A piñón fijo (16)
Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo, y la segunda, no me acuerdo. Woody Allen. Relato en 25 trozos.
A PIÑÓN FIJO
(16-25)
ESCRITA POR: SALVADOR MORALES
© Todos los derechos reservados
Ya antes de llegar ante ellos, sabía de qué hablaban aquellos tres. Raymond arremetía contra la delgadez extrema de los chicos.
. - no podría clavártela, se me saldría por detrás.
. - vete a la mierda –le dijo Teresa. Me gustaba esta chica, arremetía contra cualquiera, su hermano, más apocado, no abría la boca-.
. - aun así, te podría hacer un favor gratis.
. - cuando se lo diga a mi amigo, ya tú verás.
. - uf, que miedo. ¿Dónde está ese amigo tuyo?
. - aquí mismo, Raymond. ¿Volviendo a las andadas?, ¿es que tú no aprendes?
. - la ostia puta. Perdona, no sabía que eran tus protegidos.
. - ya les estás pidiendo perdón por las guarradas que les has dicho.
. - sí, claro, Salvador. Perdonad, chicos.
. - ¿y ya está?
. - ya les he pedido perdón, Salvador.
. - veamos si están de acuerdo los ofendidos. ¿Qué decís, chicos?, ¿basta con un perdón por la ofensa que os ha dicho?
. - ni mucho menos –dijo Teresa, que le dio un bofetón en toda la cara-.
El chico trastabilló y lo agarré para que no cayera.
. - buena derecha, sí señor. ¿Y tú que dices, Pedro?
. - por mi vale.
. - pero por mí no, se metió más conmigo que contigo, Pedro. Quiero que se disculpe en público.
. - coño, eso no. ¿Qué van a decir de mí, los compañeros?
. - que eres un buen chico, que se equivocó –dije- tendrás que hacerlo o ya sabes lo que te pasará
. - pues prefiero lo otro que pedir perdón en público.
. - ¿de qué habláis vosotros dos? –quiso saber Pedro-.
. - cosas nuestras –se apresuró a decir Raymond-.
. - pues quiero una disculpa pública.
. - no me da la gana.
Le di un guantazo en el cogote.
. - esa lengua, Raymond. Estás ante una dama –dije guiñándole un ojo a Teresa-.
. - vale, vale. ¿Cuándo?
. - ahora mismo, en la entrada del instituto. Hay bastante público.
. - mierda –repitió el chico y tragó saliva-.
Los cuatro marchamos hacia la entrada y nos paramos al lado de la puerta. Le miré a los ojos y cabizbajo, lo dijo.
. - os pido perdón por vejaros, chicos.
. - más alto, nadie se ha enterado –le dije-.
. - joder –dijo y le aticé en el cogote de nuevo-.
Cogió aire y habló más alto.
. - os pido perdón, chicos, por vejaros.
Los compañeros miraron al oírlo hablar y sonrieron. Luego les dije a mis protegidos que entráramos en las aulas, la disculpa se había hecho efectiva, aunque yo hubiera preferido la otra disculpa en ciertos baños. En fin…
Raymond se escabulló y desapareció. No fue hacia adentro, sino a la calle, a hacer novillos. No tenía el cuerpo para mirar a la cara a los compañeros.
. - Gracias, Salvador. Lo has puesto en su sitio –dijo Pedro, sonriendo y poniendo su mano derecha en mi brazo. Yo se lo cogí con la otra mano, también sonriendo-.
. - he de reconocer que te has portado, Salvador. Así que cumpliré mi penitencia por perder la apuesta. Cuando tú quieras.
. - hermanita, vas a…
. - y qué remedio. Tu cumpliste, Salvador ha cumplido por partida doble, solo quedo yo. Me resigno, lo haré. Cuando y donde tú quieras, Salvador.
. - olvídalo –dije-.
. - ¿sí? –no se lo podía creer ella-.
. - sí, no vale la pena, se nota que no lo deseas.
. - oye, eso no vale. Yo cumplí -dijo Pedro-.
. - porque tú lo deseabas, no lo niegues. No te preocupes, tu secreto estará seguro conmigo. A mí también me gustó. Guárdame el secreto.
. - vaya, no sabía que…
. - no sigas. Entremos a clase.
. - gracias, Salvador. No sabes lo que significa para mí.
. - pues a mí me has hecho pupa –dije sonriendo-.
Ella sonrió por lo que le tocaba. Se me enganchó del brazo y entramos por fin. Ella sonreía también.
. - Bueno, hasta el lunes, chicos –me despedí de ellos-.
Ellos se miraron, pues lo habían hablado.
. - Salvador, espera un segundo, por favor.
. - dime, flacucha.
. - no me quiero enojar contigo por eso. Mira, como te has portado bien hoy con nosotros, Pedro y yo te queremos invitar al cine mañana sábado.
. - tendré que mirar mi agenda para ver si estoy libre.
Ante la perplejidad de los chicos, saqué el móvil y comencé a darle a las pantallas.
. - sí, tengo un hueco a eso de las 7 hasta las 11 de la noche. ¿Os va bien?
. - serás cabroncete… –rio Pedro-.
. - siempre el mismo. Vale, nos recoges a la 7.
. - okey, y gracias por el bocata.
. - una apuesta es una apuesta.
. - eso es verdad. Por cierto, cuando te terminaste el bocata y te fuiste al baño, ¿no lo echarías de nuevo por la boca?
. - eso me temo.
. - por el amor de Dios, chica. No hagas eso.
. - no lo puedo evitar.
. - ¿tú también, Pedro?, ¿hiciste lo mismo?
. - no, Salvador. No me despegué de ti. ¿No te acuerdas?
