A mi señora le encanta socializar, pero ... (3)

Entusiasmado con el modo de socializar de mi esposa, Roberto les cuenta a los muchachos de la oficina y se vienen todos al humo.

A mi señora le encanta socializar, pero es un poco ingenua. (3)

Por Lado Oscuro 4 ( ladooscuro4@hotmail.com )

Capítulo 1. Mi compañero Roberto les cuenta lo aprendido con Alicia a los muchachos de la oficina.

Roberto se quedó muy impresionado por la demostración de cómo se socializa que le hizo mi Ali. Y cuando les contó a los muchachos de la oficina todos se entusiasmaron. Es que Roberto les contó con lujo de detalles todo lo que hizo con mi señora. Como le plantó su soberbio culo en la cara, y como él le metió su gruesa y larga lengua y estuvo en un mete y saca hasta que ella se corrió. Yo no les aclaré que en realidad Ali no se había corrido sino que había hecho una muy buena imitación de orgasmo, destinada a animar al pobre Roberto. Me pareció mejor que él siguiera creyéndolo, y los muchachos también, para no quitar efectividad a las técnicas socializantes de Alicia.

Después les contó como ella, con espíritu caritativo, le permitió que le hundiera su tranca en el culo y la serruchara hasta llenárselo de leche. Algunos de los muchachos, impresionados por el interés de la narración, habían comenzado a tocarse los bultos mientras seguían escuchando. Yo estaba orgulloso de mi mujercita.

Después él les contó como ella había repetido la actuación que tuvo con el muchacho del segundo, en la azotea, cuando subieron a colgar la ropa, luego de que el chico le hubiera empalado el culo, igual que él. Ali se había tirado de espaldas con las piernas bien abiertas y las rodillas flexionadas, como ofreciéndole la concha mientras le pedía que no siguiera abusando de ella, lo que pareció enardecer al muchacho que hundió su tremenda tranca de un golpe en las intimidades de mi mujer, que repitió su actuación de fingir orgasmos. Roberto entendió inmediatamente la escena, de modo que en un segundo empaló a mi señora por la concha, con lo que la pobre no tuvo más remedio que repetir sus orgasmos fingidos, que lo dejaron muy orgulloso de si mismo al pobre Roberto.

A esas alturas de la narración uno de los muchachos se había ido para el baño, pena porque se perdió el final, pero se lo veía muy apresurado por irse al baño. Otro de los muchachos se había ido atrás del grupo, así que no pude ver qué estaba haciendo. Otro de los muchachos se había desparramado en la silla, detrás de su escritorio con los ojos entrecerrados y la respiración muy agitada. Por suerte los demás se quedaron atentamente pendientes de la narración, aunque tocándose los miembros a través del pantalón. Claro, ellos no sabían que la actuación de mi mujer había sido fingida. Y yo los dejé en su creencia.

Capítulo 2. Los muchachos de la oficina quieren conocer a mi Ali.

Estaban todos muy entusiasmados. Y yo no los podía criticar. El altruismo socializante de Alicia despertaba enseguida la admiración de todos. Pero ocho hombres eran demasiados, me pareció. Así que les pedí que esperaran a que yo le preguntara a ella. Yo pensaba hacerlo esa noche, pero los muchachos me pusieron el teléfono en la mano, en una forma que no admitía réplicas.

"Ali, los muchachos de la oficina quieren que les enseñes a socializar…" comencé.

"¡Y traélos! ¿qué es… pe… rás?" Me llamaron la atención sus jadeos, así que le pregunté si estaba con alguien. "¡Sííi… es… tá… de… viii… siii… taaa… el… se… ñor… del… cuar… tooo…!"

"Es que son ocho, Ali…" ¿Y que tie…ne...? ¡Les… doy… una… cla… se… co…lec… ti…va y ¡ah… aahh… aaaaahhhhhh… aaaaaaaaahhhhhhhh…!" exclamó entre gemidos y jadeos.

