una vez de su culo y no al revés. Aun con la vaselina, su estrecho culo me atrapaba la polla contra las paredes anales, pero eso era un extra del placer mismo y me lo disfruté hasta hartarme o hasta que se desmaye, lo primero que surgiera. Bueno, tampoco soy tan malo, lo dejé vivo al menos. Me salí y sin detención posible, me fui a por su hermana.

Me saqué el condón y con una primera follada vaginal para que entrara en calor, me pasé segundos después a su culo, dándole la vuelta y poniéndola en cuclillas. Me adueñé de sus nalgas y se la endiñé culo adentro, sin condón, sin hacer paradas de ninguna clase ni especie. Gritos de dolor por su parte no me detuvieron en conseguir el placer supremo de un buen enculado de un culo tan estrecho como el suyo y el de su hermano.

Disfruté mucho con su culo, no así ella y ello también lo sabía mi follada y enculada Teresa. Al rato ya la tenía como un toro y colocando ambos culos el uno al lado del otro, los fui simultaneando con mi tranca. Para más inri se la metía sin descanso, sin bajar la velocidad de crucero que había cogido con sus culos antes.

Cuando regué con mi leche ambas nalgas, era como si hubiera ganado la medalla de oro de los enculados olímpicos. Me tomé mi abundante leche, para hacerlos comerme la polla con los extras que iban encima. Los dos, mareados, solo abrieron las bocas y fui yo quien me los follé bucalmente, metiendo y sacando mi tranca hasta que se quedó en nada.

Caí rendido entre los dos y casi me echo una siesta y todo, pero no, aquellos no habían aprendido la lección de tener paciencia, pues querían más y antes de largarnos de la casa de Gladys, porque era su casa y la de su madre que me habían prestado tan amablemente mientras se iban al cine, volví a desfondarles el trasero de igual manera inmisericorde. De nuevo me vacié de polla y de energías, dejándolas todas en aquellos dos culos y de los que ya no podría vivir sin ellos.

Efectivamente, tanto Pedro como Teresa, se hicieron asiduos de mi polla en sus culos y yo tan contento de darles y darme placer.

Cuando el padre me insinuó un día que, si había alguna posibilidad de disfrutar también él de sus hijos, sobre todo con el culo del macho, supe que podría follarme a uno de sus hijos mientras su padre me la endilgaba a mí. Se lo comenté a los chicos y si creía que los cogía de improviso mi petición, erré de cabo a rabo.

. - sabíamos que papá conocía que Pedro y yo lo pasábamos en grande cada noche en mi habitación. Una noche hasta se corrió mientras Pedro me enculaba, pues la leche no es fácil de eliminar de una puerta de madera. Démosle una sorpresa.

Y así fue como, el día que el padre y yo quedamos en su apartamento para encularnos, en la cama ya estaban sus dos hijos despelotados, esperándonos. Sonreí. El viejo casi se mea encima, pero no, lo quería hacer dentro de sus chicos y cuando digo mearse, digo correrse con su mejor leche de los domingos.

Cuidando de no preñar a Teresa, cada domingo se repartía la mejor leche entre los comensales de aquella familia y el invitado de honor, que era yo.

Acabado el curso, se acabó mi trabajo de guardaespaldas con los chicos, que ya habían cogido kilos suficientes para no parecer lo que parecían al comenzar.

Ahora se manejaban la mar de bien. Las visitas a sus culos y al de su padre, se fueron distanciando en el tiempo y como siempre, cuando un culo se va, otro viene.

Al menos el padre tenía servida su polla por mucho tiempo con sus hijos, los cuales, también aprendieron a disfrutar con Soledad y su orondo cuerpo, el cual, Pedro enculaba y Teresa se relamía comiéndole el coño, mientras ambos eran enculados por su padre.

Así, que nos distanciamos del todo, finalmente, por lo que me fui en busca de más carne fresca a la que llevarme a mi polla, como cierta profesora que era más fea que Betty la fea, pero que tenía un corazón que no le cabía en el pecho.