. - sí, es verdad. Perdona Pedro, pero lo tuyo no tiene perdón, Teresa. No me interesa tu invitación. Alguien que se hace esas cosas, no se merece mi respeto. Hasta el lunes, chicos.
. - Salvador, yo quiero ir contigo. No me hagas pagar por ella.
Me detuve. El chico tenía razón.
. - cierto. Vale, te recogeré a las 6.30 de la tarde. Hasta la vista.
. - Salvador, por favor –imploró Teresa-.
De nuevo me detuve.
. - Teresa, lo siento, puedes más que yo. ¿Tú te has visto?, casi eres transparente.
. - y si te prometo que el lunes no me meteré los dedos en la boca para arrojar y expulsar el bocadillo…-.
. - que no te creo. No haberlo hecho hoy.
. - pero no sabía que me darías de lado. Quiero ir con los dos al cine. De hecho, fue idea mía.
. - lo dices para que te deje y luego volver a hacerlo. Ya no cumpliste tu promesa la otra vez.
. - a lo mejor te llevas una sorpresa en el cine.
. - ¿qué tipo de sorpresa?
. - si te la digo, no será una sorpresa.
. - Teresa, mírame a los ojos. ¿Te vas a comer los bocatas cada día?
. - lo intentaré, te lo juro.
. - ¿y si dejo que te comas la mitad para empezar?
. - con la mitad creo que sí podré.
. - Teresa, voy a confiar en ti, pero si vuelves a cagarla…
. - ¿y yo podría comerme también la mitad?, se me hizo cuesta arriba.
. - de acuerdo. Estáis muy flacos para un bocata entero. Empezaremos con medio para cada uno. El mío lo quiero entero, que yo sí que tengo hambre, todos los días, de mi atún blanco bonito de norte –dije sonriendo-.
. - gracias, no te decepcionaré –dijo ella besándome en la comisura de los labios. Luego se fue muy deprisa-.
. - a esa le gustas, Salvador –dijo Pedro viéndola irse-.
. - ella a mí también, pero no se lo digas –sonreí-.
. - Salvador.
. - dime, flacucho.
. - tú crees que en el cine…
. - dime. Termina la frase.
. - tú crees que podría de nuevo…
Sonreí y le dije que me siguiera con el dedo, hacia detrás de un contenedor de 6 metros usado para echar escombros. Allí miré a los lados y viendo que estaba seguro de que no sería visto por nadie, le tomé la cara y bese sus labios. El chico, que no se lo creía, fue ahora quien me cogió mi cara y me la besó largamente, sin tomar aire siquiera.
Mi lengua le recorrió toda la boca, jugando con la suya, para de inmediato, llegarse a mi cremallera y bajármela. Lo dejé hacer y una vez con mi polla en sus manos, se puso a pajeármela con sus manos, mientras sonreía y me miraba, para luego tragársela esta vez toda ella. Me hizo una mamada bien decente, pero no dejé que me hiciera correr.
. - para, Pedro. Para.
. - ¿no te gusta?
. - me gustaría más usar tu culo para descargarla.
. - ¿mi culo?, no, por favor.
. - ¿no lo deseas?
. - es lo que sueño las últimas noches, pero…
. - te comprendo. Sería un peligro para ti. Perdona, no pensé que lo tendrías muy estrecho. Engorda y la tendrás dentro de ti. De momento, solo me la mamarás. ¿De acuerdo, cariño?
. - gracias. Intentaré comer para que se me cumpla mi deseo de hacerlo como Dios manda.
. - no tengas prisa. Come sano, esperaré. Ahora continúa, no me dejes a media. Y por lo que más quieras, no lo comentes con tu hermana.
. - gracias Salvador, así lo haré –se agachó y continuó mamándome hasta que me corrí. Esta vez no tuve que decirle que se la tragara, pues dejó seco el pozo-.
Luego y sin transición, se aflojó los pantalones, no solo la cremallera. Sonreí. Lo primero que hice fue darle la vuelta. El chico se tensó, pero al ver que solo le di unos lengüetazos a su ojete para tomarle la medida, le di la vuelta y con la misma, me comí sus huevos primero para después su pollita, que la disfruté haciéndolo correr. Una re-mamada y listo. Se subió los pantalones y nos entretuvimos comiéndonos la boca. Luego lo separé, pues si fuera por él, nos quedábamos allí todo el tiempo del mundo.
. - anda, regresa a casa o tu padre mandará a buscarte.
. - quiero volvértela a comer en el cine.
. - me la comerás, Pedro. Anda, lárgate, cariño.
Un frugal beso y se fue a paso rápido la mar de contento y descargado a su casa. Cuando llegó, su hermana la esperaba en el salón.
. - ¿dónde te metes?
. - estuve hablando con Salvador.
. - ¿de qué?
. - de cosas.
. - ¿qué cosas?
. - pues eso, de cosas. Voy a darme una ducha. ¿Llegó papá?
. - aún no.
. - bueno, te dejo, hermanita –dijo sonriendo-.
. - ¿porque estás tan contento?
. - porque para variar, el futuro no parece tan malo.
. - ¿os besasteis otra vez?
. - hermanita, esas cosas no se dicen –y se fue sonriendo al baño-.
. - se besaron –se dijo Teresa algo celosa de su hermano. Había conseguido algo de Salvador y ella aun…-.
Toqué con los nudillos en la puerta de la casa de los chicos Pedro y Teresa. Me salió el viejo. Casi me da algo, pues no tenía ganas de más sermones.
. - buenas tardes. Vengo a buscar a sus hijos para ir al cine.
. - eso me han dicho. Pasa, se están preparando. No estaban acostumbrados a salir con nadie y les cuesta saber qué ponerse.