"Hasta luego mi vida", le dije y colgué.

"¿¿¿Y???" preguntaron los muchachos sin poder contener la ansiedad.

"Dijo que sí, muchachos, que les va a dar una clase colectiva. Ahora mismo estaba socializando con el señor del cuarto…"

Hubo una explosión de alegría y dos de los muchachos exclamaron "¡qué puta!" y corrieron hacia el baño, urgidos, sin duda, por el llamado de la naturaleza.

Faltaban unas cinco horas para finalizar el horario, y esa tarde, hubo más idas al baño que ninguna otra que yo recuerde. Es notable como a veces coinciden las urgencias sanitarias en los grupos humanos.

Capítulo 3. Y a la noche los llevé a conocerla.

Cuando llegamos a casa, estaban todos nerviosos, pero al ver que Alicia lucía tal como les había contado Roberto, se pusieron más nerviosos todavía.

Alicia vestía una de sus falditas cortísimas, que dejaban a la vista sus muslazos y también su cola, en cuanto se agachaba levemente. Su remerita permitía ver sus fabulosos tetones sin sostén, y se pegaba a su piel contorneando sus gruesos pezones. Remataba el conjunto con sus altísimos tacos aguja que tanto le gustaba usar. El cabello suelto en ondas hasta media espalda, y sus ojos algo perversos y su gruesa boca sensual, completaban un cuadro que los dejo boquiabiertos y babeándose. Por supuesto que yo no les aclaré que era todo un fingimiento, porque no quería arruinar el efecto.

Hice las presentaciones, y Ali se tomó su tiempo, recorriéndolos con una sonrisa desenfadada, muy desenfadada en mi opinión, pero que sirvió, ya que los muchachos se fueron soltando y relajando, devolviendo la mirada y la sonrisa de ella con un poco de desfachatez. Así es mi Ali, sabe como hacer que todo el mundo se sienta cómodo.

Ella se paró frente al grupo, con las piernas algo abiertas, de modo de poder remarcar con movimientos de sus sensuales caderas, las palabras con que comenzó su explicación.

-Hace años que me dedico a socializar con mis congéneres

Como era su costumbre, aún con sus oscilaciones laterales de cadera, Alicia mantenía su espalda algo echada hacia atrás, de modo que sus melones se proyectaban hacia delante, oscilando al compás de sus caderas. Evidentemente era una maestra en el arte de atrapar la atención de su auditorio, ya que los ojos de mis compañeros no se apartaban de ella.

-Y pronto hice un descubrimiento

Ali comenzó a caminar lentamente de un lado al otro, y con cada paso las partes de su espectacular cuerpo se movían cadenciosamente atrapando las miradas, ora en sus nalgas, ora en sus pechazos, ora en sus caderas. Lo cual es una buena estrategia –pensé- para distraer la atención conciente de su público, permitiendo que sus palabras penetraran sin resistencia en las mentes de sus oyentes. Y era evidente que funcionaba, porque los muchachos parecían estar completamente entregados a seguir sus movimientos, de modo que no quedaba parte conciente alguna que pudiera oponerse o resistir a sus palabras.

-Lo que descubrí es que las personas están más dispuestas a socializar, si uno se los propone a través del sexo… ¡No es que a mí me interese el sexo!

-¡Noo, claro!- asintieron a coro los muchachos.

-He probado- prosiguió Alicia- con hablar de política, o de temas culturales… Pero nada funciona tan bien como el sexo.

Y acto seguido les dio la espalda y agachándose les dejó ver su excitante culo, apenas cubierto por la faldita.

-¿En que piensan en este momento?- los interrogó.

-¡Qué culo!- dijo Chacho.

-¡Dan ganas de comerlo!- dijo Eduardo con voz exaltada.

-¡Como te lo rompería, nena!- agregó Miguel, dándose cuenta de inmediato de su exabrupto, por lo que se puso colorado y se calló.

