¡A mis 35…!

Aquí relato una linda aventura que tuve a mis 35 años de edad, estando casada y con una hija, pero…, la hormona me traicionó y acepté las proposiciones de dos chicos muy jovencitos, con los cuales tuve sexo en mi casa.

A mis 35…

Resumen: Aquí relato una linda aventura que tuve a mis 35 años de edad, estando casada y con una hija, pero…, la hormona me traicionó y acepté las proposiciones de dos chicos muy jovencitos, con los cuales tuve sexo en mi casa.

Me describo: soy una mujer de 39 años, casada; tengo una hija de 17 años. Trabajo en una empresa trasnacional en la que estoy encargada de la logística.

Hace 4 años, a mis 35 años de edad, recibimos a dos muchachos, recién salidos de su escuela, de 22 y de 23 años: José Luis y Ricardo: uno para servicio social y otro para prácticas profesionales.

Normalmente soy muy seria y hasta “enojona” y no tolero llevarme con el personal, pero, este par de chicos tenían la sangre muy ligera y siempre me hacían reír. Siempre tenían detalles conmigo, me llevaban chocolates, dulces, me contaban chistes, etc., siempre bromeando, en buen plan.

En una ocasión, luego de más de medio año, me invitaron a ir a un bar, a tomar unos tragos. Me negué; les dije que era casada y que no se podía, sin embargo, ellos seguían invitándome a comer, a salir, etc.

Un día, como al mes de su invitación, era como estas fechas, el verano, agosto, no se ni como se me salió, durante la comida, en el comedor de la empresa, comiendo con ellos, que mi marido se había ido por una semana, junto con mi hija, a visitar a sus abuelos a Matamoros, una ciudad al norte del país y que iban a estar una semana por allá:

  • me siento muy sola…

= te invitamos a echarnos una copa, a la salida…

  • no gracias…, me da no se qué…, no se vaya a dar cuenta alguien y…,

ya saben cómo son de chismosos aquí…

= ¡n’ombre…, si quieres te esperamos en donde dejas tu coche y de ahí…,

nos vamos contigo…!.

Me pareció bien; lo vi bien, sin ninguna otra idea, que la de distraerme por un rato.

Salí; me dirigí por mi auto y…, ahí estaban los dos. Se subió Ricardo adelante y Jose Luis atrás. Nos fuimos hasta un bar, no lejos de la oficina. Le dejamos el auto al valet parking y nos metimos. Pedimos cerveza y comenzamos a platicar. La plática derivó pronto en temas sexuales y:

= ¿a qué edad te casaste…?

  • ¡uf…, a la edad de ustedes, a los 23…!

/ ¿Cuándo te casaste eras todavía señorita…?

  • no…, ya había estado antes con otros…

= ¿a qué edad fue tu primera vez…?

  • ¡muy chiquilla…, apenas estaba entrando a la secundaria…!

/ ¿a los 12…?

Preguntó Ricardo, curioso, morboso, asombrado…

  • ¡No…, ya tenía yo los 13…?.

= ¡Ahhh…!

  • ¿y ustedes…?

/ Yo a los 16 años…

dijo José Luis…

= yo hasta los 18…,

comentó Ricardo.

Ese día llevaba un blazer azul marino y abajo un top del mismo color y juego. Abajo llevaba una falda blanca, que me daba por arriba de la rodilla.

La plática era candente y:

= ¿Nunca lo has hecho con chavos…?

/ así como nosotros…

  • ¡No…, están muy jovencitos…!.

¡Siempre he estado con hombre mayores que yo!.

= ¿y tu marido?

  • me lleva 7 años…

/ ¿y qué tal lo hace…, bien…, funciona…?

Me sentí cohibida por la pregunta, pero…

  • sí…, bien…, funciona bien pero…

= ¡siempre hay un pero…!, ¿verdad…?

  • sí…, es que…, casi nunca lo hacemos ya…, por una cosa o por otra…

/ ¿y…, hace cuanto que no lo haces…?