. - no hay prisa.
. - los dos hablan muy bien de ti
. - no he hecho nada del otro mundo.
. - ¿no?, los defendiste de un matón que los ofendieron.
. - era mi obligación.
. - tu obligación era dentro del instituto, pero eso sucedió fuera. No me engañes, Salvador.
. - no fue nada, sr. Costa. ¿Podría decirles que se den prisa?, si no, tendremos que entrar a una sesión posterior y llegaríamos más tarde de las 10 de la noche.
. - no importa, Salvador. Ahora sé que contigo estarán seguros. Podéis estar hasta las doce, si quieres. Confío en ti.
. - gracias, sr. Costa. Intentaré traerlos antes.
. - ah, gracias por lo de los bocatas y la manzana. Me han dicho que de momento solo se comerán medio bocadillo.
. - sí, me ha parecido excesivo. Teresa fue al baño y expulsó el bocata metiéndose un par de dedos en su boca. Me prometió no volverlo a hacer si solo se tenía que comer medio bocadillo. Le dije a los dos que sí, pero más adelante tendrán que comerse el bocata entero. Espero que cumplan, es por su bien.
. - lo sé y te lo agradezco. ¿Cómo te lo podría agradecer, Salvador? –dijo poniéndome una de sus manazas en el hombro. Sus ojos brillaban de una manera diferente-.
. - no es necesario.
. - piénsatelo. Desde la muerte de mi esposa, de pena por los chicos…
. - lo pensaré.
. - ¿qué tienes que pensar, Salvador? –dijo una sonriente Teresa, que venía muy guapa, aunque la delgadez no se la quitaba nadie. Su hermano apareció detrás de ella también muy guapo-.
. - nada, cosas de hombres, hija. Portaros bien y obedeced a Salvador en todo lo que diga. Confío en él para que os traiga de regreso a casa, ya sea a las diez o más tarde, ya hablé de ello con Salvador.
. - ¿nos vamos, chicos? –dije-.
. - sí, nos vamos. Hasta la noche, papá –dijo su hija besando a su padre. Su hijo también lo besó. Luego salimos a la calle-.
. - vuestro padre me pareció un ogro la primera vez que lo vi, pero no es mal bicho.
. - hombre, no digas que papá es un bicho, Salvador –dijo Teresa-.
. - perdona. Quería decir…
. - hermanita, pareces tonta. Salvador no ha llamado bicho a papá, sino que le pareció mejor de lo que aparentaba la primera vez. ¿No es así, Salvador?
. - tú sí que me entiendes. Tú hermana siempre está a la que salta.
. - perdona, quiero mucho a papá y sí, salto rápido cuando creo que se meten con él.
. - será mejor dejar el asunto. Hoy vamos a entretenernos. Veremos si hay alguna de alienígenas sedientos de sangre.
. - no, leñe. Esas me dan repelús –dijo Teresa-.
. - no me jodas, Teresa. ¿De qué te gustan las pelis?
. - de amores imposibles.
. - anda ya. Para eso no voy yo al cine.
. - entonces que sea una intermedia. Ni monstruos, ni que sea de muchos besos –dijo Pedro intercediendo-.
. - sí lo llego a saber, me quedo en casa, que ponían una de lobos contra vampiros chupasangre.
. - pero qué guarrada. No pienso ver ninguna de esas películas –Teresa se aterró-.
Le eché el brazo por encima de los hombros. En vista de que no me lo quitó, la atraje hacia mí y avanzamos. Luego le eché el brazo por encima a su hermano, que se pegó a mí también. Ambos hermanos sonreían, yo también.
Al final entramos en una sala que ponían una película policíaca de Harrison Ford que hacía de policía alcohólico. Le mataron a la mujer y a la hija y se volvió abstemio de repente para matar a los malos, que eran un puñado. Bueno, eso es lo que creo, pues en el transcurso de la película, poca atención puse. Rebobinemos, pues…
Según nos sentamos y lo hicimos en los últimos asientos, como me gusta a mí, los chicos se colocaron uno a cada lado. Fue apagar la luz, que Pedro me puso su mano derecha encima de mi paquete. Yo se la cogí y me apreté la polla con ella. Ello dio pie al chico para proseguir su búsqueda del premio gordo.
Teresa, que tampoco había ido al cine a ver ninguna película, sino a pagar una deuda pendiente, no perdía detalle de lo que hacía su hermano con mi paquete y visto lo visto, si no andaba lista, su hermano se le iba a adelantar y no podría cumplir con lo que se había prometido hacer. Puso su mano encima de la de su hermano y apartándosela, la sustituyó por la suya.
Pedro reconoció la mano de su hermana y como buen hermano que era, se hizo a un lado y dejó que continuara. La chica fue directamente a por mí polla, sacándola de su envoltorio. Una vez en su temblorosa mano, comenzó a hacerme una suave paja.
Aquello me la estaba poniendo dura y girándome hacia mi pajeadora, le eché el brazo por encima y acerqué su cara a la mía. Besé sus labios sin carne y disfruté de su huesuda cara. Ella continuaba pajeándome.
Mi mano izquierda entró en acción y metiéndose bajo su faldita, buscó y encontró pronto materia clitoriana con la que jugué mientras proseguía comiéndome su boca, impidiendo que gimiera más alto que un murmullo mínimo.
Pronto se me encharcaron los dedos que tenía en su vagina y me los llevé a la boca, para después a la de Teresa, chupándome cada dedo que le entregaba. Lo siguiente fue desabrocharle la camisa y metiéndole mano bajo su mini sostén, confirmé que la mayor parte de su bulto mamario era algodón, simple algodón, pues lo que era pecho, era mínimo también.