-¡Es un orto para alquilar balcones!

Y así siguieron, muy entusiasmados.

-¡Exactamente!- aprobò Alicia- ¡¡sólo pueden pensar en mi culo!! ¿Y por qué? – los miró interrogativamente.

-¡¡¡Porque tenés un culazo de novela, preciosa!!!- Se apresuró a contestar Carlos.

-Ese no es el punto- respondió Alicia- de todas maneras, gracias- dijo dedicándole una deliciosa sonrisa a Carlos, que estaba tocándose por encima del pantalón.

-El punto no es mi hermoso culo, muchachos

-Ah, ¿no…?- se escucharon algunas voces desconcertadas.

-No, exactamente- ratificó Alicia- ¡sino, miren esto!

Y acto seguido, sacó aún más las tetas, y comenzó a balancearlas con pequeños giros de cintura, con lo cual sus melones cimbreaban ante los ojos hambrientos de mis amigos. –Ahora ¿en qué piensan?

-Qué tetonas, madre mìa!

-¡Qué melonazos, preciosa!

-¡¿Lo ven?!- la voz de Alicia tenía un tono triunfal -¡Ahora están locos con mis tetas! ¡No era mi culo, el asunto!

-El culo también- dijo uno aclarándose la garganta.

-Gracias- una sonrisa pícara de complacencia adornó el rostro de mi señora. –Pero lo que quiero que entiendan es que llamando la atención de ustedes hacia mis impactantes gracias, ¡los tengo a todos locos por socializar conmigo…!

Los muchachos prorrumpieron en aplausos.

-Y ahora que los tengo donde quería, vamos a comenzar. ¿En dónde quedamos, Roberto?

-¡En que me ibas a enseñar como te amasaba las tetas el muchacho del segundo!- respondió este al toque.

-¡Muy bien! ¡Pero olvidaste que debías acompañar el manoseo con besos en la boca y el cuello!

-¡Cierto!- reconoció apenado Roberto.

Alicia se acercó a él, ofreciéndole su boca. –Ahora comenzá a besarme, a comerme la boca, y no olvides manosearme las tetonas

Roberto procedió obedientemente a comerle la boca, y sus manos comenzaron a manosearle las tetonas. Alicia dio una perfecta imitación de un gemido de placer y lo dejó hacer. Era asombroso que pudiera soportar la tremenda sobada de tetas que le estaba dando Roberto, sin calentarse. Pero así es mi Alicia, y además tenía la suficiente entereza como para fingir placer. Roberto, en cambio, no estaba fingiendo, y se había puesto a mil. Su poronga amenazaba con romper el pantalón. Alicia le rodeó la cabeza con sus sensuales brazos y le dio un interminable beso de lengua. El pobre Roberto parecía haber perdido toda conciencia, envuelto en el paraíso. La cosa continuó así hasta que Alicia comenzó a darle golpes de pubis contra la tremenda erección de mi amigo, que seguía amasando sus tetas, mientras continuaba sometido el tremendo beso de lengua que le estaba dando mi señora. En cierto momento ella aplastó su cuerpo contra el suyo y con intensos gemidos y estremecimientos, fingió un tremendo orgasmo, que se llevó con él a Roberto, que en medio de gemidos se corrió abundantemente en los pantalones. Pero el pobre no fingía, es imposible fingir semejante manchón de semen en la tela del pantalón. Alicia lo contuvo cálidamente, hasta que mi amigo terminó de correrse.

Y luego se apartó, mirando a su público. -¿Comprendieron, muchachos?-

-Yo no entendí muy bien- confesó Miguel, acercándose a ella con una tremenda erección en sus pantalones, que Alicia miró con una aprobadora sonrisa.

