A otro martir

Quiero valerme de la oportunidad que nos brinda TR para comparir con ustedes parte de una realidad que nos agobia día a día en nuestro convulsionado mundo de hoy, por eso recurro a una categoría que no había usado antes, pero que agradezco que exista en esta página.

El hombre salió de su despacho y se dirigió con paso firme hacia el vehículo que lo esperaba para hacer el peligroso trayecto que debía ponerlo a salvo de las amenazas de muerte que se cernían sobre su cansado cuerpo de 63 años. No eran más de quince pasos hasta el automóvil, pero en ese breve trayecto, su vida transcurrió ante sus ojos como un rayo en la oscuridad, corto, pero intenso

Después de pasearse por su privilegiada infancia, pasó fugaz por los tiempos de estudiante, sus correrías de joven, su acomodada vida y un sin fin de vivencias que había ido atesorando durante años de ejercicio. Ya próximo a su retiro, ocho años atrás, apareció aquella mujer en su casa, había sido contratada para hacer los oficios domésticos en la casa de aquel hombre mayor que vivía solo.

Ya habían emprendido viaje y casi salían de las últimas casa del olvidado pueblito donde lo habían destinado para que ejerciera en sus últimos años, cuando de pronto unas voces en la carretera lo hicieron regresar del dormitorio de aquella mujer con la que había tenido una hija; sabía que había llegado al destino final, ya no habría mañana para él, recordó a la mujer y a su hija, dos cosas que debieron haber sido prohibidas, que no debieron llegar jamás, pero existían, eso era inevitable, su falta había sido muy grave y arrastraba su culpa en el peso de la conciencia.

Terminó de percatarse de la realidad cuando escuchó una voz que le increpaba: Bájese del campero, maldito cura!!..; entonces comprendió que Bucaramanga ya no sería el fin de la jornada, su vida terminaría en ese camino descubierto por el cual no transitaban sino los camperos y las bestias de carga.

Lo matarían por no haber accedido a la petición de aquellas personas, por no haber leído públicamente el documento que le había sido entregado para que lo leyera en la próxima homilía. No lo asesinarían por haber preñado a aquella campesina que le servía en la casa parroquial, no por haber mantenido en secreto el fruto de aquella relación, lo asesinarían por haberse negado a leer una proclama de uno de los grupos mas radicales que operan en Colombia, maoístas ellos, radicales ellos, sanguinarios ellos y, armados hasta los dientes

Carta póstuma a un sacerdote, tío de mi esposa, que fue asesinado por el EPL, en el pueblo de Cáchira, Colombia

A OTRO MARTIR

Pudiste llamarte Hernando, o Alfonso, o quizá Indalecio, Augusto, Expedito o de cualquier otra forma, pero te llamabas Pedro León y todos te decíamos tío; hoy tras tu absurda muerte, eres el tío de cualquier colombiano, o el hijo, o el hermano, o simplemente el párroco de cualquier pueblo de ese hermano País, o tal vez, el mas humilde campesino de cualquier pueblito latinoamericano.

No te mató la guerrilla, ni los paramilitares, ni los cuerpos de seguridad del gobierno; se me ocurre que tu muerte es un número mas en la estadística de una epidemia que afecta a Latinoamérica y que se llama Violencia; esa violencia que, a su vez, es hija de la injusticia social que viven nuestros países y del sordo proceder de sus líderes, no importa de que lado se coloquen o la bandera que enarbolen; la violencia es maldita por Dios y debe ser maldita por los hombres que como nosotros profesamos la fe cristiana.

Tu atacaste ambas formas de violencia, y si te asesinaron unos, fue simplemente porque se le adelantaron a los otros, y los que apretaron el gatillo, fueron los mismos que otrora empuñaron el martillo para fijar los clavos al madero.

La fe me dice que ya estás en la presencia de Dios; y como diste tu vida por lo que amabas, que era la paz de tu pueblo, sé que tu sangre será el mejor fertilizante para abonar el huerto donde germine esa paz tan anhelada por los colombianos y que yo les deseo a todos, incluso a los que creyeron hacer justicia llevándose tu vida, porque estoy seguro, que también por ellos, tu clamabas por la paz..

Pedro León, Tío, cura, o como quiera que yo te llamara; "Chico Vale" como tu me decías, te manda este humilde homenaje. Yo sé que ya lo leíste porque tu mismo lo recitaste a mi oído; solo espero que lo puedan leer todos aquellos que hoy viven infectados por el virus de la violencia, es decir, Colombia toda, Venezuela toda, Latinoamérica toda, el mundo todo...

No puedo decirte que descanses en paz, pues los que mueren en la fe cristiana alcanzan la vida eterna; y como decía Alí Primera, el que cambió el fusil por la canción, " Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos"

Hasta pronto tío, hasta pronto Pedro León, hasta pronto amigo; tus sobrinos y sobrinos nietos desde Venezuela te lloran, y yo, "Chico Vale", simplemente te saludo

Que la Paz florezca donde tu caíste...

Caracas, 19 de mayo de 1999