Glug…, se me atragantó esa pregunta… Cada vez se volvían más atrevidas, aunque con la ayuda del “traguito” pues…, contesté:

  • ya tengo casi 40 días…, más de un mes…

= y tu esposo que dice…

  • no dice nada, siempre tiene evasivas…

/ y no lo has hecho con otros…

= sí…, pero también son casados, y me deja un mal sabor de boca,

un resabio, un arrepentimiento doble, de mi lado y del de ellos…

/ y cuando fue tu último desliz…

  • pues hace 40 días…

= ¡ah…, yo creí que era con tu marido que lo habías hecho hace 40 días!.

  • No…, con él llevo más, creo que más de dos meses…, quizás tres!.

/ y porqué no lo haces con el mismo de hace 40 días…

  • porque no vive aquí…, es un ex compañero del trabajo…, que renunció para irse

a vivir a Veracruz…, con su familia, pues son de allá…

= y qué te gusta de ese señor…

  • que tiene una buena lengua…

/ ¿ah sí…?,

  • sí…, la usa muy bien…, me hace muy buenos trabajos…

/ ¿te mama las chichis (senos)…?

  • sí…, mucho…, me calienta muy duro con eso…,

¡mis senos son la zona más erógena que yo tengo…!.

= ¿y tu sexo…?

  • me lo mama también…, me hace muy buenos trabajos…   Le gusta mucho que me venga en su boca…

/ a mí me gusta mucho mamarle su panocha a la mujer…,  pero…, nunca se han venido en mi boca…

= ¡Yo nunca he mamado una panocha…, me da no se qué…!

/ ¿Y a ti te gusta mamarle la verga a los hombres…?

  • ¡Sí…, es algo…, provocativo…, para los dos…!.

/ ¿y aceptas que terminen en tu boca…?

  • ¡Sí…!, así alcanzan los hombres un gran placer…

/ ¿te gusta que acaben en tu boca…?

  • eh…, no me disgusta…

/ ¿te gusta tragarte los mecos…?

  • lo hago…, me los trago…

= ¿te gusta…?

  • me gusta complacer a mi pareja…

/ a mí me lo han mamado pero…, nunca he acabado en la boca de nadie…

= a mí no me la han mamado…, también me da…, repulsión… y…, eso de venirme dentro de la boca de la mujer…, se me hace…, muy depravado

Se hizo una pausa, y luego de eso:

/ oye…, y a tu esposo…, ¿dónde lo conociste?,

preguntó José Luis:

  • Aquí…, en la empresa…, él era el jefe del área, cuando yo entré aquí…

= ¿y de inmediato ligaste con él?

  • No…, casi no nos hablábamos… Él era muy “alzado” y…,  yo andaba con un novio de la escuela…, casi no nos hacíamos caso…

/ ¿y entonces…?

  • entonces terminé con ese novio y comencé a andar con un muchacho de aquí,

Luis Felipe, pero de otro departamento. En una fiesta estuvieron tomando y salí a relucir en su plática. Este muchacho, Luis Felipe, empezó a “despotricar” nuestras intimidades; decía que yo era toda una fiera en la cama, que mamaba muy rico y que aceptaba tragarme los “mecos”.

Eso puso muy caliente a mi ex jefe, ahora mi esposo y se propuso ligarme. No le di entrada sino hasta que Luis Felipe se cambió de empresa, y entonces, comencé a andar con mi jefe, ahora esposo.

Le gusta mucho que le cuente cómo había yo cogido con Luis Felipe, qué cosas habíamos hecho, cómo lo hacíamos, etc. Siempre me preguntaba esas cosas; luego las hacíamos y siempre me preguntaba si me habían gustado más que con Luis Felipe.

/ entonces…, Luis Felipe fue tu maestro…

  • no…, yo fui la maestra de Luis Felipe; él era casi virgen cuando lo conocí,

a pesar de que me llevaba casi 3 años…

= y a ti…, quien te enseñó…

  • mi primer hombre; él fue quien me enseñó casi todo lo que se y que me gusta

= ¿Quién fue…?

  • fue un taxista…, el que me traía de regreso de la escuela a la casa, pues estudié en una secundaria vespertina y salía yo de noche.