-Acercate, que te muestro- y apretándose contra el muchacho, rodeó su cabeza con sus brazos y comenzó otro interminable beso de lengua. Y Miguel comenzó a gemir mientras sus manos se ocupaban enfebrecidas en acariciar, amasar y apretar los melones de Alicia, que separando un momento su boca de la de él le jadeó en la boca. -¡Nene, que entusiasmo!- Y volvió a su interminable beso. Para un observador que no estuviera al tanto de sus fingimientos, hubiera parecido que el intenso magreo a que estaban sometidos sus tetones la habían puesto a mil. Y siguiendo con su actuación, Alicia pasó a la etapa de los empellones y refriegas de su pubis contra el bulto del muchacho, hasta que se apretó contra este y moviéndose sinuosamente mientras fingía un nuevo orgasmo, acabó con la resistencia de Miguel que en medio de involuntarios movimientos de pelvis, hizo una tremenda descarga de semen en sus pantalones.

Cuando se separaron, ambos tenían los ojos vidriosos y Alicia se tambaleaba un poco sobre la vertical.

-Espero que ahora todos hayan entendido

-Yo no entendí- respondió Chacho, acercándose con su tremenda tranca al aire. Yo temí que Alicia lo rechazara, por estarse saliendo de los márgenes de explicación didáctica. Pero si pensé eso es que no consideré la paciencia y buena voluntad de mi mujercita, que en vez de retarlo prefirió alentarlo.

-¡Qué hermosa tranca!- dijo, aferrándosela con la mano. Y dirigiéndose a su público, explicó: -Con Chacho, ya que tuvo esta iniciativa, vamos a ver un aspecto alternativo de la socialización. ¡Qué tranca!- volvió a comentar en voz un poco más baja.

Y levantándose la faldita, acomodó el enorme pedazo de mi compañero entre sus dos muslazos de modo que rozara su intimidad. -¿Se siente bien?- le preguntó con simpatía. –Sí…se… siente… muuuuy… bien… -contestó Chacho con voz bastante ronca por el placer.

-Ahora tené presente frotar tu tranca contra mi concha, a través de la bombachita… ¡Y seguí apretándome las tetas, amoroso…!-

Me gustó ver con cuanta delicadeza ella transformó la inadecuada iniciativa de él en una nueva posibilidad explicativa.

Chacho no perdió un segundo en comenzar a frotar su tranca contra la intimidad de mi señora, que echó la cabeza hacia atrás en un gesto de fingido éxtasis. Chacho no sospechó nada y se abalanzó sobre su cuello, besando, chupando y lamiendo. Nuevamente tuve el temor de que ella lo rechazara, pero con su gran tacto Alicia continuó con su actuación, dando gemidos y jadeos cada vez más fuertes. Chacho tomó más confianza y se animó a levantarle la remerita, dejando los melones al aire, e inmediatamente se puso a chuparlos con pasión. Me maravilló lo convincente que resultaba la demostración de Alicia. Y me maravilló aún más cuando vi. pasar al lado de ellos, surcando el espacio, un chorro de semen que procedió de Vicente quien con su erección al aire, y su glande descubierto, continuó echando chorros al vaivén de su nabo que se movía en todas direcciones.

Miré a Alicia, temeroso de que se hubiera incomodado con la actitud de Vicente, pero al parecer no había advertido nada, entretenida en su imitación de calentura en beneficio de Cacho, que seguía con las frotaciones de su tranca contra la concha de mi señora quien, agarrándole la cabeza la guiaba de un pecho al otro, mientras gemía y jadeaba con una expresión de éxtasis como si estuviera gozando como loca. Y pronto comenzó con su imitación de una acabada de suprema calentura, devolviéndole las fricciones con una serie de empellones finales. Y Cacho se quedó quieto, con su pelvis avanzada y sus nalgas apretadas en un éxtasis final. Desde mi posición, a espaldas de Alicia, pude ver como su faldita acusaba los impactos de los chorros que por dentro le enviaba Cacho, que no estaba fingiendo en absoluto.