Ella se tensó, pero al ver que acercaba mi boca a aquellos pezones-botones y mamarlos cantidad de tiempo, se relajó y continuó pajeándome la polla. Toda vez que había dado buena cuenta de aquellos pechitos, los dejé en paz y llevándole la cabeza hasta mi pene, la invité a disfrutar de mi polla, ella aceptó la invitación y comenzó a mamármela.
Pedro ya tenía su polla en sus manos y se la pajeaba. Mientras le atraía hacia mi boca sus labios, le cogí la polla y con una suave paja, me comí virtualmente al chico, donde Pedro aportaba ímpetu y generosidad en la entrega por su parte.
La polla del chico ya estaba en su punto y me incliné a por ella, zampándomela toda, ante el frenesí sexual de Pedro. Se corrió en mi boca antes de que un servidor lo hiciera en la boca de Teresa, como no. Yo, de hecho, estaba disfrutando de tan deliciosa comida de polla por parte de la chica. Lo siguiente fue invitar también a Pedro al festín que era mi tranca y también lo llevé a compartirla con su hermana.
Ambos hermanos me la mamaban al mismo tiempo, teniendo yo ambas manos libres, llevé las dos a sus cuartos traseros para meterlas en cada uno de los ojetes.
Al principio se tensaron al sentir, cada uno, mi segundo dedo más largo dentro de su culete, pero cuando les comencé a hacer una paja con él, aflojaron los traseros y continuaron mamándome la polla.
La corrida fue para el más listo y como la tenía en su boca Teresa, para ella fue el premio lácteo, tragando hasta la última gota y sin dejar nada atrás para su hermano.
Una vez Teresa se levantó, fui a por su boca, mientras Pedro se hacía único dueño de mí descargada polla para seguir mamándomela sin darle cuartel. Dejé que continuara haciéndolo, hasta que se cansara.
De la boca de Teresa saqué algo de mi corrida, que me tomé sin demora, para continuar disfrutando de su boca y de su lengua, buena parte de la película, sin dejar de visitar sus pechitos juguetones y como no, su estrecha vagina, que haciendo malabarismo, metí mi boca con mi lengua por delante, consiguiendo tomarme, directamente de la fuente, aquellos jugos que antes me tomara vía mis dos dedos pajeadores.
Cuando las letras de la película aparecieron en la pantalla, cada uno se arregló la ropa, para posteriormente visitar los baños del cine y terminar de limpiarnos.
Pedro no decía nada, mientras se metía en un reservado. Yo usé otro para limpiarme la polla, lo mismo que haría el chico con la suya. Luego salimos y nos encontramos a una radiante Teresa, cuyos ojos brillaban de diferente manera a como lo hacían al llegar a los multicines.
. - Os invito a comer algo en ese bar de allí –les señalé-.
Una vez sentados, las sonrisitas no desaparecían de sus caras, siendo yo el más comedido de los tres.
. - ¿qué pasa?, ¿nunca habíais comido algo así en vuestras vidas? -y no me refería a lo que ponía en el menú-.
. - la primera vez y no me arrepiento –dijo Teresa-.
. - yo la tercera y no me canso de seguir haciéndolo, Salvador –añadió Pedro-.
. - ¿entonces lo volvisteis a hacer? -dijo ella, celosa de su hermano-.
. - son cosas que no se comentan ni con tu hermana, Teresa –dijo Pedro-.
. - bueno, chicos, dejadlo ya. Comamos algo. Pediré una sopa de pollo con mariscos.
. - yo también pediré eso, pero poco –dijo ella-.
. - me apunto -añadió Pedro-.
Con los tres comensales sorbiendo la sopa, llegó alguien que no esperábamos. Era el padre de los chicos. Fue vernos y se acercó a nuestra mesa.
. - hola hijos, hola Salvador. Veo que lo estáis pasando bien. ¿Está buena la sopa?
. - hola papá. Sí, está riquísima, pruébala –le dijo Pedro dándole una cucharada de la sopa-.
. - Pues es verdad, sabe bien. Tomaré de lo mismo –le gritó al camarero que estaba en una mesa cercana. El hombre asintió-.
. - ¿qué haces por aquí, papá?, no nos estarás vigilando, ¿verdad? -preguntó su hija-.
. - no, claro que no. Ya os dije que confiaba en Salvador. Estoy esperando a unos amigos, pero no aparecen.
. - llámales al teléfono móvil, papá –dijo Teresa-.
. - ya lo he hecho, pero no lo cogen y no me gusta dejar recados en los contestadores. Me ponen de los nervios. ¿Lo habéis pasado bien en el cine?
. - sí, papá, estaba bien la película –dijo mirándome a mí y a su hermano. Su sonrisa la delataba, me temía-.
. - ¿de qué iba la película? –insistió el muy sibilino-.
. - pues… pues… -dijo su hijo-.
. - era de Harrison Ford, una de policías y ladrones -dije, para sacarlo de apuros-.
. - ya, entiendo.
La cena transcurrió muy dicharacheramente y sin más terminamos con los platos.
. - Nos vamos ya papá. Creo que me he pasado con la sopa –dijo Teresa-.
. - claro, no estás acostumbrado a comer como las personas.
. - vale, papá, que, para discursos de comida, ya tengo a Salvador.
. - es verdad papá. Este nos quiere cebar como cerdos y luego asarnos a la parrilla.
. - hijos, deberíais estar agradecidos a Salvador, en vez de decir esas cosas.
. - no les haga caso, sr. Costa. No son malos chicos, pero sí un poco vagos a la hora de comer. De momento me conformo con el medio bocata y si cuando salimos comen algo también, como esta noche, me doy con un canto en los dientes.