Cuando la conocí, no sabía que era profesora, ni que me la iba a encontrar el curso siguiente y mucho menos que me la iba a beneficiar. Fue en navidades. Yo salía de un comercio en el que había comprado algo para mis chicas, cuando a una señora le dieron un tirón un par de motoristas. El que iba de paquete le tiró mano del collar que llevaba al cuello y vaya collar. Si sería resistente, que la arrastró por la acera por donde iba.

Yo iba pensando en mis cosas cuando ocurrió el incidente. La mujer, tendida en la acera cuan larga era y siendo arrastrada, acabó deteniéndose cuando el collar por fin se rompió y los ladrones consiguieron su trofeo.

La falda de la mujer estaba casi tapándole la espalda y claro, la parte de abajo, no. Sobre todo, si no se lleva bragas, el asunto es más peliagudo. Fue solo un vistazo, pues estaba allí con el culo al aire y no soy ciego, coño.

De inmediato fui a socorrerla, pues de sus rodillas manaba sangre y de ambas piernas, así como de sus brazos. Y no digamos como tenía su cara, toda amoratada.

Añadir que sus pechos, por el arrastre, habían perdido tanto la camiseta que llevaba, como el mismo sostén en sus copas. Así tenía los pechos rojos cerúleos y no de nacimiento, sino del arrastre inmisericorde de los cabrones ladrones.

Cuando hacen falta, no aparece un policía y no aparecieron, pues la noche y la solitaria calle solo iluminada en aquel tramo, no era como para poner un policía en cada esquina.

Me vi socorriendo yo solo a la mujer, que, vista desde la perspectiva sexual, tenía un culo de lo más suculento, pero eso no venía al caso en aquel momento.

. - le ayudo, señora –le dije a la mujer, haciéndolo, pues no era una pregunta-.

La ayudé a levantarse y la falda volvió a su sitio, a protegerle el pájaro y demás partes de su anatomía.

. - será mejor que se siente en ese banco, señora.

. - Dios mío, qué salvajes.

. - fueron dos, en una moto. Al final se quedaron con el collar, señora.

. - y todo por nada. Era de imitación.

. - pues vaya chasco se llevarán cuando lo lleven al perista de turno. Le mana sangre de las rodillas y los brazos, señora. Además, sus pechos… están a la vista. Déjeme que le ayude, por favor –dije sacando un pañuelo impolutamente blanco que mamá se empeñaba en meterme en los bolsillos-.

Le subí lo justo la falda y le iba secando la sangre que manaba lentamente.

. - gracias, hijo -dijo tapándose ambas mamas con sus manos-.

. - como usted ha dicho, son unos salvajes. No piensan que puede ocurrir lo de ahora, arrastrar a las personas.

. - iba tan tranquila, cuando… -la mujer se puso a llorar-.

. - no llore, mujer. Que se pone fea. Llamaré a urgencias para que envíen una ambulancia y la lleven a un puesto de socorro.

. - no te preocupes, vivo cerca.

. - insisto. Se le puede infectar y será peor. Y esos pechos, los tiene enrojecidos. Gracias al sostén que fue lo último que desapareció, que si no…, además, ya he comprado los regalos de navidad que iba a comprar, así que tengo el resto de la noche libre y la emplearé acompañándola a emergencias. Luego la devuelvo a su casa y así habré hecho mi buena acción al completo –dije sonriendo mientras sacaba el móvil y marcaba el 112-.

La mujer me miró y volvió a llorar. Cuando se secó un ojo, su pecho de nuevo pude vérselo. Era grande y hermoso. Me senté a su lado y le puse el brazo por encima de los hombros y como si fuera su esposo, le hice apoyar su cabeza en mi hombro. Seguía llorando, así que le palmé la espalda, para luego y cogiendo el pañuelo como protección, se lo puse en el pecho que tenía a la vista, pues se seguía limpiando las lágrimas. Ni ella, se daba cuenta de nada, tal era el estado en que se encontraba de schock.

. - sí, ha habido un asalto a una señora en plena calle y se encuentra herida en sus rodillas, brazos y otras partes de su cuerpo -dijo separando la mano de su pecho para vérselo, como si el del teléfono del otro lado, pudiera verlo- sí, estamos en la calle… -le di los datos y colgué-.