Era un señor ya grande…, quizás mayor que mis padres…, y yo, como casi no veía a mis papás, pues los dos trabajaban,

entonces me refugiaba en ese señor. Tenía hijos más grandes que yo pero…, me enamoré perdidamente de él…

/ ¿entonces…, él fue el que te desvirgó?

= sí…, fue en su taxi, en la parte de atrás.

/ oye…, ¿y por qué terminaste con él?

  • fue muy triste…, le quisieron robar el coche, no se dejó y lo acribillaron.

Se hizo un silencio y a mí se me salió una lágrima, por lo que agaché mi cabeza.

En esos momentos sentí que los dos chicos se sentaban al lado mío, cada uno de un lado; sentí sus brazos sobre mis espaldas y levanté mi cabeza hacia un lado, hacia donde se encontraba Ricardo, quien sin decir nada más, solamente me acercó su boca a mi boca y nos fundimos en un beso profundo, que duró mucho tiempo, hasta que sentí que una mano se deslizaba por encima de mis muslos y buscaba el camino para continuar ascendiendo.

Me despegué de ese beso y voltié a ver a Ricardo, pero seguí sintiendo la mano en mis muslos y voltié a ver a José Luis, que también me acercó su boca a mi boca y también nos fundimos en un beso candente.

José Luis tenía su mano en mis muslos y Ricardo me acariciaba discretamente mis senos:

  • ¡estoy muy caliente…!.

Les dije, y volví a ofrecerles mis labios, ahora a José Luis.

= ¡Vámonos a un motel…!,

dijo Ricardo, y José Luis lo confirmó:

/ ¡Hay uno aquí en la avenida…!,

pero:

  • ¡No…, vámonos a mi casa, es mejor…, está sola…, no está muy lejos de aquí!.

Y así, lo hicimos; nos fuimos para la casa; yo manejaba y aquellos me iban metiendo mano por todos lados; ¡las imprudencias que se hacen a veces…!. Me levanté la falda por arriba de mi cintura y José Luis, que iba sentado a mi lado, me clavó la cabeza a la mitad de mis piernas y me iba dedeando y besando mi sexo, mientras que Ricardo, en la parte de atrás, no dejaba de acariciarme mis senos, pues con el top que traía, no usaba brasier y me los venia acariciando muy rico.

En unos minutos llegamos hasta mi casa. El portón es eléctrico y entramos. Entramos a la sala y de inmediato José Luis me abrazó y comenzó a besarme en la boca mientras yo me quitaba mi blazer. Yo andaba con la falda echa bola sobre de mi cintura, mostrándoles mi pantaleta, una blanca que llevaba ese día. Ricardo se nos pegó por detrás y me besaba en el cuello y me seguía estimulando mis senos, frotándome deliciosamente mis dos pezones, que se encontraban erectos al máximo.

José Luis quería llevarme al sofá, pero les propuse que nos fuéramos mejora para mi recámara:

= ¿tu recámara matrimonial…?.

  • Sí…

/ ¿aquí coges con tu marido…?

  • cuando él se anima…

= ¡Este espejo está bien cachondo…!,

dijo Ricardo, mirando un espejo de cuerpo entero que tengo en la recámara:

  • Jajá…, no es para eso…, bueno…, nunca lo he usado para eso, es para arreglarme…, para mirarme si voy bien vestida…

/ pero mira qué cachondo se ve…

Y nos paramos enfrente de ese espejo: yo con mi falda en mi cintura, enseñando mis pantaletas y con un seno de fuera del top, flanqueada por esos dos chicos, uno a cada lado de mí.

Ellos se desvistieron de prisa; ambos llevaban calzones del tipo bóxer: uno en color negro y el otro en color azul, con unas líneas amarillas. A ambos se les notaban su pene, enormemente parado, y a mí, la verdad, me di mucho gusto y orgullo, de que estuvieran así por el deseo que yo les provocaba.

Me quité mi top y me quedé solamente con mis zapatillas, azules, de tacón alto y mis pantaletas, blancas.