. - gracias Salvador. He debido ser más estricto con vosotros y no hubiéramos llegado a lo que sois ahora, dos fantasmas andantes.
. - vale papá. ¿Nos llevas a casa o regresamos como hemos venido? -dijo Teresa-.
. - os llevo. Mis amigos no se han presentado y aquí no hago nada. Pago yo.
. - pago yo, sr. Costa –dije, pero no con mucho énfasis, pues si el viejo soltaba la mosca, más tendría para mis gastos, que mamá no despilfarraba. Así teníamos lo que teníamos-.
. - déjate de tonterías. ¿No ves que me salen los euros por las orejas? –dijo riendo, sus hijos lo corearon-.
. - bueno, siendo así… -sonreí yo también-.
Fuimos primero hacia su casa, aparcando en la entrada.
. - entrad chicos. Voy a llevar a Salvador a su casa.
. - no se moleste -le dije-.
. - no me importa.
El vehículo dio la vuelta y me preguntó por dónde estaba mi casa. Se la indiqué y cogimos camino. Un par de calles antes y en una zona solitaria, aparcó. Aquello me resultó extraño, pero nada dije. Algún motivo tendría.
. - Salvador, ¿ya has pensado el modo de que te agradezca lo que estás haciendo por mis chicos?
Respiré hondo. Ya sabía por dónde iban los tiros. Bueno, ¿y por qué no?
. - sí -dije sonriendo-.
. - ¿sí?, sí a ¿qué?
. - no se haga el tonto, sr. Costa. No ha parado de mirarme el paquete, que lo llevo empalmado desde el bar. Sí, puede disponer de él.
. - ¿estás seguro?
. - por supuesto. Siempre que sea recíproco y pueda disponer del suyo yo también-.
. - creí que las indirectas que te he estado enviando caían en saco roto.
. - no hable tanto y vayamos al grano -dije soltándome el cinturón para pasarme a la parte de atrás por en medio de los dos sillones-.
El viejo sonrió con una pizca de nerviosismo. Se sacó el cinturón y saliendo del auto entró atrás por la otra puerta. Yo ya estaba sacándome los pantalones y luego los calzoncillos. Los ojos del viejo relumbraron. Babeaba de gusto, el condenado.
Antes de que me tocara un pelo le aflojé el cinturón y le ayudé a sacarse la ropa interior. Sí señor, el tío también estaba empalmado y vaya empalme que se gastaba el menda. Me relamí los labios de lo que iba a disfrutar con aquella cosita suya.
De repente, la puerta se abrió o, mejor dicho, se abrieron, pues las dos puertas se abrieron al unísono y casi sin poder reaccionar, nos tiraron de un brazo a cada uno y nos dejaron en el suelo del asfalto magullados y medio atontados por el tortazo, no en vano estábamos medio desnudos.
De entre las sombras aparecieron dos tíos con pasamontañas por cada lado del coche blandiendo sendas navajas de respetable longitud de hoja. Entre risas nerviosas, me cogieron entre dos tíos y me llevaron detrás del auto. Al sr. Costa también.
Un fuerte golpe en la cabeza me dejó hecho polvo y me desmayé. Lo siguiente que vi, o, mejor dicho, sentí, supe que me encontraba con el viejo en un maletero de un auto, posiblemente el mismo donde había llegado, pero de eso no estaba seguro.
Forcejeamos el sr. Costa y yo para abrir la puerta del maletero, pero nada. Solo cuando el auto se paró, nos dimos por convencidos de que algo malo nos iba a pasar a los dos.
. - abajo, tortolitos –dijo un capullo con un pasamontaña y una navaja en la mano derecha-.
Como pudimos, salimos. La luz de unos potentes focos nos impedía ver mucho más allá de donde estábamos, pues aquello era una especie de gran nave, pero del que solo veíamos unas colchonetas, dos para ser más exactos y unos focos, a nuestro alrededor.
Nos lanzaron a los colchones entre sonoras risas nerviosas.
. - vamos a hacer una película porno y vosotros vais a ser los protas. Así que sacaros de encima la poca ropa que os queda, maricones.
. - pero si casi están en pelota picada, colega.
. - joder, que vista de lince que tienes, joder.
. - ¿estáis locos o que, malnacidos? –dijo el viejo. Malo, pues le soltaron una patada en todo el pecho que lo lanzó fuera de la colchoneta-.
. - tú te callas y haces lo que te digo o la vais a pasar canutas. Venga, vamos al tajo, que la hora de metraje es cara, cabrones –dijo riendo y coreándoles los otros tres que se mantenían en un segundo plano-.
De inmediato, me acabaron de desnudar y me tiraron encima del viejo, el cual, también había sido desnudado del todo.
. - venga, daros una mamada a lo 69 y luego os dais por culo. Quiero oír ese chop-chop que tanto os gusta, maricas de los cojones.
Yo alucinaba en colores. Si antes pensaba que me lo iba a pasar de puta madre con el viejo, ahora pensaba todo lo contrario, que lo iba a pasar canutas como había dicho el tipejo aquel. Aquello era una pesadilla y no me salía ni una palabra que decirles a aquellos mamones, pues el terror me estaba acogotando.
Una patada en mis riñones me hizo ver las estrellas y de que aquellos querían vernos follar. Y nos verán, pues si no, nos dan para el pelo o, mejor dicho, nos siguen dando para el pelo.
Nos pusimos como dijeron, haciendo un 69 y le mamé su polla, como el viejo la mía, consiguiendo que volviera a empalmar, pues había decaído cantidad.
