A piñón fijo (10)

“Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo, y la segunda, no me acuerdo.” Woody Allen. Relato en 25 trozos.

A PIÑÓN FIJO

(10-25)

ESCRITA POR:  SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

Se la puse en las narices y me la cogió. Estaba escuchimizada, pero no sé cómo lo hizo, que cogió consistencia la jodida polla. No llegó a empalmar cómo debía, pero consiguió sacarme una micro-corrida que se tomó como si fuera agua bendita. Aun así, no dejó mi polla en paz, pues seguía mamándomela. Al final tuve que pedirle que la liberara o me iba a quedar sin ella.

Abandoné aquella casa muy satisfecho y pensaba volver. Una experiencia como aquella no era nada desdeñable para mi currículum sexual. Aquella mujer me necesitaba, y yo a ella, para experimentar nuevas cosas en esto del sexo y ya me venía una a la memoria.

. - coño, Salvador, cariño mío. Me vienes de perlas.

. - hola, Marisa. ¿Cómo está ese cuerpo serrano?

. - ¿tú qué crees?, ¿te gusta mi escote?

. - ya lo creo. Enseñas, sin enseñar. Así me gusta, Marisa. ¿Fue mi hermana por tu casa?, le dije que te visitara.

. - a la vista está –dijo señalándose la cara-.

. - coño, es verdad. Sí, mi hermana es un crack. Te sienta de puta madre.

. - ¿a qué sí?, hasta me iba a poner relleno, pero pensé que no te gustaría.

. - no, eso no. Tienes lo que tienes y son preciosas, si lo sabré yo –dije sonriendo-.

. - sí, lo sé. Aun siento que las tienes en tu boca.

. - y no es para menos, cariño. No me cansaré nunca de disfrutarlas. ¿Por qué dijiste que te venía de perlas?

. - ah, eso. Sí, necesito que me ayudes. Quiero intentar caminar.

. - vaya, eso me gusta. ¿Lo has intentado alguna vez?

. - sí, pero no había manera, pero contigo a mi lado, a lo mejor…

. - por mí no quedará, pero si lo hacemos, debes ser constante y nada de lloriqueos si no puedes o te duele. Tendrás que obedecerme y poner de tu parte o no te ayudo.

. - haré lo que me pidas.

. - de acuerdo. Pues como no tengo nada que hacer esta tarde, vayamos al parque, allí empezaremos las clases. Dale, impúlsate con tus manos.

. - ¿no vas a empujarme?

. - lo haría si no tuvieras manos, pero como las tienes y no están mancas…

. - no eres un caballero. Un caballero ayuda a las damas en apuros.

. - lo hago por tu bien. Las manos fortalecidas te ayudarán a sostenerte de pie cuando te pongas a agarrarte de algo. Si las tienes flojas, no podrán con tu cuerpo.

. - ah, bueno. Si es así, vale. ¿Sabes que no llevo bragas?

. - oh, cada vez se está poniendo esto mejor.

. - he estado pensando –decía mientras se impulsaba hasta el parque más cercano- en que podrías…

. - podría, ¿qué?

. - ¿desvirgarme?

. - no, cariño. Aun estás muy verde. Lo que sí haré será agrandártelo cuando tengamos sexo. Así irás dilatando y cuando estés a punto, te dolerá menos. Porque, recuérdalo, cuando te desvirgue por delante, también lo haré por detrás.

. - ¿por mi culo?

. - sí, por tu culo. A los tíos nos vuelve loco los culos, ya sea como el de tu padre o como el tuyo.

. - pero me dolerá un montón.

. - por eso te digo que aún no estás preparada. Lo hago por ti, el no apresurarme a desvirgarte. Hasta tu padre está de acuerdo.

. - papá está de acuerdo, ¿dices?

. - sí, estaba preocupado que en la primera sesión que tuvimos te penetrara. Le prometí que hasta que no estuvieras preparada, no lo haría.

. - papá y ahora tú, miráis por mí. Gracias, mi amor.

. - si tú estás bien, yo también. Mira, vayamos a ese banco solitario.

Marisa se impulsó y llegamos allí. Me senté y con ella de frente a mí, le pedí una pierna.

. - venga, esa pierna ponla en mi muslo.

. - no obedece, ¿por qué crees que no puedo caminar?, porque está muerta.

. - Marisa, no empecemos a joderla. Cógela con tu mano y levántala. Eso si puedes hacerlo, ¿no?

. - claro, eso sí.

. - pues eso es lo que te pido.

Con no poco esfuerzo, levantó su pierna derecha y me la puso sobre el muslo.

. - muy bien –dije cogiéndole la pierna. Le quité el zapato y luego los calcetines.

. - ¿por qué me quitas los calcetines?, tengo un poco de frío.

. - serás cuentista. Si tuvieras frío, no estarías sin bragas. Lo del calcetín es para darte masajes mejor que con ellos puestos. Otra cosa, me gustaría trabajar con tus piernas mientras disfruto. Déjame ver tu coñito, porfa.