José Luis de inmediato me abrazó nuevamente y me volvió a besar en la boca y me empujó hacia la cama, sobre de la que me dejé caer, boca arriba, con mis piernas colgando. Él se colocó entre mis piernas, pegándome su pene a mi entrepierna, haciéndome sentir su virilidad, muy erecta. No dejaba de besarme, de darme su lengua, hasta que, comenzó a besarme mi cuello, mi pecho, y se fue bajando hasta alcanzarme mis senos, que también los besó y me los estuvo chupando, de manera alternada y luego de un rato, procedió a “bajarse” hasta mis pantaletas. Me la estuvo besando: las ingles, mi monte de Venus y mi pelambrera, por encima de las pantaletas, hasta que, tomándolas del elástico, comenzó a deslizarlas hacia debajo de mis muslos. Levanté un poco mis caderas y el chico terminó de sacarlas, hasta por debajo de mis tobillos, aventándolas sobre el piso, y entonces:

/ ¿me dejas…?,

me preguntó José Luis…, como pidiéndome permiso para mamarme mi sexo, y por toda respuesta, solamente le empujé mi sexo hacia el frente y creo que de inmediato el chico lo comprendió, pues sentí que comenzó a besarme mis muslos, mis ingles, mi monte de Venus, mi pubis; me separaba con cuidado mis vellos púbicos  y…, ¡me localizó el clítoris!:

  • ¡Aaaahhh…, síiiiiiiiiiii…, ahí…, asíiiii…, síiii…, mámamelo…, asíiiiiiii….!.

Sentia la lengua de José Luis subir y bajar en mi rajadita, acariciando con gentileza mi clítoris, que estaba muy erecto, como si fuera soldado:

  • ¡Síiiiiiiiiiii…, síiii…, síguele…, más…, más…, asíiiiiiii….!.

Ese chico me hacia vibrar de lo lindo en cada pasada que daba, hasta que, se dedicó por completo a trabajar sobre mi clítoris, chupeteándolo, succionándolo con sus labios, hasta llevarme al orgasmo:

  • ¡me voy a venir, José Luis…, me voy…, me vengo, me viene…, me vengooo…!

Y terminé delicioso…, en la boca de ese muchacho, que por primera vez recibía las emisiones de una mujer.

Me dejé caer en la cama, desmadejada, disfrutando mi orgasmo, que buena falta me hacía.

José Luis se subió a la cama y se recostó junto a mí, buscando nuevamente mi boca, y nos besamos apasionadamente, por un largo rato.

Cuando terminamos el beso, el muchacho me preguntó:

/ ¿estuvo bueno el “bajón” que te di…?

  • ¡condenado muchacho…!, ¡lo hiciste muy bien…!,

le dije, volviendo a ofrecerle mis labios, para otro beso cachondo, y luego de ello me volvió a preguntar:

/  ¿estuvo tan bueno como el del señor de Veracruz?

Y sonriéndole, respondí:

  • ¡Este estuvo muy bueno…!.

Y volvimos a besarnos de nuevo.

José Luis se me pegó de inmediato en mi espalda, y pasándome las manos por adelante, comenzó a acariciarme los senos. Luego me apartó mis cabellos de mi cuello y comenzó a besarme por ahí; con mucho placer; me mordisqueaba el lóbulo de mi oreja y estimulaba mi clítoris con sus dedos.

Con sus dos manos abiertas, José Luis se daba vuelo apretándome mis dos senos al mismo tiempo, palpándome deliciosamente por todos lados. Estaba tan obnubilada aun por mi orgasmo, que no pude hacer otra cosa que cerrar los ojos y disfrutar sus caricias.

Sentí las manos del chico tocándome mis pezones; instintivamente separé mis piernas, adivinando lo que debía de seguir. Las puntas de mis senos estaban enormemente erectas y rígidas; estaban alargadas de una manera desmedida, entre los dedos de José Luis. Separé‚ una vez más, otro poco más, mis piernas, para ver si ahora sí... y…

Ahora sí.  Finalmente José Luis se decidió a bajar una mano a mi sexo; me lo agarró de los pelos y me los comenzó a  jalar. Luego me soltó el otro seno y me metió su mano en mis nalgas.  Ricardo estaba recargado sobre una silla para ver con detenimiento cómo me estaban fajando;  tenía los ojos desorbitados de la lujuria, como para poder mejor todo cuanto me estaba haciendo  José Luis, que ya había procedido a meterme sus dedos.

