A piñón fijo (1)

“Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo, y la segunda, no me acuerdo.” Woody Allen. Relato en 25 trozos.

A PIÑÓN FIJO

(1-25)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados

. - ¿ya te vas, hijo?

. - ya es la hora, mamá.

. - pórtate bien.

. - mamá, ¿cuándo me he portado yo mal? –dije sonriendo-.

Cogí una manzana y el bocadillo que me había preparado, como todos los días, y después de besarle los labios, le besé también cada pezón que me ofrecía su desnudez.

. - no cojas frío mamá, ya sabes cómo te pones de griposa con este tiempo.

. - te quiero, hijo.

. - y yo a ti, mamá.

Salí a la calle. Era un día brumoso y presagiaba lluvia. Sin embargo, no pensaba coger un paraguas como hacían los gentlemans ingleses. Allí la niebla y la lluvia eran más abundantes que en mi Canarias querida.

Solo tenía 18 años y ya era todo un mozarrón que había despertado a la vida más rápidamente que mis congéneres masculinos. Solo tenía a mamá y ella a mí. Ambos éramos uno, indivisible a más no poder.

Papá era conductor en una empresa de construcción. Aun así, lo mandaron a lo más alto de un edificio en construcción a maniobrar el bombo de la mezcla por falta de personal en un momento puntual, con tan mala suerte, que cayó al vacío con bombo y todo dentro de la piscina en construcción y claro, no tenía agua. El cabronazo que sujetó el bombo al suelo lo hizo de pena y me quedé huérfano de padre, solo hacía un año.

Al final dictaminaron que papá solo estaba contratado como conductor y de nada más. Así que, entre el seguro del empresario, el del arquitecto y otros pagos que el juez dictaminó dar a mamá por el fallecimiento, mamá y yo tenemos para vivir holgadamente. Aun así, no hemos cambiado de vivienda, solo la hemos adecentado. Podíamos perfectamente habernos comprado otra en un mejor barrio, pero nos gustaba donde estábamos y aquí seguimos viviendo.

Al morir papá, mamá, para no volverse loca, pues lo quería muchísimo, desplegó todo su amor en su único hijo de la misma manera que lo hiciera con su marido. ¿Era incesto?, posiblemente, pero no sería yo quien le quitara de su cabeza la idea de querer a su hijo como amó a su marido, mi padre. De puertas adentro, éramos una pareja, donde los tabúes se quedaban en la entrada de la casa.

Mamá me había hecho todo un hombre y yo se lo agradecía intentando no defraudarla buscándome líos. Solo le dejé una cosa meridianamente clara. De puertas afuera, era su hijo y nada más. Donde haría mi vida como lo haría cualquier chico de mi edad. Consintió, pues entendía que debía ser consecuente en lo relativo a que mi vida la viviría yo y nadie más. Cuando estaba en casa, ya era otra historia.

Cuando había caminado cien metros me cayó un chaparrón encima que me dejó tiritando, pues a aquella hora de la mañana aún el sol solo estaba saliendo. La madre que me parió. Perdón madre, tú no tienes la culpa de que sea un redomado idiota.

Regresé a casa y decidí, por una vez, ser como los ingleses con sus putos paraguas. Abrí la puerta y de camino a mi habitación, la cual compartía con mamá, vi que estaba llorando en el mismo sitio donde la dejé.

. - mamá, ¿qué te ocurre?, ¿por qué lloras?

. - porque soy muy feliz, hijo.

. - pero mamá…, por favor. Por eso no se llora, uno se alegra.

. - soy una tonta, ya lo ves.

. - ay mamá…, lo que tiene que aguantar un hijo soltero con su madre –dije sonriendo y chorreando el piso, momento en que mamá se dio cuenta de mi lamentable estado-.

. - pero hijo, cómo estás de mojado.

. - creí que llovería, pero no como lo hizo y encima de mí, para más inri.

. - anda, ven. Tienes que cambiarte o cogerás una pulmonía.

Mamá me cogió de la mano y me llevó al dormitorio.

. - quítate esa ropa de inmediato –dijo mientras buscaba una toalla y ropa seca-.

Me desnudé, luego ella me secó y hasta me intentó vestir.

. - mamá, que ya no soy un niño…

. - tú siempre serás mi niño, Salvi, querido.

Se arrodilló y comenzó a comerme el rabo como lo había hecho al poco de despertar esta mañana.

. - por favor, mamá. Que llego tarde –le dije mientras ella seguía dale que te dale con mi polla-.

Me puse la parte superior. Camisa y pulóver de lana. Luego, con amor de hijo, le levanté su cara.

. - mamá, sabes que te quiero, pero si sigues haciendo eso, llegaré tarde al primer día de clase.

. - lo siento, hijo. No lo he podido evitar. Perdóname, soy tan feliz y te quiero tanto...

. - y yo también, madre. Te quiero muchísimo –le dije besándole la boca varios segundos- pero ahora déjame vestirme. Cuando regrese, jugaremos un rato. Acuérdate de lo que me prometiste-.

. - lo tendrás, hijo mío. Una promesa es una promesa.

Acabé de vestirme y cogí un paraguas azul oscuro.