Volví a palmearle la espalda cariñosamente. Y su pecho, de nuevo, a la vista.

. - ya vienen. Tranquila, mujer. Esto pasará y si encima era de imitación el collar… -intenté sonreír para que la mujer también lo hiciera. Lo intentó, pero no pudo y volvió a llorar-.

Cuando volvió a serenarse, me cogió la mano y me la hizo volver a poner sobre su pecho desnudo, luego me habló.

. - sé qué sabes que no llevo bragas –me dijo-.

. - lo siento, no pude evitar mirar, tenía la falda muy arriba.

. - no te preocupes, no lo digo como reproche, lo digo porque cuando me atiendan en urgencias, no quisiera que me vieran en este estado. No me gusta llevar bragas, la verdad, pero creo que debo ponerme unas ahora.

. - entre los regalos de mi casa, no llevo bragas.

. - no hace falta –sonrió- en mi bolso tengo unas de repuesto. Solo necesito que me ayudes a ponérmelas mientras llega la ambulancia.

. - ah, bueno. No tengo ningún inconveniente.

Ella se inclinó y abrió su bolso, quedando ambas mamas colgándole y yo, disfrutando del espectáculo, valga la poca vergüenza por mi lado, después de lo sucedido a la pobre mujer, pero es la naturaleza, qué le vamos a hacer. Luego que se inclinó, cogió unas braguitas blancas de lino. Me las puso en la mano. Cogí aire y olvidándose de sus pechos a la vista, se inclinó de nuevo y se levantó la falda.

Su pájaro estaba allí en todo su apogeo. Joder, qué pezuña de camello más sabrosa y grande que tenía entre las piernas. Tragué saliva y le levanté una pierna un poco más y le metí un lado de las bragas, luego el otro. Después la ayudé a levantarse y ella misma se la subió, para volver a sentarse.

. - gracias. Espero no haberte estropeado la noche con la visión de mí…

. - se lo aseguro, no me la ha estropeado, al contrario. Es bien bonito y perdone que se lo diga. Y también sus preciosos pechos. De hecho, me ha alegrado el día, créame -dije sonriendo-.

. - ¿no te da asco que una señora de mi edad tenga una vagina como los jóvenes decís, pezuña de camello?

. - para nada. Si no, fíjese como me ha dejado –dije mirándome el paquete, que parecía que la polla iba a romperme la cremallera-.

. - ¿eso es por mi vagina?

. - lo siento, por su vagina y por sus pechos, por toda usted y perdone mi franqueza.

. - no hay nada que perdonar, y gracias. No creí que levantara pasiones una mujer tan fea como yo.

. - no solo la cara cuenta. También el corazón –dije y sonrió- y usted lo tiene muy grande, seguro-.

. - es muy bonito lo que has dicho, eso y que me estés ayudando, se merece un beso. Y como no soy tonta y se dónde te gustaría… -dijo agarrándose ambos pechos a la vista y me los ofreció, con una sonrisa que lo decía todo-.

Acerqué mi boca a sus pezones oscuros y se los besé suavemente. Se dolió un poco, pero no dijo nada. Fue un beso de conocimiento por ambas partes para saber si la cosa podría proseguir o se cortaría allí mismo. Ambos pensamos lo mismo.

. - besas muy bien. ¿Cómo te llamas?

. - Salvador, señora. Salvador Morales.

. - yo me llamo Conchita.

. - precioso nombre. Mire, ahí llegan los de la ambulancia.

Ella se arregló un poco, luego se volvió a tapar ambos pechos con sus manos. Cuando paró la ambulancia, la atendieron y la subieron al auto.

. - voy con ustedes, señores -dije-.

. - vaya delante, detrás no puede ir sino personal médico y el enfermo.

. - perfecto -cogí la bolsa con los regalos y allí me senté, esperando al conductor-.

Al poco, las luces de la ambulancia destellaban en la noche, no así la bocina, que solo sonada en los cruces y cuando había autos que entorpecían el camino hacia urgencias.