Cerré de nuevo los ojos y solté un gemido, todo voluptuoso, en cuanto me penetraron las primeras falanges, para luego de ello, dedicarme a disfrutar las caricias que esos dedos me proporcionaban, al penetrar más y más en profundidad.

Sentí que me estaba viniendo..., y no hice nada por retenerme. José Luis también lo sintió y entonces, agarrada siempre de los senos y las nalgas, me empujó boca arriba, preparándose a penetrarme. Al irme acostando le cruce la mirada y la vi como la de un degenerado..., ¡y me excitó mucho más...!.

¡Me imaginé en un instante lo que iba a pasar, todo lo que podía suceder..., y deseé que lo hiciera!. ¡Quería que me la metiera muy rico, que me hiciera gozar, que me diera placer, que me hiciera vibrar!.

José Luis  estaba  igualmente  excitado y procedió a  bajarse el calzón,  mismo que se le quedó atorado en un pie. Su verga estaba ya muy parada y tenía su glande totalmente amoratado y duro, lista para penetrarme hasta el fondo.

Acostada boca arriba, aparté mis piernas lo más que pude, para que me viera mi sexo, especialmente mis labios y mi clítoris, que lo sentía muy erecto.

Se colocó  entre mis piernas y luego me puso su pene sobre mi rajadita,  para después empujarlo hasta el fondo y aplastarme mis senos con todo su pecho. ¡Lo sentí muy caliente  cuando me lo metió!.

Empezamos el mete y saca; yo le empujaba mis caderas en busca del empujón que me daba y poco a poco sincronizamos el ritmo de nuestras caderas. Yo estaba venida (mojada), de manera abundante. Parecía que me estuviera orinando.  José Luis empujaba con fuerza y me hacía que gimiera y que me quejara, con más y más fuerza, hasta que se me presentó ese cosquilleo tan familiar que procede a todos mis orgasmos, especialmente a los más fuertes.

  • ¡Aaaahhh…, aaahhh…, yaaaa…, yaaaa, ya casi…, ya casi…!

Al igual que lo que a mí me pasaba, le pasaba lo mismo a José Luis, quien tampoco pudo aguantarse de los apretones que le daban las mucosas de mi vagina y sentí como su pene se comenzaba a "engordar". Mis movimientos de cadera se hicieron casi nerviosos y respiraba de manera cada vez más veloz.

  • ¡Aaaahhh…, aaahhh…, yaaaa…, yaaaa, ya me vengo…, yaaa…, yaaa!

Los chorros de semen me quemaban las entrañas e hicieron que me viniera de manera violenta y…, luego nos desmadejamos, él sobre de mí y yo sobre de la cama.

Luego de un rato de inmovilidad absoluta, José Luis comenzó a separarse de mí,  extrayendo su pene batido de dentro de mi "cosita". Yo me quedé con las piernas impúdicamente abiertas; ¡no tenía fuerzas para cerrarlas!, y... comenzó a escurrírseme todo ese semen que me acababa de echar.

Ricardo seguía de "mirón", disfrutando de todo cuanto me había hecho José Luis y de  mi  posición, toda "despatarrada".

José Luis escurrió sus últimos chorros de  semen sobre mis vellos púbicos y sobre de mi “panza” y mi ombligo, para luego subir hasta mi cabeza y limpiarse  su pene contra mi cara, mis parpados, mi boca y mejillas. ¡Creo que hasta en mis orejas me embarró su semen!.

Luego de eso, volvió a besarme de manera cachonda y…, luego de un largo rato, cuando terminamos el beso, hasta entonces nos acordamos de Ricardo, que seguía con sus boxers abultados, de la tremenda erección que tenía.

Una vez que me vio libre Ricardo se acercó junto a mí y me preguntó:

= ¿me vas a dar “chance” a mí también…?.

Me sonreí y le contesté:

  • ¡claro que sí…, por supuesto…, ven…, dame un beso para comenzar…!,

pero él, de manera casi agresiva, me dijo:

= ¡pero primero ve al baño a lavarte…, toda… Tu cuerpo, tu chocho y tu boca...!,

¡Lo estuviste besando luego de que te mamaron “ahí”… y andas toda…, “sucia”, de todos lados…!.