. - ¿qué tal estoy? –dije haciendo la pose de un banquero-.

. - guapísimo. Te comería a besos.

. - eres terrible, mamá. Por eso te quiero tanto –volví a besarla un segundo y salí de nuevo a la calle-.

La leche que me han dado. Había dejado de llover. Hay que joderse con la lluvia de los cojones. Ahora lo que hacía era viento con algunas gotas, pero no para abrir el paraguas, pues aparte de no llover, el viento me lo estropearía en el mejor de los casos y en el peor, me llevaría volando.

Mientras caminaba por la acera de camino al instituto, una ráfaga de viento me echó fuera de la misma acera, cayendo en plena calzada. El chirriar de un cochazo me puso los pelos de punta, pues fue a pararse en mis narices. Del auto salió un trajeado señor por si me había dado con su coche y podía ayudarme.

. - ¿estás bien, chico?

Como pude me levanté agarrándome del guardabarros del vehículo, pues el viento seguía arreciando.

. - sí, creo que sí, señor. Gracias por pararse, que si no…

. - suerte que vi como el viento te metía en la calzada y pude detenerme a tiempo. ¿Tienes algo roto?

. - no, muchas gracias. Ya estoy bien.

Me acerqué a la acera y me agarré de una farola.

. - si vas al instituto, te puedo llevar.

. - no se preocupe, ya estoy bien. Desde que coja un poco de resuello, estaré bien, pero gracias de todas maneras.

. - cómo quieras, hijo. Ten cuidado.

. - sí, señor y gracias de nuevo.

El hombre se metió en su auto y después de ponerlo en marcha, pasó despacio por delante mío, momento en que vi que un par de ojos estaban fijos en mí. Era una cara de ángel. Tenía unos mofletes gorditos, sin duda sobrantes de algunos kilos. El resto de su cuerpo era de una diosa, o eso creí vislumbrar a través del cristal.

Aquellos ojos estaban tristes. Supuse que por el casi-accidente. Lo dejé correr, pues una ráfaga de viento me obligó a agarrarme más fuerte de la farola. El auto acabó por perdérseme de vista. Yo esperé a que aflojara un poco la ventolera y cuando lo hizo, proseguí mi camino, ahora con más cuidado que antes. Así y todo, llegué a tiempo al inicio de las clases en el instituto.

Era mi primer día en aquel instituto de nuevo cuño, según los políticos del momento, aunque a mí me parecía igual que los demás donde había estado, eso sí, más moderno y con una sala con ordenadores de cojones, mi gran pasión, después de pintar todo lo que veía, sobre todo, chicas buenorras.

El primer día fue como cabía esperar, presentaciones y más presentaciones de alumnos y profesores, materias y demás gilipolladas, como presumir de las instalaciones. Hasta estuvo por allí el alcalde, un canijo cabrón sin pelos en su cocorota. Presumía de haber sido el artífice de lograr un edificio acorde con los tiempos y bla…, bla…, bla… Putos políticos, una mano de mangantes de guante blanco.

A eso del mediodía se dio por terminada la jornada de presentación, siendo el siguiente día, en el que debíamos comenzar a aprovechar las enseñanzas que allí se iban a impartir. En cinco minutos el recinto se vació, tanto de alumnos, como de profesores. Yo también me largué de allí, qué coño.

Me senté en un banco en la entrada a comerme una manzana, pues, aunque era ya mediodía, no era la hora en que solía comer en casa, pues lo hacía sobre las tres y media, hora en que llegaba a casa cada día después de las clases. Así había sido en el curso anterior y así seguiría siendo, era de suponer.

. - ¿te encuentras bien?

Coño, di un respingo, que casi me muerdo la lengua, pues ni esperaba que nadie me hablara, ni había visto a nadie cerca. Claro, estaba detrás de mí. Me giré y vi aquellos ojos que aún no había olvidado. Eran los del auto de esta mañana.

. - vaya susto que me has dado, chica.

. - perdona, no quería hacerlo, pero…

. - no te preocupes. Estoy bien, gracias. ¿Esperas a tu viejo?

. - sí, ya lo he llamado, pero no puede venir. No sabía que hoy saldría tan temprano y no podrá pasar a recogerme, está fuera de la ciudad.

. - cuanto lo siento. Si te esperas un momento a que me coma la manzana, te acompaño a tu casa. Es lo menos que puedo hacer, ya que tu padre fue tan amable de no arrollarme y preocuparse por mí.

. - así es mi padre. Por eso lo quiero un montón.

. - eso está bien. Los hijos deben querer a sus padres.

. - ¿estás riéndote de mí? -dijo sentándose a mi lado-.

. - no, mujer, lo digo de verdad. Otro, sin los reflejos de tu padre y estaría en el hospital.

. - perdona, no suelo hablar mucho con chicos de mi edad y creí que te reías de mí.

. - pues no, no lo hacía. Además, ¿por qué lo iba a hacer, si puede saberse? -dije mientras pelaba la manzana con mi navaja que me había sacado de un bolsillo-.

. - ¿no se nota?

. - ¿el qué?

. - pues que no soy una sílfide, precisamente.

. - pues yo te veo muy bien.

. - por favor, no te rías de mí.