Llegamos en cosa de diez minutos. Salí de un salto del auto y esperé junto a la puerta de atrás. Cuando la sacaron, me sonrió, fue una sonrisa de agradecimiento.

Entramos y mientras el enfermero hablaba con uno de los que estaba de guardia, el compañero que estaba junto a la camilla me informó de los pasos que tenía que dar.

. - debe registrar a la señora y luego esperarla en la sala de espera.

. - entiendo. ¿Me deja sus documentos, Conchita, por favor?, ya lo ha oído.

. - está todo ahí. Guárdamelo hasta que salga –me entregó el bolso-.

. - muy bien. Aquí estaré.

. - lo sé y gracias –sonrió otra vez, pero con algo de dolor-.

. - no pierda la sonrisa. Cogeré la documentación y la registraré.

Abrí el bolso y saqué la tarjeta sanitaria y el carnet, para luego ir donde estaba el señor de las entradas. Le di ambas tarjetas y las rellenó sin decir nada, devolviéndomelas de nuevo. Las guardé de nuevo.

Cuando miré hacia donde estaba la camilla, había desaparecido. La habían metido para adentro. Así que me fui a la sala de espera y allí me quedé el tiempo que tardó en salir, unos cuarenta minutos después.

Me buscó con la vista y cuando me encontró, ahora sí, se rio. Sí, era fea de cojones, pero tenía algo que me atraía. ¿Sería su pezuña de camello, sus pechos o su estupendo trasero?, quizás todos ellos.

Venía de la mano de una enfermera, que me la entregó, cogiendo yo el testigo. La sujeté por la cintura. Esta vez no tenía los pechos a la vista. Alguien le había prestado un sujetador y lo tenía puesto. Era algo raro, el verla en sujetador con el roto de su camiseta, pero en fin…

. - ¿le molesta que la coja por aquí?

. - no, hombre. Te lo agradezco.

. - muy bien. Iremos a su ritmo, sin prisas. Aquí al lado hay una parada de taxis, usaremos uno.

. - perfecto.

A paso lento llegamos ante el primer taxi de la fila. La ayudé a entrar. Yo lo hice después y me puse a su lado.

. - a la calle Ripoche, por favor -dijo Conchita-.

El coche se puso en marcha. Cuando la miré, sonreí y ella también lo hizo. Su indumentaria había cambiado algo, pero aún no sabía en qué. A la segunda vez me fijé mejor y lo supe. El sujetador se había deslizado un poco, dejándome ver algo más de carne, no en balde, no era su medida de copa, que era menor que la que le correspondía, sin duda. Respiré hondo.

No se habló durante el trayecto. Una vez en destino, saqué suelto y pagué. La ayudé a salir y fuimos hacia un edificio que no destacaba por nada en especial. Sacó una llave y entramos al portal. Luego la ayudé llegar al ascensor.

Una vez dentro del ascensor y con luz, pude vislumbrar que la mujer se había sacado, prácticamente, el sujetador. Ante mi mirada, se disculpó, para luego sacárselo del todo.

. - me queda muy pequeño el que me prestaron y me duelen los pezones.

. - no se preocupe. Ya le dije que eran preciosos y no me disgusta que esté con ellos a la vista.

. - gracias, eres un buen chico -repitió ella-.

La ayudé a salir y sin querer, le puse mi mano derecha en su trasero. Creí oír un gemido, pero no podía ser, debían ser imaginaciones mías que ya pensaba que me la iba a follar allí mismo, en la entrada.

Cuando abrió la puerta, entramos y la llevé hasta el saloncito. Una chica que parecía tener algún tipo de deficiencia psíquica corrió a abrazar no a su madre, que supuse que sería, sino a mí. Se me pegó como una lapa sin quererme soltar.

. - hija, no hagas eso. Deja al chico.

. - no, mamá. Es mío, solo mío –dijo y no me soltó-.

. - lo siento, Salvador. Nunca se había comportado así. Mi hija tiene Síndrome de Down y no es su manera de comportarse.

. - no se preocupe, no me molesta. Hola, me llamo Salvador –le dije-.