Me sonreí y me levanté de la cama y me dirigí al baño para lavarme, como me lo había pedido Ricardo.

Desde adentro del baño alcanzaba a oír lo que estaba diciendo Ricardo:

= ¡de verdad que es muy caliente esta vieja!

Me dio gusto y vergüenza que se expresara así de mí.

Regresé a la recámara, lavada pero desnuda, a excepción de mis zapatillas, dispuesta a continuar con el coito...

Ricardo se me acercó diciéndome:

= ¿sabes...?,  me tienes loquito,  nada más de estar viendo cómo se mueven tus senos,  como meneas tus nalguitas, cómo palpita tu vientre...

Espero  que José te haya dejado “flojita”, pues mi verga, es mayor que la de él.

Ricardo se acostó boca arriba sobre de la cama y una vez acostado, entonces se sacó sus calzones. ¡Vaya sorpresa...!, ¡tenía una verga de un buen tamaño!; se le miraba muy parada y tiesa!. Me la puse a mirar y…, Ricardo parecía saborearse con mis miradas:

= ¿te gusta…?.

No contesté, tan sólo me coloqué encima del chico, con las piernas muy separadas y comencé a empalarme sobre su pene. Me apoyé sobre su pecho y lentamente comencé a colocármelo en mi rajadita, que a pesar de la cogida anterior, se había vuelto a cerrar y no dejaba entrar a su verga, hasta que me abrí mis labios vaginales con mis dos manos y así logré introducirme su glande. Luego de ello, dejé pasar un instante, para acomodarme a esa verga y…, después comencé a moverme, despacio, de arriba p’abajo y de manera lateral y rotatoria, para que penetrara hasta el fondo.

Ante ese espectáculo,  José Luis se  calentó nuevamente,  por  lo que se aproximó  hasta a nosotros, para observarnos mejor, mientras que al mismo tiempo se masturbaba gustosamente.

Cuando la sentí por completo dentro de mí, mi respiración se volvió entrecortada y mis mucosas segregaron líquidos a lo grande: ¡estaba disfrutando ese pene!.

= ¡estás apretadita y muy rica...!,

gritaba jubiloso Ricardo:

=  ¡muévete..., quiero sentirte muy rico...!.

Comencé a moverme, a empujar mis caderas, de adelante hacia atrás y de arriba hacia abajo y…, ¡grité...!. ¡Me estaba llegando otro orgasmo…!.

  • ¡Aaaaggghhh…, me vengo…, aaaggghhh…!.

Mi grito resonó por toda la pieza y creo que por todo el vecindario debió haberse escuchado; ¡igual de enorme había sido mi orgasmo!.

El calor de mis jugos sexuales,  las contracciones de mi vagina y el  placer  de tenerme empalada hicieron que Ricardo también se viniera. No podía ya aguantarme y me desplomé sobre el pecho del cabrón de Ricardo...

Por el otro lado,  José Luis, lujurioso y degenerado como el que más,  seguía con su pene en la mano, continuando su masturbación al mismo tiempo que detallaba mi cuerpo con los ojos llenos de depravación, hasta que comenzó a “venirse” en mi cara. ¡Me reí de lo que estaba pasando!, y luego de ello le dije a José Luis:

  • ¡Ahora sí…, ya te veniste en la cara de alguien…, jajá…!.

Me levanté de la cama y me fui de nuevo hasta el baño; me duché para limpiarme, y luego me puse un camisón “vaporoso” y salí a mi recámara.

Los dos chicos ya estaban vestidos y:

= bueno..., nosotros nos retiramos..., pues mañana hay que trabajar,

dijo Ricardo y José Luis le hizo segunda:

¡gracias por todo..., nos la pasamos muy bien...!

= ¡ciao...!

Los acompañé  hasta la puerta,  en donde todavía me  volvieron a besar, abrazar y “fajar”, entre los dos, tocándome  los senos, mi sexo y mis nalgas por debajo de mi camisón.