Corté un trozo de manzana y se la ofrecí. Ella titubeó, pero al final la cogió, pues su estómago también se quejaba, aunque ella tenía comida en su bolso.

. - ¿lo dices porque te sobran algunos kilos?, no es para tanto. No estás gorda, solo con un poco de sobrepeso. Eso se arregla cuando hagas deporte en el instituto y fuera de él.

. - yo no haré deporte, no es lo mío.

. - ¿no es lo tuyo?, vaya frase más estúpida, si me lo permites. Hacer deporte es importante para todo el mundo y más si quieres bajar los kilos que te sobran.

. - no insistas, no soy deportista.

. - tú misma. ¿A la derecha o a la izquierda? –dije levantándome-.

. - ¿cómo dices?

. - ¿dónde está tu casa?, ¿está hacia la derecha o hacia la izquierda? –volví a preguntar-.

. - ah…, a la derecha.

Caminamos a paso lento, pues no tenía prisa, su olor me embriagaba.

. - ¿sabes que hueles muy bien?

. - gracias, es jazmín.

. - embriagador, sí señor. ¿Dónde se compra?, el cumpleaños de mi madre es pronto y quisiera comprarle una botella de esas.

. - está en el centro comercial. Si quieres te llevo allí.

. - ¿me llevarías?

. - si no te molesta ir acompañada por una gordita…

. - ¿otra vez con lo mismo?, tú no estás gorda, solo te sobran algunos kilos

. - gracias, pero sé lo que soy. ¿Entonces?

. - de acuerdo, pero otro día. Tengo pensado acercarme el fin de semana cuando vaya a ver una de las películas que ponen de estreno. Ya puestos, ¿por qué no me acompañas y vemos una película juntos?

. - no sé si debería. Apenas te conozco.

. - ¿y sí me conoces para llevarme a esa perfumería?, chica, eres la leche.

Me acabé la manzana y tiré los restos en la papelera. Luego limpié la hoja con mi lengua y me la guardé en el bolsillo.

. - te diré algo mañana. ¿Puede ser?

. - no sé. A lo mejor, ya mañana tengo plan.

. - ¿tu novia? -dijo ella mordiéndose la lengua-.

. - no tengo novia aún. ¿Te interesa el puesto?

. - ¿qué puesto? –preguntó sabiendo la respuesta de lo que había preguntado-.

. - ¿estás de cachondeo, niña rica? –le pregunté mirándola a los ojos, los cuales desvió-.

. - no soy ninguna niña rica.

. - ah, ¿no?, pues el auto que conducía tu padre no vale menos de 40.000 euros.

. - si tú lo dices..., yo no entiendo de autos.

. - no te creo, pero dejémoslo. La verdad, me importa un pito, niña rica.

. - no vuelvas a decir eso, por favor.

. - ¿lo de niña rica?

. - sí, eso.

. - lo siento, pero me gusta cómo suena y si te hace rabiar, pues te aguantas, niña rica –volví a decir, esta vez sonriendo-.

. - creí que eras diferente, pero eres igual que los demás. Ya puedo ir desde aquí yo sola. Gracias y adiós.

. - tú misma, niña rica.

Me planté allí y la vi irse. La verdad, había sido un poco cabrón con la chica y no se fue contenta, precisamente. Cuando la vi trasponer tras una esquina, me di la vuelta y me fui a casa. Aunque no era la hora de la comida, nada hacía en la puta calle, pese a haber amainado el viento y desaparecido el tiempo de lluvia, pues el sol estaba en todo lo alto y bien que calentaba, el muy cabrón.

Me entraron ganas de mear de camino a casa. Entré en los baños públicos de uno de los muchos parques que la ciudad tenía por doquier, la mayor parte de ellos, semiabandonados. Empujé la puerta donde ponía caballeros y me la saqué y comencé a mear en uno de los urinarios de la pared. Parecía que no estaba solo allí dentro, pues de uno de los reservados se oían gemidos de dolor por un lado y de respiración agitada por otro. Sonreí y no me estuve callado.

. - bajad un poco el volumen, joder. Que no puedo concentrarme –les dije a aquellos dos que se estaban enculando en el reservado-.

Al momento se dejó de oír sus voces, solo la cisterna, que había sido pulsada. Me salí del baño y me dio por saber quiénes eran aquellos dos amantes de Teruel. Me senté en un banco que daba frente a los mismos baños y esperé.

Al poco salió un hombre de unos 40 años colocándose el paquete. Sin duda, no le había dejado descargar a gusto. Me miró con cierta vergüenza por su parte. Desapareció de mi vista. El siguiente fue un chico algo más bajo que yo y un poco rechoncho. Caminaba como si le hubieran dado por culo y así debía haber sido, sin duda. Su cara lo decía todo, así que aceleró y también se largó con viento fresco.

No me alarmé, pues había supuesto que era consentido por el chico, ya que no gritaba como si así fuera. Aquello me la puso dura y disimuladamente, me la coloqué yo también para que no se notara en demasía que estaba empalmado como un toro al vislumbrar en mi cabeza al hombre enculando al chico y viceversa.

Una vez en casa, entré sin hacer ruido para sorprender a mamá, pero mi gozo en un pozo, pues no estaba sola, así que me di a conocer.