Con ambos bien empalmados, me pusieron a darle por culo al sr. Costa y claro, tuve que metérsela hasta el tronco, ante el dolor del viejo, o eso, o me pinchaban y ya me habían pinchado una vez.
Con la misma y sin saber cuál de los cuatro era su dueño, sentí una polla en mi culo que casi me revienta y me sale por la epiglotis, que a saber dónde está. Los demás, lo coreaban.
. - así se monta un potro desbocado, amigo.
Luego otro mamón de aquellos y con su polla por delante, se la puso en las narices a sr. Costa. Ante un guantazo, no tuvo más opción que tragarse el sable del tío.
Sentí algo caliente en mi culo y no era otra cosa que se había corrido dentro de mí el muy cabrón. Yo aún seguía dale que te dale, pues enculaba al viejo sin apenas excitación sexual por mi parte y no veía el final de mi empalme. Es lo que tiene no follar con gusto, ni con el cariño que estas cosas requieren.
Se fueron relevando, el que me la había metido se salió y llegó otro a por mí culo que también me penetró. Luego el descargado era mamado por el viejo.
Cuando volvieron a correrse en mi culo, yo lo hice en el del viejo, enlechándolo. Por fin, me dije. Luego se salió de mi culo el tío que tenía detrás y también se salió el de delante de la boca del viejo. Pero no iba a parar allí la cosa, pues pusieron al viejo a joderme el culo jodido, mientras era yo el que mamaba ahora las pollas descargadas. Así hasta que los cuatro tíos aquellos se corrieron una segunda vez cada uno. Lo último que hicieron y fueron los cuatro, fue mearse encima de nosotros ante las carcajadas de todos ellos. Nos dejaron finos. Nuevo golpe en la cabeza y para el maletero. Cuando despertamos, el auto estaba parado y no se oía una mierda, aunque por cómo estaba de mareado, como si había una orquesta sinfónica a nuestro lado tocando la Marsellesa.
Al menos nos dejaron la puerta del maletero abierta para que pudiéramos salir. Una vez fuera, ayudé al sr. Costa a salir también. Olíamos de pena y la jodienda era que volvíamos a estar donde nos secuestraron aquellos cuatro hijos de la gran puta, bien cerca de mi casa.
. - ¿cómo estás, hijo? –se le ocurrió decir al viejo. Joder, ¿cómo iba a estar?, follado y meado. Así estaba-.
. - mareado –fue lo que le dije por no mandarlo a tomar por culo. No, eso no, ya bastante enculado estaba como para de nuevo volver a las andadas-.
. - Entremos en el auto. Debemos irnos de aquí.
. - ¿qué hacemos ahora?, ¿vamos a un hospital o a la policía directamente a denunciar? –pregunté-.
. - yo no pienso ir a ninguno de los dos sitios.
. - ah, ¿no?
. - no, pero tú deberías ir. Yo soy un consumado marica y que esto no salga de aquí, pero que me enculen cuatro o cuarenta desgraciados, no me perjudica en nada, pues tengo el culo hecho al paño. Lo tuyo es diferente.
. - y eso ¿por qué?
. - lógico. Tu culo no debe estar tan acostumbrado como el mío y te habrán hecho mucho daño-.
. - no digo que no me duela el culo, pues le mentiría, pero me las he metido más grandes que la suya y por supuesto, la de esos cuatro mamones. Vale, al hospital no, y ¿por qué no a la policía?
. - primero, porque no quiero que me señalen. Tú puedes ir si quieres. Segundo, porque reconocí la voz de uno.
. - no jodas. Perdón. ¿A quién reconoció?
. - a un ex empleado que despedí por holgazán de mi empresa constructora y pienso hacérselo pagar todas juntas. No solo a él, sino a los otros tres. Por mis cojones, que lo van a pagar. Por eso te pediría que no dijeras nada al respecto si vas a denunciar. No me nombres para nada.
. - ¿se los va a cargar?
. - literalmente, pero antes sabrán lo que es tener algo duro en sus culos, vaya si lo sabrán.
. - le ayudaré a matarlos.
. - no, no te puedes ver inmerso en esto.
. - lo negaré si lo divulga, pero ya he matado antes.
. - ¿sí?, ¿a quién?, ¿dónde?, ¿cuándo?
. - mejor no lo sepa. Solo le diré que se lo merecían.
. - pero ¿cuántos fueron?
. - tres.
. - no he oído nada de tres muertos.
. - ni los oirá, no fue en nuestra tierra y no hablaré más.
. - ¿mis hijos están seguros contigo, Salvador?, después de lo que me has dicho…
. - están muy seguros, se lo prometo, lo que no sé es cuánto tiempo seguirán así, pues, ¿quién dice que ese malnacido que nos atacó no fue a por usted deliberadamente y no va ahora a por sus chicos para seguir vengándose?, hay que acabar con él y con los otros tres. Muerto el perro, se acaba la rabia. Y aunque no fueran a por sus hijos, se merecen la muerte por lo que nos han hecho.
. - Dios, no creí que fueras tan decidido.
. - cuando esto pase, usted y yo sí nos daremos por culo, pero de una manera más civilizada –le dije besándole los labios que no rehusó-.
. - de acuerdo, entonces. Ahora toca limpiarnos y adecentarnos un poco. Iremos a mi apartamento que uso para mis ligues. Así no se enterarán en casa, ni en la oficina. Allí nos ducharemos y cuidaremos nuestras heridas. Tengo moratones que tardarán en curarse.
El edificio no era de lujo. Sin duda así lo prefería el viejo para no levantar sospechas, supongo.