Ella, por respuesta pegó su cara a mi pecho mientras me abrazaba más fuerte.

. - mi príncipe, eres mi príncipe.

. - vaya, te ha dado fuerte. ¿Cómo te llamas, guapa?

No hubo respuesta. Llegamos a uno de los sofás y me obligó a sentarme junto a ella, pero sin separarse.

. - se llama Pilar. 19 añitos te contemplan.

. - es preciosa. Nació así, supongo.

. - sí, fue un parto difícil, pero la quiero mucho.

. - sí, se hace querer.

. - no, al contrario. Lo lógico es verla en una esquina en su mundo. Pese a los muchos colegios especiales que la he llevado, apenas salía de sí misma. Es un cambio muy importante para una persona con esta enfermedad. Según los médicos es leve, aunque hasta ahora yo no lo creía, pues no ha cambiado en años. Hoy me ha dado una grata sorpresa. Y tú has sido el artífice.

. - ¿yo?, para nada. Coincidiría que hoy tenía que cambiar.

. - no creo en las casualidades. Hoy tenía que conocerte y mi hija también. Me ayudaste en la acera y ahora esto.

. - mamá, es para mí, ¿verdad?

. - no, hija. Salvador es un amigo, déjale por favor.

. - no, es mío. Encontré a mi príncipe azul.

Sonreí, pues no sabía qué hacer.

. - lo siento, ¿te puedes quedar un poco más hasta que se tranquilice y te deje ir?

. - ya le dije que tengo la noche libre.

Noté humedad en mi pecho y al mirarme, vi que era la chica que me abrazaba.

. - señora Conchita…

Ella mi miró y sonrió.

. - llámame solo Conchita, por favor.

. - como quiera. Su hija creo que está soltando… -le hice mirar donde estaba la mancha de leche de la camisa de la chica-.

. - vaya, por Dios. Se me había olvidado de que de sus pechos mana leche. Por desgracia, fue violada en el último centro a la que la llevé. El culpable está en la cárcel, pero dejó a mi niña embarazada. Lo perdió, pero sus mamas no se han enterado.

. - quieres mamar un poquito, mi príncipe azul.

. - no, gracias.

. - sí, debes mamar, mi amorcito –con la misma, se abrió la ropa, rompiendo varios botones, para después hacerse a un lado el sujetador y ponerme en las narices sus pechos lecheros, que no eran pequeños, precisamente. Miré a su madre que no sabía qué hacer, ni que decir.

. - por Dios, Pilar. Guárdate los pechos, ¿qué va a pensar Salvador de nosotras?

. - déjela. Veremos si razonando, los guarda. Pilar, ¿te puedes guardar tus pechos, por favor?

. - no hasta que te alimentes de ellos. Me duelen mucho.

. - iré a buscar el sacaleches. Le duelen cuando los tiene muy llenos.

. - no, quiero que mi amorcito se alimente para que no me duela.

. - pero hija, eso no puede ser. A Salvador no le gustará tu lechita. Es muy mayor. ¿Verdad, Salvador? –Esa pregunta fue su perdición-.

. - lo siento, Conchita, pero me pirran los pechos lecheros. Ya mamá me lo dijo un día. Estuve hasta dos años mamando y se me debió quedar grabado que de vez en cuando, voy a mamar a alguna prostituta con algún hijo recién nacido.

. - ¿entonces no te molesta mamarla para sacarle la leche a mi hija?

. - solo si usted me da su permiso.

. - lo tienes, vaya si lo tienes. El maldito sacaleches es un verdadero incordio, si lo sabré yo. Adelante, ponte cómodo y mama cuanto quieras de mi hija.

. - de acuerdo. Mientras mamo, debería darse una ducha y ponerse ropa algo más cómoda. No me iré hasta que acabe con los pechos de su hija.

. - sí, haré eso. Huelo muy mal. Gracias otra vez. Hoy me has salvado dos veces. Enseguida vuelvo.

. - no tenga prisa. Disfrute del baño, que yo lo haré de la leche de los pechos de su hija.

(Parte 17 de 25)

FIN