. - hola mamá, ya estoy aquí.

. - hijo, aún no son ni las dos de la tarde.

. - solo era el día de presentación, mañana si saldré a las tres. Hola, ¿me presentas a tu visita, mamá? –era una chica de unos 19 tacos y con un cuerpo de escándalo, pero algo triste su rostro. Tenía un cuerpo Danone, como dicen en televisión. Era exuberante y con cada cosa en su sitio y en su justa medida. Se me puso aún más dura nada más verla. Llevaba una faldita plisada color lila ribeteada en dorado-.

. - hijo, es tu prima Lisa, viene a pasar unos días con nosotros –me dijo mamá, sin información anexa a su presentación-.

Entendí que fuera comedida en la amigabilidad para con ella como lo veníamos haciendo. Vamos, que no quería que se supiera que nos dábamos el lote, mamá y yo.

. - hola, Lisa. Soy Salvador. Bienvenida a ésta tu casa. ¿Se dice así, mamá?

. - gracias hijo. Está muy bien. ¿Por qué no la llevas tú mismo al cuarto de invitados mientras termino de hacer la comida?, recuerda limpiar tu habitación, hijo.

. - lo haré mamá, tú tranquila. ¿Me acompañas, Lisa? –le dije cogiendo un par de maletas que tenía a su lado-.

La chica no era muy parlanchina, la verdad. Me siguió como un perrillo faldero. Abrí la habitación de invitados y puse las maletas en el suelo, junto a la cama.

. - aquí es. Como ves, es una preciosidad. A mamá le ha dado por ponerle encajes a todas las ventanas de la casa.

. - es muy bonita, gracias.

. - vaya, si hasta sabes hablar.

. - sí, se hablar. ¿Te molesta que haya venido sin avisar?

. - no, mujer. Me alegro de tener alguien en casa. Así le harás compañía a mamá. ¿Cuánto tiempo te quedarás?

. - espero que, para siempre.

. - no jodas. ¿De verdad? ¿qué dicen tus padres?

. - acaban de morir en un accidente en la península.

. - vaya, lo siento de verdad. No sabía nada.

. - tu madre tampoco. Lo ha sabido cuando yo se lo dije antes.

. - pues parece que no le ha afectado la muerte de su hermano, ¿o es su hermana?

. - era su hermana, tu tía Sandra. Nunca se llevaron muy bien, al contrario, se odiaban cordialmente, pero ahora que no tengo a nadie, pensé que me acogería o eso espero. Antes te pregunté si te molestaría, pero no sabías que era para siempre. Ahora que lo sabes…

. - querida prima, puedes quedarte de mi parte para siempre si quieres, pero con una condición.

. - ¿una condición? –se aterró ella-.

. - sí, una condición y es que me digas como has conseguido tener un cuerpo Danone como el tuyo.

Sonrió, que es lo que quería.

. - nada, no he hecho nada, soy así.

. - pues estás para mojar con pan. Una pena que seas mi prima…

. - ¿por qué lo dices?

. - mejor me callo.

. - ya me dijo tu madre que eras un poco pícaro.

. - ¿yo?, qué va. Si soy un cacho pan cuando se me conoce. Veo que hasta sabes sonreír, pese a lo de tus padres.

. - aún está muy reciente, casi no me lo creo –volvió a entristecerse-.

. - tú no te desmoralices, aquí estarás como una reina, yo me encargo de ello. Mamá es muy buena cocinera, por ese lado no tendrás problema de adaptabilidad. ¿Te puedo dar un beso de bienvenida?

. - claro.

Sonreí y me alcé un poco, pues era más alta que yo, aunque no mucho, la verdad. Le tomé la carita que tenía y le di un ligero y suave beso en sus labios. Luego me separé.

. - bueno, cuando te hayas instalado, baja a comer.

. - gracias por acogerme.

. - no me las des a mí, sino a mamá. Ella es la matriarca y sus deseos son órdenes para mí. Te esperamos abajo.

Salí y cerré tras de mí. Ella se sentó en la cama y lloró, poniéndose las manos en la cara. Después de calmarse, sacó su ropa y la puso en los cajones adecuados. Sacó la polvera y se arregló un poco la cara. En la cocina, mamá estaba trajinando con la comida.

. - hijo, tengo que decirte algo que no te he dicho antes.

. - lo sé, mamá. Lisa se va a quedar con nosotros para siempre.

. - ¿lo sabías?

. - no hasta hace un rato, mamá. La prima me lo ha acaba de decir.

. - ¿y qué piensas al respecto?, aun no le he dado una respuesta definitiva hasta no consultarte antes.

. - mamá, aunque según Lisa, no te llevabas bien con tía Sandra, una vez ha fallecida, no puedes dejarla en la calle y más en el estado en que está. No me importa, así te hará compañía, mamá.

. - gracias, hijo. Sabía que lo comprenderías. El problema será…

. - no sigas, mamá. Lo comprendo. De momento seré tu hijo en casa también, ya veremos más adelante.

. - ¿sabes que te quiero un montón?

. - ah, pues no lo sabía… –le dije muy serio-.