. - guarrillo. Claro, para eso no llevo bragas, por si nos encontrábamos –dijo y disimuladamente, se levantó lo justo la falda para disfrutar de su pezuña de camello tan sabrosa-.

. - ay, pero que cosa más bonita. ¿Puedes hacerte una paja, por favor? –dije mientras le masajeaba la pierna-.

. - ¿aquí?

. - nadie nos mira y a ti, no pueden verte nada en esa posición.

. - lo que me haces hacer, Salvador. Lo hago no sé ni por qué –dijo sonriendo-.

Miró a todos lados y se metió la mano derecha y comenzó a pajearse el clítoris. Pronto sus gemidos de placer ocultados salieron a la luz.

. - no tan alto, cariño. Baja un poco el volumen.

. - lo intento, pero es tan bueno tocarme, que no puedo evitarlo.

. - tú inténtalo. Continúa.

Mientras se pajeaba, mis manos recorrían todas sus piernas, llegando hasta la misma vulva, donde me detenía unas décimas de segundo y metía un par de dedos a todo lo que daban, para luego continuar con el resto de la pierna.

. - me la estás poniendo dura, cariño.

. - me alegro de que te guste. Ya me he corrido varias veces.

. - lo sé. Huelo tu coñito desde aquí –dije llevándome los dedos a la boca y chupándome su zumo vaginal-.

Una vez aquella pierna bien sobada, le pedí la otra. Ella me la puso donde pedí y descalzándola y sacándole el calcetín, también se la masajeé.

. - muy bien, cariño. Ahora y con disimulo, recoge con tus manos cuanto zumo puedas sacar de tu vagina y dámelo a chupar.

Ella sonrió toda acalorada. Se encharcó los dedos de su mano derecha y alargando sus manos, se las cogí y como no quiere la cosa, le chupé cada dedo con el mejor zumo del mercado.

. - gracias, cariño. Coge servilletas y límpiatelo, por favor.

Lo hizo, para luego pedirle ambas manos.

. - cariño, voy a sacarte de la silla y te pondrás entre mis piernas. Quiero que te mantengas de pie, para así fortalecerlas. No temas caerte, no te soltaré.

No esperé respuesta, la levanté a pulso y la saqué de la silla, a la cual separé de nosotros medio metro. Ella, de pie, temblaba toda de pelvis hacia abajo.

. - me voy a caer, Salvador. No me sueltes.

. - cariño, no te soltaré, confía en mí. Intenta que tus piernas te obedezcan.

. - no aguanto más, por favor. Déjame en la silla de nuevo.

. - no, aún es pronto. Aguanta un poco más.

Marisa hizo lo que pudo, pero sus piernas se le doblaron. La sostuve y no se cayó. Luego senté su trasero en mi rodilla derecha.

. - descansa un poco, conejito mío.

Me tenía agarrado con ambas manos como si fuera a escaparme.

. - equilibra el cuerpo, Marisa. Ya te he dicho que no te voy a dejar caer. Solo puedes agarrarte con una mano de mí. Deja la otra libre.

Se soltaba de una mano, pero volvía a usar las dos, pues se desequilibraba. Le puse la mano en su nalgar sin bragas, para de inmediato buscarle el ojete y allí meter mi dedo más alargado, después del pene, claro.

. - ay, me duele.

. - pues cuando tengas mi pene donde ahora tengo el dedo, sí que te va a doler, así que debes acostumbrarlo ahí donde lo tengo metido.

. - vale, como tú digas. ¿Puedes no meterlo todo, por favor?

. - no, cariño. Al contrario, debo meterlo a todo lo que dé, pues mi pene es más largo aún. Primero meteré un dedo, luego dos y hasta tres, hasta que se te haga a la medida justa, mi amor.

. - tú eres el experto. Me aguantaré. ¿Pero lo tienes que hacer ahora?

. - en todo momento y lugar. Voy a tener que ir a una tienda del sexo y pedir si tienen agrandaculos, sí. Compraré uno de esos chismes. Así con solo tenerlo puesto, vas a aumentando tamaño hasta conseguir la medida adecuada.

. - pero ¿me dolerá?

. - más bien, te correrás de gusto. Solo cuando los metas la primera vez, te dolerá un poco. Usa vaselina para que se deslice bien.

. - no sé si me convence tu invento y si es que funciona.

. - no es mío. Ya lleva inventado mucho tiempo. Levanta el culo un segundo, quiero meterte varios dedos en la vagina.

. - eso sí me gusta –dijo ayudándose de sus manos para separar su nalgar de mi muslo, el cual ya estaba húmedo de su vagina-.

Saqué los dedos de su culo, para metérselos en la vagina, pero me lo pensé mejor. No podía meterle los dedos sucios en una zona tan delicada de las mujeres. Así que la mano que metí fue la otra, la izquierda. Mis dedos profundizaron y los gemidos de Marisa casi llegan al otro lado del parque. Se los saqué de inmediato.

. - mujer, no grites tan alto, porfa.

. - lo siento, no pude aguantarme.

. - bueno, no te preocupes. Después de todo, me gusta que disfrutes con mis dedos.