Cuando se separaron, Alicia quedó con las tetas al aire, totalmente mojada por la saliva de Cacho, con los pezones hinchados y duros, y la piel enrojecida por el tratamiento recibido. Esas cosas, claro, no se fingen, pero lo que me tranquilizaba era saber que mi Ali no había sacado placer alguno de la acción, aunque su cuerpo hubiera reaccionado de modo natural. La verga de Cacho, todavía continuaba erecta, con la cabeza pringosa de su propio semen.

Y la cara de mi mujercita presentaba unas ojeras pronunciadas, debidas sin duda al esfuerzo realizado.

Capítulo 4. Alicia extiende su explicación a todos mis compañeros.

Alicia había comprendido que tendría que pasar por las vergas de todos mis compañeros de oficina. Así que con un gesto de resignación se sacó la faldita pringosa de semen, y la braguita, dejando su soberbio culo a la vista de todos.

-Muchachos, estoy un poco cansada de tanto ajetreo. De modo que si vamos a seguir socializando, mejor me pongo cómoda- y se recostó en el sofá con las piernas abiertas.

-¿Alguno que se ofrezca a hacerle unos mimitos a mi conchita…?- preguntó con voz mimosa.

Carlos fue el primero en arrodillarse y hundir su cara en la concha de mi señora, que lanzando un gran suspiro se entregó a la caricia.

Tan grande fue el entusiasmo de Carlos en sus lamidas y chupadas, que Alicia se vio en la obligación de premiar sus esfuerzos con otra imitación de orgasmo. Comenzó a jadear y gemir en forma creciente, y a pulsar su concha contra la cara de mi compañero, hasta que dando grandes alaridos y jadeos le hizo creer que había llegado a su climax, con estremecimientos y temblores de todo el cuerpo. Quedó derrumbada, como si las fuerzas hubieran huido de ella. Pero Carlos todavía estaba al palo y se la montó, dándole una apasionada serruchada en la concha. Al principio ella pareció desinteresada, pero poco a poco fue respondiendo a los empellones con los suyos propios, chocando su pubis con el de él. Sus tetas se sacudían locamente, ante los ojos desorbitados de mi compañero que la poseía fervorosamente, hasta que Carlos, enterrando su arma hasta el fondo, hizo su gran descarga, que mi señora festejó con grandes gritos, como si estuviera acabando de tanto placer.

Quedo semiderrengada sobre el sofá, mientras de su concha iba saliendo la lenta catarata del semen recién depositado.

-¿Han compren… dido… mucha… chos…? Dijo con voz desmayada en un suspiro.

Pero no todos habían comprendido. Todavía faltaban cuatro. Me pareció demasiado esfuerzo para mi mujercita, e intenté terminar con las acciones. Pero Alicia me detuvo, con gesto lánguido: -no Guille, dejame, puedo socializarme a todos estos muchachos

Y con un dedo, llamó al siguiente.

Capítulo 5. Alicia demuestra su determinación altruista y su gran fuerza de voluntad.

Ante la duda en mi rostro, mi señora me tranquilizó: -Tranquilo, nene, puedo con todos ellos.

-¿Por dónde me querés dar, corazoncito?- le dijo a Ernesto que se había sacado los pantalones y se acercaba con su amenazador nabo bamboleándose con una tremenda erección.

-Dame el culo- dijo el con voz ronca. Y ayudándola para que se diera vuelta la dejó en cuatro patas. Ali parecía encantada, y mejoró la postura poniendo el culo en pompa, mientras aplastaba su torso boca abajo contra el almohadón del sofá. Sin perder tiempo en vacilaciones, Ernesto puso su cabezota a la entrada del ojete de mi Ali. Y, ayudado por sus secreciones pre-seminales comenzó a introducir tramo a tramo de su rígido pedazote en el culo de mi amada, que parecía estar experimentando un gran placer, que no le costaría mucho fingir, ya que el culo era un lugar por donde le gustaba mucho recibir verga.