Mamá me atrajo hacia su pecho y me llenó de besos. No pude evitar meterle mano bajo el traje y apretarle un pecho. Ella inspiró y cerró los ojos. Al poco dejé de hacerlo, pues oí los pasos de Lisa y me senté en mi sitio en la mesa. Mamá también se olvidó del placer momentáneo y volvió a la realidad de tener a una nueva persona en casa y comportarse como lo que era, mi madre, mi putativa madre.

. - siéntate, hija. Aunque aún no está la comida, podemos hablar del futuro.

. - sí, tía Rita –dijo ella sentándose-.

. - ya te puedo decir que te quedas con nosotros. Mi chico desea tener a una hermanita en casa.

. - gracias, intentaré ser una buena hija, tía Rita.

. - mal hecho, Lisa. Nada de tía Rita. Mamá, como me llama tú ahora, hermano Salvador.

. - de acuerdo, mamá.

. - hijo, te vas a encargar este fin de semana de llevar a tu hermana al centro comercial y de comprarle ropa, toda la que necesite.

. - sí, mamá. Necesitaré plata. No hay nada en la caja.

. - yo lo pagaré –dijo Lisa- el seguro me entregó bastante dinero por el accidente-.

. - de eso nada. El dinero es tuyo.

. - pero si lo necesitan…

. - hermanita, no me hagas mucho caso. Cuando he dicho que no hay plata en la caja, me refería en casa. En el banco mamá tiene dinero suficiente para mandarnos a los dos a la universidad. También nos dieron bastante por la muerte de papá, así que, guárdate el dinero de tus padres para cuando te cases.

. - gracias, pero no creo que me case nunca.

. - no digas eso. Verás que en cuanto cojas confianza, los chicos harán fila en la puerta y mamá tendrá que echarlos a patadas. Solo elegiremos al más guapo.

. - gracias, Salvador. Me alegro de que no te lo tomaras a mal que irrumpiera en tu casa de esta manera.

. - ¿para qué está la familia, sino para joder?, no, es una broma. Me alegro de tenerte aquí. Tú déjame moldearte a mi imagen y semejanza y te pondré al día.

. - hijo. No la atosigues tanto, tan pronto.

. - mamá, por una vez que me ha caído una hermana del cielo, no voy a cejar hasta que se sienta como en su casa. Además, así me podré pelear con alguien.

. - no le hagas caso, hija. Este chico es el demonio.

. - me alegra haber caído del cielo como ha dicho Salvador en una familia que se quiere tanto el uno al otro. Espero que…

La chica se puso a llorar. Aquello me acongojó, lo juro. Nunca había visto llorar a una chica como lo hacía Lisa. Era desgarrador. Me levanté y me acerqué a ella. Mamá también lo hizo. Le cogí la cara y la puse en mi pecho. Mamá nos abrazó a los dos juntos.

. - mis niños… No llores hija. Ahora estás en casa y cuidaremos de ti.

. - claro que sí mamá. Verás que pronto se adaptará y volverá a sonreír –le dije besándole la frente. Mamá también me imitó. Luego bajamos hacia su cara, cada uno por un lado le dimos varios besitos cortos.

. - hija, no llores más. Que me vas a hacer llorar también a mí.

. - lo siento, no lo he podido evitar. He recordado a mis padres…

. - lo sé, no los olvides nunca, querida. Siempre serán tus padres. Eso no cambiará.

Le dejamos espacio y me senté. Mamá comenzó a echar la comida en los platos.

. - mamá, en vez del sábado, iremos esta tarde mismo al centro comercial. No tengo nada que hacer. ¿Por qué no nos acompañas y te compras algunos trapos para ti también?, quiero presumir de hermana y de madre.

. - cómo quieras, hijo. Llevaremos la tarjeta y le pegamos fuego en las tiendas.

. - así se habla. Yo necesito calzoncillos también. Yo he crecido, pero no mis cayumbos –los tres reímos con ganas-.

. - ¿verdad que es preciosa mamá, tu nueva hija?

. - sí, hijo, muy guapa.

La comida acabó y comencé a fregar los platos. Lisa me ayudó secando la loza.

. - mami, vete a descansar. Esto es cosa de Lisa y mía.

. - gracias, hijos. Me daré una ducha rápida. ¿Qué os parece si al terminar vamos al cine y cuando salgamos, comemos en algún sitio?

. - de puta madre.

. - hijo…, esa lengua.

. - perdona, mamá. ¿Tú que dices, Lisa?

. - por mí está bien.

. - pues entonces, nos duchamos juntos los tres y después de vestirnos, nos vamos –dijo mamá como quien no quiere la cosa-.

Lisa tragó saliva.

. - ¿nos ducharemos los tres juntos, madre?

. - ¿no lo hacías en tu casa, hija?

. - no, nunca lo hemos hecho.

. - vaya. Bueno, entonces solo nos ducharemos Salvi y yo, luego lo haces tú sola. ¿Te parece bien, hija?

. - gracias, mamá. Perdona, pero no estoy acostumbrada.

. - no te preocupes. En casa siempre nos hemos duchado juntos. También cuando vivía mi marido –mintió descaradamente mamá-.

. - mamá, déjalo ya, estás poniendo roja a Lisa.