. - quiero cogértela, Salvador –dijo bajito-.

. - pues, ¿a qué esperas?

. - ¿y si nos ven?

. - sí, es cierto. Ponte a horcajadas sobre mis dos muslos. Me la sacaré y tu falda me la ocultará.

Dicho y hecho. Una vez en esa posición, me saqué el pene y bajo su falda, la hice llegar hasta su vulva, sin entrar para nada, solo jugaba con mi polla con su clítoris. Ella misma, cogía mi polla y se la llevaba allí donde más y mejor disfrutaba.

. - qué rico y qué gorda la tienes siempre.

. - hazme una paja, cariño. Con suavidad.

Me hizo una rica paja. Además, con el temor de que nos vieran, aumentaba cantidad el morbo y más rápido, que tarde comenzó a subírseme la bilirrubina, consiguiendo que una corrida estuviera a las puertas.

. - me voy a correr, pon una mano delante para recoger toda mi lechada, luego quiero que te la lleves a la boca y te la tomes toda. No dejes ni gota.

Segundos después me corrí en su mano, la cual quedó llena de semen calentito. Ella, con disimulo, se llevó la corrida a su boca, usando su lengua para no dejar nada. Yo, por mi parte, me la escurrí bien, consiguiendo sacar los restos de la corrida, para luego chuparme los dedos y disfrutar de mi leche de huevos.

Me la guardé y sonreí.

. - gracias, cariño. Has estado muy bien.

Seguidamente la senté en la silla de ruedas.

. - es hora de regresar, no le dije a papá que iba a estar tanto tiempo fuera.

. - sí, será lo mejor.

Esta vez la empujé yo pues no sabía si tenía fuerzas o no para ello, después de lo acaecido en el parque. Cuando la dejé en la puerta de su casa, le di un furtivo beso y subí las escaleras de dos en dos. Su padre apareció en la puerta, pero yo ya había desaparecido, ante la desilusión del viejo, pues necesitaba al menos comerme la boca. Se había encaprichado de mí y ahora tenía mono de mi cuerpo.

A eso de las seis de la tarde del día siguiente toqué en la puerta de Gilberto y Marisa. Me abrió Gilberto, que casi me secuestra allí mismo, pues me metió en su casa, cerrando después para comerme a besos la boca.

Yo no me hacía de rogar y también disfrutaba con la comida de boca. Fuimos caminando hacia el salón aun besándonos. Esperaba ver por allí a Marisa, pero no estaba.

. - ¿y Marisa?

. - fue a casa de una amiga a estudiar. Estamos solos y tenemos la casa para hacer lo que nos dé la gana.

Aquello sí era ir al grano. Pues muy bien, vayamos al grano. Allí mismo, en el salón, nos desvestimos y una vez en pelotas, en el sofá más largo, dimos rienda suelta a darnos placer. Con un sabroso 69, cada uno se comió la polla del otro, para después y sin más preámbulos, ponerlo a cuatro patas. Me comí sus huevos y su ojete, no acordándome de la puta vaselina comestible y ni nada que no fuera darle por culo a aquel semental virgen.

El hombre estaba tan caliente como yo y tampoco se acordaba de nada que no fuera disfrutar del momento. Con mi pene en su entrada anal, se la fui enterrando hasta que mis huevos hicieron tope. Sus gritos de dolor los recordaré siempre.

. - aaaaaaahhhhhhh…, aaaaahhhhh..., aaaaahhhhh…

Pero ya era tarde, ni vaselinas, ni ostias. Le di polla hasta hartarme, disfrutando con aquel estrecho culo suyo. Solo cuando me corrí en su ano, descansé, quedándome encima de la espalda de Gilberto y con mi polla dentro aún. En eso oímos que abrían la puerta de la calle.

. - mi hija. Llega mi hija… –se aterró el padre, pues podía venir acompañada, como así era-.

. - silencio, no viene sola –pues oí no una, sino dos sillas con sus ocupantes muy parlanchinas. Hice que se aplastara sobre el sofá y yo sobre él. Cuando Marisa asomó la nariz y nos vio en aquella posición tan comprometida, se aterró, pero se recompuso enseguida. Cogió su abrigo y nos lo puso por encima, apretándome la cabeza para que estuviera más bajo que el respaldo del sofá y su amiga, también paralítica, no nos pudiera ver-.

. - Vayamos a mi habitación, allí tengo los apuntes que te dije. Papá no está, ha debido salir un momento.

Oímos que las sillas y las voces se perdían, por lo que asomé la nariz y no vi a ninguna de las dos. Me salí de Gilberto y recogiendo la ropa de los dos, le dije con gestos que nos fuéramos a su habitación. El hombre corría más que un galgo, tropezando con una mesa y haciendo el consiguiente ruido.

. - ¿eres tú, papá?

El hombre recompuso su cara de dolor por el puto mueble y carraspeó.

. - sí, hija, fui a la tienda. Voy a descansar un poco.

. - vale, papá. Conmigo está Miranda, vamos a estudiar un rato.

. - vale, hija. Estudia mucho. Hola Miranda.