Bueno, que se repitió la secuencia de las anteriores socializaciones de Ali con mis otros compañeros, incluyendo la apariencia de orgasmo fingida por Alicia, para levantar la moral del muchacho.

Y eso con cada uno de los tres restantes muchachos, incluido Roberto quien se reservó para el final.

Pero ese no fue el final, no señor. Después de desagitar todos esos nabos, Alicia comenzó a reanimarlos uno por uno, con caricias de las palmas de sus manos, con refregones de sus culos y con mamadas. Hasta que todos estuvieron con sus miembros nuevamente enhiestos, temblando en el aire.

Capítulo 6. Alicia sabe muy bien como acabar con ocho muchachos.

-Ahora vamos a ver la socialización colectiva, chicos- dijo Alicia examinando los nabos que entusiastas apuntaban hacia ella. -¿No querés unirte, mi vida?- dijo dirigiéndose a mí.

-¡Yo tengo tres agujeros y dos manos, muchachos! ¡Así que comencemos!-

Se montó arriba de Ernesto, encajándose completamente la gruesa poronga, y ofreciendo su ojete, pronto lo tuvo empalado por Sergio, con su boca recibió la enorme tranca de Sebastián, y con ambas manos aferró sendas trancas de Carlos y Miguel. Y comenzó la cogida más impresionante que yo jamás hubiera imaginado que mi Ali pudiera soportar, sin sucumbir al placer. Y encima fingiéndolo. Ella daba jadeos y dulces gemidos a medida que era cogida por todas partes. Aunque yo sabía que todo era fingido por parte de ella, la escena terminó por excitarme. Cuando la paja manual dio cuenta de Miguel, le puse mi tranca en la mano, y ella recomenzó su hábil trabajo esta vez conmigo. Cuando Carlos acabó vino otro a reemplazarlo poniendo su nabo en la palma de la mano de Alicia. Y cuando Sergio le llenó el culo de leche, vino otro, ya no recuerdo quién a ocupar su lugar en el ojete de mi señora. Y tampoco Ernesto le pudo durar bastante dado los apretones y refriegues que le daba con su concha. Ya no recuerdo bien el orden, pero todos pasamos por lo menos tres veces por el esplendido cuerpo de mi voluptuosa enamorada.

Al final quedamos todos derrumbados. Y, por más que hizo, mi Ali no pudo reanimar ningún nabo más.

Cuando se fueron, arrastrándose, hacia sus casas, mi Ali, ojerosa sí y algo ajada, pero con una expresión de rebosante alegría me abrazó, refregándome sus melones. "¡Te quiero, mi cielo! ¡Qué placer que me has dado, con todos esos hombres socializando conmigo!" Yo me desconcerté un poco: "¿Pla-placer…? Yo creía que estabas fingiendo, vida." Ahora la desconcertada pareció ella: "¿Fingiendo…?... ¡Ah, sí, claro! ¡No sentí ningún placer físico! ¡Los orgasmos, gemidos y jadeos eran todos fingidos, como vos sabés!" "¡Ah!" suspiré aliviado. "¡Claro mi tontito, si hubiera sentido algo eso hubiera sido infidelidad, ¿no?!"

-Claro, disculpame por mi duda, Ali

-¡Disculpado! ¡Vos seguí trayéndome machos que yo te voy a seguir disculpando!

-¿Ma-machos…?-

-¡Sí! Machos, hombres, muchachos, viejos, lo que sea, que yo me los voy a socializar a todos.

-Claro, mi vida.

Así que las cosas siguen mejorando. Ali está realizando su ambición de ser una gran "p" como me dijo una vez, aclarándome que la "p" es de "persona". Y nuestra pareja funciona cada vez mejor. Si te interesa hacerme llegar tus comentarios, envíamelos mencionando el título de este relato a ladooscuro4@hotmail.com que será un gusto recibirlos.