. - perdona, hija. Bueno, Salvi, vente en cuanto termines. Ya sabes que me gusta que me des masajes.

. - un minuto y estoy contigo mami. Ve enjabonándote.

Mamá se fue y continué. Con el paño limpié la mesa y coloqué las cosas en su sitio.

. - ¿seguro que no te duchabas ni con tu madre?

. - no, ni con mi madre.

. - no te preocupes, es cuestión de costumbres. No estás obligada a nada que no desees. Para mí lo primero es que te sientas a gusto entre nosotros.

. - te lo agradezco, Salvador. Eres un buen chico y me alegro de que seas mi hermano –se inclinó y me dio un corto beso en la mejilla-.

. - no seas tacaña. En casa los besos los damos en los labios. Al menos, concédeme eso, por favor.

Ella sonrió y algo roja, puso la boca y cerró los ojos. Acerqué mis labios a los suyos y se los besé un segundo más que ella a mí.

. - bueno, esto ya está limpio, Lisa. Te dejo ahora.

. - sí, claro.

La dejé allí y me fui al baño. Abrí y no cerré tras de mí. Me desnudé y entré dentro del plato de ducha. Mamá me esperaba con una sonrisa y los brazos abiertos. Nos comimos la boca. Luego me zampé sus pechos tan apetitosos, mientras se los apretaba hasta hacerle daño. Luego mamá se agachó y se tragó la polla de su hijo.

Fue en aquel momento cuando Lisa pasó delante del baño y claro, miró hacia dentro. Sus ojos y los míos se encontraron mientras disfrutaba de una madre muy cariñosa. A Lisa se le cayó al suelo la botella de agua que llevaba. La recogió y desapareció de mi vista. Sonreí, pues era lo que quería que viera de mamá y yo.

Una vez mi polla bien dura, separé a mamá de ella y separándole sus piernas, las cuales puse en la mejor posición, se la enterré en su vagina para darle placer a una madre más que cariñosa. Mamá y yo intentábamos hacer el menor ruido posible, pero no siempre se pudo conseguir.

Lisa se imaginaba lo que hacíamos, aparte de que nos viera en aquella posición tan comprometida y tan explícita. Estaba roja de vergüenza, pero se dijo que tenía que acostumbrarse, pues era ella la intrusa en aquella casa y no podía, ni sabía, vivir sola después de la muerte de sus padres. O allí o sola en su casa, y no quería vivir sola, pues no sabía hacerlo, realmente.

Ya en el centro comercial, entramos en una de las boutiques. Mientras Lisa iba con otra bonita falda rojo granate y camisa blanca con vuelos, donde apenas dejaba ver algo de carne, mamá llevaba falda larga y escote en uve que dejaba poco a la imaginación. Mientras las mujeres se fueron a por sus ropas, yo fui a por la mía, los cayumbos. Elegí media docena a mi gusto, para variar.

. - hijo, vente un momento, por favor –me llamó mamá desde el probador-.

Coloqué la ropa en un sitio cercano y entré. Lisa estaba de espalda en bragas y sostén.

. - mamá, mejor espero fuera a que terminéis.

. - hijo, necesito tu opinión de hombre. ¿Qué tal nos queda la ropa interior?

Mamá se abrió de manos y me enseñó su vestuario de alcoba. Allí la imaginación no iba a trabajar gran cosa. Sus pezones se marcaban y veía perfectamente, pues era casi traslúcido no solo el sujetador, sino también sus braguitas.

. - mamá, estás impresionante. Si papá te viera, te comía viva aquí mismo.

. - gracias, hijo. Mientras Lisa te enseña el suyo, me pondré otro que cogí también.

Mamá se sacó el sujetador y sus esplendidos pechos me hincharon los pulmones. Le guiñé un ojo. Luego me giré hacia Lisa. Sus esplendidas nalgas estaban libres de sus braguitas, pues llevaba un exiguo tanga. No se daba la vuelta, pues estaba avergonzada. No sabía cómo se había dejado convencer por Rita, ahora su madre, para exponerse a la vista de un servidor.

. - hija, enséñale a tu hermano lo que te has comprado.

. - no puedo, no puedo.

. - mamá, déjala, si no quiere…

. - no es que no quiera, sino que no puedo.

. - no entiendo la diferencia. ¿Te ocurre algo, querida niña? –le preguntó mamá toda desnuda-.

. - me odiaréis y no me querréis con vosotros, lo sé. Siempre ha sido así.

. - ¿qué puede ser tan grave hija?, anda, date la vuelta y veamos qué es eso que te aflige tanto.

Lisa tragó saliva y nerviosamente, se dio la vuelta despacio. Vi que tenía unos pechos, como pensaba, la mar de sabrosos. Giré la vista hacia su entrepierna y vi algo que nunca había visto en una chica. Mamá también vio lo que yo.

. - Dios, hija. ¿Eso de ahí es lo que me imagino?

Yo ya sabía que sí. Allí, bajo su tanguita había la protuberancia de un pene empalmado y peleándose por salir, aunque fuera por un rato.

. - sí, es un pene. Lo siento, lo siento.

. - hija, la verdad, me has dejado de piedra. ¿Nos lo dejas ver?