. - hola, sr. Gilberto. ¿Cómo se encuentra hoy?

Oímos que decía la compañera de estudios de Marisa.

. - muy bien, gracias. Estudiad mucho.

Continuó hasta su dormitorio. Yo ya estaba sobre la cama con mi polla goteando, cosa que se dio cuenta el viejo. Cerró la puerta, con llave esta vez, y se subió a la cama para mamarme la polla y consumir la leche residual de mis huevos.

Mientras me mamaba, me senté y alargando mi mano izquierda, le metía un par de dedos en su culo para sacar mi leche. En aquella posición no pude sacar gran cosa, pero cuando terminó con mi polla, le coloqué el trasero y sí, la fuerza de la gravedad y mis dedos, consiguieron sacarle cuanta leche había metido en su ojete, tragándomela toda, para después lengüetearle el ano a todo lo que daba mi lengua.

Lo siguiente fue ponerme a cuatro patas para que Gilberto descargara cuanta leche tuviera en sus huevos después de romperme el culo a pollazos, cosa que hizo sin problemas por mi parte, pues tanto disfrutaba dándome por culo, como recibiendo polla a destajo.

La corrida me la echó encima de la nalga derecha y allí se entretuvo tomándosela con su lengua, no dejando ni un puto espermatozoide visco.

La mamada que le di a posteriori lo dejó sin nada en su conducto transporta-leche, para luego comernos la boca una y otra vez hasta que oímos que sonaba la puerta de la calle de nuevo. Había pasado más de cuarenta minutos, donde nos dimos placer mutuo y donde nuestras pollas quedaron exhaustas de tanto uso que le dimos.

Con cuidado de que aun siguieran las chicas en el apartamento, su padre llamó a su hija, pero al no responder, nos metimos en el baño, del cual salimos como nuevos. No había vuelto Marisa, cuando yo ya iba camino de casa.

No sé por qué, pero el nuevo instituto era una copia del anterior. Era como si no me hubiera movido de sitio. Solo eran diferentes los alumnos y profesores, y menos mal.

Adaptarme de nuevo a los estudios enseñados por otros profesores, aunque fueran las mismas asignaturas, no era fácil. Cada profesor exponía el tema de diferente manera, sobre todo lo que se querían inventar lo que no estaba escrito. Suerte que no soy tan tonto y sé separar la paja del ojo ajeno, ¿o no se dice así?, bueno, me importa una mierda. Lo que sí es cierto fue que no me costó demasiado, solo un par de semanas hacerme con el paño y cogerle el tranquillo. A cada maestro, con su librillo…

. - tú eres el nuevo, ¿verdad? –joder, vaya susto, no esperaba verme ante aquella enormidad de grasa rodeando todo aquel cuerpo de chica, porque era una chica de no menos de 20 años y, sin embargo, debía pesar la de Dios. Curiosamente, no la había visto en el tiempo que llevaba en el nuevo instituto-.

. - joder, vaya susto me has dado. Mira que eres silenciosa acercándote. La próxima vez ponte un cencerro al cuello.

. - qué gracioso. ¿Serás mamón...?, ¿me estás llamando gorda en la cara?

Me la quedé mirando descaradamente. Era algo para ver y rever. Un tonel era lo más parecido a aquella chica.

. - Dios, ¿cuánto pesas, cariño?

. - cariño, tu madre. Y los kilos que tengo no son de tu incumbencia.

. - perdona, hemos empezado con mal pie, me parece. Hola, me llamo Salvador, ¿cómo te llamas?

La chica gorda, porque era gorda, joder, iba cambiando del gris de mala leche, a la de piel sonrosada, que debía ser la suya o no.

. - bueno, te perdono, y no sé por qué. Me llamo Gladys. Y no te diré los kilos que tengo porque no me da la gana, pero cómo puedes ver, me sobran unos cuantos.

. - unos cuantos, ¿dices? –me arrepentí de lo dicho de nuevo y de nuevo le pedí perdón- Perdona otra vez. Si no estás a gusto con lo que pesas, ¿por qué no los rebajas un poco?, pero que no adelgacen esas dos –dije señalándole sus dos formidables globos mamarios- así están muy bien cómo están-.

. - serás mamón… –dijo sonriendo al fin. Se sentó junto a mí, en un bordillo alto del jardín del instituto-.

. - vaya, si hasta sabes sonreír. Bonita sonrisa. Ahora de verdad, ¿cuánto pesas?, debes sobrepasarte cantidad de kilos.

. - no sigas por ahí o voy a enfadarme de verdad.

. - bueno, vale, si no quieres que hablemos de eso, ¿de qué quieres hablar?, sí señor, bonitas y grandes –dije mirándoselas descaradamente-.

. - vaya, al menos te gusta algo de mí. Es para reírte, ¿no?

. - no, no lo es. Me gustan tus pechos. Lo siento, pero me gusta donde pueda agarrarme.

. - serás pervertido..., ¿desde cuándo a un maromo que está tan bueno como tú le gusta una gorda como yo, aunque tenga grandes tetas?, que, por otro lado, es lo normal en alguien de mi pesaje.