Entramos con su llave por la puerta trasera del edificio y subiendo las escaleras, llegamos a su vivienda. Ya dentro, vi que estaba amueblado muy sobriamente, pero no le faltaba de nada. Tenía un mueble-bar con alcohol y refrescos. Sin duda le gustaban los efebos como a cualquier marica que se precie. Tenía además en el baño un botiquín bien surtido. Era de suponer que para arreglar algún desaguisado anal que su polla le hiciera a algún amante. Joder, lo que mi mente cavilaba sin obligarla.
Nos duchamos juntos y nos curamos las heridas después, dándonos pomadas en las partes afectadas por el mal trago de la noche.
. - voy a llamar a casa y decirles que me quedo a dormir fuera. No les extrañará, porque lo suelo hacer con frecuencia. Te llevaré a tu casa antes -dijo el viejo-.
. - no, me quedo con usted. Yo también llamaré a casa. Lo suelo hacer en casa de unas amigas que tengo.
. - cómo quieras. Eres bienvenido en mi cama –me guiñó el ojo el muy mamón-.
. - cuando hable con los chicos, dígale que les iré a buscar mañana domingo a las diez para ir a la playa-.
. - ¿podrás ir con ese moratón que tienes en el costado?
. - no se preocupe, me inventaré cualquier cosa. Quiero enseñarles cuerpos como Dios manda y no como los que tienen ahora ellos.
. - os llevaré yo.
. - no, no hará eso. Iremos en autobús y en autobús regresaremos por la tarde. Que lleven algo de comida y un par de sombrillas. Vamos, toda la parafernalia, pues no quiero ir a casa, llamaré y les diré que regresaré mañana por la tarde.
. - cómo quieras. Así se hará. Yo, mientras tanto pensaré un plan para esos cuatro malnacidos.
Ambos llamamos con nuestros móviles y una vez hecho, nos acostamos en la misma cama, desnudos. No hubo sexo anal, pero si sexo bucal por arriba y por abajo. Las corridas pasaban de polla a boca sin miramientos. Ambos tragamos la del amante de turno. Así, hasta quedarnos profundamente dormidos los dos.
. - ¿esto que es Salvador? -dijo Pedro-.
. - una playa –dije-.
. - es una playa nudista. ¿Nos has traído a una playa nudista? –repreguntó el chico-.
. - así es. Quiero que veáis cuerpos que no se parecen en nada a los vuestros. Sigamos y no digáis ni una palabra más.
Mientras nos íbamos a una zona menos poblada para acampar con nuestras sombrillas, los chicos miraban aquí y allá aquellos cuerpos, unos serranos, otros que no tenían nombre y unos pocos, que más valía no mirarlos o les daba algo, de lo gordo que estaban.
Ayudé a plantar las sombrillas a Pedro, mientras Teresa se sentaba en la arena, mirando a todos lados y la mar de nerviosa, al igual que su hermano. Una vez la sombrilla en su sitio, pusimos las toallas. Una para cada uno. Me tendí en una y me saqué la ropa de encima, quedando en pelotas.
. - vamos chicos. Fuera esa ropa.
. - y una leche. Yo no me desnudo aquí –dijo Pedro-.
. - ni yo –añadió Teresa-.
. - chicos, a ver si lo cogéis a la primera. Si no os desnudáis, le digo a vuestro padre que tiro la toalla con vosotros y me vuelvo a mi tranquila vida anterior. Luego os buscáis otro guardaespaldas.
. - no nos harás eso. Ahora que estábamos tan compenetrados… –dijo Pedro cogiéndome una mano-.
. - pues fuera esa ropa y enseñad vuestros cuerpos. Quiero que los comparéis con los que vemos a nuestro alrededor.
. - y si lo hacemos, ¿no nos dejas y podremos seguir dándonos placer?
. - habrá más placer aún para todos. Pues podrás usar mi trasero para disfrutarlo. Tú, Teresa, tendrás mi pene en tú vagina. En vuestros, anos aun no, porque aún no tenéis grasa ahí atrás. Por eso quiero que comparéis. Cuando engordéis, me gustará usar vuestros traseros, antes, ni loco. Y por lo que más quieras, Teresa, deja de usar rellenos, mujer. Los odio. Me ponen de los nervios.
Me levanté para ir al mar y darme una ducha, cuando ambos se dieron cuenta del moratón de mi costado.
. - Salvador, ¿qué te ha pasado?, tienes un gran moratón en tu costado -dijo Teresa-.
. - es de esta misma mañana. Mamá me pidió que cambiara una bombilla y la escalera se abrió y salí volando contra un sofá. No os preocupéis, no tengo ningún hueso roto. ¿Quién me acompaña?
No esperé respuesta y me largué al agua. Los hermanos se miraron y tragando saliva, se desnudaron rápidamente y corriendo, se metieron en el agua. Al menos, allí no era tan evidente su delgadez extrema. Cuando los volví a ver, los tenía alrededor de mí.
. - os habéis decidido. Bien hecho. Acércate Teresa. Voy a comerte esa boca tuya. Pedro, sumérgete y cómete mi rabo, que lo disfrutes.
Dicho y hecho. Mientras me morreaba con la chica, Pedro se hartó de polla hasta que me corrí en su boca. Luego se la mamé yo a él, para, seguidamente, comerme el chichi de Teresa. Con las pollas descargadas y el conejo más que mojado, inundado, salimos del agua y nos tendimos en las toallas.
Le di, a ambos, crema solar. Las cerezas-pechos de Teresa casi se las mamo allí mismo, pero no quería dar el cante y me abstuve de ello. Con la polla de Pedro no jugué y la rodeé, para mala cara del dueño. Luego me dieron entre los dos, crema. Les prohibí hacerlo sobre mi verga, pues quería la fiesta en paz con los vecinos que ya nos miraban bastante por la delgadez de los chicos.