Como ya no podía ser peor, Lisa se bajó el tanga. Era una preciosa polla en un cuerpo esculturalmente perfecto de mujer. La ostia en vinagre. Solo tenía ojos para aquella hermosa polla que se gastaba la prima y ahora hermana Lisa.

. - Lisa, ¿eres un chico o una chica?, al menos, dinos eso. No nos importa lo que seas, solo dínoslo para no ser los últimos en enterarnos -dijo mamá-.

. - soy lo que llaman, una hermafrodita. Tengo los órganos de mujer y de varón al mismo tiempo. Yo me siento mujer, pero no puedo evitar tener pene.

. - mamá, lo importante es que no es ningún pecado ser hermafrodita. Lisa, te quedarás con nosotros. No me importará ser tu hermano. Si tú nos aceptas como somos, nosotros te aceptamos a ti –le dije colocándole el tanga hasta taparle los huevos y parte del pene, pero solo parte, pues sobresalía por arriba al estar empalmada y qué empalme-.

. - de acuerdo, hija, confío en ti y como Salvi está de acuerdo, yo también lo estoy. Sé que nos viste en el baño y no hay vuelta atrás. Tú conserva tu secreto y permítenos conservar el nuestro. ¿Estás de acuerdo, hija?

. - por supuesto, mamá –Lisa se abrazaba a mamá. Con lo que al apretarse la una a la otra, el pene de Lisa volvió a salírsele la mayor parte del tanga-.

Ella se dio cuenta después de separarse. Acabó de quitárselo y se puso otro más adecuado a su herramienta.

. - creo que éste es más adecuado para mí –dijo medio sonriendo-.

. - sin duda. Tienes un pene tan grande como el mío y como tú nos lo has enseñado, no tengo más remedio que enseñarlo yo también.

Me bajé los pantalones y calzoncillos y lo enseñé al público presente. Estaba empalmado como el de Lisa. Los ojos de la chica brillaban al verme el rabo.

. - bueno, ya está bien –me dije guardándomelo- mamá, date prisa, o nos perdemos el cine-.

. - perdona hijo. Con lo de Lisa, se me fue el santo al cielo. Dime si te gusta este otro juego de prendas.

Se puso un bikini bien exiguo también. Tanto, que apenas cubría la mitad de los pechos y algo de su vulva.

. - estás que me muero de ganas de arrancártelo a mordiscos, mamá.

. - gracias, mi amor. Era lo que quería oír –dijo y me besó en la boca, luego yo le aparté parte del bikini de arriba y dejé libre un pezón, el cual me comí durante un par de largos segundos. Luego volví a ocultárselo-.

. - os espero fuera o me pondré malo.

Salí de allí y las dejé sonriendo. Al rato salieron con la ropa que habían traído y pasamos por caja. La tarjeta de mamá empezó a desgastarse. Una vez pagado, salimos de la boutique. Marchamos a los multicines. Eran 9 salas de cines bien amplias. Por consenso, se eligió la última de James Bond. Después de comprar roscas y unos refrescos, nos sentamos en la parte trasera de la sala, donde me gustaba sentarme. Sentado en medio de las dos, mamá apoyó su cabeza en mi hombro mientras miraba la película. Viendo que Lisa quería y no se decidía, le cogí la cabeza y se la apoyé en mi otro hombro. Mis dos chicas estaban ahora disfrutando de sus roscas y refrescos y también, de mi hombro.

A mamá le eché el brazo por encima de sus hombros, para acto seguido, jugar con su pecho izquierdo, toda vez que mamá se había aflojado varios botones para que pudiera acceder con facilidad. Se lo apretaba con suavidad, rosando el pezón. Lisa, buena observadora, vio lo del brazo y sonriendo, me cogió el derecho y me lo puso por encima de sus hombros también. Pero no intenté jugar con su pecho derecho. Eso aún, no.

Mamá se estaba calentando. De hecho, el pezón con el que jugaba se había endurecido al máximo. Así que giró su cara y me besó un lado de la boca. Yo giré la mía y nos encontramos a medio camino. Nuestras lenguas jugaban al gato y al ratón. Tuve que utilizar la mano derecha, así que se la quité de los hombros a Lisa para enfrascarme con mama. Mientras seguíamos besándonos sin violencia, pero sí con pasión y en silencio, mi mano derecha entró en combate con el pecho izquierdo de mamá.

Ahora tenía ambos pechos fuera de su abultado escote y como se había olvidado de ponerse el sostén o no quiso ponérselo, llegó el momento de dejar de besarle los labios para besarle los pezones afrodisíacos de mi putativa madre.

Lisa veía cómo me comía los pechos de mamá. Eso hizo que empalmara a más no poder. Bajó la mano hacia su entrepierna y metiéndola bajo sus bragas, cogió el pene endurecido y comenzó a pajeárselo. Aquello no pasó desapercibido para un experto mamador tanto de coños como de pollas, y claro, mamá se quedó sin mi proverbial boca mamadora de pezones. Y es que una buena polla en la boca es tan buena o mejor aún que un chumino de hembra y esta hermana mía tenía lo mejor de ambos mundos.