. - ya tú ves, hay gustos para todo en este mundo tan cabrón.

. - no sé cuándo te estás riendo y cuando dices la verdad.

. - pues te lo diré, así te quedas tranquila. Me gustan las tías de grandes tetas como las tuyas. No me gusta alguien que, siendo gorda, porque no me lo negarás, no quiera adelgazar para estar mejor consigo misma. Por cierto, el tiempo que llevo aquí, no te había visto antes. ¿Estudias o trabajas?

. - ¿otra vez te las das de gracioso?, he estado enferma, por eso no he venido y por eso te he abordado. En todo el colegio no hay un cabrón que me quiera ayudar con las clases que me he perdido. ¿Quieres tú o eres como el resto?, que es ver una gorda y echar pestes de una.

. - ¿a cambio de qué?

. - a cambio de qué, ¿qué?

. - ¿qué me das a cambio de que te ayude con las clases que te has perdido?

. - serás mamón, ¿qué es lo que quieres?

. - comerte el coño.

. - ¿qué dices, mamonazo?

. - ya lo has oído, comerte el coño y disfrutar de esas tetas tuyas.

. - serás hijo de la gran puta. Y yo que creí que eras diferente. Que te den, marrano –y se levantó más ágil de lo que hubiera pensado de un peso pesado como ella-.

Desapareció su gordo culo tras una esquina. No sé, pero creo que me he pasado. Sí, me he pasado cuatro pueblos…

Me levanté y fui tras ella. La encontré tras una palmera, llorando. Seré hijo de puta. Perdona mamá.

. - te pido perdón, me he pasado un rato.

Le dije mientras ella tenía las manos tapando sus ojos llorosos. Los separó y me miró.

. - ¿lo dices de verdad o es otra de las tuyas?

. - no, de verdad –dije sacándome un pañuelo y entregándoselo. Era de papel, pero para el caso, valía- disculpa, no creí que fueras tan sensible. No volveré a burlarme de ti. Bueno, solo si somos amigos. ¿Amigos?

. - ¿quieres ser mi amigo? –se extrañó ella-.

. - claro, ¿no tienes más amigos?

. - ¿me has visto? –se señaló-.

. - bueno, es igual. Quiero ser tu amigo y te explicaré lo aprendido y qué te perdiste.

. - ¿a cambio de qué? –preguntó de nuevo-.

. - de nada, te lo juro.

. - ¿de verdad?, ¿no es para reírte de esta gorda de nuevo?

. - que no, coño. Cuando ambos tengamos un hueco, te echaré una mano.

. - ¿vendrás a mi casa?

. - ¿y porque no vienes tú a la mía?

. - por favor, nunca he llevado un chico a casa y quiero impresionar a mamá.

. - ¿también tiene…? ya sabes, los kilos que le faltan a alguien.

. - serás cabrón. Sí, mamá también es gorda. Lo mío viene de familia.

. - de familia y de zampar lo que no está escrito.

. - serás… serás…, bueno, lo dejaré pasar, ya veo de qué pie cojeas. Te gusta joder la marrana, por lo que veo.

. - bueno, tanto como la marrana..., me gusta joder y para de contar.

. - entonces, ¿vendrás a mi casa darme las clases atrasadas?

. - vale, pero qué pesadas sois. Uy, perdón, se me escapó.

. - mamonazo. Eres un mamonazo, pero te perdono si vienes a mi casa.

. - entonces, ¿podré burlarme de tus muchos kilos y de decirte lo que me gustaría mamar de tus grandes mamas y comerte ese gran coño tuyo y no te pondrás a llorar como antes hiciste?

. - sí como dices vas a ser mi amigo, te lo permitiré, pero solo cuando estemos solos los dos. No quiero que los demás te oigan echar pestes de esta gorda.

. - de acuerdo, gordita. ¿También te puedo decir que me gustan tus tetas?

. - que sí, pesado, ya te lo he dicho, también me lo puedes decir.

. - ¿y que me gustaría comerte tu chochito?

. - tú sigue…, que sí, joder, también, pero se quedará en eso, decirlo, no me tocarás un pelo o te doy un mamporro que te pongo a diez metros.

. - eso te lo creo, con esos brazos de vaca que tienes.

. - pero…

. - oye, que me has dado permiso.

. - joder, joder. Vale, tienes mi permiso para burlarte de mí y mis carnes, pero solo cuando estemos solos, no te olvides o ya sabes lo que te pasará.

. - sí, me das un mamporro, mi gordita.

Ella sonrió por una vez y me devolvió el papel todo humedecido.

. - ah, que guarrada –dije y tiré el papel en la papelera que había a un metro-.

. - mamonazo.

. - gorda.

. - tío bueno.

. - tía buenorra.

. - ¿eh?, ¿qué has dicho?

. - ¿yo?, nada.

. - no seas cabrito y repite eso último.

. - no me acuerdo.

. - mierda de tío.

. - tu madre.

. - la tuya.

. - vale, vale ya. Se me ha acabado el repertorio de improperios por hoy. Entonces, ¿cuándo iré a tu casa?