El almuerzo lo hicimos allí mismo, con bocatas. Entero para mí y medio para ellos, más las manzanas de rigor. Mientras comíamos, les señalé el cuerpazo de una hembra que pasaba delante nuestra.
. - ¿no me digas que no quieres tener un cuerpo como ése, Teresa?
. - no sé por qué, le sobra carne por todas partes.
. - ¿tú te estás oyendo, cariño?, Pedro, mira a ese maromo lo bueno que está. ¿No te gustaría parecerte a él y ligar con todo Dios?
. - no niego que debe ligar un rato, pero no me veo como ese tío. Tú estás mejor, mucho mejor –dijo mirándome el pito a medio inflar-.
. - me alegro de que te guste, pero no negarás que, con ese cuerpo, no te cansas tanto. Podrías estar follando todo el día y tener para la parienta.
. - ¿pero tendrá algo en la cabeza aparte de pelos?
. - coño, no pidas tanto –dije y reímos los tres-.
. - ¿lo ves, Salvador?, prefiero estar como estoy a no tener nada en la sesera –dijo Teresa-.
. - pues estás equivocada. Me gusta tocar carne cuando hago el amor con alguien, sea chico o chica y vosotros dos, apenas tenéis donde agarrarse uno.
. - ¿no te gustó lo de anoche? –preguntó ella- a mí y a Pedro sí nos gustó lo que nos hiciste y te hicimos-.
. - me gustó. No te lo niego, cariño. Pero, lo siento, hubiera disfrutado más si estuvieras menos delgada. No digo como esa tía o ese tío, Pedro, pero si no coméis más y engordáis un poco, pues que no me veo continuar disfrutando los tres.
. - ¿nos dejas por estar delgados?, eres como los demás, que una vez conseguido lo que querías, nos abandonas.
. - Teresa, no mientras, por favor. El que estéis delgados es por vuestra iniciativa. No sé si os lo dice la cabeza, un duende o quién, pero está mal. Mira a tu alrededor, como vosotros no veo a prácticamente a ninguno, excepto a aquel chico del fondo. En vuestra mano está que me guste cada vez más estar con los dos y disfrutar vosotros conmigo. Vosotros ponéis de vuestra mano y yo os apoyaré en lo que pueda.
. - con lo de apoyar te refieres a… -dijo Pedro sonriendo-.
. - Pedro, Pedrito, Pedro. Vale, añade esa acepción. También eso, pero ayudadme a ayudaros. Parece una perogrullada, pero no sois tontos y sabéis lo que significa.
. - ¿cómo?, no nos vemos delgados ninguno de los dos –dijo Teresa-.
. - si no os gusta el psicólogo que visitáis, buscad otro que, sí os guste, pero salid de ese mundo de fantasía en que vivís. Cuando vuestro padre me diga que al menos lo estáis intentando, ese día me habéis ganado.
. - Salvador, sé tú nuestro psicólogo –dijo Pedro- hasta ahora lo haces bastante bien. No creo que como premio –sonrió- el psicólogo nos deje que le comamos la polla o el coño, según sea su sexo.
. - te lo agradezco Pedro, pero no tengo los estudios necesarios. Podríais tener a ese psicólogo y yo de segundo o tercero, pero no dejéis de visitarlo, por favor.
. - Salvador, no sé si funcionará, pero al menos lo intentaremos. Buscaremos otro psicólogo hasta que demos con uno que nos agrade hablar de nuestras cosas, pero estoy con Pedro, tú nos estás cambiando más que todos los psicólogos juntos que hemos visitado y luego lo otro, que como dice Pedro, no nos lo darían ni loco.
. - vale, como premio por ese comienzo de cambio y que espero que sea de verdad, os comeré vivos a los dos.
. - ¿ahora?, ¿aquí, Salvador? -dijo un caliente Pedro-.
. - no seas bobo. Aquí no. He visto un parque con abundante arboleda. Nos metemos allí y disfrutaremos durante un rato antes de regresar a casa.
. - ¿podré usar tu culito? -añadió el chico-.
. - lo podrás usar, descuida. ¿Y tú que te gustaría que hiciéramos los dos, cariño? –Le dije a su hermana-.
. - que me desvirgues. ¿Puede ser? –dijo ella agachando la cabeza ruborizada-.
. - me encantaría, mi amor. Pero te dolerá demasiado debido a tu extremada delgadez.
. - podemos usar la crema solar como vaselina.
. - no sé, cariño. Seguro que gritarás y si nos oyen…
. - morderé un palo. Y a lo mejor hasta lo podemos hacer por detrás cómo te gustaría según has dicho.
. - cariño, pase, por delante, por detrás, aún no estás preparada. Ni loco te haría algo así. No, solo por delante.
. - de acuerdo. Por detrás, cuando haya engordado un poco. Pero que no sea una sola vez, quiero hacerlo muchas veces y disfrutar como las demás chicas.
. - yo también quiero que me estrenes por detrás, Salvador. No hay derecho que yo solo pueda usar tu trasero.
. - engorda y ya hablaremos, Pedro. No tengas prisa, no lo tengáis ninguno de los dos. Seguro que antes de finalizar el curso y cumplís, vuestros culitos serán míos muchas veces.
. - de acuerdo. Hemos hecho un trato, engordamos y disfrutamos –dijo Teresa- luego no te eches atrás-.
. - yo nunca me echo atrás. Estoy tan caliente…, -dije mirándome la polla y sonriendo- larguémonos de aquí y vayamos a disfrutar, chicos-.
(Parte 16 de 25)
FIN