Mamá no lo sabía y no lo sabría nunca de mi boca, pero papá, antes de irse de cabeza a la piscina vacía, me había enviciado a comerme su polla y él la mía. No era por nada, pero tenía una tranca de lo más venosa, que solo con acordarme de los enculamientos que nos hacíamos cuando mamá estaba fuera, que aún hoy se me pone dura. En fin, papá, lo siento, entre las que encuentre por la calle y la que tiene Lisa entre sus piernas, creo que pronto voy a olvidarme de la tuya, aunque no sé, la tuya era bien sabrosa…

Abandoné a la madre, como si dijéramos, por la hija. Cogí aire y sin pedirle permiso alguno, aparté su mano pajeadora y agachándome allí mismo, me tragué aquella polla tan deliciosa suya. Gimió más alto de lo que debía al sentirse mamada por su hermano. Luego se olvidó de los convencionalismos y apoyó su cabeza en el respaldo del asiento y me dejó hacer para disfrutar del momento e intentando no hacer ruido.

Mamá no entró en cólera, no. Sonrió y guardándose ambos pechos, disfrutaba de la película mientras sus dos hijos se daban placer. Aquel era el comienzo de una gran amistad… sexual.

Lisa ya no podía aguantar más y explotó en mi boca. Era leche clase A, que me tragué sin demora, después de saborearla y disfrutarla. La polla de Lisa menguaba a marchas forzadas, aun así, no la dejé en paz hasta no sacarle hasta la última gota láctea, cosa que conseguí finalmente. Con papel desechable, le limpié el cipote y envolviéndole la polla con dicho papel, se la guardé bajo las bragas, bajándole la falda.

Aquello exigía un nuevo paso más y lo di, ¿por qué no?, me senté en mi asiento y abriéndome de piernas, me saqué el pito y después de pajeármelo unos segundos, le cogí la mano a Lisa y se la puse sobre mi ardiente polla. Ella se sobresaltó al principio, pero pronto comenzó a subir y bajar su mano sobre mi polla, cosa que me gustaba cantidad, pero también me gustaba más que me la mamara con su boca como yo había hecho con la suya. Así que le cogí la cabeza y sin hacer mucha presión, como si la invitara, se la llevé hasta mi polla. Allí la dejé para que hiciera lo que tenía que hacer y vaya si lo hizo.

Comenzó a mamármela con una suavidad que rallaba en el pecado. Luego cogió ritmo y dio rienda suelta a su lívido desbocado y comenzó a disfrutar de una polla que pronto le sería tan familiar, como la suya propia. No aguanté más y solté el chorro de leche especial hermafroditas que tenía reservada para ella.

Como yo con la suya, no me la dejó en paz hasta dejármela hecha una piltrafa. Tragó mi corrida, no sin cierto asco, no en vano era la primera corrida que se tragaba, pues ni la suya propia la había probado aún. Luego me la limpió. Yo mismo me la envolví y guardé en su sitio.

Ahora sí que iba a por los pechos de Lisa. Le eché el brazo derecho por encima de la cabeza y la atraje hacia mí para comerme su boca. Ambos disfrutamos del otro, mientras mi mano izquierda forcejeaba con los botones de su camisa. Cuando hube aflojado tres o cuatro, no estaba para contarlos, metí mano bajo el sostén de fino algodón y me apropié de su pecho derecho, consiguiendo sacárselo fuera. Aquello fue mi perdición, pues me perdí allí entre sus dos maduros melones que me comí sin dejar ni la cáscara.

El pezón endurecido sabía a gloria mientras mi lengua se la pasaba por su aureola y pezón incluido. La mano izquierda se me fue bajo sus bragas y no hacia el pene, ahora muerto y enterrado, sino hacia su vagina. Allí introduje un par de dedos sin violencia alguna, pero sí profundamente hasta sacarlos chorreando zumo del bueno, que me tomé en un respiro de sus pechos. Luego proseguí mamándola y volviendo a follármela con mis dedos.

Cuando volví a sacarlos de allí abajo, se los metí en su boca y me los chupó como si le fuera la vida en ello. Después y con cortos besos en cada ojo cerrado y uno final en su nariz, me pasé a mamá, mi putativa madre, que tan bien me alimentaba culinariamente y sexualmente. Todo un pack de puta madre. Con dos cojones, sí señor.

Lisa se guardó el pecho y se abrochó la camisa para adecentarse un poco. Su parte había acabado, mientras cogía resuello. No esperaba que sucediera aquello con su nuevo hermano, pero ya no había vuelta atrás. Dejó que la respiración se normalizara, mientras veía, como yo y mamá, nos dábamos el lote a su lado.

Efectivamente. De nuevo la boca y los pechos, los dos de mamá, eran míos. Además, mi mano derecha se iba con asiduidad a su pájaro, enterrándole no dos, sino cuatro dedos en su vulva súper húmeda. Cada vez que los sacaba, allí estaba mamá para disfrutar sus orgasmos y chuparme los dedos.

Cuando me cansé, no en vano dar placer a dos mujeres, cansa lo suyo, dejé cada cosa en su sitio y me senté para ver la película. Por cierto, ¿de qué iba?, ah…, sí…, de James bond…

(Parte 1 de 25)

FIN