. - ¿hoy mismo?

. - déjame que mire mi agenda sexual –saqué el móvil e hice como que buscaba en la agenda de teléfonos-.

. - será jodido el tío. Encima se cachondea de mí.

. - creo que te puedo hacer un hueco entre las cinco y las seis de esta tarde. Luego me espera una rubia de grandes tetas. Sí, te puedo hacer ese hueco.

Ella sonreía. Los que miraban hacia nosotros no se lo podían creer. La gorda Gladys sabía reír. Hasta yo reí.

. - bueno, me largo a la próxima clase.

. - te acompaño, tío bueno –y con la misma, me cogió del brazo-.

. - oye, que nos pueden ver.

. - pues por eso, y para que se jodan también y sepan lo que se pierden.

Así la dejé. Me importaba una mierda el qué dirán de mi nueva y gorda amiga. Una vez en el aula, nos sentamos juntos. Más allá, dos bancos más lejos, unos ojos se encontraron con los míos, pero fue fugazmente, pues los desvió. Joder, qué ojos tenía. Fue un segundo, pero tardaría en olvidarlos.

La chica en cuestión, no sabía si lo era, realmente. Joder, no lo sabía. Tenía cuerpo de tía, pero era plana como un piano de cola. Iba vestida de chica, pero sus facciones eran de chico. Sin duda, había en ella una mezcla difícil de dilucidar si no la tenía delante mía y en pelotas.

. - que te vas a quedar visco, Salvador -me dijo bajito, Gladys-.

. - ¿eh?, ah, disculpa. ¿La conoces?, ¿dónde coño estaba metida?, tampoco la había visto.

. - Cogió la gripe un poco antes que yo y acaba de volver como yo misma. Es muy seria y tampoco tiene amigos. No habla con nadie, solo lo mínimo.

. - cómo me gustan las tías que no hablen tanto y me la sepan comer bien.

Esta vez Gladys rio por lo bajini, por no darme una ostia. Yo sonreí.

. - hola al nuevo –dijo una voz que conocía de sonido, pero no por haber cruzado ni un par de palabras. Era el gallito de la clase aquella-.

. - hola –le respondí, pero sin denotar nada, como si hablara con un perro-.

. - veo que te gustan las gorditas como Gladys.

La aludida se tensó. La otra chica no perdía detalle de la conversación.

. - no te pases o te aostio aquí mismo.

. - no te sulfures, hombre. No te la voy a quitar, es toda para ti –dijo riendo-.

. - vete a la mierda. Si te metes con ella, te metes conmigo, así que, tú mismo.

. - ¿y que me vas a hacer?

. - lo dicho, te aostio esa carita de soplagaitas y de niño rico que tienes.

. - eso habría que verlo, guaperas.

. - mejor que no lo veas.

. - jódete, cabrón –le dijo Gladys, que le tenía ganas a aquel tío, que se reía día sí y día también de ella- si vuelves a insultarme como haces siempre, mi amigo Salvador te dará una buena tunda-.

. - vaya con los tortolitos.

. - no somos nada de eso. Salvador me va a ayudar a recuperar los días que he estado enferma, listillo.

Esto último le interesó sobremanera a la chica de dos mesas más allá. ¿Sería un tío en una tía o una tía en un tío?

. - y a cambio, tú se la mamas y luego…

. - hijo de la gran puta… –le dije levantándome del asiento. El tío mamonazo fue rápido y salió disparado hacia las primeras mesas, riendo-.

. - déjalo, Salvador. No vale la pena.

. - tú tranquila, ese te pide perdón, por mis cojones.

Volví a sentarme y mis ojos se volvieron a cruzar con los de la… o del… o lo que fuera y de nuevo, los desvió. La clase comenzó y de una, pasamos a la otra, así hasta llegar a las tres de la tarde, hora de salida.

Gladys no se separaba de mí, era como mi perrito faldero y eso no me hacía mucha gracia, pues yo necesito espacio para moverme y con ella a mi lado, poco espacio tenía, pero, en fin, todo sea porque la chica no se encuentre más desplazada de lo que está en esta puta sociedad de hipócritas y de productos adelgazantes, que no adelgazan una mierda. La chica o chico, ahora en que me reafirmaba que no sabía qué era al tenerlo o tenerla delante, nos interceptó a Gladys y a mí.

. - ¿puedo hablar un segundo contigo, por favor? –me dijo-.

. - ¿tú dirás?

. - a solas, por favor.

Miré a Gladys. Ella se alzó de hombros.

. - adelante, te espero en ese banco.

Con el visto bueno de mi compañera de camino, fui detrás de aquello. Sí, lo diré en neutro, así no me armo un lío hasta que sepa que es o dejado de ser. Nos sentamos uno al lado del otro y cerró los muslos. Llevaba una exigua falda que encogió más cuando se sentó. Tenía unas piernas que eran un tercio de las de Gladys y no me disgustaron. Algo blancas, pero eso tenía remedio. Cuando me vio mirándoselas, cerró aún más las piernas e intentó vanamente, bajarse aún más la minúscula falda.

. - tú dirás.

. - bueno. No he podido evitar oír que estabas ayudando a la chica gordita Gladys a recuperarse de las clases perdidas.

. - así es. Esta tarde empezamos.

. - yo también estuve fuera por enfermedad y había pensado si me pudieras ayudar a mí también.

. - ¿no tienes a nadie más que te pueda ayudar?, ya tengo varias horas comprometidas con Gladys.

. - la verdad es que no tengo a quien pedírselo. No soy muy…, no sé cómo decirlo…

. - ¿muy popular?, ¿muy conocida?, ¿muy de tener muchos amigos?, entiendo, pero…

. - por favor…

Sus ojos, de nuevos aquellos ojos, me perdían.

. - joder, tía…, por cierto, antes de responderte, quiero saber a ciencia cierta, ¿qué eres?

. - ¿cómo dices?

. - coño, la verdad. Solo quiero la verdad. Eres una tía en un cuerpo de tío o un tío en un cuerpo de tía.

. - pero ¿qué dices?, soy una tía. Una mujer hecha y derecha, pero ¿qué te habrás creído tú?

. - perdona, tenía que saberlo. Confiaré en ti y en tu palabra. Hasta te había puesto neutra en mi imaginación. En fin, dejemos eso. Te respondo, no puedo ayudarte, ya tengo alumna.

. - ¿todo ese rollo para decirme que no?

. - perdona, si te he molestado, pero no puedo desdoblarme en dos personas.

. - no, eso no puedes, pero si darles las clases a dos personas al mismo tiempo. Eso sí lo puedes hacer.

. - coño, tía lista. Eso me gusta de ti. Que tengas la cabeza sobre los hombros, no como yo, que se me había pasado.

. - ¿entonces?

. - entonces, nada. Tendré que hablar con Gladys si acepta. Voy a su casa a darle las clases magistrales, como si se dijera y ella debe dar el permiso para meterte en su casa, no yo.

. - ¿tu estarías de acuerdo de ayudarnos a las dos juntas?

. - no veo por qué no. Solo tendría que explicarlo una vez. Vale, por mí, no problem .

. - vale, espera aquí. Hablaré con ella, de mujer a mujer.

. - tú misma -le dije-.

La chica se levantó y se fue al otro asiento. Allí estuvo platicando, como dicen en Sudamérica, hasta que ambas se vinieron hacia mí.

. - Gladys está de acuerdo. Iré a su casa y nos ayudarás al mismo tiempo.

. - pero, con una condición –dijo Gladys-.

. - ¿cómo dices? –pregunté-.

. - que eres mío y no intentará nada contigo.

. - oye, tu. Que yo no soy tuyo, ni de nadie. A ver si os va a dar las clases el Espíritu Santo...

. - bueno, vale. Es por si colaba.

. - no me jodas, Gladys.

. - ¿a qué te gustaría?

. - vete a la mierda.

La nueva sonreía.

. - sí hasta parecéis marido y mujer por cómo discutís.

. - ¿ves lo que has conseguido?, por cierto, ¿cómo te llamas, preciosa?

. - Ramona.

. - joder, Ramona, pero qué ojos tienes.

. - ¿cómo dices? –dijo la aludida-.

. - tranquila, ya te acostumbrarás. A mí me llama de gorda para arriba y no se lo tengo en cuenta.

. - ¿no?, ¿por qué se lo consientes?

. - vaya pregunta más tonta, porque está buenísimo. ¿O es que no te has dado cuenta? –dijo la Gladys. La ramona me echó un rápido vistazo-.

. - eh, chicas, que estoy delante vuestro, joder. Para que digan de los tíos. Vosotras también sois unas salidas del carajo.

Las risas se sucedieron en el trío. Puestas las bases con el conocimiento, ahora tocaba dar clases magistrales.

. - dame tu dirección, aun no me la has dado, gordita.

Sonriendo, Gladys apuntó en dos trozos de papel la dirección de su casa y su número de móvil.

. - aquí tenéis, los dos. Os espero a las cinco. No me falléis o quedaré como una idiota ante mi madre.

. - bueno, tampoco es para tanto. Si me retraso, te doy un toque.

. - ¿dónde? -dijo sonriendo la Gladys-.

. - donde más te guste, mi gordita.

. - ¿pero le consientes que te hable así? -inquirió Ramona-.

. - calla, coño. Salvador me puede hablar como quiera, ya sabe que no puede hacerlo cuando estemos acompañados.

. - y yo, ¿qué soy?

. - eso digo yo. ¿Tú que eres? -dije-.

. - no vuelvas con lo mismo, cabronazo.

. - así me gusta a mí, como amigos del alma. Somos ya amigos los tres, ¿no te parece?, ¿Ramona?, ¿Salvador?  –dijo mirándonos a los dos. Acabamos sonriendo-.

. - pues claro. Y los amigos se despiden con un beso en los labios –dije, por si colaba-.

La gordita no se lo pensó dos veces, por si era una nueva broma mía y se quedaba sin su primer beso de un chico. Me cogió la cara y me dio un beso de tornillo. Sonriendo, me dejó y patidifuso también quedé.

. - joder, Gladys. Si llego a saber lo caliente que estás, te pido otra cosa.

. - sigue soñando, capullo. ¿Y tú, qué, Ramona?, ¿te vas a quedar ahí parada?

La aludida tragó saliva y me dio un beso en los labios más que cortito, cortísimo.

. - joder, ¿esto qué es?, no llega ni a beso.

. - pues es lo que te voy a dar.

. - bueno, Gladys lo compensará, ¿verdad?, dame otro, gordita mía. Me ha gustado, el de Ramona, ni fu, ni fa.

. - esto está hecho, tío bueno –y me cogió de nuevo la cara y me estampó un beso inacabable. Me dio tiempo de meterle mano a una teta y todo. Después de separarnos, me lo reprochó, abroncándome-.

. - mira que te has aprovechado, tocándome un pecho -dijo Gladys-.

. - tú no te has quedado manca, mi gordita. Casi me dejas seco con tu beso de tornillo. Además, casi te meto mano abajo, así, que hasta he sido bueno y no lo he hecho, que conste. Bueno, os dejo, chicas. Nos vemos a la cinco. Y la próxima vez no seas tan tacaña con los besos, mujer. Que estás bien buena también, cabrona -dije sonriendo y me largué con viento fresco de allí-.

. - qué jodido. Le gustas un rato, Ramona, cabrona –dijo la gordita-.

. - qué va. Tú, sí que le gustas. Te daba unos sobones de escándalo. ¿Te duele el pecho después de meterte mano de esa manera?

. - qué va. Si hasta me he corrido y todo –dijo riendo y marchando la mar de contenta-.

La respiración de Ramona quedó allí acelerada al máximo. Luego salió del centro con dirección a su casa.

Ya en casa…

. - ¿Cómo te han ido las clases hoy, cariño?

. - me estoy integrando bien, mamá.

. - me alegro, cariño.

Lisa llegó de su instituto, que no era el mismo que el mío. Me cogió sirviéndome con lengua del ojete de mama abierta de piernas junto al pollo de la cocina. Se la estaba metiendo a todo trapo.

. - Veo que lo pasáis bien.

. - hola cariño. Ya tú, ves. Siempre la tiene dura y tenemos que descargársela. Más o menos como la tuya, hija.

. - sí, eso es verdad, mamá.

Lisa dejó sus cosas sobre una silla y sacándose las bragas, se sacó a su vez su cacho verga de la cartuchera que mamá le había hecho para guardar su hermosa herramienta y no se le notara con las faldas. Con ella en la mano y mientras se la pajeaba, se me acercó por detrás.

Me la clavó de un solo golpe, como sabía que nos gustaba a los dos. El bocadillo funcionó a la perfección, corriéndome en el culo de mamá, haciendo lo propio Lisa en mi santo trasero.

Luego yo me tomé la leche del culo de mamá y Lisa del mío, para después mamá disfrutar de ambas pollas, con su boca, para dejarlas sin gota de leche. Una vez descargados, Lisa y yo desnudamos a mamá y nos la comimos encima de la mesa, pues mamá era de las que no dejaba de fabricar zumo de la mejor calidad, aunque la estuvieran matando. Así, cada día, que regresábamos a casa Lisa y yo del instituto y mamá tan contenta.

Después de limpiarnos los cipotes en el mismo fregadero, nos pusimos a comer la comida del día, rebogado de judías, uno de mis platos favoritos, sobre todo cuando las judías estaban abiertas y solo tenían la mitad de la carne vegetal, que lo mucho, empacha.

Cuando terminábamos de comer, una ducha a tres bandas y a la habitación de mamá. Allí repetíamos, dándonos placer a tres bandas hasta que quedábamos agotados y dormidos.

A eso de las cuatro y media desperté sobresaltado. Cuando mi cabeza se despejó, me acordé de la cita de las cinco. Así que, corriendo, marché al baño y con una ducha rápida, recogí los apuntes de la clase magistral y salí de casa con dirección a la casa de la gordita Gladys y sus grandes tetas.

Cuando iba por una de las bocacalles menos bonita del vecindario, veo al fondo como un tío discutía con un mendigo y le decía de todo. Aquella voz me sonaba y puse más atención. Coño, pero si aquella voz la conocía yo. Era Raymond, el capullo al que casi le parto la cara si no sale huyendo como un cobarde.

La discusión pasó a mayores y Raymond empujó al mendigo. Entonces, de no sé dónde, aparecieron más mendigos para socorrer al colega y el chico, viéndose que aquello estaba chungo para él, salió por patas. Aquello me sonaba a lo que hizo en clase.

Lo bueno para mí y malo para él, era que huía en mi dirección, así que me oculté tras un contenedor abandonado y cuando llegó a mi altura, una pierna oportuna lo hizo trastabillar y darse un morrocotudo golpe contra la pared.

Cuando el tío, desde el suelo, se despejó un poco y me vio, casi se mea encima si no lo hizo.

(Parte 10 de 25)

FIN